Uruguay…
u A 191 años de declararnos libres de todo poder extranjero, la pregunta es tan vigente como relevante. Por eso convocamos a tres referentes de distintos campos para que reflexionaran sobre cuán autónomos somos hoy en el contexto regional e internacional. Fotografías: Natalia Ayala y Pablo Rivara.
"ni tan independientes y fantásticos como nos creímos en un momento, ni tan dependientes y débiles como pensamos en otros", dice garcé. empezó a existir una identidad nacional? En la historiografía hay mucho escrito, con unas polémicas formidables. Desde los que defienden la tesis clásica, según la cual la independencia uruguaya habría sido consecuencia de un sentimiento nacional, de una vocación independentista; la nación antes de la independencia; hasta los que sostienen que en verdad, lo que se dice una nación, quizás se formó cincuenta años después de la declaratoria. En el cincuentenario de la Cruzada Libertadora, en 1875, se dio una discusión muy fuerte respecto a la identidad nacional; y por primera vez en nuestra historia empezó a formarse un imaginario nacionalista”. De ahí los cuadros de Juan Manuel Blanes, el pintor de la patria. De esa construcción de imaginario nacional surgió lo que vino tiempo después, ya no solo la idea de Uruguay como nación sino como Rincón bendito, como
la Suiza de América, como la Atenas del Plata; el sentimiento nacionalista exacerbado a la enésima potencia. “El aire de superioridad tan desagradable que tuvimos los uruguayos en aquella época. Ya no era una idea de nación, sino una nación privilegiada, distinta, superior. Las medallas olímpicas de 1924 y 1928, el campeonato del mundo en 1930, el Maracanazo en 1950; y en un momento de mucho optimismo económico sobre todo en Montevideo, donde se respiraba prosperidad”, relata Garcé. En la década del 60’ regresaron las dudas existenciales, “pasamos de un lugar maravilloso a uno con problemas serios. Perdimos la calma, nos exasperamos, nos polarizamos, nos volvimos más violentos y empezamos a dudar de nosotros mismos. Aquí, como en tantas otras partes de América Latina, se puso de moda la teoría de la dependencia.
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independiente?
El politólogo Adolfo Garcé.
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¿País
ruguay es un país soberano, con sus fronteras definidas, sus autoridades electas, su Estado, su himno y su bandera. ¿Pero hasta qué punto, en los tiempos que corren, la nación es tan independiente como parece? “La vida de las naciones está interconectada. Los británicos deciden abandonar la Unión Europea y es un escándalo en todo el mundo. China estornuda y nosotros nos resfriamos. Es decir, los fenómenos políticos, económicos y culturales de algunos rincones del mundo afectan en otros; está todo entrelazado. En un mundo globalizado, la pregunta de hasta qué punto somos independientes resulta muy pertinente”, expresa el politólogo Adolfo Garcé. Basta con repasar la historia para comprobar que Uruguay, debido a su pequeño tamaño, carga con una tradición de enorme sensibilidad a las dinámicas políticas y económicas de su entorno; ni qué hablar en los tiempos de la Patria Vieja. “Los franceses invadieron España, entonces hubo una crisis política española, y en América Latina, por el accionar de los franceses en España, terminó activándose un movimiento independentista. La independencia uruguaya, entre 1825 y 1828, terminó siendo auspiciada y auxiliada por la mediación británica, por las famosas andanzas de Lord John Ponsonby, quien en plena Convención Preliminar de Paz, facilitó nuestra independencia”, manifiesta el investigador del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Al remontarse al pasado surgen más interrogantes. “¿Qué había detrás de ese Uruguay independiente? ¿Cuándo
y no estoy haciendo el discurso de 1950. En las mediciones de calidad de las democracias, que hace The Economist Intelligence Unit cada dos años, Uruguay se encuentra sistemáticamente arriba. Es una de las dos decenas de democracias plenas del mundo. Incluso con el golpe de Estado y las décadas del 60’ y 70’. Aun así, la política uruguaya salva cualquier examen, y lo hace porque siempre ha dividido el poder. El mes pasado se celebraron 100 años de la Convención Nacional Constituyente del 30 de julio de 1916, cuando el batllismo perdió una elección; a partir de ahí nació la democracia en Uruguay, la oposición pudo frenar al partido batllista. Nuestra historia es esa: partidos que se controlan mutuamente, poderes que se controlan mutuamente, presidentes frenados por sus propios partidos. Es lo que ha hecho grande a la política uruguaya”.
