Revista Rascacielos 3|19 ( 20 de enero 2019)

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Domingo 20 de enero de 2019. La Paz, Bolivia. Año 2.

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EL PRECIO DE LA PATRIA

Andrés Montaño y el oficio de narrar | ¡Oh no! La internacionalización del folklore boliviano Un jardín conceptual en Tokio | Me voy a poner tetas dijo él, muerto de risa | Pedro Parodi | Ojo al parche


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¿Es el servicio militar la cuna de la violencia machista?

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Cecilia Lanza Lobo

* Rascacielos abre este espacio a la buena crónica, perfil, historieta, diario de viajes, testimonio, fotografía, fotoreportaje y otros vicios. Pueden enviar sus aportes a: rascacielosrevista@gmail.com Las publicaciones estarán sujetas al criterio del comité editorial que se comunicará con la autora o autor.

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IDENTIKIT / Querido Óscar / Isabel Navia

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GLOBO DE DIÁLOGO / Andrés Montaño y el oficio de narrar / Joaquín Cuevas

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AGENDA LaEscobaEsCultural / Claudia Daza

10 MÚSICA / ¡Oh no! La

internacionalización del neofolklore boliviano / Mauricio Sánchez Patzy

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CRÓNICAS DE QUIRÓFANO / Encerrado en su propio cuerpo: la vida de Jean Dominique Bauby / Aníbal Romero Sandóval

13 VIAJES / Un jardín conceptual en Tokio /

ANTAS VECES en este último tiempo nos hemos preguntado ¿dónde nace la violencia?, ¿por qué son ellos, nuestros hijos, los violentos?, ¿cómo se explica la necesidad de poder, ese poder que lleva a los hombres a cometer los más terribles abusos? Ahogados en denuncias y noticias que no cesan sobre mujeres víctimas de violencia machista, ha sido inevitable volver, una y otra vez, a la pregunta: ¿dónde nace la violencia?, ¿dónde se alimenta? Y entonces decidimos mirar, por si acaso, hacia aquel lugar fundamental donde los hombres en este país socializan de modo obligatorio: el servicio militar. Gabriel Mamani Magne, el cronista, ha buscado, ha encontrado y ha hablado con uno y otro chico que ha vivido o vive aún aquella experiencia. Sólo uno de ellos ha sido contundente en su rechazo a la violencia que allí se ejerce legitimada y finalmente aceptada como modo ineludible de “formación”, de “hacerse hombres”. El resto no. Aun si un atisbo de duda osara quebrantar sus (in)sensibilidades. No. Ellos ahora son hombres, y los hombres no lloran, es más, no sienten, aguantan, reprimen sentimientos, reprimen dolores, reprimen lágrimas. Lo han aprendido literalmente a palos de aquellos otros que en esa particular cadena pedagógica ejercían el poder sobre sus cuerpos. Así, el círculo se repite y se alimenta. Mañana quienes fueron “sar nas” tendrán el poder y se tomarán la revancha sobre otros cuerpos subalternos. ¿Otros hombres, otras mujeres, otros niños? Una vez más apuntemos la mirada hacia ese lugar donde los cuerpos pierden el alma. Ojalá podamos rescatarlos. Porque si entre todos aquellos muchachos que aceptan la violencia hay uno solo que dice no, ese uno solo es la esperanza.

Revista Rascacielos

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@revistarascacielos

@RevistaRCielos

Edmundo Paz Soldán

16 CRÓNICA / El precio de la patria /

Gabriel Mamani Magne

24 ZONA TRANS / Me voy a poner tetas

dijo él, muerto de risa / Cecilia Lanza Lobo

26 DISEÑO Y COMUNICACIÓN

AUDIOVISUAL / Cambios en el mundo de la etiqueta / Rubén Salinas Heredia

28 COCINAS BOLIVIANAS / De fast

food a fast good. Reinventar la comida rápida / Sumaya Prado

30 RETRATO /Pedro Parodi /

Óscar García

32 CARTELERA / Guerra para todos

Adrián Nieve

34 CÓMIC / Apocalicia / CTX Editora: Cecilia Lanza Lobo. Asistente de edición: Adriana de la Rocha. Coordinadora: Claudia Daza. Redes: Fabiola Gutiérrez e Isabel Navia. Diseño editorial: Edmundo Morales. Fotografía: Cecilia Fernández, Víctor

Gutiérrez, Freddy Barragán, Sara Aliaga y Agencias. DISEÑO DE PORTADA: Ariel Chuquimia / DGR-UCB.

Rascacielos y la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica Boliviana se unen para el diseño de las portadas de esta revista. Coordinador: Sergio Vega. Estudiantes en pasantía: Ericka Vargas, Marcos Luna, Sergio Salazar, Josefina Rojas, Ariel Chuquimia y Adiba Rojas.

Compañía Editora Luna Llena S.A. Nº de Depósito Legal: 4-3-25-10 Dirección: Achumani, Calle 9 N°6, La Paz. Teléfonos: Central: (591) 2-2611700; Comercial: (591) 2-2611731 - 2611707 2611709. Suscripciones: (591) 2-2611734. Web: www.paginasiete.bo - La Paz, Bolivia Directora: Isabel Mercado Heredia. Subdirectora: Mery Vaca Villa. Jefe de Redacción: Alcides Flores Moncada. Jefe de Informaciones: Juan Carlos Véliz Morejón. Presidente del Directorio: Raúl Garáfulic L. Vicepresidente Ejecutivo: Carlos Saravia. D. Gerente Comercial: Nadia Diab Linale. Distribución: Marco Téllez. Distribución nacional: Douglas Azurduy. Impresión: Papel Principal S.A.

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ANÍBAL ROMERO SANDÓVAL trabaja en la última frontera entre la vida y la muerte: emergencias. Entre turnos y pacientes, recoge historias clínicas de películas humanizando a los personajes. SUMAYA PRADO ha sido directora de prensa e informaciones de diferentes medios en Bolivia y estratega en organismos de cooperación internacional. Desde 2013 diseña las estrategias de comunicación y difusión nacional e internacional de Gustu Gastronomía SA y Melting Pot en Bolivia.

ÓSCAR GARCÍA es músico, compositor, productor musical, docente, escribe y a veces dibuja.

JOAQUÍN CUEVAS es dibujante. Hace cómics, animación, es profesor universitario y es propietario de la librería La Viñeteca.

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COLABORADORES 03|19

GABRIEL MAMANI MAGNE estudió Derecho en la Universidad Mayor de San Andrés aunque nunca ejerció ni ejercerá -espera- la abogacía. Cursó una maestría en Literatura en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Obtuvo el Premio de Cuento Franz Tamayo 2018.

EDMUNDO PAZ SOLDÁN es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell. Autor de once novelas. Sus obras se han traducido a más de diez idiomas. Ganador del premio de cuento Juan Rulfo, entre múltiples galardones.

MAURICIO SÁNCHEZ PATZY es escritor, poeta, artista plástico, percusionista, librepensador, sociólogo. Enseña arte y a investigar, escribe, crea y trata de entender la prodigiosa experiencia de ser humano.

ISABEL NAVIA es comunicadora aficionada al cine y la fotografía. Sueña con ser mecenas. Exploradora consuetudinaria de variedades de vino y café.

RUBÉN SALINAS HEREDIA es padre de familia y diseñador gráfico. Actualmente es profesor de la Carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica Boliviana y jefe de Folio-Unidad de Diseño Gráfico e Impresión, en la misma carrera. ADRIÁN NIEVE es psicólogo. Trabajó en radio y televisión, fue editor y columnista. Ha publicado las novelas El camino amarillo de Drogothy (2016) y Hayley (2018). Actualmente es redactor creativo en Nexus BBDO y editor en Editorial 3600. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19


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IDENTIKIT Texto y foto de Isabel Navia

Querido Óscar

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astó un intercambio de miradas para que ambos sonriéramos con una mezcla de complicidad y aprecio. ¿Cuántos años han pasado? Uhh… tantos, suspira. Desde 1989 y durante una década trabajó en ese inolvidable bar de Sopocachi que muchos aún extrañamos, un antro irresistible que se llenaba de almas noctámbulas en busca de oscuridad, música y amigos. Óscar Bazán fue uno de los más apreciados meseros de El Socavón. Todas las noches caminaba kilómetros enteros, dentro de esos escasos metros cuadrados, llevando bandejas llenas de vasos por las mesas repletas de parroquianos que se aprestaban a escuchar las tocadas en vivo de los músicos que comenzaban en esos años con los nombres de Lapsus, 3X, Anada, Loukass, Coda 3 y tantos otros. ¿Qué es lo que más recuerda de esa época? A don Jaime, Sol Mateo, Gastón Ugalde y tantos artistas que siempre iban por ahí, me dice. Yo lo recuerdo como un hombre correcto. El mesero que estaba firme noche a noche, en una labor que no siempre era fácil. Era grato llegar al bar y verlo ahí, junto al resto de los compadres. En esos años, mientras trabajaba de noche, Óscar estudiaba de día. Se recibió como agrónomo casi al mismo tiempo que El Soca cerró. Ahora se dedica a contratos eventuales y siempre está de acá para allá, así que cuando camina por las calles paceñas no falta quien lo reconoce y se alegra de ver ese rostro de franca mirada que tantos recuerdos trae.

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Óscar Bazán, inolvidable en las noches de un preciado socavón.

