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A 100 años: No debemos renunciar nunca a una Revolución/Nathaly Jones
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Las mujeres Rusas: de la insurrección a la emancipación /María Eugenia Domínguez
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100 años de la Revolución Rusa / Reinaldo Vives
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La Revolución de Octubre de 1917 y el Estado Soviético /Manuel Rojas
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Apuntes y Reflexiones para superar el desencuentro entre Anarquismo y Marxismo /Mariana Frega y Hernán Langiotti
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Nuestra Revolución Rusa /Gabriel Lagos
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ARENUNCIAR 100 AÑOS: NO DEBEMOS NUNCA A UNA REVOLUCIÓN
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ue en la conmemoración del día de la mujer cuando el pueblo se volcó a las calles, iniciándose una jornada de protesta que se extendió por días. La pobreza, y el desabastecimiento fueron elementos que facilitaron la unión de distintos sectores políticos -incluso a mandos militares- contra el régimen zarista. La participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, cuyas consecuencias estaba pagando el pueblo, fue un tema que logró organizar resistencia. Finalmente, arrinconado, al zar Nicolás II no le quedó más que renunciar. Abdicó en su hermano Miguel. Pero éste tampoco aceptó el trono. Fue así como se dio paso a la conformación de un
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gobierno dual compuesto por el Gobierno Provisional y el Sóviet de Petrogrado, siendo estos hechos los que se conocen mundialmente como la Revolución de Febrero de 1917. Pero, mientras daba la vuelta al mundo la abdicación de Nicolás II, el gobierno provisional, policlasista y moderado, no sabía qué hacer realmente con la familia imperial. Recordemos que en esa época gobernaba el rey Jorge V en Inglaterra, quien era primo hermano y muy cercano a Nicolás II. Sin embargo, le negó el asilo en último momento, traicionándolo y dejándolo a su suerte. Por supuesto que el ex zar quiso huir. Pese a la guardia que le vigilaba, tuvo posibilidades reales de escapar pero no encontró
asilo fácilmente. Sus propios familiares le dieron la espalda. Jorge V no estaba dispuesto a correr la misma suerte de su primo. Es más, desde el gran hito político y social que constituye la Revolución Rusa en Europa, es que la corona británica hace una serie de cambios, se propone una “modernización”, adopta un apellido más inglés – recordemos que los últimos reyes eran prácticamente todos alemanesy comienza a mostrarse un poco más humana y cercana a su pueblo. Nicolás II y su familia fueron retenidos en un palacio en las afueras de Petrogrado, y posteriormente fueron exiliados a Siberia en donde todavía gozaban de privilegios domésticos, y contaban con cierta libertad de movimiento. Fue tras el triunfo de la Revolución de Octubre cuando el Consejo de Comisarios del Pueblo, ante un inminente plan de escape, decidió que el ex zar Nicolás II, culpable ante el pueblo de innumerables crímenes sangrientos, fuera fusilado. Finalmente, el 17 de julio de 1918 la familia imperial rusa, los Románov, fueron ejecutados, poniendo fin a siglos de monarquía y excentricidad. La revolución de febrero nos enseña que la convivencia entre intereses tan distintos y moderados en el gobierno era inestablemente insostenible. Por eso fue tan necesaria la Revolución de Octubre para que los intereses del pueblo fuesen impuestos por sobre las moderaciones de las clases dominantes. Es preciso considerar que quienes por años se estuvieron organizando y buscando una revolución en
Rusia, lo hicieron para vencer a un régimen absolutista donde el emperador concentraba todo el poder. Era un sistema de dominación que parecía indestructible y que se había mantenido por siglos. Es por esto, que la valentía de miles y miles que se unieron a la revolución seguirá siendo admirable independientemente del balance crítico que hacemos sobre la degeneración burocrática del mayor proyecto socialista de nuestra historia, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Es imposible para nosotros encontrar en el autoritarismo la continuación de la gesta de Octubre. La burocracia, lejos de expresar el desarrollo “natural” del proyecto socialista, representó para el pueblo su negación contrarrevolucionaria. Es necesario destacarlo: para que el autoritarismo se impusiera, fue preciso aniquilar la democracia de los trabajadores surgida de la revolución. Octubre demostró que el derrocamiento de lo existente y el paso a una sociedad mejor, es posible. Pero también demostró que este salto está lleno de peligros que sólo pueden sortearse con el más profundo ejercicio democrático de las más amplias masas. Lecciones amargas también nos deja Octubre. Desde esta comprensión reivindicamos el proyecto emancipatorio que se abrió haciéndose carne hace ya un siglo. La vigencia de la revolución es innegable y nos espera hoy mejor armados.
