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El diseño y construcción del Mercado cubierto de Ponce Jerry Torres Santiago

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Biografías

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Alas 6 de la tarde del 16 de agosto de 1863 se reunió el Ayuntamiento de Ponce en la casa Consistorial, presididos por el alcalde Luis de Quijano. En compañía del clero, los oficiales militares, los empleados del Juzgado, la Aduana y el Puerto, y los representantes consulares extranjeros, el grupo de la élite ponceña desfiló hasta el mercado cubierto recién construido. Allí, frente a un retrato de Isabel II, se bendijo el edificio, se proclamó abierto, se dieron vivas a la Reina, se tocó la marcha real y se oyeron 21 cañonazos. En su discurso el alcalde Luis de Quijano declaró: «Un establecimiento de tamañas proporciones, de tanto lujo i a cuya construcción han precedido el buen gusto i la utilidad, dice mucho en pro del patriotismo de estos habitantes; previene el favor del desarrollo creciente en que se ve localizada esta Villa, i demuestra bien a las claras que cuando los pueblos se proponen adelantar lo consiguen. [sic]»

La solemnidad con la que se inauguró el edificio era signo de la importancia que se le otorgó a su construcción. El alcalde Luis de Quijano y su predecesor en el cargo, Hilarión Pérez Guerra, fueron dos de los máximos exponentes de la ideología del progreso en Ponce al punto que el periodista Ramón Morel Campos no duda en reconocerles como benefactores de la ciudad por su obra en beneficio de la industria azucarera. Cuenta Morel Campos que desde la década del 1850 se había establecido una pugna amistosa entre los periodistas de Ponce y Mayagüez sobre cuál de las dos villas era la segunda ciudad de la isla. Los argumentos a favor de una u otra partían de la idea del progreso tanto en la economía como en la cultura, con un énfasis muy marcado en la educación. La existencia de gabinetes de lectura, bibliotecas, escuelas primarias y colegios de formación técnica se usaban como medida de progreso, tanto como la producción azucarera y cafetalera, el número de haciendas y el de edificios e infraestructura urbana.

Así como Dante hablaba de círculos del Infierno, de niveles del Purgatorio y de esferas del Paraíso, así el poder colonial se expresa en formas complejas como una cebolla sin fin. Las diferencias territoriales de la sociedad colonial en Puerto Rico fomentaban dicha complejidad. El poder se expresa de forma distinta en San Juan, en Ponce, en Yauco y en Vieques. Ángel Quintero acuñó el término capital alterna con referencia a Ponce para explicar las diferencias sociales, económicas y estéticas que observó en la ciudad sureña con respecto a la capital. La expresión más evidente de dichas diferencias se encuentra en el entramado urbano y en la arquitectura. Libre de murallas que impidieran su crecimiento y de un estamento militar numeroso, Ponce desarrolló un urbanismo y arquitectura diferentes, en donde el cultivo de la individualidad es parte principal de la ideología dominante. Mientras en San Juan, el grupo dominante estaba lastrada por la fuerte influencia de los inmigrantes españoles que ocupaban los puestos gubernamentales y militares casi con exclusividad ; en Ponce la élite estaba influenciada por inmigrantes europeos, que no gozaban de extensos privilegios como los españoles y cuya identidad de grupo estaba relacionada al comercio con sus países de origen. Dicha élite desarrolló un discurso donde la nota mayor es el progreso económico. Mientras en la capital buena parte del grupo dominante estaba pendiente de regresar a España para vivir de las pensiones y las rentas de su estadía y posesiones en Puerto Rico, dejando a un lado por innecesaria― la puesta en escena de su poder como clase; en otros lugares como Ponce, el grupo dominante, formado según el modelo de las burguesías europeas, buscaba expresar su poder de forma física.

