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Si los hombres están en orden, la sociedad está en orden.

Como van las cosas en la sociedad actual, ya va a resultar necesario lo que alguna vez comenté: que nos vamos a tener que inventar una fundación o federación, o lo que quieran, para defender al varón, porque ahora el que nada tiene que hacer en la sociedad es el varón, y no estoy enseñando machismo.

“El judeo-cristianismo es machista”, ha sido una de las afirmaciones más difundidas en el mundo desde el surgimiento del llamado movimiento feminista, que, como todo extremismo, trajo consecuencias catastróficas, en este caso incluso en contra de las propias mujeres. Es indudable que la posición del hombre como cabeza -del hogar, el negocio, el Estado, la iglesia ha ido en detrimento a medida que algún grupo social reclama sus derechos supuestos o reales: los derechos de la mujer, en primer lugar; pero, también, los derechos del niño, los de los ancianos y, últimamente, hasta los de los homosexuales.

En medio de la inanidad religiosa de una iglesia sin respuestas a las preguntas de hoy, el varón cedió gran parte de lo que naturalmente poseía para que la mujer, en muchos casos, se masculinizara; abrió espacio anchuroso para que el niño se volviera adulto antes de tiempo; rindió territorio para que los ancianos pudieran energúmeno, pero a veces certero, pensador español. chochear a sus anchas y sin estorbos; y, como si faltara, últimamente ha sido obligado a abrir calle de honor para el desfile independentista de los homosexuales. Como van las cosas, pronto nos veremos precisados a organizar un movimiento en defensa de los derechos del varón, que ahora solo tiene deberes qué cumplir. El varón ha sido arrinconado, reducido, minimizado hasta el extremo de que los animales ya tienen más derechos que su antiguo amo, cazador y domador; y la función de este se halla limitada a defender los derechos de todos los demás, cediendo los suyos propios para que no se diga que abusa de su fuerza e inteligencia. Ser hombre se está convirtiendo en un estigma y, tal vez por eso, muchos optan por cambiar de bando para obtener mejores garantías. Yo prefiero alinearme con don Miguel de Unamuno en la “intrahistoria” y seguir siendo “nada menos que todo un hombre”, como lo dijera este

Reivindicar el verdadero sentido de la hombría ha de ser la consigna actualista de la iglesia en esta época.

La imagen masculinoide que hoy se proyecta es la de un ser indefinible, algo varón y un tanto mujer, como una nueva especie de travesti psíquico. O bien, la de uno que no perdió su varonía, pero la ha inflado superlativamente hasta convertirse en un simple semental. O hermafrodita o macho cabrío, es una disyuntiva marginal a las Sagradas Escrituras, las cuales declaran que Dios “varón y hembra los creó”, en referencia a la especie humana, a la cual diseñó y plasmó a su propia imagen y conforme a su semejanza. Deteriorar la calidad de esa imagen es la intención de Satanás; regenerarla, la obra vivificadora del Espíritu Santo. Pensemos en esto: si los hombres están en orden, la sociedad está en orden.

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