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GLOBO DE DIÁLOGO Joaquín Cuevas

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ay una nueva generación de autores de historieta en Bolivia. Muchos nombres nuevos, varias publicaciones y una constante actividad en eventos y redes sociales. Lo que todos queremos que pase ahora es que algunos representantes de esta camada tengan el suficiente oficio para desarrollar historias extensas y personajes entrañables. Hay sitios de dibujantes que tienen mucho público, como El Curioso Lápiz de Jorgex, Valinski o Yexit (todos en Facebook e Instagram). Ellos publican tiras cómicas o ilustraciones sueltas, pero no una historia que se vaya desarrollando periódicamente. Es comprensible porque, claro, es un trabajo arduo que demanda mucha planificación, tiempo, y el espacio adecuado para que el autor no falle en sus entregas y para que la historia no pierda consistencia, más tomando en cuenta que no hay un retorno económico por todo este esfuerzo. Algunos colegas tenemos el privilegio de conocer las casi 200 páginas iniciales de una saga muy interesante que Andrés Montaño, uno de los más premiados autores jóvenes, tiene dibujadas a mano hace ya buen tiempo. Sería hermoso verlas publicadas en formato manga, pues su principal influencia viene de ese estilo, pero todos conocemos las dificultades de mantener periódica una publicación DOMINGO 20 DE ENERO 02|19

impresa en nuestro país (el año pasado se cumplieron 10 años de espera por la prometida tercera entrega de Cuentos de Cuculis de Álvaro Ruilova), así que Andrés ha decidido dosificarla y convertirla en webcómic. El año pasado presentó en el Overload de Cochabamba el fanzine Estonasqui, una especie de cosmogonía del universo de la saga mencionada en formato de texto. El 9 de enero de este año publicó en Facebook La gema en la sombras, una historieta promocional autoconclusiva de 18 páginas que cumple la función de presentar a sus personajes. En la misma publicación anunció que la saga comenzaría en febrero. La historia que está desarrollando Andrés, a pesar de su extensión, no es para nada pretenciosa. Tiene una propuesta sencilla, consistente, cautivante y está pensada para un espectro amplio de lectores. Me consta que Andrés se esfuerza por mejorar cada día su oficio de narrador gráfico y apuesto a que, una vez que comience a publicar su saga, será constante y consistente. Entonces, nos queda esperar a que anuncie el sitio oficial para seguirlo y que vaya ganando lectores. Mientras, podemos buscar el cómic promocional en su sitio de Facebook y el fanzine Estonasqui en las librerías La Viñeteca y Yachaywasi. www.paginasiete.bo

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LA GEMA EN LAS SOMBRAS / ANDRÉS MONTAÑO / FRAGMENTO

Andrés Montaño y el oficio de narrar


A G E N D A LA ESCOBA esCULTURAL Claudia Daza

Nadie debe salvarse

AY QUE dejarse morir, hay que dejar que agarren nuestros retazos en las tablas, que se los coman, que nos contemplen entregados al llanto o la risa, al desenfreno de la música. Esta es la semana para no salvarse ante el teatro, ante cualquier café donde se pida la palabra, se brinde, se challe, se haga sahumerios con nuestras cenizas. Enero ha comenzado, hay que entregarse al arte. Volvemos a las tablas con una reposición necesaria. Se trata de Tanatologías, que recurre al género de “la palabra cantad a”. El teatro Nuna recibe a Francia Oblitas, Óscar García, Mariana Requena y Pedro Grossman bajo la dirección de Miguel Angel Estellano. Son nueve piezas de muertes para la memoria colectiva. Matanzas, violaciones, dictaduras y desapariciones figuran en esta obra que ya nos dejó con un nudo en la garganta al momento de su presentación. Esta nueva oportunidad se dará el 23 y 30 de enero. Vayamos dispuestos a sufrir. El día siguiente y en el Almatroste se hará un merecido homenaje al poeta marica Pedro Lemebel, el chileno que

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FOTO ARCHIVO TANATOLOGÍAS

H TEATRO Tanatologías / LA PAZ / 23 y 30 de enero /Teatro Nuna / c. 21 de Calacoto N° 8509 / 20:00.

nos dejó hace cuatro años. Aún lo estamos llorando, aún lo estamos festejando y esta vez con una noche de cuentos, este 24 de enero a las 22 horas, con un té con té, con música de la buena, y con la presentación de Cuentos Mestizos. Y si no estamos para cuentos, pues tenemos música en el Teatro Municipal Alberto Saavedra. Allí nos estará esperando Andoro, con su proyecto Samka. Nos promete una noche estrellada, con cóndores y serpientes alrededor de una cueca y su sombrero como amuleto. Una experiencia pop, contemporánea y hecha en Bolivia, eso es lo que busca y nos entrega este 24 y 25 de enero. Mientras tanto, en Santa Cruz, este

25 de enero se apuesta por la carcajada ácida y la crítica, ya que el teatro Meraki jala el telón para presentar a Jav icho S oria y su espectáculo No se salva n ad i e. Se trata de un compilado de lo mejor de sus rutinas. Vuelve a la ciudad de los anillos después de dos años de ausencia. Ya podremos imaginar las cosas que les irá a decir, de qué cosa siempre se reirán. Javicho tiene bastante material para desatar la ira o la sonrisa de la gente que ama divertirse. Es cuestión de salir nomás, hacer cola, comprar entrada por internet, hacerle frente a las lluvias y dejarse ser; los artistas nos esperan, vayamos a esa montaña llamada teatro. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19


OTROS ANTOJOS LA PAZ

Inauguración de un espacio de lectura en el Retrato café. Con el fin de lograr una estantería de libros se ha dispuesto el intercambio de un libro por una porción de torta para ese día.

PARA VIAJEROS HOMENAJE Pedro Lemebel cuentos / LA PAZ / 24 de enero / Almatroste / c. Ingavi N° 730 casi esq. Alto de la Alianza / 22:00. TALLERES CON EL BAILAOR FLAMENCO IVÁN CARRILLO / Del 23 al 25 de enero / La Tarima / c. Ascarrunz Nº 2554 entre Lisímaco Gutiérrez y Pinilla / info: 72073229 Desde España, Iván Carrillo trae talleres para todo nivel. Principiantes de 19:30 a 21:00. Intermedio y Avanzado de 21:00 a 22:30. Precios especiales a grupos de dos personas o más.

MÚSICA Andoro en concierto / LA PAZ / 24 y 25 de enero / Teatro Municipal Alberto Saavedra / c. Genaro Sanjinés / 19:30.

CONTRADICCIÓN / 23 de enero / Cine teatro 6 de Agosto / av. 6 de Agosto / 18:30. Iván Guzmán Band presenta el videoclip del tema Contradicción, que es parte del disco Sólo respira. Con esta actividad la banda inicia el año 2019. Ingreso gratuito. ¿ME ACOMPAÑA CON UNA CUECA POR FAVOR? / 26 de enero / Plaza Abaroa N° 2463, altos del café Alexander / 14:00. Taller de cuecas con énfasis en la cueca paceña y cochabambina.

STAND UP Javicho Soria en No se salva nadie / LA PAZ /25 de enero / teatro Meraki / c. Ballivián N° 159 / 20:30. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19

LIBROS POR PASTEL / 26 de enero / Retrato café / c. Víctor Sanjinés N° 2633 / 15:30.

Nuestros artistas se van de gira y otros genios se despiden. Así de movido está el 2019 para aquellos que aman la música y buscan esos espacios para demostrarnos su arte. Hagamos el esfuerzo y hagamos de esas oportunidades un reto para este año. ROMA

Última gira de Ennio Morricone / del 16 al 22 de junio / Terme de Caracalla / Vialle 153 Roma / 21:00. A los 90 años, el músico genio de las películas le dice adiós a las tablas. Y lo hará en una gira por nueve países, con una presentación final en las termas romanas de Caracalla, Italia. Las otras ciudades de su gira serán: Polonia, Alemania, Hungría, Dinamarca, República Checa, Suecia, Noruega, Bélgica e Irlanda. El autor de más de 500 bandas sonoras se despide así del mundo musical. NEW YORK y CAROLINA DEL NORTE AZOTADOR en USA / 15 de febrero / NEW YORK / Blackthorn51 / 51 av. Elrmurst Queen / 21:00. / 19 de febrero / CAROLINA DEL NORTE / The Milestone / 3400 Tuckaseegee Rd, Charlotte. Info: fb de azotador. El grupo boliviano de thrash metal, Azotador, se va de gira a Estados Unidos. Es la primera vez que se irán de gira por siete estados saboreando el lugar donde nació este género, aunque las principales presentaciones serán en New York y Carolina del Norte. www.paginasiete.bo

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MÚSICA / ANECDOTARIO DE LA ÓPERA CHOLA1 Mauricio Sánchez Patzi

