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Entrevista a Carlos Paola
Entrevista a Carlos Paola
Desde el Centro entrevistó a Carlos Paola, integrante por más de treinta años del equipo de adultos del turno vespertino, donde llevó adelante tareas asistenciales y de transmisión. Autor de numerosas publicaciones y libros, en esta ocasión Desde el Centro conversó con él por la publicación de su último libro, Freud literario.
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Desde el Centro: Te proponemos comenzar por la pregunta ¿Cómo nace Freud Literario? Carlos Paola: Hace unos cuantos años, por el 2014, yo participaba en el taller de escritura de Guillermo Saccomanno. Además de las narraciones, Guillermo nos hacía escribir textos de crítica literaria. Y entre esos textos produje algunos que articulaban literatura y psicoanálisis, que son mis dos grandes pasiones. Saccomano, que se interesó bastante en esa articulación, me dijo: “Vos tenés que seguir escribiendo artículos como estos. Cuando escribas sobre psicoanálisis para algún congreso, no hables en “lacanés”, sino literariamente, como haces acá. Y ahí ya tenés el proyecto de un libro”. En realidad, él me leyó una idea que ya venía rondándome y que está relatada al comienzo del libro: cierta vez, le preguntaron a Ricardo Rodríguez Ponte qué traducción de Freud prefería. Él primero vaciló y después respondió que, por un lado, la de Etcheverry tenía la gran virtud de ser muy rigurosa, que los términos en alemán siempre eran traducidos del mismo modo; pero por el otro, la de López Ballesteros, que no era tan rigurosa, tenía el gran mérito de hacernos recordar que Freud era un escritor. A mí esa respuesta me marcó mucho. Todos sabemos del premio Goethe de literatura que recibió Freud. Menos se sabe, pero también fue nominado al premio Nobel de Literatura por Romain Rolland, que ya había recibido dicha distinción en 1915 por su novela “Juan Cristóbal” (JeanChristophe). Después, los del jurado no quisieron saber nada y dijeron que, en todo caso, Freud debía ser propuesto como neurólogo. Pero la cuestión es que la sugerencia de Saccomanno se me juntó con lo que le había
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escuchado decir a Rodríguez Ponte. Entonces, empecé a preguntarme qué estatuto tenía esta cuestión literaria en Freud, porque todos los escritores decían que había literatura en sus escritos, que veían escritores en ellos. Y llegué a la conclusión de que no se trataba solamente de que Freud sabía redactar muy bien. Convengamos que no hay un sólo modo de transmitir en psicoanálisis. Es más, pienso que cada analista tiene que inventar el suyo. Pero el modo que inventó Freud es un estilo literario. ¿Y por qué recurre a ese estilo? Bueno, el que escribe literatura inventa ficciones, y la ficción es un modo de suplir aquello que no es posible decir con palabras. Precisamente, esto lo empieza a plantear Lacan en el Seminario VI: ahí donde el sujeto se desvanece, se agarra de lo que él llama el fantasma. El fantasma es una ficción y la ficción consigue bordear ese agujero de la imposibilidad. Suple la parte faltante, a la vez que vela y evoca su encuentro. Por lo tanto, la ficción literaria puede ser un recurso óptimo para transmitir lo real de nuestra praxis. Por otro lado, tengo que aclarar que, para mí, la literatura fue un tema postergado durante muchos años. Como dice el tango, “de chiquilín la miraba de afuera”. Y por esos movimientos que acontecen en un análisis, un día tuve la urgencia de escribir. Para sostener ese propósito llegué, después de varias vueltas, al taller de Saccomanno. Y allí terminé de forjar mi hipótesis de que la literatura puede advenir la vía regia de transmisión en psicoanálisis. Al menos, para mí. Desde el Centro: Te referís a la literatura como un modo posible de la transmisión del psicoanálisis, y cuando escucho “transmisión del psicoanálisis” indefectiblemente me lleva al Ameghino como espacio privilegiado para la transmisión. En este sentido surge la pregunta por cómo los años que estuviste en la institución transmitiendo psicoanálisis hoy se encuentran en este formato literario; cómo pasaron a integrar, o marcaron de alguna manera, tu forma de transmitir que hoy vemos aquí plasmada. Carlos Paola: Yo tengo dos lugares fuertes de formación: uno, la Escuela Freudiana de Buenos Aires –algunos de mis maestros y mi analista eran de ahí–; y el otro, el Ameghino, donde trabajé cerca de treinta años. El Ameghino marcó mi estilo de escucha, por muchas razones. Atender en una institución pública y gratuita de salud mental, tiene particularidades que te foguean. En ella se plantean situaciones que ponen a prueba lo que significa trabajar con la demanda –la transferencia es demanda, dirigir la palabra a 253
