5 minute read

Las Construcciones Imaginarias por Irvin Alejandro Cortés Juárez

por Irvin Alejandro Cortés Juárez.

A primera vista Borges y Arlt son antípodas literarias, la literatura refinada y la de barrio. La de laberintos imposibles y la de ciudades llenas de aceite, la de la exactitud en el lenguaje y la de la narrativa algo torpe. Pero en el fondo de su literatura, en donde se muestra la perspectiva del mundo que cada autor, se ve la coincidencia que tienen dos escritores muy diferentes.

Advertisement

Relación a través de los velos de imaginación que nos cubren, esos imaginarios que nos hacen seres humanos. Borges lo ve en el ser humano a través del lenguaje y Arlt en la sociedad a través de nuestras normas morales.

En el principio era el verbo: Borges

La literatura de Borges aborda lo imaginario, como el lenguaje nos permite crear cosas fantásticas, historias, ideas, dioses y a nosotros mismos. Para Borges nos creamos a partir del lenguaje. Nuestro “Yo” parte de la estructura gramatical en la cual ubicamos nuestra subjetividad en contraposición al “Otro”, a aquel que no soy yo. Nuestra realidad son palabras, una de las infinitas posibilidades que hay. Como en el cuento El Jardín de Senderos que se Bifurcan, en el que se habla de un libro que trata de abarcar la totalidad de posibilidades de una historia. Somos una de las posibilidades de un libro infinito.

No somos un ser dado sino un ser que con cada acto va definiendo quién es. Borges al poner que nos definimos a partir de un lenguaje, que nos deja interactuar con el mundo exterior y con otras subjetividades, comparte la postura de Wittgenstein de que “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”1. Aquello que se encuentra fuera de mi posibilidad de representación me es incomprensible, se vuelve un significante vació por estar fuera de la estructura de oposiciones que es el lenguaje.

Así el lenguaje es un manto en el que cobramos identidad, a partir de las oposiciones de cada palabra. El lenguaje nos hace humanos, no sólo materia sino seres, seres imaginarios, porque lo que cubre el lenguaje, lo que trata de llenar, es ese vació irreductible que somos. Desde una perspectiva lacaniana nuestro “Yo” sólo se entiende como oposición a “Otro”, oposición que surge a partir de un punto Negativo, insimbolizable, lo Real en términos de Lacan2. Punto negativo de anclaje sobre el que se estructura lo simbólico, lugar donde se encuentra el yo en oposición con el otro. Así se puede ser un “Yo” porque no se puede reducir el “Yo” y el “Otro” a un mismo punto. Llenamos ese origen inalcanzable con el lenguaje, haciéndonos individuos. Nos creamos en el lenguaje y creamos al mundo.

El universo surge con nosotros y se muere con nosotros porque fuera de nuestro lenguaje, de nuestra capacidad de simbolizar, no existe.

Pero queda algo que desborda al “Yo” y es justamente el lenguaje. Como Wittgenstein señala no hay lenguaje privado3 por la imposibilidad de estructurarlo a partir de la pura percepción de un sujeto, aun si fuera algo tan sencillo como tratar de señalar las emociones propias. Justo en esto se encuentra el puente entre Borges con Arlt, en el lenguaje necesariamente social.

Las imaginarias buenas costumbres: Arlt Si Borges da una visión de cómo somos seres imaginarios, Arlt por su parte da una visión descarnada de los velos de buenas costumbres que tratan de cubrir las relaciones sociales. Lo imaginario de las buenas costumbres, o de la moral, para Arlt entra en contacto con lo propuesto por Borges sobre el lenguaje.

La noción de que no hay lenguaje privado por la necesidad de que este ponga cosas en común entre distintos sujetos, además de su imposibilidad epistemológica (Como la imposibilidad de conocer si dos sensaciones son diferentes por sólo tener un interpretante y ningún otro punto de delimitación, como lo sería otro sujeto).

Así el lenguaje se estructura en lo social como un acto performativo, pero que no sólo hace referencia al mundo material, sino que en última instancia hace referencia al lenguaje mismo. Como lo muestra Peirce, el lenguaje no tiene un referente último, dado que un signo puede remitir a otro signo, dándose lo que él llama semiosis ilimitada.

Así el lenguaje sólo se entiende por su función social y su significado depende de los juegos del lenguaje5. En estos juegos del lenguaje se estructuran las relaciones sociales. A partir de ellos se generan los discursos de poder que clasifican, demarcan y estructuran la realidad. Como señala Foucault, a partir de estos discursos se clasifica la realidad, por medio del lenguaje, normalizando ciertas conductas y marcando otras como anormales6. Definiendo el bien y el mal a partir de estructurarlo en oposiciones en el lenguaje, las normas sociales, lo moralmente aceptado y las maneras amables de relacionarnos con el “Otro” no escapan de ser un discurso más que trata de normar las relaciones.

Arlt muestra en textos como el El Juguete Rabioso o El Jorobadito cómo estas relaciones moralmente buenas son un velo que trata de normalizar ciertas conductas. Pero esas normas son imaginarias, porque no tienen un origen metafísico, sino que al igual que el “Yo” se estructuran en el vacío. Por convención de la sociedad, convención que puede ser ignorada, a partir de la oposición entre lo bueno y lo malo, delimitada por un determinado discurso de poder.

A partir de mostrar cómo esas buenas costumbres son algo imaginario Arlt nos da una vista descarnada del ser humano, de una sociedad en la que las relaciones entre sujetos inevitablemente llevan a una ejerción del poder, un roce a partir de diferencias irreductibles. En los insultos vuelven a aparecer las diferencias entre los sujetos que ninguna norma social logra eliminar, surge el vacío negativo cuando el velo imaginario de las buenas costumbres cae.

Borges y Arlt convergen en hacernos ver que somos más imaginarios de lo que creemos. Nos hacen cuestionarnos sobre los fundamentos en los que nos basamos a nosotros mismos y a nuestras normas sociales.

Nosotros y nuestras normas somos imaginarios porque carecen de un referente fijo, de un origen metafísico. Cada individuo y la sociedad es fluctuante porque nos construimos y reconstruimos en el lenguaje, el “Yo es una ilusión, el bien y el mal son una ilusión, todo a partir del lenguaje, que nos permite crear literatura e imaginar cosas fantásticas.

This article is from: