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Revista Eltopo. “Desastres socio-naturales: Territorios y localidades implicadas”” No. 10 Vol.2 Junio - Julio 2019 Gran Valparaíso. Chile. ISSN: 0719-3335. Mail: contacto@eltopo.cl Web: www.eltopo.cl
Dirección: Felipe Espinosa. Gino Bailey.
Consejo Editorial: Gino Bailey. Felipe Espinosa. Félix González. Carlos Vergara.
Consejo Asesor: Beatrice Collignon. Camilo Arriagada. Juan Cristóbal Moreno . María Eugenia Dominguez. Rolando Tiemann.
Dirección, producción diseño editorial y arte : Stephany Bailey | tefanybaileybergamin@gmail.com. Pangui Rimü.
INDICE 10 - 33
José de Jesús Flores / Alicia Torres La vulnerabilidad a desastres y su relación con el desarrollo geográfico desigual
34 - 57
Benjamín Bahamondes Artes de pesca tradicionales en la Boca del Maipo; Modos de subsistencia y de resistencia del pueblo pesquero
58 - 75
Marcela Salgado La irrupción del acontecimiento: propuesta para la lectura de los desastres socionaturales
76 - 91
Gonzalo Díaz Presentando y pensando un modelo cultural de respuesta ante catástrofes
92 - 119
Alicia Ravelo /Adriana Álvarez Propuesta de norma técnica ambiental para la extracción de pétreos en Baja California: Caso de estudio Arroyo Las Palmas
120 - 143
Bruno Marambio Valparaíso desde su geografía. Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso: Caso del estudio urbanístico para una población obrera en Achupallas (1954)
144 - 149
Gino Bailey. Reseña Bibliográfica. Ramón Fernández Durán 2011. El Antropoceno, la expansión del capitalismo global choca con la biósfera, Virus editorial, Barcelona. 105 pág
REVISTA ELTOPO NO.10 VOL 2:
DESASTRES SOCIO-NATURALES: TERRITORIOS Y LOCALIDADES IMPLICADAS El número 10 de la Revista Eltopo, presenta una reflexión, todas ellas desde el continente americano, abordando los “Desastres socio-naturales: Territorios y localidades implicadas”. La revista en sus 6 años continuos de edición ha abordado diversas temáticas que han puesto en discusión la ciudad desde los sentidos, el desarrollo local, la acción deportiva, ciudades puerto, el sentido de comunidad, la producción en las ciudades, y ciudades universitarias. Estas temáticas han invitado a la participación de diversas disciplinas ante el fenómeno de la ciudad, la sociología urbana y los estudios culturales. Con un punto de partida desde la sociología, pero con miras hacia otros puntos de vista que recojan y problematicen la dimensión territorial, la revista ha complejizado la definición de una sociología urbana y cultural, ampliándolo al modo en que el territorio es posible comprenderlo. Su posibilidad radica justamente en el diálogo entre miradas diversas, con biografías y experiencias diversas, que tienden a enriquecer el cánon de las ciencias sociales. Este número aborda una problemática coyuntural, por la cual las Naciones Unidas para el Desarrollo, organizaciones internacionales como la GNDR (Global Network of Civil Society Organisations for Disaster Reduction) y estados nacionales han incurrido con diagnósticos, estudios y acciones que no siempre han tenido resultados previstos. La incertidumbre, el cambio climático global y el paso del holoceno al antropoceno, hace que las relaciones socio-ecológicas se vuelvan cada vez más importantes, porque las posibilidades de sostener una interdependencia entre medio y el ser humano, son cada vez más frágiles. En este caso los desastres socio-naturales plantean distintos desafíos, uno al menos es el profundizado en esta edición de la revista: el valor de lo local ante situaciones de desastres. El primer artículo cuyo título es “La vulnerabilidad a desastres y su relación con el desarrollo geográfico desigual”, sitúa la noción de desastre desde una perspectiva de la vulnerabilidad, la desigualdad social y económica. Los autores elaboran una exhaustiva revisión, basada en análisis de modelos de urbanización y desarrollo geográficos desiguales, proponiendo una hipótesis en la que estos elementos inciden en los desastres en contextos urbanos.
El segundo artículo denominado “Artes de pesca tradicionales en la Boca del Maipo: modos de subsistencia y de resistencia del pueblo pesquero”, aborda la tensión entre los procesos de producción local, como lo es la pesca artesanal versus la producción industrial, analizada desde el paradigma cualitativo. El tercer artículo “La irrupción del acontecimiento: propuesta para la lectura de los desastres Socionaturales”, la autora invita a comprender los desastres en tanto son una opción para la transformación de los territorios, y también develando las cualidades y aspectos emergentes propios del lugar donde ocurre el desastre, permitiendo un análisis diverso y complejo, en tanto responde a las características de cómo se habitan. El cuarto artículo de Gonzalo Díaz con el título “Presentando y pensando un modelo cultural de respuesta ante catástrofes.”, propone en base a una revisión teórica, un modelo que incluye aspectos culturales y sociales para analizar los riesgos de comunidades afectadas, en el que se puede analizar las dinámicas territoriales y con ello propiciar marcos de acción que favorezcan respuestas y procesos de regeneración de los territorios. Finalmente, el número 10 cierra con el artículo “Propuesta de norma técnica ambiental para la extracción de pétreos en bajacalifornia: caso de estudio arroyo las palmas”, indaga la sobre-expotación de materiales pétreos, distinguiendo que la vulnerabilidad aumenta debido a la sobre-explotación de arenas, alteración de cauces, entre otros. Esperamos, que los artículos seleccionados para este número y la reseña bibliográfica “El Antropoceno, la expansión del capitalismo global choca con la biósfera”, permitan relevar la dimensión local y territorial sobre afectación, amenaza y formas de acción en torno a los desastres socio-ambientales. Todo en un concierto institucional que se resiste a abandonar los paradigmas mono-disciplinarios, mono-institucional, mono-relacional.
Rev. Eltopo Gran Valparaíso 2019
Revista Eltopo. No.10. 2019 : (pp.10 - 33) ISSN:0719-3335 10
La vulnerabilidad a desastres y su relación con el desarrollo geográfico desigual José de Jesús Flores 1 Alicia Torres 2 Resumen Los trabajos realizados desde el enfoque de la vulnerabilidad para el estudio del riesgo han demostrado que los desastres no son naturales, sino parte de procesos socialmente construidos donde una población vulnerable enfrenta las afectaciones derivadas del impacto de una amenaza. Asimismo, han presentado pruebas de que los efectos de los desastres difieren entre los diversos grupos que integran un territorio. La distribución de perdidas está asociada con aspectos socioeconómicos y las maneras como dicho territorio es ocupado y transformado. De ahí que, generalmente, las personas con menores ingresos sean las principales afectadas. Esta tesis es significativa, sobre todo, en ciudades donde los niveles de desigualdad social y económica son cada vez mayores. De acuerdo con David Harvey (2014; 2018), una característica del modelo de urbanización capitalista es el desarrollo geográfico desigual, donde los flujos de capital producen diferencias en el paisaje: mientras que unos lugares tienden a enriquecer, otros, por el contrario, empobrecen. Los estudios del riesgo han puesto énfasis en factores sociales, políticos y económicos que producen condiciones de vulnerabilidad. Sin embargo, planteamos que las diferencias socioespaciales de los lugares habitados, incluido el desarrollo desigual, han sido poco exploradas y tienen mucho que decir de los orígenes de los desastres. El objetivo de este trabajo es proponer la noción de desarrollo geográfico desigual como un elemento que podría explicar las causas de la vulnerabilidad diferenciada a desastres en el contexto urbano.
Palabras Claves: Desarrollo geográfico desigual, vulnerabilidad, construcción social del riesgo de desastre.
(1) | José de Jesús Flores. Licenciado en geografía de la Universidad de Guadalajara; Maestro en Geografía Humana por el Colegio de Michoacán, A. C.; actualmente, cursa el doctorado en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad de la Universidad de Guadalajara. Guadalajara, Jalisco, México. Contacto: geog.jesusflores@gmail. com. (2) | Alicia Torres. Profesora-Investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara y Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Guadalajara, Jalisco, México. Contacto: atorres59@ gmail.com Este trabajo es parte del proyecto de investigación en curso para obtener el grado de doctor en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Revista Eltopo. No.10. 2019 :(pp.10- 37) ISSN:0719-3335 11
Abstract The work done from the vulnerability approach has proven that disasters are not natural, but part of socially constructed processes where a vulnerable population faces the effects derived from the impact of a threat. They have also presented evidence that the affectations of disasters differ among the various groups that make up a territory. The distribution of losses is associated with socioeconomic aspects and the ways in which this territory is occupied and transformed. Hence, generally, people with lower incomes are the main affected. This thesis is significant, especially in cities where the levels of economic and social inequality are increasing. According to David Harvey (2014; 2018), a feature of the capitalist urbanization model is uneven geographical development, where capital flows produce differences in the landscape: while some places tend to enrich, others, on the contrary, impoverish. Risk studies have emphasized social, political and economic factors that produce conditions of vulnerability. However, we suggest that socio-spatial differences of inhabited places, including unequal development, have been little explored and have much to say about the origins of disasters. The objective of this paper is to introduce the notion of uneven geographic development as an element that could explain the causes of differential vulnerability to disasters in the urban context.
Keywords: Uneven geographical development, vulnerability, social construction of disaster risk.
La vulnerabilidad a desastres y su relación con el desarrollo geográfico desigual
INTRODUCCIÓN El presente es un artículo de revisión propositivo. Luego de revisar el estado del arte en el estudio del riesgo e inclinarnos hacia el enfoque social, fue necesario indagar en elementos que posibiliten la comprensión y explicación de los factores implicados en la consumación de los desastres. Los trabajos realizados desde esta perspectiva han mostrado que las causas de fondo detrás de las catástrofes responden a factores sociales, políticos y económicos que se materializan en condiciones inseguras. También han servido para exhibir que los niveles de afectación difieren entre diversos grupos sociales. Sin embargo, consideramos que han dejado de lado componentes que repercuten en la distribución socioespacial de la vulnerabilidad. Por lo anterior, buscamos dentro del pensamiento estructural (la raíz del enfoque social) vías para explicar tal fenómeno. Luego de contrastar la experiencia empírica con la revisión teórica, encontramos en la teoría del desarrollo desigual un medio de acercamiento. El objetivo de este manuscrito es proponer la noción de desarrollo geográfico desigual como un elemento que podría explicar las causas de la vulnerabilidad diferenciada a desastres en el contexto urbano. El documento está organizado en varios apartados. Primero damos un repaso de la evolución del estudio del riesgo de desastres donde la vulnerabilidad se posicionó como principal eje analítico. Seguimos con un preámbulo donde redefinimos los desastres como “problemas no resueltos de desarrollo”. A continuación, explicamos la influencia que tiene la desigualdad socioespacial en los patrones de vulnerabilidad diferenciada. Más adelante, repasamos los aspectos generales de la teoría del desarrollo geográfico desigual para finalizar con los puntos donde converge con la vulnerabilidad a desastres.
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De los “desastres naturales” a la construcción social del riesgo de desastres El estudio del riesgo de desastres tiene una larga tradición. Primero, como eventos asociados con fuerzas divinas, lejos del entendimiento humano, justificados como castigos. Más adelante, su origen fue atribuido a las fuerzas de la naturaleza, manteniendo su carácter exógeno (Romero y Maskrey, 1993). De esa manera, los fenómenos naturales, como las lluvias, sequias, inundaciones y terremotos, se convirtieron en los principales causantes. De ahí que fueran catalogados como “desastres naturales”. Desde la óptica naturalista, los desastres son imprevisibles, incontrolables e inevitables y, por lo tanto, la responsabilidad de su consumación es ajena a intervenciones humanas (Maskrey, 2016). Ante tal visión, los fenómenos naturales peligrosos, llamados amenazas, fueron vistos como un rival a vencer y los esfuerzos se enfocaron en su descripción, ubicación y distribución geográfica para impulsar políticas, generalmente de carácter tecnológico, para controlar y atender los daños que ocasionan (Hewitt, 1983b). Sin embargo, al centrarse exclusivamente en características de la amenaza, como la localización, frecuencia, magnitud, etc., y los efectos que ocasionan, por ejemplo, el área afectada, las pérdidas económicas y el número de muertos y heridos; dejaron de lado los aspectos sociales implicados en el origen de los desastres. Un avance importante fueron los trabajos pioneros de Gilbert F. White. Primero, en 1942, consideró variables como la percepción de la amenaza, la adaptación y aspectos económicos e institucionales que influyen para que el ambiente sea seguro o peligroso (White, 1942). Más adelante, en colaboración con Burton y Kates (Burton et al., 1967), notaron que la implementación de ajustes tecnológicos, en algunos casos, incrementaba el problema. Además de fomentar la invasión de áreas peligrosas y la reconstrucción en el mismo sitio luego de un desastre previo.
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Otro referente significativo son: O´Keefe, Westgate y Wisner (1976). En su trabajo, notaron que los desastres estaban incrementando y que la mayor cantidad de daños ocurría en los países subdesarrollados. A partir de esa observación, discutieron las causas de los desastres como procesos ligados a desarrollo o subdesarrollo de las sociedades y, el consecuente, incremento de vulnerabilidad 3 ante las amenazas. En 1983, en colaboración con Susman, los autores reafirmaron su posición, planteando que el proceso de “desarrollo del subdesarrollo” explicaba el origen de los desastres. Para Susman, O´Keefe y Wisner (1983), las condiciones de subdesarrollo son parte de un proceso de marginación donde los países hegemónicos fortalecen su posición dominante sobre las naciones periféricas. Principalmente, mediante la implementación de tecnología que privilegia el capital extranjero, reproduciendo el intercambio desigual, a la vez que debilita la economía local e incrementa su vulnerabilidad. Tal proceso de marginación es resultado de relaciones entre grupos sociales dominantes y, por consiguiente, también opera al interior de los países desarrollados y subdesarrollados. Retomaremos este tema más adelante. Por ahora, continuamos con los aportes que situaron a la vulnerabilidad como eje de los estudios de desastre e impulsaron el cambio de perspectiva. Kenneth Hewitt también planteaba que para disminuir los desastres las soluciones debían encaminarse a revertir las diferencias sociales entre la población (Hewitt, 1996). Además, mediante una dura crítica al enfoque tecnocrático, “dominante” en sus propias palabras, que perpetua la atribución de los desastres a la naturaleza, argumentó que los desastres son construidos en la vida diaria, como resultado de la interacción entre los rasgos físicos de los lugares ocupados y la acción humana (Hewitt, 1983b). Con la edición del libro Interpretations of calamity from the viewpoint of human ecology, Hewitt (1983a), preparó el terreno para la discusión de la construcción social de los desastres.
(3)| Nos referimos a vulnerabilidad en los términos de Oliver-Smith et al. (2016, p. 34): “La propensión a sufrir daños y pérdidas, incluyendo la vida, los medios de vida y la propiedad”.
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La década de 1990 a 1999 fue declarada por la Organización de las Naciones Unidas como el Decenio Internacional para la Reducción de Desastres (DIRD) y con ello incrementó la producción de trabajos enfocados al estudio de los desastres. Sin duda, uno de los más destacados fue realizado por Blaikie, Cannon, Davis y Wisner, titulado: At Risk. Natural hazards, people´s vulnerability and disasters4 . Con él, sus autores consolidaron el enfoque social o de la vulnerabilidad. Su argumento central es que los desastres, además de la amenaza que los detona, son producto del contexto social, político y económico que estructura la vida de las personas, haciéndolas más (o menos) vulnerables a sus efectos (Blaikie et al., 1994; Wisner et al., 2004). De ese modo, en lugar de enfocar la atención en las características y efectos de las amenazas, es necesario atender las causas de fondo que producen condiciones inseguras para personas vulnerables, entre ellas: la distribución de poder, procesos económicos, acceso desigual a recursos, falta de instituciones, urbanización desregulada, etc. Tales condiciones difieren entre los grupos sociales que habitan un territorio y por ello la distribución de perdidas, generalmente, está asociada con aspectos socioeconómicos (Wisner et al., 2004; Wisner, Gaillard y Kelman, 2012; Twigg, 2015; OliverSmith et al., 2016). Visto desde esta perspectiva, el desastre no es un producto, sino parte de procesos sociales históricos y espaciales de larga duración que se materializan en condiciones de vulnerabilidad para la población de un contexto especifico. En el estudio del riesgo de desastres, esto ha sido conceptualizado como construcción social del riesgo. Oliver-Smith, Alcántara-Ayala, Burton y Lavell (2016, p.14), lo explican de la siguiente manera: “El riesgo de desastres y el eventual desastre que ocurre son construcciones sociales basadas en la presencia de eventos físicos potencialmente dañinos, pero (4) | Este trabajo fue traducido al español por la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED) como Vulnerabilidad. El entorno social, político y económico de los desastres en 1996. Para la segunda edición de At Risk, en 2004, Ben Wisner se convirtió en el primer autor.
dominantemente condicionados en sus efectos por las percepciones, prioridades, necesidades, demandas, decisiones y practicas sociales”. Por lo tanto, para comprender los procesos que construyen los desastres es
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necesario dejar de justificarlos como fenómenos inesperados e inevitables. En cambio, debemos voltear la mirada hacia los problemas de raíz que propician los escenarios para que ocurran.
Los desastres como: “Problemas no resueltos de desarrollo” Volviendo un poco al DIRD, en ese tiempo Lavell (1997a) y Maskrey (1998), integrantes de la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED), señalaban que el enfoque de la vulnerabilidad motivó un giro en la forma de ver los desastres y citaban el trabajo de Wijkman y Timberlake (1984) para redefinirlos como “problemas no resueltos de desarrollo”. Es decir, tal como O´Keefe et al. (1976) y Susman et al. (1983), advirtieron que el incremento de desastres es un efecto del desarrollo humano mismo. Años más tarde, Pelling, Maskrey, Ruiz y Hall (2004) utilizaron el mismo argumento para demostrar que la acumulación del riesgo de desastre es un efecto de intervenciones inadecuadas de desarrollo. Por ejemplo, el aumento de pobreza y la reducción de capacidades para recuperarse de los desastres, ocasionados por la urbanización de sitios expuestos a amenazas naturales, como llanuras inundables o laderas de cerros, en construcciones poco seguras. Para exponer las maneras en que los desastres interactúan con el desarrollo humano, Pelling y sus colaboradores, dividieron este último en sus componentes económico y social. Para Pelling et al. (2004), los desastres limitan el desarrollo económico con la destrucción de activos fijos, daños en la infraestructura de transporte, comunicaciones y energía, y el deterioro de los modos de vida, los ahorros y el capital físico. Mientras que el mismo desarrollo acrecienta el riesgo de desastres a través de prácticas que incrementan la riqueza de algunos a costa del trabajo en condiciones inseguras de otros o del deterioro de las condiciones ambientales, por ejemplo, al reducir la superficie vegetal.
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Por su parte, el desarrollo social es condicionado por los desastres con la destrucción de instalaciones médicas y educativas y la erosión del capital social, ocasionado por las muertes y migraciones forzadas. Este tipo de desarrollo genera riesgo cuando las normas culturales promueven aislamiento social o exclusión política (Pelling et al., 2004). Más recientemente, Oliver-Smith et al. (2016) también reconocen que las contradicciones mismas del desarrollo dificultan la gestión del riesgo de desastres. De acuerdo con ellos, el incremento de vulnerabilidad y exposición a amenazas socio-naturales es resultado de procesos que involucran decisiones, prioridades, asignación de recursos y modelos de producción y consumo vinculados con patrones históricos del desarrollo económico y socio-cultural de las sociedades. Los párrafos anteriores presentan algunas bases para comprender la interrelación que guarda el desarrollo humano con los desastres, donde los causas están asociadas, generalmente, con procesos económicos y sociales. Sin embargo, hay un asunto que a nuestra consideración es de significativa relevancia: los desiguales niveles de vulnerabilidad en los grupos que componen las sociedades. Los trabajos realizados desde el enfoque de la vulnerabilidad han demostrado que los efectos de los desastres difieren entre distintos sectores de la población. Generalmente, los grupos con menor acceso a recursos son los más afectados (Wisner et al., 2004 y 2012; Cutter, 2006; Twigg, 2015; Oliver-Smith et al., 2016). Esa tesis es significativa, sobre todo, en ciudades donde los niveles de desigualdad son cada vez mayores.
Las ciudades como espacios de diferenciación La concentración de población en un entorno, la ciudad, donde la organización está basada en una sociedad jerarquizada, estratificada y con acceso diferencial a recursos (Harvey, 1977) ha tenido repercusiones para sus pobladores. Uno de ellos es la polarización social y, con ello, la segregación
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espacial por grupos socioeconómicos (Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos [ONU-Habitat] y Banco de Desarrollo de América Latina [CAF], 2014; United Nations International Strategy for Disaster Reduction [UNISDR], 2015). Generalmente, las personas habitan los espacios urbanos de acuerdo con su condición económica. Al revisar documentos recientes elaborados por instancias internacionales donde tratan el riesgo de desastre en el contexto urbano (entre ellos, International Federation of Red Cross and Red Crescent Societies [IFRC], 2010; UNISDR, 2013 y 2015; ONU-Habitat y CAF, 2014; y ONU-Habitat, 2016) encontramos que un aspecto significativo de los más señalados son las crecientes desigualdades sociales y espaciales de la población. Por ejemplo, el estudio presentado por ONU-Hábitat y el CAF (2014) muestra que América Latina y el Caribe es la región con nivel más elevado de inequidad urbana a nivel nacional. De la muestra tomada en 17 países, 8 presentan muy alta desigualdad, 7 alta desigualdad y solo 2 relativa desigualdad. Sin embargo, especifican que: “Las desigualdades en las ciudades no tienen que ver únicamente con los ingresos; ellas se traducen también en disparidades físicas manifiestas. Los patrones arraigados hacia una utilización segregadora del espacio separan las zonas de los ricos de las de los pobres” (ONU-Hábitat y el CAF 2014, p. 109). De igual manera, Mansilla señala que la tendencia de urbanización poco planeada en América Latina ocasionó ciudades polarizadas que amplían la brecha entre ricos y pobres: “el desempleo aumentó, proliferando formas de sobrevivencia mediante el trabajo informal; la segregación espacial fue más evidente, siendo la característica del ensanchamiento de la mancha urbana la ocupación irregular del suelo; (y) la pobreza, la carencia de servicios básicos, el déficit de vivienda y/o la ocupación de viviendas inadecuadas también se extendieron por todas las áreas urbanas”. (Mansilla, 2010, p. 16. Paréntesis añadidos)
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En términos de David Harvey (2013), este fenómeno es resultado del proceso de generación y acumulación de excedentes de capital. Para él, la urbanización es un proceso que reproduce la división en clases. Explica que el urbanismo, como modo de vida, fue una necesidad de la economía basada en el intercambio de mercancías, dentro de una sociedad desigual. Primero, concentrando el modo de producción y la fuerza de trabajo en un lugar para generar y manipular los excedentes. Después, con la expansión geográfica de la economía, materializada a través de la urbanización (Harvey, 1977). De esa forma, mantiene la organización social mediante el acceso diferenciado a recursos. Para entender lo anterior en términos de la construcción social del riesgo, los siguientes ejemplos presentan escenarios donde la desigualdad socioespacial de la población ha repercutido en los patrones de vulnerabilidad diferenciada a desastres. Tal vez el ejemplo más representativo lo reveló el huracán Katrina, luego de su paso por Nueva Orleans en 2005. Algunos investigadores, entre ellos Susan L. Cutter, mostraron que las afectaciones ocasionadas por el huracán no se distribuyeron en el territorio de manera homogénea y que en ello influyeron factores como la raza y la clase social 5 . Buena parte de la población más pobre de los Estados Unidos de América, en su mayoría afrodescendiente, son los principales habitantes de esa zona históricamente inundable. El origen de su ocupación responde, primero, a las rutas de transporte acuático a través del río Mississippi que detonaron su desarrollo y, después, a la asignación de vivienda para la población rural empobrecida que migró a la ciudad, en áreas suburbanas con acceso limitado a empleo y educación (Cutter, 2006). Lo anterior repercutió directamente en la vulnerabilidad de los habitantes durante y después del paso de Katrina. Los diques construidos para controlar el exceso de agua no resistieron la carga y colapsaron, dejando inundada gran parte de la ciudad. Según Cutter (2006), otros factores que agravaron el desastre fueron las limitaciones económicas intensificadas porque el huracán golpeo a final de mes, la poca intervención de las autoridades (5) | Mayores detalles en http://understandingkatrina. ssrc.org.
locales, estatales y federales, y los planes ineficaces de preparación y res-
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puesta. Otro ejemplo es el trabajo de Collins (2008). Él propone analizar el riesgo de desastres mediante un enfoque que incorpora simultáneamente los términos de marginación (marginalization) y facilitación (facilitation) para entender cómo estos procesos intervienen en la producción de patrones de vulnerabilidad diferenciada. El autor, explica que el desarrollo de una economía de servicios impulsada institucionalmente en los bosques de las White Mountains de Arizona proporcionó a los grupos privilegiados de oportunidades para asegurar su posición y la explotación de recursos ambientales, mediante la venta de terrenos y la construcción de clubes privados y viviendas de segunda residencia aseguradas para evitar pérdidas derivadas de los incendios. Mientras tanto, los habitantes locales fueron marginados, sus medios de vida (basados en los recursos que proporciona el bosque) condicionados por la disminución de la economía extractiva y orillados a subemplearse en el sector de servicios. Haciéndose dependientes del flujo de visitantes externos. Los resultados negativos del desarrollo económico fueron, por un lado, el incremento de construcciones en condiciones inseguras, expuestas a los incendios, y, por el otro, desigualdades sociales cada vez mayores que se ven reflejadas en el paisaje edificado (Collins, 2008). Recientemente, Marchezini y Wisner (2017) estudiaron las inundaciones en Manaus, Brasil para explicar los factores que condujeron al incremento de vulnerabilidad de sus pobladores. Tales condiciones fueron propiciadas por la colonización de la Amazonia. Primero, por la necesidad de hule para automóviles y, después, de minerales y acero para la Primera y Segunda Guerra Mundial. Más adelante, con el fin de integrar la Amazonia en la economía nacional, fueron realizados algunos proyectos para impulsar su desarrollo. Uno de ellos fue el traslado de la capital de Río de Janeiro a Brasilia. Otro, la inversión en infraestructura, por ejemplo, la autopista Belém-Brasilia. Y otro, la implementación de la Zona de Libre Mercado de Manaus, capital del estado de Amazonas, cuyo objetivo fue inducir un centro industrial, comercial y agrónomo. Eso estimuló el crecimiento demográfico (de trescientos
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mil habitantes en 1970 a casi un millón cuatrocientos mil en el año 2000) y la urbanización del territorio sin planes de uso de suelo, infraestructura suficiente o programas de vivienda social. La falta de capacidad institucional ante el rápido desarrollo fue cómplice de la urbanización periférica de la ciudad, generalmente, mediante asentamientos irregulares. La edificación también contribuyó a la perdida de superficie vegetal y la posibilidad de absorber y regular la precipitación. Con ello, las inundaciones regionales incrementaron, afectando principalmente a los habitantes más pobres de la ciudad, ubicados en las áreas más susceptibles. Dos ejemplos son las inundaciones de 1999, que alcanzó los 29.3 metros y afectó a 42 mil personas; y la de 2009, de 29.77 metros, donde el número de afectados incrementó a 400 mil (Marchezini y Wisner, 2017). Los anteriores son ejemplos de cómo el desarrollo no resulta igual para todos, mientras que unos grupos obtienen beneficios por las políticas implementadas, otros resultan perjudicados. En el marco del estudio del riesgo de desastres, lo anterior puede traducirse en la ocupación de sitios peligrosos por parte de los grupos menos privilegiados como un medio para integrarse en la economía de una sociedad. Considerando que las desigualdades socioespaciales de los lugares ocupados y la transformación del medio físico, a través de políticas de desarrollo, intervienen en la producción de sitios peligrosos; consideramos que la teoría del desarrollo geográfico desigual puede ayudar a explicar las condiciones que propician la vulnerabilidad diferenciada a desastres. Por ello, a continuación, introducimos los fundamentos generales desarrollados por Neil Smith y David Harvey.
