Revista Rascacielos 06 | 20 (09 de febrero de 2020)

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Ell d derecho de contemplar Del pipocazo Ell ci América 1997) E ere er ec ch ho od ec on o nte tem mp pla lar | D ell ttomatazo e omat om ata az zo aall pi p ip po oca cazo zo | E ccielo, iel elo, o, lla a iliilusión lu ussió ión y eell iinfierno nfier nfi ern no o (C ((Copa Cop opa Am A mér ériic ca 19 1 997 97) dibujan Morir por Silvia Arze Ojo parche LLas La as vviñetas iiñ ñet etas as sse ed di ibu bujja an e en n ffemenino em e me en niin no | Mo M ori rir po p or co ccosas ossa as as aasí sí | Si S ilv lviia aA rze | O rz jo aall p jo arch ar che

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Domingo 9 de febrero de 2020. La Paz, Bolivia. Año 3.


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Domingo 9 de febrero de 2020. Año 3

La indiada se alzó primero DISEÑO DE PORTADA: José Alejandro Zapata

Padilla, estudiante de la carrera de Diseño Gráfico y Comunicación Visual de la UCB.

Rascacielos y la carrera de Diseño Gráfico y Comunicación Visual de la Universidad Católica Boliviana se unen para el diseño de las portadas de esta revista. Coordinadores: Sergio Salazar y Fujiko Urdininea. Estudiantes en pasantía: Nathalia Beltrán Vargas, Victoria Delgado Padilla, Ana Medinaceli Cadena, Leyla Manjón, Kevin Valle y José Alejandro Zapata Padilla. Coordinador General: Sergio Vega Camacho

Editora: Cecilia Lanza Lobo. Asistente de edición: Adriana de la Rocha. Coordinadora: Claudia Daza. Redes: Melisa Balderrama. Diseño editorial: Edmundo Morales. Diagramación: Edmundo Morales. Fotografía: Cecilia Fernández,

Víctor Gutiérrez, Freddy Barragán y Agencias. Publicidad revista Rascacielos: Nadia Diab Linale.

Teléfonos: (591) 2-2611709 - 75244623

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N ABUELO, MUY JOVEN, CLARO, pudo haber vivido el final de aquellos años en que la tierra en este país era propiedad de unos pocos señores, en cuyas haciendas miles de indígenas llamados colonos trabajaban en condiciones de opresión. En febrero del año 1947, el hartazgo de la “indiada” estalló de modo brutal. Pensar que apenas –o ya– pasaron 73 años, poco menos de una vida, y más o menos el mismo tiempo transcurrido desde la Revolución de 1952 cuando finalmente se devolvió la tierra a los indígenas. Pero ciertamente no sólo pedían tierra. Pedían derechos elementales. Es más, uno diría que la brutalidad de las sublevaciones de 1947 (asaltaron haciendas y hasta asesinaron a sus propietarios) fue la respuesta ante la opresión con la que los indígenas habían sido tratados hasta entonces, sumisos, abusados, usados como carne de cañón del poder político dominante. Ayopaya, región montañosa entre La Paz y Cochabamba, fue lugar de una primera batalla (1811 y 1825) contra los ejércitos realistas. Por eso en Ayopaya decían que cada año parecía haber allí una sublevación. La que cuenta Claudio Ferrufino– Coqueugniot en las páginas centrales de este número es la sublevación indigenal de 1947, quizá la madre de todas, la batalla final de aquella bronca colectiva de la república de indios que los dio por vencedores. Claudio, escritor, Premio Nacional de Novela y premio Casa de las Américas, cuenta este evento con maestría y nos obliga a revisar la historia. Ya sabemos, allí siempre habrá una lección para el presente. Cecilia Lanza Lobo

Directora: Isabel Mercado Heredia. Subdirectora: Mery Vaca Villa. Jefe de Redacción: Alcides Flores Moncada. Jefa de Informaciones: Liliana Carrillo Valenzuela. Jefe de Redacción digital: Juan Carlos Véliz Morejón. Presidente del Directorio: Raúl Garáfulic L. Vicepresidente Ejecutivo: Carlos Saravia. D. Gerenta Comercial: Nadia Diab Linale. Gerenta de Publicidad: Cecilia Tejerina. Distribución nacional: Douglas Azurduy. Impresión: Papel Principal S.A. Compañía Editora Luna Llena S.A. Nº de Depósito Legal: 4-3-25-10 Dirección: Achumani, Calle 9 N°6, La Paz. Teléfonos: Central: (591) 2-2611700; Comercial: (591) 2-2611731 - 2611707 - 2611709. Suscripciones: (591) 2-2611734. Web: www.paginasiete.bo - La Paz, Bolivia

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CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT es novelista y columnista. Paria, no; librepensador e internacionalista en el romántico sentido de la palabra. Tiene en su mesa de noche de libros permanentes a Marcel Schwob e Isaak Babel. E infinidad más entre máscaras africanas.

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IDENTIKIT / PERSONAJE / Nunca es tarde para publicar un libro / Juan Pablo García

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CARTA A UN FÉNIX / El derecho de contemplar / Mabel Franco Ortega

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AGENDA LaEscobaEsCultural / Una vidita de andantes / Claudia Daza

10 CONFESIONES / Del tomatazo al

MARTÍN DÍAZ MEAVE es publicista, profesor universitario, cronista y actor. Hincha del Tigre, por eso las canas y el aguante. ADRIÁN NIEVE es psicólogo. Trabajó en radio y televisión, fue editor y columnista. Autor de las novelas El camino amarillo de Drogothy (2016) y Hayley (2018).

pipocazo / Lucía Camerati

12 MERCADO CHINO / De Metal Gear

Solid a Death Stranding. Carta #5 / Adrián Nieve

14 CRÓNICAS ESFÉRICAS / El cielo,

la ilusión y el infierno (Copa América, 1997) / Martín Díaz Meave

17 CRÓNICA / El soldado de Ayopaya /

Claudio Ferrufino- Coqueugniot

26 CÓMIC / Las viñetas se dibujan

en femenino / Cecilia Lanza Lobo

29 MAnGO DE OZ / Morir por cosas así /

Óscar Martínez

30 RETR ATO / Silvia Arze /

Claudia Adriázola

32 OJO AL PARCHE / La academia no

sabe nada / Adrián Nieve

34 VIÑETA / Anzuelo / Guizada Durán

ÓSCAR MARTÍNEZ es autor de Diez de la mañana de un domingo sin fútbol y Crónicas del Llokalla jailón. Vagabundo y sibarita. MABEL FRANCO ORTEGA es periodista cultural y actual jefa de la Unidad de Espacios Escénicos Municipales de La Paz, de manera que cada noche le es dado vivir múltiples vidas. CLAUDIA ADRIÁZOLA ARZE es comunicadora, escritora y editora. Cree que las personas se pueden inmortalizar en los corazones y mentes de los demás a través de sus obras. JUAN PABLO GARCÍA gusta de las letras en todas sus formas. Todo lo que le pasa, usualmente, lo convierte en crónica. También hace teatro, y ojo, no sólo en el escenario. Quería ser cineasta, pero se dejó llevar por los placeres del periodismo.

* Rascacielos abre este espacio a la buena crónica, perfil, historieta, diario de viajes, testimonio, fotografía, fotoreportaje y otros vicios. Pueden enviar sus aportes a: rascacielosrevista@gmail.com. Las publicaciones estarán sujetas al criterio del comité editorial que se comunicará con la autora o autor.

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Texto y foto Juan Pablo García

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Nunca es tarde para publicar un libro Se siente ama de casa pero sus hijos aclaran, rotundamente, que “ella es literata”

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n ama de casa desde muy joven. Así se describe Blanca Terrazas de Oporto que, sin embargo, se involucró en el mundo de las letras también muy joven y se la pasó escribiendo durante toda su vida. El vuelo de un cóndor blanco alrededor del Sajama o la imagen de su tío militar sobre un caballo blanco. Todo lo que veía lo plasmaba en notas, hojas sueltas, cuadernos y libros. Con casi 80 años, publicó sus primeros dos libros: uno de relatos y cuentos al que nombró ChaqpaRampay (del quechua chaqpa que significa “nacida de pie” y rampay “llevar de la mano”), y un poemario llamado Ecos del espíritu. Ambos se lanzaron el año pasado en Oruro, su ciudad natal. Y aun con dos libros publicados, Blanca dice que aún no se puede definir como escritora. “Me casé muy joven y me dediqué a mi

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familia. Eso no me avergüenza porque lo mejor que puede hacer una madre es dedicarse por completo a sus hijos”. Pero su hija Amalia no está de acuerdo y rotundamente afirma que ellos, sus hijos, no la ven como ama de casa, “ ella es literata”, dice. “A mi mamá la recuerdo escribiendo, yo creía que todas las mamás eran como la mía. Pensábamos que escribir era parte de la vida”. Hoy, como consecuencia de la edad y la escritura, Blanca padece algunas fallas oculares, lo cual no le impide seguir escribiendo. Agarra sus marcadores y dibuja letras de cinco centímetros sobre pliegues de cartulina. Cuando desea leer, pide a sus hijos que lo hagan mientras ella escucha. “El problema que tengo en los ojos podrá impedirme la lectura, pero nunca hará que deje escribir”, dice orgullosa y anuncia que ya tiene pensado publicar su tercer libro.

