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CUENTOS DE MI RANCHO

La Abuela.

Esta historia la escuché recientemente, me la platicó un colega de Sinaloa.

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César Vergara Sabbagh cesarvergara_9@hotmail.com

La abuelita era una persona muy afable, casi no hablaba ni se metía en la vida de nadie. Cuando el abuelo murió, todos nos fuimos a vivir a la ciudad, a buscar trabajo, pero ella decidió quedarse a vivir en el rancho, aunque estuviera sola. Decía que cómo se iba a ir, si ahí había vivido los años más felices de su vida al lado del abuelo.

Su único vicio, si se le puede decir así, era que todos los días, a la puesta del sol, se iba a la parte trasera de la casa y se sentaba a fumar en su mecedora. Luego llegábamos de visita el fin de semana los nietos. Nos recibía con apagado júbilo.

Ya que empezaba a oscurecer, a la hora del zancudo que le llaman, agarraba y se metía para su casa a bañarse, merendar y eso.

Entonces los nietos nos íbamos al patio a recoger todas las colillas que la viejita dejaba ahí nada más botadas en torno a la mecedora y nos las fumábamos. Sentíamos chistoso y nos echábamos a reír a carcajadas nada más porque volaba la mosca. Al cabo de rato nos daba mucha hambre. Entonces corríamos al supercito del pueblo y nos robábamos como Esta historia la escuché recientemente, me la platicó un colega de Sinaloa. podíamos, latas de ultramarinos y galletas saladas. Y no porque fuéramos pobres y no nos alcanzara; nuestra familia vivía bien. Éramos mulillas, nada más por eso. Al correr de los años caímos en la cuenta de que la viejita fumaba – y nosotros también en consecuencia, de la yerbita esta que recomiendan como remedio para la artritis, el insomnio y otras dolencias.

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