Revista Mala Edición 150 años de "El Capital"

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A 150 años: Marx más vigente que nunca/ Nathaly Jones El Capital y las Mujeres / Karina Nohales La Rosa Roja / María Eugenia Domínguez

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A 150 años de la Publicación del Capital / José Antonio Gutiérrez

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Tres escenas para descifrar al último Karl Marx /Yocelin Fernández

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Un fantasma recorre Europa. El fantasma de Karl Marx / Radwen Dridi

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Que no lo digas no significa que no existe: La lucha de clases ayer, hoy y mañana./ Damián Brito

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A 150 AÑOS: MARX

MÁS VIGENTE QUE NUNCA “El Estado es un órgano de dominación de clases, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del orden que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando la lucha de clases.”

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arl Marx nació un 5 de mayo de 1818 en Trier. La casa en la cual nació es hoy un visitado museo que le conmemora. Trier es considerada la ciudad más antigua de Alemania, y era una de las capitales del imperio romano, cuyas imponentes ruinas son hoy un destacado atractivo turístico. Hay que decir, que por su ubicación geográfica, esta pequeña ciudad ha sido permanentemente a lo largo de su historia expuesta al conflicto franco alemán. En los tiempos cuando nació Marx, esa zona era una de las más liberales de Alemania, pero fue finalmente ocupada por Prusia, que se destacaba precisamente por su monarquismo y militarismo.

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Karl Marx y Friedrich Engels

En esta zona creció Karl. Seguramente han leído que era judío. Lo que pocas veces hemos leído es que Heinrich Marx, su padre, había decidido cambiar de religión debido principalmente a la represión del Estado prusiano, siendo Karl bautizado en 1824, a la edad de 6 años, al luteranismo. Tampoco hemos leído tanto acerca de la relación de Marx con Heinrich Heine, uno de los escritores más renombrados del romanticismo, quien era su primo en tercer grado. Heinrich Heine destacó como poeta, escritor, periodista y por supuesto como revolucionario. En 1835 los escritos de Heine fueron totalmente censurados en territorio alemán. En 1843, mientras él estaba en París


en el exilio, tuvieron su primer encuentro estos dos hombres. Fue allí donde comenzó una profunda amistad transformándose Heine en su indiscutido mentor, de quien reconoció haber aprendido mucho del periodismo político, de la economía política y de la filosofía. Marx fue también un agitador que consideraba fundamental que los trabajadores participaran activamente para producir un cambio revolucionario. En 1864 Marx participó activamente en la Primera Internacional. Periodista, político, filósofo, historiador, economista. Marx logró abordar desde distintas disciplinas a lo que dedicó toda su vida: el desarrollo del socialismo científico. En 1867 publicó el primer tomo del Capital. Posteriormente, fue Friedrich Engels –su compañero entrañablequien se encargó de publicar póstumamente los otros 3 tomos restantes. Conocido es que Karl Marx y Mijaíl Bakunin, si bien tenían muchos puntos de encuentro, tuvieron disputas y diferencias. El conflicto original entre

marxismo y anarquismo tiene que ver básicamente con las estrategias políticas y la forma organizacional. Pero es esta unión entre Marx y Bakunin, incluso sus episodios odiosos de desencuentro, lo que como anarquistas reivindicamos con esta edición especial conmemorativa a la obra de Marx. Y no se trata solamente de conmemorar la primera publicación del Capital, sino el tremendo aporte que constituye su contenido a la comprensión del sistema político social que nos somete, y las herramientas que nos dota para el análisis y para la organización revolucionaria, todo lo cual ha sido un aporte a la formación teórica y práctica de millones de militantes y combatientes alrededor del mundo.

Es gracias al gran aporte de Marx y Bakunin, que tras la Primera internacional las diferentes corrientes del socialismo utópico se disolvieron para ya agruparse dentro de las filas del marxismo y del anarquismo. Así de importante fue la participación de ambos. Y ciertamente, el mayor aporte de Marx, por el cual es considerado uno de los hombres más influyentes de la historia, tiene que ver con su obra maestra El Capital, que es el fundamento de todo el desarrollo político e ideológico de las sociedades como las conocemos hoy en día. Impresiona la precisión de las proyecciones que contemplaba Marx en las sociedades capitalistas, y la total vigencia de su obra. Quizás, Marx se revolcaría en su tumba, si hubiera vivido para presenciar las atrocidades del “bloque comunista”, como las atrocidades de la socialdemocracia, los lobos capitalistas en piel de oveja. No olvidemos que en las últimas décadas alrededor del mundo han sido estos los principales sepultureros del comunismo del que nos hablaba Marx.

Es fundamental considerar además que en la época de Marx no existía un desarrollo teórico tan elevado sobre el socialismo. Hasta aquí existía lo que en alemán se denominó “Frühsozialismus”, es decir, socialismo utópico o temprano, siendo el mismo Heine representante ya de estas ideas.

