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EDITORIAL Noviembre/Diciembre 2020
A nuestros lectores
Termina un año sumamente difícil para el país, pues a los problemas de ineptitud política y de inseguridad se sumó la covid-19 con su cauda de muerte y desastre económico. Desde los primeros días de 2020 el panorama pintaba mal para el sector pecuario, pues los diputados oficialistas habían aprobado un presupuesto del que desaparecía gran parte de los programas de apoyo que quedaban y continuaba el desmantelamiento de la estructura gubernamental que respaldaba el trabajo de los productores. A lo largo del año se tomaron otras medidas poco meditadas y potencialmente muy perjudiciales, como la virtual legalización del contrabando de ganado procedente de Centroamérica.
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Había, sin embargo, algunos alicientes, como la aprobación hacia finales de 2019 del nuevo tratado comercial con Canadá y los Estados Unidos, que entraría en vigor a mediados de este año y que si bien no es tan beneficioso como el anterior por lo menos nos permitirá seguir aprovechando el mayor mercado del mundo en condiciones ventajosas. Todavía no sabemos el efecto en los hechos de las nuevas cláusulas sobre asuntos laborales, ambientales y otros, pero esperamos que los productores agropecuarios organizados y las autoridades puedan manejarlas con inteligencia. La pandemia de covid parece haber retrasado la aplicación de algunas de las nuevas normas y, al mismo tiempo, beneficiado inesperadamente a los productores mexicanos, ya que, por ejemplo, derivó en una disminución de la demanda mexicana de carne bovina estadounidense y en el cierre de muchas plantas frigoríficas del país vecino, impulsando así la demanda de carne mexicana procesada. De hecho, todo este 2020 el sector agroalimentario mexicano ha estado rompiendo récords de exportación y de balanzas comerciales superavitarias. No es un resultado de la pandemia propiamente, porque el sector ya mostraba un comportamiento muy positivo desde años antes, pero es innegable que México ha sabido aprovechar muchas de las oportunidades abiertas por la crisis sanitaria.
Hay en el sector ganadero, sin embargo, grupos que han resultado muy perjudicados por la epidemia. Pensemos por ejemplo en los criadores de registro, cuyo principal canal de comercialización son las exposiciones, las subastas presenciales y otras actividades que, al requerir la reunión de personas, fueron suspendidas y apenas empiezan a reanudarse. Otros se han visto afectados por la reducción en la demanda de sus productos.
El Presupuesto de Egresos para 2021, como ya se preveía, terminó con los pocos programas de apoyo pecuario que quedaban y redujo sustancialmente los recursos destinados a áreas clave, como la sanidad animal, en beneficio de “programas sociales” cuya opacidad y discrecionalidad prueban sus verdaderos objetivos, que nada tienen que ver con la productividad y el desarrollo del sector y de quienes trabajan en él.
Lo que más lamentamos de 2020, sin embargo, es la gran cantidad de pérdidas humanas causadas por la epidemia, que en gran medida pudieron evitarse si las autoridades la hubieran tomado en serio desde el principio y destinado todos los recursos disponibles a combatirla. Esta vez no concluimos estas líneas con un “feliz Año Nuevo”, sino con un llamado a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como ciudadanos y como electores.