¡Oh no! La internacionalización del neofolklore boliviano

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L EMPEÑO DE los músicos del neofolklore boliviano empezó a ser la internacionalización, con el problema añad ido de no perder las raíces, no perder la autenticidad. En este camino, encontraron un ritmo que podía abrirles las puertas del gran mercado musical: la mal llamada “saya”, o el ritmo de los caporales, cuyo éxito corría paralelo al crecimiento del neofolklore desde los 70, y que, para los 90, se había convertido en el ritmo favorito de ciertos sectores de la población boliviana, especialmente los jóvenes. Para los músicos neofolkloristas, el ritmo de la “saya” se convirtió en el vellocino de oro. Los Kjarkas comprendieron el poder de su tema Llorando se fue, una de las pocas canciones que grabaron en aquel ritmo en los años 80; con el éxito de la lambada en 1989, el Llorando se fue se reeditó por el grupo y se grabó el primer videoclip con caporales de protagonistas. A partir de ahí, los discos del neofolklore empezaron a incluir, obligatoriamente, una “saya” por lo menos. Saya de Amor de Amaru, fue éxito en 1991; Bailando Saya de Los Kjarkas, en 1992. Desde entonces, el mercado musical boliviano se llenó del nuevo ritmo y los conciertos del neofolklore fueron impensables sin la participación de alguna fraternidad de caporales, cuando no cuerpos de baile contratados con exclusividad por los mejores grupos. Podríamos decir que el neofolklore de los años 90 decidió convertir la “saya–caporal” en ritmo de exportación, en aquel ritmo que, al igual que la lambada, el merengue dominicano o el vallenato colombiano, iba a salir al mundo a conquistarlo. Al menos, esa parecía ser la consigna o el ensueño de Los Kjarkas, Tupay, Amaru y Proyección. La intención de popularizar la danza y el ritmo de los caporales llegó al punto de crear los cuerpos de baile a partir de bailarines caporales y caporalas de aspecto sensual, a los cuales, como ocurrió en el debut de Pacha, se les fue despojando de los señuelos “ét nicos” de los trajes, para reducir el vestuario caporal a lo mínimo necesario. Lo extraño del caso es que, a medida que se ejercía este despojo de las “típicas” minipolleras (paralelo a la “desponchización” de los músicos), las bailarinas iban pareciéndose más y más a las bailarinas brasileñas de la lambada. La internacionalización del neofolklore tuvo, también, otros caminos. Este proceso fue iniciado por grupos como Los

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plurinacionalidad y el indigenismo de Estado, con el añadido de imaginar los emblemas de la cultura boliviana como superiores al resto de las naciones. Por otra parte, muchos músicos bolivianos se instalaron en Europa (especialmente en Francia y Suiza), Asia, Australia o Estados Unidos de manera permanente desde fines de los años 60: es el caso de Boliviamanta, K’alamarka, Awatiñas, Sukay; o de intérpretes y autores como Luzmila Carpio (embajadora del Estado Plurinacional de Bolivia en Francia, 2006-2010), Themis Araníbar, Eddy Navía, Alcides Mejía o Fernando Torrico. Con épocas de gran aplauso y otras menos, el neofolklore boliviano ha podido abrirse un lugar en el Primer Mundo, aunque, y como satirizaba la serie animada South Park “las bandas de flauta peruanas” (Per uvian flute bands), muchas veces han sido vistas como un exotismo no necesariamente tolerado o entendido en plenitud. Las bandas de caricatura, en todo caso, deberían llamarse “bandas de flauta (o quena, o zampoña) bolivianas”, porque es en Bolivia donde fueron normalizadas. Son los gajes de la internacionalización del neofolklore boliviano. El capítulo 10 de la duodécima temporada de South Park, estrenado el 22/10/2008, fue escrito y dirigido por el cofundador de la serie, Trey Parker, se tituló Pande mic, y tuvo una segunda parte, Pandemic 2: The Startling. En ellos se narra, irónicamente, la aparición de una pandemia (o “ per udemia”, aunque sería mejor decir “boliviademia”, ya que la música que interpretan es boliviana) de músicos de quenas y zampoñas por todo el mundo que amenazan “el orden mundial”, y que son capturados por el Ejército norteamericano y luego conducidos a campos de concentración. Al final la música andina es, más bien, un antídoto contra la verdadera amenaza al mundo libre: cuyes o conejillos de indias gigantes que destruyen y devoran todo. En todo caso, el programa aprovecha esta historia para satirizar la presencia casi cotidiana de los grupos de músicos andinos en las calles, parques y paseos de las principales ciudades occidentales, una verdadera “plaga” l legada desde Sudamérica. Leamos un diálogo del programa: Stan: “¡Oh no! ¡Por allá hay otra! ¡Otra banda de flauta peruana! ¡Últimamente ese tipo de bandas se ve por todas partes!”. Cartman: “¡Sí, yo vi tres bandas de esas ayer en Denver con su música de mierda que suena igual!” Stan: “¡Estoy harto de escuchar esa música en todos lados!” Kyle: “¡A Kenny le gusta!” (se ve a Kenny bailando muy complacido). Más adelante, dos viandantes exclaman: “¡Vaya, qué música tan cultural!”. “Muy cultural, sí”. No está de más decir que siempre hay Kennys McCormick en todos lados. [1] Esta es una edición libre y antojadiza de fragmentos del libro La Ópera Chola, de Mauricio Sánchez Patzi, que combina el texto principal con las suculentas notas al pie que son las que dan nombre a este espacio dedicado a la historia de la música boliviana.

La Ópera Chola. Música popular en Bolivia y pugnas por la identidad social, IFEA y Plural editores, 2017. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19

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ILUSTRACIÓN DE LA SERIE SOUTH PARK / FOTOS DEL LIBRO LA ÓPERA CHOLA

Jairas, Aymara y Ruphay, quienes ya cosecharon gran fama en Europa a fines de los 60. Pero el camino de la “saya” resultó ser, a nuestro entender, como el más paradigmático indicio de la necesidad que tuvo el neofolklore de no ser solamente un estilo nacionalista y auténtico, esencial y étnico. La paradoja se centraba en el deseo de ser también internacionales, y no meramente típicos. Hasta hoy, la necesidad de sentirse tan universales como los demás está presente en la narrativa neofolklorista boliviana, y de alguna manera ha trascendido a otras esferas simbólicas, desde los deportes hasta el proyecto político de la


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DOMINGO 20 DE ENERO 03|19 FOTOGRAFÍA JEANLOUP SIEFF / JEAN DOMINIQUE BAUBY, 1996


CRÓNICAS DE QUIRÓFANO Aníbal Romero Sandóval

Encerrado en su propio cuerpo: la vida de Jean Dominique Bauby El único retazo de cuerpo que este hombre podía mover era su párpado izquierdo. Así logró comunicarse y dictó un libro entero: La escafandra y la mariposa.

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ean Dominique Bauby, de profesión periodista, nació el 23 de abril de 1952 en Francia y fue editor de la revista de moda Elle en París. Desafortunadamente, en el mejor momento de su v ida profesional sufrió un ataque cerebro–vascular. Fue socorrido por su entorno y puesto bajo vigilancia estricta en una unidad de terapia intensiva. Tras 20 días de tratamiento fue dado de alta. El resultado fue parálisis completa; no podía mover piernas, brazos o cabeza. Nada. Inmóvil y sin habla, el paciente había quedado completamente aislado del mundo; sólo podía escuchar y ver pero no moverse; sin embargo, lo único que podía abr i r o ce r rar a voluntad era el párpado izquierdo. Se estableció como diagnóstico “síndrome de cautiverio”, aunque no fue de inmediato puesto que sus médicos no se dieron cuenta de la situación de Bauby. De inicio lo tomaron como un caso de coma profundo, hablaban de él al borde de su cama, donde él los escuchaba, los comprendía, los veía, pero al estar completamente inmóvil y sin hablar no podía hacer nada. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19

Finalmente, tras algunas semanas inmóvil, Bauby logró comunicar su estado mediante gruñidos y la repetición de parpadeos; de inicio sólo como “sí” o “no”. Más tarde, armados de infinita paciencia, sus cuidadores lograron establecer una secuencia de señas con el único ojo que podía mover para designar letras y de esta manera armar palabras, luego frases, finalmente ideas y una conver-

sación. De esta manera logró comunicarse con su fisioterapeuta y así, a través de señas con su párpado, pudo dictarle un libro completo que se llama La escafandra y la mariposa. Ese libro inspiró más tarde la película del mismo nombre (El llanto de la Mariposa en México, Colombia y Perú), llevada a la pantalla por Julian Schnabel (el mismo director de Van Gogh, a las puertas de la eternidad, 2018) que obtuvo en Cannes el premio a mejor director. Esta película refleja el estado de agonía del paciente al no poder moverse ni hablar y su enorme esfuerzo para comunicarse después de haber quedado por completo paralizado. He ahí el síndrome del encierro: las funciones de pensamiento y conciencia están presentes, pero el paciente no puede moverse y necesita asistencia incluso para las funciones más vitales como deglutir y respirar. En esta enfermedad las complicaciones que se presentan como neumonía, dificultad para respirar y embolia pulmonar son frecuentemente la causa de muerte. La sobrevida es muy reducida produciéndose la muerte de casi el 90 % de pacientes en los primeros tres meses. Jean Dominique Bauby murió quince meses después de que se produjera su enfermedad y diez días después de que se publicara su libro. www.paginasiete.bo

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VIAJES Edmundo Paz Soldán

Un jardín conceptual en Kioto

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L SEXTO DÍA de mi visita al Japón fui al templo Ryoanji en Kioto, pues me dijeron que allí tenían el legendario Jardín de las Rocas. Una vez en el templo, la caminata rumbo al Jardín, bordeando una laguna profusa en nenúfares, me hizo pensar en algo deslumbrante. Para ingresar al Jardín me saqué los zapatos. Me encontré con lo que podría ser la antítesis de Versalles: un rectángulo modesto, de arena blanca y quince rocas estratégicamente situadas. Un jardín, digamos, concep-