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CARTA A UN FÉNIX Mabel Franco

El derecho de contemplar

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l teatro es, en uno de sus sentidos, un lugar. Dicen que, según su etimología griega, es “un lugar para contemplar”. Reveladora descripción de ese espacio que la humanidad se ha inventado para ejercer su derecho a hacer un alto en los quehaceres prosaicos y poner atención, observar y pensar. En La Paz, Bolivia, hay un lugar de privilegio que suma a su cualidad espacial, la del tiempo. En una ciudad, un país que peca una y mil veces de descuido de su historia y su memoria, el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez es un ejemplo de permanencia. Hay que situarse en los primeros 20 años de vida republicana para seguirle la pista al teatro de marras. Bolivia, con su epicentro en La Paz, es un país joven que vive sus días sorteando sobresaltos. Sus habitantes han visto fracasar la confederación con Perú –impulsada por el Mariscal Santa Cruz, a quien se atribuye también la idea inicial de construir el teatro en terrenos que fueron suyos, allí, cerca de la plaza Murillo. Caído Santa Cruz, Bolivia ha debido rechazar intentos de invasión de Chile, Argentina y de Agustín Gamarra. José Ballivián, vencedor del peruano en la Batalla de Ingavi de 1941, gobierna Bolivia aquel 1943 en que encomienda la edificación de un teatro nacional. El 18 de noviembre es la fecha elegida para la apertura, en memoria de dicha batalla y para el estreno del Himno Nacional. Un martes del penúltimo mes de 1845, se levanta el telón y comienza la historia del escenario, que está

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ligada a la de La Paz y la de Bolivia. En la primera mitad del siglo XX, la administración del teatro pasa a manos municipales y entonces se lo bautiza con el nombre de un periodista y dramaturgo paceño. Este teatro se apresta a celebrar 175 años de existencia. Camino a los dos siglos de vida, sigue siendo el más importante del país, lo que habla muy bien de quienes lo proyectaron y construyeron –hay que destacar el nombre del arquitecto José Núñez del Prado-, pero, por otro lado, refleja lo poco que parecen apreciar los habitantes de la urbe –y del país- ese privilegio de “contemplar”. En pleno siglo XXI, en ningún lugar del país se ha construido un escenario que supere al Municipal. Esto último suele achacarse a un descuido de las autoridades. Tienen su parte de responsabilidad, seguramente, pero también es un hecho que no existen marchas ni huelgas de hambre para pedir un nuevo teatro. Lo que es peor, de lo que adolecen, en general, los teatros hoy en día es de falta de público. ¿Para qué construir uno nuevo si –salvo excepciones- permanecerá vacío? La etimología tiene, es cierto, la virtud de revelar. Esto, junto al aniversario del teatro -175 años- ofrece también la oportunidad de rebelión para demandar a autoridades, a los artistas y sobre todo a nosotros mismos, ya no el derecho, sino la obligación que como sociedad tenemos de contemplar-nos, atender-nos, pensar-nos. Un teatro encierra este potencial, nada menos. www.paginasiete.bo

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FOTO ARCHIVO PÁGINA SIETE

¿Puede usted dejar de corretear un par de horas? A cambio, regálese el necesario ejercicio de poner atención, observar y pensar. Vaya al teatro. Tiene usted el privilegio de contar con un escenario al que ningún otro en el país ha superado hasta hoy. El Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez de La Paz cumplirá 175 años.


A G E N D A LA ESCOBA esCULTURAL Claudia Daza

Una vidita de andantes

STAMOS HECHAS para caminar ligeras, para bailar rotundamente en las calles y los escenarios. Estamos hechas para escuchar aunque estemos sordas. Y esta semana nos regala muchas oportunidades para hacer de nuestras vidas un poncho. Se acerca el carnaval, es tiempo de sacudirnos e ir a todo lo que nos convoca. Los primeros en convocar nos al Centro Sinfónico son los músicos porque vamos a comenzar a celebrar los 250 años del nacimiento del gran Ludwig van Beethoven. Para eso, la Orquesta Sinfónica Nacional nos presentará este 12 y 13 de febrero la 5ta Sinfo n í a e n D o Me n o r O p 6 7 . S i n o s pasamos por ahí, volveremos a caer rendidos ante esos cuatro movimientos que han hecho historia en la música clásica. La dirección estará a cargo de Weimar Arancibia. Para quienes quieren revivir el tango cantado por voces femeninas, el Teatro N u n a n o s p r e s e n t a L a s Ro s a s d e G arde l, producción de la orquesta de tango Silencio Cromático. Un lindo homenaje al gran ícono del tango argen-

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FOTO EDWIN CHAMBILLA

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VIERNES A DOMINGO

MASTER CLASS DE FOLKLORE TARIJEÑO / LA PAZ / Del 14 al 16 de febrero / 20:00 / Academia de Danza Bafoma / c. Comercio esq. Genaro Sanjinés, edif. Ex-Cine Princesa, piso 1.

tino Carlos Gardel. Las fechas de encuentro serán el 13 y 14 de febrero, días perfectos para enamorarnos de las voces de Jenny Nájera, Luz Ximena Salas, Paola Zubieta Calvetty, María Paz Arana, Melo Herrera, Sibah y Diana Azero. Y para quienes quieran ir adelantando comadres y compadres, llega a la ciudad de La Paz la cueca chapaca y chaqueña, la chacarera, el gato, el escondido, el triunfo y todo el folklore tarijeño a través de una master class dirigida por el bailarín tarijeño Fausto Otondo. 14, 15 y 16 de febrero serán los días para lanzarnos a bailar, y también a conocer todo el contexto cultural chapaco y chaqueño;

sus coreografías, sus fiestas, el vestuario y el calendario anual de fiestas. Mi alma ya está buscando un pañuelo y una mantilla. Nos vemos en las salas de la Academia de Danzas Bafoma. Y para cerrar nuestro fin de semana, nos vamos directo a Achumani porque allí tendremos la primera presentación 2020 de Ay muray. Nos pondremos en contacto con la herencia de nuestros pueblos, la esencia femenina y lo telúrico de la música. El sábado 15 nos vemos en el Centro Cultural Utópica, en la tarde, como para tomar un tecito, como para ir en familia y disfrutar de la mejor música boliviana. DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20


OTROS ANTOJOS LA PAZ

IÉRO RCOLES TM EAT

5TA SINFONÍA Y JUEVES EN DO MENOR OP 67 / LA PAZ / 12 y 13 de febrero / 20:00 / Centro Sinfónico / c. Ayacucho 366.

Las viñetas se dibujan en femenino / 14 de febrero / 19:30 / Espacio Simón I. Patiño / av. Ecuador esq. Rosendo Gutiérrez. La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el Espacio Simón I. Patiño y la Editorial con Altura se complacen en invitarnos a la presentación de esta antología de historieta e ilustración, traducido al aymara y quechua, a cargo de 20 autoras.

VIERNES

Homenaje a Oruro / 12 de febrero / 19:00 / Casa del Poeta / Miraflores, c. Claudio Sanjinés 1062. Tertulia poética dedicada a la ciudad de Oruro. Participan Benjamín Chávez, Edwin Guzmán e invitados. La lectura será animada por el concertista Víctor Luby.

febrero / 19:30 / Meraki Teatro Bar / c. Ballivián 159. Meraki busca incentivar la producción musical y promover la cultura musical y la creatividad en los jóvenes. Estarán Dharma, Román Alfonso Mainara, Manuel Janc, Black Hot Dog, Evacuación, Daylong, Reborn, Metilamina, Matasuegra, Leo Claros, Cris Marth, Firestone, Bittersweet, Defectors, Germán Aguilar, Jetlag, Movimiento Xprezo, Los de Allá, Enclavijados, José Diego, La Red, Steven Gaete, Richy Manuel y Allison Ayaviri.

PARA VIAJEROS SEVILLA

MIÉRCOLES

JUEVES Y VIERNES

LAS ROSAS DE GARDEL / LA PAZ / 13 y 14 de febrero / 20:00 / Teatro Nuna / San Miguel, c. 21, parada del PumaKatari.

POTOSÍ

La princesa descalza / 20 de marzo / 21:30 / Teatro de los Remedios / c. Juan Ramón Jiménez 22 . La pianista flamenca Miriam Méndez convertirá en flamenco bandas sonoras originales, Bach y Mozart. Tendremos violín, percusión, bajo, cante y palmas y a Miriam Méndez al piano, voz y baile. MÉXICO DF

Festival de arte urbano Potosí 2020 / 15 y 16 de febrero / de 10:30 a 19:30 / Casa de la Cultura San Marcos / c. Villa Valda casi esq. Cañete. Cosplay, danza hindú, k-pop, batalla de gallos, origami, comida asiática, jabbawoockes, y mucho más en este festival.