otros es demanda–. Y si algo se aprende en una institución pública es hacer ahí con la demanda. Porque en la institución pública la demanda se multiplica. Y hay que tener cintura para hacer con esa multiplicación. Pasar por esa experiencia te forma de un modo particular. Pero, además, cuando yo entré, el Ameghino era un lugar donde se debatía muchísimo. Era la época en que todavía no había estructura, en donde la Municipalidad –en ese momento la Ciudad de Buenos Aires era un municipio– ni nos registraba. Entonces nos conducíamos con los coordinadores y las asambleas. Íbamos discutiendo los criterios para hacer posible la práctica del psicoanálisis en la institución. En ese sentido, el Ameghino fue un hito no sólo porteño, no sólo argentino, sino también latinoamericano, de lo que es la práctica del psicoanálisis en la institución pública. Venía gente de otros países a rotar por el Ameghino. En la época en que yo entré, mediados de 1988, en algunos lugares todavía se decía que lo que se hacía en los hospitales no era psicoanálisis. Y nosotros decíamos que sí. Practicar el psicoanálisis en una institución pública de salud mental, además de confrontar con que no hay relación entre psicoanálisis e institución pública, pero que están juntos, reunidos en un espacio, me fue marcando el modo de escucha, mi estilo de intervención, mi manera de hacer. Porque yo creo que la multiplicación de demandas flexibiliza, conmueve la rigidez del buen analista de manual. Algo de esto plasmé en otro libro, El oro y el cobre, publicado en 2008, usando la famosa cita de Freud cuando, a partir de la Primera Guerra Mundial, empezaron a aparecer los locos de la guerra. En esos tiempos, Freud había armado un instituto para hacer extensivo el psicoanálisis a ciertos sectores de la sociedad que no tenían acceso por cuestiones económicas. Y de alguna manera, es lo que sigue pasando actualmente en las instituciones públicas: se reciben a los locos de esta nueva guerra que es el neoliberalismo. En épocas de exclusión y de segregación, la institución pública se convierte en trinchera. Desde el Centro: Hay un capítulo que usamos, hablando de psicoanálisis y transmisión, para trabajar con colegas la invitación a la escritura, que es el que se llama “Escribir, decir la imposibilidad”. Y retomando esta idea de la literatura como forma de transmisión, este libro, de alguna manera, invita a escribir.
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Carlos Paola: Me parece una excelente lectura, que me alegra y me reconforta. Es un gran premio esto que me están diciendo, porque en realidad para mí la escritura es comparable a un análisis, es una dimensión semejante, porque la escritura permite leer(te). No se sustituye una cosa por la otra, pero también es un espacio donde poder leerte; leerte sobre todo con respecto a tu producción. Ese artículo que mencionan es el primero de la serie, el primero que escribí. Mientras lo escribía, estaba trabajando un texto de Ricardo Rodríguez Ponte sobre psicoanálisis y arte. Y mientras lo estaba escribiendo, Ricardo, mi maestro –y mi analista de 26 años– falleció. En ese texto, Ricardo hace referencia a un decir de Borges en “Las murallas y los libros”. Fui, entonces, a buscar la frase completa y me pareció sublime. Se las leo: “La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo. Esta inminencia de una revelación que no se produce, es quizá el hecho estético.” El arte, entonces, como una aproximación a lo que no puede ser dicho. Para mí, este artículo de mi libro es un homenaje a Ricardo. Por eso tiene en el final cierto tono tristón: “Mientras releo lo escrito, siento dolor en la espalda, cansancio en la vista y el pulso que se acelera. Y no sé muy bien porqué, esta vez necesito incluir el cuerpo en el relato. Descarto otros autores de mis preferidos que también hablan de escribir. Y me invade una pena que, espero, me pueda valer.” Lo de la pena venía en relación con lo que decía Marguerite Duras: “si se sabe lo que se va a escribir, antes de escribir, no valdría la pena.” Pero también tiene que ver con el dolor por esa pérdida. El texto que ustedes eligen es el germen de este libro, es por el cual Saccomanno me dijo: “todo lo que tengas que escribir sobre psicoanálisis, hacelo así, de modo literario.” Pero con él, ahora que recuerdo, había un antecedente en la misma línea poco antes de comenzar el taller. Yo llego a Saccomanno por medio de una amiga escritora, Ángela Pradelli, que le lleva mi libro “El oro y el cobre”. Guillermo lo lee y manda a decirme que en el libro encuentra dos tipos de escritura: una literaria y otra lacaniosa. Recomienda, entonces, que abandone la lacaniosa y me quede con la literaria porque tiene mucha más potencia. Para mí esta devolución fue un gran regalo, y me dije: “voy a estudiar escritura con este tipo.”