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tual, un espacio para meditar e imaginar, si uno quería, jardines inmensos, de senderos que se bifurcan en el tiempo y el espacio. Un jardín zen. El karesansui (así se llama este tipo de jardines) me sorprendió como tantas otras cosas en Japón, un país que muchos imaginan a partir de la visión futurista del Los Angeles de Blade Runner (Ridley Scott reconoció haber diseñado su metrópolis a partir de una visita a Tokio), pero que en realidad es retrofuturista, con un pie en el futuro y con otro en la antigüedad, un poco como en las películas de Hayao Miyazaki. La moda es definitivamente retro, con adolescentes que deambulan por el barrio de Harajuku vestidas con uniformes escolares a la usanza victoriana (vestidos largos llenos de volados, cintura encorsetada, enaguas, maquillaje que las hace aparecer como muñecas de porcelana, medias largas hasta debajo de las rodillas ). Lolita fashion, lo llaman, una muestra de la ley de las consecuencias imprevistas, porque conjura una imagen de la mujer como una niña sexualizada,

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Japón. Un país retrofuturista, con un pie en el futuro y con otro en la antigüedad, un poco como en las películas de Hayao Miyazaki.

por más que se diga que, más bien, el estilo nació en los años ochenta como una respuesta desexualizadora a una cultura que pedía mostrar más piel. También encontré el viejo Japón en el barrio elegante de Gion en Kioto, uno de los enclaves donde todavía se puede ver en acción la cultura de las geishas; el fin de semana caminaban por sus calles geishas verdaderas –chicas entrenadas para entretener a los clientes en restaurantes exclusivos–, cada vez más escasas porque sus servicios son caros (un par de horas puede llegar a costar 400 dólares). Junto a ellas se mezclaban las chicas y chicos que salían a sacarse fotos con su kimono de domingo. Todo tenía un aspecto teatral, performativo, y juntaba de una forma extraña, como con las chicas lolita, el pasado con el presente, la inocencia con el conocimiento (las geishas hoy forman parte de la cultura de la hospitalidad, pero alguna vez fueron cortesanas imperiales). En el barrio de Akihabara en Tokio visité Mandarake, una tienda de ocho pisos especializada en la subcultura DOMINGO 20 DE ENERO FEBRERO 0303 |19|19

otak u (coleccionistas de juguetes antig uos). Quise llevarme un recuerdo, comprar un robot vintage de los años cincuenta, y no pude, porque creí que costaba 30 dólares –no podía ser más– y su precio era en verdad de 300 dólares. Había pisos enteros dedicados a viejos modelos de Godzillas, Transformers y Gundams, todos catalogados al detalle; pensé que los juguetes de mis hijos, que una vez que dejaban de usarse eran fácilmente desechados, podían encontrar una nueva vida aquí, en las manos de un obsesivo coleccionista. Entre el karesansui, la lolita fashion, las geishas y la subcultura otak u, entre el minimalismo zen y la histeria kitsch de los geeks, me fui del Japón con la sensación de que se trata de una cultura que se enfrenta sin cesar al futuro pero que no está dispuesta a perder nada del pasado, que hace grandes esfuerzos por preservarlo, apropiarse de él, reciclarlo. Como casi todas las culturas, pero con una intensidad incomparable. Este texto fue publicado originalmente en La Tercera de Chile en 2015. www.paginasiete.bo

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CRÓNICA Gabriel Mamani Magne

EL PRECIO DE LA PATRIA El ser ser vicio militar militar es oblig ator orio io en obligat en Boli Bolivia. ¿Es allí allí donde hay hay que mirar mirar para para sabe saberr cómo templan el carácter carácter los hombres de un país ma machista?

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CRÓNICA

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A TORRE ES tan alta como un edificio de diez pisos. Estamos en Cochabamba, en el Regimiento 18 Victoria. En la torre hay un hombre. A ojos comunes: un soldado. A ojos de un superior: un sarna. A ojos de alguien que piensa en la imagen seis años después y desde la comodidad de un oficio para el que no es necesaria la libreta de servicio militar: un loco suicida. El soldado o sarna o loco se llama Omar Tapia y tiene dieciocho años. El corazón le late a mil por hora. Abajo: el suelo. A izquierda y derecha: el regimiento, el campo, la estepa donde los paracaídas caen. El cielo que lo envuelve –limpio, veraniego– haría pensar que solo cuecas o fábulas pueden ser contadas bajo esta bóveda, pero pongámonos en las botas de Omar: mira el mundo desde una torre tan alta como un edificio de diez pisos y su superior le ha ordenado que salte para probar su hombría. En el fondo fondo –ahí donde la lógica intenta hacer frente a la absurdez de la realidad– Omar sabe que su superior no habla en serio. Pero las palabras, ¡sarna de mierda!, no solo las palabras, sino el tono, ¡¡¡saltá carajo!!!, le hacen pensar que, tal vez, la realidad no sea una fórmula racional sino una puteada infinita similar a la que emerge de la boca de su superior.

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Omar mira sus botas mal lustradas. Suspira. Mirar las botas, no el suelo. Mirar las botas, no el suelo. Se prepara para saltar. Algún camarada, desde el suelo, se tapa los ojos. Omar me cuenta esa historia en la zona sur de La Paz, seis años después de lo ocurrido, en la plaza Roma, mientras las tonadas de una banda que ensaya una marcha fúnebre configuran el soundtrack de nuestra charla. La pizca de thriller la debo poner yo, pues las palabras de mi entrevistado carecen de tensión. “Me daba miedo. Aunque en el fondo sabía que no me haría saltar. Pero me hablaba con una voz tan alta que me hacía dudar”, dice sonriente. Omar es flaco y todavía mantiene algunas facciones de adolescente. No hay duda de que, pese a los más de cuarenta metros de altura de la torre de su historia, hablar de aquel episodio le libera importantes dosis de endorfina. –Era la forma de probarnos –agrega– No nos hacían saltar pero nos hacían creer que sí… para probarnos. La charla mantiene un tono dócil. Dócil por la buena onda de Omar y la pátina romántica con la que la memoria pinta todo lo pasado. Se acuerda de los partes (informes verbales de un subalterno a su superior), de los amigos que hizo, de su cama tendida a las seis de la mañana, y su expresión se suaviza como si su rostro hubiese perdido varios años. Cuando le pregunto qué cree que ha aprendido en el cuartel, responde sin dudar: “Orden, madurez, que no todo en la vida es color de rosa”. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19


“La patria no se toca, se siente; no es la bota, es el sudor que hay dentro de la bota. Ustedes los jóvenes nunca van a entender porque son demasiado limpiecitos”.

El tono de la conversación cambia luego de que menciono el caso de los militares acusados de haber hecho ingerir heces fecales a un premilitar. De repente, la docilidad de Omar se diluye, su expresión se endurece (recupera su edad). Algo en mi pregunta no le ha gustado y la inflexión de su voz es la de alguien que defiende a los de su equipo. –En el caso de ese premilitar, no debe ser tan cierto –dice con convicción–. Yo creo que es un berrinche. –¿Por qué piensas eso? –La historia no es creíble. Además –ag rega–, si lo han tratado mal es porque él ha debido haber hecho algo. Para Omar, siempre cabe la posibilidad de que a un instructor se le pase la mano, pero también señala que en este mundo hay demasiados débiles y quejumbrosos. “Al militar le hierve la sangre fácilmente y por eso no controla su carácter”. Cuestión de naturaleza, argumenta. Un nuevo recuerdo: Omar cumple el servicio militar y un superior obliga a todo el batallón a tomar una ducha con agua fría. Otro recuerdo: los “aguilazos”. Un aguilazo es un golpe en el cuello producido por los dedos índice y anular: Omar hace una pistolita con la mano. –Luego están los insultos –agrega–. Te dicen de todo… –¿Y qué opinas de eso? –Un insulto no te hace nada. Es como el fútbol. Al futbolista le insultan y no se queja nunca. Lo mismo pasa en el cuartel. No puedes quejarte. Estás ahí para obedecer. Es la jerarquía. Entonces pregunto: –¿Esa jerarquía tiene algún límite?. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19