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EL CAPITAL Y

LAS MUJERES

o que le debemos a la obra de Karl Marx y de Friedrich Engels, desde el punto de vista del feminismo, es que expuso y explicó que el origen del patriarcado y de su forma de familia coincide con el origen de la división de la sociedad en clases sociales. Esta contribución, tremendamente valiosa, aporta al feminismo una de sus perspectivas estratégicas: es necesario que la lucha por el fin del patriarcado vaya de la mano de la lucha por el fin de la explotación de una clase social sobre otra. Sin embargo, la obra de Marx y Engels deja pendiente la otra cara de la misma moneda: el fin de la explotación de una clase sobre otra no significa necesariamente el fin de la opresión patriarcal. Existe sin duda una deuda respecto

de la importancia estratégica y la potencialidad emancipatoria del feminismo en esta obra. Sin embargo dos cuestiones deben ser destacadas: 1) En El Capital, Marx derriba el mito de la “reciente” incorporación de las mujeres al trabajo asalariado. Es así como en el Tomo I, Libro Primero, Sección Cuarta, dedica un acápite al trabajo de las mujeres y las y los niños, describiendo la brutal forma en que el capitalismo en sus orígenes somete a toda la familia obrera, sin distinción de edad ni sexo, bajo la dependencia inmediata del capital, afirmando incluso que “el trabajo de la mujer y del niño fue el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria”;


2) Las obras de Marx y Engels no desarrollaron el problema histórico de la liberación de las mujeres, pero han dotado al pensamiento emancipatorio de las herramientas teóricas y de análisis para comprender y situar la opresión patriarcal en su relación con la sociedad capitalista actual. Estas son las herramientas de las que ha podido partir el feminismo ulterior y actual para ir completando todos aquellos aspectos que, en su momento, no fueron tomados en cuenta o fueron derechamente ignorados por Marx. Desde el feminismo existen elementos a reivindicar en El Capital, pues sus páginas atesoran testimonios sobre las condiciones de vida de la gigantesca mayoría explotada de la humanidad, cuya mitad está compuesta por mujeres. Esta obra, a pesar del transcurso de un siglo y medio, sigue representando una rica fuente intelectual, inacabada y abierta, que ha representado un hilo conductor del pensamiento de los y las oprimidas, hilo que siempre es posible de aprehender y retomar para irse enriqueciendo en una cada vez más robusta madeja de opresiones y posibilidades de resistencia.

(28 de febrero 1909, Estados Unidos, Primer Día Nacional de la Mujer)

La pobreza del El Capital, en lo que al análisis del patriarcado y sus formas opresivas respecta, está ahí como testimonio de los énfasis, visibilizaciones e invisibilizaciones de toda una larguísima época humana en que la dominación de las mujeres no existía ni era importante ni siquiera para las corrientes del pensamiento de liberación. Naturalmente no serían el señor Marx ni el señor Engels quienes rasgaran este velo. Serían las mujeres las que vendrían a poner su realidad, sus demandas y sus luchas sobre la mesa de la historia. No podía ser de otro modo.

(Mujeres obreras a principios del siglo XX)

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LA ROSA ROJA por María Eugenia Domínguez

“No es cierto que el socialismo surgirá automáticamente de la lucha diaria de la clase obrera. El socialismo será consecuencia de las crecientes contradicciones de la economía capitalista y la comprensión por parte de la clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de dichas contradicciones a través de la transformación social.”

Rosa Luxemburgo, Reforma o Revolución, 1910

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a figura Rosa Luxemburgo, como en el caso de Marx, vuelve a cobrar interés, no sólo para los historiadores del socialismo, sino también para las nuevas generaciones de luchadores/as. No obstante, su pensamiento y obra queda por difundir. Sus trabajos sobre el capitalismo, el debate sobre el devenir de la Revolución Rusa y sobre todo la denuncia del oportunismo socialdemócrata, constituyen –como bien señaló Atilio Borón1 - textos relevantes y una “contribución invalorable para las 1 Atilio A. Boron “Rosa Luxemburg y las luchas revolucionarias en América Latina”, Revista Punto Final Edición Nº 737, Santiago de Chile, 8 de Julio de 2011.

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luchas emancipadoras de nuestra época”. En este breve artículo, quisiéramos destacar algunos aspectos de la manera que, en sus escritos, el militarismo y el colonialismo se demuestran, a inicios del siglo XX, indefectiblemente articulados a las democracias burguesas europeas. Con ello, también, Luxemburgo refuta las tesis revisionistas que sostenían las reformas sucesivas al capitalismo como el camino para el socialismo. Más de cien años después, y a la luz de las nuevas confrontaciones militares por la redistribución geopolítica del mundo, invitamos a nuestros lectores a reflexionar juntas y juntos sobre algunos aspectos.


El carácter de clase del Estado y la revolución En 1900, Rosa escribió Reforma o Revolución, donde enfrentaba las tesis revisionistas sobre Marx de Eduard Bernstein. Este último planteaba, entre otros aspectos, la idea de que el socialismo podía alcanzarse con reformas sucesivas del capitalismo, mediante el fortalecimiento de los sindicatos que traerían una redistribución progresiva de la renta y riqueza. Para Luxemburgo este “camino evolutivo” al socialismo no era sólo una renuncia al socialismo, sino que la degradación misma de la socialdemocracia alemana cuando, al negar la necesidad histórica del socialismo, se construía una peligrosa trampa y en un horizonte de alienación permanente para la clase obrera.

