24 PASOS PARA LLEGAR AL SUR: BREVE CRÓNICA DE LA XVII MUESTRA REGIONAL SUR DE TEATRO PERUANO Por Julio Cesar Valdivia
una obra que nos cuenta la historia de un escritor y sus propios demonios escrita por Andrés Alarcón Flores; y “Un elefante más”, de la joven agrupación Cable Roto, puesta en escena que tiene como tema central el Trastorno de Identidad Disociativo.
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puro el paso entre las personas que caminan en la calle San 1Agustín, en el cercado de Arequipa. Hoy se inaugura la XVII Muestra Regional Sur de Teatro Peruano Arequipa 2021, organizada por el grupo Gallito de Papel, y estoy llegando tarde al pasacalle programado. Llego a la esquina de la Plaza de Armas preparado para unirme a los compañeros que ya deben estar marchando y los niños, vendedores y paseantes de la plaza transitan sin ninguna distracción, no hay pasacalle, me paro. Horas después, luego de llamadas telefónicas, mensajes de whatsApp y un helado, llego a las puertas del Teatro Ateneo. El pasacalle de la mañana -al que llegué tarde en demasía- había sido todo un éxito y ahora nos toca comenzar con esta semana cargada de teatro en el lugar donde se produce la magia: sobre las tablas. Diego La Hoz, Carlos Vargas Salgado y Erwin Ranfis Arce conforman la mesa crítica del encuentro junto a mí, y los cuatro estamos sentados en primera fila, sobre las butacas que poseen el letrerito de “reservado”. Los compañeros y el público arequipeño se acomodan en sus asientos, las luces se apagan y el teatro comienza. Este primer día abre con la presentación de cuatro grupos arequipeños: Teatro Umbral y su obra “De cuerpo presente”, una historia que reflexiona sobre el valor de la vida a partir del absurdo y que posee el mérito de poseer dramaturgia local, algo que se repetirá muchísimo durante toda la semana. Le siguen “La puta en el Manicomio”, una adaptación de la obra de Franca Rame y Dario Fo presentada por Tras Escena Producciones, que intenta virar el texto político original para hablar de la violencia contra la mujer; “Antónimos”, del grupo Teatrorigami,
Salgo del teatro después de siete horas de teatro ininterrumpido. El olor a lluvia me cuenta de lo que pasó mientras paseaba por otros mundos, y el bullicio de la calle me devuelve a la realidad, entonces me dirijo a casa, porque las mesas críticas de la muestra están programadas muy temprano y hay que descansar. El segundo día de funciones me recibe con una cola de proporciones a la entrada del teatro. El público de ayer se ha multiplicado y pienso en lo bueno que sería si todas las personas que llegan para las funciones gratuitas de la muestra pagaran una entrada. Mientras camino veo a una familia entera en la fila y vuelvo a pensar: quizá esa familia no podría venir junta al teatro si la entrada costara. Decido dejar el conflicto para las obras y despejo mi
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