Desarrollo desigual Una noción que explica la manera en que el sistema capitalista vigente produce su espacio es el desarrollo desigual. En términos generales, el concepto se refiere a diferencias en el crecimiento económico de las regiones. Uno de los autores que más profundizó este tema fue Neil Smith
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(1954 - 2012). En su intento por descifrar cómo la reestructuración espacial interviene en la supervivencia del capital, él explicaba que: “El desarrollo desigual es la expresión geográfica sistemática de las contradicciones inherentes de la naturaleza y estructura del capital […] El patrón resultante en el paisaje es bien conocido: desarrollo en un polo y subdesarrollo en el otro” (Smith, 2008, pp. 4-6). Según Smith (s-f; 2008), el concepto de desarrollo desigual tiene su origen en la teoría marxista y fue utilizado por Trotsky y Stalin (desde sus distintas posiciones) en la década de 1920 para referirse al desarrollo desigual del conflicto de clases. Esa noción permaneció un tiempo en la oscuridad hasta que fue retomada en la “ley universal de la desigualdad”, para hacer referencia a que nada en el mundo se desarrolla uniformemente. Sin embargo, al explicar todo y nada a la vez, pasó a ser un concepto trivial (Smith, s-f, p. 3). Con todo, de acuerdo con Smith (2008), la evolución del patrón geográfico actual de acumulación del capital exige retomar la noción de desarrollo desigual. Para argumentar su idea, nuestro autor señala que es preciso integrar los procesos espaciales y sociales como uno mismo. Él lo realiza a través de lo que Lefebvre (2013) conceptualizó como la producción del espacio. Lo cual, en términos generales, se refiere a que el espacio es a la vez producto y productor de las relaciones sociales. Para Smith (1982; 2008), la lógica del desarrollo desigual refleja dos tendencias simultaneas y contradictorias de la producción del espacio capitalista: la ecualización (equalization), que se refiere a la necesidad de equilibrar las condiciones y niveles de desarrollo de manera que permitan competir en el mercado, por ejemplo, invirtiendo en infraestructura para optimizar el transporte de materias primas y mercancías; y, la diferenciación (differentiation), concerniente a las diferencias espaciales que repercuten en la organización social. Eso incluye la inversión de capital en algunos lugares a costa de otros, salarios diferenciados espacialmente y rentas de suelo desiguales, por mencionar algunos. Según Smith (1982), tales tendencias explican los procesos de desarrollosubdesarrollo de regiones y naciones y los contrastes entre los suburbios
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y el interior de la ciudad. En palabras del autor: “El desarrollo desigual es la inequidad social desenvuelta en el paisaje geográfico y, simultáneamente, la explotación de las desigualdades geográficas para determinados fines sociales” (Smith, 2008, p. 206). Desarrollo geográfico desigual Extendiendo el trabajo de Smith, la versión de Harvey, el desarrollo geográfico desigual, considera el contexto socio-ecológico donde tiene lugar la actividad humana que, a su vez, modifica tales condiciones. Su concepto integra tres componentes: 1) las relaciones socio-ecológicas históricas en un lugar determinado, 2) las configuraciones jerárquicas que ordenan el lugar, y 3) los flujos que producen, reproducen y disuelven las diferencias geográficas en el paisaje (Harvey, 2018). Lo que pretende Harvey es alcanzar una teoría “unificada” del desarrollo geográfico desigual, específicamente del capitalismo, que integre los argumentos historicistas, constructivistas, ambientalistas y geopolíticos6 . Por ello, también considera cuatro condicionantes (Harvey, 2005, pp. 58-87):
1)
La incorporación o integración material (material embedding)
de los procesos de acumulación de capital. O sea, la manera como los distintos grupos sociales se integran en la escala más amplia del sistema socio-ecológico. Lo cual, queda plasmado en el desarrollo geográfico desigual.
2)
La acumulación por desposesión (accumulation by dispos-
session). Que se refiere a las maneras en que la clase capitalista se apropia del excedente, lo trata como si fuera propio y lo hace circular para su reproducción. Siendo esto una condición necesaria para la supervivencia del capitalismo.
3)
El carácter casi-legal de la acumulación de capital en tiempo
y espacio. Donde se aceptan algunos supuestos, entre ellos: que la acumulación se caracteriza por ser una actividad expansiva con crecimiento inevitable y positivo, donde el crecimiento se sostiene mediante la explotación del trabajo en la producción; que el “progreso” es necesario y bien aceptado; que las crisis por sobreacumulación son ineludibles; y que si los excedentes no pueden ser absorbidos, serán devaluados. (6) | Aquí no ahondaremos en ellos. Para más detalles consultar Harvey, 2005.
4)
Los conflictos políticos, sociales y de clase en una variedad
La vulnerabilidad a desastres y su relación con el desarrollo geográfico desigual
de escalas geográficas. Los cuales están directamente conectados con los puntos anteriores y pueden ser determinantes activos del desarrollo geográfico desigual. Por ejemplo, en las decisiones sobre dónde realizar las inversiones de capital. También se debe considerar que los efectos positivos y negativos varían de un lugar a otro y son dependientes de la escala (Harvey, 2007). Eso significa que los lugares se desarrollan a ritmo diferente, puede haber diferencias entre dos países, así como en regiones dentro de ellos, ciudades, etc. Tales diferencias son producidas y reproducidas por procesos político-económicos y socio-ecológicos. Por esa razón las tendencias se perpetúan: mientras que algunos lugares incrementan su riqueza, otros empobrecen constantemente. Sin embargo, las variaciones geográficas no son fijas ni inalterables y los efectos positivos y negativos varían en los lugares (Harvey, 2007; 2014). Una economía puede volverse prospera al inyectarle capital o estancarse al dejar de hacerlo.
El desarrollo geográfico desigual y la vulnerabilidad a desastres De acuerdo con Smith (2008), el patrón más avanzado de desarrollo desigual tiene lugar en la escala urbana. Ahí, el desarrollo geográfico desigual separa a los que más tienen de los que menos. Generalmente las personas con mayores ingresos viven en zonas planeadas para ellos. Mientras tanto, los más pobres habitan barrios antiguos o son empujados a los márgenes de la ciudad, hacia lugares donde se reproduce la tugurización, en condiciones poco seguras, con viviendas semi-construidas y sin servicios públicos. En el estudio del riesgo de desastres esas desigualdades socioespaciales podrían explicar porque los grupos sociales experimentan diferentes grados de vulnerabilidad ante una amenaza natural. Pero antes, es importante
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distinguir entre dos tipos de riesgo: los intensivos y los extensivos. Los primeros se manifiestan en desastres poco frecuentes, pero con resultados catastróficos, que incluyen gran cantidad de muertes y pérdidas económicas. Por ejemplo, los ocasionados por tsunamis y terremotos de gran escala. En cambio, los riesgos extensivos son más habituales, de intensidad baja o moderada y provocan impacto acumulativo y debilitamiento ante futuros eventos. El ejemplo más representativo son las inundaciones urbanas. Aunque los desastres ocasionados por riesgo extensivo sólo ocasionan el 13% de la mortandad, son causantes de aproximadamente el 42% de las pérdidas económicas (UNISDR, 2013). Este tipo de riesgo es característico de zonas marginales de las ciudades, donde las condiciones de vida incrementan la exposición y vulnerabilidad de sus habitantes. De esa manera, el estatus social tiende a fortalecerse con las afectaciones continúas derivadas de los desastres (Wisner et al., 2012). Por lo tanto, el factor socioespacial es determinante. Wisner et al. (2004) indican que los sistemas políticos y económicos organizan la estructura social y determinan el acceso a medios de producción y modos de vida; la ubicación de los grupos sociales, que incluye los lugares donde viven y trabajan; y quienes están más expuestos a las amenazas. Para Harvey (2014), ese es el paisaje geográfico del sistema capitalista, construido conforme a los intereses de grupos e individuos que buscan beneficiarse de los procesos macroeconómicos de desarrollo desigual. Es en este punto donde el concepto de construcción social del riesgo coincide con la noción de desarrollo geográfico desigual. La transformación y adaptación del medio físico involucra a diversos agentes, entre ellos, personas comunes, instituciones, representantes políticos, planificadores, urbanizadores y grupos de poder, entre otros, que con su influencia intervienen en la producción de sitios seguros o vulnerables. Entonces, más que enfocarnos en situaciones actuales, es necesario indagar en ideologías dominantes y procesos de desarrollo que llevaron a tales resultados (Oliver-Smith et al., 2016). O sea, las configuraciones jerárquicas que ordenan el lugar (Harvey, 2018).
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Los patrones de desarrollo geográfico desigual que ocasionan que unos lugares enriquezcan y otros empobrezcan pueden explicar el incremento de exposición y vulnerabilidad de las poblaciones urbanas. Las políticas de desarrollo implementadas, particularmente, en las ciudades son un canal de atracción para personas en busca de mejores ingresos y oportunidades. Aunque el resultado final sea una mezcla de costes elevados, ausencia de servicios y falta de seguridad de la propiedad (Davis, 2014, p. 43). Y, en el caso de los desastres extensivos, pérdidas continúas derivadas del impacto de las amenazas. Como señala Harvey (2017, p. 162): “El desarrollo desigual sirve, por encima de todo, para desplazar los fallos sistémicos del capital de un lugar a otro”. Por ejemplo, el traslado de la pobreza y la vulnerabilidad rural al contexto urbano. Aunque ahí se magnifica, dadas las tendencias diferenciadoras de la ciudad.
CONCLUSION La vulnerabilidad diferenciada y, en todo caso, el incremento de exposición y vulnerabilidad a desastres podría ser una de tantas contradicciones que Harvey señala en sus libros (Harvey, 2005; 2014; 2018). Mientras que, por un lado, hay avances en el entendimiento de las causas que originan los desastres, en el otro incrementan las condiciones de exposición y vulnerabilidad de la población, que cada vez se hace más urbana. Beck conceptualizó tal escenario como la sociedad del riesgo, donde la producción de riesgos sobrepasa la capacidad institucional para ofrecer seguridad (Beck, 1996). Esto nos obliga a hacernos la pregunta que Oliver-Smith y sus colaboradores retoman de White, Kates y Burton (2001): “¿Por qué sucede esto (el incremento de vulnerabilidad) a pesar de la existencia de mayor conocimiento científico y capacidad técnica relacionada con problemas de riesgo y desastre?” (Oliver-Smith et al., 2016, p. 18. Paréntesis añadidos). Como expusimos en el presente documento, la respuesta puede estar en el desarrollo geográfico desigual. Por lo tanto, afines con Oliver-Smith et al. (2016), creemos que para mejores resultados es necesaria una explicación
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más detallada de cómo y por qué se originaron tales condiciones. Y en este sentido, también coincidimos con Smith (2008, p. 208) cuando afirma que “la teoría del desarrollo desigual proporciona señales sobre qué analizar y cómo interpretar los hallazgos”. Si el desarrollo geográfico desigual es un producto y una necesidad para la supervivencia del capital (Harvey, 2005; Smith, 2008) y las políticas de desarrollo a todas las escalas siguen el modelo capitalista vigente, la integración de esta teoría al estudio del riesgo de desastres parece una necesidad indiscutible.
FINANCIAMIENTO Este trabajo es parte del proyecto de investigación en curso para obtener el grado de doctor en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad de la Universidad de Guadalajara, financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
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Revista Eltopo. No.19. 2019 : (pp.34- 57) ISSN:0719-3335 34
Artes de pesca tradicionales en la Boca del Maipo; modos de subsistencia y de resistencia del pueblo pesquero Benjamín Bahamondes 1 Resumen
Tradicionalmente las comunidades de las costas han utilizado los medios de producción pesqueros, con arreglo a una economía de subsistencia. Esta investigación propone que en la actualidad es posible ver además, como las artes de pesca tradicionales han adoptado características y prácticas de resistencia frente al modelo económico capitalista extractivista. Modelo que, a la vista de los pescadores, ofrece un salario fijo y estable, a cambio de dejar el oficio artesanal y de olvidar los medios de producción propios. En este trabajo de investigación se utilizan metodologías de análisis cualitativo, por medio de ellas se muestra que el uso de artes de pesca tradicionales son una demostración de poder, y por lo mismo una manifestación política de las comunidades pesqueras que se ven enfrentadas a los modos de producción industriales.
Palabras Claves:
Resistencias, Artes de pesca, Subjetividad, Comunidad, Capitalismo extractivista.
Abstract Traditionally, coastal communities have used means of fish production according to a subsistence economy. This research proposes that it is now possible to see the way that traditional fishing arts have adopted characteristics and practices of resistance against the extractive capitalist economic model, a model that in fishermen’s view, offers a fixed and stable salary, in exchange for leaving and forgetting their own means of production. This research uses qualitative analysis methodologies, through them it is shown that the use of traditional fishing arts are a demonstration of power and therefore a political manifestation of fishing communities that are being faced up with industrial production modes. (1) |Benjamín Bahamondes Sociólogo, Magister en Método para la In- Keywords: vestigación Social. Resistance, fishing arts, Subjectivity, Community, Extractive Capitalism. Revista Eltopo. No.10. 2019 :(pp.34 - 57) ISSN:0719-3335 35
Artes de pesca tradicionales en la Boca del Maipo; modos de subsistencia y de resistencia del pueblo pesquero
INTRODUCCIÓN El siguiente artículo es parte de una investigación que estudia las prácticas de resistencia manifestadas en el uso de artes de pesca tradicionales en la comunidad de la Boca del Maipo en la comuna de San Antonio. Se propone que el uso de técnicas tradicionales de pesca es una manifestación de resistencia a las empresas pesqueras industriales, a la construcción del mega puerto de San Antonio, y entrando a un terreno más abstracto, a la acumulación de capital mediante la explotación de recursos naturales (McCay, 1978), es decir el capitalismo extractivista. A la vez, se postula que esas prácticas de resistencia redundan en cambios profundos en el entramado de subjetividades de la comunidad. Desde una perspectiva que entiende a la constitución de sujeto como fruto de representaciones sociales1 , se observa que los medios de producción pesqueros tradicionales presentes en la Boca del Maipo, son uno de los actores participantes de prácticas de resistencia cotidiana contra el capitalismo extractivista, y además, me atrevo a añadir, que son gestores constituyentes de la subjetividad de los habitantes. Así entendiendo que las prácticas de resistencia no se realizan como una mera operación de protesta, sino que más bien son hechos de facto en el vivir cotidiano de los actores (Giroux, 1983), pregunto si acaso ¿el uso de técnicas tradicionales de pesca es una manifestación de resistencia a la industrialización de la pesca 2 ? Para facilitar metodológicamente la respuesta, fue preciso profundizar en lo que significa, para los actores, los medios de producción en la actualidad; actualidad en la cual no se puede obviar que el pueblo pesquero y los recursos hidrobiológicos se encuentran presionados por la explotación a gran escala de recursos naturales. Entonces, dado lo anterior y observando la intromisión del capitalismo extractivista en el negocio de la pesca, este articulo muestra una manera de
(1)| Entendiendo: “(las) representaciones que constituyen un conocimiento práctico socialmente elaborado que se adquiere a través de experiencias comunes…” (Jodelete, 1993; Moscovici, 1993) extraído de (Martinic, 2014). (2)| La industrialización y la extracción a gran escala nace con el ingreso del modelo neoliberal al campo de la pesca.
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significar a los medios de producción artesanales en la comunidad pesquera e intenta desvelar si los habitantes de la Boca, en la actualidad, utilizan en alguna medida sus medios de producción tradicionales como método de resistencia, o si, simplemente, continúan siendo para ellos el único medio de subsistencia que tienen a mano.
Imagen 1:
Imagen satelital de la desembocadura del Río Mapio. Caleta Boca del Maipo Fuente: https://www.google.com/maps
La Caleta de Pescadores Boca del Río Maipo se localiza en la ribera norte del río Maipo, como muestra la imagen satelital. Esta caleta es la más antigua de San Antonio y se caracteriza por su arte de pesca Chinchorro y el remiendo de redes. La cultura Aconcagua utilizaba este arte de pesca desde hace unos 7.000 años. La técnica depende totalmente de la destreza del pescador, en la medida que implica el uso de tecnología muy básica, a saber, el bote que zarpa desde la orilla y la red que queda sujeto un extremo en la playa y otro es desplegado desde el bote. Durante la Colonia, la caleta, paulatinamente, se configuró como asiento pesquero y se ha mantenido así hasta nuestros días. Los pescadores de La Boca, herederos del arte de pesca Chinchorro, lo consideran parte de su tradición comunitaria. La cultura y modo de vida de
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estas comunidades están profundamente vinculadas al mar, relación que trasciende la necesidad de subsistencia. En el relato de viejos pescadores “…está siempre presente la ancestralidad de la pesca chinchorro y la antigüedad de su origen como caleta(…). Es un valor cultural que ellos reconocen como su patrimonio y como un elemento aglutinador de la comunidad toda” (I. Municipalidad de San Antonio, 2007 pág. 16) La población habitante de La Boca del Maipo es relativamente pobre, dado que la mayoría mantiene dependencia de la actividad pesquera, lo que se resume en ingresos inestables o insuficientes durante algunos períodos del año. Luego del 2012, uno de los principales problemas que afecta a esta comunidad es la privatización del borde costero. El puerto de San Antonio, paulatinamente, ha tomado dominio de estos terrenos. De allí surgen problemas de diferente orden que afectan de manera directa las actividades económicas, productivas y sociales de la comunidad.
La comunidad y el conflicto Esta comunidad desarrolla su producción mediante 3 artes pesqueras principales: Chinchorro; red de mano desde la orilla y buceo mariscador. Como señalamos, estas artes datan de miles de años y se practican en la zona de manera intergeneracional. Algunas de estas actividades han sido reguladas o prohibidas por la Ley de Pesca y sus actualizaciones. Un segundo actor en el conflicto son las embarcaciones industriales de pesca masiva, como la jibia y otras. Ésta producción es descontrolada, afecta la reproducción de las especies y diezma las capturas de los pescadores artesanales (Cox y Bravo, 2014). Dichas empresas contratan mano de obra asalariada en la comunidad, sus obreros son jóvenes del sector, que muchas veces optan por la estabilidad
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de “un sueldo”, aunque sea bajo, por sobre la incertidumbre y riesgo de salir a la pesca de manera independiente y no lograr capturas, las cuales efectivamente son cada vez más esquivas. Antes del arribo de maquinaria industrial, los jóvenes -hijos de pescadoresaprendían tempranamente las artes de pesca. Hoy, muchos de ellos solo saben trabajar bajo un mando técnico, en extracción con maquinaria de un alto valor de inversión y en las cuales ellos cumplen una sola parte de la cadena de producción. Así entonces, se está perdiendo y olvidando el rico conocimiento del trabajo de mar que tienen muy cerca y a mano3 . Otra pieza clave de conflictividad en la zona, es la construcción del mega puerto de San Antonio. Este se ha proyectado extendiéndose desde el puerto actual hasta la misma Boca del río Maipo. Las labores de construcción del mega puerto han causado graves daños a las playas y al fondo de la costa, lugares que históricamente han sido zonas de calaje de redes de orilla (Retamales, 2016). Por otro lado, dentro del proyecto de la empresa constructora portuaria San Antonio, se contempla la instalación de industrias y depósitos, uno de los cuales sería una planta de ácido sulfúrico de CODELCO, plan que preocupa a la comunidad (Retamales, 2016) por su alto impacto medioambiental. Las páginas que siguen muestran tres momentos del trabajo de investigación realizado, a saber; el numeral 2., muestra la perspectiva y conceptos teóricos utilizados para el análisis de los datos obtenidos en el campo, el 3., expone opciones metodológicas para realizar dicho análisis, mostrando hallazgos de categorías centrales, y un análisis estructural del discurso de tres pescadores. Finaliza el texto en numeral 4., con conclusiones extraídas de la experiencia de investigación.
POSTULADOS Y DEBATE TEÓRICO Pueblo pesquero; lo político de la comunidad/sujeto En la construcción del objeto de estudio se hizo necesario postular al pue(3) | Información extraída de relatos de pescadores de la zona en entrevistas realizadas el mes de enero 2016.
blo pesquero como un sujeto. Además, he considerado al concepto de
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Comunidad para comenzar a delinear y abordar la comprensión de dicho sujeto. Se escogió esta noción ya que, en este contexto, el grupo humano trabaja y produce colectivamente, contando con una tradición y una historia en común que se vincula radicalmente a su actividad productiva. La comunidad es una unidad básica de asociación humana. Una forma recurrente de pensarla también, es como grupo que se caracteriza por presentar fuerte cohesión social y además, posee rasgos e intereses comunes a sus miembros (Tonnies, 1974). Así el concepto de comunidad abre la puerta para la comprensión de lo político, ya que es en el contexto comunitario en el que las relaciones económicas, políticas, culturales e intersubjetivas se despliegan.
La comunidad política Considerando los conceptos de “diferencia” y “exterior constitutivo” (Mouffe, 2007), vemos que la construcción de la identidad se sitúa en el momento de la comparación con el otro. En este estudio, teórica y analíticamente, el pueblo pesquero es un sujeto constituido por sus relaciones con otros que están fuera de la comunidad de la pesca artesanal, pero que a su vez son parte de la misma actividad económica.
Pesca artesanal y capitalismo extractivo El pueblo pesquero basa su economía en la subsistencia familiar, así se diferencia de quienes abordan las prácticas de pesca utilizando el modelo productivo determinado por la acumulación de capital, es decir la pesca industrial. El pueblo pesquero se diferencia del industrial a través de la autoconstitución fundada en prácticas que le permiten validarse y actualizarse por medio de una serie de maneras de trabajar en el mundo y por medio de un sentido común —o prácticas hegemónicas— que le permiten reproducirse y mantener un orden político dentro de su comunidad (Vestergaard, 1990) (McCay, 2008).
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Esa comunidad no existe aislada ni se auto-gestiona desde su mera existencia y cualidades de pescadores. Su construcción está forjada por las decisiones y actividades del otro que se le ha presentado como diferencia. Este postulado ayuda a mostrar a dos actores claramente dibujados que se distinguen en los modos de producción y en los modos de realización de la mercancía por el cual ha optado cada uno de ellos. Un segundo momento en esta relación —siguiendo con Mouffe—, está centrado en el instante en que ese “otro” no sólo se diferencia, sino que además se presenta como una amenaza. Allí, en el entramado político donde ese otro se constituye como oponente, nace la política4 , o el modo en que los actores proponen ordenar el mundo social y reproducirlo mediante instituciones, para con ellas beneficiarse de un sentido común que permite la continuidad del sujeto y su comunidad(Mouffe, 1999). Esta relación constituyente de identidades y subjetividad es el “caldo de cultivo del antagonismo” (Mouffe, 2007;pag. 19), es el modo de comenzar una relación seccionada por la denominación de “ellos” (externos) y “nosotros” (grupo interno). Allí se erigen los amigos y los enemigos, en el momento en que el industrial de la pesca se presenta amenazando la supervivencia económica del pescador artesanal. Desde ese momento la distinción es antagónica, y por ello una distinción política, debido a que se despliegan los intereses desde dos perspectivas de objetivación del mundo productivo y del campo social. En ese despliegue de intereses se procesan los actos de poder, o la manera de construir influencia en el campo social. Esta investigación muestra que el uso de medios de producción de pesca artesanal son una manera de hacer política. Aca la comunidad se presenta como el espacio desde el cual se componen y emergen las prácticas de resistencia. Estas prácticas son presentadas como comunitarias, ya que resisten a las transformaciones estructurales y globales y a sus efectos (4) | El uso de estos conceptos son rescatados por Mouffe del filósofo alemán Carl Schmitt, quien supo diferenciar los conceptos de “lo político” y “la política” (Schmitt, 2009).
en lo local comunitario. Teóricamente, las prácticas de resistencia no plantean una forma nueva de entender las relaciones económicas, sino que,
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al contrario, sustentan las condiciones de posibilidad para la persistencia de antiguos modos de producción, enmarcados en formas específicas de relacionarse con el medio ambiente, con los recursos naturales y con la estructura económica.
Pueblo pesquero El pueblo pesquero es otra forma de nombrar estos grupos humanos que se cohesionan en torno de una actividad productiva, que representa una tradición, una cultura y un modo de vida. El pueblo pesquero es similar a la comunidad. También en éste se incluye a la totalidad de actores participantes del grupo, es decir, la denominación no se limita a “los pescadores” o los que viven de la pesca, exclusivamente. Carlo Tassara (1993) es un autor que ha desarrollado este concepto señalando: “…la utilización de los términos pueblos pesqueros parece más apropiada que pescadores. Esto porque el primero identifica el conjunto de los miembros de una comunidad (…), incluyendo de esta manera las mujeres y los demás sujetos sociales que viven en estas comunidades y trabajan en sectores estrechamente vinculados con la pesca artesanal, mientras que el segundo se aplica al conjunto de las personas que derivan su sustento de la pesca…” (Tassara, 1993, pág. 388)
Poder y resistencia Pasando al tema de la resistencia, es necesario hablar del poder. Éste emana de fuentes reconocibles y es controlado por diferentes actores para circular entre los agentes sociales. Ésta movilización del poder es la que genera estrategias de coacción, como también estrategias de resistencia. La resistencia entonces es producida de igual manera que el poder, es decir, se encuentra diseminada socialmente, emergiendo en múltiples niveles; locales e individuales, y pueden ser integrados en estrategias globales. Tanto el poder como la resistencia son locales en su aplicación,
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pero se articulan de maneras complejas para producir efectos globales. La resistencia es una condición para el ejercicio del poder, por lo cual no está fuera de éste (Foucault, 2014). Esta tensión, entre poder y resistencia confluye en la mutua produccióntransformación. Así, el objetivo de la resistencia política y social no es acabar con el poder, sino que transformarlo y dirigirlo hacia formas que respondan a condiciones ético-político-críticas.