SÁBADO Y DOMINGO

SÁBADO

CONCIERTO DE AYMURAY / LA PAZ / 15 de febrero / 16:00 / Centro Cultural Utópica / Achumani, c. García Lanza 1000, entre calles 9 y 10 / Reservas: 70117172 DOMINGO DOMINGO 99 DE DE FEBRERO FEBRERO 06|20 06|20

SANTA CRUZ

MIÉRCOLES A DOMINGO

Festival de música LO NUEVO 2020 / del 13 al 16 de

Deep Purple en concierto / 14 y 15 de marzo / 12:00 / Parque Oceanía / av. Oceanía. La legendaria banda británica de hard rock volverá a la Ciudad de México para ofrecer una presentación en el festival Hell and Heaven. Esta es la segunda vez que la agrupación formada por Ian Paice, Ian Gillan, Roger Glover, Steve Morse y Don Airey se presentará como parte de este festival. www. www.p paag giin naassiieete. te.b bo o

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CONFESIONES Lucía Camerati

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OMOS DE LA GENER ACIÓN de los combos. Si nos dieran un chupete, un sándwich de palta y un refresco de mocochinchi para entrar al cine, lo compraríamos al tiro. Si nos permitieran el alasitero api, pastel y frazada tigre por entrar a vip, sería un hit. Si nos dieran la chance de un choclo con queso también enloqueceríamos, pero no, hasta el día de hoy nos quedamos con la tradicional pipoca con su vaso de gaseosa. Hace cien años el cine en Estados Unidos era para la élite. Todo era de lujo y por ello las salas no podían quedar sucias; no había ni una miga de nada en las butacas. Pero se vino la Gran Depresión del 29 y listo, el cine se volvió asequible a cualquier bolsillo. El pueblo invadió las salas y tuvieron que inven tar una forma de contentar a las masas con algo más barato y seguir ganando dinero: unos cucuruchos con apetitosas pipocas. Llegó el sonido y la idea de esos baratos maíces fue tan exitosa que hoy en día gastamos más dinero en nuestra caja de pipocas que en la misma película. Es más, nos encajan unos combos exorbitantes que representan casi el 85% de las ganancias de los cines hoy en día. Si estamos pensando invitar a alguien al cine, pues hay que tener plata también para el combito. Sin embargo, una cosa es ir al cine para embutirte pipoca y refresco y otra cosa es ir al Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez en la ciudad de La Paz, porque allí te las decomisan. Advertidos estamos. Las caseras de dulces están en la puerta, te ofrecen de todo y una procede con algún chocolate o dulce discreto y se acabó. Pero ese ritual voyerista de llevarnos algo a la boca en cantidades industriales mientras asistimos a algún espectáculo ya se ha vuelto algo enfermizo. Es

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Del tomatazo al pipocazo Form Formar al público público a plan de decomisos. decomisos. Prohibido meter meter pipocas al teat teatrro

una falta de respeto al artista y al lugar. El sonido de la gente comiendo papas o pipocas distrae al músico, a la actriz, al tramoyista y a la gente que quiere ver tranquila una obra de arte. Por tal razón, la decisión del Teatro Municipal nos ha caído como agua fría necesaria, muy saludable. He visto caras sorprendidas al ser decomisadas sus pipoquitas, sus papitas, sus refresquitos. Algunos discuten hechos a los machos, pero no les queda otra que dejar en la puerta lo que han comprado. Aquí se trata de disfr utar del arte y no de la comida. Esto no es cine, es teatro, hay silencios, hay espacios para la reflexión,

hay vacíos necesarios. Y aunque lanzar tomates e n los teatros es una leyenda, nos queda respetar al otro, aguantarnos un poquito para después irnos a comer todas las comidas del mundo. He visto tanta pipoca y papa incautada el otro día, que realmente me sorprendí por nuestra terquedad y falta de comprensión. En todo caso, se agradece a los administradores del lugar por formarnos como público, a plan de decomiso. A ver si aprendemos a distinguir y a colocar el arte como prioridad. No es posible que tratemos a los artistas a pipocazos. Pensemos en el bochorno. DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20


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El mesón de ingreso al Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez

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El mesón de ingreso al Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez

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MERCADO CHINO Adrián Nieve

De Metal Gear Solid a Death S tranding Carta #5 En un mundo eg egoísta, oísta, Death Death St Stranding nding te propone propone una comunida comunidad que te hace hace senti sentirr que no estás solo, solo, que a tu tu lado lado hay hay un montón de personas personas vi viviendo iendo la misma misma expe experriencia iencia que tú... Tram atismo.. Tramaa expuesta expuesta y dram dramatismo

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OLA, TÚ QUE SOY YO, Tenías nueve años cuando jugaste por primera vez Metal Gear Solid. Para ti trataba de un soldado/espía con el que te infiltrabas a una base terrorista para destruir una especie de robot gigante que lanza ojivas nucleares como varios políticos que escriben tuits que no deberían. Y si bien hasta este momento no lo volvimos a jugar, hoy por hoy entiendo que Metal Gear es un juego que convierte las peleas, los disparos y los asesinatos en algo que se busca evitar a toda costa. Metal Gear Solid es un juego lleno de personajes que dan largos discursos filosóficos sobre la guerra y sus consecuencias en nuestra humanidad; un juego antibelicista cuyo protagonista, Solid Snake, es un soldado legendario que, en la vida real, fue creado por un hombre no menos legendario: Hideo Kojima. Ahora tienes treinta años, pero estás llorando como un mocoso de seis. ¿Te acuerdas? Pucheros, gemidos, pequeños hipos y atragantamientos. Eres un desastre con el rostro húmedo de lágrimas y es porque acabas de terminar el último juego de Hideo Kojima. Sí, te estoy hablando de Death Stranding. Ese juego que hizo todo bien para que su final nos deje en ese estado emocional. Este juego es básicamente un simulador de caminata. Su protagonista es Sam Porter, una especie de cartero en un

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mundo postapocalíptico en el que la gente vive encerrada porque afuera todo es demasiado hostil. Es decir, hay vándalos armados persiguiéndote, la lluvia literalmente te envejece y, de rato en rato, te topas con una especie de fantasmas de alquitrán que quieren arrastrarte al olvido. Fantasmas que están en tu mundo porque, al parecer, la muerte ahora es una dimensión física para los humanos. ¡Ah! Lo olvidaba, haces todo esto mientras en tu pecho llevas a un feto sietemesino encerrado en una cápsula que imita las condiciones de un útero. Este feto, que se llama BB, te ayuda a enfrentarte a los fantasmas de alquitrán y, de rato en rato, tendrás que mecer tu control para calmar su llanto e ir ganándote su afecto… Ya no tienes nueve, pero sientes que recién comprenderás mucho de este juego de aquí a veintiún años. Si tuviera que explicarlo de otra manera, diría que en Death Stranding eres un repartidor de PedidosYa que tiene que sobre-

vivir a vándalos y zombies para llevar su carga a través de terrenos cada vez más rocosos y montañosos. Este es un juego que requiere mucha paciencia. Caminarás y caminarás cargando pesados paquetes que debes cuidar con tu vida, enfrentando obstáculos cada vez más difíciles mientras conectas a una especie de Internet muy avanzado a todo lugar que visitas. Es con ese Internet que las personas, aisladas por temor a un mundo hostil, ahora pueden a volver a sentir conexión con otros seres humanos. Más que un juego, Death Stranding es una moraleja. Te hacen DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20


“vivir” caminando para que puedas apreciar las ventajas de no ser un cretino con los demás. Te cuesta tanto entregar tus paquetes que el agradecimiento de la gente que los recibe siempre es palpable. No solo eso, tu juego está conectado a Internet. Tú y miles de extraños en todo el mundo manejan a sus personajes en el mismo espacio virtual. No nos vemos los unos a los otros, pero sí que nos sentimos. Porque el juego es algo más que caminar, es construir estructuras que hagan tus viajes más sencillos. Tus viajes y los viajes de los demás. No nos vemos unos a otros, pero es gracias al hecho de que compartimos el espacio virtual del videojuego que todas nuestras construcciones también ayudarán a otras personas. En pocas palabras, el juego hace todo para que te des cue nta de la

importancia de las conexiones con los demás, con ese montón de gente a la que les has dejado caminos, autitos y tantas ayudas como ellos han dejado para ti. De esta forma, Death Stranding se convierte en una comunidad que te hace sentir que no estás solo, que a tu lado hay un montón de personas viviendo la misma experiencia que tú... y si bien no la van a vivir igual que tú, ahora algo te une a ese montón de desconocidos. Es como cuando alguien te muestra su peli favorita. En realidad te está mostrando su alma porque quiere que la tuya pase por las mismas experiencias, quiere tener algo en común contigo. En otras palabras, quiere conectar. Eso es este juego: algo que nos conecta y nos invita a ser mejores personas a través de todo lo recorrido, todo lo realizado, todas las contribuciones. Sí, estás salvando un mundo virtual, pero también

estás aprendiendo la importancia de los legados por pequeños que sean, estás recordando que vamos a morir y hay que aprovechar nuestras conexiones con los demás mientras podamos. Que, como dicen en el mismo juego, “continúes continuando”. Y sí, puede ser un juego con mucha exposición de trama y con alto nivel de dramatismo –lo cual es usual en Kojima–, pero está buscando ser novedoso, tomar riesgos, reinventarse. Recuerda, anciano, no le creas a los críticos, no permitas que nadie te diga cómo vivir tu subjetividad, dale una probada a esta ciencia ficción que puede ser pretenciosa, pero que conectándonos con otros nos enseña que al compartir la carga, la vida es más fácil. Y, como decía Werner Herzog, el mundo se revela a sí mismo a esos que viajan a pie”. Sal a caminar, anciano, y cuando vuelvas juega un rato Death Stranding. Abrazos Adrián Nieve

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CRÓNICAS ESFÉRICAS

L Martín Díaz Meave

— Bolivia Bateu. — Brasil também bateu. E muito.