Libertad, orientales
El 25 de agosto de 1825, la Provincia Oriental proclamó su independencia del Imperio del Brasil y se declaró parte
de las Provincias Unidas del Río de la Plata. “Gran parte del primer siglo de vida independiente estuvo marcado por esa voluntad de pertenecer a algo más amplio, que eran las Provincias del Río de la Plata, pero al mismo tiempo con una identidad propia”, sostiene el economista Julio de Brun. “Más que intentar liberarse de un opresor, hay que verlo como un proceso revolucionario común en el continente americano que fue liderado por descendientes de colonizadores y cuyo proyecto fue crear una nación de hombres y mujeres libres. No se trató solo de la constitución de un Estado soberano”. Doscientos años después, el contador público se pregunta si ese ideal de individuos libres sigue vigente. “Poco honor le haríamos a ese proceso revolucionario si solamente habláramos de una nación soberana desde el punto de vista formal, donde los habitantes no tuvieran acceso al pleno goce de sus libertades civiles, entre ellas las económicas”. En ese sentido, “Uruguay tuvo un avance importante y desde los 70’ en adelante, la sociedad civil recuperó el
control sobre sus decisiones en materia económica, algo que se ha ido manteniendo gobierno tras gobierno. Con matices, pero se mantuvo”. Mas lo cierto es que en el mundo, y eso no excluye a nuestro país -señala el contador-, también están bajo amenaza esas libertades civiles y económicas. “El peor legado de la lucha contra las actividades terroristas es la justificación de un fuerte avance del Estado sobre muchos derechos individuales a la luz de la seguridad nacional; y bajo el amparo de la recaudación fiscal, luego de la crisis financiera de 2008. Esto, en el marco de un ambiente poco favorable para el uso y goce de libertades debido al avance de nacionalismos y tendencias antiglobalizadoras con cada vez más adeptos”, advierte. Un mundo que se cierra, que levanta muros y donde los nacionalismos comienzan a tener éxitos electorales, es peligroso para Uruguay, sentencia. “Porque es un mundo que prospera menos y para los países pequeños que necesitan ese alto grado de apertura para poder crecer y desarrollarse, se
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El economista Julio de Brun.
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autoridades. Cuanto más diversificación, menos dependencia. A nivel político, el gobierno del Frente Amplio, sobre todo durante la primera presidencia, hizo algo importante en términos de soberanía: cambiar deuda frente a organismos multilaterales por deuda con tenedores de bonos privados. Fue una ganancia de soberanía: es preferible deberles dinero a muchas personas en el mundo y no mucho dinero a pocos organismos internacionales que tienen capacidad de chantaje sobre tí. Porque cada vez que los países le piden plata al FMI existen condicionamientos. Eso no es literatura dependentista; todos los gobernantes saben lo que es lidiar con el FMI”. Hablando de pasar los exámenes, Garcé se refiere a la incidencia de las calificadoras de riesgo al momento de puntuar los deberes de Uruguay. Que nos dieron el grado inversor, que hacemos lo posible para no perderlo, “es otra demostración de hasta qué punto la mirada de afuera importa. Ya no es lo que te compran o dejan de comprar, sino cómo te miran. ¿En qué medida importa la fama? ¿Cuánto condicionan los discursos que otros construyen sobre tí? Podrán estar apoyados en evidencia o no, pero son ideas que viajan. Entonces dependés de quien te compra, de lo que opinan sobre tí, de la mirada ajena”. Cuando a principios de siglo se instaló el discurso de que “el neoliberalismo estaba aniquilando a los países, desató una cascada de triunfos de la izquierda. De la misma manera, cuando se instala la creencia, y creo que es lo que está sucediendo, de que las izquierdas no están vacunadas contra la corrupción y empieza a circular de país en país, es un problema. Las denuncias de corrupción