Resistencia La resistencia y sus prácticas tienen distintos planos de manifestación. La resistencia se articula en al menos 2 dimensiones: las artes de pesca como prácticas de resistencia y la producción subjetiva, entendida como causa y efecto, a la vez, de dicha resistencia.
Resistencia y prácticas cotidianas Ahora, siguiendo con las formalidades de lo político y la política, varios teóricos dan cuenta de que algunas expresiones cotidianas de grupos subordinados son expresiones de resistencia y por lo tanto acciones políticas (Giroux, 1983). Es ya conocida la idea de que las manifestaciones de pereza de trabajadores, son una práctica de reacción al modo de producción en el cual deben vender su fuerza de trabajo. Pero más allá de eso, H. Giroux (1983, 1985, 2004) hace una crítica a algunas teorías que las han mostrado como parte del ámbito exclusivamente discursivo (Foucault, 2007; Laclau, 2006; Rancière, 2003). Giroux critica estos postulados manifestando que las conductas vinculadas a la resistencia no siempre se insertan en el orden del discurso de los agentes, sino que es posible encontrarlas en prácticas de la vida cotidiana (Giroux, 1985). Señala además que se debe distinguir entre resistencia y oposición. La oposición es directa, contingente y enmarcada en un programa político; mien-
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tras que la resistencia es cotidiana, mostrando un potencial contestatario y radical; pudiendo algunas veces formar parte de una corriente subterránea, invisible, poco definida y ambigua (Giroux, 2004). La Teoría de la Resistencia como categoría analítica, ayuda a defender la representación de las prácticas que muestran la manera en que la comunidad pesquera construye lo político; tanto desde formas conscientemente subversivas, como desde algunas prácticas que podrían parecer casuales o despolitizadas. En cuanto a lo que la noción de resistencia implica, Giroux (2004, 2005), pone de relieve la necesidad de indagar en las formas a través de las cuales los sujetos responden a las relaciones que se dan entre sus experiencias y las estructuras de dominación. Así las resistencias serían conductas de oposición a las “…obligaciones cotidianas, conductas que surgen del interés emancipatorio y que tienen por objeto desarticular las formas de dominación explícita o implícita del sistema (…) social” (Giroux, 2004, pág. 21). Entendiendo a la resistencia como tal (no discursiva) a la vez que como manifestación de los desacuerdos ante las autoridades o líderes, Giroux (2004) considera vital que los grupos oprimidos desarrollen una alternativa de cambio mediante el agenciamiento y que, bajo una producción cultural, se despliegue la transformación social. Es necesario adelantar, que metodológicamente el análisis de la información recopilada en este estudio considera el siguiente planteamiento;“… el análisis de cualquier acto de resistencia (…) debe tener una función reveladora, que contenga una crítica de la dominación y ofrezca las oportunidades teóricas para la autorreflexión y la lucha en el interés de la emancipación propia y de la emancipación social” (Giroux, 2004, pág. 145) Así entonces, la mirada de esta investigación se enfoca en los actos que contienen hechos sociales que ponen en la subjetividad de la comunidad pesquera, ideas de emancipación y de construcción de hegemonía política,
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trayendo de la mano del sujeto, el rechazo y la crítica a las formas de dominación que representa la pesca industrial. Subjetividad, comunidad y actividad productiva Ahora, la producción subjetiva en el entorno ocupacional de los pueblos pesqueros y la dimensión de sus prácticas de pesca ancestrales o “referentes pre-modernos” (St.Martin, 2008; Vestergaard, 1990; Tassara, 1993; Rojas & Sáez, 1999), serían las piezas constituyentes que poseen las subjetividades e identidades de esos pueblos, en su constante actualización. El pueblo se actualiza, manteniendo prácticas comunitarias que manifiestamente pertenecen al modus vivendi tradicional que los religa. Tanto la realidad como el conocimiento que tenemos sobre ella, son socialmente construidos. La dialéctica realidad-conocimiento aporta las facilidades para habitar el mundo (Berger & Luckmann, 2001). Por lo anterior se puede considerar que el conocimiento que los actores tienen de su realidad los lleva a mantener prácticas tradicionales que facilitan su vida en común. No quiero trascendentalizar al pueblo pesquero, encajando grupos humanos en una naturaleza del modo productivo, necesaria y a-histórica. Pero esta manera de observar, puede ser una forma que metodológicamente ayude a estudiar a los medios de producción utilizados en diversos lugares del mundo, y mostrar cómo estos aportan en la constitución de subjetividades afines, sin importar en qué lugar del globo se sitúen. También ayuda a entender como la globalización del capitalismo en su fase neoliberal ha producido subjetividades que se actualizan históricamente y comparten modos de resistencia similares, combatiendo la presión de un sistema que ideológicamente se administra de la misma manera en todo el mundo.
DESCRIPCIÓN METODOLÓGICA En la construcción del objeto de estudio, recurrí a la producción de datos mediante relatos biográficos de individuos que trabajan directamente en pesca artesanal y algunos de sus familiares. Esta forma de informarme, permitió abordar el contexto de la vida en común y la relación con los medios de producción utilizados. Esa observación logró recolectar discursos
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que se despliegan en las dinámicas de la comunidad estudiada. Para profundizar en los significados que los sujetos le asignan a las artes de pesca, opté por la observación activa etnográfica y entrevistas en modalidades acordadas con los sujetos que encarnan las diferentes posiciones discursivas. En complemento a la observación participante, realicé entrevistas semiestructuradas de tipo biográfica/narrativa, utilizando relatos de vida, debido a que centré la atención en la relación específica que tiene la influencia de las artes de pesca en la vida de los informantes, descartando otras complejidades de sus biografías personales.
Los informantes Las entrevistas se realizaron a sujetos de características establecidas para el caso (Hernández Sampieri, 1998); miembros de familias de la zona, que cuentan con distintas generaciones y que pueden aportar la experiencia de la pesca como medio de subsistencia económica. Así entonces, la selección de los primeros individuos y familias, apoyaron en vincular sujetos que respondieran al tipo propuesto, y estos a su vez, a otros (Janesick, 1994), de modo que las familias colaboradoras, por una parte, no eran conocidas previamente por mí, y por otra, al mismo tiempo, pude lograr generar con facilidad buenos niveles de confianza con ellos (Taylor & Bogdan, 1992) Los informantes son individuos que trabajan actualmente con artes de pesca tradicionales. Uno de ellos, Ignacio P.; comenzó su vida laboral posterior a los años 90s, él tiene 29 años y ha trabajado desde los 8 años en pesca artesanal. También por cortos periodos de tiempo, ha trabajado en construcción de manera asalariada. El segundo informante es Pablo G.; tiene 44 años, no es oriundo de la Boca ni de San Antonio, pero vive allí desde que tiene 14 años, época en la cual aprendió el oficio de la pesca. Ha trabajado en pesca tradicional siempre. Y por último está Ramón D.;, tiene 71 años, siempre ha vivido en la Boca trabajando en pesca, también ha realizado varios otros oficios, pero su modo de ganarse la vida ha sido mayoritariamente en relación al mar.
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ANALISIS ESTRUCTURAL DE DISCURSO: PESCADORES Y EL USO DE ARTES PESQUERAS Usando el análisis estructural del discurso, técnica que facilita el hallazgo de mecanismos de construcción de identidades mediante la diferenciación de un “nosotros” y la desidentificación proyectada en una idea de “ellos” (Martinic, 2014), pude dar cuenta de la construcción y estructura de antagonismos que muestran la relación política entre las subjetividades que se encuentran en juego. Y aceptando que “la estructura narrativa es central en la comunicación humana” (Riessman, 2008, pág. 76), fue posible extraer de los relatos el sentido con que los individuos formalizan las representaciones sociales y los sentidos por medio de los cuales el sujeto religa su espacio social.
Análisis y categorías halladas Utilizando análisis estructural se establecen códigos o categorías base que se despliegan en oposición, adquiriendo características negativas o positivas desde la perspectiva moral y normativa de quién enuncia el discurso (Chandler, 2007) (Martinic, 2014). Dichas categorías emergieron en el discurso indicando claras oposiciones. Así se identificó unidades básicas que organizan el discurso y fue posible reconstruirlo con subcategorías que “semánticamente asociadas” a esas categorías base. De esa manera se simplificó el análisis mostrando la estructura central del discurso. En el discurso de los tres pescadores seleccionados, emergen las categorías: diversión-aventura y libertad-compromiso. Propongo estos dos hallazgos discursivos, como categorías base, con códigos que sustentan la lógica de resistencia reconocible en el uso de medios de producción tradicionales, y reconocible en la valoración que los individuos le asignan a éstos.
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DIVERSIÓN-AVENTURA En todas las conversaciones, al llegar a la pregunta de la entrevista “¿Por qué prefieres desempeñarte en pesca, por sobre otro trabajo?”, la respuesta se refiere a la diversión que este trabajo brinda, “es divertido”, “es siempre una aventura”, “siempre estamos echando la talla”..., (ver Tabla 1). Esas ideas se movilizan contrastándolas con faenas realizadas en la industria pesquera o en otros trabajos “con contrato” (ej: trabajo en la construcción del puerto, guardias de seguridad, contratos en el retail en los mall de la ciudad, etc.). Refiriéndose a los trabajos con contrato, varios pescadores declaran que en general la paga es igual o a veces incluso un poco mejor, pero que no cambiarían la pesca por esos trabajos que practican otros, porque básicamente no les parece “divertido”.
Tabla 1: Categoría diversión - aventura.
He construido el opuesto “Aburrimiento-Sujeción” hallado en entrevistas personales.
LIBERTAD-COMPROMISO También en todas las entrevistas ha emergido el concepto de libertad. Ésta es percibida por el hecho de no poseer un contrato que los “amarre” a un empleador (Tabla 2). Se ha contra-preguntado en las entrevistas, recordando al informante el hecho de que en las “patotas”5 de pesca sí existe un jefe; la respuesta a esta contra-pregunta se puede resumir en lo que declara Ignacio: “si, en el bote tenemos jefe, pero (el) no tiene que mandar porque todos conocemos
(5)| Se llama patota a el grupo de tripulantes de una embarcación.
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la pega, todos sabemos lo que hay que hacer” (Ignacio P., entrevista personal, 27 de diciembre de 2016).La condición de sentirse libres por el hecho de no estar contractualmente vinculados a un empleador, en entrevista con Pablo me dice“…creo que (la pesca) llama la atención por la libertad que tu tienes. Ves la inmensidad de la tierra, y … y aparte es un trabajo del cual tu… te puedes ir cuando quieras a otra embarcación, no tienes contrato, solamente existe el compromiso, si el patrón o el dueño de la embarcación te agarra a chucháh.. tu lo agarrai a chucháh también y te poníh a trabajar en otra embarcación… eso es lo que tiene el pescador, el compromiso de trabajar poh, o sea el compromiso de poner.. yo mi trabajo a disposición de… de la embarcación (…) con la cual trabajamos[en sociedad a la parte 6
](…)”(Pablo G., 2016)En la cita anterior Pablo subvierte el concepto de
“compromiso”, esto porque por definición en derecho laboral, el contrato de trabajo es un compromiso adquirido entre el trabajador y empleador (Dirección Del Trabajo, 2015).Por lo anterior, construí como categoría unificada el concepto de libertad-compromiso (Tabla 2); entendiendo que la idea de compromiso en el discurso de Pablo, tiene todos los rasgos de categoría moral (o imperativo categórico). En su discurso, se entiende como “necesaria7 ” (Voeller, 2001) a la opción de “comprometerse” con el trabajo. Es decir, este es un deber que va más allá de una innecesaria y simple obligación contractual.
Tabla 2: Categoría libertad - compromiso
Se ha construido además, el opuesto “Trabajo con Contrato” hallado en entrevistas personales.
(6) | Sistema de distribución de ganancias: el armador se lleva una parte, así como cada tripulante también se lleva una parte. Una partes corresponde a los medios de producción y otra corresponde al trabajo humano. (7) | En la ética kantiana, se propone como necesario todo aquello que el individuo hace obligatoriamente, de acuerdo al uso racional de su libertad.
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Los códigos anteriores, sirven a la construcción de una estructura de análisis cruzado, el cual es presentado en la TABLA 3. Allí se ha separado en 4 campos semánticos los códigos sub-categoriales que dan sustento al discurso de los informantes. En la tabla 3 se observa gráficamente como éstos códigos extraídos del discurso de los pescadores, se definen en torno a un campo de opciones que son vistos como materialmente convenientes o inconvenientes.
Tabla 3: Estructura del discurso
Los códigos menos valorados del cuadro inferior izquierdo, describen al trabajo asalariado o con contrato como actividades laborales que “puede hacer cualquiera” sin conocimiento, y por lo tanto —aunque esto no sea dicho explícitamente— se puede entender, que le asignan una valoración de aburrimiento y monotonía a la mano de obra de baja calificación. Son prácticas de resistencia negarse a participar del “aburrimiento” de una labor, la cual en algunos casos reconocen como igualmente o más lucrativa, como por ejemplo en la frase: “Es casi lo mismo. En la pesca no se tiene un sueldo fijo de pega. En cambio en la constru dan 4 gambas” (Ignacio P., 2016). También, acordando con lo que propone Giroux (2004) como fundamento para el análisis8 ; los actos que contienen conceptualmente hechos sociales de rechazo y crítica de las formas de dominación que representa la pesca industrial, ponen en la subjetividad del pueblo pesquero, ideas de
(8)| “…la resistencia debe tener una función reveladora, que contenga una crítica de la dominación y ofrezca las oportunidades teóricas para la autorreflexión y la lucha en el interés de la emancipación propia y de la emancipación social”.(Giroux, 2004; pag. 145)
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emancipación y de construcción de hegemonía política. Es llamativo observar a su vez, como el concepto del eje “libertad-compromiso” tiene matices que disminuyen en parte los rasgos indiscutiblemente positivos que tiene el trabajo libre de la pesca. Estos códigos se encuentran tensionados por el eje “Aburrimiento-Sujeción” en el cuadro superior izquierdo de la tabla. Éstos indican que al “ser” pescador, es decir al pertenecer a una tradición, al sujeto no le es posible hacer otra cosa, porque; no tiene el conocimiento para emigrar a otro campo laboral, la tradición familiar no lo ha permitido, o el apego a la familia no permite salir de la caleta. Por último, en cuanto al cuadro inferior derecho, que correspondería a la tensión entre “Trabajo con Contrato” y “Diversión-Aventura”, no es posible hallar en el discurso locuciones que marquen códigos o categorías que pertenezcan a ese lugar teórico. Pero sin embargo, sí es posible encontrar algunas connotaciones positivas a la idea de trabajo con contrato, el cual emerge implícitamente en el discurso de Ignacio como trabajo que brinda estabilidad al individuo y a la familia. Y también emerge explícitamente, en específico refiriéndose a la construcción del mega-puerto, como por ejemplo en la siguiente cita de Pablo G.(2016) que se refiere a la fuente laboral que éste provee: “No estamos totalmente en contra, porque hay muchas personas…hay familiares que trabajan en la constru del mega puerto9 ”. Finalmente, los códigos más valorados que se encuentran en el plano superior derecho de la tabla, son aquellos que hablan de libertad, aventura, compañerismo, diversión y de un compromiso subvertido. Es decir un compromiso que tiene más características de ser una opción racional, que uno que se haga cargo de una obligación jurídica.
CONCLUSIONES: PESCA, IDENTIDAD, SUBJETIVIDAD y COMUNIDAD (9) | Es necesario aclarar que estas categorías son sólo una parte de lo que aparece en los discursos. Por ejemplo en estas entrevistas emerge extensivamente el problema medioambiental que causa la explotación de la industria pesquera y el dragado costero en la construcción del mega-puerto. Pero estas categorías sobre el medioambiente y la pesca sustentable, son material para otro análisis.
Al revisar estudios ya realizados en Chile y otros lugares del mundo (McCay, 1978; Vestergaard, 1990; Cheung, Bravo, Kemeur, & Saez, 2011, et.al.), se ve similitudes con lo descrito en mis hallazgos. Pero, algunas categorías
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desplegadas en este estudio, son novedosas y me atrevo a decir que son un buen aporte para mostrar teóricamente la configuración de subjetividades que resisten a estímulos y amenazas a la continuidad de formas de vida comunitaria.
LA DIVERSIÓN La organización de la pesca y sus medios de producción son constituyentes del sujeto pueblo pesquero en La Boca, la pesca constituye una forma de vida, con valores y costumbres que se han desarrollado y sedimentado en procesos de carácter vital. Los conocimientos, las tradiciones, el lenguaje y una serie de otros elementos que sustentan las particulares maneras de la pesca en esta caleta, no podrían ser identificados de modo específico como una formación dirigida exclusivamente a “ganarse la vida” o como un saber técnico operativo adquirido o construido de forma independiente a la dimensión personal. Los pescadores han aprendido el oficio a partir de la enseñanza de sus padres, abuelos, tíos o algún familiar mayor que se dedicaba a la actividad. Durante la infancia la aprendieron en la práctica, es decir, embarcándose con los mayores en jornadas extenuantes y duras, pero que se recuerdan positivamente o con afecto. Quizá por ello, la pesca se vincula con sentidos dotados de una carga poderosa y determinante para el despliegue subjetivo de los pescadores, tales como el “pasarlo bien”, “ser libre”, “aventurar”, “la mar que enamora” y “es bonita la pesca” “Mira he hecho otras pegas, pero soy un enamorado del mar. (…) no, no trabajaría en otro trabajo más que este, ya como que ya está de niño (…) es algo que va creciendo con uno poh, es como una señora más, (risa),(…) el segundo hogar, si uno pasa más en la mar que en la casa, o sea yo creo que es el primer hogar” (Pablo G., 2016) “Pero porque igual es un hobby, es, es bueno, es bonito” (Víctor D. Hijo,
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2017)“Sí, siempre hay un tema que, no sé poh, que se hace como tanto de amigo en el tema de la pesca, es, es como le digo, es como libre poh’” (Víctor D., 2017 ) El “ser pescador” emerge de manera espontánea en la narrativa individual y grupal. Hay una carga ontológica que no está supeditada a vivir de la pesca, ni siquiera al hecho mismo de salir a la pesca, sino que está determinada por las historias vitales (individuales y colectivas), atravesadas por la experiencia del mar y del oficio. Este hecho se objetiva cuando el pescador, por razones de subsistencia económica, ha debido desempeñarse en otros espacios laborales, en los cuales se pone en juego no solamente su capacidad para adaptarse y ser efectivo en el desarrollo de otro tipo de actividades, sino que también la posibilidad de “ser otra persona”. Al respecto, señalan que es difícil asumir posturas en otros escenarios laborales y cumplir con las exigencias, porque ser pescador es más que trabajar, y “trabajar” en otro empleo impondría la obligación de Ser otro.Ser pescador completo, es una forma de vida intergeneracional, tiene relación con provenir de una familia de pescadores. Sin embargo, entre los más jóvenes la normalización de estos aprendizajes no es tan clara. Esto puede ser atribuido a los cambios sociales y económicos ocurridos durante los últimos 25 años, que han provocado cambios a nivel comunitario. En la constitución identitaria, las artes de pesca son descritas como parte de la tradición que da sustento a la comunidad de pescadores. Representan un aprendizaje vital, y en esta medida, son parte de la configuración cultural y social del sujeto. Además están disponibles de manera permanente (o esporádica) para ser desplegadas en lo económico. Volviendo a la noción de pescador completo, además de las artes de pesca existen otros elementos que otorgan esta plenitud al ser pescador. Así, un pescador completo es el que arma redes, bucea con o sin traje y persevera por mantener los medios de producción de primera necesidad para el ejercicio del arte de la pesca. Uno pasa a ser un pescador completo, completo, [cuando] uno mismo puede fabricar su red poh. Puta, antiguamente se tejía, hoy en día, con toda la tecnología y no son tan caras, entonces te sale más a cuenta comprar
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la red poh y tú armarla(…) Es como que le dijera, ya, ¿usted es pescador? ‘No podí vender tus cosas’, yo siempre he dicho eso. Tení que estar muy jodido, pero no podí vender tus cosas. Tus redes, tus trajes, aunque esté nuevo, que sé yo, aunque te falte la plata no podi vender tus cosas. Porque es tu arte, no sé, cuando un maestro va a ir a vender su martillo, si el día de mañana va a salir a trabajar y no va a tener su martillo pa’ clavar poh ¿o no? Aquí en el caso de la pesca es lo mismo, no podí vender tus cosas poh” (Víctor D., 2017 )Tanto las connotaciones de aventura, goce y orgullo de ser un pescador completo, son indicadores de que el sujeto se siente cómodo con esa identidad; y es por ello que le interesa mantenerse en el tiempo con su opción y forma de vida, la cual podemos entender que está dispuesto a defender y resistir estímulos que la amenacen.
La aventura en la resistencia Ahora sabemos que los cambios económicos, sociales y culturales que se han gatillado durante los últimos años, sitúan a este modo de vida en una posición desventajosa. Los jóvenes además de expresar su aprensión sobre la viabilidad de la pesca como medio de subsistencia, han desarrollado otros cuestionamientos, principalmente a las condiciones materiales que la pesca involucra. Por ejemplo, pasar temporadas lejos de tierra y enfrentar la inclemencia del clima, pueden parecer sacrificios excesivos para algunos. Tal como ocurre también con las artes de pesca, las altas exigencias físicas que estas prácticas conllevan, han alejado a algunos de su práctica. Es decir, quienes esbozan una declaración como los que se quedan resistiendo en la mar, se diferencian políticamente de quienes se alejan a lugares más cómodos y seguros. Para personas de edad media y de los mayores, el recuerdo de épocas pasadas de abundancia es parte central de los relatos, siendo comunes expresiones como: “de la pesca nos criaron” o “de eso vivimos siempre”, por eso una de las mayores preocupaciones a nivel individual y colectivo es la pérdida de la playa, la pérdida de un ecosistema que históricamente fue proveedor de abundancia, pero que está siendo sustantivamente transformado en el proceso de construcción del mega puerto de San Antonio;
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“pero ahora como se está viendo que el puerto se está agrandando, que nos están quitando la playa que mejor hemos tenido para pescar, la que nos da todo el año. Nos están robando la playa. Está la cagada con ese tema” (Miguel D., 2017) Existe cierto consenso al señalar a nivel comunitario que el pueblo ha cambiado mucho durante los últimos años. En este sentido, es evidente que la comunidad pesquera no permanecerá imperturbable si su principal actividad económica cultural ha sufrido tantas transformaciones. Entonces, si la regulación y los cambios gatillados por la implantación neoliberal han empujado a los pescadores a transitar desde la aventura y diversión de ser pescador a ser otros que algunas veces deben trabajar con medios de producción ajenos. El pueblo se encuentra en un proceso de cambio que la comunidad ve como conducente a transformarla en una nueva comunidad o más aun, en otra comunidad que ellos no desean. Y es por ello que las resistencias descritas son parte del cotidiano de La Boca. Por último, queda decir que ante la tensión visible entre los intereses del capitalismo extractivista y los pescadores artesanales de La Boca del Maipo, se puede concluir que de acuerdo a lo postulado teóricamente y a los datos hallados y analizados, el uso de los medios de producción de pesca tradicionales en La Boca del Maipo son una manera de hacer política. Esto se observa en la medida que los pescadores identifican claramente a un adversario. Ese adversario es el modo de trabajo asalariado ofertado por las empresas. Para los pescadores el trabajo asalariado constantemente amenaza con poner fin a la “diversión” y a la “aventura” mediante una obligación contractual.En el caso del pueblo pesquero, el uso de medios de producción tradicionales y propios, son una expresión de poder que va más allá del lenguaje. Es una demostración de poder que se enfrenta a los medios de producción industriales que se le oponen. El uso de artes de pesca tradicionales, es una demostración de porfía del sujeto que se niega a sucumbir a las tentaciones que brinda la seguridad del salario fijo ofertado por la industria.
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Revista Eltopo. No.10. 2019 : (pp.58 - 75) ISSN:0719-3335 58
La irrupción del acontecimiento: Propuesta para la lectura de los desastres socionaturales Marcela Salgado 1 Resumen Se propone una lectura de los desastres socionaturales en tanto acontecimientos que actúan como detonadores de acciones orientadas a la transformación o refuerzo de las configuraciones territoriales actuales y, a su vez, como visibilizadores de aspectos omitidos o silenciados presentes en las configuraciones territoriales donde ocurre el desastre. Para abordar tanto el carácter visibilizador como detonador del desastre, se recoge desde Dosse (2013; 2012) la noción de acontecimiento, entendido como indicio o huella significante, que es tomado doblemente: como resultado y como comienzo, como desenlace y como apertura de posibilidades. El propósito tras este análisis es romper con una lectura lineal de la historia de los territorios, asumiendo como motor de búsqueda las articulaciones y enfrentamientos entre elementos estructurales y rupturas emergentes, dando cuenta finalmente de configuraciones territoriales singulares. En este sentido, se propone un rescate de lo contingente en la conformación dinámica de territorios, junto con una lectura de los desastres desde su complejidad espacio-temporal, ampliando el análisis al incorporar el desenlace de elementos previos a su ocurrencia.Para orientar y sustentar el análisis propuesto, se rescatan elementos del proceso de reconstrucción de la ciudad de Constitución tras el desastre sísmico del 27 de febrero de 2010. Área de estudio en la que se ha realizado un trabajo etnográfico desde el año 2014 a la fecha.
Palabras Claves: Desastres socionaturales, acontecimiento, territorio, Constitución (Chile).