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LAS MUJERES RUSAS: DE LA INSURRECCIÓN A
LA EMANCIPACIÓN Las mujeres rusas prendieron la chispa revolucionaria, enfrentaron a la policía y a los cosacos, sumaron a los soldados, conquistaron derechos políticos, económicos, sexuales y reproductivos. Luego, silenciadas y casi olvidadas. Hoy, a cien años, el levantamiento de las obreras de Petrogrado nos recuerda que la intensidad y radicalidad de la emancipación humana, de las grandes transformaciones sociales, económicas y políticas, requieren de la ruptura con la opresión patriarcal.
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n Rusia, el Día Internacional de la Mujer de 1917 (23 de febrero en el resto de occidente1), no tuvo mayor importancia: la guerra había secuestrado a buena parte de los hombres y las mujeres trabajadoras eran casi la mitad de la fuerza obrera de Petrogrado. Ellas se desempeñaban en diversos sectores productivos: textiles, cuero, metalúrgicos, transportes y caucho. Madres, además de trabajadoras, debían enfrentar el frío de madrugada para conseguir algo de comida. Según Miguel Salas, las colas implicaban unas cuarenta horas adicionales al trabajo. Así, los informes policiales de la época consignaban que en medio de la noche y el hielo, las mujeres aprendieron “a insultar a Dios y al zar, pero más al zar”2. Ese ocho de marzo, hartas, 20 mil obreras textiles del barrio de Viborg se declararon en huelga. Al final de ese día, unos 90.000 trabajadores en paro ocupaban la calle. Al día siguiente, eran la 1
Bajo el zarismo, Rusia mantenía el calendario juliano, que difería en 13 días del calendario occidental
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Miguel Salas, Febrero 1917: Las mujeres inician la revolución en Sin Permiso http://www.sinpermiso.info/textos/febrero-1917-las-mujeres-inician-la-revolucion, 26/02/2017
(Aleksandra Kollontai)
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mitad de la fuerza obrera de la ciudad. Por el pan, contra la guerra y el Zar, los y las manifestantes enfrentan a la policía y piquetes de cosacos. Unos días más tarde, se suman los estudiantes y la huelga es general. Si ellas iniciaron la huelga y la insurrección, también fueron clave en la incorporación de los soldados a las filas revolucionarias, conminándolos a unirse al pueblo pobre. Esta táctica, replicada luego por los soldados de los regimientos Pavlovsky y Volynski, permitió el triunfo de la insurrección.
(Aleksandra Kollontai)
De la insurrección a la organización, de la organización a la conquista de derechos La Revolución de octubre trajo leyes sobre la igualdad política y social de la mujer. El matrimonio religioso fue sustituido por civil y el divorcio se concedió sin necesidad de justificación alguna. El Código de Familia consagró la igualdad de las mujeres ante la ley. Las mujeres conquistaban así el derecho a la administración de sus bienes; se termina la diferencia sobre hijos reconocidos e ilegítimos y los hijos de padre desconocido serían considerados de responsabilidad colectiva de todos aquellos que habían mantenido relaciones sexuales con la madre.
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(Mujeres de Octubre, 1917)
(Aleksandra Kollontai)
En 1920 se legalizó el aborto; se estableció la licencia pre y postnatal, las medidas de protección en el trabajo para las embarazadas y la gratuidad del cuidado de los niños. Asimismo, se construyeron habitaciones colectivas con servicios de lavado y cocina para las familias trabajadoras de manera a terminar con la doble jornada femenina.
