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NO HABÍA NINGÚN CORDÓN DE LÁMPARA

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ANDRÉS COLBERT

ANDRÉS COLBERT

A falta de mediodía, había vivido aquella experiencia rencorosa de reconocerme. Anticuado en la memoria de las cosas que no están, vigilaba mi inconsciencia una nube de obras hechas en manicomios. Sin duda el protagonista de mi vida tendría razón: «no recordarás nunca nada si sigues fingiendo que olvidas». 12 de abril 2025.

Justo antes de montarme en mi auto miré hacia la casa amarilla donde vivía el viejo Guy Piovanetti con su enfermera. Creía ver en la ventana cómo sus siluetas se abrazaban con afecto desmedido. Como viejos amantes.

En el 2060 Guy se muda a un apartamento en una zona tranquila de Fort Lauderdale, Florida. En palabras de Guy, la isla se había convertido en «un mierdero de ruido». En el 2069 los cadáveres de Guy y su enfermera se hallaron muertos al incendiarse misteriosamente el complejo de apartamentos donde pasó los últimos años de su vida. No se investigó mucho el asunto.

Cerré la puerta de mi auto. Eran las siete de la noche. Opté por probar la barra de cervezas artesanales que por el día era un refugio para neobudistas.

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