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Opinión: Gina Gutiérrez "Seremos un país sin maíz"
Mujer Ganadera lavidalactea1@gmail.com
Seremos un país sin maíz
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Quería escribir sobre otro tema, pero lo del maíz es tan importante para nuestro sector que es inevitable tratarlo y más cuando en las últimas semanas hemos leído y escuchado tantas posiciones al respecto como nunca antes. Hay varias aristas desde dónde se puede abordar el tema, pero todas nos llevan a lo mismo: el decreto presidencial para prohibir el maíz es una pésima decisión. “Maíz”, sin adjetivos que le sigan, porque ese ha sido precisamente problema, agregarle el temido adjetivo “transgénico”; término que por décadas ha sido causa de miedo y manipulación, y demuestra la ignorancia que hay respecto de la agricultura.
La campaña “Sin maíz no hay país” ha causado un daño tremendo, sobre todo a los más pobres, porque imaginemos que esos pequeños agricultores pudieran sembrar un maíz más eficiente, su vida cambiaría por completo; pero al paso que vamos, nos tendremos que acostumbrar a vivir en un país sin maíz, porque no vamos a lograr la deseada autosuficiencia nunca. Ojalá fuera posible, pero ningún país puede ser autosuficiente, no del todo, y gracias al intercambio comercial que tenemos, es que nos beneficiamos de este lado de la frontera, como ayudamos a los que están más allá de México con otros productos en los que somos mejores. Ahora con ese decreto, hasta nuestras relaciones comerciales corren peligro y, por lo tanto, nuestra permanencia en el sector ganadero.
Llevamos décadas importando y consumiendo “ese” maíz. Décadas en los que jamás se han encontrado efectos adversos por su consumo, ni usando los métodos científicos más rigurosos. Décadas en las que nuestra ganadería se ha beneficiado por poder acceder a mercados de insumos a precios competitivos. Décadas de beneficiarnos de la eficiencia que tienen nuestros vecinos, con la que no hemos podido competir y, honestamente, jamás lo haremos por muchísimas razones; no tenemos la tierra suficiente para producir todo lo que importamos (¡y no se vale destruir ecosistemas tropicales para sembrar maíz!), el clima no nos ayuda porque México es mucho más seco y la tierra no retiene humedad suficiente de las cada vez más escasas lluvias, porque donde podrían sembrar maíz, los productores deciden sembrar algo más lucrativo (con todo derecho), porque la ideología pesa más y usan de excusa la riqueza natural de México que, ojo, sí hay que proteger, pero no es impedimento para buscar ser mejores y ¡porque sin tecnología nunca lo vamos a lograr!
Tecnología es la palabra clave aquí, pero es una palabra que a nuestras autoridades no les gusta, y menos cuando venga del extranjero, porque claro, acá podemos hacerlo mucho mejor, como la vacuna patria, los ventiladores ehécatl, la promesa de crear un sustituto para el glifosato y varios ejemplos más. Ahí otro problema ideológico, el glifosato, que también ha pasado evaluaciones y no hay evidencia científica suficiente que demuestre el peligro que dicen que es. Si crear un sustituto para un producto tan eficaz y seguro fuera tan sencillo y rápido (para tenerlo listo el próximo año), ¿no creen que ya lo habría? No, hay que hacerlo acá, o pedírselo a Cuba o Nicaragua, ¿no? Si fuera tan sencillo ser más eficientes para producir maíz, ¿no lo seríamos ya?, o de plano, ¿somos tan tontos?
Otro de los problemas que tenemos por la ideología es que han romantizado los “métodos tradicionales” y, ojo (otro), sí hay que preservarlos, pero su protección no debería ser causal de querer imponerlos a como dé lugar. Producir en chinampas está bien, se ve lindo y ayuda a las comunidades locales y les genera ingresos adicionales por la atracción turística que es ver cómo se preservan los métodos que usaban los aztecas hace siglos, pero no es algo a lo que debamos aspirar, como lo han dicho algunas autoridades. Estamos a nada de que sugieran que en las escuelas se enseñen bailes ceremoniales para llamar a la lluvia y a buenas cosechas.
Las opiniones están divididas, en las últimas semanas he leído muchas posiciones y me ha sorprendido, gratamente, leer muchas piezas en contra del decreto, porque no es difícil ver el desastre que esto significa. El gobierno ha intentado frenar la inflación de los alimentos (sin lograrlo, porque a través de decretos no se llega a nada), pero no creo que se imaginen el brutal incremento que tendrían todos los alimentos una vez que dejemos el maíz que ya importamos, ni cuando empecemos a importar maíz sin adjetivos de otros países. Si los más afectados ya son los más pobres, no quiero imaginar lo que va a pasar entonces.
Si el gobierno no deja a un lado su ideología y nos deja usar la tecnología, seremos un país sin maíz. Así los dejo con algo de lo que leí recientemente, en el artículo “vivir sin maíz” que escribió Julio Patán en el Heraldo de México, el pasado 15 de febrero:
“Señor Presidente, señora directora general (del Conacyt): uso esta tribuna para solicitarles que no escatimen. Hagan lo que sea necesario: una paraestatal para que el ejército produzca bastones plantadores, o una campaña de ceremonias sacrificiales en honor a Cintéotl, dios del maíz, y Chicomecóatl, diosa de la agricultura.
Cuente con los pollos de mi patio para fertilizar la tierra y alegrar a los dioses ancestrales.
Porque el mexicano, pueblo resiliente donde los haya, puede vivir sin muchas cosas: un aeropuerto, medicinas, maestros alfabetizados, un metro que no explote cada quince minutos. Lo que nos es imposible, se los digo fraternalmente, es vivir sin maíz.”