–No… Eso aprendes en el cuartel. Subordinación –el sonido de la marcha fúnebre es cada vez más fuerte. Omar aumenta el tono de su voz, casi grita–. ¡A veces te van a decir que debes hacer alguna cosa estúpida!… ¡Igual nomás hay que obedecer! Para entender mejor la historia de Omar, es necesario remitirse a su contexto. Vive en El Alto y, según cuenta, en esa ciudad la cultura es distinta debido al hecho de que gran parte de su población viene de provincias o tiene familia en ellas. “En El Alto y en el campo la cosa diferente: si no vas al cuartel, eres mal visto”. Omar ha superado el ritual que a ojos de sus parientes lo convierte en hombre y, pese a que en su expresión y en el dejo de su voz no hay rastro de soberbia, un destello de orgullo se intuye en los intersticios de sus palabras: –Para mí el cuartel marca la vida de una persona, sobre todo si eres hombre. Los que no han ido ¿qué van a contar? Antes de entrar eras un niño y luego de eso sabes lo que es ser independiente, estar sin tus papás. Aprendes cosas. Descubres lo que es la patria. –¿Y qué es la patria? –pregunto al momento que noto que mi entrevistado emite un leve jadeo producto de la emoción con la que ha respondido la última pregunta. Omar se toma su tiempo: cinco segundos, diez. Una vez que encuentra las palabras que estaba buscando, cuenta que el momento en el que realmente sintió la patria fue en la parada militar de Tarija. Le emocionó ver a tantos soldados como él. Todos los regimientos de Bolivia estaban ahí. Cuando pasó frente al palco presidencial, se sintió un soldado de verdad. Si en ese momento habría estallado una guerra, Omar se hubiera sentido la persona más preparada para disparar. El glosario que usa Omar para contar su historia es similar al de otros exreclutas con los que converso para esta crónica: orgullo, patria, guerra, hombre. A más de uno le pregunto en qué consiste esa patria de la que tanto hablan, pero ninguno me da una respuesta medianamente satisfactoria. Solo uno, el más viejo de todos, un comerciante que vende guantes de goma y que hizo el servicio militar en los setenta, dice algo que me mueve el piso: “la patria no se toca, se siente; no es la bota, es el sudor que hay dentro de la bota. Ustedes los jóvenes nunca van a entender porque son demasiado limpiecitos”. Todo ese orgullo –del viejo guantero y de mi primer entrevistado– desentona con la opacidad de Claudio Apaza (nombre ficticio), un enfermero y activista aymara que hizo el servicio www.paginasiete.bo

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CRÓNICA

militar en el año 2009. Claudio tiene veintisiete años. Es delgado, de rasgos fuertes. Tiene los ojos pequeños y las puntas de su cabello erizado brillan bajo el sol. –No me ha servido de nada –dice cuando le pregunto qué le ha aportado a su vida la experiencia en el cuartel. –Nada… En serio. Malas cosas nomás he aprendido, porque tenía full tiempo. 2009. El Alto. Mientras para muchos alteños las puertas del COLMIL, así como muchas otras cosas, eran un sueño demasiado al sur, para Claudio, el deseo de convertirse en militar dependía de una llamada y una cerveza. “Mi papá tenía contactos”. El sentido común le sugería hacer el servicio premilitar, “para ganar un año, como dicen”, pero la idiosincrasia colegial –“solo los maricas van a la pre”– y la sabiduría de su padre –“andá al cuartel para ver si en verdad te gusta la vida militar”– hicieron que el futuro enfermero se enlistara en el Regimiento de Artillería Antiaérea Bilbao Rioja, ubicado en la localidad de Viacha. –Todo negativo… Desde el primer día –cuenta tragicómicamente. En la revisión médica, un superior les ordenó desnudarse y una enfermera revisó meticulosamente el miembro de cada recluta. “Ha sido vergonzoso. El pene de un camarada de provincia estaba sucio y por eso nos han gritado a todos”. La primera puteada. La primera de tantas. El hilo de decepciones continuó al día siguiente, cuando Claudio recibió el uniforme y sintió que un olor nauseabundo se desprendía de la blusa camuflada. “Por cuánta gente habrá pasado esa ropa”. Pasaron tres meses, más decepciones. Malos tratos, órdenes absurdas. Algunas decepciones se camuflaron de buena suerte. Como esa circular en la que se solicitaba reclutas para colaborar quince días en Santa Cruz. –No sé si ha sido casualidad –dice Claudio con voz de arrepentimiento– O una trampa. Definitivamente, lo segundo. Un sargento de voz amable le dijo que el viaje era opcional. Claudio, que jamás en su vida había estado en Santa Cruz, creyó que era una buena oportunidad para ampliar sus horizontes. Mala decisión. La trampa estaba tendida y se había disfrazado de un clima agradable y mujeres que usaban shorts que dejaban poco a la imaginación: Claudio partió a la capital oriental, pasó ahí quince días y, cuando preguntó cuándo partiría el bus de retorno a Viacha, sus superiores se hicieron a los locos. –Acepté por conocer… No sabía que me quedaría nueve meses. Por conocer he sufrido. Sin dinero, sin familia, Claudio descubrió Santa Cruz y en ella nuevos niveles de arbitrariedad. Si en Viacha había experimentado los castigos injustos (por ejemplo: el impacto de una escoba partiéndose en su propia espalda), en la capital oriental conoció el regionalismo, que, mezclado con los 45 grados que marcaba el termómetro y el mal carácter de sus superiores,

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logró una ecuación en la que la palabra “jaripe” era el exponente que lo empeoraba todo. –Hacía calor –prosigue Claudio–. Y todos se metían al río. Como los collas nunca habíamos visto el agua, los antiguos nos decían “nadá, debes aprender a nadar”. Se subían sobre nuestros hombros y casi nos ahogaban. Lo hacían por joder. Éramos sarnitas. El catálogo de injusticias que Claudio rememora es largo. Un sargento que patea a un sarna y lo manda “hasta alláaa”. Trabajos a la intemperie a mitad del surazo. Manos en el inodoro. Dos sargentos nuevos, “hechos a los Rambos”, que castigan a todo el mundo solo porque han despertado de mal humor. Y lo peor de todo: –La normalización. –¿A qué te refieres? –El problema es ese. Hemos normalizado todo eso. Hay gente de provincia que se jacta de haber puesto su mano en la caca. Dicen que si no has hecho eso no has vivido el cuartel. Se enorgullecen de las experiencias malas. Además de enfermero, Claudio es activista y co conductor del programa radial La Curva del Diablo, en el que se discuten temas relacionados a la política nacional y en específico a la nación aymara. Su interpretación sobre el impacto del servicio militar en la vida de los aymaras es contundente: “aunque es verdad que en el cuartel los de provincias normalizan la injusticia, creo que hay que ser autocríticos; en el regimiento, tus superiores aymaras son los que te tratan peor”. Cuenta que conoció sargentos de provincia que eran más temerarios que los generales “blancos”. Gritaban más alto, caraDOMINGO 20 DE ENERO 03|19


Mujeres del servicio premilitar en una manifestación de apoyo a sus instructores acusados de abusos en 2018.

jeaban con más frecuencia. Quizá para demostrar algo. En ese punto alejado de las grandes capitales, los derechos humanos eran una expresión desconocida, y una rabia nueva se fusionaba con la neolítica rabia colonial que socavaba el corazón de los conscriptos andinos. Claudio es consciente de ello y por ello cree que el servicio militar es algo negativo en la vida de cualquier persona. –Hay impotencia. Una vez hemos planeado hacerle algo a uno de los instructores… Pero todo se ha quedado en ideas. Dice mi entrevistado. Y por el suspiro que sucede a su oración, parece que lo siguiera planeando. EL REGIMIENTO INGAVI se ubica en la intersección entre la Avenida Seis de marzo y la calle Tarapacá, en la ciudad de El Alto. La avenida es una vía híper comercial en la que uno encuentra desde saltimbanquis argentinos hasta tiendas de mallas olímpicas. La zona vibra con esa vocación de caos que caracteriza a muchas avenidas alteñas y, al mismo tiempo, ofrece al transeúnte pedazos poéticos que contrastan con el pandemónium generado por las bocinas: al fondo de la Tarapacá, el Illimani; y más allá del teleférico, ahí cerca (aunque no tan cerca como parece), el Huayna Potosí. Como si se tratara de dos prendas recién lavadas dispuestas para secar, dos cabinas forradas de blanco cuelgan del cable del teleférico. Hace calor, y el firmamento parece a punto de aplastarnos. Por dentro, el regimiento imita la paz que uno percibe cuando observa el cielo alteño. Trineo de pájaros. Una placita. Las piedras que cercan los jardines están pintadas de blanco. DOMINGO 20 DE ENERO 03|19

Incluso el soldado que me escolta, un muchachito de piel tostada y contextura delgada, aporta al sigilo con su andar manso. Un joven con ropa de civil se escabulle detrás de un árbol. –¡¿Qué pasa?!–grita mi acompañante (y adiós armonía). Quien se escabulle es un sarna. El soldado me mira a los ojos y dice que a veces se pasan de pendejos. –Recién están aprendiendo –agrega más calmado–. Así siempre son. En este patio, bajo este mismo sol, destrozando esta paz una y mil veces, el premilitar Z sirvió a la patria hasta que, según contó a los medios, unos superiores lo obligaron a comer heces fecales. La noticia se destapó a finales de julio de 2018 y fue la bomba de los periodistas durante casi un mes. Un premilitar del Regimiento Ingavi denunció abusos de un subteniente y dos sargentos. Entre sus acusaciones estaba que un sargento le había dicho que se matara, que lo habían obligado a comer deshechos y a beber orina de burro. La Justicia encarceló a uno de ellos y liberó a los otros dos. Padres de familia y excamaradas del premilitar clamaron por la libertad de los militares. En Internet, la opinión pública, con esa habilidad para el insulto y la cobardía que la caracteriza, llamó “maricón” al denunciante. Por su parte, frente a las cámaras de la Red Bolivisión, el adolescente contaba: –Cuando alcé las heces fecales del suelo, me empezó a estrujar de mi cuello y con sus dedos me apretó. Lo único que pude hacer es abrir mi boca y él me metió las heces fecales y comencé a escupir. www.paginasiete.bo