Abstract The text proposes a reading of socio-natural disasters as events that act as detonating for actions aimed at the transformation or reinforcement of current territorial configurations and, in turn, as visibilizers of omitted or silenced aspects present in the territorial configurations where the disaster occurs. To deal with both the visibilizing character and trigger of the disaster, Dosse (2013; 2012) includes the notion of event, understood as a sign or significant footprint, which is taken twice: as a result and as a beginning, as an outcome and as an opening of possibilities. The purpose behind this analysis is to break with a linear reading of the history of the territories, searching the articulations and confrontations between structural elements and emerging ruptures, finally giving account of singular territorial configurations. In this sense, a rescue of the contingent in the dynamic conformation of territories is proposed, together with a reading of the disasters from their spatio-temporal complexity, expanding the analysis by incorporating the outcome of elements prior to their occurrence. To guide and sustain the analysis, elements of the reconstruction process of the city of Constitución after the seismic disaster of February 27, 2010 are rescued. Study area in which ethnographic work has been carried since 2014. (1) | Marcela Salgado Socióloga, Magíster en Gestión y Planificación Ambiental, Dra. © en Ciencias Sociales. Revista Eltopo. No.10. 2019 :(pp.58 - 75) ISSN:0719-3335 59
Keywords: Socionatural disasters, event, territory, Constitution (Chie)
La irrupción del acontecimiento: Propuesta para la lectura de los desastres socionaturales
INTRODUCCIÓN La propuesta desarrollada se articula en torno a la noción de territorio, entendido como un espacio construido en y por el tiempo; perspectiva que permite capturarlo en tanto acontecer. De modo que, tal como señala Ther “hablar de territorio, significa visualizar un modelo de emergencias continuas, donde las catástrofes (cambios bruscos) coexisten con lo cotidiano” (Ther, 2006, pág. 111). Es en el territorio, por tanto, donde el tiempo lineal se enfrenta al tiempo de las rupturas, dando lugar a nuevas y constantes configuraciones territoriales. A partir de lo señalado, la temporalidad del territorio se encontraría en aquella articulación y/o enfrentamiento entre la permanencia y el cambio. Al respecto, recogiendo la advertencia de Foucault (1992), existe una tradición de la historia que tiende a disolver el suceso singular en una continuidad ideal al movimiento teleológico o encadenamiento natural, privilegiando la permanencia por sobre la discontinuidad; ante este escenario, resurge el suceso en lo que puede tener de único, de cortante, que entra en escena enmascarado y que, por lo tanto, demanda ser descifrado. Buscando dar cabida al suceso, se propone un estudio de los territorios que intenta incorporar la discontinuidad para, desde ahí, intentar develar la emergencia constante de nuevas configuraciones territoriales. De modo que, si en el afán por constituir certezas en torno a las permanencias, las ciencias humanas han considerado el acontecimiento como algo perturbador, de débil significado, que convendría eliminar en función del progreso de la ciencia (Dosse, 2012), lo que se propone acá es reivindicar el acontecimiento como elemento constituyente de las dinámicas territoriales, sin el cual no se podría aprehender su carácter móvil y singular. Con el objeto de dar cabida a las discontinuidades en los procesos de configuración de los territorios, se propone una lectura de los desastres socionaturales en tanto acontecimientos que actúan como detonadores de acciones orientadas a la transformación o refuerzo de las configuraciones territoriales actuales y, a su vez, como visibilizadores de aspectos omitidos o silenciados presentes en los territorios donde ocurre el desastre. Para
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abordar tanto el carácter visibilizador como detonador del desastre, se recoge desde Dosse (2013; 2012) la noción de acontecimiento en tanto indicio o huella significante, que es tomado doblemente: como resultado y como comienzo, como desenlace y como apertura de posibilidades. Tal propuesta conceptual ha sido elaborada a partir de un trabajo de campo desarrollado en la comuna de Constitución, VII región del Maule, entre los años 2014 y 2018, cuyo objetivo ha sido rastrear el proceso de reconstrucción territorial tras la ocurrencia del desastre sísmico del 27 de febrero de 2010. Esta inmersión en el área de estudio ha comprendido entrevistas con diversos actores clave, recorridos guiados con informantes clave por las principales zonas afectadas por el desastre y trabajos de observación, apoyados en registros fotográficos y notas de campo. El trabajo de campo se ha complementado con análisis de archivos, orientado a develar la producción territorial desplegada tras el desastre, así como a develar los procesos que se gestaban al momento de su ocurrencia2 . El texto se organiza en torno a cuatro apartados centrales. El primero desarrolla la propuesta conceptual, articulando los conceptos de desastre socionatural y acontecimiento; luego se entregan antecedentes generales respecto al escenario en el que acontece el terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010 (27/F) y los principales dispositivos desplegados tras la catástrofe; en el tercer apartado se profundiza en el caso de Constitución, observando con mayor detalle el carácter visibilizador y detonador del desastre; se finaliza con reflexiones en torno a los elementos visibilizados tras la lectura de los datos expuestos y sus implicancias en la configuración territorial del área estudiada.
El desastre como acontecimiento: Visibilizaciones, emergencias y oportunidades Chile se posiciona en el puesto 22 de un listado de 171 países expuestos a sufrir desastres naturales (World Risk Index) (Sohr, 2017). De modo que, (2) |Los resultados presentados forman parte de una investigación doctoral en curso, en el marco del Proyecto PIA SOC 1404 “Dinámicas naturales, espaciales y socio-culturales: perspectivas sobre los conflictos socio-ambientales en territorios forestales de Chile, 1975-2014”
habitamos un territorio que se ve constantemente impactado por terremoto, maremotos, incendios, erupciones volcánicas, inundaciones y aluviones. De hecho, sólo en los últimos diez años hemos sido testigos del terremoto del
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27 de febrero de 2010, considerado el segundo más fuerte de la historia de Chile y uno de los cinco más fuertes registrados en el mundo; al que se suman una serie de eventos catastróficos tales como el incendio de Valparaíso en abril de 2014, la erupción del Volcán Calbuco en abril de 2015, el temporal en el norte del país en marzo de 2015, el terremoto de Illapel de septiembre de 2016 y los mega-incendios forestales de enero y febrero de 2017. Si bien, eventos de este tipo acontecen en todo el mundo -en 2015, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) registró 346 eventos catastróficos, dejando 22 mil muertos y 100 millones de personas afectadas, con un costo económico de 66 mil millones de dólares (Sohr, 2017)-, sus impactos dependen del grado de vulnerabilidad de los territorios donde ocurren. Por tanto, resulta relevante destacar el carácter socionatural de los desastres, entendiéndolos como una extensión de la preexistente diversificación y polarización de los riesgos, que actualizan el grado de vulnerabilidad social de una comunidad (Sepúlveda, 2011); en este sentido, representarían el desenlace de condiciones anteriores, muchas de ellas omitidas o silenciadas. Bajo esta perspectiva, los desastres no amenazarían ni dañarían a todas las sociedades por igual, sino según la articulación de variables geográficas, socioeconómicas y políticas del territorio en el que se manifiestan (Barkoff, 1999). Por otra parte, en un intento por establecer una suerte de cronología, es posible distinguir “fases del desastre” que se concentran en: la ocurrencia del evento catastrófico, la emergencia posterior a su ocurrencia y la fase de reconstrucción de los territorios afectados. Sin embargo, la lectura de los desastres en tanto fenómenos socionaturales alerta respecto a la necesidad de considerar las articulaciones previas entre los diferentes elementos presentes en los territorios donde acontecen, aspecto que hasta el momento resulta escasamente abordado; en esta línea, advierte Aldana (1996), la ocurrencia aparentemente fortuita de los desastres y la inmediatez del suceso han hecho que sólo se le preste atención al momento de su ocurrencia, omitiendo lo que visibiliza así como las oportunidades que despliega. Ahora bien, atendiendo la distinción temporal señalada, al observar las acciones desplegadas luego de la ocurrencia de este tipo de acontecimien-
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tos, la tendencia parece ser la irrupción en los territorios afectados de múltiples actores que buscan reparar o suplir las necesidades inmediatas de los grupos más vulnerables. Luego, una vez rehabilitados los servicios e infraestructura básica se da por finalizada la emergencia para dar paso a la fase de reconstrucción, la que correspondería al proceso de recuperación y habilitación de las dimensiones físico-materiales para la reproducción de las condiciones de vida de las comunidades (Cares et al., 2011). Desde esta perspectiva, la reconstrucción es vista como una oportunidad para formular la pregunta respecto al cómo queremos habitar y, por tanto, cómo queremos construir territorios (Salgado, 2016). Al respecto, Naomi Klein (2008) propone una lectura de los procesos de reconstrucción como oportunidad para el mercado, advirtiendo que tanto en Irak, Sri Lanka y Nueva Orleans, estos procesos se limitaron a terminar la labor del desastre original, tirando abajo los restos de las obras, comunidades y edificios públicos que aún quedaban en pie para luego reemplazarlos con una especie de Nueva Jerusalén empresarial; todo antes de que las víctimas del conflicto o del desastre fueran capaces de reagruparse y reclamar lo que les pertenecía, configurando el escenario propicio para dar inicio a la labor de remodelación y/o consolidación de las actuales articulaciones entre poder y territorio. Al respecto, señala Klein, el momento posterior a la ocurrencia de un acontecimiento es utilizado para el despliegue de lo que ha denominado “doctrina del shock”, en tanto táctica que utiliza la desorientación que trae consigo un shock colectivo, para impulsar medidas radicales favorables a las grandes empresas, siendo un eje central la velocidad con la que se impulsan los cambios radicales: “un shock es lo que se produce cuando se abre una brecha entre los acontecimientos y nuestra capacidad inicial para explicarlos. Cuando nos vemos en esa situación, sin un discurso, sin nada a lo que agarrarnos, mucha gente se vuelve vulnerable a que figuras de autoridad nos digan que hemos de tener miedo unos de otros y renunciar a nuestros derechos en pro de un bien mayor” (Klein, 2017, pág. 19). Sin embargo, la atención no debe concentrarse sólo en el desenlace tras la ocurrencia del desastre, sino también en el escenario en que éste acontece. Al respecto, García Costa (1996) advierte que los desastres constituyen
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verdaderos detonadores, o reveladores, de situaciones críticas previas, dando lugar a la emergencia de elementos que permiten no sólo describir el evento y sus efectos, sino también conocer y detectar las condiciones preexistentes en ese lugar y en ese momento. De modo que el estudio de un desastre ofrecería las condicionantes de una especie de laboratorio social, pues confluyen y surgen en momentos (y lugares) específicos una serie de relaciones, alianzas y circunstancias que podrían pasar inadvertidas en otros momentos. Para abordar tanto el carácter visibilizador como detonador del desastre, se recoge lo que Dosse (2013; 2012) ha llamado “el regreso del acontecimiento” entendido como indicio o huella significante, que es tomado doblemente: como resultado y como comienzo, como desenlace y como apertura de posibilidades. El acontecimiento, desde esta lectura, deja múltiples huellas, lo que le permite retornar sin detener su reinterpretación, provocando configuraciones inéditas, siendo siempre susceptibles a reinterpretaciones posteriores. Siguiendo esta línea, el acontecimiento es lo que él llega a ser, induciendo un desplazamiento del enfoque, desde su origen hacia su destino, desde sus causas hacia sus huellas. En este sentido, los acontecimientos no son detectables más que a partir de sus huellas, sean o no discursivas, en tanto que la fijación del acontecimiento y su cristalización se efectúan a partir del momento en que es nombrado, constituyendo una relación esencial entre lenguaje y acontecimiento (Dosse, 2013; 2012). La pregunta es entonces por las diversas modalidades de fabricación y de percepción del acontecimiento, a partir de su trama textual. En este punto, la tarea es evitar la trampa que busca establecer una relación de causalidad simple y mecánica entre el acontecimiento descrito y sus efectos; en tanto que lo posible no preexiste, siendo más bien creado por el acontecimiento (Deleuze 2003 en Dosse 2012). Por su parte, Rousso (2018) advierte que el término catástrofe debe ser entendido tanto como un cambio como una resolución o desenlace, inscribiendo esta lectura en una visión discontinua de la historia, en ruptura con la lógica moderna que descansa en la idea de continuidad hacia el progreso. Agregando que, cada vez que se produce un acontecimiento, lo
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bastante eminente para explicar su pasado, acontece la historia; solamente entonces, el desorden de las eventualidades pasadas se presentan en forma de un relato posible de ser contado porque tiene principio y final. De modo que “Lo que el acontecimiento revela es un comienzo que pertenece al pasado, que había permanecido oculto; el acontecimiento ilustrativo solo puede aparecer frente a los ojos del historiador como el término de este principio que acaba de sacar a la luz. Solamente cuando sobrevenga en la historia a futuro, un nuevo acontecimiento, tendrá lugar este “final” que se revelará como un comienzo ante los ojos de los futuros historiadores” (Arandt Hannah, 1990 en Rousso, 2017, pág. 25). Recogiendo lo anterior, para efectos del análisis propuesto en este texto, el desastre será entendido como un acontecimiento ejemplar, un disrruptor de la trayectoria lineal, que actúa como registro de observación de procesos de producción territorial y, a su vez, como revelador de una desordenada trama de acontecimientos omitidos u ocultos tras dicha trayectoria, permitiéndonos dar cuenta de sus articulaciones, tensiones y emergencias. Se trata, en definitiva, de observar la interrupción del continuo territorial-funcional de producción de un orden socio-espacial previo que se torna visible tras el desastre sísmico. Se presentan a continuación antecedentes generales respecto al escenario de ocurrencia y posteriores emergencias tras el terremoto y maremoto del 27 de febrero del 2010, intentando dar cuenta tanto de los elementos materiales y discursivos que moviliza como de sus huellas. Luego, se aborda en particular el caso de Constitución, uno de los territorios más afectados tras dicho acontecimiento.
La irrupción del acontecimiento: El terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010 El 27 de febrero del 2010 los territorios de la zona centro sur de Chile sufrieron el impacto de un terremoto magnitud 8.8 en la escala de Richter y un posterior maremoto, entre ambos cobraron 521 vidas y dejaron 2 millones de damnificados en términos materiales (Ministerio del Interior, 2010). El escenario político en el que acontece el desastre es precisamente el
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periodo de transición entre el término del primer gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) y el comienzo del primer gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014). De modo que, el gobierno de Sebastián Piñera, comienza con la tarea de reconstruir el país luego de la tragedia del 27 de febrero. Tarea que asume desplegando una serie de instrumentos destinados a hacer de la reconstrucción un proceso rápido y eficiente; entre tales instrumentos se encuentra la propuesta de un Plan de Reconstrucción que considera “reasignaciones y la solidaridad del mundo de la empresa privada” (Fuentes y Shüler, 2014, pág. 31). Dicho plan, publicado en agosto del 2010, declara que reconstruir es “una oportunidad para planificar el futuro y conservar el pasado y que tanto el sector privado, la sociedad civil y los gobiernos locales son parte fundamental de un proceso que es, ante todo, un proceso social” (Gobierno de Chile, 2010). En concreto, el diseño del Plan de Reconstrucción post 27/F propone un conjunto de instrumentos de planificación urbana, cuya fuente principal de financiamiento recae en agentes privados de la economía nacional y local (Fuentes y Schüler, 2014). Luego, a dos meses de ocurrido el desastre, se anuncia la entrega de la responsabilidad de formular los planes maestros de planificación urbana post-desastre a trece de las más grandes empresas del país. De este modo, el Comité de Reconstrucción (integrado por los ministros de Hacienda, del Interior, de Educación, Obras Públicas y parlamentarios de gobierno y oposición), deja la planificación de la ciudad de Constitución en manos de Arauco S.A (ligada a la familia Angelini); Talcahuano en manos CENCOSUD (de Horst Paulmann); y Talca en manos de la inmobiliaria El Bosque (del grupo Hurtado Vicuña) (Fuentes y Schüler, 2014); todas ellas con importantes intereses económicos en las respectivas localidades asignadas (Salgado, 2016). Entre los planes maestros de reconstrucción se encuentran los Planes de Reconstrucción Sustentable (PRES), correspondientes a alianzas públicoprivadas que se caracterizan por: 1) ser un consorcio integrado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, la municipalidad local, y un donante privado que financia el plan; 2) estar organizados generalmente en torno a un estudio de arquitectura contratado por el donante privado, pero responsable ante el consorcio; a su vez, no son jurídicamente vinculantes, por tanto,
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mientras fueron los encargados de diseñar una visión de ciudad, no eran responsables de la construcción real de los proyectos planteados; 3) tenían que ser entregados en 90 días, el plazo se basa en el supuesto de que tres meses es el umbral de la fase de emergencia; 4) tenían el mandato de asegurar un proceso participativo (Tironi, 2014). Dentro de estos planes, de acuerdo a lo señalado por Tironi, el PRES de Constitución se convierte en el símbolo de lo que parecía una innovación política histórica, una oportunidad para dar cuenta de las capacidades para responder de forma eficiente e innovadora a la catástrofe. En cuanto a la restitución de las viviendas, se operó con los tradicionales subsidios incorporando variaciones que hacen referencia a dos nuevos tipos: reparación y reconstrucción, dejando en manos de las familias la elección de la localización dentro de las alternativas disponibles, gran parte de ellas concentradas en zonas periféricas con escaza dotación de servicios y conectividad. Por su parte, la construcción de estas nuevas viviendas cae en manos de empresas privadas. Al respecto, Letelier y Boyco (2011), advierten que la reconstrucción se transformó en un negocio que actuó incorporando un nuevo stock de suelo urbano a la actividad inmobiliaria y vinculando la demanda de vivienda a la oferta de vivienda barata. Al poco tiempo de ocurrida la catástrofe del 27/F, Gabriel Salazar 3 advertía que Piñera tenía dos alternativas para reconstruir el país: desde el Estado, engrandeciendo el rol de éste y, por tanto, cambiando el modelo vigente o, desde el mercado, llamando a licitaciones públicas para dejar la reconstrucción en manos del empresariado privado. El carácter del Plan de Reconstrucción y la modalidad de los nuevos instrumentos de planificación dejan en evidencia la elección de la segunda alternativa. Lo anterior se traduce en un proceso de reconstrucción que operó mediante una relación entre el Estado y la ciudadanía tal como si fuese un vínculo entre clientes, mediada por empresas a las que el estado a delegado atribuciones para la provisión de bienes y servicios de manera similar a la del mercado (O´Donnell, 2008), bajo una lógica gerencial que toma prestados los dispositivos del sector privado, najo el pretexto de la “eficiencia”. En palabras de Imilan y Fuster (2014), el resultado es un rol protagónico del (3) | Entrevista publicada en www.elciudadano.cl el 29 de abril de 2010.
empresariado y en la suma de esfuerzos individuales y descoordinados,
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que se cristalizaron en una escaza pertinencia de las diversas acciones desplegadas. En lo que sigue, se observará el proceso de diseño y ejecución del PRES Constitución, dando cuenta tanto del escenario en el que este dispositivo se despliega. Reconstrucción de Constitución tras el desastre sísmico del 27 de febrero de 2010 La comuna de Constitución, localizada en la VII región del Maule (Figura 1), fue afectada tanto por el terremoto como por el posterior maremoto del 2010; las cifras que declara el PRES de la comuna indican que fallecieron 100 vecinos y el 80% de la ciudad quedó en ruinas (PRES Constitución, 2010).
Figura 1:
Ciudad de Constitución, Chile.
Fuente:
Aliste, et al., 2019.
Tal como se ha señalado anteriormente, durante la fase de reconstrucción la empresa forestal Arauco asume un rol protagónico en la fase de diseño
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y financiamiento del PRES de Constitución. Empresa que es dueña desde la década del ochenta de la planta de Celulosa Arauco Constitución, localizada en el centro de la ciudad desde la década del setenta y que se abastece principalmente de las plantaciones forestales que ocupan cerca del 50.4% de la superficie total comunal (INFOR, 2017). Lo anterior, lleva a que la empresa forestal defina la comuna de Constitución bajo la categoría de “territorio fundacional”, concentrando parte importante de programas e intervenciones territoriales de la empresa (Forestal Arauco S.A, 2018). De modo que, además de concentrar la propiedad de la tierra y la producción, Arauco ha desplegado dispositivos de intervención territorial con incidencia directa en la comuna, entre ellos se encuentran la Fundación Educacional Arauco, la Fundación Acerca Redes y el Plan de Vivienda para Trabajadores; por lo tanto, dentro de las áreas de influencia del accionar de Arauco es posible identificar: la responsabilidad social corporativa; la construcción de viviendas sociales, la red de distribución de sus productos; la mantención de la biodiversidad del bosque nativo; la producción de energía limpia; la contribución al desarrollo de la educación en las comunidades en las que está inserta (labor que desarrolla a través de la Fundación Educacional Arauco); el bienestar de las propias comunidades y, después del terremoto, el Plan de Desarrollo Sustentable para la ciudad de Constitución (Aravena y Sepúlveda, 2011). En este escenario, el PRES se presenta como una oportunidad para planear una imagen del territorio que permita guiar el proceso de reconstrucción, estableciendo una cartera de proyectos que, entre otras cosas, implican la relocalización de viviendas4 , la delimitación de zonas de riesgo, el diseño (4) | En general, el proceso de reconstrucción de la comuna contempló el desplazamiento de población que habitaba en sectores céntricos hacia la periferia, desplazamientos que se traducen en un total de 2.247 relocalizaciones (Prieto, 2015). (5) | El Plan de Reconstrucción Sustentable significó la construcción de un Teatro, una Casa de la Cultura, un Biblioteca y el mejoramiento de infraestructura pública (Parque Borde Fluvial, Avenida Costanera del Mar, entre otros). Ver: http://presconstitucion.cl/ proyectos/ (6) | El grupo Angelini (dueño de Arauco) es accionista mayoritario de Elemental (con un 40% de las acciones), firma de arquitectura reconocida por “revolucionar” el modelo de las viviendas sociales en Chile.
y fomento de proyectos productivos detonantes e inversión en infraestructura, equipamiento comunitario y conectividad5 (Imilan y Fuster, 2013). Para su diseño, Arauco contrató a Elemental6 , reconocida firma chilena de arquitectura y ARUP, prestigiosa empresa de ingeniería, lo que de acuerdo a Tironi (2014), le otorgó una capacidad técnica que el Estado jamás habría logrado igualar, a lo que se suma un enfoque de largo plazo que lo convierten en un avance político único. Tal como lo señalan Aravena y Sepúlveda (2011), lo que pretendía el PRES es que los vecinos de Constitución pudiesen ver una ciudad mejor y en cuyo plan maestro ellos mismos hayan
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participado; por tanto, el PRES se definió como un plan que apuntaba a la excelencia, a la viabilidad y a la participación social. Sin embargo, el informe final del PRES estima una participación que representa sólo el 1,6% del total de residentes de 19 años o más (Tironi, 2014). A esto se suma una participación concebida en sus niveles más básicos (principalmente informativa y consultiva), lo que finalmente se traduciría en una alta disonancia entre los proyectos contemplados por el plan y las aspiraciones y demandas de la población (Fuentes y Shüler, 2014; Imilan y Fuster, 2014). Un aspecto relevante a considerar es que para llevar a cabo el proceso participativo que contemplaba el diseño del PRES, Arauco trabaja con la consultora Tironi & Asociados, con quienes mantenía un vínculo previo a la ocurrencia del desastre, en el marco del proceso de preparación y capacitación en los ámbitos exigidos por la certificación internacional Forest Stewardships Council (FSC); en este contexto, el trabajo desplegado por la consultora consistía básicamente en la identificación de controversias en los territorios donde se encuentra localizada la empresa. Los procesos de certificación forestal, entre las que se encuentra la certificación FSC, implican la reconfiguración de prácticas, discursos y lenguajes (Carrasco, 2015), siendo precisamente este tipo de reconfiguraciones las que la empresa buscaba llevar a cabo antes de la ocurrencia del desastre. De modo que, en el marco de estas asesorías, la catástrofe del 27 de febrero de 2010 es abordada como una nueva “controversia”, consolidando un nuevo modo de operar, una nueva imagen corporativa y un nuevo rol en tanto actor visible del territorio o, en palabras de Arauco, “un buen vecino” (Aliste et al., 2019). Luego de someterse al proceso de certificación, la empresa obtiene el sello de manejo forestal en septiembre de 2013 con una vigencia de 5 años. Al respecto, un ejemplo icónico de las transformaciones que experimenta la empresa es el foro realizado posterior al terremoto (en el marco del diseño del PRES), en el que se discutió la localización de la planta de celulosa. Aquella ocasión, fue la primera vez que la empresa, personificada en uno de sus gerentes, se reunía a dialogar con “sus vecinos”. Hoy la planta de celulosa, emplazada en el mismo lugar hace más de 40 años, se encuentra abierta a la comunidad, ofreciendo recorridos guiados por sus instalacio-
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nes. En esta misma línea, un año después del desastre, Arauco publica el libro “Nuestro terremoto: el camino de reconstrucción de una empresa y la comunidad después del 27/F” escrito por los periodistas Alfredo Sepúlveda y Francisco Aravena, donde narran el proceso de recuperación tras la catástrofe, el rol protagónico asumido en el proceso de reconstrucción de la ciudad y las reestructuraciones internas que vivió la empresa, comparando lo que hizo Arauco con el PRES con el despliegue de Wal Mart en Nueva Orleans luego del paso del Huracán Katrina. En esta línea, el Sub gerente de Asuntos Públicos de Arauco, refiriéndose al cambio que experimentó la empresa luego del terremoto y maremoto del 2010, señala: “A nosotros hoy día después del terremoto la comunidad nos quiere (…) el terremoto marcó un antes y un después, antes no teníamos la visión que tenemos hoy día” (Sub gerente Asuntos Públicos Celulosa Arauco, Constitución, 20167 ) Los antecedentes entregados permiten observar como el desastre/acontecimiento, desde la significación que le otorga la empresa, se transforma en oportunidad para posicionar una nueva imagen corporativa y extender su área de influencia en el territorio, convirtiéndola en actor visible y cercano a la comunidad. Una lectura crítica de dicha oportunidad la encontramos en la ONG Sur Maule, quienes advierten: “(…) respondía a un interés más bien circunstancial, a la circunstancia de que está la oportunidad para que ciertas empresas privadas demuestren que tienen cierta responsabilidad social y nos regalen este plan de reconstrucción. En el caso de Constitución, qué es lo que a uno se le viene inme(7) | Entrevista realizada el año 2016 en el marco del Proyecto Anillo Soc1404 “Dinámicas naturales, espaciales y socio-culturales: perspectivas sobre los conflictos socio-ambientales en territorios forestales de Chile, 1975-2014” (8) | Entrevista realizada el año 2017 en el marco del Proyecto Anillo Soc1404 “Dinámicas naturales, espaciales y socio-culturales: perspectivas sobre los conflictos socio-ambientales en territorios forestales de Chile, 1975-2014. Sur Maule, corresponde a una ONG que entre sus líneas de acción prestó apoyo técnico y político a la ciudadanía afectada por los impactos del terremoto y maremoto del 2010 en la Región del Maule.
diatamente a la mente: la CELCO, que es una empresa que ha provocado un daño ecológico irreparable a la ciudad y hoy tiene la oportunidad de mostrar que está regalando un plan de reconstrucción y ayuda a generar una imagen”. (Sur Maule, Talca, 20178 ) En definitiva, el desastre ayudó a la generación de una nueva imagen corporativa, la reconfiguración materia y simbólica de la ciudad, el despliegue de una nueva forma de vinculación con la comunidad y, de paso, a comenzar a narrar una nueva historia: la historia de una empresa que se recons-
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truye junto a sus vecinos.
