· Juan Domingo Argüelles nos regaña por las burradas del uso del lenguaje
· Platicamos con Jenny Lewis & Serengeti
Me llamaron serpiente, embaucadora, hechicera…
Cleopatra, reina de Egipto
La verdadera historia de las mujeres que hicieron Historia.
Lejos de ser una manipuladora, Cleopatra fue la mayor soberana de la antigüedad. El poder de Juana de Arco no provenía de la brujería, sino de su valentía. Catalina la Grande zarina ilustrada, amó y gobernó libremente.
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Cleopatra
OFERTA DE LANZAMIENTO
5 Entrevista con Pilar Quintana
Irma Gallo
6 [El librero de] Mayra González
8 El culticidio
José Luis Trueba Lara
10 La educación y la puerta cerrada
Óscar de la Borbolla
12 Entrevista a Juan Domingo Argüelles
José Luis Trueba Lara
14 Entrevista con Jenny Lewis y Serengeti
Juan Cárdenas
16 Depeche Mode por Anton Corbijn
18 Formación vs. información:
la educación en tiempos de pandemia
Francisco Solís
20 Maestros del cine
Gilberto Díaz
22 Historia de una hetaira
Citlali Figueroa
24 Esquina bajan
Eduardo Moreno Romero, "Mored"
26 La Mona Lisa después de la Mona Lisa
Itzel Mar
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Maestros
EDITORIAL
Ser profesor no es poca cosa. Aunque aparentemente sus labores se reducen a una obviedad —el docente enseña y los alumnos aprenden o simplemente los guía para que ellos aprendan a aprender—, su trabajo se ha convertido en un asunto mucho más que tropezoso. Desde hace unos años, los estudiantes se han convertido en unas criaturas tan frágiles que la docencia ya no puede apelar a la ironía socrática y tampoco puede asumir la existencia de cariño. Lo primero es una ofensa, y lo segundo, un posible indicio de acoso al que vale más sacarle la vuelta. No sólo esto, los alumnos han dejado de ser lo que eran y mutaron en clientes que no dudan en ejercer sus derechos hasta las últimas consecuencias: si el cliente siempre tiene la razón, ellos indudablemente la tienen, y si el cliente exige un trato vip ellos también lo merecen. Justo por ello, los profesores optaron por calificar los esfuerzos y abandonaron la necedad de evaluar los conocimientos. Para colmo de las desgracias, como resultado de la pandemia, los maestros se enfrentan a una nueva supervisión, que a la menor provocación está dispuesta a poner el grito en el cielo: los padres de familia que incesantemente se asoman a la pantalla para reclamar cualquier ocurrencia que tengan y, por supuesto, para dar indicaciones didácticas a sus empleados. A esos personajes, que tienen la maravillosa facultad de heredar a sus alumnos los logros de lo humano, está dedicado este número de Lee+. Y por eso el profesor John Keating, el personaje de Robin Williams en Sociedad de los poetas muertos, es el maestro que todos hubiéramos querido tener: apasionado por la enseñanza, cercano y comprensivo con sus alumnos, con ganas de inspirarles y transmitirles sus conocimientos. Asomarnos a sus distintas facetas, nos ofrece la posibilidad de detenernos a pensar en lo que sucede en este ámbito tan vital.
Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Información y Ventas Publicidad: (55) 5335 1327. Editado por www.taraediciones.mx contacto@revistaleemas.mx, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Multigráfica Publicitaria S.A. de C.V. en Democracias no. 116, col. San Miguel Amantla, Azcapotzalco, C.P. 02700, Ciudad de México. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de la legislación autoral y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones correspondientes. El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores. Librerías Gandhi y la casa editorial se deslindan de los mensajes expresados en los espacios publicitarios cuya responsabilidad pertenece al anunciante. Hecho en México.
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Tema
TLa maternidad y la voz de la infancia en Los abismos
enía sólo unos días de haber leído La perra (Literatura Random House, 2017), de Pilar Quintana, cuando me enteré de que la escritora nacida en Cali, Colombia, en 1972 había ganado el Premio Alfaguara de Novela 2021 con Los abismos. Así que, en cuanto supe que estaba a la venta, corrí a comprarla.
Lo primero que me llamó la atención de Los abismos es que, como hizo en La perra, Pilar Quintana volvía a tocar el tema de la maternidad: Claudia, la protagonista y narradora, es una niña a través de la cual somos testigos de las relaciones entre los adultos —principalmente su madre y su padre, por supuesto—, de sus monstruos y sus muertos, de sus sueños, traiciones y deseos.
La madre de la protagonista también se llama Claudia, y es una mujer que arrastra la frustración de haberse casado demasiado joven con un hombre mucho mayor, al que evidentemente ya no ama, y de no saber qué hacer con su vida. Una mujer que ha llenado de plantas su departamento, convirtiéndolo en una selva; una especie de refugio en medio de la rutina gris de ser esposa y madre.
La relación entre ambas Claudias resulta, me atrevo a decir, el lazo más fuerte de la novela. Por eso quise preguntar a Pilar Quintana sobre cómo la maternidad había determinado su escritura.
“Es mi gran tema del momento. Ahora estoy absolutamente atravesada por ese tema, porque la maternidad ha sido para mí la experiencia más intensa que he tenido en la vida. Me parece curioso que, al principio de mi carrera, cuando yo no quería tener hijos, me decían que para ser escritora tenía que sacrificar la maternidad, y a mí me parecía que no representaba ningún sacrificio, porque yo no quería ser madre. Pero sí me causa curiosidad que muchos años después decidí ser madre y la maternidad no sólo no me impide ser escritora, sino que, una vez que fui madre, es como si hubieran quitado una compuerta y desatado mi caudal creativo, que tiene más fuerza, que ha conectado con más gente y que ha sido muy rico de trabajar y muy profundo. Para mí, La perra es un libro sobre la maternidad y Los abismos también —continúa Pilar—, y creo que un libro es el reverso del otro: en La perra exploramos a una mujer cuyo deseo más grande en la vida ha sido tener hijos y no lo ha logrado, y lo que eso le hace a ella misma, a su cuerpo, a su relación de pareja, a su vida. Y acá tenemos una mujer que es madre, pero que de repente, si hubiera podido elegir, quizá hubiera dicho no”, afirma la escritora, que sitúa la historia de Los abismos en la ciudad de Cali durante la década de los ochenta.
“Ahí es donde una se pregunta —dice Pilar Quintana—, si la Claudia mamá no está satisfecha con ella misma, no está contenta con ella misma, ¿tampoco puede ser una buena madre? Creo que este personaje surge muy basado en la experiencia de mi mamá, y no de mi mamá como todo el mundo la conoce, sino de la historia que yo no conozco y sólo he vislumbrado a través de ciertos cuentos en Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi
mi familia. Mi mamá quería estudiar en la universidad, y mi abuelo, que era un señor superdulce, amorosísimo, tiernísimo (como yo lo conocí), mi mamá me contaba que cuando le dijo que quería estudiar en la universidad, él respondió que de ninguna manera”.
Lo que le ocurrió a la madre de Pilar Quintana le sucede a la Claudia mamá de Los abismos, y este hecho propicia su matrimonio apresurado con un hombre al que no ama en realidad.
“Entonces —continúa Pilar Quintana—, partimos de un personaje cuya libertad ha sido coartada por el deber ser impuesto por otros. Y yo me pregunto si ésa no es muchas veces la historia de nuestras madres, de nuestras abuelas, que tenían un papá en casa y dependían de él para sobrevivir. Y, luego, la única manera de salir de esa casa era pasar a otro hogar, donde también dependían de otro hombre, que era su esposo. Pero ellas no tenían autonomía para buscar su propio lugar en el mundo: estaban determinadas por lo que los hombres de su entorno decidían por ellas”. En la novela, esta frustración desata el conflicto principal, del que nadie saldrá indemne, aunque Claudia, la hija, lo atestigua todo con la mirada clara de los niños: ésa que no juzga, sólo narra lo que le provoca en el cuerpo y en el alma. De hecho, Pilar Quintana afirma que fue la voz narrativa de Claudia hija la que más trabajo le costó escribir.
“Creo que es una mirada que está despojada de esta carga que tenemos los adultos de juzgar, y de recontar la historia poniéndole calificativos: ‘Eso que me pasó se llamaba abuso’. Eso lo hacemos los adultos, pero no lo hace el niño; el niño vive su vida como si fuera normal, por más anormal que sea. A mí me gustan mucho esas novelas de la niñez como Claus y Lucas, de Agota Kristof, que nos cuenta la guerra desde un punto de vista infantil. Y son estos niños hablando de cuerpos desmembrados, de violaciones y de unas cosas terribles, con toda la inocencia del mundo, porque para ellos esto era la vida normal. Entonces yo pensé que en la mirada de esta narradora, que no era la mirada de la adulta, sino de la niña, estuviera esa candidez de poder narrar los hechos desde ese punto de vista, sin juzgar. Y creo que hay algo muy interesante: el lector entiende lo que está pasando antes que la misma Claudia niña”.
Con estas pinceladas, Pilar Quintana nos invita a asomarnos a Los abismos no sólo físicos de un paisaje escarpado cerca de Cali, en donde ocurre un misterio que también atraviesa la novela, sino también aquellos en los cuales se encuentran sus personajes. +
En la biblioteca familiar tenemos cerca de 3 500 ejemplares. En los libreros están los míos, los de Jorge Alberto Gudiño y los de nuestros hijos. Ellos heredaron algunos y también tienen aquellos que escogieron. En el estudio habitan otros: ahí se encuentran los más teóricos, los ensayos, los que usamos para el trabajo y los que —por supuesto— se relacionan con la escritura. Esta colección nació hace 17 años como resultado de nuestros esfuerzos conjuntos. En el momento en que nos casamos, se sumaron nuestras bibliotecas, en las cuales predomina la novela, pues es lo que más leemos en casa, desde el más chiquito hasta el mayor.
