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Lo Grotesco Literario y el Devenir del Monstruo Salvaje en Los Estratos por Julián Acevedo Rendón

por Julián Acevedo Rendón.

La novela Los estratos (Tusquets Editores, 2013) del escritor Juan Cárdenas, responde a una marginalidad estética basada en la configuración de lo grotesco fantástico (Kayser, 1964) y la representación de la monstruosa condición humana (Fisher, 2018). Una novela con exploraciones filosóficas que discute sobre las particulares formas del deseo, propias del capitalismo tardío (lumpen capitalista), en una sociedad tan desigual y contradictoria como la colombiana de finales de siglo XX. Su ficción se entreteje con discursos sobre la memoria, el continuo carácter deformador del mundo, los fundamentos racistas y excluyentes, y por último, la condición humana dentro de una sociedad consumada en el vicio, el goce y el decadentismo; en definitiva, Los estratos es narrativa ficcional con matices críticos, y sumamente entregada al vértigo de las letras que caracteriza a la literatura marginal.

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Las creaciones literarias de Cárdenas, se inscriben en la tentativa estética de la literatura marginal, debido a la representación narrativa de lugares provinciales, periferias urbanas, y por supuesto, un trasfondo discursivo sobre algunos de los fundamentos racistas que se encargan de excluir a las minorías de esta nación: las negritudes y los pueblos indígenas del Valle del Cauca y la Región del pacífico. Sin embargo, vale afirmar que el escritor Cárdenas se ha ido insertando dentro del canon literario de Hispanoamérica a pesar de proponer en su escritura temas indiscutiblemente marginales.

Desde su trama inicial el personaje-narrador es un hombre, sin nombre, heredero de las acciones financieras de una empresa en crisis y esposo de una mujer a la que pierde con el paso del tiempo, o a la que quizás nunca tuvo. El escenario principal de la novela es Buenaventura, pero las ensoñaciones del personaje se tornan en pesadillas, en las que el recuerdo de los años de su infancia desea tomar forma y revelarse ante su presente, por esta razón, reconstruye las piezas perdidas de su recuerdo al atravesar espacios tan reales y simbólicos a los que llamamos: ciudad, puerto, mar, río, selva, presentes en el húmedo litoral del Pacífico colombiano. La categoría literaria lo grotesco fantástico según Wolfgang Kayser, tiene dos direcciones, en primera medida, la visión del mundo onírico, en donde los sueños retornan del pasado para imponerse ante el presente, y, en segunda medida, el mundo satírico con su alboroto de máscaras, en donde lo humorístico y lo cómico pierden su valor, para dar transparencia total a una mirada realista que contrasta con el correlato de una utopía social (1964: 227).

Los estratos, en efecto, reafirma la idea sobre lo grotesco fantástico a través de la interpelación de un mundo onírico, ensoñaciones en donde los escenarios son múltiples y las fuerzas del destino los cruza. En las ensoñaciones del personaje-narrador, son recurrentes los escenarios y espacios en donde transcurrió su infancia, el recuerdo es conocido y de inmediato ambivalente: se refiere a la “felicidad de la infancia: olor de aguas aceitosas, limo, residuos tóxicos, olor del mar apretado en una bahía sucia” (Cárdenas, 2013: 11). Sin embargo, estos recuerdos tienen un sabor amargo debido a la incertidumbre ante la ausencia de imágenes, generado por el continuo devenir del olvido ante el presente. Los sueños en el mundo onírico del personaje se revelan extraños, exóticos y con figuras siniestras, a pesar de ser un mundo que finge conocerse, pero que en realidad se presenta como un mundo distanciado, semejante al término extrañamiento: concepto fundamental que delimita el sentido de la categoría de lo grotesco.

Los estratos desde la categoría de lo grotesco radicalmente satírico, consiste en desvanecer los efectos humorísticos que causan los monstruos de la novela El diablo de Chupirití, los náufragos zombis, la bailarina “orangutanidad”, los negros leprosos. La profundidad crítica de la novela se basa en un cuestionamiento a los fundamentos excluyentes y racistas sobre el gusto de la cultura afro e indígena de Colombia, que permite desde la crítica abordar un debate acerca de los diversos prejuicios y estigmas que se destilan en Colombia alrededor de las prácticas culturales de las negritudes y los indígenas de la Región del Pacífico.