(Mujeres Soviéticas)
La revolución permitió enfrentar los prejuicios arraigados en una sociedad medieval que relegaba a las mujeres al rango de propiedad. Si bien las consecuencias de la guerra conspiraron contra estos avances y el estalinismo abolió buena parte de los derechos conquistados (prohibición del aborto, reposición del estatus de la mujer como madre, limitaciones al divorcio, etc.); lo cierto es que una relectura feminista de 1917, nos permite recuperar esta experiencia como una coyuntura profundamente transformadora para las mujeres. Las palabras de Alexandra Kollontai siguen vigentes: “La experiencia de la historia enseña que la elaboración de la ideología de un grupo social, y consecuentemente de la moral sexual también, se realiza durante el proceso mismo de la lucha de este grupo contra las fuerzas sociales adversas” .
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100 AÑOS DE LA
REVOLUCIÓN RUSA
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Por Reinaldo Vives
in duda, uno de los grandes hitos de la historia mundial ha sido la revolución de noviembre de 1917 en Rusia (octubre en el calendario ruso de la época). Miles de páginas se han escrito sobre ella, desde antes de la insurrección hasta nuestros días, por partidarios y enemigos, en cada país del mundo y frente a cada conflicto político ocurrido desde entonces. Cada nueva generación de revolucionarios intenta instruirse en los análisis y elaboraciones escritas por Lenin, Trotsky, Stalin y otros, formando escuela e identidad en torno a sus nombres y teorías. Cuando se cumplen cien años de este trascendental evento, es inevitable detenerse a reflexionar acerca del significado que pueda tener en la sociedad actual. No vamos a repasar
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la historia de sus logros, errores o insuficiencias; tampoco renovar polémicas acerca de su interpretación o los roles jugados por sus principales dirigentes. Siendo estos estudios de gran interés, nos planteamos otras urgencias y necesidades. Por eso nos parece que conmemorar la Revolución de Octubre hoy sólo se puede hacer tomando resueltamente posición a favor de una revolución socialista en Chile. Ese proyecto tiene una firme raíz en la experiencia política de los trabajadores y sectores populares de nuestro pueblo. Debemos afirmar el derecho y la posibilidad real de recuperar el proyecto popular que fuera aplastado y postergado, pero no derrotado, por el golpe militar-empresarial de 1973 y la implantación neoliberal que le siguió. Ese proyecto, a diferencia del proyecto de avances hacia el socialismo a través de reformas graduales y sucesivas del capitalismo, que impulsaba el gobierno de Allende, se proponía los mismos ideales bolcheviques: Una revolución socialista, la construcción de un poder alternativo, del pueblo, capaz de destruir el poder del Estado burgués y avanzar en la construcción de una sociedad
sin clases. Por eso valoramos la insurrección de obreros y campesinos-soldados que tomó el Poder del Estado en Rusia en 1917, con el proyecto de construir una sociedad socialista. Ellos lograron demostrar que la revolución era posible en un país de pobre desarrollo capitalista, sin esperar las “condiciones objetivas” que propondría la teoría. Dejaron claro que ningún sector de la burguesía es capaz de llevar a cabo las tareas de modernización de un país, aunque tenga los recursos para hacerlo: No van a democratizar la sociedad, ni redistribuir la riqueza ni proponer un desarrollo que beneficie al conjunto de su país. Mostraron que la única revolución posible era, según la expresión de Marx, un proceso permanente que sólo se puede agotar alcanzando sus finalidades últimas; más allá de las formas que tome en cada momento, está definido por la conducción revolucionaria y el horizonte comunista que orienta cada uno de sus pasos, y no por el cumplimiento de “etapas” prefijadas. Demostraron que la revolución socialista se puede preparar de forma consciente, y que, para eso, es necesario la construcción
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de una organización social y política independiente, en que participen el conjunto de sectores populares y comunidades de un país. Demostraron, por último, con su triunfo, que era posible una economía y un Estado de trabajadores sin propietarios ni poderes externos. Lamentablemente, los ideales de octubre fueron abandonados. Las presiones de la implacable guerra que los imperialistas de la época hicieron contra Rusia, por un lado, y la necesidad de reconstruir la sociedad en su extenso territorio, llevaron a la dirección soviética a imponer estilos de organización y trabajo ajenos a los proyectos iniciales. Perdieron su contenido el Partido de centralismo democrático y el Estado constituido por asambleas o consejos (“soviets”) de obreros, campesinos y soldados. El secretismo, la burocratización y la tecnocracia en la dirección estatal, justificados en un momento por la guerra y la urgencia de la reconstrucción, se extendieron al Partido, cuyos cuadros más experimentados también dirigían el Estado. Así se fue desplazando la participación y el control popular, en aras de la eficiencia y la especialización, la dirección obrera y campesina por la de funcionarios y militares. La práctica política, alejada de la teoría original, fue constituyendo una nueva teoría, que explicara y legitimara el nuevo orden de cosas; El Estado que debió ser el más democrático, se fue haciendo centralizado