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Desde el centro: Se podría decir que tocamos lo que queríamos tocar y un poco más, porque fuimos justo al inicio de esta obra sin saberlo. Carlos Paola: Pero por algo se detuvieron ahí. Fue una lectura de ustedes. Y me alegra muchísimo que incite y propicie la escritura. Sabemos que como analistas tratamos de causar el decir del paciente. Pero si con nuestra escritura causamos la escritura del otro... la verdad... es lo mejor que puede pasar. Me alegra muchísimo. Si no les parece mal, hay dos cosas más que quiero contar. La primera es que este libro lo fui escribiendo en forma atomizada. Los capítulos se relacionan pero son autónomos. Y cuando los junté para la edición, en el corte y pega, se me perdió un agradecimiento. Aprovecho entonces la ocasión para corregir lo que en el libro faltó: agradecerle de corazón a Masu Sebastián y a Nelly Urbina por la invitación a dar una charla en el Curso del Posgrado del Ameghino, sobre el texto de Freud “Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis.” Si bien el capítulo en el libro guarda distancia con esa charla que di, el haberlo trabajado en el espacio al que ellas me invitaron me permitió reflexionar y avanzar en unas cuantas cosas que venía pensando. La otra, es que este libro se terminó de hacer el año pasado, porque la situación de la pandemia me permitió adelantar. Porque yo soy muy lento para escribir, escribo y reescribo muchas veces. Pero cuando empezó el aislamiento, de trabajar 55 o 60 horas por semana, pasé a atender sólo ocho pacientes en forma virtual. Los demás decían: “Prefiero esperar, total son quince días.” Tuvo que pasar cierto tiempo para que la gente, poco a poco, empezara a decir “esto no se termina más, retomemos por videollamada”, y se recuperara el nivel de trabajo. De este modo tuve un par de meses con mucho tiempo para escribir. Y así fue como pudo salir este libro, que además me liberó de estar tan tomado por la pandemia. Lo trabajé en taller con mi actual maestro, Marcial Gala, que es un maravilloso escritor cubano (hace años que Saccomanno no da más talleres). Respecto de la escritura, no me canso de hacer taller. Y no sólo porque todavía tengo mucho que aprender. También creo que cuando uno escribe, el otro es sumamente importante. En primer lugar, porque al Otro lo tenemos en la cabeza, siempre está. No sé si del lado de adentro o de afuera. Pero hay un Otro al que nos dirigimos siempre. Y así como no hay autoanálisis, creo que con la escritura pasa lo mismo: hace falta un otro a quién dirigirse. Otro que pueden ser muchos. Porque además 256
te dirigís a un público. Siempre que se escribe, se escribe para alguien, como dice Sartre. Pero tener el referente de otro, permite verte mejor, aprender a leerte en la escritura. Finalmente, el libro lo terminé de escribir en octubre de 2020 y se lo pasé a otro amigo escritor, que es Carlos Pereiro, de “Ediciones del Dock”, una editorial de poesía y de ensayos psicoanalíticos y literarios. Y por supuesto, me puse contentísimo cuando, después de leerlo, me dijo: “Lo publicamos.” Desde el Centro: Justamente esta sección tiene que ver con los libros de los compañeros y compañeras gestados en la pandemia, porque notamos que hubo muchas producciones, y quizás tenga que ver con lo que señalabas, de lo que fue el principio de la pandemia, y cómo cada uno le fue encontrando un sentido singular. Carlos queremos agradecerte mucho, nos pareció muy interesante el libro para poder trabajarlo y hacer nuevas lecturas. Nos aporta mucho haber podido tener este intercambio, ya que nos da una clave de lectura distinta. Sabemos que lo que se quiere decir no es lo que se dice, pero que nos da una clave de lectura. Carlos Paola: Esto ha sido un gran honor. El agradecido soy yo. La verdad que me encanta, les agradezco profundamente que me hayan invitado. Porque ¿vieron ese tango que dice “yo tengo el corazón mirando al sur”? Yo podría decir que, con respecto al psicoanálisis, yo tengo el corazón mirando al Ameghino. La verdad que es un honor, un gran gusto. Me siento muy, muy honrado de poder estar en esta entrevista, así que les agradezco infinitamente. Desde el Centro: Y nosotros a vos. La verdad es que ha sido un placer leerte, ha sido un placer compartir la formación en el Ameghino con vos y ha sido un placer hoy escucharte así que gracias. Carlos Paola: Esperemos que el Ameghino pueda continuar, que los avatares de la época no impidan que siga siendo ese lugar tan importante de transmisión del psicoanálisis. Esperemos que esto sí se conserve. Desde el Centro: Intentaremos estar a la altura del legado que nos han dejado. Carlos Paola: A la altura están, no me cabe la menor duda. El problema es la realidad, no la capacidad de los profesionales; el problema es lo que desde el Estado se hace con la institución pública. Esperemos que se pueda 257
seguir sosteniendo porque el Ameghino fue un hito y todavía lo sigue siendo. Le agradezco la entrevista. Desde el Centro: Cerramos con eso entonces. Muchas gracias a vos Carlos.
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