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Parecíamos independientes pero en el fondo estábamos controlados por el imperio norteamericano. Luego el golpe de Estado y la crisis de autoestima. Pasada la dictadura, Uruguay encontró cierto equilibrio mirándose al espejo: no se veía como el más lindo pero comenzó a recuperar y disfrutar de algunas tradiciones: sus democracias, sus partidos políticos, el orgullo por su selección. Y de cierto modo retornó a la calma”. A los años de crecimiento económico, al descenso en los índices de pobreza y a la modernización los aplastó la crisis de 2002, el súper bajón. Y una vez más, cual pelota de básquet, el rebote económico seguido por una amplia sonrisa, y ahora la desaceleración. “Si tuviera que pasar raya, diría: ni tan independientes y fantásticos como nos creímos en algún momento, ni tan dependientes y débiles como pensamos en otros. En todo el mundo los países, sobre todo los pequeños, son independientes y dependientes. Todos los que tienen autoridades electas en un territorio en cierto modo son independientes. Ahora, ¿lo son de forma absoluta? De ninguna manera, España depende de lo que decide Bruselas; Italia y Grecia dependen de las decisiones de Ángela Merkel. El mundo moderno está muy interconectado y cambia según las circunstancias y los lugares”. ¿De quién depende Uruguay? “A nivel económico, de quienes nos compran afuera: China, Estados Unidos; Argentina y Brasil porque seguimos viviendo en la región. Sin embargo, desde hace muchos años, por lo menos desde Jorge Batlle como presidente, la importancia de la diversificación de las exportaciones es una obsesión de las
en Brasil y Argentina pueden afectar los procesos electores en Uruguay. Así como circulan bienes y servicios entre las naciones, también lo hacen las ideas y creencias que atraviesan fronteras”. Y cuando de gobernar se trata, hasta la máxima autoridad es dependiente del contexto económico, de los sindicatos, del Parlamento -a pesar de gozar de mayoría parlamentaria- e incluso del propio partido. Sobre todo en Uruguay, “el país de los presidentes débiles y sufrientes”, suelta Garcé. Lejos de ser negativo; de hecho, más de un politólogo señala que no hay nada que vuelva más miserable a las personas que la concentración de poder, es positivo que “tenga que pactar, que sufra, que envejezca rápidamente y que la pase mal. Si la pasa mal, probablemente cada uno de nosotros la pasemos un poco menos mal, porque tenemos más chances de protegernos frente a medidas que podamos considerar arbitrarias. Aunque tenga la mayoría parlamentaria, como le sucede hoy el Frente, no le queda más remedio que pactar. Cada vez que alguien dice ‘qué horrible, no lo dejan gobernar a Vázquez’, yo digo, ‘fantástico’. Que lo compliquen, que lo obliguen a escuchar y negociar”. En países de América Latina, el poder ha estado altamente concentrado, y eso va de la mano de la pobreza, la desigualdad, el autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos, precisa quien ahora mismo está desarrollando una línea de investigación sobre el tema. “Por estos lados circula esa idea equivocadísima e imperdonable de que debe mandar el presidente. Seguimos atados a la tradición colonial de que tiene que mandar un señor muy importante. Lo decía Bolívar: ‘lo que precisa América Latina son reyes con el nombre de presidentes’. Y todavía pensamos que necesitamos reyes que nos gobiernen”. El investigador considera que la “democracia uruguaya es buena porque los presidentes son débiles”. En este sentido, cuando se observa la historia de las democracias del siglo XX, “este país es de los mejorcitos,
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"nuestra historia es esa: partidos que se controlan mutuamente, poderes que se controlan mutuamente, presidentes frenados por sus propios partidos. es lo que ha hecho grande a la política", sostiene Garcé.
"Un mundo que se cierra, y donde los nacionalismos comienzan a tener éxitos electorales, es peligroso para Uruguay", señala de brun.
