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El legado de José

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Herencia o legado

Herencia o legado

Por Esteban Fernández.

Director del Ministerio Latino de Bíblica, y presidente del ministerio de capacitación a líderes “Nuestra Fortaleza”.

¿Sabes que Dios tiene algo especial para ti? Tiene un llamado específico. No debes estar mirando al hermano de al lado para ver cómo le va. Fíjate en ti mismo: cómo eras ayer, cómo estás hoy y hacia dónde estás caminando. Hacia tu destino, como José: fiel, leal, seguro, comprometido. Virtudes que todos necesitamos para poder llegar al lugar donde debemos llegar.

La victoria de José comienza con un sueño. Él era un soñador a quien el Señor le mostraba cosas por los sueños. Pero resulta que él hablaba de los sueños antes de tiempo. Lo habló con sus hermanos, creó envidia. Lo habló con el padre, creó resentimiento. Y cumplió los sueños, pero al final de un proceso. Es una historia apasionante.

Prepárate para cumplir con tu llamado. Sin importar la situación por la que estés pasando ahora. Quizá esa situación es una prueba para llegar a este destino final.

José era el hijo de un pastor, el menor de 12 hijos de Jacob. El favorito de su papá que creó envidia en sus hermanos y los enfureció. A los 17 años, José fue enviado a buscar a sus hermanos que estaban apacentando ovejas y cuando lo vieron venir, tramaron sacárselo de encima. Ahí viene ese soñador, dijeron. Lo agarraron y lo echaron a una cisterna que estaba vacía y seca.

José comenzó a cumplir su llamado desde esa cisterna. Más tarde, un grupo de comerciantes madianitas pasaron por ahí y los hermanos lo vendieron. Y los madianitas llevaron a José a Egipto y lo vendieron a Potifar, un oficial egipcio, capitán de la guardia del faraón.

Como tenía un llamado, tenía el favor de Dios. Lo único que podía hacerle perder el favor de Dios a José era la deslealtad, la infidelidad, la falta de compromiso, pero él se mantuvo y sobresalió en la casa de Potifar y este se dio cuenta de que tenía algo distinto, porque todo lo que tocaba, prosperaba.

Entonces, lo puso a cargo de su casa. Lo único que José no podía tocar de la casa de Potifar, era a su esposa, pero José era un hombre apuesto, bien parecido. Y un día que Potifar había salido, la mujer le “echó el ojo”. José salió huyendo ¡como Dios lo trajo al mundo! Resulta que esta mujer no le iba a decir a su esposo la verdad, porque iba a desnudar lo que había en su corazón y le dijo que José había tratado de abusar de ella.

Potifar creyó que José le había fallado en la confianza. Lo acusó injustamente y lo mandó a la cárcel. Pero en la cárcel José se ganó el respeto del carcelero, que estaba tan impresionado con el espíritu y las capacidades de José, que lo puso a cargo de otros prisioneros y de todo lo que pasara en la cárcel.

Ahí José conoce al pastelero y al copero del faraón. Ellos tienen un sueño y José, como tenía el favor de Dios, pudo interpretar esos sueños. Porque el que sueña con y para Dios, conoce el lenguaje de Dios.

Entonces sucedió exactamente lo que dijo José. El panadero ejecutado y el copero restaurado. Y cuando sacan de la cárcel al copero, José le pide que le cuente al faraón su historia, pero el copero se olvidó, porque los favores son cortos. No esperes nunca nada, pero órale a Dios, porque Él se encarga de revertir las situaciones.

mieron venganza, pero él les dice no, el Señor convirtió todo esto, (aplicando lo que dice Romanos 8:28), en algo bueno. Los sueños de las personas fieles, se convierten en realidad.

Ahora el faraón tuvo un sueño que lo intranquilizaba y no podía resolver ni con magos o sabios. Y ahí el copero se acordó de José y de su capacidad de develar los sueños.

José interpreta el sueño de las vacas gordas y las vacas flacas y el estuvo complacido, así que lo nombró gobernador y lo puso a preparar a todo el pueblo para que no sufrieran esa hambruna.

Y el final de la historia termina como te lo conté. Ya él puesto en autoridad, en el reino del faraón, ahora alimenta a toda su familia que había quedado en lo que hoy es la Tierra Santa. José se enfrenta a sus hermanos, pero oculta su identidad hasta el momento en que cada uno de los miembros de su familia puede llegar a Egipto para evitar que pasaran la hambruna.

Sigue soñando, independientemente de las personas o de las circunstancias en las que estés trabajando. Manéjalo correctamente y las cosas van a resultar bien. Sé fiel en donde sea que estés: en el palacio o en la prisión, en el templo o en la oficina. En donde estés parado, si sirves a Dios con excelencia y con integridad, vas a ser recompensado en gran medida.

José tenía un sueño que parecía bastante egoísta, pero no lo era. Dios usó esos sueños. La realidad es que antes de cumplir ese llamado, tuvo que servir como esclavo, sirviente y prisionero. Esos fueron los pasos para la formación del carácter de un verdadero hombre que pudo dejar un legado en toda una nación. Si él no hubiese formado un carácter en la cárcel o como esclavo, se hubiese vengado, lleno de amarguras.

José aprendió del sufrimiento que el verdadero éxito y la trascendencia vienen de un espíritu humilde y de un espíritu quebrantado.

Querido mío: los sueños de Dios siempre son posibles, sin importar quién esté soñando. No es en el tiempo que tú te piensas que es, sino en el tiempo que Dios tiene para ti.

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