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Sobre la Imagen y la Comunicación
Herramientas del pensamiento
Para una ocasión tan señalada como es la celebración “centenaria” de la vida de esta revista, que marca el punto vital de las organizaciones y la sociedad, hablemos precisamente de lo que más nos importa a todos: la vida. ¿En qué medida las imágenes y la comunicación determinan nuestras vidas?
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Por: Joan Costa @joancostainstitute.com/
Excepcionalmente, hoy cambiaré de discurso y de lenguaje. Nos acercaremos a una filosofía de la Imagen y la Comunicación con espíritu científico, a esas dos palabras familiares y ubicuas que dan nombre a la revista, y que manejamos todos los días. Pero, ¿te habías detenido a pensar qué hay realmente detrás de estas palabras?
Imagen
¿De dónde nacen las imágenes? No en un selfie ni una cámara de televisión. Nacen en tu mente. La mente fabrica y almacena imágenes. Inconscientemente. Sin cesar, día y noche.
Los neurólogos saben que la mente no es un órgano, y no saben dónde está porque no aparece en ningún escáner. Pero saben que existe, qué es lo que hace y para qué. Incluso saben de qué está hecha la mente. ¿Puedes adivinarlo? ¡De imágenes!
Sí, de imágenes internas muy antiguas que proceden de las vísceras. Éstas envían “señales” al cerebro donde son procesadas en imágenes dotadas de sentido, con las cuales el organismo reacciona para su autoequilibrio. Esas imágenes que han funcionado bien a través de la evolución a lo largo del tiempo, son almacenadas y acumuladas. ¿Cómo pueden almacenarse si no ocupan sitio? Y, ¿para qué todo ese trabajo?
Primero. Al transformar la mente señales internas en imágenes que tienen sentido para el organismo, concentran ese sentido y lo reducen a otro tipo de señal: electroquímica (inmaterial) para que no ocupe espacio, pues no lo hay en el cerebro. (La naturaleza es sabia).
Segundo. La señal recibida en el cerebro, de entrada es un estímulo, y su transformación en imagen, cuando se active, será la respuesta del organismo. Este mecanismo es vital: sin él no hay vida. Es el mecanismo causa-efecto; en física se llama “acción-reacción”, y en comunicación, “estímulo-respuesta”.
Dado que la imagen mental es la respuesta a una manifestación interna o externa (positiva o negativa), la mente conserva esas respuestas y las acumula para poder utilizarlas cada vez que aparezca un estímulo comparable (es decir, un problema que resolver).
Este funcionamiento de nuestro organismo es muy antiguo. Y en los últimos 500 millones de años experimentó un cambio espectacular con el desarrollo de la mente, el cerebro y el sistema nervioso, el cual se hizo tridimensional (antes era bidimensional). Así, todo el sistema aumentó sus funciones, como la capacidad de memoria, de relacionar, comparar, deliberar, etc. Y la mente empezó a fabricar imágenes externas en 3D, además de las internas, ahora perfeccionadas. Y relacionadas unas con otras.
Desde entonces, los organismos tuvieron la capacidad de producir imágenes de lo que ocurría en el interior del organismo y en su entorno. Con lo cual se podían regular las necesidades internas con los recursos externos. Equilibrio y relación de intercambio del ser con su hábitat, esencial para la vida.
Las imágenes que la mente produce y conserva desde entonces a lo largo de la evolución hasta nosotros, son las respuestas que nuestros antepasados han ido dando a retos y a expectativas -y que hemos heredado por la vía genética-. La mente es selectiva porque la economía del cálculo biológico lo exige. Conserva solo aquellas imágenes que han tenido éxito. Por tanto, lo que está almacenado en nuestra mente es una herencia fabulosa de experiencias comunes.
¿Para qué? El cerebro monitoriza constantemente qué sucede en nuestro interior (orgánico y psíquico) para ayudarnos. Cuando tomamos una mínima decisión, la mente la ha activado y la respuesta es instantánea. De este modo, la naturaleza ha resuelto los problemas de la acción cotidiana, ¿cómo?: con un comportamiento inconsciente. Y también con nuestras intuiciones, que son semiinstintivas y no sabemos cómo nos vienen; pero resuelven los microproblemas y microacciones diarias sin pensar. Ese comportamiento inconsciente o intuitivo, es continuo, y gracias a ese mecanismo automático no hemos de pararnos a pensar en qué cajón están las tijeras -vamos derecho a él- o cómo hemos de mover los dedos para usarlas. Si tuviéramos que detenernos a pensar cada acción y cada gesto se nos iría la vida.
Resolver problemas
Otra cosa es cuando tenemos que resolver un problema complejo o tomar una decisión importante. En estos casos, si bien es cierto que la intuición no se puede dejar de lado (pues a menudo tiene la última palabra), tampoco podemos esperar que los mecanismos inconscientes lo vayan a resolver. Para eso disponemos de un cerebro complejo, el razonamiento, la observación, el análisis, la capacidad de reflexionar, calcular, comparar alternativas, planear, imaginar (es decir, producir y combinar imágenes mentales). Éstas son las herramientas del pensamiento, de la razón y la creatividad. Pensamos con imágenes y las utilizamos, pero no han pasado por la retina ni son de naturaleza óptica.
Comunicación
La vida es acción, movimiento, explosión de energía, intercambio. La comunicación es mucho más antigua que las imágenes de la mente. La comunicación apareció en la Tierra con la Vida. Hace 3.800 millones de años.
Unos minúsculos organismos unicelulares, sin cerebro ni sistema nervioso, aparecieron en los océanos. Se movían, desplazaban su cuerpo monobloque en busca de fuentes nutrientes y reaccionaban a las señales químicas del entorno: automáticamente, por sí o por no, según si la señal indicaba “alimento” o “amenaza”. Ese comportamiento binario fue suficiente para subsistir, agruparse y reproducirse. Por medio de esas señales simples se formaban los agrupamientos y las células colaboraban para ser más eficaces en la búsqueda de fuentes nutrientes y en librarse de las amenazas. Las células que no colaboraban eran rechazadas, separadas del grupo. Había pues intercambio, comunicación entre ellas y con su entorno.
La especie humana, a la escala evolutiva, es muy joven: 3 millones de años. Pero un hilo conductor del comportamiento nos une remotísimamente a esas células, que dicho sea de paso, ellas constituyen, entre otras sustancias, la materia de nuestro organismo. Por ahí heredamos sus mecanismos automáticos.
El intercambio, es decir, la comunicación, es consustancial a la vida. Vivir es un todo inherente al hecho mismo de existir. Un compuesto de tres integrantes: el instinto de supervivencia, el movimiento y el intercambio con el entorno. Inscrito todo ello en la dinámica del universo.