En los libreros que no están en el estudio, los ejemplares se mezclan irremediablemente. No los catalogamos por su origen o su género: los de autores mexicanos y extranjeros, las novelas, los poemarios y el teatro se entreveran sin que nos preocupemos. El único criterio que sí mantenemos es el orden alfabético por apellido del autor. En realidad, yo tengo la culpa de esto: soy la obsesiva de la casa. Cuando arriba un libro, primero aterriza en el estudio, donde capturamos su ficha en un archivo de Excel, y sólo después de eso se acomoda en el lugar que le corresponde. Me encantaría decirles que todos están en su sitio, pero cada vez se vuelve más difícil cumplir con esta obsesión, que también se revela en las marcas que les hacemos. Jorge Alberto y yo los subrayamos y escribimos en ellos.
Siempre es muy complicado hablar de libros favoritos. Los gustos cambian con el tiempo y dependen del momento en que te topas con ellos. Los favoritos de ayer siempre dejan el paso libre a los favoritos de hoy. Sin embargo, esto no implica que renuncies a tener tus libros más queridos. Yo entré al curso de italiano en la universidad para poder leer en su lengua a uno de mis autores entrañables: Alessandro Baricco. Él significó un gran descubrimiento, y emocionalmente me pegaba muchísimo. Lo leía en la noche y me quedaba pensando durante horas, después se transformó en un fetiche literario. Novecento es un libro que atesoro, no por su edición, pues durante mucho tiempo lo releí dos veces al año. Un libro querido siempre es un libro manoseado. El conocimiento del italiano también me permitió adentrarme en otro de mis autores más queridos: Umberto Eco, sobre todo en sus ensayos. Tenemos colecciones numerosas de novela negra —como las de Henning Mankell o las de John Connolly—. También tenemos muchos libros de Mario Benedetti, Alessandro Baricco, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, que es uno de los autores más importantes para Jorge Alberto. A veces guardamos títulos que se repiten; esto ocurre por la dinámica con la que se fueron sumando ejemplares. En el caso de Cortázar, los amigos que salen
de viaje y encuentran la traducción de alguna de sus obras nos las traen para acrecentar la colección.
Hay muchos ejemplares que están firmados, pero los que más nos gustan son aquellos que nos autografiaron después de que los comentábamos en el programa de radio que hicimos durante muchos años: La Tertulia. Incluso llegamos a la obsesión de tener dos veces cada ejemplar: uno dedicado para él y otro para mí. El único que sólo está dedicado para mí es la primera novela de Jorge Alberto: Para Mayra, a quien siempre seguiré en su viaje, vaya a donde vaya; de quien siempre escribiré su nombre, cualquiera que sea el trazo.
Entre los libros que más tiempo llevan en la familia están algunos ejemplares de Mafalda que eran de la abuela de Jorge Alberto y se convirtieron en una de las herencias de nuestros hijos. De la abuela también tenemos una edición vieja de El llano en llamas que guarda una dedicatoria interesante: Para la nueva llama de la literatura surrealista, señor, con admiración. Juan Rulfo. Quién sabe quién era esa llama; nunca hemos podido descifrar cuál era su nombre. Tampoco sabemos cómo llegó a las manos de la abuela este ejemplar, pues obviamente tuvo un dueño anterior. Otros ejemplares viejos son Los bulevares periféricos de Modiano, él llegó a nuestra biblioteca como resultado de la mudanza de Santillana de Avenida Universidad a Río Churubusco. También atesoramos una primera edición de Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, y un Paddington que espero entregar pronto al mayor de nuestros hijos; éste lo compramos hace poquito, en un viaje a Canadá, en una librería preciosa.
Otro libro muy especial es una edición del Quijote; cuando andábamos de parejita y estábamos a punto de elegir una fecha para casarnos, decidimos que lo íbamos a leer en voz alta y que, al finalizar la lectura, nos comprometeríamos. Lo bueno de esa cursilería es que nos llevó a leer el Quijote. No sé cuánto tiempo nos llevamos, a veces íbamos más rápido y otras nos alentábamos. Pero, al llegar al final, nos comprometimos a casarnos. +
El librero de Mayra
El culticidio
Cualquiera podría asegurar que ese edificio es una universidad: sobre sus entradas están los letreros que así lo dicen. Este plantel no es único: la gente las ha visto multiplicarse. A golpe de vista, sus cifras podrían ser una buena noticia: cada día, un mayor número de personas tienen acceso a la educación y esto implicaría que mejoran sus condiciones de vida. Sin embargo, las evaluaciones nos dicen lo contrario. The National Bureau of Economic Research tiene una visión desencantada de los resultados de la educación universitaria en Latinoamérica: los conocimientos que adquieren los estudiantes son de muy baja estofa y apenas pueden compararse con los de África subsahariana.
En México, según una encuesta de consumo cultural, 18% de los estudiantes de licenciatura nunca ha entrado a una librería, 23% no lee ningún tipo de libros, 40% no se asoma a los periódicos, 48% no abre las revistas y 7% logra la ignorancia perfecta: no lee libros, ni periódicos, ni revistas. Estamos frente a una antinomia: mientras más alto es el nivel de estudios, la lectura parece importar menos. Aunque estas cifras no pueden generalizarse, el culticidio amenaza con imponerse. En las universidades de Estados Unidos y Europa, las viejas ideas y los clásicos perdieron su valor y fueron sustituidos por “subalfabetismos y antialfabetismos artificiosos”. El panorama es desolador: los alumnos consideran que “Sófocles, Dante o Shakespeare están mancillados por una mentalidad imperialista”, y por ello deben suprimirse, aunque también pueden ser erradicados por una razón mucho más simple: son muy aburridos. Por su parte, la poesía y la novela occidentales —desde Cervantes hasta Proust— deben desecharse por “machismo”. Además de esto, el culticidio se nutre de la corrección política: los docentes no deben abordar temas que les desagradan a sus alumnos y, sobre todo, tienen que aceptar la inclusión de los asuntos más lejanos al saber científico y humanista. En las nuevas universidades, lo políticamente correcto se lleva al extremo para transformarse en lo políticamente abyecto. El culticidio tiene una explicación sencilla: los alumnos son clientes de la empresa. En consecuencia, los inversionistas asumen el dictum más primitivo del mercado: si el cliente sabe lo que quiere y siempre tiene razón, los jóvenes que pagan sus estudios también saben lo que quieren
y tienen razón en sus exigencias. Si Adam Smith cede su espacio a las fábulas empresariales, con toda seguridad se está en el rumbo adecuado. Ningún inversionista está dispuesto a perder dinero por llevarle la contra a sus clientes.
Los supuestos alumnos siempre tienen una manera de ser escuchados y hacer valer la razón de la sinrazón: ellos evalúan a sus docentes y determinan la posibilidad de que conserven el trabajo, al tiempo que pueden desprestigiar a la universidad diciendo que se aburren o se les exigen un esfuerzo y una concentración hartantes. Gracias a esto, el problema se resuelve fácilmente: démosles gusto y convenzámoslos de que son los mejores, que tienen derecho a todo y triunfarán en la vida. La idea de “vales mil” llegó para quedarse.
El acceso al conocimiento suponía tiempo y esfuerzo, pero los clientes no están dispuestos a emprender este viaje: ellos saben lo que quieren y sus entendederas les dicen que lo más importante son la diversión, la sencillez y la velocidad. La apuesta tecnológica permite crear la ilusión de que se puede adquirir todo el conocimiento con un clic. Gracias a los motores de búsqueda, los alumnos encuentran lo que necesitan y pueden librarse de las penosas actividades académicas, que les impedirían vivir placenteramente. Las páginas web que venden trabajos escolares, la maravilla del copy-paste y la posibilidad de terminar en un santiamén son costumbres que pueden agradecerse a los inversionistas y a los profesores que, con tal de conservar su empleo, aceptarán estos trabajos.
José Luis Trueba Lara
Los problemas de esta apuesta no se reducen al culticidio y al proceso copy-paste, pues alguien podría contrargumentar diciendo que existen páginas con trabajos de gran calidad y a disposición de los alumnos; esta idea no puede objetarse. Pero, al revisar los temas y las páginas más visitados, se descubrirá que se encuentran lejanísimos de esta posibilidad. Esto me permite suponer que la gran mayoría de los universitarios no busca el conocimiento, pues ello supondría mirar hacia arriba, hacia las personas y las instituciones que no están dispuestas al culticidio; ellos prefieren encontrarse con sus iguales, con los espejos que los reflejarán sin máculas y compartirán sus inclinaciones y deseos. No están interesados en el conocimiento, sino en confirmar que el cliente sabe lo que quiere y tiene razón.
Además de esto, el saber está amenazado por una paradoja: el afán de novedades impide la posibilidad de comprender, justo como lo señala Carlos Pereda: “En el afán de novedades, la atención nunca se concentra, nunca encuentra el objeto frente al cual quiere detenerse para indagar. No hay calma. Tenemos miedo de quedarnos ‘al margen de la historia’, de empeñarnos en esfuerzos que en los ‘centros del mundo’ ya se han declarado ‘obsoletos’. […] Nos aterra no estar in”. Es cierto, la banalización, la superficialidad, los semialfabetismos y los pseudoalfabetismos ganaron la partida.
En las nuevas universidades se sustituyó el conocimiento con una sabiduría de quincalla que convence a los alumnos de que serán los nuevos capitanes de empresa, los grandes líderes y los individuos que, con muy poco esfuerzo, despertarán al gigante que vive en su interior. Como el conocimiento está fuera de ellos, lo mejor es que se asomen dentro de sí mismos para encontrar la sabiduría. Obviamente esta sabiduría no se parece a la de las Meditaciones de Marco Aurelio o el Dhammapada; es idéntica a los libros de autoayuda, a las páginas web dedicadas a la superación personal, al culticidio y a las ideas políticamente correctas que convierten todo conflicto en una receta que cualquiera puede seguir.