"de poco sirve hablar de independencia cuando hay un Estado que actúa bajo sus propios objetivos, totalmente disociados de los que tienen los ciudadanos”, opina Julio de brun. El próximo capítulo es el de Uruguay y los organismos internacionales; Uruguay y el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Cuán independiente es? “El tema siempre estuvo en los titulares de la discusión política. Cada gobierno que tuvo relación con los organismos internacionales fue criticado por la oposición, y al ocupar el mando actuó de la misma manera que sus antecesores. Le pasó al Partido Nacional cuando celebró los primeros acuerdos con el FMI a principios de los 60’; en ese momento fue muy criticado por el Partido Colorado, que al llegar luego al gobierno también se vinculó con el FMI. Vino el gobierno militar, continuaron las relaciones, aunque en distinto grado;
y llegó el FA y también mantuvo su vínculo. Es cierto que las condiciones financieras del país, al año de asumir el primer gobierno de Tabaré Vázquez, le permitieron no tener un programa de deudas con el fondo, pero aún así la relación con los organismos internacionales ha sido fluida, ha estado bajo la evaluación del FMI y eso en general no le ha molestado a nadie”, opina. Para el consultor, “hay una cuestión de racionalidad económica que va más allá de lo que pueda ser una falsa declaración de soberanía. Las cosas que hay que hacer, hay que hacerlas y punto. De vuelta, estamos en la discusión de que si lo que se trata es de un intento de manifestar una soberanía formal por parte de un Estado con sus gobernantes, y que por alguna razón la propia agenda queda supeditada a las condiciones que le ponga un organismo internacional; o si en realidad se trata de buscar la felicidad para los ciudadanos de ese país, y probablemente mediante este tipo de condiciones lo que se hace es mejorar la conducta del Estado respecto de quienes representa. Cuando se hacen discursos encendidos contra organismos internacionales, provienen más de gobiernos autoritarios que ven dificultades en cumplir una agenda populista que de una verdadera afectación de los derechos individuales de las personas, que en última instancia es lo que más importa”, opina el académico. “Es cierto que en el marco del relacionamiento con organismos internacionales, muchas veces se reciben consultorías, y de allí salen propuestas y préstamos para hacer reformas estructurales que tienen como condición ciertos resultados en algunas áreas como salud o educación”, agrega. Ahora, “la educación es un ejemplo claro donde los objetivos de la ciudadanía están distorsionados por las acciones y objetivos propios de las autoridades de la enseñanza. Lo reconoció la ministra de educación, María Julia Muñoz, cuando dijo que los temas de educación están lejos del alcance del propio ministerio.
La gerente general de la Unión de Exportadores del Uruguay, Teresa Aishemberg.
Ese es un claro ejemplo donde, por más que haya un Estado que toma decisiones soberanas, estas no tienen nada que ver con las de los individuos que representa, con lo cual de poco sirve hablar de independencia cuando hay un Estado que actúa bajo sus propios objetivos, totalmente disociados de los que tienen los ciudadanos”. Uruguay tiene muy malos resultados en materia de educación, particularmente malos en materia de educación pública. E independientemente de lo que pueda ser la acción de otros organismos internacionales, está claro que es un problema a resolver dentro de Uruguay, como país independiente, que en este caso el Estado no está actuando de acuerdo a aquellos principios revolucionarios”. De Brun entiende que los uruguayos como ciudadanos todavía tienen ciertas restricciones para actuar en materia de economía: la existencia de monopolios a nivel estatal, las trabas al comercio, la irrupción del Estado en materia de información a nivel individual o la violación de algunos derechos de la intimidad en
función de ciertos objetivos del Estado. Por ahí es donde vienen hoy por hoy las principales amenazas del Estado respecto de individuos libres en Uruguay. “En tanto, el país como conjunto tiene mucho para progresar en el sentido de mayor apertura comercial. La búsqueda de más acuerdos reduciría el cierto grado de dependencia de Uruguay con la región, no tanto económica sino política por esa limitación que tiene para realizar acuerdos con otras partes del mundo”.
En competencia
Teresa Aishemberg, gerente general de la Unión de Exportadores del Uruguay, prefiere invertir el interrogante planteado. Ella se pregunta entonces qué grado de dependencia posee el país en el contexto regional e internacional. Ya se dijo más de una vez, y basta mirar el mapamundi para confirmarlo: el tamaño nos vuelve un país más dependiente de lo que quisiéramos. No obstante, Aishemberg destaca la voluntad autónoma uruguaya a la hora de abrir nuevos mercados en el mundo. “Exportamos actualmente a 178 países. Dependientes
éramos cuando exportábamos solo a Brasil, ahí éramos Brasildependientes, pero las sucesivas crisis nos obligaron a aprender a diversificar los mercados”. Claro que todavía quedan aspectos por mejorar. “Es verdad que a veces el hecho de no tener un tipo de cambio adecuado, no poseer infraestructura o no tener gente preparada para realizar determinadas tareas hace que no seamos competitivos, pero eso es un problema interno. Es, si se quiere, una autodependencia. Pero en cuanto a negocios, los hicimos con todos los países. Sí nos gustaría exportar más cantidad y a mejores precios; y para eso necesitamos hacer acuerdos. Para lograrlo y no pagar tantos impuestos al entrar a un país, necesitamos que nuestras cancillerías sigan avanzando en esos acuerdos”. El ejemplo de China retrata con fidelidad esta situación. Es que si bien Uruguay exporta cada vez más productos al país asiático, lo hace sin un acuerdo de por medio, y eso le resta competitividad frente a otros. “Australia y Nueva Zelanda, que venden carne y lana, y
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esta coyuntura política particular, donde Argentina quiere algo distinto de lo que quería en años anteriores, probablemente haya mejores condiciones. De hecho, en la última reunión del Mercosur estaba prevista la discusión de acuerdos comerciales de Brasil con India, y de Paraguay con la Alianza del Pacífico, que muestran que es posible autorizar ese tipo de relaciones bilaterales. Es de esperar que una vez que pase esta tormenta política generada por la situación de Venezuela se pueda retomar el diálogo en esa línea”.
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convierte en un lugar mucho más hostil”. Es sabido que por su tamaño tiene una gran dependencia económica, “pero no podemos confundirla con una limitación del país como nación soberana ni de los individuos como personas libres. Por el contrario, cuanto más abierto e interrelacionado está con el planeta, más libres en el ejercicio de sus derechos también lo son sus habitantes”. A nivel regional ocurre algo similar, aunque con el folklore típico de estos lares. Para el ex presidente del Banco Central del Uruguay, “lamentablemente estamos en un proceso de integración paralizado, que se politizó en un grado extremo y donde la profundización de las relaciones comerciales quedó a un lado en favor de relacionamientos políticos que no se sabe en qué dirección van. Al mismo tiempo, la posibilidad de vinculación comercial de Uruguay con el resto del mundo está condicionada a resoluciones de un bloque -Mercosurque en esa materia le cuesta mucho tomar decisiones”. Y eso, según dice, termina siendo una limitación de libertades: “en un mundo que se cierra cada vez más, el país forma parte de un bloque que tampoco posee un espíritu abiertamente integrador y para Uruguay eso implica una restricción de sus posibilidades de acceso comercial a nivel internacional”. Hace 50, 60 o 70 años, una apertura unilateral alcanzaba; pero hoy por hoy, la forma más ágil y eficaz de profundizar relaciones económicas con otros países es a través de tratados de libre comercio, sostiene De Brun. A la vista está que hacerlos a partir del Mercosur ha sido complejo; sin embargo, eso no tiene por qué colocar a Uruguay en el dilema de abandonar o no el bloque. “Por historia, Uruguay está naturalmente integrado a la región, entonces nunca va a salir de su vinculación regional. Hay que seguir trabajando para formular un marco jurídico que brinde más flexibilidad a la hora de relacionarnos con el mundo”. Y de acuerdo a su visión, parece haber alguna luz al final del túnel. “En
"a veces el hecho de no tener un tipo de cambio adecuado, no poseer infraestructura o no tener gente preparada para realizar determinadas tareas hace que no seamos competitivos, pero eso es un problema interno", expresa aishemberg.