La conversación no iba por buen rumbo. Eran las 0 horas del lunes 30 de junio y el domingo no terminaba de morir. Dida, como me dijo él mismo que lo llamaban, abrazaba a su novia mientras hablaba en un portugués que yo no entendía pero que trataba de emular. Él no me escuchaba y continuaba hablando. — ...un equipe muito mediocre...

A ratos creo que prefería no entender. Lo miré con cara de pocos amigos y me di vuelta para terminar mi cerveza. Estábamos en el bar de una discoteca sin música y yo, sin entender cómo había llegado hasta allí, me quería ir.

Bolivia organizó la Copa América en 1997. El país respiraba fútbol desde la recordada clasificación del 93, y el juego de nuestra selección se había mantenido regular. La intención de los organizadores, desde luego, era volver a obtener el campeonato de 1963, el hito más alto de nuestra historia futbolística. Había con qué hacerlo, la selección mundialista seguía en actividad y los éxitos deportivos al parecer se habían acompañado de un notable fortalecimiento institucional. Al parecer. El evento era muy relevante para los fanáticos del fútbol. La Copa América es el torneo de selecciones más antiguo del mundo y su importancia es superada sólo por el mismísimo Mundial y por la Euro, la competición de selecciones europea. El país se animó a organizar el torneo y lo hizo con éxito, pese a que un par de selecciones no quisieron traer a sus escuadras titulares. Al terminar el torneo, Bolivia alcanzó su máximo histórico en el recién estrenado ranking FIFA: llegamos a ser los Nº 18 del mundo. Estar en el top 20 ya era bastante, pero a ello se debe sumar que íbamos a jugar la final con Brasil. A ese Brasil le habíamos ganado 4 años antes y nadie lo olvidaba. Sin embargo, el camino no había sido una taza de leche. Un comienzo muy dubitativo frente a Venezuela, que

El cielo, la ilusión y el infierno Bolivia 1 Brasil 3 29 de junio de 1997 “Y entonces Bolivia se desmoronó, arrepentida de haber pecado contra el destino que la obliga a perder, como si obedeciera a quién sabe qué secreta maldición venida del fondo de los siglos” (Eduardo Galeano, 1995)

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Nuestra ciudad es tan pequeña. Al entrar a la tribuna me reencontré con viejos amigos de colegio que justo estaban ubicados en las butacas cercanas a mí. No me sentí bien por encontrármelos, al menos no allí ni ese día. De repente caí en cuenta que de todas las veces que había ido al fútbol en mi vida, de todos los torneos que había presenciado, de todos los partidos que había visto, éste era el importante. Bolivia jugaba una final. Y yo me sentía como si no quisiera compartir ese momento especial, como si lo quisiera vivir solo. Sí, me sentía solo, en una soledad que inconscientemente había buscado en medio de 44 mil personas. Al entrar los jugadores y cantar el himno el corazón me latía apresuradamente. Mis nervios estaban allí, pero lo que sentía, en lugar de emoción pura, era un nerviosismo extraño, casi angustiante. El juego comenzó con Bolivia actuando de acuerdo a las expectativas, presionando de inicio. Cristaldo intentaba remates de media distancia, Baldivieso buscaba dejar mal parada a la defensa canaria con su toque elegante, mientras Erwin Sánchez y Etcheverry eran las manijas que conducían al mediocampo boliviano. Del otro lado, la fuerza de los nombres pesaba y mucho. Romario, Roberto Carlos, “el Animal” Edmundo, Leonardo y la estrella, Ronaldo, hacían pesar el oficio del vigente Campeón del Mundo.

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FOTOS WWW.HISTORIADELFUTBOLBOLIVIANO.COM

opuso mucha resistencia y sólo al final cayó 1–0. Luego el Perú cedió una derrota por 2–0 y Uruguay cayó por la mínima diferencia. En los cuartos de final, Colombia nos hizo pasar calores y nos impusimos finalmente por 2–1. La semifinal ante México fue dramática y la sacamos adelante por 3–1. En la agencia (de publicidad) habíamos trabajado fuerte para la Copa. Cuatro de los cinco principales auspiciadores llevaban sus cuentas publicitarias con nosotros y eso nos había dado una carga de trabajo inusual. Al comenzar a trabajar me habían pedido que yo me involucre más en el tema, porque notoriamente era el más interesado en fútbol y en la Copa. Sí, no lo podía ocultar, yo me sentía en mi elemento cuando de fútbol y publicidad se trataba. Y quería, como todo boliviano e hincha, que ganáramos ese torneo. El día de la final desperté con una sensación rara. Por extraño que parezca, no quedé para verme con nadie en el estadio y fui solo. Esto en sí no era lo raro sino el hecho de que, por alguna razón, yo mismo había evitado quedar con alguien para ir a ver la final. Mi barra habitual estaba dispersa, con los amigos de la oficina no había hablado. Estaba en casa y no había salido la noche anterior. Almorcé tarde, me puse mi ropa de ocasión (camiseta verde de la selección, que venía con el abono de Copa América) y me fui a Miraflores.


CRÓNICAS ESFÉRICAS

En ese momento había dos hombres en el fútbol mundial que podían patear un balón a 130 kilómetros por hora, y ambos estaban en el gramado, Roberto Carlos y Erwin Sánchez. Fue después de un tiro libre que cobró el primero que vino el primer gol, cuando Edmundo recogió el rebote del tremendo remate que Trucco atajó y anotó la apertura de cuenta. Minutos después, en tiempo adicionado y antes de ir al descanso, Erwin Sánchez sacó un disparo desde casi 40 metros que sorprendió a Taffarel de sobrepique. El Hernando Siles saltó de alegría, había esperanza en el horizonte. Pero el segundo tiempo fue lapidario. El mayor oficio de los brasileños y el peso individual de sus figuras se impuso, Bolivia estrelló dos balones en los postes y desperdició dos oportunidades frente al arco de Taffarel justo antes de que Ronaldo, o fenómeno, se escapara por la izquierda para poner el 2–1. Rato más tarde, Zé Roberto ponía el 3–1 definitivo. No recuerdo en qué momento salí del estadio. No me despedí de mis circunstanciales acompañantes. No recuerdo cómo llegué a esta discoteca donde —tarde me di cuenta— en realidad habían varios brasileños festejando el título. Sólo recuerdo que salí de ahí y comencé a caminar, sin saber exactamente a dónde iba. Busqué un costado de la

vereda, dejé al lado mi botella de cerveza ya vacía y lloré. Lloré amargamente, en silencio, los ojos finalmente liberando la tensión, los brazos desfallecidos, la garganta dañada por los gritos en la tribuna. No me sentí mal por llorar y no es que no quería que alguien me viera. Simplemente pensé que había derecho a lamentarse, como lo habían hecho nuestros jugadores, cuando se pierde una final. Porque se trata de eso, de llegar al último peldaño del podio y quedarse en él si se sale campeón. Pero perderla significa obtener el galardón más amargo que se puede recibir, entre lágrimas y deseos frustrados. Maradona lo dijo alguna vez: segundos puestos no se festejan. Ese es el problema con un subcampeonato, es un premio que uno guarda para el registro, pero que no puede festejar. De repente se siente como si cielo e infierno estuvieran a minutos de distancia, tan lejos y tan cerca. Esa tarde–noche paceña, Bolivia tocó su propio cielo con las manos y se tuvo que bajar. De repente, en mi llanto, supe que después de todo no estaba solo. Esta crónica forma parte del libro Marcación personal, de editorial 3600, 2013

Maradona Maradona lo dijo alguna ve vez: segundos puest puestos no se fes festtejan. Ese es el problema problema con con un subcampeonat subcampeonato, es un premio premio que uno guarda guarda para para el registr egistroo, pero pero que no puede fes festtejar. ejar. 16

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CRÓNICA Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La sublevación indigenal de 1947

ILUSTRACIÓN ANA MEDINACELI CADENA / DGR-UCB

El soldado de Ayopaya

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CRÓNICA

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D Encuentro

OMINGO POR LA MAÑANA, oct ubre. Joaquín se sienta en un k’ul l u de árbol, remanente de un par de inmensos molles que teníamos acá –aclara–. Uno macho, uno hembra. El macho daba diminutas flores amarillas; el otro, frutitos rojos que devoran los chiwalos. El patio está entre dos casas. La principal, adelante, poblada de fantasmas, dice, porque cree que en su momento este fue lugar de crimen, en la pretérita oscuridad, cuando desde aquí hacia el oeste se extendían humedales que le ganaron el nombre de p’ujru (depresión, en quechua). La segunda es pequeña, práctica, de ladrillo visto y grandes ventanales. Allí vive. En la otra, su hija. El sol cae de lleno en el vestíbulo de cerámica. Las flores violetas de la Santa Rita se entrelazan con el tronco del paraíso dando un ferviente tono cochabambino a la cita. En la radio suenan tangos de la guardia vieja, con gusto argentinizado por el tiempo de estudio y disipación en Córdoba, en una fallida carrera de ingeniería, y luego en la sensatez de su esposa santafesina que terminó amando Cochabamba más que él y cultivando seis hijos. Ese año, el 46, salí bachiller. El 4 de enero del 47 me presenté voluntario al servicio militar que, siendo obligatorio, no

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FOTOGRAFÍA COLONOS DE HACIENDA / ARCHIVO CORDERO

El indio se alzó en medio de un espeso caldo de cultivo plagado de rencillas ancestrales. Joaquín, el soldado, recuerda la noche en que un coronel murió con el cráneo triturado. De anécdotas está hecha la historia.


CRÓNICA

consideraba para sus filas a menores de 18 años como yo. La Muyurina, donde aún sigue el cuartel, era una explanada llena de indios acurrucados y vendedoras de comida. Los reclutas, la mayoría de la clase baja citadina, pocos indígenas, se despedían de sus madres como si partiesen a una guerra inexistente. Se ensimisma. Tocan el tango Destellos en la radio. Me recuerda a mi mujer –susurra–. Escuela de Clases Sargento Maximiliano Paredes se llamaba el lugar donde me presenté. No pertenecía a la clase oligárquica, pero mi familia venía de antes, y era bien considerada en aquella esmirriada sociedad de abundantes mestizos y escasos blancos. Además, yo desciendo de héroes –afirma, en una frase que se evaporará en el espacio de nuestra charla y que me arrepiento de no haber agarrado por el cabo. Le pregunto por qué, ya que habló de ello, no había indios en las filas del ejército. En otros lugares sería diferente, pero la Muyurina era cuartel de extramuros. Aunque a mediados de año llegaron muchos aymaras en camiones, levantados de pueblos del sur cochabambino o de la cercana Oruro, la mayoría de los internos pertenecía al lugar. Uno de esos aymaras, Valetín Apaza Ticona, recuerdo, fue designado para ocupar la litera encima de la mía. Caían los piojos, día y noche sobre las frazadas, el rostro, los cabellos. Ellos los trajeron. Los sábados, cuando salía de asueto, mi madre me hacía desvestir a la entrada de la casona de la calle Lanza y con un palo levantaba mi ropa y la ponía a remojar en gasolina en una usada lata de manteca. Luego me mostraba los animalitos muertos, en fila en todas las junturas, casi con instinto cuartelario. Así durante los nueve meses y veintiún días que presté servicio. Las hijas de Joaquín desenvuelven unas salteñas de un papel sábana blanco. Me he desacostumbrado algo al picante, pero me animo con un par. No están mal, sabrosas. Las acompañamos de refresco de naranja en extremo dulce, lo anoto.

Antecedentes Largos y complejos son los antecedentes de la rebelión indígena del 47 en Ayopaya. Había una antigua tradición de levantamientos, pero, esta vez, los gérmenes venían del Congreso Indígena del 45 y las leyes dictadas durante el gobierno de Gualberto Villarroel. Se podría hablar, en síntesis, de que a partir de entonces comenzaba a gestarse un proceso en el que el indígena deseaba ser artífice de su propio destino, de elegir libremente a sus autoridades. Esto, en Ayopaya, ya en 1946, llevó a la población blanco–mestiza a percibir que la provincia había sido “tomada” por los indios. Al mismo tiempo que las autoridades comunitarias, o excomunitarias, tenían mayor peso que las elegidas por el Estado, la explotación de los colonos en haciendas alejadas como Yayani, especializada en la producción de papa a pesar de sus múltiples estratos climáticos, alcanzaba intolerables niveles. El indio no se alzó reivindicando la figura del presidente mártir; algunos estudiosos señalan, sin embargo, que algo de ello hubo en la región cochabambina. Tampoco se llegó al

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Jóvenes oligarcas de la época.

extremo de demandar la abolición del pongueaje. Si bien las leyes del gobierno de Villarroel no eran ambiguas, no se podía decir que fuesen del todo claras. Es en ese confuso caldo de cultivo, plagado de rencillas ancestrales, ideas políticas nuevas, diversas perspectivas acerca de los fines, fragmentación, etcétera, que en febrero de aquel año la indiada dirigida, dicen, por el alcalde de Yayani, Hilarión Grájeda, atacó, precisamente, Yayani, matando a un teniente coronel e hiriendo al mayor Carlos Zabalaga.

El cuartel Se había entrenado como boxeador en el gimnasio de un señor Roa, calle Colombia entre San Martín y 25 de Mayo. El boxeo sigue siendo su pasión, a pesar de que ya no recibe la revista de suscripción The Ring desde la época de Mike Tyson, DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20


el comeorejas. Es como si el deporte y sus ídolos se hubiesen congelado en la cronología. Muhammad Alí sigue siendo Cassius Clay para él. Inventó un ingenioso juego de tapitas de soda o de cerveza a las que les ponía nombres de boxeadores en un papel que cruzaba el metal, con fina letra. “Solo pesos pesados, porque no me gustan esos sietemesinos filipinos o mexicanos de otras categorías”. Me muestra las que sobrevivieron la debacle que significa que los hijos se van y los padres se quedan: Zora Folley, Sony Liston, Paulino Uzcudúm, Oscar Ringo Bonavena, Arturo Godoy, Jersey Joe Walcott, Primo Carnera… Nunca pudo ser peso pesado, hasta que la edad, pasados ya los cincuenta, le trajo prestigiosos ochenta kilos. “Fui peso welte r en el cuartel, en batallas de inexistente técnica y de pobre espectáculo. Boxeadores nativos peleando con la DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20

guardia abierta, tratando de conectar uno de esos letales waraq’azos (golpe de puño de costado, con los dedos cerrados sobre la palma, me muestra cómo) a los que están acostumbrados los indios”. Allí triunfó, y sus victorias le dieron la posibilidad de salir casi cada fin de semana a casa. Pero el deporte perdió su encanto. La vida militar no era como se pensaba. La comida parecía mierda sacada de las letrinas, se abusaba. Al soldado Fenelón –r e me mo r a– lo mató un oficial a patadas. En el reporte dijeron que falleció por fiebre de Malta. Juré en voz alta que mataría al cabrón que lo había hecho, miembro de mi clase social y con conocidos o familiares mutuos. Los conscriptos rurales, que nos odiaban y que despectivamente nos apodaban “los bachilleres”, le fueron con el cuento. Me llamó y me dijo: qué pasa, Joaquín, he escuchado que amenazas matarme. Si yo no asesiné a ese pobre muchacho; estaba enfermo como denuncia el reporte del forense. Pero, si insistes en tu idea, cuando termine tu servicio y te den de baja, sabes dónde buscarme. Le prometí que lo haría y no hubo día en aquel antro en que no me deleitara con la idea de plantarle un tiro o al menos darle una gran tunda. Llegó la fecha, y perdón que me adelante a tus preguntas, pero debo decirlo ahora. Aquel, como suele ser común entre milicos, tenía de característica la cobardía. Subió hasta el grado de coronel y me evitaba en las estrechas calles de la ciudad en el futuro posterior. Al minuto en que me licenciaron, fui a buscarlo. Estoy aquí porque me pediste venir. Se hizo el tonto. Pero, querido Joaquín, si eso está olvidado, eran los ánimos caldeados del instante. Si nosotros nos conocemos, hermano. Salí furioso, y recordé que un tío mío, coronel mimado del ejército boliviano, había quemado su uniforme y condecoraciones al dejar la institución. Apestaba.

El 47 Casi cada año, si mal no me juega la memoria, los indígenas se sublevaban en Ayopaya, en Tapacarí. También en la parte de Tarata que linda con Potosí, más preciso en Sacabamba. Rebelión endémica, quizá, o extrema pobreza. O ambas. No en vano se asociaron republiquetas en la región, donde a los españoles que trepaban los riscos les machacaban cascos y cabezas con galgas de piedras gigantes. ¿Le dije que de allí viene mi familia?, de la provincia Ayopaya tirando hacia Inquisivi en La www.paginasiete.bo

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FOTO ARCHIVO C. LANZA

Al soldado Fenelón lo mató un oficial a patadas. Juré en voz alta que mataría al cabrón que lo había hecho, miembro de mi clase social y con conocidos o familiares mutuos.


FOTO ARCHIVO C. LANZA

CRÓNICA

Militares en la Guerra del Chaco. Allí eran enviados los indígenas, como carne de cañón.

Paz. Hice, a pie, muy joven, la odisea de caminar cinco días desde Cochabamba hasta Palca–Independencia. Buscaba mis raíces. No pude llegar más lejos, como deseaba. Miré despojos de lo que habían sido los míos: mujercitas oscuras, vestidas de negro, cuyas reminiscencias se habían agotado o nunca tuvieron. Nada saqué en claro. Sin embargo, sentí en la piel algo que podría llamar la esencia india, ese nativo dormido que duerme en el colectivo mestizaje, que nunca han sepultado apellidos ni emblanquecimientos”. Lejos, muy lejos tal vez, hay aullidos de indias violadas, y luego, un largo maquillaje que quiso inventarnos, pero no liquidó la sangre escondida. Y eso se siente en la piel, en los poros, en la manera de sentir el sol de montaña calentándonos. Indescriptible, único para los diversos tonos de mixtura que somos los bolivianos, y que aflora en las festividades de carnaval, de vírgenes, de santos, del señor negro de Machaca y tanta historia no escrita y en peligro de extinción. En la finca de los Zabalaga, en Yayani, los indios, de noche, le destrozaron el cráneo con rocas a un coronel José Mercado, creyendo, por la ubicación del lecho, que era el otro coronel, el Zabalaga, hacendado principio y fin de sus pesares. Justo pagó por pecador, solo por sacar a flote un dicho popular que tal vez no refleja la verdad. Lo cierto es que se pidió en la Muyurina sesenta voluntarios que fuesen a aprehender a los culpables.