En San Juan, por ejemplo, el edificio del teatro fue construido por el gobierno mediante un impuesto especial. Su expresión construida es un tanto deslucida y sobria, pues como relata Alejandro Tapia se proyectó originalmente de cuatro pisos, pero los militares objetaron el diseño aduciendo que interferiría con el campo de tiro del Fuerte San Cristóbal. En Ponce, el teatro fue un proyecto privado. Dos miembros del grupo dominante, Francisco Parra y Pedro Garriga, junto a un contratista italiano llamado Juan Bertoli, formaron una empresa y construyeron el Teatro La Perla en 1864, un edificio que llenaba de orgullo a la ciudad. En la comparación entre ambos edificios, reluce ciertamente la intención de impresionar que ostenta el edificio ponceño. Sus enormes columnas de 34 pies de alto, sus capiteles de hierro importado de Inglaterra y su escalinata de mármol proclamaban la fuerza económica de la ciudad.

Precisamente fue Francisco Parra uno de los padrinos de la inauguración de la plaza del mercado de Ponce junto a otros miembros de la élite como Carlos Vives, Guillermo Tirado y Francisco Torruella. Estos señores estuvieron a cargo de la decoración del edificio con banderas, flores y luces; de pagar lo que se llamaba el «refresco» es decir, la bebida y comida; y de pagar a los músicos que amenizaron el baile con que finalizó el evento. Se indica en la crónica de la actividad redactada por el secretario municipal, que asistieron «más de 7,000 almas de todas las clases sociales», un número considerable tomando en cuenta que en esa época la población total de Ponce era de 28,156 habitantes. El alcalde y los invitados especiales, denominadas en esa época como las «personas de categoría», iniciaron el baile con un «rigodón de etiqueta», según estaba prescrito en el programa oficial de la actividad.

El «gran desarrollo» de la Villa de Ponce fue el factor primordial que motivó al gobernador Teniente General Fernando Cotoner, marqués de la Cenia en 1858 a ordenar la preparación de un plano y presupuesto para un edificio de mercado en la llamada Plaza del Capá, ubicada en el barrio del mismo nombre al noroeste de la plaza principal. El ingeniero militar español Timoteo Lubelza, empleado de la Dirección de Obras Públicas, presentó el diseño el 28 de agosto de 1858. En la memoria descriptiva del proyecto, Lubelza indica que diseñó un edificio rectangular de 81 pies de ancho y 228 pies de longitud. El edificio está dividido en tres cuerpos: un cuerpo central con un espacio en forma octagonal y dos cuerpos laterales en forma de pabellones. En el cuerpo central se ubicarían los puestos de verduras y cuatro habitaciones: una para el regidor (miembro del Ayuntamiento) encargado del mercado; otra para el conserje; una tercera para el aljibe y su bomba; y la cuarta que se podía alquilar como tienda. En uno de los pabellones se construirían diez tiendas y en el otro, diez puestos para la venta de carne y pescado. Todos los puestos y tiendas tendrían agua corriente mediante una tubería de hierro colado que conduciría el agua desde el aljibe. Los pabellones estaban formados por columnatas del orden toscano cerradas con verjas de hierro. Se especificaba en la memoria que la cubierta de los tres cuerpos sería de hierro forjado y fundido. El presupuesto del proyecto, preparado por Lubelza, ascendía a 36,053 pesos. El modelo de la cubierta de los pabellones, de acuerdo al propio Lubelza, fue el almacén La Providencia que se construyó para la Exposición Nacional de los Productos de la Industria Agrícola y Manufacturera celebrada en París en 1849. Esta exposición fue la primera exposición de tema industrial en Europa.