Como resultado de esto, los planes de estudio incluyen una serie de materias que, si bien tienen nombres rimbombantes, sólo ofrecen la posibilidad de acceder a la sabiduría de quincalla: los estudiantes asisten a clases de presentación profesional, en las que aprenden los secretos de la moda y de ser asertivos; a cursos de creatividad, en los cuales se sostiene que si utilizan uno de sus hemisferios cerebrales desbancarán a los sabios; a las materias donde se les enseña a escribir su curriculum vitae y en las que aprenden cómo ser emprendedores y desarrollar las fuerzas ocultas en su personalidad, ya de por sí magnética. Lo curioso de este asunto es que las materias destinadas a la sabiduría de quincalla tienen el mismo valor curricular que las dedicadas a los conocimientos.
A lo largo de su formación, los alumnos aprenden que la mediocridad es el peor de los insultos, la más deleznable forma de vida. Según ellos, el mundo no pertenece a los mediocres, sino a los hombres que despertaron a su gigante interior. Por esta causa, algunas instituciones —además de asegurar que sus estudiantes se convertirán en los líderes, en los “empoderados emprendedores” y los superhombres del mañana— venden la ilusión del estatus: en nuestros planteles no estudian mediocres ni pobres, nos dicen, de manera velada, sus anuncios. La repulsión a la mediocridad —como señala Gabriel Zaid— nos revela un nuevo momento en la percepción de la medianía, que primero “fue neutral, luego positiva, después negativa y ahora [es] tabú”. La raíz indoeuropea medhyo dio al griego, al latín y al germánico una serie de términos neutrales que simplemente se referían a lo que estaba en medio. Tal es el caso del latín mediocris, que describe una posición de mediana altura en un monte. Debido a esto, en la Antigüedad clásica, la idea del justo medio, de la mediocridad lograda a fuerza de templanza, se transformó en fuente de elogios y virtudes para los hombres que veían con desconfianza el exceso y la poquedad.
A pesar de esta apuesta virtuosa, lo positivo de la mediocridad terminó en el cesto de basura con la llegada del barroco y su amor al exceso, y sólo encontró su punto culminante en el Tercer Reich
y los regímenes socialistas, cuando la banalización de la idea del superhombre se convirtió en una justificación de la dictadura y el genocidio. La manifestación culminante del combate a lo mediocre resultó siniestra; por ello valía más transformarla en un tabú que resolvería las antinomias de lo superior y lo democrático, del hombre común y el superhombre. Así, “ante el fracaso del superhombre nazi y el hombre nuevo socialista, ascendió la fanfarria por el hombre común, no puede haber mediocres: sólo etapas en el camino de la superación personal”. Como la posibilidad de la mediocridad no les agrada a los alumnos, resulta necesario crear la ilusión de que son superhombres. ¿De qué manera? Basta con acercar la meta a una distancia que cualquiera pueda alcanzar. Si todos los alumnos se convierten en líderes —uno de los dogmas de fe de las nuevas universidades—, en muy poco tiempo no quedarán masas para liderar; por esta razón, los programas de estudio y los profesores que bebieron el cáliz de la ignorancia solucionan el problema con un apotegma curioso: “Si no eres líder de los demás, puedes serlo de ti mismo”. Con metas al alcance de todos, la sabiduría de quincalla funciona sin problemas: todos son líderes, todos son sabios, todos son superhombres. Si los alumnos se conformaran con las metas infinitesimales, el problema no sería muy grave y los gigantes enanos vivirían sin causar graves estropicios. Pero la sabiduría de quincalla está unida al culticidio. Por esta causa, la inteligencia fracasa irremediablemente. Como los alumnos son lejanos y ajenos al conocimiento y están convencidos de su superioridad, no tardan en convertirse en ejemplos de la razón arrogante, interesada únicamente en exhibir y exaltar una supuesta excelencia que siempre cree en las jerarquías.
La razón arrogante y el tabú de la mediocridad permiten que el adormecimiento ético se enquiste en los estudiantes: ellos están dispuestos a despreciar a los mediocres, a los que no dan el 110% de esfuerzo, a los que no creen en la sabiduría de quincalla y a los que se niegan a aceptar su superioridad y las jerarquías indubitables. Ellos, debido a esto, bien podrán convertirse en los verdugos voluntarios de “los mediocres''.
Pero, ¿quiénes son realmente los mediocres? Este cuestionamiento tiene una respuesta desesperanzada: si los superhombres enanos son los herederos del culticidio y la razón arrogante, los mediocres son los nerds y los que se niegan a seguir sus pasos. La mayoría no resiste la diferencia y está dispuesta a ejercer violencia con tal de garantizar su primacía y supervivencia. Por esta razón, las víctimas más frecuentes del acoso escolar son los estudiantes que apuestan al conocimiento, y no a la sabiduría de quincalla y los subalfabetismos. Estamos ante un fenómeno que ya fue analizado por Konrad Lorenz: aunque los seres humanos no siempre nacen marcados por el mal y el odio, existen algunos que no son lo suficientemente aptos para enfrentar las exigencias de la vida moderna y tienen que encauzar sus impulsos de violencia de una manera aceptable. Y nada más aceptable que la ilusión del éxito, la soberbia convertida en supuestos esfuerzos, la avaricia transformada en espíritu ahorrativo, la gula transmutada en consumo desenfrenado y la ignorancia revestida de razón arrogante. +
José Luis Trueba Lara. Escritor, editor y profe. Colabora en la radio
La educación y la puerta cerrada
Si uno cree que una puerta (no es relevante cuál) es importante y está convencido de ello, inmediatamente descubre que igual de decisivo es tener la llave que la abre, y si uno concede que esa llave importa, nuevamente descubre la necesidad de tener al menos una mano para empuñar la llave y las fuerzas para sostenerla y girarla y, finalmente, uno se da cuenta de que no son importantes ni la puerta ni la llave ni la mano ni las fuerzas, si no se posee la determinación de cruzar esa puerta. Al revisar cualquier objeto que pueda considerarse valioso y recorrer la cadena de lo que se necesita, encontramos que lo fundamental es la voluntad y, detrás de ella, el deseo. Sin deseo todo cuanto nos rodea se desvanece.
Son el deseo y la voluntad los factores que nos hacen percatarnos de que existe un mundo afuera de nosotros; sin ellos, el mundo se hunde a causa de nuestra indiferencia o desinterés: la falta de curiosidad —que es simplemente otro de los nombres del deseo— vuelve invisible lo que está ante nosotros o, si se prefiere, dejamos de observar el mundo como una colección de puertas y sólo vemos un muro gris interminable que no nos interesa.
Esta verdad elemental la olvidamos con graves consecuencias para la educación, pues queremos hacer que los demás, nuestros hijos o nuestros alumnos, se sientan atraídos por las puertas que les colocamos delante y que ellos miran como un muro gris interminable que no les llama la atención. Las puertas que les mostramos las decoramos con distintos rótulos: “Lee, la lectura es muy importante”, y ellos parpadean. “Estudia, aprende, interésate”, y ellos parpadean. Les mostramos los asuntos que a nosotros nos parecen valiosos, los exhortamos a que abran una puerta, los ponemos de cara ante las puertas que nosotros consideramos decisivas, y ellos parpadean.
Y es que no hay nada más irrelevante que una puerta cuando no se tiene el deseo de trasponerla. Ésta es la enorme falla de la educación: poner delante puertas en lugar de despertar deseos. ¿Y cómo se despierta el deseo? Gran pregunta. Obviamente no poniendo puertas que a nadie le interesan. La estrategia, parece mentira, es como siempre lo ha sido: tener necesidad, sentirse y estar en falta, tener problemas. El deseo surge de la carencia, su cara más conocida es el hambre: el deseo nace de la cruda necesidad, pues cuando uno está satisfecho o así se siente, no desea. Y hoy, pese a que nadie está satisfecho, se siente no sólo satisfecho, sino colmado, lleno, harto. Padres y maestros contribuyen a este hartazgo, pues facilitan la solución a los problemas antes de que su interlocutor comience a sentir siquiera un comienzo de necesidad, un destello de curiosidad; antes de sentir el problema como problema. Atiborrados por la cantidad de información que reciben de internet o de los medios, todavía les brindamos más información. Hambre es a lo que debería de sometérseles, necesidad, privación, porque sin ellas las puertas seguirán sin ser deseadas. +
Óscar de la Borbolla. Escritor y filósofo, es originario de Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Ha sido profesor
Las palabras del poder y las burradas en el uso del lenguaje
Juan Domingo Argüelles pertenece a una rara especie de lexicógrafos: los cazadores de burradas. En su nuevo diccionario ¡No valga la redundancia! se contenta con mostrar dos carretadas y media de horrores, pues cada uno le merece una explicación en la cual no se tienta el alma para el choteo y la crítica a quienes los cometen. Hace unos días conversé con él, y esto fue lo que me contó mi lexicógrafo de confianza sobre una de las locuras que hoy nos aquejan.
El lenguaje lo transforma el uso del común, el de la mayoría de las personas que lo hablan y lo emplean. Por esta razón, el español, como todos los idiomas, está construido con la participación de propios y extraños a lo largo de toda su historia. Al principio, no contaba con todas las normas que hoy tenemos y estaba lleno de redundancias; sin embargo, poco a poco se fue transformando gracias a los cambios que se introdujeron y lo perfeccionaron. No obstante, cuando digo “lo perfeccionaron”, no estoy afirmando que se debe convertir en algo estático o que ya no pueda ni deba incluir una nueva palabra o una modificación que puede nacer del habla común. Un ejemplo de esto es el uso que le damos a la palabra abusado; mientras en otros países y otras regiones esta voz se refiere a la persona que fue violentada, en México la usamos para señalar a alguien listo, y esto se debe a la deformación de la voz aguzado que se transformó en abusado. ¿Qué quiero decir? Algo simple: cuando los barbarismos son usados por el común de la gente, pasan a nuestra lengua y se admiten como válidos.