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Me anoté: era ingenuo e impetuoso. Ni tanto aventurero, pero se dio el desafío y lo tomé. Mi madre lloraba mientras hacía un amarro con platillos maternos y con pito, polvo de maíz endulzado que sirve como alimento y deleite al mismo tiempo. Cuando llegamos a Morochata, caminaba cansina una procesión con el féretro del difunto Mercado. Se había cometido un crimen y llegábamos para castigarlo. Ceguera juvenil o simplemente tonterías de niños de clase media trasladados a un mundo que conocían de soslayo, de un exterior casi mimado que los hacía disfrutar del campo sin adentrarse en los detalles de la tragedia social. Don Joaquín se ha ido a hacer la siesta. Converso unos minutos con las dos hijas presentes y hago también un paquetito con mis páginas garabateadas y la pequeña grabadora que me sirve para no olvidar. Volveré mañana, aviso, lunes, después de la siesta. Lo esperamos para el té. A las cinco.

Perfil Don Joaquín es un hombre de 84 años. A pesar de que las décadas lo han encorvado un poco, se nota que hubo gran vitalidad y sólido físico en su metro setenta de estatura, por encima de la media nacional. Su cuna no lo integró con la aristocracia valluna, pero menos lo puso con los del montón. DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20


Los sublevados Indios y mineros encontraron puntos comunes de protesta. La muerte del coronel Mercado mostraba la arista de una roca de extraordinarias dimensiones que comenzaba a moverse, o, mejor, que se reanimaba, siglo tras siglo. Los sesenta voluntarios de la Maximiliano Paredes miraron pasar el féretro cubierto con una bandera, como debería corresponder a los héroes. Nada sabían acerca del difunto, ni quién era ni qué hizo. El ataque se estrellaba contra la institución en particular y contra la sociedad “bien” en general. Merecía punición y desaire. Caso contrario, crecería como una avalancha de piedras, práctica de guerra de los guerrilleros republicanos contra la corona goda, aprendida de la indiada carente de recursos para tener armas. Palancas hechas de ramas reemplazaban a los cañones. DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20

En esta ocasión, los mineros encabezaban el levantamiento, y disponían de temible dinamita. Algunos venían de la mina Kami, en el sur de la provincia; los más del altiplano. La rebelión de 1947 fue otro hecho premonitorio de la eclosión social de 1952, la llamada Revolución Nacional. Hubo muertos, bastantes en Tapacarí, pero los disturbios no alcanzaron magnitud revolucionaria. Síntomas y manifestaciones, año tras año, mes tras mes, hasta consolidarse en el movimiento posterior de masas indicado, que trajo mejoras, pero que también inició otro tipo de manipulación del indio boliviano, que nunca ha tenido, ni siquiera ahora, autonomía y decisión en gran escala.

El viaje Me da pena partir, pero debo retornar a mis obligaciones en el periódico. A lo largo de los días me he ido acostumbrando a la amistad de esta gente, su bonhomía, la tibieza de sentarse bajo el sol, al lado de un humeante té, a conversar sobre historia viva. Continuaremos por teléfono, un par de llamadas por día que según Joaquín han de aliviarle la jubilación. Muy lúcido para un hombre de su edad, leído, me incita a pensar que esta cita y este argumento abrirán otros: sabrosos, brutales, entretenidos como las digresiones pugilísticas.

Insurrección Con los acordes de un bolero de caballería, el cuerpo del coronel asesinado fue bajando la calle del pueblo. Luego a montarse de nuevo al camión rumbo a Chinchiri, justo al frente de la sangrienta Yayani. Habilitaron una escuela para alojarnos. Algunos bancos de madera astillada y vieja se apilaban en el rincón. Piso de tierra apisonada, helada. Al anochecer caía la niebla. Por el solitario ventanuco se observaban blancas www.paginasiete.bo

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FOTO DE LA PUBLICACIÓN ORIGINAL DE FRONTERA D

“Hidalgos” los nombraron en la colonia, y en ese vocablo se reconocían. Es afable, incluso cuando sus ojos verdes parecen incendiar el derredor. Nariz aguileña, casi de judío suele decir. Tanto que, en una ocasión, con un primo suyo, rubicundo como rabino de Cracovia, persiguieron al nazi Klaus Barbie en la plaza principal de la ciudad. Lo insultaban en alemán ¡scheisse! y el “enano” no atinó más que a correr, creyéndose atenazado por espectros. “ Tuve setenta primos – murmura con tristeza–; ninguno está ya”. Y desentierra historias que bien conformarían un libro. Me estremezco al pensar que la vida es muy injusta, que se escribe, narra, relata, una mínima parte de lo que se debiera, que con el último suspiro de cada uno de estos ancianos se pierde para siempre una historia oral, algún secreto cuya importancia jamás sabremos. Pe r o n o p u e d o e l u c u b r a r acerca de la eternidad. Debo viajar pronto y le pido que sigamos, para terminar, en unos días más, nuestra conversación por teléfono.

En la finca de los Zabalaga, en Yayani, los indios, de noche, le destrozaron el cráneo con rocas a un coronel José Mercado, creyendo que era el otro coronel, el Zabalaga


volutas de aire congelado. Al cabo de dos días, meábamos sangre. Por enfriamiento, decía el suboficial enfermero y repartía pastillas. Disparos aislados sonaban hacia Yayani, donde se habían apostado los carabineros. Nosotros debíamos aguardar al Regimiento Camacho, Primero de Artillería, de Oruro. El sitio de reunión se acordó en el puente Yakanko. Esperamos por horas y nada. El oficial a cargo pidió un voluntario para dejar un mensaje a los artilleros debajo de una roca que se observaba en el borde opuesto. Para cruzar, el “puente” no era otra cosa que una tronca atravesada. Debajo se oía el estruendo del torrente. Caer implicaba muerte y olvido. Nadie podría recuperar el cuerpo. Apolinar Holguín Espinoza, de Itapaya, camino de Capinota, dio un paso. Lo vimos balancearse en el vacío abrazándose como perezoso de los bordes de la húmeda corteza. En un papel, el militar había escrito un mensaje cifrado. Cómo sabrían los del Camacho que estaba debajo de esa piedra es algo sin respuesta. Era el 12 de febrero de 1947, en los bajíos de Chinchiri. Verano, lluvioso como suele ser.

Alma en pena Dirán que las difíciles circunstancias causan alucinación colectiva. Quizá. Absortos, tristes por la inacción, regresábamos a la escuela cuando, bien nítidos, a las cinco de la tarde, oímos lamentos con voz femenina. Lo primero fue pensar que algún indio borracho golpeaba a su esposa. Bajamos a la quebrada de donde habían salido, abriendo las matas con bayonetas, listos para ensartar al cabrón capaz de semejante barbaridad. No había nadie. Los arbustos luego del alboroto retornaban a su mutismo, apenas movidos por la brisa fría del atardecer. Al sentirla, suave, penetrando por los resquicios del uniforme, se nos pusieron los pelos de punta y comenzamos a retroceder. Ya en la cuesta le contamos a un mulero lo sucedido. Ah, dijo, es la tal, y echó un nombre; a la pobre la mató su esposo a hachazos; desde entonces pena. Lugar maldito. De pronto no veíamos a un palmo por donde caminábamos. Apresurados nos arremolinamos ante la puerta de la escuela para entrar cuanto antes, a refugiarnos en un café que no era café, sino una infusión de cáscaras. Pero sabía a gloria. Y el hombre desconocido de un costado y del otro, se convertía en garantía solidaria de no hallarse solo. Comenzaba, como con reloj, el amedrentamiento de los alzados haciendo explotar dinamita. Pensé en mi madre, en casa, en lo lindo que sería estar parado en la puerta de la (calle) Lanza mirando a los ya pocos transeúntes volviendo a sus techos.

ILUSTRACIÓN VICTORIA DELGADO PADILLA / DGR-UCB

CRÓNICA

Comidas Mote y papa cocida. Mote negro, rojo, amarillo. Lawa. Quesillo duro y quesillo fresco, comprado con el dinero de los reclutas. Una bolsita de sal en medio, ensuciada por el toque colectivo, para esparcirla sobre el montón de t ubérculos amontonados sobre una manta en el piso. Comiendo con la mano, chupándonos los dedos negros de una semana sin baño.