(Ficha antropométrica de la prisión de Varsovia)

En este breve texto, Rosa denuncia y demuestra cómo el Estado burgués se sostiene a través del militarismo y su acción coercitiva, para servir los intereses estrictos de la clase dominante. Así, militarismo y colonialismo se constituyen no en excepción, sino en dos dimensiones inseparables e inherentes a las democracias burguesas. Las instituciones armadas, al exterior de los países centrales, imponen y sostienen las dictaduras sobre los pueblos colonizados; y, en su interior, aseguran la estabilidad del sistema mediante la represión contra el movimiento obrero.

Rosa Luxemburgo siguió denunciando luego, en El Estado burgués y la Revolución, publicado en los albores de la Primera Guerra, el carácter de este vínculo: el imperialismo, escribe, “(…) conlleva un crecimiento masivo del ejército, el culto de la violencia militar salvaje y una actitud dominadora y arbitraria del militarismo respecto a la legislación; del otro lado, el movimiento obrero que conoce un desarrollo igualmente masivo, acentuando los antagonismos de clase y provocando la intervención cada vez más frecuente del ejército contra el proletariado en lucha” 1 Junto con Lenin, y por sobre sus polémicas y diferencias, la lectura fresca de Marx les permitió identificar el desarrollo del imperialismo y la contradicción entre reforma y revolución. Con ello, ambos dirigentes recuperaban en las luchas concretas, como la insurrección rusa de 1905, los elementos nuevos y revolucionarios que dejan la acción y la experiencia de las masas. Con ello, se establece la idea que el rol de las direcciones revolucionarias no era la planificación y el ordenamiento de las luchas, sino su preparación y orientación. ¿Cómo no establecer paralelos y continuidades con los problemas de la revolución actual y las guerras del siglo XXI? Y luego, otros paralelos para nuestro continente que ha vivido y sigue viviendo la intervención imperialista, como hoy en Venezuela; los fracasos del progresismo en Argentina, Chile o Brasil y el neoextractivismo predador que hipoteca el futuro colectivo y entrega a las transnacionales las riquezas de los pueblos. Por ello, la rosa roja del socialismo, a casi cien años de su asesinato, nos interpela: “En este momento basta mirar a nuestro alrededor para comprender qué significa la regresión a la barbarie en la sociedad capitalista. Esta guerra mundial es una regresión a la barbarie”. 2 1 Rosa Luxemburgo (1914), El Reverso de la Medalla en El Estado burgués y la Revolución. p. 41. 2 Rosa Luxemburgo (1916) “El folleto de Junius”

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A 150 AÑOS DE

LA PUBLICACIÓN DE

EL CAPITAL por José Antonio Gutiérrez

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ace 150 años, en 1867, se publicó el primer volumen de la obra maestra de Karl Marx, Das Kapital, Kritik der Politischen Ökonomie (El Capital: Crítica de la Economía Política). Los otros dos volúmenes que componen esta obra, aparecerían de manera póstuma en 1885 y 1894, preparados por el colaborador y amigo de Marx, Friederich Engels tras la muerte del pensador socialista en 1883. Un cuarto volumen quedó apenas como borrador, publicándose algunas notas de manera muy posterior por Karl Kautsky. En este primer volumen, Marx revela las características intrínsecas y las “leyes” mediante las cuales opera el modo de producción capitalista. Cómo se desarrolla la acumulación de capital, cuáles son los procesos básicos mediante los cuales el capitalista extrae el plusvalor al obrero, y cómo el capitalismo está basado en la explotación por parte de la burguesía, del proletariado.

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(Retrato Primera Internacional, 1864)


Curiosamente tocó a un crítico del sistema llegar al alma del mismo. En el camino, destruye los mitos con los cuales el sistema capitalista se rodea de respetabilidad, particularmente los relativos a la honestidad en la acumulación de las fortunas de los capitalistas europeos, demostrando que su origen se encuentra en la conquista, el pillaje y el robo. El conjunto del Capital es una herramienta fundamental para entender al sistema capitalista, basado en el estudio riguroso del desarrollo económico que llevó al surgimiento del capitalismo en Europa, en la crítica sistemática a economistas clásicos como David Ricardo y Adam Smith, y desarrollando algunas de las ideas adelantadas por socialistas decimonónicos, incluido Pierre-Joseph Proudhon. Pese a haberse enfrentado a Proudhon en una amarga polémica (Marx escribió, con no poca dosis de malicia, “la Miseria de la Filosofía” en respuesta al libro de Proudhon “La Filosofía de la Miseria), le reconoció haber cualificado el proyecto socialista cuando en 1840, en su libro “¿Qué es la Propiedad?” declaró que la cuestión social no era asunto de ricos y pobres, sino de explotados y explotadores. Pero si bien el Capital es una herramienta fundamental para entender al sistema, entender al Capital es una tarea nada fácil: denso como pocos libros, está escrito con una pesada carga teórica que requiere de una lectura detallada para poderla comprender. Pocos libros de teoría económica o sociológica requieren de tanta atención y son tan demandantes con el lector. Es por ello que junto con la infinidad de traducciones que se han

(Marx y Engels)

hecho, existen muchos trabajos escritos como introducción al Capital, incluidos trabajos de Althusser, Balibar y más recientemente, de David Harvey, entre muchos otros. Aparte de las introducciones, encontramos no pocos resúmenes del libro que fueron elaboradas para hacerlo accesible a los trabajadores y no solamente a intelectuales: entre estos trabajos de resumen, encontramos los de Johann Most y Carlo Cafiero.