CONCLUSIONES Ahí donde emerge el acontecimiento observamos el enfrentamiento del pasado con el tiempo presente, dando lugar a lo inédito. Ahora bien, los restos del pasado no constituyen simplemente una especie de esclavitud de circunstancias anteriores, tal como advierte Santos (2000); serían más bien huellas que reaparecen y se reinterpretan, dando lugar al desenlace contingente. De modo que, cada desastre, en tanto acontecimiento, devela una serie de elementos que se encuentran presentes, omitidos u ocultos, en cada territorio donde acontecen. Desde ahí, la invitación es a leer el desastre no sólo a partir de sus efectos, sino también desde los elementos que revela y actualiza, observando su articulación con los elementos emergentes tras su ocurrencia. Esta lectura nos permitiría aproximarnos al carácter dinámico y singular de configuraciones territoriales siempre inéditas. El caso observado, si bien está cargado de elementos que son comunes al resto de los territorios afectados por el terremoto y maremoto del 27/F, ha tenido un desenlace que no se replica en otros territorios. Por tanto, entender qué ocurría antes de la catástrofe, identificar sus dinámicas previas así como sus actores, materialidades y sentidos, ayuda a comprender por qué el Plan de Reconstrucción Sustentable de Constitución logró consolidarse como un caso ejemplar entre los diversos instrumentos desplegados desde el gobierno, por qué la figura de alianza púbico-privada para la reconstrucción se consolida como la opción más efectiva a la hora de reconstruir territorios y por qué es Arauco quién asume esta tarea. A juicio de Tironi (2014), el PRES fue pensado como oportunidad para la demostración pública e icónica de un modelo de reconstrucción que debía ser replicado en otras localidades, pero es en Constitución donde el desastre se articula espacio-temporalmente con procesos y actores que permiten su consolidación. Hoy, a casi nueve años de su ocurrencia, Constitución ha cambiado en términos materiales y simbólicos; desde la lectura de la empresa el terremoto fue una oportunidad, queda ahora observar las
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consecuencias que tiene en el habitar este modo de producir territorios, las implicancias políticas de las atribuciones otorgadas al privado y lo impactos de la consolidación de la empresa como actor protagónico de los territorios donde se inserta. Finalmente, el desastre en tanto acontecimiento permite articular el relato de un territorio, cuyo actor protagónico encuentra en el desastre el fin y comienzo de su propia historia; historia que leemos en su libro, en sus declaraciones públicas, al interior de sus instalaciones y en las calles, edificios y casas de la nueva ciudad reconstruida. Territorio que continúa modificándose en el desorden de múltiples nuevos acontecimientos.
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Presentando y pensando un modelo cultural de respuesta ante catástrofes Gonzalo Díaz
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Resumen En este texto presento y discuto brevemente la propuesta sobre un modelo cultural de respuesta ante catástrofes, propuesto por Susanna Hoffman (1999). Para ello se presentan algunos antecedentes sobre una antropología de las catástrofes como también reflexiono en torno a los contenidos fundamentales de la propuesta de Hoffman. Este modelo, si bien es en gran parte teórico, permite situar y caracterizar fases recurrentes de etapas pos-catástrofes. Reconocer estos “periodos” y las formas o estados de respuesta/recuperación permite tanto re-elaborar propuestas de intervención o bien repensar políticas púbicas; mientras que por otro lado, permite situar experiencias aparentemente “únicas” de respuesta en modelos comparativos.
Palabras Claves: Modelo cultural de respuesta y recuperación frente a catástrofes, desastres socionaturales, antropología.
Abstract
(1) | Gonzalo Díaz Dr. en Antropología Social (Universidad de Brasilia), Académico y Director del Magister en Antropología del Departamento de Antropología de la Universidad Católica de Temuco / Investigador del Núcleo en Estudios Interétnicos e Interculturales (Neii) de la Universidad Católica de Temuco. gdiazcrovetto@uct.cl
Revista Eltopo. No.10. 2019 :(pp.76 - 91) ISSN:0719-3335 77
In this text I present and briefly discuss the proposal on a cultural model of response to catastrophes, proposed by Susanna Hoffman (1999). For this I present some background on an anthropology of catastrophes, as well I discuss part of the fundamental contents of Hoffman’s proposal. The model, although largely theoretical, allows to locate and characterize the recurrent phases of post-catastrophe stages. Recognizing these “periods” and the forms or states of response / recovery allows both to re-elaborate proposals for intervention or to rethink public policies; while on the other hand, it allows to place apparently “unique” response experiences in comparative models.
Keywords: Model of cultural response to disaster, socionatural disasters, anthropology.
Presentando y pensando un modelo cultural de respuesta ante catástrofes
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INTRODUCCIÓN “La recuperación de las personas en las secuelas de desastres constituye la cara de Jano de una catástrofe mayor, el rostro social, colocado sobre la realidad física. Puede ser una época no solo de devastación material sino también social, de fragmentación y de desesperación. Para muchos, también puede ser, notablemente, un momento de cohesión social, propósito y casi gloria2 .” (Hoffman 1999:134) Sin duda, hoy en día, con cada vez mayor intensidad, recurrencia y capacidad devastadora, las comunidades locales, la sociedad civil y las instituciones gubernamentales se ven afectadas, de formas distintas, por amenazas de origen natural o tecnológico que pueden tener impactos desastrosos. Algunas de estas amenazas, tienen directa relación con las formas como las sociedades han intervenido el medio ambiente. La exposición y la afectación de estas amenazas puede reconocerse como socialmente diferenciada, donde condiciones de vulnerabilidad hacen visible una mayor exposición a riesgos de grupos humanos situados en configuraciones de desigualdad y marginación social (García Acosta 2002, 2005). Así, para el caso latinoamericano, parece prudente que se tome en cuenta las condiciones de diferencia que se han tejido en torno a configuraciones raciales, étnicas y de clases en los distintos contextos locales y nacionales. García Acosta reconoce que un incremento en “desastres” significa en realidad un incremento en la vulnerabilidad de las sociedades que sufren calamidades (2002:61). Por otro lado, la rapidez y la violencia de los impactos por detrás de muchos desastres socionaturales, deja de manifiesto la necesidad de conocer elementos transversales y recurrentes de respuesta que puedan existir en los planos culturales y sociales por parte de las “comunidades afectadas”. Por ello, en este texto busco dar a conocer el modelo cultural de respuesta ante catástrofes propuesto por la antropóloga Susanna Hoffman3 , quien tiene una larga experiencia en el estudio sistemático de las catástrofes. Conocer y problematizar las respuestas culturales puede posibilitar una futura
(3)| PhD en Antropología, University of California, Berkeley. Tiene una trayectoria destacada en actividades de investigación, consultoría y divulgación científica en el campo de las antropologías de las catastrofes. Es co-editora de dos obras de gran envergadura sobre la temática, ambos con Anthony Oliver-Smith, otro destacado antropólogo del campo de los desastres, dichas obras son: The Angry Earth (1999, Routledge) y Catastrophe and Culture (2001, School of American Research); además claro de un sin número de capítulos de libro, artículos científicos e informes técnicos.
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discusión sobre las formas que puedan interactuar las políticas y acciones de recuperación interpuestas tanto por parte del gobierno, como de organizaciones no gubernamentales. Así, el reconocimiento y la discusión sobre un modelo cultural de respuesta, puede presentar utilidad para distintos actores, situados en diversos sectores y posiciones, como por ejemplo: para las propias comunidades afectadas por un desastre y para las comunidades parcialmente afectadas, para el personal técnico administrativo de agencias estatales y no gubernamentales envueltos en tareas de apoyo y contingencia, para grupos de investigación sobre catástrofes, para diseñadores de planes de manejo y respuesta de desastres, entre otros públicos posibles. El modelo puede aportar también para disminuir las brechas de entendimiento que suelen darse entre los afectados y quienes estén actuando en contener los efectos humanos y sociales de los grupos afectados. Al respecto, nótese que: “Una de las dimensiones más problemáticas de la asistencia en caso de desastres es que, como el desastre mismo, la tarea conlleva múltiples perspectivas. La víctima del desastre no interpreta la asistencia por desastre de la misma manera que la agencia que la proporciona4 .” (Oliver-Smith y Hoffman 2011:16). Sin duda, la multidimensionalidad del fenómeno de los desastres originados por causas naturales o tecnológicas, ha sido enfrentada por diversas perspectivas en la antropología y en general en las ciencias sociales5 . Entre otras posibilidades, los estudios y reflexiones teóricas han centrado sus esfuerzos a: reconocer lo procesual del evento (conllevando por tanto a perspectivas de estudio diacrónicas); plantearse el establecimiento de vulnera(4) | La cita original corresponde a: “One of the most problematic dimensions of disaster assistance is that, like the disaster itself, the task carries with it multiplicity of perspectives. The disaster victim does not interpret disaster assistance in the same way the aid agency does).” (5) | Existe una antropología de los desastres bastante desarrollada, en específico para el caso de Latinoamérica, se destaca el trabajo realizado desde LA RED (García Acosta 2002, Díaz Crovetto 2015, Celis et al 2017).
bilidades diferenciadas; a proponer modelos de riesgo; a problematizar la forma como comunidades han sido expuestas e impuestas a nuevas formas de amenazas y riesgos; a explorar las bases culturales y morales en torno al desastre; focandose particularmente en las formas de comportamiento desarrolladas durante los periodos post-catástrofes. El modelo propuesto por Hoffman (1999) se inserta en parte en esta última perspectiva, de explorar a nivel de comportamiento colectivo e individual, comprendido sociológica y
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culturalmente a partir de etapas que significan y dan cuenta de alteraciones de la experiencia de constituirse como “comunidades afectadas” o “sobrevivientes”. La síntesis del modelo, permite ser accesible al castellano un material potencialmente didáctico, que junto con otras lecturas teóricas y de casos, puede servir como material de trabajo, que puede ser contemplado para la formulación de estudios para pensar políticas públicas nacionales más integrales o bien como recurso pedagógico. De igual forma, esta sistematización permite ver cómo la elaboración de modelos teóricos puede contribuir a generar conocimientos prácticos y aplicados, como reconoció tempranamente Wallace (1956): “Para poder comparar los desastres, clasificar sus variaciones y determinar cómo actúan e interactúan los factores constituyentes, es necesario formular un modelo teórico general que defina cuáles son estas dimensiones y factores6 .” (p.18).” Por último, específicamente sobre el esquema, la propia autora, lo sitúa como un “modelo ideal”, levantado desde su propia experiencia como investigadora de larga data con la temática de las catástrofes, junto con situarse ella misma como una sobreviviente. Hoffman advierte que para algunos casos, la forma de respuesta refleja más bien cómo algunos periodos y fases del modelo pueden converger y mezclarse, además no todas las fases descritas en el modelo son necesariamente experimentadas por todos los sobrevivientes. A continuación se presentará primero una síntesis de cada fase del modelo propuesto, para luego hacer una discusión final de la propuesta7.
Modelo de respuestas culturales frente desastres Hoffman (1999) propone un esquema general de respuesta y recuperación de catástrofes; un modelo cultural que identifica diferentes momentos postdesastre y que puede ser comprendido en tres fases:
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La crisis: fase de recuperación primaria.
2)
El nexo de las secuelas.
3)
Camino para el fin.
(6)| En la cita original el texto correspondiente es la siguiente: “In order to compare disasters, classify their variations, and determine how constituent factor act and interact, it is necessary to formulate a general theoretical model which defines what these dimensions and factors are.” (7)|Naturalmente recomiendo leer la versión extensa y original propuesta por la autora en inglés.
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Para Hoffman cada una de estas fases está subdividida y la duración de ellas dependerá de la naturaleza del desastre. La autora construye este modelo a partir de reflexiones generadas sobre una extensa revisión bibliográfica, la participación en estudios y asesorías y también, a partir de una vivencia personal de desastre (Hoffman & Díaz Crovetto 2017). A continuación se presentan los puntos más relevantes para cada uno de estas fases.
1) La crisis: fase de recuperación primaria La primera fase se sitúa como la individualización de la vivencia de la catástrofe, tratase de un momento del “becoming”, de situarse y reconocerse como “victimas” o “afectados”, vivenciado un periodo liminal de transformación durante las primeras horas o primeros días luego de la catástrofe. Seguido de este momento, la autora reconoce un comportamiento en pro de una unidad, reconociéndose unos a otros en su misma situación de afectados, ayudando sin importar los precedentes anteriores que existiesen entre ellos, generándose entonces, un vínculo emocional que les permite cubrir las necesidades entre ellos para que nadie se sitúe en desventaja, como por ejemplo, las relativas a alimentación vestuario y pernoche. Este sentido de unidad, generaría un momento de euforia, de compartir como nunca se compartió, generando expectativas y posibilidades de superación, por tanto, este momento suele resguardarse de una forma especial en la memoria. En este momento, para Hoffman los afectados suelen establecer relaciones con las comunidades vecinas, que les garanticen condiciones para sobrevivir. De hecho, ha de comprenderse que el momento pos-desastre tiene una durabilidad, muchas veces indeterminada y propia de cada caso; de un tiempo de incertidumbres. Por último, resulta significativo considerar que durante este periodo, las víctimas suelen identificarse con algún propósito en común, de sentido o demanda colectiva.
2) El nexo de las secuelas La segunda fase sería más duradera para Hoffman, que según las especificidades del evento, suele durar entre meses y años; y es cuando se des-
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vanece el estado “utópico” y “eufórico” anterior. En esta fase, se consolida la cohesión de grupo y los intereses colectivos manifestados anteriormente. Hoffman apunta que en esta fase suelen aparecer una definición, o una clasificación moral si pensamos en términos de Douglas (1996a, 1996b), para describir el status y la condición de ser parte de un grupo de víctimas (i.e. si se destruyó la casa, si efectivamente vivían en lugar del desastre, etc.). La segunda fase es también el periodo cuando las personas comienzan a reconstruir sus vidas, las respuestas de las victimas estarán marcadas a partir de sus condiciones pre-desastre, o sea de sus propios marcos etnohistóricos, políticos, ecológicos, de estructuras sociales locales, de sus formas de organización política, de sus condiciones económicas (Hoffman, 1999, p.142) y de las relaciones territoriales anteriores y las nuevas que se puedan conformar. Tal vez, uno de los aspectos más importantes de esta fase descritos por la autora, radica en que en este periodo se constituirían ciertas premisas fundamentales asociadas tanto con volver al lugar de morada original, como también a que las cosas sean como eran antes. La autora distingue que el grupo suele demarcarse y afirmarse al conjugar el nosotros en sus posibilidades discursivas y en la consolidación de sus demandas, reafirmando con ello la cohesión y unidad del grupo (Hoffman, 1999, p.143). Durante esta fase suelen aparecer “ritos y rituales de sobrevivencia”, algunas veces enmarcados en sentidos anteriores, otras incorporando nuevos sentidos y contenidos. En muchas ocasiones, los integrantes de este grupo cohesionado tienen dificultades en compartir con personas que están fuera de la experiencia, o sea, de los sentidos de la experiencia de la catástrofe y los traumas asociados a éste, lo que releva lo totalizante que son estos eventos. Así, aislados en el espacio, desgatados en su lucha y por sus intereses, se suelen transformar en grupos sociales marginales (Hoffman, 1999, p.144). Tal vez, uno de los escenarios más complejos de esta fase, recae en el proceso de las relaciones que se establecen con las agencias para tratar y superar los efectos del desastre, que pueden tanto aliviar las condiciones, o bien, acentuar las dificultades y transformarse en un nuevo desastre (ibid). Así, en muchas ocasiones, las agencias del Estado suelen ser vistas como adversarias o enemigas de los afectados, pues no com-
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prenden, restringen o “niegan” lo que ellos necesitan, las restituciones. Parte también de esa construcción de adversario-enemigo, radica exactamente en que, en muchos casos se les prohíbe el retorno a sus casas o formas de vida. Otro elemento importante a distinguir en esta fase está relacionado con la alteración de las relaciones o, al menos, las formas de otredad con las comunidades vecinas, la fase solidaria de estas suele decantar para una fase de re-sentimiento, pues observan que los afectados son ayudados “excesivamente por el gobierno”, “reciben de todo, y por nada”, siente que hubo traición por parte de las víctimas, pues ellos no reciben ayuda ninguna, abriendo por tanto un nuevo foco de conflicto para los afectados del desastres, reconocidos como flojos y ladrones. Con el tiempo y por motivos diferenciados, el grupo cohesionado suele fisionarse, muchas veces, a partir de las dinámicas establecidas en relación a las agencias externas y a los beneficios que estas pueden ir otorgando, alterando, en muchos casos, alianzas y lealtades, y en otros, re-estableciendo, desigualdades (Hoffman, 1999, p.148). También suelen re-aparecer viejos o nuevos liderazgos y el posicionamiento de ciertos grupos con intereses determinados a partir de nuevos re-ensambles sociales.
3) Camino para el fin Finalmente sobre la fase 3, Hoffman distingue que es difícil determinar en qué momento se pasa de una fase a otra, o bien, la durabilidad de ésta. Se caracteriza, por una tendencia general al re-establecimiento de las vidas de la mayoría de los afectados, de volver a casa y de volver a sus trabajos. Sin duda, el desastre ha dejado huellas, muchas casas aún se mantienen devastadas o bien parcialmente re-constituidas, de hecho se requieren años para sobrepasar los impactos devastadores de los desastres. Muchos de los habitantes no retornan y suele acontecer que algunos matrimonios se divorcien. Es un periodo, por tanto, donde los efectos psicológicos y emocionales salen a flote, antes contenidos por la inmediatez de la urgencia de sobrevivir y salvaguardarse. De cualquier forma, este sería el periodo donde suele haber un término o al menos una tendencia al término de las acciones
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y salvaguardia de las agencias; las victimas del desastres se re-integran a la sociedad, y muchos de los grupos cohesionados pierden su vigencia e intención, disminuyendo tensiones, segmentaciones y oposiciones. Hoffman también apunta que los afectados suelen definir marcos de sentido de la experiencia vivenciada. En este periodo suelen redefinirse las nociones de identidad versus vulnerabilidad, formulando nuevos sentidos de riesgo. El re-asentamiento suele verse como algo lento, y muchas veces suelen haber incriminaciones con el Gobierno de turno por la tardanza en permitir aquello, en la medida que la tardanza puede haber afectado a alguna familia para retornar. En dicho periodo suelen resguardarse objetos que hacen recordar la calamidad. En este momento suele reinar también un sentido de superación de la calamidad, donde para la autora, los momentos más difíciles estarían superados y mientras se estaría a la espera de un futuro mejor.
Pensando el modelo y la respuesta cultural de una comunidad afectada “Personas y comunidades de todo el mundo han formulado históricamente construcciones culturales para enfrentar desastres reales y potenciales. No son, y no han sido, actores pasivos frente a los desastres, ya sea en sus respuestas o en la formulación del concepto de desastre en sí. Tales construcciones culturales son parte de la vida cotidiana y, como tales, deben ser comprendidas, consideradas y explicadas8.” (García Acosta 2002:50.) El modelo propuesto tiene como una de sus riquezas, la capacidad de ir situando una perspectiva de vivencialidad de las personas y comunidades afectadas, las fases, más que el transcurso del tiempo, presentan el transcurso de dinámicas sociales y culturales. Entre ellas se pueden leer y problematizar otros elementos complementarios a partir de nuevos estudios o casos. También resulta importante entender y significar la brecha real que existe entre la formulación de políticas, las formas que el Estado se plantee la “recuperación” de la comunidad afectada y los intereses que tenga la propia comunidad afectada. La brecha entre ambos es real, y se configura, entre otras posibilidades, en modelos de reconocimiento y percepción de
(8)| En el original del texto se presenta de esta forma: “People and communities all over the world have historically formulated cultural constructions to confront real and potential disasters. They are not, and have not been, passive actors in the face of disasters, either in their responses or in formulating the concept of isaster itself. Such cultural constructions are part of everyday life and as such need to be understood, considered, and explained.”
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riesgos diferenciados (Douglas 1996a, Díaz Crovetto 2015). El modelo propuesto puede ser considerado entonces como un ejercicio por preguntarse sobre la “permanencia” significativa de elementos que pueden configurar fases y partes de un modelo de respuesta y recuperación. Con ello, nos permite a la vez repensar lo cultural y sociológico asociado a las comunidades afectadas; de cómo el desastre revela dinámicas sociales y culturales determinadas. Al mismo tiempo, el modelo puede permitir, que una vez reconocidas las fases, se puedan generar alteraciones en dichos planos. Comprender aquello nos permitirá generar marcos y políticas informadas frente a comunidades afectadas y sus procesos de respuesta y recuperación, lo cual permitirá a su vez, que se mitiguen nuevos riesgos y que no se generen otros nuevos como suele suceder (Oliver-Smith 1995, Oliver-Smith & Hoffman 1999, García Acosta 2002). Puntualmente, cabe distinguir algunos elementos claves propuestos en las fases del modelo que pueden ser útiles para considerar intervenciones en torno a las comunidades afectadas. En relación a la Fase 2, cabe nota la importancia situada en relación al significado cultural y territorial por parte de la comunidad afectada de retornar “al lugar de origen”, la imposibilidad del retorno suele trabar una lucha y un nuevo foco de conflicto (Díaz Crovetto 2015), usualmente, como propone Hoffman (1999), por la dificultad en asumir por las distintas autoridades gubernamentales la importancia que el lugar tiene para las comunidades afectadas y en general, para todas las personas – de ahí la importancia en pensar y considerar las relaciones territoriales en los estudios y casos de desastres (Celis et al 2017). De igual modo, se torna significativo, más allá de la respuesta emergencial, trabajar una respuesta de la catástrofes en planos de acción temporales diferenciados, que visen atender “no sólo” lo emergencial, ni tampoco exclusivamente en la reconstrucción material, sino también en la recuperación de un tejido social y humano dañado con heridas que aparecen y reaparecen. Los planes de contingencia material, tanto los de reconstrucción, como los de prevención una vez reconocidos los múltiples focos de amenazas, deben ir también a la par, con planos de contingencia comunitaria y personal de la comunidad afectada, pues como se reconoce en el modelo, es durante la ultima fase, que puede ser meses o hasta años después del evento desastroso, que la
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secuelas emocionales salen a la luz con gran intensidad. Por otro lado, cabe destacar que el aspecto cultural relativo a los procesos de respuesta y recuperación, puede ser contemplado desde el aspecto simbólico, dónde para Hoffman podría considerarse que existe un simbolismo, usualmente local, asociado a las calamidades, que permite dar sentido, reconocer y finalmente resignificar la catástrofe (y la experiencia asociada a ella). Al respecto Hoffman propone: “(...) Una vez ordenada y dada una razón, a la calamidad se le puede dar contexto, contenido, emoción y significado, todo lo cual se considera importante para comprender la respuesta cultural al desastre. Hay, después de todo, un punto para la comunicación incluso cuando es denotativo. En el caso del desastre, ese punto es doble: el simbolismo del desastre permite la conservación de un mundo sociocultural y también su transformación9.” (Hoffman 2002, p.114). Cabe preguntarse también por lo que se describe en la segunda fase, en “el nexo de las secuelas”, en específico sobre la forma como las comunidades vecinas pueden tornarse enemigas o adversarias. Resulta interesante cuestionarse y considerar la importancia de reconocer los impactos intermedios o medianos que potencialmente pueden tener los desastres socionaturales en las “comunidades vecinas” o “aledañas” o bien las formas como el Estado y otras agencias centran su atención sólo en las “comunidades afectadas”. Las comunidades parcialmente afectadas parecen ser significativas a la hora de poder generar formas de cooperación, pero también de compensación, en la medida que ellas también han sido afectadas, si bien, no tan notoriamente. En ese plano creo que faltan lecturas de “comunidades” vecinas y aledañas a las zonas de impacto directo, que permiten pensar entonces redes y formas de cooperación a largo plazo; como al mismo tiempo disminuir el efecto negativo y disociativo que se pueda generar entre comunidades afectadas y vecinas. Distinguiendo para ello, una gradación de efectos e impactos para distintos ámbitos territoriales y comunitarios. De igual modo, el modelo requiere conocerse y repensarse desde formas y afectaciones interculturales, entre culturas y comunidades que coexisten en distintas formas y relaciones con su torno, desde materialidades y des-
(9)| En el original el texto aparece como: “(…) Once ordered and given a reason, calamity can be given context, content, emotion, and meaning, all of which figure significantly in understanding the cultural response to disaster. There is, after all, a point to communication even when it is denotive. In the case of disaster, that point is double-tined: disaster symbolism enables the conservation of a sociocultural world, and also its transformation.”