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y autoritario en nombre de la “disciplina socialista”; los planes económicos, que debieron surgir y ser aplicados desde los trabajadores, se impusieron en muchos casos con violencia sobre un pueblo que no hubo tiempo de educar en la solidaridad y la participación. La necesidad de proteger el naciente Estado desplazó los principios internacionalistas del marxismo, y la “asociación internacional de los trabajadores” (la “Tercera Internacional”) se convirtió en un órgano de apoyo a los esfuerzos diplomáticos y militares soviéticos; esta tendencia se refuerza por la aparición del fascismo y el avance a la Segunda Guerra Mundial. La subordinación de los Partidos Comunistas de otros países, a la conducción de un partido alejado de los principios socialistas, los llevó a aplicar modelos de análisis que no correspondían a sus realidades nacionales. Obcecados por completar las “etapas” prescritas por la versión estalinista de la revolución, dejaron de ver y de comprender las masas campesinas e indígenas del continente, los pobres y cesantes urbanos, las mujeres que ocupaban terrenos y luchaban por sus derechos, los estudiantes sin futuro. Ellos tuvieron que inventar sus propias revoluciones, y sus propios líderes, sin el apoyo y a veces en contra de la opinión de los partidos comunistas. La ruptura se hizo permanente con la invasión de Checoslovaquia por las tropas
del Pacto de Varsovia en 1968, que provocó el repudio y el rompimiento de relaciones de gran parte de la izquierda mundial con la dirección soviética.
(Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin)
(Manifestación Comunista en Berlín)
(Toma del Palacio de Invierno)
El MIR de Chile, por ejemplo, manifiesta su enérgico repudio, y tras describir las tergiversaciones realizadas por la burocracia de militares y funcionarios que se había apoderado de la conducción soviética, afirma que: “Es tarea de la Izquierda Revolucionaria del mundo demostrar que ese no es el socialismo por el cual combatimos, sino que es una desfiguración heredada de los periodos más negros de las primeras repúblicas socialistas” (“El MIR y los Sucesos De Checoslovaquia”. Declaración Pública, septiembre 1968). Hoy, los y las revolucionarias luchamos por recuperar el espíritu de Octubre, la lucha por el poder de los trabajadores; la democracia directa y el control desde las bases de la organización popular; la construcción de una fuerza social revolucionaria, dispuesta a luchar por el Poder y el avance ininterrumpido hacia el socialismo.
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LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1917 Y EL ESTADO SOVIÉTICO Por Manuel Rojas
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n el centenario de la toma por asalto del Palacio de invierno de la ciudad de Petrogrado y el comienzo del proceso insurreccional que conduce a la toma del poder por los Bolcheviques hasta la desaparición de la URSS y la restauración del capitalismo en 1991 en la URSS, hasta hoy, muchos acontecimientos históricos se han sucedido. A 80 años de la publicación de la Revolución traicionada de Trotsky, que presentaba un análisis crítico de la Unión Soviética, como un Estado obrero “burocráticamente degenerado o deformado”, y la instauración de una casta
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burocrática en el poder, el Termidor soviético, los marxistas revolucionarios no hemos aun extraído Las lecciones de Octubre, y las lecciones de las derrotas del movimiento obrero mundial. El punto de partida de Trotsky y la posición crítica de la Oposición de izquierda que lideraba, era acerca de la naturaleza de la URSS, siendo este el punto de vista de la izquierda del movimiento obrero internacional que había adoptado en su conjunto al comienzo de la Revolución rusa de 1917 y posteriormente con la fundación de la Tercera Internacional plasmadas en el Séptimo Congreso de la Internacional Comunista dirigida por Lenin y Trotsky. Todos los partidos y las tendencias revisionistas y reformistas abandonaron sucesivamente: es imposible examinar los origines y el devenir de la Revolución soviética aislándola del resto del mundo. La paradoja se encuentra en la base de la teoría de la revolución permanente en que el proletariado podría conquistar el poder en los países capitalistas menos desarrollados, antes de conquistarlos en los países capitalistas más desarrollados, esta constatación tiene sentido solo en el marco de un análisis especifico del imperialismo y de la lucha de clases a escala mundial. Esto es porque el fenómeno del imperialismo y más exactamente el fenómeno del comienzo de la caída y puesta en cuestión del modo de producción capitalista, que según Marx, los países más avanzados muestran a los países menos avanzados su propio porvenir, como en un espejo, no se aplica más, o al menos no tiene aplicación general en la segunda parte del siglo XX y parte del siglo XXI.