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CRÓNICA

Uno dice: Si es orden, obedezco. Órdenes son órdenes. Sin ganas… pero comería (heces fecales). El otro: Yo no comería. No soy perro para que me estén tratando así. Me encuentro en un comedor de Villa Bolívar y converso con tres jóvenes que hasta hace poco eran camaradas de regimiento del premilitar Z. Freddy (nombre ficticio), que compartía escuadra con la víctima y por lo tanto lo conoce de cerca, dice que todo es una calumnia. “Era un negligente”, afirma, y sus compañeros asienten. Los tres adolescentes tienen diecisiete años y hacen el servicio premilitar en el Regimiento Ingavi. A ninguno le veo el pelo: gorras de raperito cubren esas cabezas en las que imagino un peinado firpo. Tommy y Eric (nombres ficticios) son habladores. Cuando salgan del colegio quieren entrar al Colegio Militar y justifican su elección aduciendo que “tienen muñeca” y que en la carrera castrense “hay trabajo seguro”. Dany, el tercero, quiere ser abogado. Es el más tímido de todos y el único que se atreve a contar sin pelos en la lengua algunos aspectos negativos de la vida en el regimiento. –Un día estaba yendo al baño y un antiguo me ha pedido que limpie su cuarto. Risas. –Otra vez –continúa– un antiguo me ha pedido que intercambiemos agujetas. Me ha dado las suyas, bien feas. “Otras me voy a comprar”, he dicho. Más risas. –¿Y no pueden reclamar cuando les hacen algo injusto?– pregunto mientras lleno los vasos con refresco. –Nops –dice Tommy, y me mira como si hubiese pecado de ingenuo. –La jerarquía militar –agrega Eric–. Así nomás es. A diferencia de mis anteriores entrevistados, la experiencia militar de estos muchachos se reduce a apenas un día a la semana. La percepción que tienen de la vida castrense, sin embargo, es similar. Cuando les pregunto qué es lo que han aprendido en el regimiento, todas sus respuestas incluyen las palabras “madurez”, “jerarquía” y “disciplina”. Tommy dice que ahora es “menos negligente” y que ahora respeta a los demás. Dany opina lo mismo. Eric titubea, pero cuando la mesera llega con la comida, parece recuperar la inspiración: –O sea… Me ha ayudado a tener respeto hacia las personas. La instrucción es la última formación del hombre. Luego ya nadie te va a decir nada. Una vez que te licencias, ya eres libre. Todo depende de ti.

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Recluta ecluta recién recién gr graduado enseña su librea ar.. librea de servicio premilit premilitar

Como casi todo en la vida de los adolescentes de hoy, Eric, Dany y Tommy se enteraron de la denuncia de Z gracias a Whatsapp. La primera reacción de mis entrevistados fue la sorpresa. “Era increíble”, dice Eric, “si los instructores eran bien buenitos”. La noticia corrió como pólvora y a los pocos minutos todo el batallón estaba al tanto. El sábado siguiente, uno de los instructores se enojó tanto que obligó a los premilitares a pasar instrucción hasta un horario poco usual. “Han hecho quedar mal al regimiento”, dijo el instructor, verde por la rabia. “Por culpa de ese cuate nos hemos quedado hasta tarde”, apunta Eric. El instructor ordenó a los premilitares que entraran al grupo de Whatsapp e insultaran a Z. Según Dany, el enojo de un sargento llegó a tal punto que dijo que agarraría a patadas al denunciante y a su familia. De acuerdo a las palabras de los entrevistados, la indignación en el regimiento fue unánime. “Mi escuadrón estaba bien enojado”, enfatiza Eric. De modo que vino la reacción: premilitares del regimiento y otras unidades insultaron a Z por todas las redes sociales conocidas; lo amenazaron con, ahora sí, obligarlo a comer excremento. Medio en broma medio en serio, Tommy cuenta que hasta se pensó en secuestrar al denunciante. –Era un desputero –dice Eric, como para apoyar las palabras de su amigo–. No le importaba nada. Eric compartía escuadra con Z. Es decir, lo veía de cerca; conocía sus expresiones, su cara, su forma de actuar. El perfil DOMINGO 20 DE ENERO 03|19


que me describe de su excamarada no es de los mejores: negligente, llorón, quejumbroso. “En la fila para el rancho hacía trampa”. Dice con desdén, como quien intenta ajustar cuentas con alguien a quien detesta desde hace tiempo. “Su cabello siempre estaba largo, a veces faltaba; una vez se inventó una toma de nombre para salir antes”. –Así, honestamente –inter vengo–, ¿ustedes creen que el sargento haya sido capaz de haber humillado a Z? –A ver… –se apresura en responder Tommy– en el regimiento siempre te van a insultar. Así siempre es… Cuestión de jerarquía. –Pero eso de hacerle comer caca –interrumpe Eric–… No es cierto. Imposible. El argumento que gran parte de los defensores de los instructores manejan es el siguiente: que la versión de Z no concuerda, pues en la zona no hay burros, de modo que es imposible que el denunciante haya ingerido orín de ese animal. Por otra parte, los tres concuerdan en que los instructores, en especial uno de ellos, el de apellido Sangalla, eran buenas personas. Contaban chistes. Eran leales con los instruidos. Eso sí: cuando se enojaba, Sangalla “era malo”, y por malo uno entiende que su sangre hervía a cuarenta grados. –Pero es normal –justifica Eric–. El carácter del militar es así. Una vez que la comida ha relajado a los jóvenes, me animo a preguntarles si alguna vez han sufrido abusos por parte de algún instructor. “Nunca”, responde tajante Eric. Los otros dos guardan silencio. Se miran a los ojos. Entonces reformulo mi pregunta: “¿Qué es lo peor que les han hecho hacer en el regimiento?”. Dany, cuyo apodo en el cuartel es “Frankie”, cuenta que el día de la práctica de tiro se encontraba tan nervioso que temblaba. Miró por el rabillo del fusil, apuntó y la bala impactó donde no debía. Pero lo peor no fue eso, pues cuando Dany volteó descubrió que el teniente Alarcón lo observaba con cara de reprobación. “Apunta bien pues, pendejo”.

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Un golpe en la nuca. Dany intentó calmarse. Disparó una vez más y en esta ocasión el balín sí dio en el blanco. “¿Eso no podías, mierda?”, dijo el teniente a modo de felicitación. Tommy, un poco avergonzado por lo que está a punto de contar, dice que una vez lo obligaron a repetir que “era una caca”. Ocurrió en la práctica de tiro. Tommy montaba el fusil y sin querer atoró la cámara de gases. El sargento que lo observaba le dijo: “me lo has fregado mi fusil, no sirves para nada”. Entonces vino el castigo: correr hasta una esquina del campo de entrenamiento y gritar diez veces “soy una caca”. Cuando le pregunto si creen que hay algún límite para los castigos, Tommy dice que no, que todo el mundo que entra al regimiento sabe que va a ser así. “La jerarquía”, agrega. Y Eric, que a lo largo de esta charla es el que me ha mirado con más desconfianza, señala: –Todo por la patria. Antes de dar por cerrado el encuentro, les hago una pregunta más: –¿En caso de que un superior los obligara a comer heces fecales, tal como denuncia el premilitar Z ustedes obedecerían? Eric y Tommy bajan la cabeza como si se sintieran acorralados. El primero suelta una risita. Responde: –Me aguantaría. Peores cosas saben hacer. Hasta perro comen… Tommy, que al igual que Eric también sueña con ser militar, toma un vaso de refresco antes de contestar. Se quita la gorra: se acaricia la cabeza redonda. –Si es orden, obedezco –dice al fin–. Órdenes son órdenes. Sin ganas… pero comería. Solo Dany, que planea ser abogado, dice que de ningún modo obedecería. Que de darse el caso, denunciaría a sus instructores. –Yo no comería. No soy perro para que me estén tratando así.

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ZONA TRANS Cecilia Lanza Lobo

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Cuatro años sin Pedro Lemebel. Tras una larga batalla contra el cáncer, murió el 23 de enero de 2015. Estuvo en La Paz y yo, su groupie, tras él.