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El conocimiento del sistema capitalista es el resultado de un imperativo ético Con esta crítica a la vez teórica y empírica, Marx inauguró la economía moderna, se convirtió en uno de los precursores de la sociología y sentó las bases para la crítica socialista al actual sistema. La exacerbación de un cierto cientificismo en Marx, es donde encontramos a la vez su mayor fortaleza, por el rigor con el que analizó el capitalismo para luego denunciarlo, pero también quizás encontramos aquí una de las principales limitaciones de este gran pensador. El desprecio por consideraciones de carácter normativo, de carácter moral, como romanticismo pequeño burgués, llevó con el tiempo a justificar en cierto sector de la izquierda su deriva antihumanista, con consecuencias catastróficas en el siglo XX. No es la ciencia la que lleva a Marx a denunciar al capitalismo, sino el universo ético en el que él habitó.

(Billete República Democrática Alemana, 1975)

Uno puede, perfectamente, entender cómo funciona el sistema capitalista y aun así apoyarlo por motivaciones estrictamente egoístas. La

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(Mikhail Bakunin)

mayoría de los banqueros entienden estos mecanismos y los utilizan para su beneficio. La denuncia al sistema capitalista se debe apoyar en argumentos de carácter científico, pero finalmente se basa en una consideración profundamente ética: que la opresión y la explotación son injustas, que la apropiación del plusvalor es injusta y que el sistema de la propiedad privada, por tanto, no es más que un robo (como bien habría dicho Proudhon). Aceptar esas consideraciones morales abiertamente, incorporar plenamente la dimensión ética no habría mellado el valor del trabajo, sino que lo habría engrandecido con mucho.

Utilizar el conocimiento del sistema no para entenderlo, sino para cambiarlo, es ante todo un imperativo moral. La influencia del Capital ha sido inmensa, más allá de la propia izquierda. Junto al “Origen de la Especies” de Charles Darwin, son probablemente los dos libros más influyentes escritos en todo el siglo XIX. La misma derecha ha estudiado este libro concienzudamente, por razones naturalmente contrarias a las que son de interés de personas de inclinaciones progresistas. El mismo revolucionario ruso Mikhail Bakunin, quien estuvo por décadas unido a Marx en una relación de amor y odio, que alternaba entre la cooperación y la rivalidad, no solamente aceptó el análisis económico de Marx como base del movimiento anarquista que él ayudó a conformar en el seno de la Primera Internacional, sino que él mismo se dedicó a traducir este libro al ruso: tarea nada fácil, y que no alcanzó a concluir.

(Manuscrito Marx)


El conocimiento al servicio de las luchas Por último, cabe señalar que el Capital no fue un libro escrito en medio de las comodidades que rodean a muchos académicos hoy en día, sino que fue un libro escrito en el exilio, en condiciones de existencia durísima, en medio de no pocas privaciones y una actividad política importante: los son los años en que se publica el primer volumen, son los años en que la Primera Internacional está en pleno

apogeo. Quizás el mayor legado del Capital, es precisamente ser la muestra viva del compromiso que debe existir entre una academia comprometida y las luchas transformadoras en una sociedad injusta. El compromiso del académico con su pueblo. Un compromiso que no se acaba en lo académico, que requiere que el intelectual baje de su torre de marfil y se una al pueblo en las calles y los

territorios, que también aprenda de éste. Pero un compromiso que también se debe dar en lo académico: no contentarse con fórmulas fáciles, no repetir clichés para complacer a las autoridades y las instituciones que financian la investigación, ir a la crítica profunda, incesante, inmisericorde, con las injusticias de nuestro tiempo. Opción, que por cierto, es ante todo moral y ética. Poner nuestros conocimientos, al servicio de los oprimidos y explotados. La última edición del The Economist de Inglaterra, uno de los órganos de la intelectualidad pro-capitalista, trae un artículo en el que recuerda que Marx es importante y debe ser estudiado juiciosamente por los peligros que su sistema representa para el actual “mundo en crisis”, o mejor dicho, para el sistema de clases que ellos tan entusiastamente defienden. Aun cuando muchos de los intelectuales que otrora eran de izquierda, hayan sido domesticados y renovados con la avalancha neoliberal de los ’90, y se hayan convertido al eurocomunismo o la tercera vía, con toda la fe del fanática del converso, el Capital sigue clavando dientes y garras en la misma médula del capitalismo.

