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El poeta, por Andrea Mar\u00EDn - Cuentos

El Poeta

Andrea Marín

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Haces y deshaces. La vida es como una

película sin un avance que puedas ver.

No sabes lo que te espera pero aún así decides vivirla. Vas por las calles tomando fotografías, capturando los momentos que te encuentras en los parques, en las avenidas, en las plazas; ese niño comiendo un helado te llama la atención. Sacas tu cámara de la mochila con rapidez, enfocas, aprietas el disparador. Congelas el momento. Su padre se da cuenta y decide echarte bronca, respondes que sólo es una foto, sin fines lucrativos. Ese señor te lanza una advertencia, en su mirada está escondido el insulto; lo sabes. Sabes que te quiere decir que eres un pervertido por andar viendo niños y tomandoles fotos. Pero no te importa, piensas en la esencia de lo que acabas de capturar: la inocencia, la felicidad pura. Te gustaría regresar a esa edad. Suspiras. Decides caminar para ver qué más te encuentras. Tomas unas cuantas fotografías más, te tomas un minuto para revisar la cámara y ver el material; ya es suficiente. Es momento de regresar a la oficina.

El autobús va lleno, vas de pie observando a la gente, en tu mente se empiezan a formar palabras, historias que se complementan con las fotografías. Te urge llegar para tomar papel y pluma. Una hora tardas, te encierras y tomas asiento en tu silla, sin preámbulos agarras una hoja en blanco, y dejas que tu mano se deslice, salen palabras grandes, pequeñas. Te detienes un momento, lees lo escrito, no te agrada, tachas por aquí y por allá. Sigues escribiendo todo lo que tienes en la mente, sigue sin convencerte.

Comienzas a fastidiarte, así que tomas tu cámara para conectarla a la computadora. Revisas con lentitud cada fotografía, cada esencia captada. Te arden los ojos, llega el cansancio así que decides irte a casa; al llegar te preparas algo de comer, con plato en mano te encierras en tu habitación, enciendes tu computadora y comienzas a retocar tus fotografías. Luminosidad por aquí, saturación por allá, te llevas la cuchara a la boca. Masticas con lentitud disfrutando del sabor. Te detienes unos segundos. Ves esa fotografía

que te hace sentir mariposas en el estómago, le restas importancia, sigues comiendo y trabajando. Una hora... dos... empiezas a fastidiarte de nuevo, no tienes intenciones de escribir por el momento, entras a navegar en las redes sociales para matar el cansancio en lugar de irte a dormir.

Su punto verde brilla, está conectada y tu corazón comienza a palpitar con velocidad.

Inicias la conversación con un ​“Hola,” lo responde con rapidez, tartamudean tus dedos cuando te pregunta cómo estás, qué ha estado pensando en ti. No sabes qué responder, sin embargo lo haces, le preguntas sobre la tarea, algo muy simple. Ninguno de los dos ha leído el libro que debenleer:​Ficcionesd​eJorgeLuisBorges.Sunarrativasehacepesada,apenasylogran comprender sus letras, no tienen tiempo suficiente para escribir aquel ensayo que deben entregar, la motivas para que termine el trabajo, tú... sólo te dejas llevar, dejando todo al azar. Piensas que es momento de escribir pero no lo que pidió tu profesor, sino lo que gritan las rimas en tu cabeza. Amanece, te quedaste dormido en algún punto de la madrugada, no sabes en qué momento pasó,

observas el reloj, ya vas tarde a la escuela. Te cambias, tomas tus cosas y sales mientras en tu cabeza siguen resonando palabras que necesitan ser escritas. Algo te llama la atención en tu camino, sacas tu celular y tomas una foto con tu cámara. Servirá de algo después.

Llegas tarde a clase, ella todavía no ha llegado y cuando lo hace tu respiración se detiene, se observan e intercambian una sonrisa, nadie más lo nota. El profesor habla mientras tus pensamientos divagan al igual que tu pluma. Compartes tiempo con ella, cualquier tema de conversación es bueno; hablan de filosofía, hablan de libros... no importa si es de día o de noche, cada que estás con ella tu corazón se acelera, quieres darle más.

El pasado tiene pies, hace presencia invocando viejos recuerdos en heridas casi sanadas; todos tenemos un innombrable, un Voldemort ​que suele ser convocado sin querer.