A las culturas afrodescendientes e indígenas de Colombia, se les ha atribuido estigmas culturales como: la exageración de colores en la vestimenta de los negros, la ininteligibilidad de sus dialectos aborígenes, la ensordecedora música del folclor pacífico, la malicia de los indígenas y sus plantas chamánicas: fuera de ser estigmas, son elementos latentes en sus prácticas culturales, en donde lo importante es discutir los procesos de descolonización. Tales estigmas son el polo opuesto al planteamiento crítico respecto al gusto y a las prácticas de los grupos minoritarios representados en Los estratos, pues la novela desafía las limitaciones de todas las identidades fijadas.

Entre la variedad de prácticas culturales de los negros del Litoral Pacífico, la novela revela esa intrínseca peculiaridad de la cultura afro, la exquisitez en su culinaria. En suma a lo anterior, a medida que la trama de la novela atraviesa las fronteras y los escenarios más inhóspitos, finalmente aparece la selva, en donde un indígena trabaja como detective para traficar información a través de la experimentación con psicotrópicos y especies silvestres (ayahuasca); esta práctica detectivesca es una costumbre de ciertos “chamanes” residentes de la región del Putumayo, que visten de tal forma que parecen ejecutivos y comercializan con los elementos que suscita la experiencia del trance psicodélico.

Como se ha mencionado anteriormente, existe una serie de figuras siniestras y monstruosas que se revelan en el mundo onírico del personaje-narrador, lo que nos conduce a considerar lo no humano en el discurso novelístico. Hay páginas en Los estratos, en las que el terror se presenta ante los ojos temerosos de la infancia, pero estas figuras al verlas con una mirada diferente a lo cómico o a lo espeluznante, permiten reconocer la posición crítica sobre la condición monstruosa de la humanidad; según Mark Fisher (Lo grotesco y lo raro, 2018) la condición humana puede ser definida como:

Podríamos llegar incluso a decir que la condición humana ha de ser grotesca, pues el animal humano no es el único que no encaja, el monstruo de la naturaleza que no tiene lugar en el orden natural y es capaz de reutilizar los productos de la naturaleza para darles nuevas y horrendas formas. (2018: 43)

Interpretar Los estratos implica reconocer un debate latente en la profundidad crítica de la narrativa sobre lo no humano, resulta interesante abordarlo desde las categorías: barbarie y civilización, la barbarie (lo primitivo) es la ausencia de un lenguaje articulado, y por el otro, la civilización (lo humano) materializa su expresión en el lenguaje articulado.

En Los estratos hay unas transcripciones al final de cada capítulo: “falla”, “sedimento” y “temblor”, en los que dos príncipes negros dialogan a través de las telegrafías de un periódico. Los mensajes están disfrazados con los restos de un lenguaje que han olvidado y que se ocultan entre los contenidos publicitarios del periódico (archivo). Los negros son príncipes haitianos en un principio, pero luego fueron forzados a la esclavitud y fusilados por el “General Esto y Lo otro de Más Acá” pero la verdad es que estaban muertos antes de ser fusilados, porque las cadenas de la esclavitud son semejantes a estar muerto en vida, así que la tumba no los detuvo para entregarse a la espesura de la selva, y en efecto, quitarse sus nobles vestiduras, convertirse en salvajes, monstruos leprosos, silenciados a causa de la ausencia de un lenguaje sin palabras articuladas.

La única alternativa de comunicación para los monstruos, fue utilizar los mensajes transcritos en los periódicos para no olvidar los lazos que los unían y reinsertarse en los engranajes de la civilización moderna.

En definitiva, el tema de lo salvaje ha retornado en la literatura y se ha dado en esta ocasión a través de la voz narrativa contemporánea de Juan Cárdenas; además, hay cierto diálogo provocador al reconocer la influencia de La vorágine (1924) de José Eustasio Rivera, una novela que sedimentó amplias consideraciones sobre la intrínseca relación entre la naturaleza primitiva y salvajismo del hispanoamericano, y en conclusión se revela como una utopía social. Y por último, vale considerar que su estética narrativa confluye con voces más universales como la novela La llamada de lo salvaje (1903) de Jack London.

REFERENCIAS BILIOGRÁFICAS

Cárdenas, Juan (2019). Los estratos.Colombia: Tusquets Editores. Cárdenas, Juan (2019).Elástico de sombra.Colombia: Sexto Piso.

Fisher, Mark (2018). “El cuerpo es un amasijo de tentáculos”. Lo grotesco y lo raro: The fall. Lo

raro y lo espeluznante(40-47). Trad: Núria Molines. Barcelona: Ediciones Alpha Decay. Kayser, Wolfgang (1964). “Ensayo de una definición de la esencia de lo grotesco”. Lo grotesco y su configuración en pintura y literatura (218-229). Buenos aires: Editorial Nova.

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