P

EDRO LEMEBEL había ganado, finalmente, el premio José Donoso. Lo primero que dijo al enterarse fue “Qué buena onda”. Lo segundo “¿Cuánto es? (el premio)” y remató: “Me voy a poner tetas”. Yo, que fui su amiga durante cuatro días, lo recuerdo así. Conocer a Pedro Lemebel en los arrabales de la literatura no es lo mismo que encontrarlo en Facebook. En mi caso fue arrebato a primera vista, aquellos años de la prehistoria millennial. Del descubrimiento literario salió un ensayo apasionado y del encuentro virtual, en cambio, un calambre inesperado. Porque con el estilete clavado, un día de esos lo encontré en la red y, adoratriz, corrí a su encuentro. Melodramática, sufrí un infarto del ego. Despechada, parí un blog. No sé bien cuándo sucedió. El caso es que abrí los ojos y era parte de ese planeta llamado Facebook. Un voyeurismo de cachondeo adolescente –si quieres– o un lugar para hacer de él lo que te plazca. Un pretexto para la palestra política o tu propia rev ista V IP donde anunciar te a ti misma; un

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ba úl –orgasmo de fotografías de gente que no veías hace décadas con las que ahora creas la comunidad religiosa del flirteo colectivo. En eso andaba cuando, entre los mil nombres de María Camaleón, encontré a Pedro Lemebel, hice clic y durante cuatro días fui su amiga. Al cuarto día descubrí que ya no estaba. Arrebatada de amor literario, mandé a Pedro mi enfático reclamo en clave lemebeliana, claro. Adjunté allí un texto que escribí recordando esa Carta a un niño boliviano que alguna vez Pedro escribió cediéndonos su metro de mar correspondiente. Y como amor con amor se paga, Pedro contestó devolviéndome el melodrama: “No es lo que tú crees, querida”. Años después, marzo de 2012, Pedro llegó a La Paz. Él mi Rolling Stone, yo su fan latiendo la taquicardia de los 3600 metros de loco afán. Él mi mariquita linda. Desde nuestro primer encuentro textual habían pasado 14 años, una novela y cuatro libros, sida y cáncer en la laringe. Aún así, Pedro habló. Despacio y bajito, a ratos casi inaudible, certero y lúcido, menos quilombero de lo que lo había imaginado. Lo suyo fue generoso. Más aún, casi maternal. Pedro llegó a La Paz después de años de intentos frustrados de la academia por traerlo. María Galindo (Mujeres Creando) lo logró ese marzo de corazones en la boca. Vestido de negro, envuelto en una bufanda de Diva sesentona, cubierto por gafas oscuras y un pañuelo en la cabeza, Pedro leyó algunas crónicas, conversó generosamente con la gente que lo trajo y sentado al lado de un jugo de papaya escuchó las preguntas que María Galindo intentó hacerle en una entrevista en vivo y con público en la Virgen de los Deseos. Pedro, quien sabe esperando algún dardo por ahí, terminó totalmente relajado, casi indiferente. Es más, lo dijo: esperaba otra cosa. No compartía la idea de prestarse a ser delator del mundo masculino como le pedía su anfitriona porque la palabra misma delator le provocaba espanto. Una charla que esperábamos contando los minutos a que Pedro llegase al lugar, con María ya en el cuadrilátero, cual cachascán vip, se ahogó antes de comenzar. Ella, la ruda, él, el técnico, acabaron sin embargo encarnando esos mismísimos roles para beneplácito del público asistente que celebraba las llaves sutiles, a ratos desganadas, de Pedro. Lo dijo: su estrategia de lucha desde aquel lugar marginal, pobre y marica de donde salió, fue, además de su cuerpo mismo como texto de su discurso revoltoso, la estrategia del débil: usar a su favor las herramientas del poder. Pedro se metió al bolsillo a la academia, a los pitucos y al poder mismo. Será que siempre supo hacer el amor de muchas maneras. Pedro fue el albañil de ese otro Chile que aún roto y culiao es más humano. Sin Pedro, ya se oyen las voces que rechazan sus textos contagiosos de la homosexualidad. Sin Pedro, Chile es ese cómodo país albo y profiláctico. Nos falta Pedro, nos quedan sus letras como certeros estiletes. Nos quedan todas las esquinas para acompañar su corazón. Adiós, mariquita linda. www.paginasiete.bo

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FOTO SEPIA BRINDIS

Me voy a poner tetas, dijo él, muerto de risa


DISEÑO Y COMUNICACIÓN VISUAL Rubén Salinas

Universidad Católica Boliviana

Cambios en el mundo de la etiqueta A propósito de la reciente culminación del concurso Diseña la nueva etiqueta de Huari, le damos un vistazo a esa pequeña pieza de papel a la que solemos tomar como promesa de contenido.

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N ESTUDIO sobre el consumo del vino afirma que en nuestro país todavía es el precio, y no la calidad del producto, el que determina la decisión de compra. Sin embargo, hoy por hoy, la tendencia en el mundo es explorar nuevos gustos y variedades como también nuevas propuestas visuales. En este escenario de cambio, el respeto al diseño tradicional de la etiqueta del vino y la cerveza, con escudos y medallas llegados de la Europa medieval, está mutando en la búsqueda del consumidor joven, el millennial que no tiene prejuicios y que frecuentemente elige lo que consume por el envase. En China, país donde el g usto por el v ino es recie nte, se está abriendo un mercado de consumidores recientemente titulados y ávidos de nuevas experiencias. En este territorio semi virgen, el diseño del envase es la insignia bajo la cual las marcas pugnan por delimitar sus cotas. El mercadólogo Alejandro Prieto dice sobre el tema: “lo que se vende hoy ya no es solamente el buen vino, ahora además importa que tenga buen diseño de etiqueta. Si ésta no es atractiva, las probabilidades de que se produzca la venta se pueden reducir considerablemente”. Prieto sabe lo que dice pero no hay que olvidar que un mal producto lo seguirá siendo a pesar de lo que pregone su apariencia. Dicho más claro: podrá sobrevivir un producto con un mal diseño pero nunca al revés. Un ejemplo es la cer veza Pliny the Elder de la firma Russian River, que es considerada una de las mejores del mundo y por ocho años consecuti-

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vos fue nombrada la mejor de los Estados Unidos. Queda claro que esas glorias no le deben nada a su diseño.

Concursos éticos, no etílicos La marca premium de la Cervecería Boliviana vive un caso parecido. La etiqueta de Huari nació como una variación de la de su hermana mayor, la Paceña . A pesar de los tímidos esfuerzos de los últimos quince años por diferenciarse, finalmente sus directivos decidieron llevar las naves a alta mar e hicieron una convocatoria abierta al mundo para el rediseño de su etiqueta, collarín y caja, con la apetecible recompensa para el o los ganadores (se consideró la posibilidad de dividir el premio) de 15 mil dólares. Huari cumplió su palabra y eso lo avala el jurado conformado por miembros de la Bienal del Cartel Bolivia y Diseñadores Gráficos Bolivia, autoridades de la comunidad Santiago de Huari y personal de la CBN. De la totalidad de trabajos presentados se eligieron seis, de los cuales, y al final de una etapa de estudio cualitativo con consumidores, se eligieron los tres diseños que serán impresos en una edición limitada. No es excepcional pero es saludable saber que hay quien toma al profesional del diseño gráfico en serio. Un caso opuesto se expuso en la página web de Foroalfa, donde el diseñador argentino Alejandro Arrojo publicó el polémico caso del concurso convocado en 2013 por una afamada marca internacional, en el que el premio era distribuir una edición limitada con el trabajo ganador y así “pagar con fama” a su autor. Eso se llama osadía. DOMINGO DOMINGO 2020 DEDE FEBRERO ENERO 03|19


Los equipos de Aitana Van Mourik (Santa Cruz) y Roberto Unterladstaetter (Brasil) [a]; José [a]

Alfredo Arce Rivera (La Paz) y José Luis Santiago (México) [b]; y Armin Castellón (La Paz) [c] compartieron la final y el premio en efectivo. Es un

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orgullo para la Carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica que el talentoso Armin, formado en nuestras aulas, sea parte de esta élite

[c]

DOMINGO 20 5 DEDEAGOSTO ENERO 28|18 03|19

de jóvenes diseñadores.

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ZONA A LA CARTA / COCINAS BOLIVIANAS Sumaya Prado

FOTOS CRAFTED

Gustu Gastronomía SA

De fast food a fast good. Reinventar la comida rápida

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A GASTRONOMÍA es un mundo en extremo dinámico y que se reinventa constantemente p a r a o f r e c e r n u eva s alternativas a un público cada vez más exigente. Numerosos emprendedores han apostado por una mirada fresca sobre las tendencias populares. Este es el caso de Crafted. Su visión renovada de la comida rápida ha logrado fusionar exitosamente lo artístico de la gastronomía gourmet con los conceptos del fast food, dando lugar a lo que podría catalogarse como fast good: comida rápida de alta calidad, creada para satisfacer los paladares más exigentes. Crafted abrió sus puertas en octubre de 2016 en un espacio moderno y hermosamente decorado. Este ambiente lleno

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de vida, alegre y acogedor, es el resultado del sueño de Rolando Araoz que siendo ingeniero en Telecomunicaciones dejó una alta posición de gerente en una reconocida telefónica nacional para luchar por algo propio y cumplir sus sueños. “Era joven, era exitoso profesionalmente; podría decirse que tenía todo lo que podía desear, pero no era feliz. Leyendo el libro de Steve Jobs, encontré algo que marcó mi vida: cada mañana al despertar, Jobs se miraba al espejo y se preguntaba: ‘si hoy fuera el último día de mi vida, ¿me gustaría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy? Si la respuesta es ‘no’ varios días seguidos, me daré cuenta que tengo que cambiar algo. ’ Yo lo hice, y después de un mes de convencerme que no hacía lo que me gustaba, renuncié”, recuerda Rolando. Convencido de que lo que quería era

dedicarse a la gastronomía, Rolando se mudó a Argentina y estudió Gerenciamiento Gastronómico en el Colegio de Gastronomía Carlos Alberto Dumas L a g o s . E n f o c a d o, c o m p r o m e t i d o, inquieto y responsable, culminó en cuatro meses el programa de un año, para luego trabajar en un restaurante. “Empecé limpiando baños, pues quería empezar desde abajo y conocer todos los aspectos de un negocio gastronómico”, cuenta Rolando, quien al cabo de un año ya era el gerente de ese restaurante. Con todo, nunca olvidó su país y retornó para dar inicio a su sueño: abrir su propio emprendimiento gastronómico. “No tenía el capital necesario. Mucha gente me prestó dinero, mi familia me apoyó mucho, hasta la señora que me apoya en las labores de casa me prestó dinero. Hice de pintor y albañil en mi resDOMINGO 20 DE ENERO 03|19


taurante, empecé con el refrigerador de la casa de mis padres y una batería de cocina que me habían regalado. Costó mucho trabajo pero lo logré. Todo fue mejorando y hoy puedo decir que quien quiere puede; los obstáculos que se puedan encontrar son sólo una motivación para seguir con más empeño y trabajar más duro, lo demás son excusas”, dice este joven emprendedor que ha conseguido consolidar un concepto exitoso: hamburguesas gourmet elaboradas priorizando el uso de productos bolivianos frescos (todo se usa en el día, nada se congela) y de la mayor calidad, desde carnes de primera mezcladas con las mejores especias y panes de receta especial horneados de manera artesanal. La oferta sin duda es innovadora. Por ejemplo, tiene hamburguesas de ojo de bife prémium cocido a la parrilla, acompañadas de papas o camote frito. Su nuevo menú, estrenado hace pocos días, incluye hamburguesas como la Mar-acuyeah!, Kolla Delux , La Brava, Hawaian Dream y varias opciones vegetarianas, además de piqueos y una increíble selección de cervezas artesanales de la mayor calidad.

