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La identidad de un legado transformador

Roberto Redd - Libertad en Cristo

“Dios tiene un idioma que va más profundo y es el lenguaje del corazón. Él quiere y desea conectar de forma individual y colectiva con tu corazón y mi corazón”.

Roberto Reed, director de Libertad en Cristo para Latinoamérica, comparte con los hombres sobre el impacto del legado basado en la correcta identidad del creyente y la libertad que obtiene en Cristo para dejar un legado transformador.

Reed cuenta:

Pasé dos veces por un periodo de depresión y la última vez, sucedió siendo pastor y director de los Nuevos Recursos de Libertad en Cristo.

Soy propenso, si no tengo cuidado, a idolatrar al ministerio y al trabajo. Y no poner prioridad de cuidar de mi esposa, de mi familia, de mi propia salud. Me he tenido que arrepentir de ello más de una vez. A los hombres nos es fácil dedicarnos demás a las cosas externas y debemos tener mucho cuidado.

Podría hablar de todas las vulnerabilidades, inseguridades o cuando hay momentos en los que pienso ¿Qué hago yo aquí? Y Dios me dice: "Es por eso que te he llamado" y eso me recuerda la importancia de la humildad y la debilidad en manos del Señor me hace y nos hace fuertes.

Identidad y libertad, clave en el legado

Tengo la fachada de gringo, el corazón mexicano y la boca de un español. Mis padres son misioneros estadounidenses en el Ecuador, donde nací; Corazón mexicano, porque me crie en México; y la boca de un español, porque cuando llegué a España para ministrar, decidí cambiar mi forma de hablar. Ahora estoy en Latinoamérica. Dios tiene un buen sentido del humor.

¿Quién soy? Tuve un encuentro con Cristo a los 5 años y esa noche oré, abrí la puerta de mi vida a Cristo para que el entrase; así como la herencia de mi padre, de mis abuelos… tengo un legado pero tuve que tomar una decisión sobre qué hacer con ese legado recibido.

Mi bisabuelo era pastor y a los 96 años escribió lo siguiente, como parte de su legado: queridos hijos, me prometen un gran ascenso pronto. Durante 50 años me he esforzado de conocer mejor a Dios, encontré una vida que se ha vuelto más real y pronto se me promete una transformación completa. Creo que he aprendido que Él está aquí ahora y qué vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en Él. Me vuelvo más débil y pronto pasaré y esta es probablemente mi última carta: queridos todos busquen a Dios, manténgase limpios, de pensamiento y alma a Dios”.

Dos meses antes de fallecer mi padre de cáncer en el 2011 y pude grabarlo con un mensaje que dejó a mi hijo Josué. Allí mi padre, muy débil y muy flaco, dijo lo siguiente: Josué y Sofía, Yo oro por ustedes todos los días y mi oración por ustedes es que la experiencia del amor de la presencia de Dios sea mayor y mucho mayor su conocimiento de Dios pero que a su vez aumente el conocimiento. ¡Wow! Qué sencillo y qué potente. Soy padre, nieto, bisnieto de una herencia de pastores por siglos, literalmente. Algunos mejores que otros, pero por otro lado, tengo el legado de una madre, qué es muy válido e importante. Una madre que se crió en una familia rota: su padre falleció cuando era pequeña, paso por varios padrastros y uno de ellos, tenía una mujer en diferentes estados a la vez y no lo sabían. Muchos de sus hermanos, no todos, fueron alcohólicos, adictos a las drogas.

Pero mi madre tuvo en encuentro con Cristo porque decidió dar su espalda a ese legado. Y darle el abrazo a Jesús y vivir para Él. Y mi madre que falleció hace cinco años, qué legado más potente e increíble mujer de Dios.

Al decidir seguir a Cristo, cada uno de nosotros habrá de recibir el legado. He recibido perdón, amor, ese gran abrazo del Dios eterno. Ese momento que recibí a Cristo es ser hijo, es ser santo, es ser un deleite para mi padre, aun en mis peores momentos. Soy su deleite, su hijo amado, su santo.

La libertad en Cristo nace del corazón de Dios.

En Cristo soy santo; en Cristo, eres santo. Y yo soy ASÍ:

A de aceptado

S de seguro

I de importante

No importa si has pecado mucho, poco, nada. Habría consecuencias, pero no habría una afectación a mi identidad como hijo, como santo, como deleite de mi padre Dios.

Una lección del hijo pródigo

Este hijo se va de casa, malgasta su herencia, se da cuenta de todo lo que ha perdido, de cómo ha caído hasta el fondo y regresa a casa, no precisamente perfumado. Al padre no le importa nada de esto. Él lo recibe con los brazos abiertos y le da un abrazo.

Que imagen más preciosa la del hijo pródigo. El hijo pecador abrazado por un Dios amoroso pero la historia no queda ahí ¿Qué sigue? El padre le viste con ropa nueva, una túnica que representa que ha recobrado la justicia…que sea ha hecho justo. Le da un anillo, qué es similar al “pin de la tarjeta” y ya puede acceder al dinero para hacer negocios de su padre. En cuestión de minutos es completamente restaurando y lo levanta. El legado y destino de ser restaurado y esa es tu identidad en Cristo.

Libertad y madurez para dejar un legado

En Cristo recibimos esa restauración y somos libres, pero esa libertad no es lo mismo que la inmadurez. Lo importante es lo que hacemos con esa libertad: madurar y desarrollar hábitos.

Les compartí de mi depresión siendo pastor, en esa ocasión había cosas que resolver. Allí tuve que aprender a llorar de nuevo por la muerte de mi padre, por algunas circunstancias difíciles que habían en algunas iglesias que pastoree, tuve que llorar y arrepentirme de errores que había cometido siendo pastor, padre y esposo. Y ¡Qué refrescante es!

En Cristo yo soy santo, tú eres santo y tenemos nuestra identidad colectiva como hijos. Somos discípulos llamados a estar agarrados y abrazados de la vid que es Jesús, en vez de estar intentando producir uvas, aferrarnos a la vid es la forma natural y sobrenatural para hacer las buenas obras.

En Cristo somos discípulos, individualmente y juntos, y tenemos una herencia con toda esta lista de héroes y heroínas de la Fe: Ese legado, del que nos habla Hebreos 12, de despojarnos de todo peso de pecado, ser libres y correr con perseverancia la carrera fijando nuestra mirada en Jesús.

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