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AL ÚLTIMO KARL MARX

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TRES ESCENAS PARA DESCIFRAR

“A la humanidad le falta una cabeza, la cabeza más brillante de nuestro tiempo”

Friedrich Engels

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ocos hombres en la historia han sido tan admirados, difamados y aborrecidos como él. Filósofo, economista, abogado, periodista, burgués y militante de la causa de los trabajadores, es imposible reducir su figura a una sola cosa. Y aunque históricamente el mito ha escondido al hombre detrás de Marx, sabemos hoy día que estuvo lejos de vivir y morir como un gran ícono mundial. En la última etapa de su vida, ya perseguido por el Imperio Prusiano en su natal Alemania, expulsado de Francia y Bélgica e intencionalmente distanciado de su ascendencia familiar, Karl Marx se mudó a Londres junto a su esposa Jenny von Whestphalen en 1849. Durante los treinta y cuatro años que residió en la capital victoriana Marx se permitió hacer tan sólo tres cosas: tener hijos, dirigir la Primera Internacional y escribir “El Capital”.

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El dolor más grande Las campanas de la iglesia que anunciaban el Viernes Santo de 1855 azotaron como la peor de las tormentas la casa de los Marx. Poco antes de las seis de la mañana Edgard, el único hijo varón vivo de la familia, fallecía en los brazos de su padre a la edad de ocho años. Karl junto a su esposa Jenny y sus pequeñas hijas Jennychen y Laura debía emprender rumbo a Whitefield, Tottenham, donde yacían los cuerpos de Henry “Fawkies” Marx, muerto a los tres años, y su hija Franziska, de tan sólo un año.

“Ya he tenido mi parte correspondiente de infortunio, pero hasta hoy no me he dado cuenta de lo que es la auténtica desgracia. Estoy destrozado”, confesó a su gran y único amigo Friedrich Engels luego de regresar a su casa en Dean Street, Londres. Es cierto que Marx de infortunios sí sabía. Durante aquel tiempo en Londres, panaderos, lecheros y prestamistas hicieron fila en su puerta esperando cobrarle; las enfermedades, los espías y las calumnias lo persiguieron siempre y la muerte se llevó a cuatro de

(Friedrich Engels y Karl Marx junto a sus hijas Laura, Eleanor y Jenny. Junio de 1864)

sus seis hijos, además de su amada Jenny. Eleonor y Laura Marx fueron las únicas descendientes vivas del matrimonio Marx. La primera se suicidó 10 años después de la muerte de su padre, tras descubrir que su esposo se había casado en secreto con otra mujer; mientras que la segunda vivió hasta los 66 años y luego también se suicidó, junto a su esposo Paul Lafargue – quien conoció a Marx en la Primera Internacional. Según el periodista inglés y biógrafo, Francis Wheen, el principal orador en el funeral de Laura Marx fue el representante de los comunistas rusos, un tal Vladimir Ilich Lenin, quien aseguró que las ideas del padre de Laura más temprano que tarde se harían realidad.

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Burgués y proletario

8Monumento a Marx en Karlovy Vary, República Checa)

“La teoría es en la actualidad la más potente práctica, y somos absolutamente incapaces de predecir hasta qué inmenso grado se hará aún más práctica”, le aconsejaba un joven Marx a su, en ese entonces, amigo Bruno Bauer, cuando trabajaba en su tesis doctoral en la Universidad de Berlín. En definitiva, Marx dedicaría su vida completa al trabajo intelectual. Más de una vez alguien sugirió que no se imaginaba a Marx viviendo en el comunismo. “Tampoco yo”, solía contestar él. “Ese tiempo llegará, pero no viviremos para verlo”. Los cuestionamientos no eran descabellados. Pese a vivir casi exclusivamente de la bondad de Engels, Marx se las ingeniaba para mantener una vida de burgués: clases de danza y piano para sus hijas, casas grandes, criadas que ayudaran a Jenny – lujos que,

debido a su realidad material, no se podía dar. Durante sus treinta y cuatro años en Londres Marx buscó trabajo remunerado sólo dos veces. La primera tenía relación con la venta de un producto curioso, que nunca llegó a puerto; la segunda fue un intento desesperado por trabajar de administrativo en la estación de ferrocarriles, pero lo rechazaron debido a su ilegible caligrafía. La consagración de la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864 – conocida como Primera Internacional – trajo de vuelta la eterna contradicción entre proletario y trabajador intelectual en torno a Marx. Pese a que se negó a participar en el Consejo General en un principio, terminó cediendo a la voluntad mayoritaria y dedicó un encomiable esfuerzo en mantener vigorosa la organización de fraternidad internacional proletaria más importante de la historia.