Este hecho implica algo muy importante: no podemos crear un idioma a partir de lo ideológico o lo político y tampoco podemos hacerlo desde los grupos de poder económico, social o académico. No olvidemos —como bien lo dice Gabriel Zaid— que los poderosos casi siempre enfatizan lo que conceden. Justo por esto, desde los tiempos de Vicente Fox, comenzó un desdoblamiento del idioma con un único fin: quedar bien. Los chiquillos y las chiquillas; las licenciadas y los licenciados, y las ciudadanas y los ciudadanos se convirtieron en una manifestación del poder que no se atrevía a decir “las ladronas y los ladrones”. Esto no era admisible, pues desde el punto de vista político, las mujeres sólo están presentes para lo bueno y lo reivindicable.
común entiende sobran los desdoblamientos que poco o nada mejo ran el idioma, pues la comunicación sólo se vuelve más complicada y se tropieza con lo políticamente correcto.
Éste es un uso político, un uso ideológico. Me parece que el lenguaje de duplicaciones y desdoblamientos —al que se le llama incluyente— obviamente surge por causa de la reivindicación de las mujeres, pero estos problemas no se resuelven descomponiendo el idioma. Muchos políticos machines se lucen diciendo “los y las” o cosas tan espeluznantes como “guerrerenses y guerrerensas”, pero llegando a su casa matan a su esposa de un batazo. Todos fingen ser incluyentes, pero el idioma inclusivo e incluyente en realidad es exclusivo y excluyente, porque el común de las personas no habla
En realidad, este lenguaje sólo es utilizado por algunos estancos de poder y obviamente pasará a la historia de la lengua como un asunto anecdótico en tanto no sea utilizado por el común y terminemos diciendo “por todes nosotres” o “por todxs nostrxs” o “por tod@s nosotr@s”, algo que parece bastante difícil, pues la x es consonante y la arroba no tiene sonido. La situación es muy clara: es necesario resolver los problemas que enfrentan las mujeres, pero eso no se va a lograr echando a perder el idioma. El idioma tiene una lógica que está más allá de estos problemas. Y exactamente lo mismo sucede con la corrección política que, en aras de no ofender por decir la verdad, inventa fórmulas extrañas. Me entero de que yo pertenezco a la tercera edad y que no soy un viejo, lo cual es una mentira: yo soy viejo y me siento muy contento de serlo. Lo mismo ocurre con los ciegos a los que debemos decirles invidentes —una palabra muy rara— o débiles visuales, algo que no son. Yo soy débil visual en medida que uso lentes, pero no soy ciego en tanto veo.
El lenguaje del poder es extraño; supone que, si cambian las palabras, de manera automática se transforma la realidad. +
José Luis Trueba Lara
Dejando de ser azules con Jenny Lewis & Serengeti
Juan Cárdenas
Lascolaboraciones musicales son siempre atractivas: de inmediato nos hacen pensar en lo que podremos encontrar de nuestros artistas favoritos cuando trabajan al lado de otra mente creativa.
Para la originaria de Las Vegas, Jenny Lewis, el caso más reciente se desarrolló durante el encierro de 2020, provocado por la pandemia de covid-19. Junto a su buen amigo y también fan del box, Serengeti, creó la primera de varias canciones (cinco o seis) llamada Unblu (Dejar de ser azul). Hablamos con ellos sobre la experiencia.
“Tener una excusa para grabar y trabajar algunas cosas juntos fue la mejor parte de 2020 para mí, además de ejercitarme regularmente, lo cual ha sido algo positivo”, dice Lewis desde su casa en California. La artista lleva una carrera activa desde 2006.
“Solo grabé en mi casa y no he tenido que ir a ningún lado, y esto ha sido algo nuevo para mí —dice, por su lado, Serengeti—. Levantarse placenteramente y trabajar con Jenny es genial. Ya éramos buenos amigos cuando nos conocimos, y ahora culminar con esto ha sido genial. He disfrutado el proceso”.
“Toda esta música es gratuita; la hice cien por ciento en mi teléfono y se la mandé a Dave. Sin filtros, cruda, así que es una versión tan real como lo son mi musicalidad y mis habilidades de ingeniera: no es completamente profesional, pero de alguna manera tiene este espíritu diferente dentro”, revela la cantante.
Para todo melómano, la idea de música cruda resulta atractiva, especialmente cuando se trata de artistas que llevan tiempo en la escena, han trabajado en su profesionalización y han evolucionado. Volver a escuchar algo como esto, inspiración pura, se transforma en un privilegio.
“Tenemos cinco canciones. Dave quiere seis; insiste: ‘No podemos tener cinco, Jenny, debemos tener seis’. ¿Cuál es tu problema con el número cinco?”, pregunta Lewis a Serengeti. Hablar con ambos hace realidad el ideal de cualquier periodista musical, pues fluyen como verdaderos amigos, dejándome simplemente ser testigo y disfrutar tanto de su interacción como de su música.
“No es eso. Es... Piensa en el disco: tres canciones por cada lado. Piensa en una cena: pones el disco de un lado y ése es el tiempo de la ensalada, posiblemente tres canciones, nueve minutos. Y cuando eso termine, el anfitrión se levanta, y para el segundo tiempo pone el otro lado del disco. Si sólo son dos canciones no hay tiempo suficiente, no es tiempo suficiente”, responde Serengeti, quien evidencia su afición al tradicional disco de vinilo con su argumento.
Jenny Lewis comentó en otra entrevista, hace tiempo, que disfruta colaborar con quien sabe más que ella sobre "cosas", por lo que debo preguntarle ¿qué sabe Serengeti?
“Vamos a hablar solamente de canciones: Dave líricamente va más allá de la creación inicial. Es tan profundo líricamente y toca tantos aspectos que nunca aparecerían en una canción con mis
previos colaboradores. Siempre hay una fórmula de folk o música rock, ¿sabes? Con él, existen todas estas ideas que para mí como letrista son tan excitantes. Me gusta no repetir los mismos temas de los que siempre hablamos. Dave es amplio y divertido. Yo escucho esta música más que nadie, y cada vez que la escucho obtengo otra versión de lo que está pasando y me echo a reír. Además es muy gracioso. Él es humilde, pero está aportando un nuevo nivel a esto. Yo normalmente soy la persona de las palabras; ése es mi trabajo”, expresa Lewis, emocionada.
Les pregunto también sobre otra declaración que dieron acerca de esta colaboración y su resultado. “Es música para alocarse, mientras se miran las noticias”, dijeron, cuando sabemos que, durante todo 2020 y lo que va de 2021, sólo ver las noticias parece ya una locura. “Bueno, algunas veces era ‘ya no puedo escuchar más esta mierda’ —comenta Lewis—, y es que vaya año para estar conectados y desconectados. Sin embargo, realmente siento que he redoblado el interés hacia mis amistades. Hay un par de personas en mi vida con quienes me he vuelto más cercana y tengo una sensación de claridad. 2020 ha sido muy importante para mí. Fue todas las cosas por las que todas las personas han pasado, pero realmente también un tiempo precioso. Me siento muy agradecida por él”, termina, brindando una reflexión sobre una temporada que será histórica, y que muy probablemente se recordará trágicamente, aunque podríamos rescatar bastantes aspectos positivos.
"Unblu fue como darle vuelta a una rueda. Te despiertas con eso todo el tiempo. Nunca voy a olvidar los días en tu casa, planeando todo esto. Ahí fue cuando te pregunté inicialmente, y eran sólo tres o cuatro acordes, ¿recuerdas? —comenta Serengeti sobre el nacimiento de esta colaboración—. Estabas tocando y tocando, y sólo fluía a través de ti. Así puede ser el número seis, sólo tienes que pensar en un título que atrape. Porque deben saber que Jenny escribe todos estos títulos. Unblu, qué gran título, ¿cómo ése no había sido un título antes? UnBlu, y lo dice todo”.
El segundo track de su colaboración ya salió: se llama Idiot. Ya sean cinco o seis piezas, las dos primeras son maravillosas, divertidas y, en efecto, sin compromisos, liberadas. Se trata de una colaboración entre amigos que podemos presenciar y dentro de la cual no sólo ellos disfrutan, sino todos nosotros también.
Entre lo bueno que recordaremos de la pandemia de 2020 estará este coro: “Cariño, he estado escalando la montaña a tu corazón. Podría haber jurado que vi un diamante brillar en la oscuridad. Era azul y suave. ¿Cuánto tiempo te esperaré para que dejes de ser azul?”. +
Una recopilación de fotografías de giras, planeaciones de conciertos y de imagen, anotaciones e imágenes inéditas de grandes momentos espontáneos que la banda Depeche Mode vivió... Éstos son algunos de los elementos que podemos apreciar a través del lente de Corbijn, su fotógrafo oficial desde 1986. Se trata del recorrido visual que todos los fans deseamos en nuestra colección: Show you the world in my eyes, la historia oficial ilustrada de Depeche Mode del artista holandés Anton Corbijn
En 1981, Anton Corbijn fotografió formalmente por primera vez a los ídolos adolescentes de la música electrónica, Depeche Mode, en Londres y Basildon (Essex), para una portada de NME. En primer plano podía verse, sonriente y desenfocado, al cantante Dave Gahan, con el resto de la banda de pie, nítida y risueña a sus espaldas. Según Corbijn, en ese momento la banda era “demasiado pop” para su gusto. Tras cinco años de rápida progresión, Depeche Mode transformó su sonido, buscando un estilo más provocador y melancólico. Corbijn se unió a la banda para hacer un video, y se convirtió en su director creativo de facto. Desde 1986, se encarga de todas las fotografías y la mayoría de los videos, también firma el diseño gráfico de sus discos y escenografías. Depeche Mode by Anton Corbijn es la historia ilustrada y detallada de cómo el imaginario atemporal y la estética épica, pero a la vez honesta, de Corbijn han ayudado a cimentar la reputación de Depeche Mode como una de las bandas de culto más importantes del mundo.
