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Herencia o legado

Una de las noticias que siempre quisiéramos escuchar es que vamos a recibir una herencia, esto es algo que en la mayoría de los casos les agrada a las personas; pero, esto puede cambiar cuando te enteras que lo que vas a heredar incluye deudas, problemas y compromisos que nunca decidiste adquirir y no puedes negarte a recibir ya que es una herencia, y es en ese momento donde aprendemos una de esas cosas que no sabemos sobre este tema.

La herencia es un derecho que tienen algunas personas con respecto a otras por un vínculo que existe entre ellos y tanto la persona que hereda como la que la recibe, están obligados a entregar y el otro a recibir, así no lo quieran.

Pero cuando hablamos de legado es diferente, en este caso la persona que decide dejar algo en alguien no necesariamente debe tener algún vínculo y tampoco la persona que recibe está obligada a tomar lo que le están entregando; es por esto que el legado es una situación que requiere una intencionalidad clara por parte de las dos personas: el que da y el que recibe.

Pensar en legado inicia desde entender que no podemos dar de lo que no tenemos y por esto debemos cada día buscar ser mejores delante de Dios sabiendo que cada día estamos recibiendo cosas que construyen lo que somos y que estamos llamados a entregar a otras personas, no solo a las generaciones que vienen después de nosotros, sino también a aquellas que Dios pone en nuestro camino.

Pensar en legado nos debe llevar a considerar qué es lo que estamos construyendo para entregar a otros.

¿Serán tan solo cosas materiales o estamos diariamente formando un gran legado que sea trascendente para tener que darle a los demás?

La Palabra de Dios es un gran libro que desde su inicio nos habla de legado, Dios no nos habla primero en darnos cosas, sino que deja en nosotros principios y valores verdaderos que nos trasforman. Cada persona que decide conocer a Dios, toma la decisión de abrir su corazón y recibir lo que Él tiene para nosotros, este es el mejor y primer ejemplo de legado.

La pregunta que todos nos debemos hacer es ¿qué estamos haciendo con nuestra vida en este momento?

Pues en el futuro, cuando ya no estemos, seguramente la gente hablará mucho más de lo que nosotros dejamos en las personas que nos rodearon, que de las cosas que les dejamos a los herederos. Por todo esto, debemos aprender a ser más intencionales en lo que estamos haciendo hoy con nuestras vidas para llegar a ser hombres y mujeres que verdaderamente se ocupen de crecer como hijos de Dios con buenos principios morales y bíblicos, y así cultivar valores que podamos entregar a las personas que se crucen durante nuestro camino y que muchos años después de nuestra muerte se continúe hablando del buen legado que dejamos intencionalmente en otros.

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