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La normalidad no puede regresar

Georgina Gutiérrez Rodríguez

lavidalactea1@gmail.com

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Al momento de escribir esto, en el mundo hay más de 2 millones de contagios del nuevo virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19 y, a pesar de que no ha cobrado la vida de tantas personas como otros virus en la historia y hay otras enfermedades más peligrosas en este momento, esta pandemia ha detenido al mundo. Ningún sistema de salud estaba preparado, y menos en un país donde la malversación de fondos ha sido una práctica común entre nuestros gobernantes. Lo que molesta con este gobierno es que, aun sabiendo la precariedad de nuestras instituciones y saber que esto era inevitable, salieran a decir que estábamos listos desde hace meses, que era un problema menor y que la gente debía seguir haciendo su vida normal, mientras el mundo estaba encerrado en sus casas, y que hayan recortado el presupuesto para destinarlo a otros rubros y a proyectos que han demostrado no ser viables. Pero basta de hablar del gobierno.

Antes de tener que quedarse en casa, la gente estaba acostumbrada a tener todo, a su disposición. Qué hacer el fin de semana: ir al centro comercial, al parque, a pueblos mágicos, a la playa, etc. Quiero ver a mis amigos: nos citamos en alguna casa o bar. Me enfermo: voy a la farmacia a buscar medicina, al doctor para una consulta o al hospital para que me atiendan, sin preocuparme (tanto) de la falta de insumos.

Estas son sólo algunas cosas que damos por sentado, pero hay algo más que nos parece normal; tengo hambre: voy y compro algo para cocinar o busco algo listo para comer. Me hacen falta productos en la despensa, voy al supermercado y tengo el privilegio de elegir qué comprar, qué marca y quizás hasta satisfacer algún antojo, y si voy al mercado, hasta puedo regatear el precio. Estamos acostumbrados a que la normalidad nos sirve para satisfacer nuestras necesidades y gustos, y ojalá seamos capaces de crear memoria y no permitir que esa normalidad vuelva. Jamás.

Lo digo porque la normalidad permitía que alguien que es bueno pateando un balón, o que es atractivo y se aprende unas líneas o que sólo es atractivo ganen millones de dólares al año. No quiero quitarle mérito a algunos deportistas, y entiendo que sea una fuente de entretenimiento y quizá de inspiración en muchos casos porque también a mí me gusta celebrar los logros que parecen sobrehumanos que tienen los atletas olímpicos (que nunca ganarán lo que un futbolista o jugador de americano), pero ahora hemos podido vivir sin deportes y el mundo no se ha terminado. De igual manera, me encanta ver películas y series de televisión, y quién sabe cómo estarían pasando la cuarentena sin acceso a ese tipo de entretenimiento. Lo que está mal de esa

normalidad es que es incomprensible que una persona que dedica su vida a salvar otras no pueda aspirar, de ninguna manera, a ganar esas cantidades o, tristemente, un salario que se considere decente.

Lo vemos hoy, porque en nuestro país, a pesar de estarse jugando la vida, quienes están atendiendo a los enfermos por este coronavirus, ganan una miseria, no tienen equipo y además y para colmo, son atacados por ignorantes insensatos, en lugar de recibir un agradecimiento como sucede en todo el mundo, cada día. Han surgido apoyos de instituciones y empresas para los sistemas de salud en diferentes países, pero en la normalidad, nunca una marca sería patrocinadora de un enfermero ni haría famosa a una partera que ha salvado cientos de bebés y sus mamás. No me imagino a una marca de lujo patrocinando a un científico que se ha dedicado a encontrar la cura contra el cáncer o cualquier otra enfermedad. A pesar de que muchos actores, músicos, famosos sin méritos y de nuevo, deportistas reconocidos, pueden tener buenas intenciones, pasan esta cuarentena en la comodidad de sus mansiones, hacen videos de lo mucho que han meditado sobre esta situación y lo difícil que es, pero no creo que sepan cómo lo están pasando la mayor parte de las personas, ni creo siquiera que se imaginen quién demonios produce su comida, que ahora, con un sacrificio enorme, tienen que cocinar ellos mismos, porque humanamente mandaron a sus chefs personales a casa. ¿Algún productor verá, algún día, cientos de millones de dólares como pago por su trabajo?

No, y eso que es algo más productivo que tener un anuncio en Times Square modelando ropa interior.

Además de todos los problemas, por los que todos pasamos en nuestras vidas, a nosotros los productores nos preocupan otras cosas y estamos algo acostumbrados a esperar que aparezcan plagas en nuestros cultivos y enfermedades en el ganado, y nunca recibimos más apoyo para enfrentarlo. No veo a famosos organizándose en este momento para ayudar a los productores en África que están enfrentando la mayor plaga de langostas, de la que se esperan tres generaciones más. No he visto, nunca, a empresas automotrices convertir sus líneas de producción para fabricar instrumentos agrícolas y ayudar a aquellos países a salir adelante y terminar con el hambre. En lugar de eso, fabrican los motores más sofisticados para que unos cochecitos den vueltas en un autódromo, varias veces al año.

Los productores seguimos trabajando porque todos: los que están en sus casas descansando o trabajando remotamente, los maestros que están dando clases en línea, los que tristemente perderán su fuente de ingresos por falta de

apoyos para empresarios y generadores de empleo, los famosos del rubro que sea, los políticos que no están haciendo nada y parece

que sólo estorban, los que siguen dando servicios básicos y obviamente, todos los que están en la primera línea enfrentando esta enfermedad, todos tiene que comer, y para eso estamos nosotros.

Ojalá en la nueva normalidad que está en nosotros construir, la gente se acuerde de que, a pesar de haberla pasado tan bien o mal como sus circunstancias se los permitieran, siempre hubo alimentos disponibles, porque la ganadería, agricultura, pesca y toda la logística que nos ayuda a producir y a transportar nuestros productos, no pararon ni un solo día.

Que la nueva normalidad que llegue, fomente el trabajo digno y formal, que los apoyos a la producción sean para eso y no para comprar votos. Podemos producir sin ellos en la nueva normalidad, seguro que sí, pero necesitaremos mejores condiciones, seguridad, estabilidad y acceso a mercados justos.

Que la nueva normalidad que llegue nos permita valorar a la ciencia, la medicina y la producción de alimentos más que a un deporte, una gira de conciertos o el estreno mundial de una película. Podemos vivir sin esto último, no podemos vivir sin lo primero.

Gracias a todos por lo que hacen, cuídense mucho por favor.

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