Ella lo tiene, todavía le causa algo en su interior, quiere dejarlo atrás, y tú igual. Necesitan ser asesinados, necesitan desaparecer... le aconsejas a que caiga en el olvido, mientras tú sientes como quieres entregarle tu alma, quieres serlo todo lo que necesita. Tus insomnios comienzan a tener nombre, su nombre; la confianza crece en tu interior de igual forma que el amor hacia ella, decides comprarle una libreta para que sea testigo de sus ideas. La acepta cohibida, te das cuenta que tu rutina sigue igual, con la diferencia que ya no estás solo; vas a la oficina, regresas a tu casa, vas a la escuela y la miras hablar. Tu corazón escribe en cada momento, la cámara reclama atención, el papel y la tinta se convierten en narradores de tu historia. Aquella tarde, la invitas a comer, acepta y tú gustoso vas todo el camino sonriendo, observando el mundo detrás de las ventanas del taxi en el que van. Ansioso, necesitado de emociones. Disfrutas compartir ese momento, no quieres que acabe, propones ir al cine y así lo hacen. Tu alma está comenzando a danzar, y las letras han comenzado a entrelazarse unas con otras. Tienes poemas impacientes, impacientes de comerse a Flores. Te pones a pensar en lo interesante que suena eso. ¿Existe algo impaciente que se pueda comer algo? Esperas que coman, tus versos están hambrientos. Si no lo hacen seguirán comiendo de tu impaciencia. Piensas en esos versos que quieren entrar como melodía... o no. ¿Quién sabe? por el oído de alguien, de Flores para consumir todo su ser. Te das cuenta que quieres que Flores, sin comillas, Flores. Flores. Flores escuche. Con mayúsculas, porque es nombre. No una rosa cualquiera. Flores que quieren tus poemas. Y con anhelos escribes. Con el anhelo del terror. Con anhelo de lo místico, ahora tus poemas con el anhelo de Flores. No una rosa, no un tulipán, no cualquier pétalo, sólo Flores. Sólo Flores. No una flor. Flores. La poesía está destinada a alguien y en todos tus poemas están escritos con letras mayúsculas su nombre. Por todos lados está, quieres decirle que tu amor es para ella, comienzas a convencerte en darle tu corazón por completo... le obsequias flores, aquel girasol que vio y deseó se lo entregas, lo acepta. Notas su duda pero le restas importancia, el amor comienza a cegarte; deseas escuchar tu nombre de sus labios, como melodía que penetre en tus entrañas.

Tu impaciencia grita, deseas que te diga algo, deseas tenerla en tus brazos para protegerla, para que sea tu todo, compartir miradas en silencio; y sin saberlo la estás perdiendo.

Te invade el miedo, tus versos tienen que ser tocados por sus suaves manos, tienen que ser admirados por sus ojos, sentirlos con la calidez de su corazón. Por fin, te atreves a entregarle aquella hoja impregnada de tu esencia, de todo tu amor en cada palabra de tinta.

La tinta impregnada de suavidady la piel se desliza sobre las letras.

Enveran enveros enervantes sus versos Ritual, invocan los tambores

Se hacen verboAspira a lo que aspira, suspiros vibrifica

La miras mientras lee el poema, esperas a que diga algo. Nada. Silencio. Una gesto se dibuja en su rostro, una inexistente sonrisa. Comienzas a sentir un vacío en tu interior, algo se retuerce en tu estómago, el miedo corre por tus venas. Respiras. Apenas recuerdas lo que dijiste, ambos reflejan en sus ojos el acuerdo de fingir que nada pasó. Cada uno toma su propio camino, tú te sientes solitario, caminas por las calles concurridas de gente, deambulas mientras sacas tu cámara, tu compañera de viaje. Tomas fotos tras fotos, el disparador se escucha en incontables veces; el sol se esconde y esperas a que el telón oscuro caiga para capturar esas vidas entre las sombras. Siendo suficiente regresas a casa, el corazón late fuertemente y la mente sigue gritando.

Su silencio es un vacío... te quema por dentro mientras llevas el fantasma de un sonrisa en tu cara. Todo es una mentira, la distancia ha quebrado tus versos, caen por el abismo del olvido. Dejas de intercambiar mensajes con ella, dejas de verla y cuando tienes la oportunidad tus ojos, sus ojos no danzan en miradas. No salen sonidos de su boca ni de la tuya, nada de nada.

Paz en medio de la tumultuosa mente. Sinuoso pasado, vago futuro absorben el recóndito presente,

las manecillas oscuras detenidas.Capítulo nuevo, el pasarlas páginas de tu mirada.Tu inspiración se detieneal compás del calmoso tiempo.Se ha desaparecido tu figura en mis manos.

Te refugias en la hojas, en la tinta que escribe las historias que dictan tu corazón. Sigues tomando fotografías, creando personajes para darles voz. De

pronto, después de noches de soledad, y días de sombras la ves. Te dice un vago ​“Hola,” ​tratas de responderle con normalidad, tratas de apagar el infierno de tu espíritu, sonríes con timidez. Entablas conversación, esa conexión comienza a fluir de nuevo, como la primera vez. La miras hablar, eso te hace olvidar todo hasta que escuchas que le interesa alguien. Te emocionas, tu corazón da un salto y las mariposas dormidas despiertan pero comienzan a desvanecerse cuando escuchas el nombre del otro, no el tuyo. Es momento de que lo aceptes, es momento de retirarte, es momento de que tu poesía se convierta en maldita, en sucumbir ante el real infierno. Tu alma cae a pedazos, eres conformista y decides aceptar tu destino, no ser lo que ella esperaba, lo que ella necesita.

La luz de tu sonrisase pierde en las sombras.

La serpiente al sol le deshace los sentidos, le derrite la idea de su Voz

Lo envenena; del medicina se deja.

Te sientes herido, ya no puedes seguir fingiendo que todo está bien, y sin más, ella toma la delantera. Te saca de tu vida, y tú no sabes el por qué. Te sientes confundido, le entregaste todo lo que te pertenecía pero no te diste cuenta que ella nunca lo tomó. Quieres sacarte las entrañas, quieres dejarte consumir por tanto dolor.

Se marchita una flor,las hojas de tu andarel último beso que muere.

No sólo tu poesía es maldita, lo es la hoja, la tinta... tú. Eres el poeta maldito. El mismo que ha perdido su inspiración. El mismo que ha dejado que su infierno se aviva con ferocidad.

Mueren las rosas en mis manos esperando...Eres el poeta que no fue amado.

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