La edición de colección recopila más de 500 fotografías, algunas de ellas inéditas, procedentes del lente de Corbijn. Incluye retratos formales e informales tomados en lugares como Madrid, Hamburgo, el desierto de California, Praga y Marrakech —muchos realizados durante la grabación de videos emblemáticos como Enjoy the Silence y Personal Jesus— y multitud de imágenes en momentos espontáneos y sorprendentes durante los conciertos de todas sus giras desde 1988. Además de fotografías, el volumen incluye bocetos y diseños de decoración de los escenarios y de las carátulas de álbumes, acompañados de anotaciones a mano de Corbijn que trasladan al lector a una sesión fotográfica, así como a una entrevista a profundidad con el maestro holandés. En la edición de coleccionista (núm. 201-1986), cada volumen está firmado por Anton Corbijn y por Dave Gahan, Martin Gore y Andrew, Fletch, Fletcher. El libro también está disponible en dos ediciones de arte, de 100 copias cada una, con láminas fotográficas alternativas firmadas por Anton Corbijn. Ambas publicaciones están disponibles en las tiendas físicas y la tienda en línea de Librerías Gandhi <https://www.gandhi.com.mx/>. En esta obra presenciamos una creación en colaboración con la banda, quienes también comparten cómo es trabajar con Corbijn. Depeche Mode by Anton Corbijn cuenta cómo las imágenes originales e inolvidables de un hombre apuntalaron la imperecedera popularidad de la banda. Al reflexionar sobre el rol que desempeña en Depeche, Corbijn recuerda en la introducción del libro: “Se me ocurrieron muchas ideas y quería que encajasen con ellos. Quería pensar por ellos, ser grande para ellos”. El libro es un testimonio de la profundidad y la extensión de esa grandeza, una celebración de una de las colaboraciones más creativas y duraderas de la historia del rock. +
Francisco Solís
Formación vs. información: la educación en tiempos de pandemia
Las medidas sanitarias, que ya cumplen más de un año, obligaron a que muchos procesos que ya estaban sobre la mesa se aceleraran o terminaran aceptándose de manera forzosa, como el trabajo y el estudio en casa. Hay ventajas que son innegables, como la reducción de traslados y el impacto que esto tiene en el medio ambiente; sin embargo, no ha sido un año nada fácil.
La discusión sobre la efectividad o la ineficiencia de la educación en línea existía desde antes de la pandemia, con argumentos bastante atractivos para su adopción: hace que se invierta menos tiempo en la escuela y optimiza muchos de los procesos burocráticos de las instituciones. Sin embargo, los programas que ya existían y funcionaban estaban pensados para un tipo particular de estudiante; serían planes efectivos para todos los estudiantes si pudiéramos confiar plenamente en su independencia, su responsabilidad y su capacidad para ser autodidactas. Era muy bueno que existiera la educación en línea como opción, pero ahora que se ha convertido en la única alternativa, tenemos que enfrentar serios problemas.
El primero, y tal vez el más triste y apremiante, es la falta de acceso que tienen los alumnos a un equipo conectado a internet que pueda ser dedicado casi exclusivamente para las clases, y que cuente con la tecnología adecuada para las aplicaciones educativas básicas.
En segundo lugar, y tal vez igual de apremiante, está el escaso conocimiento o destreza que tienen padres, alumnos y maestros en el uso de sus propios equipos y las tecnologías necesarias para el desarrollo de las clases. Es verdad: nadie nos preparó para esta crisis; los maestros no tuvieron capacitación; los padres no sabían cuáles eran las implicaciones que esto tenía para ellos, y los alumnos están presionados por cumplir con los requerimientos de las escuelas. En suma, maestros, alumnos y padres están llenos de frustración en torno al proceso educativo.
La pregunta ya no es si la educación en línea y a distancia es efectiva, la preocupación es ahora si en verdad vale la pena el esfuerzo y cuál es la recompensa si lo desarrollamos dentro de un sistema educativo institucional que ya estaba, por sí mismo, en crisis antes del encierro. Es necesario pensar cuál es el rol de las escuelas en la vida de los estudiantes, y cómo es que esto nos obligará a reformular nuestro sistema educativo y cambiar su paradigma.
Los que pasamos toda nuestra infancia, adolescencia y la primera parte de nuestra vida adulta en una escuela sabemos que una parte
fundamental del aprendizaje no se encuentra ni en el salón, ni en los libros, ni en las palabras del maestro, sino en la convivencia con los demás. El proceso de socialización —o podría decirse: civilización— de los niños, adolescentes y adultos se da en el patio de juegos, en los recesos, en las cafeterías universitarias. Con suerte, también ahí se dan las mejores lecciones, recomendaciones de libros y lugares para visitar; se expresan las inquietudes entre pares, y cada uno se explora a sí mismo en un ambiente social, mide sus capacidades y aprende sus límites. La escuela es para eso, es un lugar de estudio, pero es, fundamentalmente, un lugar de socialización y desarrollo.
Muchos universitarios estarán de acuerdo en el hecho de que el transmitir la información no es suficiente. Si tienes acceso a internet, tienes acceso, relativamente, a toda la información que puedas necesitar para obtener un título académico.
Desde hace mucho tiempo, la educación no depende sólo de la información —que ahora es efímera y cambiante en casi todas las ramas técnicas—, sino de la formación como profesional, que está en aprender las minucias del comportamiento humano, en vivir la profesión dentro de un entorno social, en platicar con colegas, maestros y personas de otras carreras para poder desempeñarse propiamente en un ambiente diverso y cambiante. Todo ello, sin hablar de los contactos, amistades, relaciones personales y experiencias que se adquieren en ese momento de la vida.
En contraste, la educación a distancia y el aislamiento nos han obligado a aprender a estudiar, a enseñar y a socializar de maneras distintas, en el mejor de los casos. Esto ocurre con mayor efectividad en los niveles educativos más altos, como la universidad y el posgrado, que ya tienen, de por sí, un nivel de independencia mayor. Las ramas que requieren forzosamente de la práctica en laboratorios y equipos especiales para aprender habilidades técnicas específicas sufren dificultades mayores en la educación en línea, así como todas las carreras técnicas que requieren de instrumentos y materiales que las instituciones proveen.
Sería injusto no considerar las brechas económicas que hay en el país y el hecho de que la mayor parte de los estudiantes está en los niveles básicos de educación: preescolar, primaria y secundaria. Ellos son quienes mayores problemas han tenido para adaptarse a la educación a distancia.
No es extraño escuchar historias de padres que se quejan de la cantidad de tareas que deben entregar sus hijos, la presión por hacer demasiadas cosas al mismo tiempo, cuidar a los hijos, estar en sus clases, revisar que hagan la tarea —o hacerla por ellos— y entregarla a tiempo, además de todas las actividades laborales y domésticas que ya tenían encima. Tampoco es raro escuchar las quejas de los maestros en su intento de autocapacitarse en los aspectos técnicos de las clases a la vez que concilian las exigencias que tiene el sistema educativo y los propios padres. ¿Cuál es el punto?
Durante el año pasado, muchos han decidido sacar a sus hijos de la primaria: lo consideran un año perdido. Por otra parte, los profesores se han visto obligados a aprobar a sus alumnos con un mínimo de requisitos, más burocráticos que académicos. Se está perdiendo de vista el objetivo que la educación tendría en los niños, y lo estamos viendo como una obligación que padres y maestros deben cumplir para con el sistema educativo y no para la formación de sus hijos y alumnos.
Algo no está funcionando, algo que fallaba desde antes: todos los esfuerzos institucionales se hacen en función de cumplir un programa establecido, con metas irreales y que sólo tienen sentido para aprender lo siguiente: si se cumple con los procesos burocráticos del sistema, es posible terminar de estudiar, aunque esto no signifique aprender habilidades básicas de lectura de comprensión y matemáticas, elementos indispensables para conseguir el ideal de todo sistema pedagógico: promover el pensamiento crítico.
El precio de cambiar la educación presencial a un sistema remoto ha revelado deficiencias que ya eran bastante evidentes en el sistema, pero que siguen escudadas por un aparato burocrático institucional que es, si no perverso, obsoleto.
Tal vez podamos capacitarnos como maestros para aprovechar las herramientas que tenemos a nuestra disposición. Sin embargo, el terreno es muy desigual, y acceder a una educación
gratuita no es igual de fácil para todos, pues la vida no es gratuita y no todos tienen acceso a los servicios más básicos, a los equipos más elementales, ni a una conexión confiable para continuar con su educación.
Tal vez no exista un sustituto de las clases presenciales, de la experiencia escolar, ni de la vida académica, pero podríamos aspirar a configurar un sistema que utilice las ventajas de los medios virtuales, que promueva habilidades autodidactas, que interese a los niños y adolescentes, y que no venga como una imposición de un maestro tirano que deja mucha tarea sin considerar las circunstancias de sus estudiantes.
Si recordamos la sentencia de McLuhan: el medio es el mensaje, la educación presencial enseña la experiencia de la escuela y la vida en torno a ella; ahora hay que encontrar una manera en la que la educación virtual se convierta también en una experiencia que se aprehenda y que considere el entorno actual de los estudiantes, en sus casas, con su familia, consigo mismos.
Quizás esto traiga algo de esperanza. Boaventura de Sousa publicó recientemente su libro El futuro comienza ahora: de la pandemia a la utopía, en él prevé una transición larga y difícil, pero irreversible, hacia un nuevo modelo de civilización poscapitalista, poscolonial y pospatriarcal; afirma que las resistencias serán enormes, pero la tarea es inaplazable. También dedica una sección llamada “La cruel pedagogía del virus”, en la cual analiza el panorama al que se enfrenta la educación tras la pandemia y le da dirección al cambio que deberíamos tomar.
Este año nos ha dejado muchas lecciones: hemos tratado de encontrar una “nueva normalidad” en nuestras formas de vida. Dicha normalidad no llegará si estamos aferrados a las formas del pasado. Vivimos una evolución forzada, y eso tal vez no sea malo, pero un año no es suficiente para consolidar un cambio tan drástico. Es necesario que las instituciones escolares, los programas de estudio y los métodos de enseñanza se actualicen para seguir el paso de la tecnología y la influencia de ésta en la conformación del pensamiento de los alumnos, aprovechar la vida en el encierro como una forma de introyectar también el conocimiento, de modo que no sea sólo cumplir con requerimientos informativos, sino una experiencia formativa por sí misma. +
Gilberto Díaz
GMaestros del cine
eneralmente, cuando escuchamos hablar de los maestros del cine, viene a nuestra mente esa imagen de un hombre con boina, bufanda y cuello de tortuga, muy parecido a un beatnik, que se la pasa encuadrando con sus dedos todo lo que ve a su paso; pero más allá de lo que esta caricatura estereotípica pueda representar, lo cierto es que existe un término para referirnos a esos talentos que toman elementos desde la realidad para contarnos historias mediante las imágenes en movimiento.