Tanto Lubelza como el ingeniero militar José López Bago, director de Obras Públicas, describieron con entusiasmo al gobernador Cotoner el proyecto y destacaron la importancia del edificio puesto que además de su belleza, era notable por «la larga aplicación de los adelantos modernos que desde muy recientemente se están aplicando en esta Ysla a fin de que en ella se abandone su espíritu de rutina antigua». López Bago y Lubelza se referían a la estructura metálica del techo formada por cerchas Polonceau, símbolo de la modernidad industrial. La subasta para la construcción del edificio fue otorgada al contratista ponceño Jaime Torruella, quien se asoció al empresario Francisco Marich (condueño de la Hacienda Potala en Juana Díaz) para acometer el proyecto, toda vez que el Ayuntamiento de Ponce exigió que el contratista tuviera capital suficiente para ordenar las cubiertas al extranjero. Torruella tuvo que presentar una fianza hipotecaria de 7,000 pesos para garantizar el trabajo de las cubiertas cuyo presupuesto era de 16,161 pesos, además de la retención usual del 10% del costo de la obra (3,605 pesos) y el pago de la inspección ascendente a 856 pesos.

Las obras del mercado cubierto comenzaron el 1 de junio de 1859. Francisco

Marich fue el contacto con la casa comercial Lomnitz y Compañía de Manchester, Inglaterra, para la adquisición de las cubiertas de hierro. Los planos de Lubelza fueron enviados a Manchester el 25 de noviembre de 1860 a través de la línea de vapores correos españoles que hacían la ruta de Ponce a Liverpool. Después de meses de atraso debido a problemas con el diseño de Lubelza, las cubiertas finalmente llegaron al puerto de Ponce el 20 de diciembre de 1861. La compañía manufacturera envió a dos obreros cualificados para dirigir la operación de instalación de las cubiertas. Richard Berndable y Thomas Hetherington llegaron a Ponce en octubre de 1861 y se quedaron en la ciudad hasta enero de 1862, cuando se terminó la instalación de las cubiertas. Estos mismos obreros participaron en la instalación del techo metálico del primer Teatro Colón de Buenos Aires. El diseño de las cubiertas del mercado de Ponce incorpora la economía en el uso de material y la mayor ventaja que el hierro tiene para crear una obra que es, a la vez, ligera y fuerte, con capacidad para resistir los vientos de tormenta del trópico. La eficiencia de la estructura es decir hacer más con menos era un signo claro de la modernidad de la época que veía en la industria la estética del porvenir. No en balde intelectuales como Émile Zola alabaron la estructura metálica del mercado central de París, convirtiendo al edificio en el protagonista de su novela Le ventre de Paris, El vientre de París. Escribió Zola en 1873: «estábamos en el Mercado Central, ese coloso de hierro colado, esa ciudad nueva, tan original. Por mucho que dijeran los imbéciles, toda la época estaba allí […] Había que derribar esas viejas casuchas y hacer cosas modernas.»

La estructura del techo del mercado cubierto de Ponce es similar a la de la estación principal de Londres nombrada Paddington y construida en 1854 según diseño del ingeniero Isambard K. Brunel. Por otro lado, la columnata de las fachadas recuerda el diseño de otra estación londinense, la de Covent Garden, construida en 1830. Ciertamente, el edificio del mercado cubierto de Ponce se destacó por su belleza y construcción. Los techos de sus pabellones cubrían el área más extensa de edificio alguno en Puerto Rico para esa época. Con 81 pies de luz, las cerchas Polonceau del techo eran la expresión más contundente de la capacidad del hierro para cubrir largas distancias.

La construcción de edificios para mercado en Puerto Rico ilustra las diferencias intraterritoriales de la élite dominante en el país. Cuando en San Juan se decidió trasladar el mercado a un nuevo lugar, se construyó un edificio con un enorme patio interior donde se desarrollarían las principales actividades de intercambio comercial de frutos, carnes y pescados. El control de la muchedumbre de campesinos y pobres urbanos que formaban los vendedores del mercado se podía ejercer eficazmente en un edificio sin conexión directa con el exterior y donde se prohibió la venta fuera del edificio. El edificio del mercado de San Juan es un ejemplo de arquitectura policial, una especie de cárcel panóptica donde todos pueden ser supervisados y, dado el caso, reprimidos con eficacia y rapidez. Es un edificio cerrado, deslucido y represivo, lo que refleja la sociedad petrificada, temerosa y ultraconservadora de la capital. Las murallas ideológicas de San Juan eran dobles como escribió Adolfo de Hostos: la milicia y la iglesia oprimían con sus códigos y reglamentos a los sanjuaneros que no podían escapar de esas formidables tenazas. En Ponce, aunque la milicia y la iglesia eran fuerzas sociales que también estaban presentes y actuaban en su provecho, su efecto general era de menor intensidad. El aire en Ponce ciertamente fue, a finales del siglo diecinueve, más libre que en San Juan. El mercado cubierto de Ponce era amplio, cómodo y bien ventilado por su total apertura hacia el exterior, por lo que puede leerse como símbolo de la sociedad “abierta” y progresista que la creó. La muchedumbre dentro y fuera del edificio era signo de tolerancia y dinamismo social.