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El sargento preguntaba quién quería cagar. Por lo general íbamos todos, pero había que levantar la mano. Se conocía como la “hora del caguis”, y en sus orillas, en fila, fraternizábamos en sociedad En el cuartel no era mejor. Luego del rancho de mediodía, y del de las seis, el sargento preguntaba quién quería cagar. Por lo general íbamos todos, pero había que levantar la mano. El río Rocha, que es torrentera y no río, corría detrás del cuartel. Se conocía como la “hora del caguis”, y en sus orillas, en fila, nos despojábamos de las inmundicias mientras fraternizábamos en sociedad. Los baños no se estilaban en la época. Incluso los patrones cagaban en el corral, permitiendo a los chanchos alimentarse de eso en un círculo vicioso. Con la temporada de lluvias, cuando el agua bajaba a raudales, limpiando, podíamos bañarnos, observar las generosas tetas de las lavanderas, que luego de dar de mamar al crío se quedaban a la intemperie, goteando como pilas mal cerradas.

El caudillo No hubo uno –afirma Joaquín–. No uno visible que recuerde. Los focos eran dispersos, cada cual con sus jerarquías, seguro. Al menos en Ayopaya. No vimos combate. Los carabineros sí mataron a algunos. Nosotros la pasamos masticando coca, mezclándola con llujt’a, ceniza con papa. Nos atemorizaban con historias, con la ferocidad de los trabajadores de las minas de plomo, de cómo la indiada de Punacachi machacó la cabeza de un patrón en una estancia, como se llaman las haciendas de altura. Seguro que los rebeldes sabían más que nosotros de lo que pasaba en el país. No se hablaba de ello, ni siquiera de quién se sentaba en la silla. ¿Hertzog? ¿Urrilagoitia? Qué más daba. Ante la inactividad, nos bajaron al valle, a la verde Parotani, donde ya el ejército se nos antojó jolgorio. Lo hicimos por Tapacarí, atentos porque la rebelión indigenal pululaba por los cerros. Ya tiempo de carnaval, fines de febrero, quizá marzo. Ayopaya, la tierra de mis ancestros fue DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20

difuminándose. Nunca volví desde entonces. Una vez, enfermo de bocio tóxico y predicha mi muerte por los médicos locales, retorné a la Argentina, con tres hijos a cuestas. Me operaron gratuitamente, degollándome de oreja a oreja como puedes ver en esta marca igual a la que deja la soga al ahorcado. Sobreviví. Había hecho un voto de que si me salvaba iría en peregrinación al señor de Machaca, un Cristo negro entre dos ángeles de pie, muy milagroso. No lo hice, y te digo que me hubiese gustado hacerlo, más que por agradecer al santo, por conocer el lugar donde se afincaron mis dos tías viejas, hermanas de mi madre, luego de los despojos de tierras que les trajeron juicios y la reforma agraria. Anki y Uchipa les decíamos, diminutivos de Angélica y Josefina. De ellas conservo este vaso de plata. (Leo: Angélica, 1904)

Teléfono y epílogo Don Joaquín ¿me escucha bien? “Sí, no hay novedades por aquí. Rutina y cansancio ¿Y usted?” Quedamos en eso de los caudillos, si recuerda. ¿No hay nombres, al menos uno? Cuando estábamos en Parotani nos informaron que traerían a un maestro rural que andaba exacerbando los ánimos de la población nativa. Al parecer era director en Tapacarí. Lo habían atrapado en la quebrada de Ramadas los carabineros. Venía amarrado. Me ofrecí a escoltarlo hasta Cochabamba, a pie el prisionero, unos cuarenta y cinco kilómetros. Dos otros voluntarios me acompañarían, un tal Benjamín –se me ha borrado el apellido–, que veinte años más tarde sería picado a cuchilladas cerca de Vinto por asuntos de narcotráfico. Tenía una finca en Villa Tunari y fue de los precursores de este negocio. Era beato, de oración y hostia. Del otro no tengo memoria, un muchacho de Sucre, creo, pero no importa. Preparamos los caballos, agua y comida, y partimos rumbo a la ciudad. Quisiera decirte la fecha, pero se atasca en la punta de la lengua. A empujones lo arreamos. El tipo intentó aleccionarnos, llamándonos “juventud de Bolivia”, pero no le hicimos caso. Cállese, carajo de mierda. Lo entregamos en Cochabamba a la Séptima División. Aquella noche, orgulloso al menos de este breve e ínfimo papel protagónico, me sorprendí de ver al rebelde paseándose ufano por la plaza 14 de Septiembre. Ignoro los detalles de lo que vino después. Sé que cuando dejé el cuartel, luego de la negativa del milico de batirse conmigo, como quisiera, a puño o a bala, agarré el terno con que me esperaban mis padres, puse pistola al cinto, y me fui a Potosí a visitar a mi novia, una alemanita interna del Colegio Alemán. Me despido. El clic del teléfono suena como un corte en el tiempo. Como periodista comprendo que no puedo ponerme nostálgico, perder objetividad, pero en este momento me es imposible sortear esta sensación de vacío. Esta crónica fue publicada, en su versión original y completa, en la revista digital Frontera D, en 2014. www.paginasiete.bo

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CÓMIC Cecilia Lanza Lobo

LIBRO DE COLECCIÓN

Las viñetas se dibujan en femenino

La reina, Claudia Gorena

Una antología con las obras presentadas en el festival Viñetas con Altura, 2019

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N MAYO DEL AÑO PASADO, el festival Viñetas con Altura desarrollado en La Paz dedicó a las mujeres su décimo séptima versión. Artistas, dibujantes, diseñadoras e historietistas nacionales e invitadas internacionales expusieron sus obras bajo el título Las viñetas se dibujan en femenino. Esa iniciativa se presenta ahora en un libro en tres idiomas: castellano, quechua y aymara. El proyecto completo estará en la web https://vinetas.lenguas.org.bo/v2019/ sitio al que el lector podrá acceder mediante códigos QR que acompañan la edición del libro. Y ya que hablamos de mujeres, y con ellas de relatos dibujados al calor de las hogueras, habrá que recordar que, según las brujas de este mundo, este es un año femenino y conviene escucharlas. Así que si no pudieron visitar la exposición de estas warmis poderosas el año pasado, mejor aún tener el libro para repasarlo una y otra vez. Recuerdo, por ejemplo, a la chilena Lunik y sus personajes femeninos desenfadados, mujeres divertidas burlándose de sí mismas, hurgando sin pena en aquellos lugares intocables. O Ana Medinacelli, nacida en Sucre, residente cruceña, que al estricto modo y estilo de la iraní Mariane Sartrapi tenía una propuesta tan simple como narrar su vida de mujer; cosa profundamente política. Tampoco olvido a la cruceña Alejandra Salvatierra, quizá porque su mirada italiana a las cholas luchadoras alteñas sale del ring. Y de todas ellas, me quedo con la argentina Pupi Herrera por llevarnos de viaje a las entrañas. Las viñetas se dibujan en femenino es un proyecto de la Editorial con Altura de Viñetas con Altura, apoyado por la Organización de Estados Iberoamericanos en Bolivia y el Espacio Simón I. Patino. El prólogo es de Wara Godoy y el diseño gráfico de Sergio Rodriguez FaRoRi. Son 8 historietistas, una humorista gráfica y 11 ilustradoras. Un libro de 126 páginas en papel couché cuyo costo es de Bs. 100. Se presenta el 12 de febrero a las 19:30 en la sala 2 del espacio Simón I. Patiño de la calle Ecuador de Sopocachi, en La Paz.

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Futuro, Diana Cabrera

Alba, Daniela Peterito

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Domingo de noche, Antagรณnica Furry

Rosa, la poderosa, Alejandra Salvatierra

El deseo, Avril Filomeno

La huella, Alejandra Andrade

Humor grรกfico, Alejandra Lunik

Ilustraciรณn, Fabiola Varnoux

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CÓMIC / LAS VIÑETAS SE DIBUJAN EN FEMENINO

El aliento, Susana Villegas

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MAnGO DE OZ Óscar Martínez

Morir por cosas así FOTO ARCHIVO PÁGINA SIETE / COMPOSICIÓN ERIKA AGUILERA

En la fila de los anticuchos, cara a cara con el destino

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ALÍ DEL TRABAJO silbando una vieja canción que me traía malos recuerdos y me fui con las manos en los bolsillos rumbo a la estación del Teleférico. De lejos me pareció verla. Sí, al parecer era ella. Allá estaba: hermosa y radiante como siempre. Disminuí la prisa de mis pasos ya que me di cuenta que casi me había puesto a correr para encontrarla. Pero... ¿qué le podría decir después de tanto tiempo? Después de tantas noches que nos prodigamos algo que parecía amor

si es que no lo era. Me acerqué cauteloso. Ella se mataba de risa en medio de una multitud de gente. Me hice a un lado y le dije: — Soy yo, Vicky. — ¡A la cola! –me gritó sin mirarme a la cara. Todos con cara de malhumorados en medio de una humareda atroz. ¿Quizá no me ha reconocido? ¿Todavía estará enojada conmigo por esa noche que tuvo que meterme a la fuerza en un taxi para que deje de discutir con esos borrachos DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20

tropicales que habían osado llamarla Gorda? Pero no. Ya ubicados mis lentes pude ver que no era ella. Todo fue una ilusión de mi mente. Una broma cruel del destino, así que me fui agazapado y sollozando a otro puesto. Ahí, con mucha pena pude ver que ya nadie come anticucho en el alambre sino en platitos desechables, lo cual equivale a comer salteña con cucharilla. Imaginé a mi padre mirando con desprecio a los collas que iniciaban a sus vástagos en los misteriosos goces del picante y me resigné a pedirme un doble que disfruté con un nudo en la garganta Ahora resta saber dónde estará la gorda renegona de los anticuchos de la puerta del Coco Loco y su ají de maní adictivo. Me pregunto si –quizá– piensa en mí, así como yo pienso en ella. Tal vez me extraña y, en el murmullo de la noche, en el triste crepitar de su parrilla, ve su banquito de plástico vacío o con otro gordo y me recuerda y sospecha que son semanas que no la encuentro. ¿Cuándo estará y dónde? Una vez le dije que no se preocupe. Que moriría de cosas así. Pero tiene que saber. Saber que la he buscado. www.paginasiete.bo