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¿La recomendación del Chef? La Kolla Delux, que es una hamburguesa con queso menonita, tomate con huacataya, cebolla morada y locoto… con una cerveza lager artesanal boliviana

Este año Rolando se ha planteado establecer una sucursal en La Paz y abrir una franquicia en Santa Cruz. “En los próximos cinco años veo una cadena a

nivel sudamericano y hasta mundial”, asegura con una amplia sonrisa. ¿Valió la pena? “Cuando mis clientes me dicen que les he dado algo que nunca habían probado, cuando salen con una sonrisa en el rostro, cuando recomiendan Crafted a sus amigos y familiares dentro y fuera del país y regresan una y otra vez, sé que todo el riesgo, trabajo y sacrificio definitivamente valieron la pena. Ahora soy completamente feliz con lo que hago y eso es lo más importante”. www.craftedbo.com www.facebook.com/craftedbo

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RETRATO Óscar García Fotografía de Víctor Gutiérrez

Es un aula Las puertas del aula. El murmullo del pasillo tan plurinacional como las baldosas con el diseño de un suspirado siglo XIX y su tímido sonido con equito. La insistente parte entre el compás ocho y 16 de Canarios de Gaspar Sanz en la guitarra que sale de arriba, del techo, del baño, que sale de todas las necesarias técnicas adecuadas a la formación de las gentes musicales que se quiere. Los pianos, cada cual escalando, forman un tejido que sin querer hubiera sido una cosa de disfrute para Revueltas. La voz de Pedro. Pausada, segura, parecida a la que sale de la radio rodeada de blues. Pero es la misma se dirá. No es la misma. La voz que sale del parlante conduce, hila, teje, muestra. Desde una serie de saberes que Pedro sabe combinar y complementar como sugiere con tanta insistencia Morín. La voz de Pedro, la que sale de su garganta, de sus cuerdas, que no de un parlante, sugiere, rodea, recomienda una lectura, recurre al humor, no al chiste ni a la ocurrencia como lo hacen los ocurrentes del mundo. La voz de Pedro es un aula, abierta, despojada, incisiva. Es una voz que en tempo moderado tiene eso que tienen las dignidades y las valentías. Es un aula.

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Pedro Parodi

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C A RT E L E R A Ojo al parche Adrián Nieve

Guerra para todos

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N EL EJÉRCITO uno aprende a guerrear. Esa es la base; el honor, el patriotismo, el estatus social ya son romances nacidos de ese eufemismo que busca la negación. “¿Guerra? ¿Yo? ¡Jamás apoyaría tal cosa!” dicen los santurrones e igual se lanzan a hacerle guerra al aborto, o los idealistas hacia los pragmáticos, y estos últimos contra los románticos y luego los románticos le hacen la guerra a los realistas y –como diría Zizek– so on, and so on, and so on. El punto es que la guerra no sólo está por doquier, a veces es más natural en nosotros de lo que queremos admitir, e incluso bastante necesaria.

tal sobre cómo funciona el gobierno boliviano (ahora y siempre). ¿Qué? ¿Me distraje otra vez? Perdón. El punto es que In the Loop es una comedia muy inteligente, que sigue personajes tan brutales como realistas, en situaciones grandes pero contadas en pequeño, para poder reír y reír y reír (leerse con el tono de Zizek) con el humor astuto e inteligente de Iaunucci. Recomiendo especial atención a las líneas del genio Peter Capaldi, interpretando al agrio Malcolm Tucker. Y, bueno, acá les dejo más películas para pensar en la guerra; tanto en quienes las organizan, como en los que las ejecutan y los que no tienen de otra que asistir. ¿Qué? ¿Me distraje? ¡Ah, sí! Política y fuerzas armadas, ¿verdad? Los soldados –al menos en nuestro país– van a los cuarteles a que se les enseñe cómo guerrear, cómo ser leales y útiles a la patria, cómo verse bien en sociedad y adquirir una experiencia que marca y –quiérase o no– da cierto norte para vivir en la sociedad en que vivimos. Y mientras ellos sudan y reciben insultos y les hacen tocarse la entrepierna mientras les preguntan si tienen bolitas, las esferas políticas están decidiendo cómo utilizarlos para fines que no tienen nada que ver con lo que les han estado instruyendo. Bueno, salvo en la parte del combate, si es que lo hay. Por eso quiero empezar hablando de In the Loop (20 09, Armando Ianucci. Comedia), una película que habla de ese otro lado: el político, donde se está discutiendo y tomando las decisiones que pondrán a ese soldado frente a un civil de su patria o un civil de una patria ajena. Lo mejor de este filme es que se ríe de todo. Nos pone a un montón de ineptos realistas, el tipo de gente que tienes en tu oficina, incluso en tu propia casa, y te recuerda que esa gente está a cargo del gobierno de tu país. De hecho, el director tiene una serie llamada The Thick of It que, según yo, es un documen-

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6 pelis de guerra antiguerra

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JARHEAD. 2005, Sam Mendes. Drama. Estar en el frente de acción no garantiza ver acción. Estar listo para morir puede ser una fuente de frustración. Excelente filme con el capo de Jake Gyllenhall que explora las consecuencias del adiestramiento mental de los soldados.

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COME AND SEE. 1985, Elem Klimov. Drama. Nada de efectos especiales, o romance. Puro realismo, pero de esos realismos incómodos que te dejan opa al terminar la película. Y he ahí el triunfo de la que, debe ser, la mejor película bélica de esta lista. THE PIANIST. 2002, Roman Polanski. Drama.Nunca me canso de la intensidad de esta película, de la tremenda actuación de Adrien Brody, de los pequeños giros que le cambian la dimensión a la guerra dentro de este filme. ZERO DARK THIRTY. 2012, Kathryn Bigelow. Suspenso. Hoy en día la batalla comienza en una oficina. Y nadie mejor que Jessica Chastain para encarnar a un aguerrido personaje que mata a Osama Bin Laden, sin disparar una sola bala. THE READER. 2008, Stephen Daldry. Drama. Este es un filme sobre preguntas sin respuestas. O, bueno, respuestas que dejan más preguntas. Cerca al corazón de quienes han organizado el conflicto, vemos cómo es la guerra para los que la viven lejos del frente de batalla. WALTZ WITH BASHIR.2008, Ari Folman. Documental. Basado en hechos reales, este filme se asegura de hacerse inolvidable con su estética rotoscópica y los horrores que narra sobre la Guerra del Líbano en 1982. Imposible no verla.

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Come and see

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6 pelis donde la guerra no es tan mala

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INGLOURIOUS BASTARDS. 1927, Fritz Lang. Bélica. Si vamos a reírnos de la guerra, que sea a la Tarantino. Antihéroes, explosiones, diálogos impresionantes, coloridos personajes y Hitler acribillado por un judío en la –para mí– mejor película de Quentin. PATHS OF GLORY. 1957, Stanley Kubrick. Drama. No reirán, pero sí verán toda la burocracia que hay detrás de cada guerra. Aprovecho y confieso que esto debería estar en la anterior lista, pero decidí hacer trampa porque esta peli lo vale. TROPIC THUNDER. 2008, Ben Stiller. Comedia. Toda guerra termina representada en un set de Hollywood. Entonces, ¿por qué no mostrar una peli que se ríe de ambas cosas? La mejor de Stiller con un inolvidable Robert Downey Jr. THE 13TH WARRIOR. 1999, John McTiernan. Acción. A veces la batalla más pequeña puede sentirse como un conflicto inolvidable. Fallida, pero muy entretenida. BR AVEHEART. 1995, Mel Gibson. Drama. Griten “¡Libertad!” junto a Mel Gibson durante su última escena y hagan costumbre eso de levantarse la falda y mostrar el trasero antes de la batalla. DOCTOR STRANGELOVE: OR HOW I LEARNED TO STOP WORRYING AND LOVE THE BOMB. 196 4, Stanley Kubrick. Comedia. Kubrick riéndose de la paranoia yanqui durante la Guerra Fría y de su hipocresía en general. Sátira pura en su mejor estilo mala ondero, pero sacando risas en el proceso.

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HISTORIETA CTX

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