La élite ponceña no sentía un temor exagerado hacia la clase baja, en la cual los gobernantes radicados en la capital solo veían un foco de constante subversión del orden social. El grupo dominante en Ponce estableció una especie de pacto social con los grupos intermedios y bajos donde el común denominador era el progreso, que significaba trabajo para unos y riqueza para otros. En este contexto es que podemos entender en toda su dimensión la actuación de los padrinos del mercado cubierto de Ponce durante la inauguración del edificio. Relata el secretario del ayuntamiento en una nota adicional a la crónica del evento, que el día después de la inauguración oficial, es decir el 17 de agosto de 1863, los padrinos Francisco Parra, Carlos Vives, Pedro Garriga y Francisco Torruella, acordaron «costear el refresco y alumbrado necesario para que la clase de artesanos honrados también se divirtiera en la presente fiesta, prontos los músicos de esta Villa a tocar gratuitamente en el baile que al efecto se les diera, se llevó a cabo la diversión en la noche del referido día, reinando en ella el mejor orden hasta las dos de la mañana en que concluyó, sin haber ocurrido el menor disgusto.» Con su participación en el evento inaugural la clase intermedia de los artesanos se unió al discurso del progreso que era la fuerza vital de la ciudad y lo que facilitaba la mínima armonía social que era necesaria e hizo posible su desarrollo económico.

Bibliograf A

Fuentes Primarias

Archivo General de Puerto Rico. Fondo de Obras Públicas. Sub fondo: Obras Municipales. Serie: Ponce. Legajo 54D.

Archivo Municipal de Ponce. Fondo: Ayuntamiento. Sección: Secretaría.

Subsección: Obras Públicas. Subserie: Plaza del mercado. Años 1860-1907. Exp. S-350-1.

Archivo Municipal de Ponce. Fondo: Ayuntamiento. Sección: Secretaría.

Subsección: Obras Públicas. Subserie: Plaza del mercado. Años 1860-1907. Exp. S-350-2.

Fuentes secundarias

De Hostos, Adolfo. Historia de San Juan, ciudad murada: Ensayo acerca del proceso de civilización en la ciudad española de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1521-1898. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña. 1979.

Morel Campos, Ramón. Guía local de comercio de la ciudad de Ponce. Ponce: Imprenta El Telégrafo. 1895. Impreso.

Marín, Ramón. Las fiestas populares de Ponce. Edición conmemorativa. Primera edición 1877. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico. 1992. Impreso.

Neumann, Eduardo. Verdadera y auténtica historia de la ciudad de Ponce. 1913, Edición Facsimilar Conmemorativa. Primera edición 1913. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña. 1987. Impreso.

Quiles, Edwin. San Juan tras la fachada. San Juan: Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña. 2003. Impreso.

Quintero, Ángel. Ponce: La Capital Alterna. San Juan: Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico. 2003. Impreso.

Tapia, Alejandro. Mis memorias. Edición conmemorativa. Primera Edición 1928. San Juan: Editorial Coquí. 1966. Impreso.

Zola, Emile. El vientre de París. Madrid: Alianza Editorial. 2008. Impreso.

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