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Actualidades César. R. Ocaña Enero/Febrero 2023
CÉSAR RAFAEL OCAÑA ROMO. M.Sc. in International Agricultural Sciences. Universidad Humboldt, Berlín, Alemania.
La nueva era de Geo-América: de la globalización a la fragmentación regional, la oportunidad para México.
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El conflictivo escenario global en Europa y Asia asoma grandes oportunidades para México en amplias ramas de negocios con uno de los mercados más importante del mundo, los Estados Unidos.
El entorno geopolítico y económico global cambió abruptamente en los últimos tres años: en inicio, principalmente por diferencias respecto la supremacía en tecnológica, poder militar y comercio entre Estados Unidos y China; posteriormente aparece el COVID 19 en China, se extiende a todo el mundo, paraliza el suministro de bienes y materias primas por el confinamiento; y para acabalar el cuadro, luego se suscita el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, que añade otra variable negativa a los flujos de comercio y cadenas de suministro globales, en este caso con mayor efecto en granos, fertilizantes, petróleo y gas; y para rematar, aparece el fenómeno inflacionario en todo el mundo.
Estas situaciones han planteado retos a la globalización: se recrudecen las tensiones políticas, económicas y militares y se conforman grupos afines: Estados Unidos y la Comunidad Europea difieren con Rusia, apoyando a Ucrania; la India aprovechando el bloqueo comercial a Rusia obtiene petróleo en mejores condiciones; y China jugando un papel ambivalente con estas y otras naciones.
En este ambiente político – económico – y militar, Estados Unidos se plantea la relocalización de sus cadenas productivas (el famoso nearshoring), con un marcado enfoque en seguridad nacional y el manejo de posibles riesgos geopolíticos. De ahí la importancia y relevancia que podrá asumir Mexico contribuyendo en la relocalización de cadenas de valor más cortas que actualmente están en Asia.
El conflictivo escenario global en Europa y Asia asoma grandes oportunidades para México en amplias ramas de negocios con uno de los mercados más importante del mundo, los Estados Unidos y Canadá, ello principalmente por la cercanía geográfica y la fuerza laboral disponible, pese a los desincentivos sobre el estado de derecho, seguridad, amenazas a la democracia y una ausencia de política pública de fomento a la inversión privada y de infraestructura, con la salvedad de un manejo moderado de las variables macroeconómicas, que han salvaguardado la estabilidad económica.
Los cambios (o conflictos) que estamos viviendo en el orden mundial, harán de la zona TMEC una de las más relevantes a nivel global, ya que estas alteraciones no son pasajeras y muy probablemente serán parte de la futura arquitectura de las relaciones comerciales, económicas y políticas entre México, Estados Unidos y Canadá en las décadas por venir. El modelo globalizador económico con una relativa ausencia de interferencia política entre continentes y sus países parece haber sido rebasado por los intereses geopolíticos.
Posibles escenarios para el sector agropecuario con la vista puesta en una mayor regionalización en la zona del TMEC
La apertura comercial de México inicia en la década de los ochenta con el ingreso al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1986, posteriormente con la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, y en julio del 2020 del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Para los socios del TMEC, en el sector agroalimentario es de mencionar las diferencias y limitaciones en producción que se originan por las estacionalidades climáticas y sus factores de producción; tierra, capital, mano de obra y tecnología, además de otros aspectos inherentes a la cultura y políticas agroalimentarias de cada país.
Dichas asimetrías han propiciado que el comercio agroalimentario de Estados Unidos y México sea complementario; México se ha vuelto bastante competitivo en satisfacer gran parte de la demanda estadounidense de frutas y hortalizas de invierno, cultivos que se favorecen por el clima de vastas regiones de México y la disponibilidad de mano de obra; mientras que Estados Unidos ha incrementado sus exportaciones de granos y oleaginosas hacia México, con cultivos que son intensivos en uso de tierra y maquinaria agrícola.
Respecto la creciente importación de México de granos como materia prima para la industria pecuaria, con ello se añade valor a la cadena agroalimentaria mexicana de carne de bovino, puerco, pollo, leche y huevo. Otro hecho es el notable incremento del comercio de alimentos procesados entre los socios del TMEC. Cabe agregar que, del 2015 a la fecha, la balanza comercial agroalimentaria de México es superavitaria, con una tendencia positiva que empieza a declinar en el 2021 y 2022.
En cuanto a los flujos de migrantes (jornaleros) de México (o de Centroamérica) a Estados Unidos, estos se originan por las diferencias reales de salario entre Estados Unidos y los países expulsores y por la limitada demanda de mano de obra en sus regiones, mayormente de zonas rezagadas económicamente.
En Estados Unidos, una gran parte de las cosechas de frutas y hortalizas del suroeste, como también del trabajo requerido en las plantas procesadores de carne, se realiza con mano de obra mexicana, por lo que es de esperarse que al persistir la brecha salarial, Estados Unidos sería más propenso a las importaciones de frutas y hortalizas e incluso de productos cárnicos mexicanos, así como a la contratación de mano de obra mexicana (legal o ilegal) para su producción y a enfocar su producción a cultivos y alimentos menos dependientes de mano de obra, ello, afectando la disponibilidad de jornaleros en México para las regiones productoras de hortalizas y frutas y a su vez impulsando un incremento en sus salarios.
La migración hoy en día es un fenómeno global. Las políticas internacionales para contener la migración ilegal han mostrado limitaciones en todo el mundo, por lo que de la misma manera que se liberalizó el comercio y los mercados de capital, es necesario que los mercados laborales tambien se adapten, en particular es relevante para la zona del TMEC que pretende relocalizar sus cadenas de suministro, lo que implicaría cambios a leyes laborales, de migración y por encima de todo, el erradicar prejuicios raciales y culturales entre los miembros socios y visualizarse como el bloque económico de Norteamérica.
En este contexto de geopolítica global, el TMEC será un jugador muy relevante en el comercio internacional, oportunidad que ninguno de los tres países miembros deben desaprovechar ya que muy probablemente este bloque comercial trascenderá más allá de políticas domesticas que busquen neutralizar esta realidad, como ya se observa por ejemplo en México, con el arribo de empresas extranjeras debido a que tienen acceso a mecanismos jurídicos de defensa internacionales, entre estos los propios del TMEC, en contraste con las empresas mexicanas, limitadas al marco jurídico nacional o expuestas a decisiones políticas, de ahí que quizás por eso se vislumbra tambien la des-nacionalización de algunas empresas nacionales.
Expuesto el contexto, valdría la pena cuestionarse cuáles serían los efectos económicos y sociales para los socios del TMEC, de un acuerdo migratorio que facilite la movilidad laboral para trabajadores de los tres países, o en su defecto, cómo se pretende frenar el flujo migratorio hacia Estados Unidos en los proximos años.