Desde una perspectiva académica, se puede decir que los primeros maestros del cine fueron aquellos “magos” que supieron sacarle provecho al invento atribuido a los hermanos Lumière, y que Edison reclamó como propio. Visionarios que entendieron al aparato de captura de imágenes como un objeto que servía, más que para documentar la vida cotidiana, para construir universos verosímiles ante nuestros ojos; gente capaz de hacernos sentir emociones en una silenciosa compañía, desde la pasividad de la butaca en una habitación oscura.
Los maestros fundamentales
Georges Méliès fue uno de estos maestros. Encontró en la cámara un objeto para llevar sus actos de magia a otro nivel, haciendo posible que las historias ya conocidas por la literatura se convirtieran en películas, más verosímiles que la filmación fija de una representación teatral. Su Viaje a la luna es la metáfora perfecta de lo que significa el cine: un viaje imposible que se hizo realidad ante nuestros ojos. Su brevedad no demerita la cohesión de una narrativa que le hizo justicia a la obra de Julio Verne. Nuestra imaginación literaria ahora podía ser vista colectivamente. Por eso, la figura de Méliès ha recibido tributos desde otras disciplinas, desde videos musicales como Tonight, Tonight de The Smashing Pumpkins, hasta novelas basadas en su vida, que luego serían adaptadas al cine como La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick.
Otro caso es el de David Wark Griffith, director conocido como el padre de la forma de hacer cine en Estados Unidos. Polémico por sus ideas políticas, se le atribuye elevar el cine a un nivel mayor que Méliès, gracias a su manera de modificar las perspectivas en favor de un relato más impactante, que pudiera plasmar el realismo de las historias sin llegar a la fantasía. Tal vez por ello el cine estadounidense es tan grandilocuente —y por eso muchas veces resulta insufrible—; obras como la infame Nacimiento de una nación e Intolerancia son los mejores ejemplos. Sin embargo, se reconoce que su combinación de técnicas para filmar y editar sentaron las bases del sistema cinematográfico que sigue dominando a la industria.
Es inevitable mencionar también a Sergei Eisenstein, una tercera figura que llevó al naciente cine a un nivel mucho más intelectual y cercano a su definición como arte. En cualquier bibliografía sobre la historia del cine nos encontramos con su teoría del montaje, fundamental para entender la narración de historias en el cine, porque, de acuerdo con Eisenstein, el montaje no implica únicamente filmar, cortar y pegar de forma cronológica: es un proceso mental, casi de reflexión sobre cómo se deben realizar estos pasos; utilizar ese cortar y pegar para decir algo más; crear alegorías visuales que acompañen los hechos que suceden en las historias, y que además impacten en las audiencias, dejando una idea adicional sobre lo que se acaba de ver. Por eso una película como El acorazado Potemkin posee una de las secuencias más intensas: vemos cómo la carriola con un bebé desciende las escalinatas mientras la gente va cayendo herida y muerta. Se trata de una de las escenas más homenajeadas por otros artistas, desde Brian de Palma hasta el pintor irlandés Francis Bacon.
Alumnos que se vuelven maestros
Desde la época o lugar del que se mire, siempre habrá un cineasta rindiéndole tributo a otro cineasta. Esto ocurre, en parte, porque —a diferencia de otras artes, como la literatura — no existe método,
escuela o reglas rígidas para contar historias en este medio, y también porque el cine es un arte colectivo, en el cual el intercambio de ideas y el trabajo en equipo son fundamentales para que las películas sucedan tal y como las apreciamos, y aunque se atribuye el trabajo principalmente al director, la visión de éste no sería posible sin un equipo que siga sus indicaciones y perfeccione sus habilidades.
De forma directa e indirecta, los directores se convierten en maestros de cine. La primera conversión sucede por el fogueo de las filmaciones; cada sesión de trabajo establece nuevos aprendizajes; así, algunos guionistas, fotógrafos, actores, sonidistas y asistentes pulen tanto su experiencia que se sienten con la confianza de dirigir películas por sí mismos. En la segunda forma, como cinéfilos, siempre vamos a encontrar a algún director o directora capaces de motivarnos a querer hacer cine; del estudio de sus películas surgen ideas y técnicas que moldean un estilo que se siente propio y se convierte, a la vez, en un homenaje a aquellos que inspiraron la nueva obra.
Los casos abundan en esta materia, pero tal vez el más significativo para explicar al director como educador de cineastas es Roger Corman, director y productor de películas de bajo presupuesto que siempre abusaban de los clichés, el sexo y hasta el plagio descarado. Corman se convirtió en el mentor de los principales directores de la llamada Nueva Ola hollywoodense. A través de su guía se formaron directores como Francis Ford Coppola, Peter Bogdanovich, George Lucas, Steven Spielberg y Martin Scorsese —sólo por mencionar a algunos —. Bajo su tutela aprendieron que la creatividad en el cine pasa por los presupuestos reducidos y la optimización de los recursos: hacer más con menos, y que la imaginación haga su parte. Por otro lado, resulta bastante conocido que Quentin Tarantino es un autodidacta de la realización fílmica. No tener recursos suficientes para pagar una educación cinematográfica, lo llevó a convertirse en un cinéfilo que tomó las lecciones más importantes desde la pantalla del videoclub en el que trabajaba. Educó su atención mediante los detalles que le mostraban los Nichols, los Truffaut, los Leone, los Kurosawa, los Godard y un largo etcétera, guiños que después plasmaría en su ya reconocida filmografía. Pero el caso de Tarantino no es el único; situaciones parecidas atravesaron Robert Rodríguez, Christopher Nolan, Terry Gilliam, Paul Thomas Anderson y los hermanos Coen, quienes a la fecha son algunos de los directores más prestigiosos y cuyas películas son tema de conversación.
Aprender cine
Saber y aprender de cine no es un asunto meramente académico; de ser así, la mayoría terminaríamos excluidos por la “incomprensión de las reglas”, como sucede en otras artes. De hecho, todo el tiempo estamos estudiando cine, porque cada vez que nos encontremos con una cinta que llame nuestra atención y nos siga invitando a detener el mundo por unas cuantas horas existe la garantía de que encontraremos un lenguaje nuevo para aplicar en nuestra vida; la seguridad de que somos capaces de descifrar códigos, formas y mensajes replicables: podemos encontrar poesía en las imágenes; discursos sociales en las historias; mensajes figurativos de una resonancia más grande de lo que vemos en pantalla. Porque educar el ojo cinematográfico sólo requiere sentarse y poner mucha atención a lo que experimentamos, mientras viajamos a otras realidades a través de esa mezcla de entretenimiento, arte y escapismo que se mueve a 24 cuadros por segundo. Sigamos aprendiendo cine.+
Si éste fuera un mundo perfecto no escribiríamos novelas ni haríamos películas. Lo viviríamos, a través del amor de los demás.
Carlos Fuentes
Historia de una hetaira
Citlali Figueroa
Nací en Mileto. Mis padres eran ciudadanos libres de la polis. Mi padre y mi hermano mayor disfrutaban de las asambleas en el ágora; les gustaba opinar y tomar decisiones, mientras que mis hermanas y yo éramos educadas por mi madre, de una manera diferente a mi hermano.
Me gustaba salir de paseo. Disfrutaba de los atardeceres en los templos; en esas caminatas platicaba de filosofía, de medicina o de astronomía con mis hermanas hetairas. Sí, soy una hetaira.
Nací y crecí en una familia de ciudadanos. Nuestra riqueza era considerable. Teníamos unos cuantos hombres y mujeres de servicio en la casa, pero mi padre no me dejaba convivir con ellos. No importa. Era más divertido correr al río que pasar largas horas con mi madre aprendiendo cómo debe comportarse una esposa, cómo debe mantener un hogar. Afortunadamente aprendí a leer y a escribir, a hacer cálculos para atender las responsabilidades del hogar. Odiaba las compras y los intercambios. “Que lo haga otra, mamá”, siempre le reclamé.
Mi lugar favorito de la casa era el patio. Mi padre tenía muchos amigos, y a veces se reunían para discutir acerca de educación, gobierno, filosofía o sobre alguna innovación en el conocimiento; mis temas favoritos. Solía esconderme entre las cortinas, gruesas y pesadas. Ahí nadie me encontraba.
Pronto mis padres consideraron que mi belleza no correspondía con un matrimonio como cualquiera. Me llevaron con Targelia. Me recibió una anciana. La expresión de su rostro era dura, aunque sus ojos eran hermosos y unas líneas los rodeaban marcando la experiencia. Su cabello largo, que alguna vez fue rojo como el atardecer, ahora sólo tenía un leve tono entre mil cabellos blancos. Su voz era melodiosa, podía escucharla cantar todo el día, pero cuando me regañaba quería desaparecer. Siempre estaba bien vestida, con las telas más finas. Llevaba el cabello rizado y los labios rojos como las rosas del jardín. Olía a lirio y por la tarde el sudor le sobrepasaba.
De ella aprendí a caminar, a bailar, a hablar con sensualidad y a hacer el amor con destreza. También aprendí a ser una oradora capaz de invadir un salón y de que mi voz sonara de tal manera que nadie pudiera olvidar mis palabras.
Descubrí el poder que una mujer tiene sobre un hombre —vaya que somos malvadas—: podemos hacer que bailen, que amen, que odien; incluso somos capaces de hacerlos pelear por un capricho. Mi esposo era un hombre poderoso no sólo en Atenas. Pero eso ya se los contaré después; ahora quiero decirles lo que pasé para llegar hasta sus brazos.