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por lo tanto compiten con nosotros en los productos, sí acordaron con China el ingreso con aranceles más baratos. Entonces el esfuerzo que el empresario uruguayo hace al abrir un mercado se ve perjudicado porque hay otros países que realizan acuerdos. Somos dependientes de hacer acuerdos comerciales porque son muy necesarios”. Porque, entre otras cosas, los acuerdos son generadores de trabajo para nuestra gente. Y al quedar fuera de competencia, “debés ajustar la empresa y al hacerlo tenés que preguntarte ¿sigo invirtiendo en tecnología?, ¿sigo invirtiendo en recursos humanos? Para una compañía es como hipotecar su futuro; por eso resulta tan importante hacer acuerdos comerciales de forma independiente”. Tal vez no sea a través del Mercosur, ya que el bloque “no nos deja ser libres”, reafirma Aishemberg. Pero la posibilidad de abandonarlo no es una opción válida, ni siquiera algo que el país se pueda plantear. “Una vez que estás adentro, salir cuesta muy caro. Para ingresar en Brasil, por ejemplo, el arancel externo común más alto es 35 por ciento. Hoy no lo pagamos. Esa es una ventaja, una ganancia adquirida, ya está hecha la inversión. Ahora lo que hay que hacer es que todos los países socios del Mercosur se independicen para atravesar esta difícil coyuntura internacional. Potenciémonos, permitámonos hacer negocios independientemente, y dentro de cinco años nos juntamos de nuevo y comenzamos a construir la unión aduanera”, propone. Por más que reniegue, Uruguay siempre será en un punto dependiente de los monstruos que lo rodean. “La cercanía hace que estemos muy relacionados, y son muy importantes para nuestro país desde el punto de vista de la complementación industrial. El mundo entero busca a Argentina y a Brasil para invertir, y nosotros que estamos al lado lo podemos aprovechar de otra forma. Tenemos que detectar aquellos lugares donde la industria uruguaya se pueda
integrar; no tiene por qué ser con un producto terminado. Puede hacer un producto que se complemente y que sea parte de un producto final exportado al mundo. Por otro lado, hay que educar a la gente para lo que se avecina, con competencias adecuadas para lo que se viene, que pasa por la digitalización, la robotización, la domótica, instrumentos que sirven para hacer más eficientes a las empresas. Hay que formar gente para que maneje esa tecnología, y así Uruguay podrá continuar en el mundo a través de esos instrumentos que lo harán independiente. Si no se invierte en tecnología o recursos humanos quedamos fuera de competencia”.
"hicimos negocios con todos los países. Sí nos gustaría exportar más cantidad y a mejores precios; y para eso necesitamos hacer acuerdos", manifiesta teresa aishemberg. Para ser competitivo, está sujeto a muchas variables, entre ellas “el dólar, la infraestructura, la educación, las medidas que toma el gobierno para abaratar costos. Entonces dependemos del dólar, de que el país sea más barato, de que haya buenas carreteras, de que haya trenes, de que haya buenos puertos”, enumera. Uruguay, en la medida que recibe una importante influencia de lo que sucede en la región y el mundo, es tomador de precios internacionales. Por lo que “la situación de los mercados a los que exporta influye en las posibilidades de venta al exterior, el compor-
tamiento de los flujos financieros internacionales es determinante en variables como el tipo de cambio. Sin embargo, podemos decir que tiene un mejor posicionamiento en relación a otros países emergentes que han recibido los mismos efectos desde el exterior; y eso se debe a su seriedad, al respeto por los contratos y a la fortaleza de sus instituciones, entre otros atributos. Por lo tanto, hay aspectos que nos distinguen más allá de la coyuntura. Porque tenemos todos esos atributos, porque hay una gestión ordenada y seria, y eso genera independencia”. El hecho de tener diversificada la matriz de productos también aporta, y brinda cierta autonomía. “Todo lo que se pueda procesar en Uruguay lo exportamos porque es un mercado muy chiquito, entonces la mayoría sale para el exterior. En productos tenemos semillas y frutos oleaginosos, carne, madera y carbón, cereales, lácteos, pieles y cueros, frutas y frutos, lanas, hilados, plásticos, animales en pie, pescados, maquinarias, papel y cartón, muebles y partes de muebles. Hay productos que podés traer, le agregás valor en Uruguay y los sacás para fuera. Hay una variedad importante de productos”. En este punto, no depender de un solo producto como el petróleo, tal el caso de Venezuela y en menor medida de Ecuador, es un gran alivio. “Aquí no tenemos petróleo, todavía; el problema será cuando se acabe, ¿qué harán los países de renta petrolera?. Es lo que está pasando ahora, no tenían otros productos más que el petróleo, bajó su precio y se hundió su economía. Nosotros por suerte estamos en una zona rica en alimentos, más allá de que China esté desacelerando su economía, siempre va a necesitar alimentos. Por lo tanto lo que nos queda es mantener nuestra independencia de seguir avanzando en distintos mercados y acordar con el país asiático alguna forma de colaboración para poder entrar sin pagar tantos impuestos”.