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de representaciones simbólicas concretas que hacen que unas y otras se distingan lo suficientemente para que reflejen formas distintas de clasificar y ordenar el mundo. Para Douglas (1996a), la percepción del riesgo refleja mínimos culturales de consenso que como todos, generan coherencia interna y diferencia externa, o sea, entre otros grupos que físicamente próximos, son culturalmente distantes entre si – dónde cultura debe comprenderse, entre otras cosas, desde las estrategias adaptativas que puedan tener grupos humanos frente amenazas y riesgo determinados (García Acosta 2011). Esto último, en otras palabras, significa que el Estado debe plantearse con seriedad la forma que representa y trata la comunidades afectadas. Debe entender que hay otras formas de significar la catástrofe también, más allá de las concepciones técnico-administrativas (Díaz Crovetto 2015). Esto lleva a la bien tratada consideración en la literatura del estudios de los desastres, que reconoce que hay una inflexión o distancia significativa entre lo que se cree una buena política, práctica o acción frente a las comunidades afectadas ha resultado en demasiados casos como una mayor catástrofe. Por último, junto con contemplar las riquezas que nos propone el modelo de Hoffman, no podemos dejar de considerar a los desastres socionaturales como procesos históricos, que pueden dar cuenta tanto de la situación de vulnerabilidad que enfrente determinada comunidad, como también lo importante de considerar formas anteriores de responder o recuperarse de la catástrofe. Dónde, para García Acosta (2002) la capacidad para recuperarse incluye aspectos sociales, culturales, ideológicos, políticos y económicos; mientras que la capacidad para que se materializase la recuperación depende de gran manera a través del desarrollo de estrategias adaptativas por parte una comunidad afectada (p.63). Esto se torna, a la vez, una propuesta teórica, de comprender el significado y desarrollo local de formas culturales de responder y recuperarse de catástrofes, como al mismo tiempo una orientación metodológica práctica porque propone re-teorizar siempre desde la experiencia local, desde la lógica local de preservarse, usualmente, transformándose, al menos, parcialmente. En fin, como podemos ver, el modelo propuesto abre posibilidades, permite complementarse con nuevas contenidos y formas. Pero sin duda, ayuda a ver recurrencias y vínculos entre etapas y procesos. Estimula, como lo
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requieren las catástrofes, que se puedan establecer relaciones posibles entre diferentes dimensiones, y de preferencia, en recortes temporales y espaciales. Hacer evidente la catástrofe requiere hacer evidente las formas culturales que la significan y que estimulan la recuperación del colectivo como entidad social y cultural. Pero como todo modelo, este siempre se puede contradecir e interpelarse para re-pensarlo nuevamente. Sin duda, ante la poca penetración que el campo de la antropología de desastres ha conseguido en el contexto nacional, este texto quiso ante todo, dar conocer una propuesta poco divulgada y que estaba restringida al inglés, para con ello, poder situarse en marcos reflexivos que orienten nuevas miradas y perspectivas para entender procesos de recuperación y respuesta poscatástrofes desde una perspectiva cultural y sociológica. Lo último permitirá por tanto, generar nuevas formas de intervenir y enfrentar dichos periodos. En sentido, parece vital llegar una comprensión más amplia de las formas, tiempos y conductas de respuesta de las comunidades afectadas en sus posibilidades de convergencia, sin prejuicio de situar el contexto de cada caso, para poder planificar de mejor manera distintas formas acción y respuesta desde políticas públicas, acciones emprendidas por organizaciones no gubernamentales, comunitarias y centros de investigación. La aplicabilidad del modelo, necesita, como todo tipo de modelo, que se conozca, para que se puedan discutir y pensar formas que puedan materializar o al menos dejar marcas en políticas y esferas públicas de acción e intervención. Permitiendo con ello, posibilitar futuras aplicabilidades y formas concretas para pensar, idealmente, participativamente, otras y nuevas formas de acompañar, intervenir y actuar en situaciones de desastres originados frente amenazas naturales o tecnológicas en particulares contextos territoriales de diversidad social y cultural.
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Revista Eltopo. No.10. 2019 : (pp.92 - 119 ) ISSN:0719-3335 92
Propuesta de norma técnica ambiental para la extracción de pétreos en Baja California: Caso de estudio Arroyo Las Palmas Alicia Ravelo 1
Adriana Álvarez 2
Resumen En este trabajo se describe el contexto de sobreexplotación de materiales pétreos que ocurre en Baja California, México, analizando el caso de la subcuenca del Arroyo Las Palmas ubicada en la frontera de los municipios Tijuana-Tecate y a pocos kilómetros de la frontera con California en Estados Unidos. Esta descripción establece las bases para proponer la declaración de una Norma Técnica Ambiental por el Congreso del Estado que establezca las condiciones para la explotación de bancos pétreos, así como los parámetros de diseño, explotación y las acciones de regeneración e impacto ambiental, partiendo del análisis de especialistas en hidrología, topografía y biología. Según el Registro Público de Derechos de Agua (REPDA) hay 16 concesiones autorizadas por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) a lo largo del cauce del río, por lo que se extraen aproximadamente 10 millones de m3/año de materiales pétreos. Con base en la actualización de la Disponibilidad Media Anual para el Acuífero Las Palmas (Conagua, 2015), la recarga del acuífero tiene un déficit de 3 millones de m3 al año, por lo que su vulnerabilidad aumenta por la sobreexplotación de arenas y la alteración geomorfológica del cauce, ya que afectan la recarga y aumentan el riesgo de contaminación del manto freático y el balance hídrico en la cuenca.
Palabras Claves: Extracción de pétreos, arroyo Las Palmas, subcuenca
Abstract This paper describes the context of overexploitation of sand and pebbles materials that occurs in Baja California, Mexico, by analyzing the case of the Arroyo Las Palmas sub-basin, which is located on the border of the Tijuana-Tecate municipalities and near the California border, in the U.S.A. We describe the basis to propose the promulgation of an Environmental Technical Norm by the State Congress which would establish the conditions for the exploitation of sand mining, as well as its parameters of design, (1) | Alicia Ravelo Maestra en Ingeniería Civil (área hidráulica e hidrología); profesora en la Escuela de Ciencias de Ingeniería y Tecnología, Unidad Valle de las Palmas de la Universidad Autónoma de Baja California, en Tijuana, Baja California, México. alicia.ravelo@ uabc.edu.mx.
exploitation and the actions to regenerate it and to prevent environmental impacts, coupled with this, the norm should consider the analysis of professionals in hydrology, topography and biology. According to the Public Registry of Water Rights (REPDA) there are 16 concessions authorized by the National Water Commission (CONAGUA) along the riverbed; hence approximately 10 million cubic meters of stone materials are extracted per year. Based on the update of the Annual Average Availability for Las Palmas Aquifer (Conagua, 2015), the aquifer recharge is in deficit of 3 million m3 per year; so its vulnerability
increases due to overexploitation of sands and the geomorphological alteration of the channel as they (1) | Adriana Álvarez Maestra en Administración Integral del affect the recharge and increase the risk of pollution of the water table and the hydric equilibrium in the Ambiente; Profesora-Investigadora en la Escuela de Ciencias de Ingeniería y Tec- basin. nología, Unidad Valle de las Palmas de la Universidad Autónoma de Baja California, Keywords: Tijuana, Baja California, México. adrianaa@ Sand mining, stony banks, Las Palmas river, sub-basin. uabc.edu.mx. Revista Eltopo. No.10. 2019 :(pp.92 - 119) ISSN:0719-3335 93
Propuesta de norma técnica ambiental para la extracción de pétreos en Baja California: Caso de estudio Arroyo Las Palmas
INTRODUCCIÓN El cauce del arroyo Las Palmas está siendo modificado por la excesiva extracción de arena. Según datos del Registro Público de Derechos de Agua (REPDA) de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), existen a la fecha dieciocho concesiones otorgadas a lo largo del cauce del río, dieciséis en el cauce y dos en el vaso de la Presa Abelardo L. Rodríguez de las que se extraen aproximadamente 9,901,663 m3/año. No existen estudios de balance sedimentario y en relación con el balance geohidrológico se ha estimado un déficit de 3 millones de m3/año en la recarga (Conagua, 2015), por lo que es difícil evaluar el impacto ambiental que la extracción de materiales pétreos provoca en el sistema hídrico de la subcuenca Las Palmas y en la cuenca del río Tijuana en general. Sin embargo, puede deducirse que ocurren afectaciones significativas al balance geohidrológico y sedimentario. Por una parte, el arroyo Las Palmas se encuentra en una zona con escasa precipitación pluvial (240 mm/año) y por otra, el estado de Baja California se encuentra en una región con muy baja disponibilidad hídrica de acuerdo con la clasificación de la Organización de las Naciones Unidas. El contexto normativo de esta problemática es claro en cuanto a que la autoridad federal es quien autorizará y vigilará las condiciones en las que se da la explotación de materiales pétreos localizados en los cauces de aguas nacionales (Artículo 113 BIS de la Ley de Aguas Nacionales, DOF 24-03-2016). La Ley también contempla que la CONAGUA y los Organismos de Cuenca podrán coordinarse con los gobiernos de los estados para que éstos ejecuten determinados actos administrativos relacionados con bienes nacionales a cargo de la CONAGUA, como lo son los materiales pétreos (Artículo 113 BIS 1; idem, p. 91). Por último, las leyes ambientales estatales otorgan la prerrogativa a los estados de elaborar normas técnicas ambientales que no están sujetas a las disposiciones de la Ley Federal de Metrología y Normalización y no tienen que cumplir con los requisitos que señala. A pesar de que las concesiones para explotar pétreos a lo largo del arroyo Las Palmas son otorgadas por la autoridad federal habiendo cumplido los
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estudios de impacto ambiental correspondientes, solo algunas de estas, la CONAGUA y Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) no cuentan con normas específicas para este tipo de explotaciones, además de carecer de suficiente personal y de recursos para monitorear el cumplimiento de lo estipulado en las concesiones otorgadas. Por ello, es necesario que, como ya lo han hecho otras entidades federativas, Baja California elabore y promulgue una Norma Técnica Ambiental que contribuya a la descentralización de la gestión de los recursos pétreos y a la protección de los recursos hídricos del territorio estatal. Esta Norma Técnica Ambiental debe establecer las condiciones para la explotación de arena y materiales pétreos, así como su diseño y las medidas de regeneración ambiental para preservar los recursos hídricos superficiales y subterráneos. En este trabajo se describe el contexto de sobreexplotación de materiales pétreos que ocurre en Baja California, México, analizando el caso de la subcuenca del Arroyo Las Palmas ubicada en la frontera de los municipios Tijuana-Tecate y a poca distancia de la frontera con California en Estados Unidos. Esta descripción establece las bases para proponer la declaración de una Norma Técnica Ambiental por el Congreso del Estado que establezca las condiciones para la explotación de bancos pétreos, así como los parámetros de diseño, explotación y las acciones de regeneración e impacto ambiental, partiendo del análisis de especialistas en hidrología, topografía y biología.
METODOLOGÍA Para el análisis del caso de estudio, se compiló información estadística del REPDA para 9 de las concesiones de explotación de pétreos en el cauce del arroyo Las Palmas. Los datos son públicos y disponibles en el portal de CONAGUA en: https://app.conagua.gob.mx/Repda.aspx Se recopiló y analizó información acerca de las regulaciones federales y estatales que enmarcan la explotación de recursos naturales, así como de las normas técnicas existentes en la materia de extracción de pétreos. Se realizó una revisión hemerográfica acerca de la problemática de la explota-
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ción de pétreos y se comparó con los datos de los Anuarios estadísticos de la minería mexicana.
Localización y climatología El arroyo Las Palmas está ubicado en el extremo noroeste de Baja California y forma parte de la cuenca del río Tijuana, del que es su principal afluente y desemboca en la presa Abelardo L. Rodríguez. Este arroyo pertenece a la Región Hidrológica 1, Baja California Noroeste, una subcuenca (RH01Ce) de tipo exorreica (ver Figura 1). El Valle de Las Palmas, por donde corre el arroyo del mismo nombre se localiza entre los meridianos 116° 35’ 00” y 116° 45’00” de longitud oeste y los paralelos y los paralelos 32° 20’00’ y 32° 30’ 00” de latitud norte. El Valle se encuentra a 30 km al sur de la ciudad de Tecate y se puede llegar a él a través del camino de acceso de la unidad Valle de las Palmas de la Universidad Autónoma de Baja California, tomando un camino de terracería. También se puede acceder a través de la carretera No. 3 Tecate-Ensenada. El arroyo posee una orientación sureste-noroeste. El clima es de tipo mediterráneo seco (BSk), con una precipitación media anual de 240 mm y una temperatura media anual de 17°C, con mínimas de 4.5°C en enero y máximas de 33°C en junio. El mes más seco es junio, con 1 mm, mientras que la precipitación media en marzo. El mes con mayores precipitaciones del año es marzo3. La principal localidad en el área es el poblado del mismo nombre, Valle de las Palmas, que en 2010 tenía una población de 1,860 habitantes (INEGI, 2015). El poblado depende administrativamente del municipio de Tecate, pero el arroyo corre por ambos municipios de Tecate y Tijuana.
LA SOBREEXPLOTACIÓN DE PÉTREOS EN EL ARROYO LAS PALMAS La problemática: de lo global a lo local La arena y la grava se extraen en todo el mundo y representan el mayor volumen de material sólido extraído a nivel mundial. Formados por procesos
(3)| Fuente de la información: Climate-Data.org que calcula los datos con base en modelos climáticos (http://es.climate-data.org/info/sources/)
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Figura 1:
Subcuenca Arroyo Las Palmas.
Fuente:
Elaboración propia a partir de la imagen de localizador REPDA.
erosivos durante miles de años, los agregados pétreos se están extrayendo a un ritmo mucho mayor que su renovación (John, 2009). Su sobreexplotación está teniendo un gran impacto en los ríos, deltas y ecosistemas costeros y marinos provocando la pérdida de tierras debido a la erosión fluvial o costera, la disminución del nivel freático y la disminución en la cantidad de sedimentos. A pesar de las cantidades colosales de arena y grava que se utilizan, nuestra creciente dependencia de ellos y el impacto significativo que su extracción tiene en el medio ambiente, este tema ha sido ignorado por los responsables de las políticas y sigue siendo ampliamente desconocido por el público en general. Una manera de estimar el uso global de los agregados indirectamente es a través de la producción de cemento para concreto. Ciento cincuenta países informaron que la producción de cemento alcanzó los 3,700 millones de toneladas en 2012 (USGS, 2013a). Por cada tonelada de cemento, la industria de la construcción necesita de seis a siete veces más toneladas de arena y grava (USGS, 2013b). Por lo tanto, el uso mundial de agregados para hormigón se puede estimar en 25.9 mil millones a 29.6 mil millones de toneladas por año. Esto representa suficiente hormigón para construir una pared de 27 metros de alto por 27 metros de ancho alrededor del Ecuador. A esto se suman todos los agregados utilizados en la recuperación de tierras, desarrollos costeros y terraplenes de carreteras (para los cuales las estadísticas globales no están disponibles), más los 180 millones de
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toneladas de arena utilizadas en la industria (USGS, 2012). Los agregados también contribuyen al 90 por ciento de los pavimentos de asfalto y al 80 por ciento de los caminos de concreto (Robinson, 2002). Con base en los datos anteriores, una estimación conservadora para el consumo mundial de agregados excede los 40 mil millones de toneladas por año. Esta es el doble de la cantidad anual de sedimentos transportados por todos los ríos del mundo (Milliman y Syvitski, 1992, citado por GEAS, 2014), convirtiendo a la humanidad en el mayor agente transformador del planeta con respecto a los agregados (Radford, 2005). Es evidente que esta gran cantidad de material no puede ser extraída y utilizada sin generar un impacto significativo en el medio ambiente. La extracción tiene un impacto en la biodiversidad, la turbidez del agua, los niveles freáticos, el paisaje y en el clima a través de las emisiones de dióxido de carbono del transporte. También hay consecuencias socioeconómicas, culturales e incluso políticas. La extracción de agregados pétreos en México y específicamente en Baja California no escapa a la problemática antes descrita. Según el entonces director de Conagua, José Luis Luege Tamargo, en 2009 el REPDA registraba 2 mil 484 títulos para extraer 99.7 millones de metros cúbicos de materiales pétreos al año, aunque reconocía que el volumen podría ser mayor por la actividad ilegal (Corresponsales Estados El Universal, 2009). En un trabajo de investigación periodística, el semanario Proceso también encontró que varias de las concesiones otorgadas en Baja California beneficiaban a parientes de funcionarios públicos de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y que incluso, en algunos casos, no habían cumplido con el estudio de impacto ambiental correspondiente (La Redacción, 15 de enero, 2003b). En el mismo número, el semanario registró que “El Consejo de Desarrollo Económico Regional de San Diego, California, en su sitio de Internet identifica la importación de arena de México como el tercer producto de mayor importancia de (sic) en el puerto de esa ciudad, después de los autos japoneses y el cemento chino.” El Consejo ubica a la empresa Amaya Curiel como la sexta empresa de transporte marítimo, aunque sólo transporta arena, exportando a San Diego, entre 1998 y 1999, 91 mil 402 toneladas métricas de arena. De 1999 a 2000, la cantidad se elevó a 342
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mil 76 toneladas métricas (La Redacción, 15 de enero, 2003a). Para 2006, el 50% de la extracción de arena en México estaba ocurriendo en Baja California, principalmente en el Valle de Guadalupe y Valle de las Palmas (Ruvalcaba-Valladares, 2006). En el caso específico de Valle de las Palmas, en 2006 ya se registraba una extracción promedio de 20 a 25 góndolas por hora, con una capacidad promedio de 10m3 cada una, en jornadas laborales de 14 horas. Lo anterior llevó a que el 20 de abril del mismo año, 2 diputados propusieran un punto de acuerdo con carácter de urgente para que la CONAGUA proporcionara un listado de las concesiones y la Procuraduría de Protección al Ambiente (PROFEPA) entregara un reporte con las inspecciones a todos los concesionarios (Ruvalcaba-Valladares, 2006). En julio de 2007, el Diputado federal Francisco Javier Paredes Rodríguez presentó también un punto de acuerdo por el que se exhortó a la SEMARNAT y a la CONAGUA para que no se autorizaran prórrogas sobre las concesiones para la extracción de materiales pétreos en el Estado de Baja California, hasta que se realizara un estudio de impacto ambiental particular y acumulativo que determinara con precisión las afectaciones que se generan por esta actividad. A su vez, en abril de 2009, una comisión del Senado exhortó al gobierno de Baja California a investigar la explotación en el Valle de la Palmas, Tecate, para “poner fin al saqueo de arena que realizan las empresas concesionarias”, y adoptar medidas para evitar los daños ambientales (Corresponsales Estados El Universal, 2009). Cabe señalar que las autoras, utilizando técnicas de medición de aforo vehicular simple, han estimado de forma indirecta volúmenes igualmente preocupantes. De esta manera, se calculó de manera conservadora un flujo de entre 4 y 15 tolvas por hora en jornadas de 8 horas, con lo que se estimó una carga de entre 144 y 555 m3/hora. Con base en dicha tasa de flujo vehicular y considerando una jornada laboral de 8 horas diarias, 6 días a la semana, se estimó una extracción anual de aproximadamente 1 millón 700 mil metros cúbicos, lo cual sería 4 veces la tasa de extracción autorizada a las 9 concesiones analizadas en el arroyo Las Palmas (Alvarez-Andrade y Ravelo-García, 2018). Los señalamientos de sobreexplotación antes mencionados también se ven
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reflejados en los datos obtenidos de los Anuarios estadísticos de la minería mexicana. Específicamente, en los pasados 10 años Baja California pasó de producir 1 millón 329 mil toneladas en 2008 a 21 millones 299 mil en 2009, con volúmenes de producción similares hasta 2014 (ver figura 1). En la misma proporción, el valor de la producción en Baja California pasó de $126,486,745.20 en 2008 a $2,107,761,101.05 en 2009 en pesos corrientes, con valores similares hasta 2014 (SGM, ediciones 1996 a 2018). (Ver gráfica 1.).
Gráfica 1:
Volumen de la producción anual de gravas y arenas en Baja California.
Fuente:
Elaboración propia con base en los Anuarios Estadísticos de la Minería Mexicana, SGM, Ediciones 1996 a 2018.
Esto es, el volumen y el valor de la producción tuvieron un incremento del mil 503 por ciento y de mil 566 por ciento, respectivamente, a pesar del desplome histórico del 6.1 por ciento del producto interno bruto (PIB) en la industria de la construcción, que ese mismo año se manifestó debido a los problemas económicos que la crisis hipotecaria de Estados Unidos provocó en México. Un incremento en esa magnitud no puede tener otra explicación que la exportación legal o ilegal, tal como ha sido reportado por diversas fuentes periodísticas como las arriba mencionadas. Aunque las divisas obtenidas por la exportación de arena sean de importancia significativa, los costos económicos por los daños ambientales nunca se
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internalizan en las cuotas de las concesiones, por lo que es esencial vigilar que la extracción no genere desequilibrios en la disponibilidad de agua. Las explotaciones concesionadas De acuerdo con los datos proporcionados por el REPDA, en el arroyo Las Palmas se identificaron dieciséis concesiones a lo largo del cauce, para este estudio sólo se consideraron nueve que son las más cercanas al poblado Valle de Las Palmas (figura 2), se recopilaron los datos relativos a la fecha de registro, el volumen y superficie de extracción, el tipo de material (arena y/o grava) y su ubicación geográfica en el cauce (Tabla 1).
Figura 2:
Puntos de extracción en la Subcuenca del Arroyo Las Palmas.
Fuente:
Elaboración propia con base en el Localizador REPDA (www.sigagis.conagua.gob. mx).
Como puede observarse en la tabla 1, las concesiones son variadas en términos de volúmenes y superficies concesionadas, e incluso del tipo de material aprovechable. Las 9 concesiones analizadas representan, según los datos del REPDA un volumen anual extraído de casi millón y medio de metros cúbicos al año de una superficie aproximada de 1 millón 200 mil metros cuadrados.
Impactos ambientales de la sobreexplotación en el arroyo Las Palmas Con base en las cifras antes expuestas, la cuenca del Arroyo Las Palmas
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está siendo alterada por la extracción excesiva de arena del río, que provoca que el nivel del lecho del río baje, disminuyendo la capacidad de infiltración del acuífero, por lo que queda expuesto a la contaminación del manto freático.
En 2002 el acuífero del arroyo Las Palmas se consideraba en equilibrio, en el que ya no existía volumen disponible para nuevas concesiones. Actualmente, presenta un déficit de aproximadamente 3.5 millones de m3 al año, según la actualización de la disponibilidad media anual del acuífero (Conagua, 2015). Desafortunadamente esta evidente sobreexplotación hídrica no ha implicado mayores controles sobre la extracción de arenas y gravas del lecho del arroyo, lo cual agravó el abatimiento de los niveles piezométricos. En la tabla 2 se resumen los impactos ambientales identificados por el Global Environmental Alert Service del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas (GEAS, 2014) y sus manifestaciones en la zona de estudio. En la cuenca del río Tijuana, uno de los principales fenómenos relacionados con sedimentos ha sido la erosión costera que ocurrió entre 1978 y 1985 en el fraccionamiento Playas de Tijuana. González Calvillo y Cupul-Magaña
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(1986) concluyeron que las causas que dieron origen al proceso erosivo suscitado en el fraccionamiento Playas de Tijuana (sección del paseo costero) durante el invierno de 1977-1978, se debieron principalmente al efecto trampa de sedimentos de la presa A.L. Rodríguez y a la canalización del río Tijuana que generaron vulnerabilidad en la zona costa ante fenómenos costeros extraordinarios. Sin embargo, dado que el arroyo Las Palmas es el afluente que alimenta la presa, la disminución del aporte terrígeno hacia la presa magnifica el efecto trampa de esta.
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Por otro lado, la biodiversidad de la zona también está teniendo impactos, tanto por destrucción de hábitat, como por atropellamiento de fauna. En recorridos de campo se ha observado fauna silvestre atropellada, así como la destrucción del hábitat de flora y fauna. Por ejemplo, en diferentes zonas del área de extracción existen biznagas de barril (Ferocactus viridescens), unas cactáceas categorizadas como amenazadas por la NOM-059-SEMARNAT-2001 (Figura 3).
Figura 3:
Biznagas de barril (Ferocactus viridescens) en el arroyo Las Palmas. Amenazada según la NOM-059-SEMARNAT-2001.
Fuente:
Elaboración propi.
MARCO NORMATIVO ACTUAL La Ley de Protección al Ambiente para el Estado de Baja California La Ley de Protección al Ambiente para el Estado de Baja California (POBC 30/11/2001) menciona en diferentes apartados la explotación de arenas y materiales pétreos (denominados en la ley como exploración, explotación,
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extracción y aprovechamiento de materiales o sustancias, no reservadas a la Federación). Se establece en su artículo 42, que se requiere previamente la evaluación y autorización de la Secretaría de Protección al Ambiente del Estado de Baja California (SPABC) en materia de impacto ambiental, cuando se realice exploración, explotación, extracción y aprovechamiento de materiales o sustancias no reservadas a la Federación, fuera de los centros de población. En el artículo 98 del Capítulo II establece que, para la preservación, protección y aprovechamiento sustentable del suelo, en el caso de la explotación de arenas y materiales pétreos, se considerarán los siguientes criterios: I. La acumulación o depósito de residuos constituye una fuente de contaminación que altera los procesos biológicos, físicos y químicos de los suelos; y II. Deben evitarse prácticas que provoquen riesgos o problemas de salud, causen alteraciones en el suelo y perjudiquen su aprovechamiento, uso y explotación. Asimismo, deberá evitarse la realización de obras y actividades en zonas con pendientes pronunciadas o que presenten fenómenos de erosión o degradación del suelo, que las pongan en riesgo y afectan a la población y los recursos naturales. Para la prevención y control de la contaminación del suelo, es facultad de la SPABC, autorizar las actividades relacionadas con la exploración, explotación, extracción y aprovechamiento de los minerales o sustancias no reservadas a la federación y requerir la restauración y reforestación de las áreas utilizadas, una vez concluidos los trabajos respectivos de acuerdo con el artículo 135. En el artículo 138, se establece que quienes realicen proyectos, obras o actividades que contaminen o puedan contaminar los suelos o desarrollen actividades, relacionadas con la exploración, explotación, extracción y aprovechamiento de materiales o sustancias no reservadas a la federación, están obligados a: I. Implementar prácticas y aplicar tecnologías que eviten los impactos ambientales negativos a que se refiere el artículo anterior; II. Cumplir con las normas oficiales mexicanas y normas ambientales estatales que al efecto se expidan (a la fecha no ha sido expedida alguna).
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III. Restaurar y reforestar las áreas utilizadas una vez concluidos los trabajos respectivos, de acuerdo con los principios y criterios expedidos por la Secretaría o los municipios. IV. Tramitar y obtener las autorizaciones correspondientes a que se refiere esta ley. Para el caso de Arroyo Las Palmas, hasta el momento no se han realizado campañas de reforestación y restauración por parte de los concesionarios en las zonas de extracción. En la sección IV. Aprovechamiento Racional del Suelo, del Reglamento de Protección al Ambiente para el Municipio de Tijuana, Baja California (POBC 11/05/2001), el artículo 104 dice que “La Dirección establecerá en la autorización correspondiente, las medidas de protección ambiental que establece el presente reglamento y que deban observarse en las actividades de extracción de los bancos de material y en las instalaciones de su manejo y procesamiento.” Dichas medidas de protección son descritas de manera muy genérica en los artículos 105 y 106 de la Sección V, titulada De la Protección y Prevención de la Contaminación del Suelo. En Baja California no existen Normas Técnicas Ambientales que regulen la explotación de materiales pétreos y el marco normativo actual es muy genérico, contemplando únicamente sanciones en casos de contaminación del suelo, pero no cuando se están violando los lineamientos de explotación establecidos en las concesiones. Normas Técnicas Ambientales en otras entidades En México existen actualmente, normas técnicas ambientales para la extracción de agregados pétreos en 7 entidades (tabla 3). Guanajuato tiene los antecedentes más antiguos en cuanto a la regulación de los bancos pétreos, ya que promulgó en 1998 la norma técnica ecológica NTE-IEG-002/98, que antecedió a la actual norma técnica ambiental NTA-IEE-002/2007, expedida el 30 de diciembre de 2008 y que establece los lineamientos y especificaciones para la selección, operación, seguimiento, abandono, obras complementarias y medidas de regeneración ambiental de un sitio de extracción o explotación de materiales pétreos. En 2002 se expidió la norma NTE-SLA-BMG-002/2002 en el estado de San Luis Potosí, que establece las condiciones necesarias para la localización de bancos de materiales
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geológicos en el estado, así como sus parámetros de diseño, explotación y medidas de regeneración ambiental, esta norma se aplica en el ámbito minero. La norma NAE-SEMADES-002/2003, que establece las condiciones y especificaciones técnicas para la operación y extracción de los bancos de material geológico en el estado de Jalisco, fue publicada el 25 de septiembre de 2003 y su última reforma aplicada el 17 de agosto de 2006.
La Norma Técnica Ambiental NTA-IEE-002/2007, que establece los lineamientos y especificaciones para la selección, operación, seguimiento, abandono, obras complementarias y medidas de regeneración ambiental de un sitio de extracción o explotación de materiales pétreos para el estado de Guanajuato, que constituyó la primera norma ambiental cuando se expidió por primera vez en 1998, como norma técnica ecológica. La NTAIEE-002/2007 considera importante evaluar el riesgo que la explotación del
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banco representa para zonas vulnerables, como áreas en diversas categorías de protección ambiental, centros de población, cuerpos de agua, zonas de extracción de agua y recarga hídrica, o zonas que presentan fallas o hundimientos. La norma de Guanajuato regula la extracción de materiales mediante la autorización de un estudio de Impacto Ambiental, en la modalidad de informe. El informe debe cumplir con una serie de requisitos en materia de flora y fauna, y cuerpos de agua (POBC 8/02/1999). Sobre todo, hace énfasis en que las actividades de extracción no modifiquen cuencas, cauces naturales, que se tenga un control de los desechos para no contaminar agua, aire y suelo; y que se elabore infraestructura para evitar o mitigar el impacto ambiental. Es importante mencionar, que esta norma no otorga permisos a explotaciones en conde el manto freático se encuentre a menos de 30 metros de profundidad. Además del estudio de impacto ambiental, la NTA-IEE-002/2007, también requiere la presentación de otros cuatro estudios en materia de geología, geofísica, geohidrológico y topográfico. Asimismo, se establecen los criterios de diseño del banco de explotación, del diseño de restauración de la zona afectada y del Abandono del sitio. Las normas técnicas que regulan la explotación de materiales pétreos no garantizan se realice un aprovechamiento sustentable del recurso, pero su ausencia limita las posibilidades de la autoridad ambiental para vigilar y de las comunidades y organizaciones de la sociedad civil para actuar como observatorios ambientales. En las gráficas 2 y 3 se muestra la evolución de la extracción de arenas y gravas en cuatro de las entidades federativas en las que existen normas técnicas ambientales y se compara con Baja California que no tiene alguna norma que regule la extracción de agregados pétreos. Se puede observar que Baja California sobrepasa por mucho la producción de arenas de los otros cuatro estados en conjunto mostrados en la gráfica
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Gráfica 2 :
Producción anual de arenas en 4 estados con normas técnicas, excepto Baja California.
Fuente:
Elaboración propia con base en los Anuarios Estadísticos de la Minería Mexicana (SGM, 1996 a 2017).
Gráfica 3 :
Producción anual de gravas en 4 estados con normas técnicas, excepto Baja California. .
Fuente:
Elaboración propia con base en los Anuarios Estadísticos de la Minería Mexicana (SGM, 1996 a 2018).
2. En el caso de las gravas, Jalisco es la entidad que encabeza la producción en la gráfica 3, pero Baja California tuvo un incremento significativo en 2014 y 2015, pasando de 554 mil toneladas en 2013 a casi 2 millones 800 mil toneladas en 2014 y 3 millones 600 mil en 2015. Es decir, un incremento
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de 5 veces respecto de 2014 y de 6.5 veces respecto de 2015 (SGM, 1996 a 2018).
Propuesta de una normativa técnica para la extracción de pétreos en Baja California Con base en los documentos consultados, proponemos considerar la NTAIEE-002/2007 del estado de Guanajuato, como antecedente para la creación de la Norma Técnica Ambiental para la extracción de pétreos (arena y grava) para el estado de Baja California, en donde se deberán de poner atención además de esclarecer y detallar los estudios necesarios que son los siguientes.
Estudio de impacto ambiental Para materiales pétreos (arena y grava), además de considerar un análisis detallado de las comunidades florísticas, faunísticas y de las que se encuentren en alguna categoría de amenaza, debe considerarse los tiempos, técnicas y modalidades de explotación, así como garantías y seguimiento a las medidas de restauración del área afectada. Presentar un plano del área que se propone para la actividad, que documente de forma detallada el sitio, para garantizar que durante la explotación y al final de la actividad se haya cumplido con las medidas para la debida preservación de los ecosistemas o bien su debida mitigación y regeneración. Cuando las medidas regenerativas y de mitigación pudieran tener una o varias modalidades diversas de ser aplicadas, la parte interesada lo comunicará oportunamente por escrito y de manera documentada a CONAGUA para que este resuelva lo más apropiado aplicando la presente normatividad. La autoridad debe monitorear la zona de extracción y el concesionario deberá proporcionar datos para evaluar los efectos de las actividades de extracción de arena y grava, y los cambios a largo plazo. Se deberá elaborar un informe que resuma los resultados anuales del monitoreo físico y biológico, además de documentar la evolución de los sitios a lo largo del tiempo y los
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efectos acumulativos de la extracción de arena y grava. El informe también debe recomendar cualquier mantenimiento o modificación de las tasas de extracción necesarias para minimizar los impactos de la extracción. Si se identifica una tendencia a la reducción de las camas, la extracción deberá ser limitada o en su caso prohibir cualquier tipo de ampliación del proyecto, sin la correspondiente autorización de la instancia competente. En lo relativo con los cuerpos de agua, deberá prohibirse modificar o afectar las condiciones naturales de las cuencas hidrológicas, ríos, arroyos o manantiales, riberas y vasos de agua existentes, así como descargar materiales o residuos líquidos o sólidos en el suelo, subsuelo y en cualquier clase de corriente o depósito de agua, y desarrollar actividades contaminantes para los mismos. Se deberá formar una barrera física que impida el arrastre de material particulado hacia el cauce o lecho del cuerpo de agua, elaborado con materiales o inclusive especies vegetales. Se deberán construir canales exteriores e interiores de desagüe en el predio en explotación para que el agua de lluvia no arrastre materiales pétreos particulados hacia el cauce o lecho del cuerpo de agua. Reforestación en los márgenes de los cuerpos de agua o reforzamiento de la vegetación existente. Los canales de desagüe del banco deberán contar con desarenador o trampa de sólidos antes de su descarga. No deben permitirse explotaciones en zonas cuyo manto freático se encuentre a menos de 30.00 metros de profundidad (NTA-IEE-002/2007). A la evaluación del impacto ambiental se le deberá integrar los siguientes estudios: Estudio Geológico: El interesado deberá realizar el estudio estratigráfico del terreno para determinar la geología local y regional del sitio donde se pretende llevar a cabo la explotación de materiales pétreos, incorporando los resultados de dicho estudio en la Manifestación de Impacto Ambiental a presentar ante el Instituto de Ecología del Estado. Agregar información sobre las propiedades físicas, espesores, volúmenes de los materiales susceptibles de explotarse, capas geológicas y consideraciones técnicas que a partir del estudio estratigráfico apoyen el método de explotación; así como un programa de trabajo mensual y planos de cortes transversales. Estudio Geofísico: En la norma de Guanajuato se establece que el estudio se realizará a juicio de Instituto de Ecología, pero consideramos importante
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incluirlo además de indicar el tipo de método que se utilizará para el estudio el cual puede ser magnético o eléctrico. Estudio Geohidrológico: Caracterización de los acuíferos de la zona, indicando profundidad del nivel estático del acuífero en la zona de extracción, dirección y velocidad de escurrimiento, y la inclusión de plano de localización de los pozos cercanos al lugar, además de indicar el uso y sus niveles de explotación. Estudio topográfico: Se deben tomar en cuenta los siguientes aspectos, en relación con la planimetría considerar la tolerancia angular y lineal de acuerdo con lo indicado en la norma NTA-IEE-002/2007, en relación con la configuración topográfica las curvas de nivel deben trazarse cada metro para tener mejor detalle de la zona de extracción. También deberá determinarse la cantidad de material a extraer en el sitio y calcular la vida útil del proyecto e indicar en coordenadas geográficas y UTM la zona a explotar. Con base en el resultado de los estudios, deberá determinarse si el lugar es propicio para la explotación de pétreos.
Los Métodos de extracción de materiales pétreos (gravaarena) La NTE-IEG-002/98 no considera dar la concesión en función de la mejor forma de extracción de gravas y arenas con base en la evaluación del impacto ambiental. Por esta razón, se propone que la Norma Técnica propuesta en este estudio considere otorgar los permisos de extracción en función de las características geomorfológicas del río. Actualmente, en países como Malasia e India, han regulado la extracción de arena utilizando los métodos de extracción debido a la sobreexplotación (GEAS, 2014) y los daños ambientales causados por métodos dañinos (Kondolf, 1997). La extracción de arena de río se lleva a cabo de forma manual y mecánica. La extracción manual causa menos impacto y la cantidad de extracción es prácticamente baja. Este método se practica en muchos países en desarrollo que tienen pequeños ríos con recursos de lecho limitados. En la minería mecánica, las bombas de chorro de alta potencia y la maquinaria pesada se
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utilizan para la extracción de arena de ríos activos y sus llanuras de inundación. Existen varios métodos para la extracción de arena, Kondolf (1997) describió varios métodos para la extracción de arena y grava en ríos y en llanuras de inundación al igual que en terrazas de ambientes ribereños. Es necesario que la autoridad analice el tipo de río en el cual se dará la concesión y con base en los estudios de impacto ambiental deberá decidir el método de extracción más adecuado que minimice el daño en el río. La extracción in situ de arena y grava, en ríos activos, se realiza mediante los siguientes métodos (Tabla 4), según Kondolf (1997).
Diseño de explotación del banco de material pétreo Se propone considerar especificaciones indicadas en la norma NTEIEG-002/98, además de un programa de monitoreo en la zona de extracción. Los parámetros de diseño y explotación de bancos de material, las especificaciones de la protección de la zona, la creación de los caminos de acceso, actividades de extracción, ubicación de la maquinaria de trituración y cribado, así como el equipo anticontaminante, en especial poner atención
Propuesta de norma técnica ambiental para la extracción de pétreos en Baja California: Caso de estudio Arroyo Las Palmas
en los sistemas de captación de polvos que su eficiencia no sea menor al 80% y también deberá incluirse en el estudio de impacto ambiental. Para transportar el material utilizar lonas y costales húmedos para evitar la dispersión de polvos y partículas, como lo marca la norma, además de considerar la seguridad en el sitio en relación con los combustibles y lubricantes utilizados por la maquinaria que puedan contaminar el suelo, aire y agua.
Diseño de restauración de la zona afectada y abandono del sitio Se deberá conservar el suelo fértil, el cual se utilizará en la restauración del sitio, así como las medidas necesarias para la retención del suelo, en este caso se debe de especificar el tipo de obras que se pueden hacer para la restauración y recuperación del suelo en el lugar de la extracción. En la norma NTA-IEE-002/2007 no viene detallado el tipo de obras que servirán para la restauración del sitio afectado, también se debe considerar un programa de recuperación y restauración ambiental. En la tabla 5 se indica en función del método de extracción las ventajas y desventajas, por lo que se propone que se debe de considerar en la autorización de la concesión por parte de la autoridad encargada.
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CONCLUSIONES La creación de una norma ambiental para extracción de pétreos en Baja California es una prioridad debido a la probada sobreexplotación del arroyo Las Palmas y otros bancos de materiales pétreos ubicados en o fuera de cauces nacionales, en los que los impactos ambientales son evidentes e incluso graves. La contaminación y la alteración en balance hídrico y geomorfológico que se están generando en el arroyo Las Palmas exige vigilar, cuando menos, el cumplimiento de las disposiciones autorizadas en las concesiones otorgadas por la Comisión Nacional del Agua. La elaboración y promulgación de una Norma Técnica Ambiental que regule el aprovechamiento de este recurso, requiere la participación de especialistas en el área ambiental que establezcan las condiciones para la localización de bancos y la extracción de materiales pétreos en el territorio estatal, así como los parámetros de diseño, explotación y las medidas de regeneración ambiental. De esta manera, las autoridades tendrán mejores herramientas para la gestión del recurso y la conservación de ríos, acuíferos y cuencas con base en los lineamientos técnicos proporcionados por la Secretaría de Protección al Ambiente de Baja California y la Comisión Nacional del Agua.
AGRADECIMIENTOS Agradecemos a los informantes clave anónimos, del Valle de las Palmas por proporcionarnos información esencial para este proyecto, y a los estudiantes de servicio social de la Universidad Autónoma de Baja California, Unidad Valle de las Palmas por su apoyo en los ejercicios de aforo vehicular.
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Revista Eltopo. No.10. 2019 : (pp.120 - 143) ISSN:0719-3335 120
VALPARAÍSO DESDE SU GEOGRAFÍA: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso: Caso del estudio urbanístico para una población obrera en Achupallas (1954) Bruno Marambio 1 Resumen Valparaíso es un ciudad que surge del cruce del camino del agua con el camino de la tierra para posicionarse en la ruta comercial del Pacífico. La ciudad se funda desde su condición geográfica que le permite desarrollarse como ciudad-puerto bajo el cobijo de los cerros, pero en la impronta económica, el puerto se ha superpuesto a la ciudad, quitándole espacios para la recreación junto al borde. Ante este crecimiento desordenado que ha imperado en Valparaíso, es que se hace necesaria una revalorización de sus componentes ambientales y naturales como una posible herramienta para la planificación, entendiendo el origen de la ciudad para poder proyectar un destino, previniendo desastres naturales y mejorando la calidad de vida de las personas. El estudio urbanístico para una población obrera en Achupallas realizado por Alberto Cruz en 1954 es un claro ejemplo de este reconocimiento de la voluntad geográfica para proponer un modelo de crecimiento urbano, donde se reconocen valores naturales como elementos para poder desde ahí construir ciudad.
Palabras Claves: Valparaíso, Urbanismo, Territorio, Geografía, Naturaleza.
Abstract Valparaíso is a city that emerges from the crossing of the water path with the path of the earth to position itself on the Pacific commercial route. The city is based on its geographical condition that allows it to develop as a port-city under the shelter of the hills, but in the economic imprint, the port has been superimposed on the city, taking away spaces for recreation near the water front. Faced with this disorganized growth that has prevailed in Valparaiso, it is necessary to revalue its environmental and natural components as a possible tool for planning, understanding the origin of the city to project a destination, preventing natural disasters and improving quality of inhabitants’ lives. The urban study of a working population in Achupallas by the architect Alberto Cruz in 1954 is a clear example of this recognition of the geographical will to propose a model of urban growth, where natural (1) | Bruno Marambio recognized as elements to build a city. Arquitecto. Licenciado en Arquitectura E[ad] values are PUCV. Profesor Ayudante de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Uni- Keywords: versidad Católica de Valparaíso. ValparaíValparaíso, Urbanism, Territory, Geography, Nature. so, Chile.
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Valparaíso desde su geografía: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso
INTRODUCCIÓN “La ciudad es un ser complejo, una invención del hombre que adquiere una realidad propia, que podemos mirar y tratar de comprender su pasado, su presente, precisamente para dar los pasos que hoy se quieran dar” (Purcell, 2014, p. 92). La complejidad en la ciudad radica en que es un organismo que se compone de muchas partes en constante movimiento. En este sentido, mirar al pasado de la ciudad significa entender su origen, y el origen de una ciudad tiene directa relación con su geografía, con la extensión desde la que surge.Según Escudero, “las morfologías urbanas permiten comprender e interpretar la historia de la ciudad debido a que sus espacios expresan o dan cuenta de las estrategias desarrolladas por actores dominantes en los diferentes contextos históricos” (2017, p. 23). Es decir, hay una interpretación del territorio por parte de los agentes dominantes de la ciudad, y que a través del espacio y la forma urbana podemos analizar dichas interpretaciones y decisiones que se han tomado. En el caso de Valparaíso, podemos ver que el puerto se ha superpuesto a la ciudad, y que su funcionamiento ha pasado a llevar la posibilidad de no sólo explotar económicamente el borde, sino que también de habitarlo.
Origen de la Ciudad Para analizar Valparaíso y poder entender cómo surge, hay que remontarse a estudiar el origen de las ciudades. “Algunos sostienen que las ciudades nacieron del encuentro de más de un pueblo en un cruce de caminos; lugar que se volvió espacio abierto para el intercambio de productos, y más importante aún, también de ideas” (Márquez, 2013, p. 28). En este sentido, Valparaíso se ha fundado en esta realidad del cruce de caminos, entre el camino del agua y el camino de la tierra. Valparaíso establece una estrecha relación con el mar y con el campo, tiene el carácter de ciudad mediterránea a partir de la hacienda, pero que también es ciudad puerto que trae las
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innovaciones del mundo. Entonces, en Valparaíso acontece un hecho singular donde se encuentra la vida del campo traída del interior, y la vida moderna traída de Europa. Jaime Márquez señala que en el mero campo no existe la vida pública. Por ello, lo propio de la ciudad es la plaza, donde el hombre se encuentra con el hombre y donde él se “expone” como persona (2013, p. 28). En este sentido, Valparaíso se ha constituido con sus plazas, que fueron producto de los abovedamientos de las quebradas (Álvarez, 2001) y del acontecer comercial, originado en el punto de transición de la tierra al mar. Así, se fue entablando el encuentro en torno al comercio, y por otro lado la búsqueda de la recreación hacia las afueras con las quintas. Dada su ubicación, Valparaíso desarrolló el comercio bajo una condición geográfica favorable, en que los cerros otorgaban cierto cobijo y permitían la instalación de fuertes y cañones para proteger el puerto (Saelzer, 2014), al igual como lo hicieron las fortificaciones de la Edad Media, que cuidaban el acontecer al interior de sus muros. Se favorece un intercambio comercial y cultural bajo el cobijo de los cerros, donde llegaban los extranjeros en sus barcos y los mediterráneos en sus carretas y caballos.
Figura 1 :
Ernest Charton. View of Valparaíso.
Valparaíso desde su geografía: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso
Volviendo a esta relación de intercambio que se presentaba en las plazas y en las quintas, podemos ver cómo Thomas Sharp reconoce un valor de lo rural cuando habla de las campiñas y menciona que nadie se pregunta cómo nació esa belleza (1959, p. 31), y que “la concepción del paisaje como una belleza creada por el hombre ha desaparecido [...] porque cuando el hombre deja de reconocer o realizar su papel de creador, existen muy pocas probabilidades de que logre belleza en las cosas que crea inconscientemente” (Sharp, 1959, p. 31). En esto, Jaime Márquez concuerda cuando dice que la naturaleza ha sido desde siempre aquello que está antes que nosotros y frente a nosotros, aquello que existe al margen de la voluntad del hombre (Márquez, 2013, p. 95). Y añade que “la palabra naturaleza (del latín natura) tiene la misma raíz que “nacer” y sería, por tanto, lo que crece frente a nosotros y nos enfrenta” (Márquez, 2013, p. 95). Bajo estos conceptos, es que se produce una paradoja que ha estado presente en Valparaíso y que hasta el día de hoy intenta resolver. Por un lado, “en cualquier lugar que se halle, el hombre civilizado debe alterar el medio ambiente natural y adaptarlo a su manera de vivir. Su propia existencia, su civilización dependen de ello. En caso contrario, jamás habría salido del estado de barbarie” (Sharp, 1959, p. 32). Y por otro lado, “siempre se ha considerado que el hombre, frente a la naturaleza, queda situado ante lo desconocido, ante los dioses, ante lo originario y originador. La naturaleza es por ello, primeramente y antes que nada, renovada fuente de inspiración” (Márquez, 2013, p. 95). Podemos encontrarnos que en Valparaíso hay una necesidad de domesticar lo salvaje con los abovedamientos de las quebradas, pero que al mismo tiempo con las plazas y las quintas se intenta volver al origen, a la natura o nacimiento para poder contemplarlo. Esta necesidad de espacios para el encuentro y la recreación es lo que Jaime Márquez llamó sístole, lugar de concentración para el encuentro del “hombre con el hombre”, y “la diásto-
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le de la vida pública urbana, espacio de dispersión para el encuentro del “hombre con la naturaleza” (Márquez, 2013, p. 97).
Figura 2 :
Quinta Waddington, 1867.
Entonces, 1. ¿Por qué el lugar de Valparaíso? Por su condición de cruce de caminos de tierra y mar. 2. ¿Qué permitió las condiciones de ese lugar? Una geografía favorable bajo el cobijo y la vigilia de los cerros. A partir de eso, 3. ¿Qué vida surge? Una vida de intercambio comercial y cultural en lo público 4. ¿Con qué forma se traza? A través de las plazas y las quintas 5. ¿Cómo los edificios responden a esa vida? Con el encuentro del hombre con el hombre en las plazas, y de la recreación del hombre con la naturaleza en las quintas. Entonces, Valparaíso, ciudad de campo y ciudad de mar.
Valparaíso desde su geografía: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso
METODOLOGÍA Valparaíso es una ciudad que se ha conformado en torno al borde que une mar y tierra, este posicionamiento ha implicado que la geografía se vuelva un factor relevante a la hora de enfrentarse a los riesgos que “afectan no sólo al paisaje, sino que también al desarrollo económico y social” de la ciudad (Sánchez, A. y Jiménez, C., 2011, p.559). En este aspecto, Valparaíso no ha sabido generar una planificación y ordenación del territorio que le permita prevenir los desastres naturales a los que está expuesto, como lo son los tsunamis en el borde costero (Karlsruhe Institute of Technology, 2018) y los incendios en las quebradas (Castillo, M., Julio, G. y Quintanilla, V., 2011). Así, Valparaíso se ha transformado en la tercera ciudad del mundo con mayores pérdidas de turismo en caso de tsunami (Karlsruhe Institute of Technology, 2018), y como la región de Chile más afectada por el cambio climático (El Mostrador, 2016).
Figura 3:
Incendio de Valparaíso en 2014.
El objetivo del siguiente artículo es poder rescatar el valor geográfico y natural de Valparaíso como una posible herramienta de planificación para la prevención de desastres naturales, y además, reconocer que al tener
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en consideración las variables ambientales se contribuye y mejora la calidad de vida de la ciudad. Para poder dar cuenta de la importancia de la naturaleza y su composición, se pone en valor esta condición geográfica de Valparaíso mediante una revisión bibliográfica y se aborda cómo el crecimiento de la ciudad ha ido incorporando o no las variables naturales y cómo estas han influenciado en el desarrollo de ella. Luego, se utiliza un estudio urbanístico realizado por el arquitecto Alberto Cruz Covarrubias en conjunto con la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV en 1954 para la realización de una posible Población Obrera en Achupallas. Este caso de estudio ejemplifica de buena forma cómo la planificación y el urbanismo pueden influir en la construcción de una ciudad con un destino armónico, cuando son consideradas las variables geográficas y medioambientales. Por lo tanto, el desafío que se plantea es a pensar y planificar la ciudad desde su territorio, considerando la geografía y la naturaleza como parte del sistema interno de la ciudad, asegurando su preservación en el tiempo pero también mejorando la calidad de vida.
DESARROLLO Importancia de la geografía en el origen de Valparaíso Con lo dicho anteriormente, podemos reconocer que la ciudad está en constante movimiento y construcción, y estos desplazamientos pueden ser analizados desde cómo la geografía se transforma en un elemento orientador de la ciudad que dispone la extensión para ser habitada. Por otra parte, analizando desde la propia forma urbana, se han realizado diversas interpretaciones del territorio para tomar decisiones sobre el futuro de la ciudad. Una ciudad que piensa su destino necesita volver al origen, a la geografía, entender con consciencia cómo se puede habitar esa extensión y cuál es el papel que cumple en la economía para permitir un desarrollo que perdure en el tiempo, y así contemplar estas dos realidades de ciudad-puerto en el destino de Valparaíso. A lo largo del tiempo, independiente de las visiones que se han ido generando y evolucionando en Valparaíso, la geografía ha sido un factor impor-
Valparaíso desde su geografía: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso
tante para la ciudad, que ha debido adaptarse a ella, y que de cierta manera la naturaleza con sus ecosistemas, junto con la forma de relacionarse con estos territorios se plasma en las culturas que llegan a establecerse en estos parajes. En el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna de 1942 se publica la Carta de Atenas que dice: “pastos grasos y allá landas o desiertos, modela, a su vez, unas actitudes mentales que quedarán inscritas en las empresas y hallarán expresión en la casa, en el pueblo o en la ciudad” (CIAM, 1942, p. 2). Morris concuerda con esta postura cuando habla del origen de la ciudad griega y hace referencia a los factores de la situación geográfica presentes para que se pudieran dar estas “polis” (Morris, 1984, p. 35). Es decir, hay un ingrediente importante que se encuentra en el territorio, que desencadena la posibilidad de tener estos elementos dados por los sistemas naturales (pendiente, cuerpos de agua, climas, fertilidad de las tierras con diversos pisos de vegetación, flora, fauna), que generaron las condiciones climáticas favorables, y que van configurando una manera de relacionarse entre los habitantes del lugar y con su entorno. La carta de Atenas reconoce este mismo valor que Morris en la Carta de Atenas (1942), donde enfatiza que la geografía y la topografía desempeñan un papel de considerable importancia en el destino de los hombres (1942, p. 2). Aquí la Carta de Atenas cambia el paradigma y no habla sólo del origen, sino del destino, es decir, que el territorio y la geografía son los moldes de las civilizaciones en el tiempo, pero también son la vía para perpetuarse a lo largo de él. Podemos ver que la ciudad de Valparaíso ha surgido desde la accesibilidad que tuvo desde el agua y desde el campo, teniendo así un eje estaca de tierra y mar a partir de sus accesos creando dos centros, el Barrio Puerto y el Barrio Almendral. En esta condición de vincular ambos accesos de Valparaíso, es que se debía recorrer paralelamente la costa, sin embargo, esto significaba atravesar diversos esteros que iban en dirección cerro-mar. En este hecho geográfico con gran diversidad de cerros y quebradas, es que se caracterizaba la vida
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del plan con el polvo y el barro que atravesaban en dirección al mar por la pendiente (Purcell, 2014). En 1799 estos dos centros originados por su accesibilidad se integran como una sola unidad (Purcell, 2014). Tres años después se ordena la construcción de un camino que los conecte y le otorgue a Valparaíso un carácter de unidad mar/campo, que se reafirmaría en 1833 con la acción de dinamitar la Cueva del Chivato (Purcell, 2014). Esta calle larga que conectaba ambos centros, tenía un carácter comercial, para relacionarse y para mirar desde los balcones. Es aquí cuando comienza a aparecer una voluntad por encontrarse con el mar a través de la vista, poder contemplar los quehaceres de la ciudad y el puerto, junto con la lejanía del horizonte a la espera de que apareciese un barco con las novedades del viejo mundo, formalizándose en torreones y miradores en las esquinas de las edificaciones (Purcell, 2014).