Al convertirme en mujer, Targelia decidió que era momento de explorar el amor entre los brazos de un hombre. Eligió a un joven que ya había visto. Él visitaba regularmente la escuela. Era alto y de piel clara, casi reflejaba el sol. Su cabello tenía rizos dorados y brillantes; sus dedos eran largos y fuertes; su espalda denotaba el ejercicio de lanzar el disco que cada mañana practicaba preparándose para las Olimpiadas. Tenía vellos dorados en el pecho y la barba; sólo podía imaginar qué difícil era peinarse cada día. Sus ojos tenían una expresión sincera y densa. No lograba verlo directamente; me sonrojaba y tenía que desviar la mirada. Fue el único que logró causar esa sensación en mí. Su voz era grave. Cada que lo escuchaba hablar un escalofrío recorría mi espalda. Él fue quien me enseñó a hacer el amor.
Fuimos amantes por dos años. Era una concubina consentida y cuidada. Después de caminar por la casa, nos sentábamos a contemplar el atardecer y a hablar de filosofía, astronomía o arte. Pocas veces, muy pocas, hablamos de los problemas políticos. Para nosotros, ése era un tema aburrido y poco práctico. Pero, tal vez por la juventud que compartíamos, todo terminó. Un comerciante de Oriente llegó a Atenas. Un hombre con poco más de cuarenta años, alto y delgado. Los músculos se le marcaban incluso a través de las telas. Su piel delataba las arduas horas que pasaba bajo el sol del desierto. Tenía los ojos negros y profundos; el cabello oscuro y lacio; la piel de sus manos era demasiado áspera, aunque la sensación de sus dedos recorriendo los bordes de mi cuerpo parecía única. Me regalaba joyas frecuentemente, también vestidos y velos de telas finas. Él podía conseguir cualquier semilla, alimento, tela o metal que le solicitaran. Era muy poderoso. Nuestras pláticas versaban sobre el comercio o el pago por transportar de un lugar a otro. Mis conocimientos se acrecentaron con la edad. La experiencia que dan los años es una recompensa de la vida, aunque envejecer se convierte en un castigo para las mujeres. Nunca tuve la idea de vivir eternamente, pero a veces anhelaba una combinación de la belleza y la juventud con la experiencia que traen los años.
Conocí a un hombre poderoso, en una reunión de las que Targelia hacía. En ellas siempre había mucho vino, mucha comida, muchos excesos, mucho sexo. Lo vi al otro lado del salón. Sus ojos tenían un color único, entre azul y gris, como el mar cuando está tranquilo. Tenía el cabello castaño y rizado, con un toque dorado. Era alto, y su cuerpo ágil delataba la rutina de nadar cada mañana. Tenía unos labios gruesos y rosados. Su voz podía encantar a toda Atenas, lo mismo que su sonrisa sincera y brillante, ¡vaya que me gustaba ese hombre! Pero lo más atractivo era su mente: su capacidad de pensar y cuestionar todo, su curiosidad y asombro ante cosas que otros considerarían banales. Con él podía hablar de música, de arte, de filosofía, de matemáticas, de geometría, de economía, de política. No había tema que él evitara, incluso aquellos que antes me hubieran parecido aburridos. La pasión con la que se expresaba era contagiosa; me invadía y sólo quería saber más.
Ser una hetaira tuvo sus ventajas. Fui una mujer independiente, poderosa, escuchada; mis opiniones tenían valor, aunque me parece absurdo que haya podido vivir esto por ser hermosa, una mujer —cualquiera que sea su apariencia— es una mujer. No importa si tiene el cabello negro o claro, si es alta o pequeña, si es hermosa dentro del canon establecido. No sólo servimos para los deberes del hogar: el marido es una persona capaz, no necesita nuestros servicios. Una pareja es un complemento no un impedimento.
Anhelo la libertad que ahora tienen muchas mujeres, y me entristece la que no pudieron vivir aquellas de mi generación. Una hetaira representaba para los hombres a la mujer con la que podían hablar de cualquier tema. Ella tenía el conocimiento, la habilidad y los argumentos para ayudarle a reflexionar. También era una maestra en las artes de la seducción, lista para dar placer, siempre hermosa, siempre bien vestida y siempre lista para copular. Para una mujer, ser hetaira representaba la libertad que no todas lograban obtener. La opción de querer estar con alguien, de ser poderosa, independiente y escuchada por los hombres.
A diferencia de una prostituta, nosotras, las hetairas, recibimos educación y conocimientos. Éramos mujeres diestras en las artes del amor. Podíamos ser concubinas del mismo hombre durante años y nuestro papel en la sociedad tomaba fuerza. Haber vivido como hetaira en la antigua Grecia ha sido una experiencia completa. Me ayudó a crecer, a mantenerme actualizada. Nunca podría imaginarme como una esposa que sólo sirve para mantener el hogar y satisfacer las necesidades de un marido. +
Esquina bajan
24 Eduardo Moreno Romero “MOReD”. Ilustrador, cartonista, novelista gráfico y escritor. Ha ilustrado textos ajenos, ha escrito dos libros propios, publica cartones todos los días y es feliz.
Te preguntas si las sombras son tan sólo la mengua de la luz, y tu contestación es incompleta, pues tal es la naturaleza de las respuestas. Descubres más tarde que los movimientos posibles de la mano son diez, a saber: hacia adelante y hacia atrás; a la derecha y a la izquierda; movimiento circular; hacia arriba y hacia abajo; cerrar y abrir; expansión y restricción de los dedos. De las extremidades acudes a los sentidos, y comprendes, entonces, que por gracia de los ojos el alma puede tener acceso a todas las dispares representaciones de la naturaleza. El sonido no llega a través de líneas rectas —como arriban las imágenes a la vista—, sino por ondas tortuosas y quebradas. El olfato localiza con mayor dificultad el sitio exacto desde donde un olor procede y, al configurarse dicho mecanismo, el aroma queda impregnado en algún tejido que se confabula con la memoria. El tacto y el gusto han de entrar en contacto directo con el objeto para asumirlo como real y delimitarlo.
Escribes en tu lista de tareas pendientes: “Hurgar en la maniobra de la voluntad por la que desciende el párpado; describir con precisión el parentesco entre los colores primarios; averiguar qué de la naturaleza del sauce lo lleva a superar la altura de cualquier otro árbol; encontrar la razón por la que a mayor lejanía las sombras se pierden; seguir el torrente de un cauce para entender si sólo el volumen de guijarros y tierra es lo que le obliga a cambiar de rumbo en un momento dado; insistir en la ciencia de los vientos para confirmar el indicio de que tanta es la fuerza que ejerce el objeto contra el aire como la que el aire ejerce contra el objeto”.
Atas con un cordón tu cuaderno de cuero —Zibaldone— al cinto y sales a la calle. Anotas de derecha a izquierda —en la dirección opuesta de las palabras— ideas, intuiciones, un signo a manera de confesión, los indicios del deseo y de las formas: LUSSURIA. Il paspiltrello per la sua isfrenata lussuria non osserva alcuno universale modo di lussuria, anzi maschio con maschio, femmina con femmina sì come a caso si trovano insieme, usano il lor coito. Trazas la curvatura del silencio, las maneras del desasosiego, el agua cayendo sobre el agua; bocetos de presagios y ademanes que replican arrebatos. Hay que recaudar la existencia, darle contornos para preservarla. Piensas que caminar es una acción ligada a los recuerdos; éstos no se pare-
La Mona Lisa después de la Mona Lisa
cen a sí mismos. Te sientas frente a ellos: un milano de elegante estatura aletea para siempre cerca de ti, y corres tras él por los pasillos de la casa de piedra gris, en Anchiano. El canto del gallo tiene la forma de la alegría y si no estás dormido también te despierta. Eres aprendiz de Verrocchio: intentas emular sus destrezas, subordinar el alma a los tintes; estudias junto a él técnicas de dibujo, las dimensiones del cuerpo humano y cómo los objetos confluyen en el ojo. Pasas días en su bottega, ensayando colores improbables. Le sobrevive a tu maestro y a esas horas, la curiosidad.
Leonardo Da Vinci representa las virtudes del Renacimiento. Polímata insaciable cuyo legado es imperecedero. La celebridad de su obra y de su pensamiento está matizada por el misterio. Su imaginario de belleza se extiende más allá de los cánones que imperaban en su época. Se regodeaba retratando seres con malformaciones y frecuentemente asistía a necropsias clandestinas para dibujar cadáveres y fragmentos de órganos. Con la misma dedicación pintaba cuerpos de aspecto lozano y elegante. El sentido de la realidad era el único sentido estético posible para él.
Durante dieciséis años, desde 1503 hasta el día de su muerte, Leonardo emprende la aventura pictórica más intensa de su vida: el retrato de Lisa Gherardini: la Mona Lisa. No puede vivir sin su obra, y va con ella a todos lados. La embellece continuamente agregando finísimas y sutiles capas de óleo —velatura—; así reinventa el sfumato. El misterio de la mirada y la sonrisa de la dama en la pintura es la consecuencia. En una vasta biografía sobre el genio florentino Leonardo da Vinci, su autor, Walter Isaacson, dice: “La representación de la complejidad de las emociones humanas simbolizada de manera magistral por el misterio de una sonrisa apenas esbozada y la evocación de los lazos que unen la naturaleza humana y la naturaleza que nos rodea; dos paisajes se abrazan, el del alma de la Mona Lisa y el del alma de la naturaleza”.
Siglos más tarde es hallada otra Mona Lisa. Parece ser sólo una de las muchas copias que se hicieron de la original; sin embargo, el estudio técnico y la restauración realizados apuntan a una obra contemporánea a la de Leonardo. Se atribuye, probablemente, a uno de sus discípulos más próximos: Salai o quizá Francesco Melzi. Los materiales utilizados son de enorme calidad y su factura, de gran cuidado. Todo indica que se trata de un elogio. La intención, tal vez, no fue realizar una calca de la técnica del maestro, pero sí de su asombro. +
LEÍDOS LOS
FICCIÓN NO FICCIÓN
PÁRADAIS
Fernanda Melchor
LITERATURA RANDOM HOUSE
En un conjunto residencial de lujo, dos adolescentes inadaptados se reúnen por las noches para embriagarse a escondidas y compartir sus fantasías. Franco sueña con seducir a su vecina; Polo, con renunciar a su empleo como jardinero. Ellos maquinarán un plan tan pueril como macabro.