Punto final Admirador y crítico de Adam Smith, Ricardo, Hegel y Feuerbach. Amante de Goethe y Shakespeare. La inquietud intelectual de Karl Marx parecía no tener límites, como tampoco su personalidad obsesiva. Luego del fracaso de la Liga Comunista de Londres en la década de los ’50 se propuso escribir en detalle “una exposición crítica del sistema de economía burguesa”. Luego de un aparente fracaso tras la publicación del primer tomo – al que llamó “Contribución a la crítica de la economía política” – veinte años después su obra maestra al fin estaba casi terminada. Para las festividades de fin de año “El

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Capital” era un borrador de 1200 inentendibles páginas, esa noche de año nuevo se propuso pasar al limpio los cientos de pliegos. El silencio de los críticos tras la publicación del primer tomo de “El Capital” lo dejó severamente preocupado. “Si los obreros tuviesen la más mínima idea de los sacrificios que fueron necesarios para terminar esta obra, escrita solo por ellos y para ellos, tal vez mostrarían mayor interés”, se lamentaba Jenny luego de la publicación en 1867. Con un estilo característicamente irónico, plagado de ejemplos y paradojas, muchos afirman que es un error leer la obra maestra de

Marx como un mero manuscrito económico. Según Wheen “El Capital” es más “un melodrama victoriano o una inmensa novela gótica, cuyos héroes están esclavizados y consumidos por el monstruo que han creado”. Corolario de una lucidez incomparable y producto de una vida entera de esmero y estudio, “El Capital” es hoy día muchísimo más que un libro. Y si bien la lectura no obliga, nunca está de más traer al viejo Marx de vuelta. “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”.


UN FANTASMA

RECORRE EUROPA,

EL FANTASMA DE

KARL MARX por Radwen Dridi

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ace más de una década que lo vienen anunciando. El barbudo está de regreso. Lo vieron por varios lados, en las escaleras de una universidad británica, en una “Nuit Debout” en París, o en la “Puerta del Sol” en Madrid. Los periódicos de las potencias imperialistas, particularmente los anglosajones, lo convirtieron en un tema recurrente. “El Capital” volvió a ocupar su lugar sobre las mesitas de noche y “Der Grundrisse” (hay que decirlo en alemán para parecer de moda) se imprime finalmente y se vende.

Es cierto, las cifras de ventas de libros de Marx siguen batiendo récords. Es cierto, el filósofo es citado a diestra y siniestra en los debates políticos y económicos. Es cierto, Corbyn o Varoufakis lo evocan e invocan. Pero no pasa de eso. Marx es citado. Marx es publicado. Marx es leído. Pero sin grandes consecuencias. Tras la crisis económica de 2008, las potencias imperialistas se vieron afectadas por una crisis política. El capitalismo está consternado. Perdido. Se busca y quiere encontrarse en sus números y en sus teorías. La democracia del capital tiembla

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en cada elección. La tectónica de clases está en pleno movimiento. El pueblo, al que invitan una vez cada cuatro años a hacer la cola y a poner un papelito en la urna con el nombre de su próximo maestro, hace diez años que ya no vota según lo que le ordenan votar. El vota por el otro. ¡Ah! Pero él no está feliz. El pueblo. De hecho nadie está feliz. Él vota Brexit… Él vota Trump... O, como en Francia, ni siquiera se toma la molestia de ir a votar... Él vota todo y cualquier cosa, desde la falsa izquierda hasta la verdadera derecha, pasando por los antis y los contras... Él vota cualquier cosa menos por Marx. Ninguna fuerza que se reivindique abiertamente marxista llegará a convencer suficientemente

las masas para ganar su confianza. De hecho cada vez menos fuerzas se dicen abiertamente marxistas. Ni siquiera los Partidos Comunistas. La misma afirmación vale con las movilizaciones sociales. Se ve de todo. Se escucha de todo. Se habla de todo. Especismo, identidad de género, Charlie Hebdo, fotovoltaico y eólico. Todo tiene derecho de cita allí, excepto la hoz y el martillo. Ellos no se mueven. Y si son alzados, lo son por los mismos de siempre. El eterno problema de ir más allá de los ya devotos a la causa, sigue tal cual. ¿Cómo explicar esta contradicción? Entonces, ¿Cuál Marx se lee? Y ¿quiénes? Pero primero, ¿Está realmente de regreso el filósofo alemán?

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(Retrato Primera Internacional, 1864)


Comparando el aura de Marx con la década de 1990 y principios de 2000, seguramente que se han producido avances. Pero ¿no sería injusto comparar el lugar de Marx en el mundo con, probablemente, el peor momento para sus ideas o por lo menos para aquellos que las reivindican? Fue el momento histórico de la caída del mayor experimento socialista de la historia, más allá del balance que saquemos. Fue el momento histórico de la restauración del capitalismo, del abandono de las luchas y de la traición de la izquierda. Comparar con este período de tiempo es tomar un paréntesis desgraciado como referencia y olvidarse de otros momentos del pasado. Olvidar que un par de años antes, en el nombre de Marx se inauguraban, en Alemania del Este, las grandes avenidas en comitivas