Figura 4:
Barrios, plazas y quebradas de Valparaíso.
En la figura 4 se puede ver que las quebradas desembocan al plan en plazas, por lo que podemos inferir que hay un conocimiento intuitivo de las componentes naturales de la quebrada que arrastra material, y que con los abovedamientos de los cauces se dejan esas zonas como áreas verdes para amortiguar los deslizamientos y aprovechar la humedad que
Valparaíso desde su geografía: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso
baja por la quebrada. Si bien no es consciente, podemos afirmar a través de este ejemplo que hay una relación con la naturaleza. Así mismo, en El Almendral, el estero Las Delicias se conforma como eje articulador longitudinal del trazado urbano, siendo frecuentes las congregaciones religiosas (Purcell, 2014). Estos dos centros se siguen desarrollando independientemente, el barrio puerto junto al acontecer del borde y el mar, y en Las Delicias junto al recrearse hacia las afueras (campo) y con las iglesias. Hay un sentido de acontecer público de la ciudad, cada centro desde su origen. Luego del terremoto de 1906, esta relación longitudinal en la misma dirección que el estero cambia, y se proyecta un nuevo trazado en torno a la Plaza O’Higgins (actual Plaza Victoria), ya no como eje sino como centro que viene a reforzar una múltiple direccionalidad del trazado de cuadrícula y la unidad de la ciudad de Valparaíso (Purcell, 2014). Con la llegada de algunas obras viales (Purcell, 2014), vemos como Valparaíso mantiene en el tiempo esta condición longitudinal en el plan que era dada por la calle que vinculaba barrio puerto y el almendral, el recorrido se da al bordear el agua. Por otra parte, los cerros traen una realidad distinta, ya que en continuidad de la pendiente y las quebradas se producen las calles transversales que vinculan hacia el mar, así bordear y llegar. Los caminos surgen de una voluntad de conectar pero desde una condición geográfica que permite estos actos, bordear la orilla en el largo, y aproximarse al borde en lo ancho. Valparaíso es una ciudad que se funda por el mar y por la tierra, posee esta dualidad de lo rural del campo y lo novedoso de Europa que llegaba por el mar con los barcos. Hay una condición espacial de la ciudad que surge desde la geografía, entablando una relación con las quebradas y el mar, y que tal vez de manera involuntaria, se reconoce un valor en la naturaleza que poco a poco Valparaíso ha ido negando a través del crecimiento del puerto y el decaimiento de la ciudad. Por lo tanto, el encaramarse a los cerros debido al crecimiento y la densificación de Valparaíso, ha permitido preservar esta relación encontrada en su origen y transformarla en su destino, para que la ciudad vuelva a encontrarse con las quebradas, el agua y el mar.
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Figura 5:
Valparaíso, siglo XIX.
Hacia el destino de Valparaíso En Valparaíso hay una condición geográfica de altura que permite estar expectante ante la ciudad siendo parte y estando inmerso en ella también, y que al mismo tiempo, dada la altura también le permite configurarse como un elemento de contemplación, contemplar y ser contemplado. Es el conjunto lo que significa el patrimonio de Valparaíso, este conjunto de cerros, calles, fachadas, pasajes, ventanas, puertas, desde fragmentos de barcos y hasta la extensión de la rada, son el origen y destino. Origen porque es la voluntad dada por la geografía la que ha permitido el crecimiento de la ciudad, desde lo vertical y lo abrupto conformando desde el inicio su identidad. Y destino, porque el destino de Valparaíso está en el mar, siempre presente en la proximidad de los barcos enmarcados por las fachadas y en la línea del horizonte dibujada en la lejanía. Aún cuando no lo vemos y nos encontramos inmersos en las calles laberínticas de los cerros, el mar está en nuestro subconsciente y nos sorprende cuando a la vuelta de la esquina hay un aparecer azul fugaz, o cuando a través de una pendiente se nos guía el paso para volver a encontrarse con el borde.
Valparaíso desde su geografía: Diálogo territorial con el trazado urbano para encontrar la identidad y el destino de Valparaíso
Figura 6:
Cerro alegre, su relación geográfica y el mar.
Esta necesidad de encontrarse con el borde hace que la ciudad se desarrolle, y que a partir de arterias principales de circulación que van hacia el interior de las quebradas, las calles secundarias y las casas comienzan a desprenderse de estas vías, siempre siguiendo esa orientación lineal hacia el puerto. Una vez que el tejido de la ciudad se comenzó a complejizar, lo que se mantuvo fue la vista para no traicionar al destino, que se encontraba en los barcos que llegaban y traían las noticias, las mercaderías y los pasajeros. Y Valparaíso es un testimonio de esta forma de vida que se encontraba en el arraigo y la proximidad de los cerros con el mar. “Incorporar a la vida cotidiana de la ciudad la presencia del mar y el acceso al borde” (Purcell, 2014, p. 194). La significación actual de Valparaíso radica en la posibilidad de mantener ciertos aspectos para las generaciones futuras. Dentro de estas vemos la importancia de cuidar la relación entre ciudad y naturaleza que otorga una “pertenencia e identidad de sus habitantes” (Purcell, 2014, p. 191), dada la capacidad de la ciudad de mirar y contemplarse a sí misma. Por otra
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parte, uno de los valores rescatables en Valparaíso es su carácter público que traza un ritmo urbano presente en el plan, que muestra parte del quehacer y su identificación con el lugar y los barrios. Además, estos diversos barrios “traen a presencia las épocas pasadas de Valparaíso, su época de oro” (Purcell, 2014), es decir, hay un reconocimiento de pertenencia pero también histórico, el valor de lo que allí sucedió. Podemos decir entonces, que hay una relación del habitante de Valparaíso con los espacios naturales que permite reconocer el origen desde su geografía y contemplar el mar, pero que también lo hay hacia los espacios públicos que plantean una dinámica urbana que muestra el quehacer de la ciudad, y con ello, su destino. Es a través de estos espacios que la ciudad encuentra sus valores que están totalmente relacionados, por una parte la historia de lo que sucedió en épocas pasadas y la geografía que forjaron al habitante actual; y por otra, la propia identidad del porteño que se sustenta en estos acontecimientos pasados, formando así un ciclo de relaciones que reconoce su valor en espacios naturales y públicos. “Valparaíso debe cuidar: su ser ciudad y su ser puerto” (Purcell, 2014, p. 92). El puerto trae la dimensión de lo móvil, de las circulaciones, de lo que está de paso y debe cuidarla para cumplir su destino económico. Por el contrario las ciudad nos regala la dimensión de lo inmóvil, de lo detenido, de lo que permanece para cumplir su destino del arraigo al lugar. Dada su ubicación y geografía, Valparaíso surge como puerto y como ciudad. Hoy en día se reconocen estas dos realidades, por una parte su funcionalidad de puerto y por otra su condición de ciudad, que se han desarrollado en el tiempo pero no han sabido entrar en relación. En este sentido la geografía es un eje orientador que permite vincular ambas realidades (puerto-ciudad por un lado, y mar-cerro por otro). Hay una oportunidad de diálogo, que la ciudad vea al puerto y el puerto se extienda económicamente hacia la ciudad, pero el desafío es que la ciudad pueda habitar el mar y ver la propia ciudad, y que el puerto pueda entrar y convivir en relación con esa nueva realidad.
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Estudio urbanístico para una población obrera en Achupallas: Una vía para recuperar el destino de la ciudad La proyección de los valores de Valparaíso son claramente ejemplificados por los proyectos realizados por la Escuela de Arquitectura y Diseño, como es el caso del Estudio Urbanístico para una población obrera en Achupallas, realizada por el arquitecto Alberto Cruz Covarrubias. En este proyecto se puede ver que existe una preocupación por la construcción de los espacios, tanto naturales como de carácter público, y que a partir de estas generatrices se vaya conformando la historia y la identidad de Valparaíso, con su quehacer y con el mar, asegurando una coexistencia entre lo cultural de la vida y lo natural de la geografía.
Figura 7:
Croquis del jardín de Alberto Cruz.
Alberto Cruz anticipó el destino de Valparaíso porque fue capaz de mirar el origen, es decir, mirar al campo y al mar. En el año 1954, el sindicato piensa la ciudad como un jardín (Fig. 7). El jardín se muestra como un espacio para la contemplación, y Alberto Cruz lo establece diciendo que esa cualidad se encuentra en el mar, en la naturaleza que moldea la geografía, en el mar que le da sustento al puerto (Cruz, 1954, l. 2).
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Figura 8:
Croquis de vuelo de pájaro de Alberto Cruz.
En el dibujo de la vista aérea a vuelo de pájaro (Fig. 8) señala dos cosas, por un lado Achupallas y por otro el mar, es decir, hay una diferenciación de estos dos elementos, Achupallas es la ciudad y el mar es el jardín. También se enfatiza a través de la vista que el mar no se contempla desde adentro, es decir, no se habita sino que se contempla desde arriba, fuera de él. “La orilla del mar está vedada: la gente marinera que ve llegar los buques desde los cerros no puede llegar hasta el borde del agua, la gente de tierra no puede tomarse en ninguna terraza ningún refresco: nadie puede nunca mojarse los pies en el agua” (Cruz, 1954, l. 8). Es claro que hay una diferenciación entre estos dos elementos (ciudad y jardín), y que a la ciudad de Valparaíso a través de su puerto se le ha negado el acceso al mar. La propuesta entonces, considera al mar como un bien, al que se ha renunciado físicamente pero que se accede a él a través de la altura ganada que permite la contemplación. Para poder acceder a este bien físico de encontrarse al interior del jardín, es que se piensa la urbanización junto al árbol. De esta manera el árbol trae la proximidad de la hoja, que es equivalente a las olas del mar, y aparecen dos
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nuevos sentidos; el tacto de poder tocar las hojas y el sonido de las ramas al moverse con el viento, que reemplazan el bañarse en el mar y sentir el ruido de sus olas. “la tierra es el árbol para el hombre de mar la ola, la hoja” (Cruz, 1954, l. 9). Así Achupallas adquiere la proximidad de las hojas, junto con el tacto y el sonido; y la lejanía del mar a través de la vista. De esta forma con la planificación se busca la creación de un jardín perfecto que permita que los 50.000 vivan dichosos en su paraíso. El urbanista no ha hecho más que descubrir y aproximar la ciudad hacia su destino, hacia la contemplación del mar desde la altura organizando la periferia para incorporarla, transformarla y que sea un borde alto dentro de la ciudad. La ola es al mar como la hoja es al árbol. Hay una relación de la parte con el total, así como Achupallas conforma una parte que tiene vínculo con lo mayor, con Valparaíso, y aún más allá, con el continente americano.
Figura 9:
Quinta Las Zorras, 1872.
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“Cuando conocía el mar, conocía la tierra, los ingleses del Valparaíso del siglo pasado que desde el amanecer hasta las cinco de la tarde luchaban con el mar y las cosas del mar: tomaban el caballo y partían tierra adentro y sentían en sus espaldas esos gráficos luminosos que el oleaje dibuja en los cascos de los buques: así se forma las zorras” (Cruz, 1954, l. 9). Reconocemos al habitante de Valparaíso como un ser que va en busca del mar desde el amanecer, pero que luego de su jornada vuelve a la tierra y toma el caballo, reafirmando el paso sólido sobre la tierra y dirigiéndose al interior. La formación de Las zorras no es casualidad entonces, ya que se menciona como un lugar con grandes quintas y el destino preferido para ir a un día de campo y cabalgata. Aparece nuevamente la idea de jardín, ahora como espacio habitado y Achupallas refleja esa identidad pero sin darle la espalda al mar para no perder el origen y destino, como sí lo hicieron Quilpué, Villa Alemana, Peñablanca y Limache. Sin embargo, se reconoce y se sabe que estas ciudades no pueden ser independientes, por el contrario son barrios residenciales de Valparaíso que deben estar conectados y tiene cierta dependencia entre sí. “Fiel al puerto. La ciudad con la industria que nace del mar, que comercia con el mar. Para que la gente, en su casa, en su trabajo, vea a quién le debe todo. Y así el espacio no será un goce estetizante y no sentirá por él ese amor externo como en esos picnics en que se descubre la hermosura de la naturaleza. Será un espacio cargado de significaciones de vida, vida en este mundo” (Cruz, 1954, l. 15). Hay una relación que va más allá de lo visual, de lo tangible, que tiene que ver con el origen y el destino de Valparaíso, y que en Achupallas se reconoce a través de la ciudad jardín, pero no por su terreno, ni el agua, ni la calidad de la tierra, sino que utilizando el mar como paisaje y la altura como elemento geográfico que consolidan una identidad territorial en torno a Valparaíso. Si bien Achupallas hoy en día existe, no se erigió con la plenitud de haber
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buscado su destino y le dio la espalda al mar. Esta urbanización se extiende en el lugar que se proyectó la población obrera, sin embargo, al no realizarse los movimientos de terrenos quedaron sin lugar las plazas miradores. Aquí actualmente se encuentra la universidad Adolfo Ibáñez y es la última posibilidad de coronación del cerro a través de espacios de esparcimiento que permitirían volver a vincular Achupallas y Valparaíso con su destino, el mar (Fig. 8). Achupallas no sólo queda atrás de Viña del Mar, sino que queda sobre, y es esta dimensión la que conlleva al regalo del horizonte del mar.
Figura 10:
Ubicación de Achupallas.
“Sporting-bosque-tranque-estadio-bosque-golf Sporting-bosque-tranque-estadio-bosque-golf. Con el horizonte del mar” (Cruz, 1954, l. 23) La importancia de este horizonte de mar que se logra con la altura en la que se posiciona Achupallas, radica en que se considera un espacio de copropiedad, en lo común, en el esparcimiento. De esta forma “La ola y la hoja” (Cruz, 1954, l. 24) se transforman en la construcción de una unidad,
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que por un lado tiene el destino de Valparaíso con la ola, y que por otro tiene el jardín creado para el esparcimiento, que nos hace codueños de Valparaíso en la medida que poseemos acceso al puerto a través de la vista, y que nos podemos apropiar de una parte de él, aparece la condición geográfica de teatro en la que somos parte de la obra. “Y calles sobre las cotas de los cerros y las casas ordenándose por el mar, buscándolo. Buscando el paisaje único en la costa, el mar con árboles” (Cruz, 1954, l. 25) El mar aparece como un elemento natural ordenador del territorio, es decir, que la ciudad es pensada con la geografía y la incorpora al interior de ella, pero que también se adapta y respeta estas condiciones naturales. Lo natural y lo construido en convivencia. Es por esta convivencia que Alberto Cruz dice “Una ciudad Achupallas que no se ha edificado aún, pero que ya está invisiblemente totalmente edificada” (1954, l. 25). ¿Por qué es que ha quedado invisiblemente y totalmente edificada? Porque el territorio es el que la ha definido y no el hombre. Y así la obtención de algo para que Valparaíso pueda ser fiel a su destino, que se da a través de “el ojo en las circulaciones” (Cruz, 1954, l. 26), en este subir y bajar para que Valparaíso se encuentre con el mar. Que ese acontecer se presente desde la naturalidad de su pendiente, sus curvas y los callejones “mirando a los barcos de la bahía” (Cruz, 1954, l. 27). El proyecto de Achupallas también pretende conseguirlo con sus circulaciones, y que junto con Viña del Mar logren establecer el borde bajo y alto que son la conexión visual directa con el mar, pero que además en el ir y venir de un punto a otro se pueda seguir disfrutando de él, con las avenidas interiores que vinculan los bordes e incluso en el desafío ambicioso, aproximar a las ciudades del interior. Para que la ciudad-puerto pueda desenvolverse en el tiempo necesita de estrategias de ordenamiento territorial, una accesibilidad al puerto que no interrumpa el ritmo de la ciudad, y a su vez un camino que aproxime el interior al puerto, que se sienta la presencia de esa identidad de ciudad
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portuaria y se conforme esta unidad territorial colaborativa desde el interior hasta el mar. La visión para Valparaíso en el futuro es que debe mirarse en conjunto y no solamente como ciudad, hay una región que sustenta al puerto, por lo que se debe trabajar en conjunto para recobrar un sentido de unidad. Esta unidad es fundamental, ya que se cobra un tamaño significativo que permite un alcance a otra escala, no sólo a nivel de país sino que de continente y global.
CONCLUSIONES Para concluir, podemos ver cómo Valparaíso ha sido una ciudad que se ha construido desde su geografía, que se ha posicionado en la intersección del camino del agua y el camino de la tierra, como una ubicación estratégica de la ruta comercial ante el Pacífico. La geografía ha cobrado un rol sumamente importante que se ha ido desvalorizando con el tiempo, pero que Valparaíso debe recuperar y poder asegurar su preservación en el tiempo para las futuras generaciones, es necesario comprender el origen para proyectar el destino de la ciudad. En la impronta de revalorizar Valparaíso desde su territorio, es que aparece su patrimonio natural no sólo como una imagen pictórica, sino que como una espacialidad importante que la ciudad ha cedido. Por un lado, sin la creación de parques, y por otro con la negación ante la necesidad de llegar al borde como formas de recreación. Es por esto que Valparaíso debe generar una capacidad de planificación, que realice una lectura de su territorio y establezca un diálogo con él, como una medida de orden que permita no sólo evitar desastres naturales, sino que también pueda mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
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Reseña Bibliográfica: Ramón Fernández Durán 2011. El Antropoceno, la expansión del capitalismo global choca con la biósfera, Virus editorial, Barcelona. 105 pág Gino Bailey 1
El siglo XX se caracterizó por ser una era donde predominó la vida en las ciudades gracias a las fuerzas económicas de la urbanización, que ciertamente evolucionó desde el siglo XIX y el actual (XXI). Estas fuerzas dependieron de algo muy importante que está dispuesto en todo el planeta y el universo: energía. Entre 1860 y 1900 la producción y extracción de la energía planetaria para conseguir el desarrollo y el progreso material, requería de cantidades que oscilaba entre los 150 y 500 millones de toneladas (p.14). Fundamentalmente energía fósil y otra de carácter extractivo respecto los recursos naturales: carbón, petróleo, gas natural, biomasa, energía hidráulica y nuclear. Desde 1960 al año 2010 se produjo una explosión de las energías fósiles como el carbón y petróleo, luego le seguiría el gas natural y más atrás la biomasa y la energía nuclear. Entre el petróleo y el carbón la extracción sería sobre los 3 mil millones de toneladas (p.14). Salvo que se haya formado un planeta tierra más, el proceso de urbanización no solamente llevó a estas exageradas cifras en la utilización de recursos naturales vinculados a la energía, sino a un excedente no utilizado ni reinvertido al planeta de acuerdo a su propio proceso metabólico. De esta manera el libro “El Antropoceno, la expansión del capitalismo global choca con la biósfera” nos propone una lectura crítica a los efectos antrópicos vinculados al desarrollo económico y material que intensificamos durante todo el siglo XX. Una industria que extrae energía para reintroducirla en output biofísicos complejos, donde el planeta tierra no es capaz de absorber para introducirlo nuevamente como energía. Es reconocida la descomposición del plástico, pese a que la combinatoria de procesos químicos lo hacen parte de la misma biósfera planetaria. La sustentabilidad fue un relato que predominó fuertemente durante la mitad del siglo XX hasta nuestros días en la relación entre ciencia e institu-
Revista Eltopo. No.10. 2019 :(pp.144-149) ISSN:0719-3335 145
Reseña Bibliográfica
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cionalidad, así como en la visión de los estados que forman parte de las Naciones Unidas. Se creyó – fehacientemente o no- que la sustentabilidad podía afirmarse en la idea de un futuro donde el desarrollo, bajo fórmulas, inyección de ciencia y tecnología además de las respectivas voluntades, podía seguir garantizándose si es que se hacían algunos arreglos al modelo de desarrollo económico. La premisa seguía siendo un mejor futuro, donde la disponibilidad de recursos naturales se podían proyectar sin afectar la vida de las futuras generaciones. Se elaboraron fórmulas econométricas para ello, sin embargo lo que tenemos en el presente es una crisis socio-ecológica vinculada al sistema productivo, con un futuro connotado fuertemente por la incertidumbre y no como se pensó, por la garantía de recursos. Ramón Fernández, inspirado en las perspectivas de la ecología política, nos muestra un camino diverso al de la sustentabilidad. Lleva la discusión a la evolución de las eras geológicas del planeta tierra. El paso del holoceno, o último bastión de los seres humanos sedentarios al antropoceno, sería una era donde predominaría el <<sistema urbano- agro-industrial>> como la principal fuerza geo-mórfica (p.10) en la que el ser humano sería un agente central en la aceleración y el excedente excesivo sin utilizar de energía fósil sobre el planeta tierra. Se dice que la cantidad de energía derrochada en relación a la energía consumida estaría de 1 a 100 mil (p.11). Es decir que produce un excedente energético que ningún ser humano utilizaría, pero que estaría en función a la producción de riqueza y especulación económica. Especulación que explica el incremento acelerado de uso y renta de suelo para la construcción para uso residencial o turístico. Pero este <<sistema urbano- agro-industrial>> hay que entenderlo en su funcionamiento ecosistémico. No es que los residuos industriales y domésticos sean algo negativo, sino más bien tanto los input biofísicos así como los outputs biofísicos, son parte de un proceso metabólico de transformación de energía que tiene su punto de partida en el planeta tierra, pero que producto del acelerado modelo de extracción, para fines inmateriales y especulativos como la acumulación de capital, se producen anomalías y crisis ecológicas como la actual crisis planetaria. “En la naturaleza no hay recur-
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sos ni residuos, todo funciona como un sistema interrelacionado, activado por energía externa solar. Lo que es un residuo para un organismo como resultado de su metabolismo interno, es un recurso para otro, cerrándose los ciclos biofísicos que mantienen, hacen evolucionar y complejizan los ecosistemas y en definitiva la vida” (cit, p. 14) No solo están los fósiles, sino también el acero, el aluminio, el cemento y el vidrio. No solo están las infraestructuras interurbanas, sino también el transporte horizontal individual de largas distancias, motorizado, el metano de la industria bovina y los gases tóxicos de vertederos y desechos químicos industriales. Las enfermedades como aquellas de índole reproductiva, las alteraciones hormonales e inclusive los problemas neurológicos como el autismo, la hiperactividad, el Alzheimer o párkinson también estarían asociados a procesos químicos intensivos del antropoceno. Cuestiones elementales para el funcionamiento de la especie se encuentran en crisis. El agua y la alimentación. El agua aceleradamente se convirtió en el nuevo oro azul (p.30) y sus reservas se encuentran en los casquetes polares y en glaciares, que con el cambio climático tienden a convertirse en parte del océano (p.31). La agricultura ha sufrido un proceso de evolución técnico y de extracción industrializada, afectando el comportamiento del suelo, de las especies vegetales y en consecuencia de nuestra alimentación (p.33). La migración global ya dejó de ser una cuestión de oportunidad económica, para convertirse en un fenómeno humanitario de supervivencia (p.35). Mientras todo esto ocurre, los esfuerzos por la reutilización, el reciclaje y la reducción, ha tenido un impacto mínimo favorable sobre el planeta, donde los más afortunados han sido las empresas, como ha ocurrido en la industria del agua embotellada (p.38) De este modo Ramón Fernández apunta una cuestión irreversible en el antropoceno: la complicidad con el presente del capitalismo global y la sociedad industrial que se heredó y evolucionó de otro modo (p.47). Esta megamáquina global (p.48) no habría que entenderla como un apelativo a la transformación si es que no cambian las bases del sistema de acumulación del capital. Es así como al fondo de la propuesta geológica y de la biosfera presente en el libro, está la crítica al sistema de acumulación del capital
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global actual y a la imposibilidad de las diversas estrategias pensadas desde lo sostenible y sustentable, si es que no cambia la lógica acelerada y especulativa de extracción de recursos naturales. Tanto el agua, la agricultura, la explotación de bosques y las pesquerías son cruciales para sostener nuestro hábitat en el planeta tierra (pp.48-57) El denominado “golpe de estado biológico” (p.57) radica no tan solo en la extinción mediática del oso polar, la ballena o el tigre siberiano, sino en las miles de especies microorgánicas, vegetales y animales que por lo general son imperceptibles. Se ha calculado el que ritmo de desaparición es 100 veces más rápido respecto de su velocidad natural (p.60) De igual forma, la gratuidad de vivir en el planeta tierra está en cuestión, puesto que la mayoría de los denominados “servicios ecosistémicos” también están en crisis: la fotosíntesis, la regulación climática, la depuración del agua, el aire, la polinización de las plantas, la edafogénesis vinculada al suelo y el equilibrio del entorno, entre otros (p.61) Dentro de todo este movimiento, el poder y la expansión del sistema mundo no ha ido en retroceso ni se ha ralentizado, todo lo contrario. Las diferencias sociales y territoriales se acentúan y la política ambiental solo se ha retratado como un argumento técnico y científico plausible para seguir expandiendo el mundo a través del urbanismo, el consumo y las finanzas. Sin embargo el cambio climático, la disponibilidad de servicios ecosistémicos y la crisis de la biósfera demuestran precisamente que la sustentabilidad y sostenibilidad han “traicionado” – como diría el economista Norgaard- a la naturaleza y al funcionamiento de sus distintos ecosistemas. Finalmente, la invitación que realiza Ramón Fernández, es precisamente a cuestionar la política ambiental, los incentivos económicos y las distintas cumbres internacionales, cuando es el actual sistema de acumulación el que se torna inconmensurable para vivir sin ser afectados por aquel “golpe de estado biológico”. Sea desde la construcción de un nuevo trato distinto del antropo-centrismo, o en la construcción de modelos de vivir en el mundo distintos, lo cierto es que el llamado es posicionar a gaia, el planeta tierra al centro, por sobre nuestro dispositivo material de generar riqueza. De lo contrario el golpe de estado biológico tiene la previsión de ser aplastante para todas las especies.
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