La cuestión en torno al Estado La Revolución de Octubre transformó radicalmente las estructuras de la sociedad mundial y provocó la desagregación del modo de producción capitalista inaugurando una nueva fase de la historia de la humanidad, el periodo de transición hacia el socialismo a escala mundial. La naturaleza misma de la construcción del socialismo, es decir, “el esfuerzo consciente de la humanidad hacia su liberación”, esto debe incitarnos a tomar consciencia de la eventual duración y sobre todo de las dificultades y contradicciones de este periodo. Todas las características de los periodos de transición conocidos hasta hoy: nacimiento de formaciones sociales hibridas, combinaciones de relaciones de producción, heterogeneidad de las capas sociales dirigentes, fluctuaciones bruscas de las sociedades que no tienen bases históricas solidas, etc. Se encuentran acentuadas en este período. En lo que concierne al rol del Estado, en la Unión Soviética, juega un rol jamás visto en la historia. La nacionalización de la casi-totalidad de los medios de producción es la base de esta preponderancia inesperada. Sin embargo, no podemos paralizarnos ante esta evidencia. El Estado soviético es y fue, la fuerza que organiza y estructura el conjunto de la sociedad. Conquistó, más allá del campo económico, una autonomía de acción excepcional. El marxismo crítico y los revolucionarios emplearon en diversas ocasiones la expresión “bonapartismo soviético” para caracterizar el juego que practicaba Stalin entre las diversas fuerzas sociales en la URSS y en el mundo entero. El término “bonapartismo”
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evocaba la idea de un equilibrio entre las clases constituidas, momentáneamente incapaces de imponer alguna solución a una crisis que amenazaba sus intereses. La Unión Soviética después de la contrarrevolución burocrática, las clases fueron profundamente desestructuradas. Solo un análisis complaciente y superficial podría afirmar hoy que no existieron las clases sociales en la URSS. Sin embargo, las represiones sistemáticas y reiteradas y el sofocamiento sistemático de las libertades, el EstadoPartido logró eliminar las antiguas clases dominantes y pudo atomizar las diferentes clases y en primer lugar a la clase obrera soviética. Privadas de los medios de organización, incluso al nivel más elemental, canalizadas en movimientos de masas jerarquizadas, las masas soviéticas no tuvieron ningún medio de construir una existencia política, en el sentido más general del término. En ese periodo, estuvieron en una situación de dependencia colectiva en relación al Estado-Partido-Sindicato. La dialéctica social de las capas dominantes se expresaba en las relaciones entre las diferentes categorías burocráticas privilegiadas, las restricciones de la economía planificada y el funcionamiento de los aparatos del Estado. Tres términos interdependientes, pero distintos, que deben ser tomadas en cuenta para la caracterización del Estado burocrático soviético. La forma que revistió el sistema estatal en la URSS es importante. Hasta los exterminios masivos de los años 1930 el Estado soviético era presentado como deformado. Luego con las purgas, un salto más se había realizado: la represión impidió toda organización de las masas y estranguló al personal
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(1º Mayo de 1919)
(Asamblea Obrera Fábrica Putilov)
político dirigente (los comunistas “leales al partido” fueron parte importante de las victimas). Ello permitió la centralización forzada al punto extremo que explican las consecuencias políticas, sociales y económicas. Después de la muerte de Stalin y del XX° Congreso del PCUS, algunos correctivos fueron realizados; pero ninguno de ellos cambió las estructuras del conjunto del sistema, que es en tanto tal, un factor contrarevolucionario.