extravagantes. Olvidar que había un momento en que el estudiante cubano leía en voz alta a Marx frente a una audiencia de campesinos y trabajadores. Olvidar la época en que Marx era una materia obligatoria en los colegios yugoslavos. O cuando en las profundidades de la selva africana o latinoamericana, grupos de hombres armados se ocultaban de los bombarderos para leer “El manifiesto del Partido Comunista”. Marx es leído más que después de la caída del muro de Berlín y del colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sin duda. Pero la historia no comenzó con el fin de las grandes experiencias del socialismo. Y si el Manifiesto Comunista fue el segundo libro más vendido en la historia, no es debido al éxito que conoció después de la crisis de 2008. Y luego está la cuestión de la clase. ¿Quién lee a Marx? En los testimonios de libreros recogidos por los diarios, sobre el supuesto entusiasmo por los libros del genio alemán, ninguno mencionó la figura de un trabajador de los astilleros de El Havre o de las fábricas de automóviles en Colonia. Se trata siempre, según libreros, del estudiante de ciencias políticas, del profesor de la universidad, o del eterno activista de

izquierda ya convencido. El pequeño burgués en resumen. La pequeña burguesía que, en ausencia de una revolución inminente, ama acariciar al diablo y dominar a la bestia. Marx siempre atrajo a la pequeña burguesía y salvo pocas excepciones -sin embargo contundentes- la pequeña burguesía siempre lo traicionó. Esta clase de transición, correa de transmisión de la dominación del capital y administradora del negocio de explotación del proletariado, ahora se siente amenazada de desclasificación a causa de la crisis capitalista de 2008. Frente a esta crisis en la crisis, la pequeña burguesía de los países industrializados está en la búsqueda de una solución. Una representación que le entregue un papel más importante y que lo proteja de caer en los bajos fondos junto al proletariado y al campesinado, a quienes les teme tanto como les desprecia. Marx y Engels describen así la clase media, en el Manifiesto Comunista: “Las clases medias, pequeños fabricantes, tenderos, artesanos, campesinos, combaten a la burguesía porque es una amenaza para su existencia como clases medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras; en todo caso son reaccionarias: piden que la Historia retroceda. Si se agitan revolucionariamente es por temor a caer en el proletariado; defienden entonces sus intereses futuros y no sus intereses actuales; abandonan su propio punto de vista para colocarse en el del proletariado”.

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Todo está dicho. En sus intentos, y atrapada por su angustia, la pequeña burguesía descubre, entre otros, a Marx. Sí, pero ¿cuál Marx? Su propio Marx, sin revolución ni lucha de clases. Un Marx con la propiedad privada y la socialdemocracia. La pequeña burguesía recurre a Marx. Lo lee, porque en primer lugar tiene el tiempo para leer y la capacidad intelectual para entender, y luego lo interpreta de acuerdo a sus intereses, miedos y ambiciones de clase. Al acapararlo lo pervierte. Lo escribe de nuevo. Se hace el exégeta del texto marxista. Lo mastica y termina eliminando de sus escritos cualquier cosa que le obstaculice. La pequeña burguesía se está convirtiendo en el clero del texto sagrado. Ella no lo entrega en su

totalidad para no perder su fondo de comercio. Si los experimentos estalinistas han tratado de despojar el pensamiento de Marx y reducirlo a un ídolo religioso del catecismo de las doxas oficiales y obligatorias del pensamiento único. Los partidos reformistas y socialdemócratas, que la pequeña burguesía invade en grandes cantidades desde la crisis de 2008, especialmente en Europa, hoy desposeen a Marx de su revolución y de su filosofía y lo convierten en un simple analista económico anti-financiero a favor de un retorno a un Estado organizador del mercado y de la mercancía. Finalmente Marx está contratado como columnista y analista económico, comentarista en el Guardian o Liberación.

Marx sin Marx Estos partidos de la izquierda del capital instrumentalizan a Marx para ajustar sus cuentas con Wall Street. El enemigo es la bolsa, y sólo la bolsa. Ellos alzan la bandera del capitalismo de la fábrica frente al mercado de valores, como una forma de progreso. Lo que atrae a la pequeña burguesía angustiada por las finanzas, es un papel más importante en la administración de sus intereses. Por esto, al confundir el capitalismo con el capitalismo financiero, el anticapitalismo toma un significado totalmente distinto. Ellos le quitan Marx a Marx, se burlan del Marx filósofo y demonizan el Marx revolucionario, redactor de la Primera Internacional de los trabajadores y

distribuidor de folletos. Le obligan a hacer muerto lo que él no aceptó vivo: trabajar como simple consultor económico para el proyecto de reforma del capital en crisis. Comprar Marx para que él ayude al capital moribundo a recuperarse y asegurarse un par de décadas más de dominación. Esto requiere dos cosas: primero, purgar a Marx de su revolución; y segundo, negar esa arma a las clases dominadas. Marx desprovisto de la lucha de clases y de la abolición de la propiedad sirve para atacar el capitalismo financiero en favor del capitalismo industrial, y así restaurar el papel del Estado como organizador general del capitalismo.