SALVAR EL FUEGO
Guillermo Arriaga
ALFAGUARA
Premio Alfaguara de Novela 2020. Una historia de violencia en el México contemporáneo, donde el amor y la redención aún son posibles. Marina, una mujer casada, con tres hijos y una vida familiar resuelta, coreógrafa de cierto prestigio, se ve involucrada en un amorío improbable con un hombre impensable. Salvar el fuego retrata dos Méxicos completamente escindidos. Una obra que retrata los absurdos de un país y, también, las contradicciones de la naturaleza humana. Una novela de amor que termina por brindar esperanza.
MUJERES DEL ALMA MÍA
Isabel Allende PLAZA JANÉS
Isabel Allende bucea en su memoria y nos ofrece un emocionante libro sobre su relación con el feminismo y el hecho de ser mujer, al tiempo que reivindica que la vida adulta hay que vivirla, sentirla y gozarla con plena intensidad. En Mujeres del alma mía, la gran autora chilena nos invita a acompañarla en este viaje personal y emocional desde la infancia hasta hoy.
JÓVENES
ANTES DE QUE SE ENFRÍE EL CAFÉ
Toshikazu Kawaguchi
PLAZA JANÉS
Un rumor circula en Tokio. Oculta en uno de sus callejones, hay una pequeña cafetería que vale la pena visitar, no sólo por su excelente café, sino también porque, si eliges bien la silla en la cual sentarte, puedes regresar al pasado. Pero como lo increíble tiene límites, hagas lo que hagas, el presente no cambiará.
CIRCE
Madeline Miller
ALIANZA DE NOVELAS
En el palacio de Helios, dios del sol y el más poderoso de los titanes, nace una niña. Pero Circe es una niña rara: carece de los poderes de su padre y de la agresiva capacidad de seducción de su madre. Cuando acude al mundo de los mortales en busca de compañía, descubre que sí posee un poder, el poder de la brujería, con el que puede transformar a sus rivales en monstruos y amenazar a los mismísimos dioses.
LOS COMPAS Y LA MALDICIÓN DE MIKECRACK
Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA
ELEANOR & PARK
Rainbow Rowell
ALFAGUARA
PAQUETE HARRY POTTER
J. K. Rowling
SALAMANDRA BOLSILLO
EL NEGOCIADOR. CONSEJOS PARA TRIUNFAR EN LA VIDA Y EN LOS NEGOCIOS
Arturo Elías Ayub
GRIJALBO
En este nuevo libro, Arturo Elías Ayub, director de Fundación Telmex, nos muestra las mejores prácticas para ser un emprendedor, tomar buenas decisiones y encontrar lo mejor para todas las partes. A través de anécdotas, él nos comparte lo que ha aprendido en los negocios y en la vida.
DE ANIMALES A DIOSES
Yuval Noah Harari DEBATE
Hace 100 mil años, al menos seis especies de humanos habitaban la tierra. Hoy sólo queda una: la nuestra. ¿Cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses o en naciones; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? Harari traza una historia de la humanidad y las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado.
EL PODER DEL AHORA
UN CAMINO HACIA LA REALIZACIÓN ESPIRITUAL
Eckhart Tolle GRIJALBO
El poder del ahora es un libro único. Tiene la capacidad de crear una experiencia en los lectores y cambiar su vida. Hoy es considerado una obra maestra. Para lograr la iluminación sólo tenemos que comprender nuestro papel como creadores de nuestro dolor. Es nuestra mente la que causa los problemas con su corriente de pensamientos, atándose al pasado, preocupándose por el futuro.
MUCHAS VIDAS, MUCHOS MAESTROS
Brian Weiss DE BOLSILLO
Este libro es un extraordinario bestseller. En él, Brian Weiss nos cuenta la asombrosa experiencia que cambió su vida para siempre. Una de sus pacientes, Catherine, recordó bajo hipnosis sus vidas pasadas y encontró en ellas el origen de muchos de los traumas que sufría. Catherine se curó, pero también ocurrió algo insólito: logró ponerse en contacto con los maestros, los espíritus superiores que habitan entre dos vidas. Ellos le comunicaron importantes mensajes de sabiduría y conocimiento.
CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS
Dale Carnegie DEBOLSILLO
El único propósito de este libro es ayudar al lector a que descubra, desarrolle y aproveche esos poderes latentes que no emplea. Algunos puntos importantes del contenido: Maneras de agradar a los demás—Cómo causar una buena impresión—Convertirse en buen conversador e interesar a la gente—El secreto de Sócrates—Cómo obtener cooperación—Cómo criticar y no ser odiado por ello.
PERCY JACKSON: EL LADRÓN DEL RAYO
Rick Riordan
SALAMANDRA
ALMENDRA Won-Pyung Sohn GRAN TRAVESÍA
ELECTRÓNICOS ARTE Y RECREACIÓN
REGRESO A LA JAULA
Roger Bartra
DEBATE
Una de las claves para el éxito de AMLO fueron las cuestionables alianzas que impulsaron su campaña y revelaron su verdadera orientación política. Aunque para los seguidores más fieles de su partido se vendió como un demócrata anclado en la izquierda, los hechos lo revelan como un populista de la más conservadora derecha, inspirado en el priísmo autoritario.
EL INFINITO EN UN JUNCO
Irene Vallejo
SIRUELA
En unos pocos meses, este ensayo se ha convertido en uno de los más influyentes. Su recorrido por la historia del libro en los tiempos de Grecia y Roma —que también se interna en otras épocas— nos revela la señas de identidad de una de las creaciones más importantes de la humanidad, así como su impacto en la vida cotidiana.
EL SUTIL ARTE DE QUE TE
IMPORTE UN CARAJ*
Mark Manson
HARPERCOLLINS
Por décadas se nos ha dicho que el pensamiento positivo es la clave de la felicidad y la esencia de una vida próspera, pero en los días que vivimos eso se acabó. Es tiempo de presentarte la antítesis de los libros de desarrollo personal: una forma distinta de ver la vida, una forma distinta de alcanzar la buena vida, que se da cuando empezamos a dominar el sutil arte de mandar las cosas al diablo.
LOS ABISMOS
Pilar Quintana
ALFAGUARA
Claudia vive con sus padres en un apartamento invadido por plantas que se estiran para tocarla. Como todas las familias, la suya contiene una crisis, y sólo hará falta que algo la detone. Los abismos es un relato estremecedor en el que una hija asume las revelaciones de su madre y los silencios de su padre para empezar a construir su propio mundo.
NIÑOS
PÁRADAIS
Fernanda Melchor
LITERATURA RANDOM HOUSE
En un conjunto residencial de lujo, dos adolescentes inadaptados se reúnen por las noches para embriagarse a escondidas y compartir sus fantasías. Franco sueña con seducir a su vecina; Polo, con renunciar a su empleo como jardinero. Ellos maquinarán un plan tan pueril como macabro.
JUGUEMOS A LEER. LIBRO DE LECTURA Y CUADERNO DE EJERCICIOS
Rosario Ahumada
EDITORIAL TRILLAS
MI LIBRO MÁGICO LECTOESCRITURA (CLÁSICO) NUEVA EDICIÓN
Carmen Espinosa Elenes De Álvarez
GRUPO EDITORIAL ONCESETENTA
LOS SECRETOS DEL PAN CASERO
Esbieta
PLANETA
Desde su popular canal Recetas de Esbieta, la ucraniana Svitlana Popivnyak ya lleva tiempo descubriéndonos una amplia variedad de recetas para elaborar pan y masas enriquecidas, que ahora, por primera vez, se lanza a completar en forma de libro. Mediante más de 400 fotografías paso a paso, aprenderemos el arte de amasar pan en casa.
MANDALAS: LIBRO DE ARTE PARA COLOREAR
LAROUSSE EDITORIAL
NUEVA IMAGEN
En este libro encontrarás más de 60 mandalas hindúes para colorear y crear hermosos mosaicos, que puedes conservar en el libro o convertirlos en parte de la decoración de tu lugar favorito. Aquí no hay límites: ilumínalos con plumones, acuarelas o con lápices de color. Sólo tienes que elegir la mejor técnica y dejar volar tu imaginación. Al final, ¡tu libro de arte será único!
CUENTOS DE BUENAS NOCHES
PARA NIÑAS REBELDES
100 MEXICANAS
EXTRAORDINARIAS
Elena Favilli
PLANETA
VIDA MÍA
Sereno Moreno
GRIJALBO
Que Vida mía pueda encontrarse en tus manos no es una coincidencia. Es tu oportunidad para descubrir la magia de la cultura mexicana. No sólo conocerás México a través de sus paisajes cautivantes, sus tradiciones únicas y su naturaleza extraordinaria: también serás responsable de darle a esta historia un toque de color. Comienza esta nueva aventura y déjate llevar por tu creatividad. Vive este libro al máximo y hazlo tan tuyo como desees.
MANDALAS PARA EL ALMA
Andrea Agudelo PLANETA
Este libro te lleva a un viaje de transformación espiritual hacia tu interior, por medio de la meditación. Pintar mandalas es un arte que te ayuda a sustraerte de la realidad cotidiana, y te sumerge en lo más profundo y sublime de tu ser. Este libro refuerza la conexión con tu esencia, sana tu alma y tu cuerpo, armoniza y equilibra tu espíritu.
MANDALAS
NATURALEZA Y ANIMALES
LAROUSSE EDITORIAL
NUEVA IMAGEN
Más de 60 ilustraciones sobre la naturaleza y los animales para colorear y crear hermosos mosaicos que te permitirán transformarte en un artista y, por supuesto, encontrar los momentos de paz y serenidad que abrirán las puertas a un viaje interior.
HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL J. K. Rowling SALAMANDRA