la misma naturaleza de clase que el imperialismo y de las clases dominantes de los Estados burgueses. La burocracia empleó hasta el final de su existencia métodos análogos, porque su Estado era un cuerpo extraño a la sociedad, en un mundo dominado por el capitalismo. Lenin planteaba acerca de la posibilidad de la existencia de un “Estado burgués, sin burguesía”. La imagen correspondía bastante a la realidad del Estado burocrático soviético “degenerado o deformado” del “socialismo reamente existente”. Estos elementos para el análisis nos pueden orientar en las investigaciones sobre el rol del Estado que los clásicos del marxismo han esbozado. Nuestra pretensión es reflexionar acerca del carácter del Estado y sobre la evolución probable de lo que fue un Estado obrero producto de la Revolución de Octubre de 1917.
(Manifestación Febrero de 1917)
La política de la “gran potencia de la Unión Soviética” es a menudo estigmatizada; pero ella se abstiene en plantearse la interrogante acerca de los mecanismos del comportamiento contrarrevolucionario en materia de política internacional. Sistemáticamente se pasa por alto un hecho esencial: la burocracia soviética no se obstinó en defender este status quo que aseguraba su propia estabilidad. Lo pudo hacer porque la forma del Estado en torno al cual se construía reflejaba directamente la imagen de los Estados burgueses a los cuales se confrontaba: ello era una adaptación a las estructuras del mundo capitalista en el que estaba “encerrado” el “campo socialista”. Esta es una demostración más de la imposibilidad de de la construcción “del socialismo en un solo país”. La burocracia no tiene
(Manifestación Obrera)
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APUNTES Y REFLEXIONES
PARA SUPERAR EL DESENCUENTRO ENTRE EL
ANARQUISMO Y EL MARXISMO Por Mariana Frega y Hernán Langiotti
El ejemplo de la Revolución de Octubre
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l objetivo de estos párrafos no es hacer un recorrido minucioso sobre el proceso revolucionario desatado en 1917 en Rusia, y menos aún, hacer foco en la intervención de los y las anarquistas. Sin duda, el papel de la/os anarquistas en la participación activa de la Asamblea Constituyente, en la construcción de los Soviets, en el combate contra las tropas blancas en la Ucrania libertaria y campesina o en la toma de fábricas antes de octubre, impulsadas fuertemente por el anarcosindicalismo, fue descollante. Existen numerosos trabajos al respecto. Lo que queremos recuperar son algunos debates vigentes entre las corrientes marxistas
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y las libertarias usando como excusa el 100° Aniversario de la Revolución de Octubre. Y nos queremos detener en dos: el rol y el protagonismo de las masas y de la clase trabajadora en la construcción del Socialismo y los debates acerca del periodo de transición. El primer corte del debate deberíamos hacerlo en un entendimiento acerca de qué sectores hablamos cuando hablamos de “marxismo” y “anarquismo”. Nos referimos a un marxismo revolucionario y heterodoxo, antiestalinista y anti dogmático; e interpelamos a un anarquismo clasista y de acción directa, antisectario y con militancia popular. Entre ambas corrientes se han sucedido múltiples desencuentros que hasta hoy erosionan las potencialidades revolucionarias de unidad entre las dos vertientes ideológicas fundamentales para la historia de la lucha de clases.