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RETRATO Claudia Adriázola Arze

Entre lanas y telares Colgado ante la ventana de su escritorio gira un cristal y los rayos de sol le arrancan pequeños arcoíris que destellan sobre las paredes y sobre los libros de su biblioteca. En una esquina del cuarto hay una canasta llena de lanas que ella misma ha aprendido y también enseñado a teñir utilizando técnicas ancestrales e ingredientes diversos como la cebolla, la chinchilla y el urucú. Silvia solía sonreír detrás de su escritorio sobre el que están apilados libros de historia, de arte textil, de astrología, de yoga y de literatura. Era una mujer multifacética de mirada verde y curiosa que tenía la capacidad de ver el mundo a través de una sabiduría singular que trasciende el tiempo y el espacio. Silvia vivió la vida de forma intensa y se ocupó de todos sus quehaceres como si cada uno de ellos hubiese sido el único al que se dedicaba. Y es que todos ellos despertaban en ella una profunda pasión que se ve sempiternamente impresa en los resultados de todo su trabajo. Sus cinco hijos, Claudia, Valeria, Paola, Gabriel y Alejandro han crecido enredados en sus lanas y entre sus telares, acunados por la voz de Silvio y con el sonido del tecleo de su máquina de escribir que tejía incansables investigaciones, proyectos e historias que ahora son legado y obsequio para tantas personas que la amaron de manera incondicional. Y es que ella, a lo largo de su vida, ha ido tejiendo con hilos de amor indestructible relaciones imperecederas que continúan y sellan un pacto de amor que va mucho más allá el universo. Silvia Arze (1953-2020), investigadora del arte e historiadora paceña.

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FOTO ARCHIVO FAMILIAR

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C A RT E L E R A Ojo al parche Adrián Nieve

La Academia no sabe nada

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AMAS Y CABALLEROS CAUCÁSICOS, sean bienvenidos. Soy la Academia y esta noche es mi ceremonia: los Oscar, esos premios que todos creen que se entregan a las mejores películas del año, a las actuaciones más impresionantes, o a los guiones mejor escritos. Y sí, sucede. Por coincidencia o porque no me queda otra, recuerden que tengo cierta reputación que mantener. Pero la mayor parte del tiempo ganan las que tienen que ganar, las películas cuyos productores me hayan mimado mejor. Después de todo, soy yo quien decide las nominaciones y, obviamente, quién ganará. Ya saben, más que mérito cinematográfico, es un tema del

mejor postor. Por eso detesto cuando salen películas como Unc ut ge ms (Josh y Benny Safie, 2019. Drama), pues son la clase de películas que se merecen muchos de mis prestigiosos premios, pero que pertenecen al tipo de cine que más detesto: el incómodo, el angustiante, el que deja a mi público pasmado Uncut gems gems y, me atrevo a decir, traumado. Esa trama, ese final, esos giros en la historia, esa construcción de personajes; todos son objetivamente buenos, y si el mundo se animara a ver películas como Uncut gems, con el tiempo dejarían de llenar los cines cuando papi Hollywood estrena sus sagas de superhéroes o la novena entrega de Rápidos y Furiosos. Esas son películas que se esmeran en mantener a nuestras audiencias complacidas y sé muy bien que nadie va al cine a pensar. No es que Uncut gems te haga pensar. A decir verdad, más que una película es un viaje tan tenso que pensar es algo que recién se te ocurre al final, cuando el desenlace libera la tensión que se ha ido acumulando dolorosamente a lo largo del filme. Y yo no quiero eso. A mí denme películas dramáticas pero inofensivas, como The theory of everything, The shape of water, o Green book. Películas que cuentan historias para sentirse bien, que solo te hacen pensar lo necesario, o que te hacen ver inclusivo y tolerante cuando lo necesitas. Soy la Academia, necesito siempre quedar bien con ustedes, mi adorado público, aunque

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algunos me digan discriminador, o uno de esos inventos de los millennials. Por eso tampoco le otorgué una nominación a Adam Sandler. Se la merece, con todo y premio, a Mejor actor. Pero si le doy un premio por esto, no seguirá haciendo las películas tontas y terribles que tanto d inero le dan a papi Hol lywood, así que tengo que mantenerlo en su lugar. No se preocupen, puse una excusa tonta: “su carrera está llena de malos roles como para nominarlo por Uncut gems”, cuando todos sabemos que el hombre probó que sabe actuar en películas como Punch drunk love, Spanglish y The Meyerowitz stories. Así que, por si no les quedó claro, no vean Uncut gems. O Parasite. Vuelvan a ver Joker, por favor.

5 películas que deberían ganar esta noche, pero ni siquiera están nominadas

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WAVES, 2019. Trey Edward Shults. Drama. Cualquiera diría que, dado que se me acusa de ser una Academia machista y racista, este filme sería nominado en todas las DOMINGO 9 DE FEBRERO 06|20


categorías. Pero es tan bueno que decidí ignorarlo. Las actuaciones, las transiciones, las cámaras, la inmersiva banda sonora, la trama, el mensaje. Todo está tan bien realizado que, de haber cumplido mis requerimientos, esta película habría arrasado con varios premios. Entre nos, les confieso que es una de las películas más poderosas del 2019, que muestra las consecuencias más graves de una paternidad tóxica, pero es tan increíble que no se detiene a condenar, sino que muestra el lado más humano de una persona en medio de la tragedia. MON OS, 2019. Alejandro Landes. Drama. No es que quiera censurar un tema como el de los niños guerrilleros. Solo que cuando un filme se anima a mostrarlo de una manera tan brutal, pero a la vez tan parecida a un sueño con breves momentos de pesadilla, pues, sabemos que eso no vende, así que ¿para qué nominarlo? El filme se ve bello, las actuaciones muy bien manejadas para ser un grupo de niños novatos, y qué suerte que sea una película latina porque así no se nota tanto el haberla obviado de las nominaciones. Claro que, en mi defensa, el Mejor filme extranjero es la categoría donde suelo ser más justo. P ORT R AIT OF A L ADY ON FIRE, 2019. Cél ine Sciamma. Drama. No podía, simplemente no podía, nominar este filme. No solo es extranjero sino que con imágenes preciosas y actuaciones inolvidables hace que mi público reflexione sobre cómo funciona nuestra poderosa sociedad . Y eso, e n un f ilme tan seductor como sentimentalmente devastador, no merece premios. Si tanto les gusta, véanla en sus casas, porque los cines bolivianos tienen la misma actitud que yo y si es que se dignan a ponerla, buscarán la versión doblada por mi querido Eugenio Derbez. THE FAREWELL, 2019. Lulu Wang. Comedia, drama. Con Parasite no tuve otra más que nominarla a algo más que Mejor filme extranjero. Esa película es tan poderosa que, si no la nominaba, la gente molesta no iba a dejar de restregármelo en cara. Pero soy la Academia, demonios. Si me veo forzado a ceder en eso, al menos dejaré de lado las geniales actuaciones en este filme. Igual, es una película lindita y emocional, de esas que te hacen llorar bonito, con todo el sentimiento de pensar en un ser muy querido. Nada del otro mundo. HONEY BOY, 2019. Alma Har’el. Drama. ¡Ah, Shia LaBeouf, mi niño malcriado! Lo criamos para ser el favorito de papi Hollywood, y el malagradecido tuvo varias crisis emocionales que lo pusieron más del lado indie con películas íntimas y retadoras como ésta. ¡Y qué película! Juro que tendría premios por su dirección, su guión y actuaciones si no fuera por el resentimiento que le tengo a los que, como Shia, deciden dejar de lado el cine de mi adorado Michael Bay –al que prometo que un día le crearé una categoría en los Oscar para honrar su estilo de cine–. Y esas son solo algunas de las películas que no nominé para poder honrar al cine de siempre. Al cómodo y “de trayectoria”,

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Wav Waves

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como dicen los futboleros. Pero no sabrán cuáles son todas las omitidas. No de mi boca, al menos. Estoy tan ocupado ahogando al público en la publicidad de los filmes que sí quiero que vean, pues no tendrán muchas chances de encontrarlos. Pero ustedes no tienen por qué preocuparse de eso. Más bien, dejen de pensar y sintonicen mi ceremonia esta noche. ¿Quién sabe? Tal vez podría terminar sorprendiendo incluso a la gente molesta. www.paginasiete.bo

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VIร ETA Guizada Durรกn

Anzuelo

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