La crítica de la economía política Cabe recordar que Marx ya respondió a esta idea de un capitalismo aliviado de su violencia a través de trucos fiscales de magia en “Miseria de la filosofía.” También hay que decir que la crítica

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del capitalismo de Marx no es la crítica de un momento del capitalismo o de un mal funcionamiento del capitalismo en su desarrollo en el siglo XIX. La crítica de Marx es una crítica radical


del capitalismo como despliegue económico y político de la mercancía. Marx nos explica la imposibilidad de controlar el capitalismo. Es la mercancía que controla el hombre y lo aliena y no al revés. La mercancía ratifica, según Marx, las relaciones sociales y personaliza las cosas. La mercancía arranca al hombre de su ser imponiendo el “tener”. Para Marx, el capitalismo es sólo la culminación de la dominación de la mercancía. Sin embargo, esta dominación ya está en germen desde la revolución neolítica. La mercancía comienza su camino hacia la servidumbre humana en el primer objeto intercambiado de la historia. Es la mercancía la que ha impuesto al hombre la propiedad privada (el almacenamiento de los excedentes de mercancías), el Estado (aparato organizativo de la sociedad a

través de la violencia en beneficio de la mercancía), el dinero (herramienta de intercambio de la mercancía), la clase social (división de la comunidad en función de la posición de sus miembros frente a la mercancía), y la política (organización de la vida humana alrededor de la mercancía). Es la mercancía quien enseñó a los hombres a contar para estar bajo su orden. La mercancía ha impuesto al hombre una organización general de su vida en torno a sí misma, su producción, su intercambio, su almacenamiento y su gestión. La mercancía ha condenado al hombre a un sistema a través del cual subyuga su humanidad a ésta. Este sistema es la economía política. Esto es lo que explica que el proyecto radical de Marx se intitula “Crítica de la economía política”.

¡Abajo la política! ¡Abajo la economía! ¡Abajo la mercancía! La comunidad Sioux no cuenta, no escribe, no hace política y no tiene Estado. Precisamente porque no produce mercancía. El capitalismo es la máxima expresión de la dominación de la mercancía. Esto no es sólo un sistema defectuoso. Al contrario, es el sistema perfecto para esclavizar el humano a la mercancía. Tratar de arreglar el capitalismo, no sólo es imposible debido a las contradicciones sistémicas inherentes a éste, pero aun suponiendo que esto fuera posible, sería entregar la humanidad para siempre a la mercancía. Marx no busca reparar el capitalismo, ¡él quiere destruirlo! Marx nunca fue un profeta predicando en las masas. Él siempre trató de ser un organizador del proletariado y transformador del mundo. Prefería ver algunos de sus hijos morir de

pobreza y de hambre que venderse a la clase capitalista. Marx debe ser liberado de sus captores para ser instalado de vuelta en las masas. Devolverle sus palabras desaparecidas: “lucha de clases”, “revolución proletaria”, “fin del capitalismo”, “materialismo dialéctico”, “abolición de la propiedad privada” y finalmente “COMUNISMO”. Sólo una organización revolucionaria perteneciente al proletariado, que reclame la destrucción del capitalismo, el establecimiento de una sociedad sin clases, sin Estado y sin propiedad como objetivo final de su lucha, a través la organización de la clase obrera y por medio de la revolución, podrá reivindicar a Marx y devolverlo a su vocación última, es decir, como un filósofo de la revolución y un revolucionario del comunismo.

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por DAMIÁN BRITO

QUE NO LO DIGAS NO SIGNIFICA QUE NO EXISTE:

LA LUCHA DE CLASES AYER, HOY Y MAÑANA

L

a hipocresía y el doble estándar se han tomado la política chilena y, lo que es peor, a quienes dicen representar los derechos del “pueblo”. Más bien parecen una bolsa de consignas de buena crianza, una mirada al futuro sin horizonte, un discurso sin substancia. En Chile esa llamada “izquierda ciudadana” no es otra cosa que el cíclico fenómeno de modernización generacional. Son efectivamente los hijos, nietos, sobrinos y primos “de”, pero lo cuestionable no es su árbol genealógico, ni tampoco su extracción de clase, lo cuestionable es su tibieza, su ligereza e ignorancia al hablar de izquierda o de socialismo. Esto es lo que les niega la posibilidad de decir las cosas por su nombre, y lo que les hizo prescribir la lucha de clases. Y es que cómo para ellos va a estar vigente algo que fue planteado por un viejo barbón alemán

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hace ya más de un siglo. Es impensable que -para el arquetipo de pueblo al que quieren llegar- la palabra socialismo o lucha de clases cause el efecto esperado. Y claro, si para movilizar gente para ir a votar por un candidato o por una estética (porque profundidad programática o visión de país no existe) no se necesita profundidad, mientras menos “complicados” sean los temas, mejor aún. Cómo podrían correr el riesgo de perder votos por defender la revolución Cubana o el proceso Bolivariano, mejor “moderarse”, dejar de hablar de pueblo y comenzar comenzar a hablar de ciudadanos. Prescribir el socialismo incluso en el habla porque ahora se lucha por la “justicia social”, y “movilizarse” por “los excesos” del neoliberalismo, no porque el sistema esté diseñado indisolublemente para apropiarse el trabajo ajeno. Es más,


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