de los sectores movilizados en el proceso revolucionario. La consigna - compartida por toda la izquierda revolucionaria rusa - de Todo el Poder a los Soviets daba cuenta de un acuerdo fundamental entre las diferentes corrientes ideológicas: el camino de la Revolución sería con el protagonismo de las masas y con la constitución de una nueva forma de institucionalidad revolucionaria como base de la nueva sociedad. Allí se plasman debates centrales: ¿se trataba de órganos subsidiarios de un nuevo Estado? ¿Se conformarían como instancias meramente económicas? ¿O serían, a su vez, herramientas de defensa de la revolución y germen de un nuevo modelo de organización de todos los órdenes de la vida social? En estas tensiones del proceso surge una cuestión nodal entre las distintas tendencias: el Estado de transición y el periodo de transición como un bloque indivisible donde, en última instancia la discusión de fondo es en torno a una visión fetichista de los órganos de gobierno; centrando el eje en las justificaciones-acusaciones sobre la derechización y burocratización por un lado, y por otro, reducir la importancia de esta distinción entre Estado y periodo, sin dar cuenta de la necesidad de construir mecanismos
(Guardia Roja en Petrogrado)
Sostenemos que el componente profundamente libertario de la Revolución se encarnó en los organismos de autodeterminación y en los soviets que poblaron el territorio ruso, dándole cuerpo a un proceso de protagonismo obrero y campesino, de puesta en práctica de las capacidades de la autorganización, planificación y autodefensa de los intereses
(Grupos armados patrullan las calles, octubre 1917)
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de organización societal centralizados pero que, sobre la base de la democracia directa de masas y no sujeto al partido único, logren sobrevivir a los embates del enemigo ¿Podemos pensar la revolución rusa y las condiciones objetivas, el contexto, la guerra, las trabas económicas para el desarrollo, la experiencia de las masas y sus particularidades como un elemento explicativo de su deterioro o su deformación? O en cambio ¿se trata de las desviaciones del marxismo leninismo, del devenir stalinista engendrado en una concepción verticalista y vanguardista del papel de los revolucionarios y el lugar de las masas? En este sentido la Revolución Rusa nos plantea un desafío: como analizar la constitución de los soviets, la espontaneidad de las masas, la autogestión y el poder obrero desde una perspectiva libertaria crítica y no demonizante del marxismo. Con la premisa de construir puentes y alianzas, reactualizar conceptos y categorías, y por supuesto, revivir y renovar métodos de lucha para el aquí y ahora. Las lecciones de Octubre siguen vigentes para la izquierda mundial y también, reconociendo las distancias objetivas y epocales, para toda
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América Latina. Las posibilidades y límites de los procesos de masas, la conciencia y la preparación de las clases para la revolución no han quedado resueltos en ningún manual. Tampoco sucede con las visiones y perspectivas del rol de la vanguardia y el papel del partido revolucionario. Se trata entonces de construir una síntesis revolucionaria entre las corrientes, una agenda común arraigada en las necesidades de nuestro pueblo en el camino de aportar sólidamente a un proceso cuyo desenlace sea en la concreción de una sociedad socialista, feminista y libertaria.
Por
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NUESTRA
REVOLUCIÓN RUSA
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escatar hoy la revolución rusa
de noviembre de 1917 resulta a primera vista frágil y contradictorio, sin embargo, si decimos que recordamos la primera revolución obrera triunfante de la historia de la humanidad y que ésta emanó del poder social generado en los sóviets -aquellos consejos de trabajadores en donde se decidían los destinos de la vida en sociedad-, entonces podemos desligarnos de todas las concepciones que validan y defienden la posterior burocratización de un proceso que nos tuvo a muy pocos pasos de la libertad en el sentido más profundo del término. Debemos decir también que recordamos aquél partido de jóvenes y trabajadores/as profundamente comprometidos con el cambio,
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los que arriesgaron todo para llegar a su objetivo, no podemos entonces, olvidar a líderes como Lenin y Trotski, los que con un realismo brutal pero plagado de sueños y anhelos, lograron proyectar una idea en el resto de sus compañeros, y con ello, empujar hasta fines insospechados los límites de la historia. Aquél partido de 1917 estaba plagado de mujeres y hombres que creían firmemente que la emancipación de los/as trabajadores/as sería obra de ellos mismos. Todos estos maravillosos seres humano de avanzada, distan cientos de precipicios de distancia de aquellos que en 1934 celebraban “el congreso de los vencedores”, en donde un grupo de burócratas parasitarios, tomaban definitivamente las riendas del primer Estado obrero de la historia, sin antes, haber exterminado a una ingente cantidad de luchadores sociales que se opusieron a sus directrices faraónicas. La auténtica dramaturgia soviética que incluyó el fracaso de las revoluciones alemana y húngara, la muerte en guerra civil de la vanguardia más comprometida y la destrucción sistemática de los sóviets por parte de la burocracia, cerró un cuadro político catastrófico que tuvo como desenlace la caída de un cascarón vació y de un desteñido tono rojizo en 1990.
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(Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin)
(Guerrilleras Soviéticas)
(La estatua decapitada del Zar NIcolás II)