Revista Rascacielos 4|19 (27 de enero, 2019)

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el destino más chévere

VENEZUELA

Carta a un diputado | Chatwin y Herzog. Apuntes para una historia Las hormigas de la colonia harinera | La chifa del chino renegón | Matilde Casazola | Días de cine

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Domingo 27 de enero de 2019. La Paz, Bolivia. Año 2.


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Venezuela. Abrir el cierre

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IDENTIKIT / El protector del bosque / Leonie Marti

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PATIPERRO / Carta a un diputado / Richard Mateos Rodríguez

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AGENDA LaEscobaEsCultural / Claudia Daza

10 CINE / Chatwin y Herzog. Apuntes

para una historia / Pablo Cingolani

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ENEZUELA NUNCA FUE un país distante del nuestro, como pudiese pensarse quizá por la distancia en kilómetros o por la diversidad cultural que nos distingue de ese lado del continente caliente, marcadamente caribeño. No sólo por la historia bolivariana de nuestra fundación republicana, sino porque Caracas acogió a muchos bolivianos durante las dictaduras militares de los años 70, que echaron allí raíces profundas y ampliaron familias y sembraron afectos. Pero quizá también, nunca como ahora Venezuela se sienta tan cerca porque su situación social y política ya no nos toca únicamente desde la pantalla de la televisión o del teléfono móvil, sino que cada día nos toca más la piel. Si antes fueron los bolivianos los exiliados políticos en Caracas, hoy son cada vez más venezolanos en las calles de América Latina y, por supuesto, en la esquina de nuestras casas. Pero hay algo que nos toca más. Y es la evidencia de aquel cierre que ilustra la tapa de esta edición de Rascacielos, como el triste paisaje de una situación que se vive ya en Nicaragua y seguramente pronto Brasil. Una sociedad partida en dos, bajo el paraguas del fundamentalismo de cada quien, que busca imponer por la fuerza su única verdad de un lado al otro. La venezolana Cristina Gutiérrez Leal, cronista, vive y estudia en Brasil. Viaja por tierra a Venezuela a visitar a su familia y en el camino se encuentra con los protagonistas de un lado y el otro de ese cierre: ambos quieren aniquilar al oponente. Un viaje amargo que sin embargo acaba en el mar, ojalá como metáfora de un mundo sin cierres. Porque combatir un fundamentalismo con otro fundamentalismo es el principio de la guerra. Y en una guerra, se sabe, perdemos todos. Cecilia Lanza Lobo

* Rascacielos abre este espacio a la buena crónica, perfil, historieta, diario de viajes, testimonio, fotografía, fotoreportaje y otros vicios. Pueden enviar sus aportes a: rascacielosrevista@gmail.com Las publicaciones estarán sujetas al criterio del comité editorial que se comunicará con la autora o autor.

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13 CRONIQUITA / Las hormigas de la

colonia harinera /Cecilia Lanza Lobo / Henry Mendoza

16 CRÓNICA / Venezuela, el destino más

chévere / Cristina Gutiérrez Leal

25 CRONIQUITA / ABUELAS /

Exaltación / Ninón Llano

26 FOTOGRAFÍA / 24 LP / Hrs. 19-20

#salchipaperosysalchipaperas / Claudia Morales

28 EL MAnGO DE OZ / La chifa del

chino renegón / Óscar Martínez

30 RETRATO / Matilde Casazola /

Gabriel Chávez Casazola

32 CARTELER A / Diez premiadas en

Sundance 2018 / Isabel Navia

34 CÓMIC / Apocalicia / CTX

Editora: Cecilia Lanza Lobo. Asistente de edición: Adriana de la Rocha. Coordinadora: Claudia Daza. Redes: Fabiola Gutiérrez e Isabel Navia. Diseño editorial: Edmundo Morales. Fotografía: Cecilia Fernández, Víctor

Gutiérrez, Freddy Barragán, Sara Aliaga y Agencias. DISEÑO DE PORTADA: Josefina Rojas / DGR-UCB.

Rascacielos y la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica Boliviana se unen para el diseño de las portadas de esta revista. Coordinador: Sergio Vega. Estudiantes en pasantía: Ericka Vargas, Marcos Luna, Sergio Salazar, Josefina Rojas, Ariel Chuquimia y Adiba Rojas.

Compañía Editora Luna Llena S.A. Nº de Depósito Legal: 4-3-25-10 Dirección: Achumani, Calle 9 N°6, La Paz. Teléfonos: Central: (591) 2-2611700; Comercial: (591) 2-2611731 - 2611707 2611709. Suscripciones: (591) 2-2611734. Web: www.paginasiete.bo - La Paz, Bolivia Directora: Isabel Mercado Heredia. Subdirectora: Mery Vaca Villa. Jefe de Redacción: Alcides Flores Moncada. Jefe de Informaciones: Juan Carlos Véliz Morejón. Presidente del Directorio: Raúl Garáfulic L. Vicepresidente Ejecutivo: Carlos Saravia. D. Gerente Comercial: Nadia Diab Linale. Distribución: Marco Téllez. Distribución nacional: Douglas Azurduy. Impresión: Papel Principal S.A.

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WALDO MALUENDA (Sucre) dice ser aprendiz de fotógrafo. Es, sin embargo, un reconocido fotógrafo que trabaja con fotografía publicitaria, de estudio, documental y periodística, tanto en Chile como en Bolivia. Cuenta con una extensa colección de fotografías documentales. HENRY MENDOZA es camarógrafo, editor y productor. Obtuvo, junto con Amalia Pando, el Premio Rey de España; y también una mención honrosa de la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). Impulsó la creación de los canales Fides TV y TV Culturas.

ÓSCAR MARTÍNEZ es arquero, psicólogo social, cuentista, pajpaku, antropólogo, profesor universitario y vecino de Villa Fátima. Normalmente se dedica a matar el tiempo mientras el tiempo hace lo mismo con él.

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COLABORADORES 04|19

PABLO CINGOLANI (Argentina-Bolivia) es escritor y periodista. Radica en La Paz. Sus primeras publicaciones en Bolivia fueron ensayos y crónicas periodísticas en Presencia Literaria, la revista cultural del periódico Hoy y el semanario Criterio, el año 1987.

CRISTINA GUTIÉRREZ LEAL (Venezuela) realiza estudios doctorales en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Obtuvo el Premio XX Bienal de Literatura José Antonio Ramos Sucre (2015) y ganó también el II Concurso Nacional de Poesía Rafael Cárdenas (2017). GABRIEL CHÁVEZ es poeta y periodista, considerado “una de las voces imprescindibles de la poesía boliviana y latinoamericana contemporánea”. Recibió la Medalla al Mérito Cultural del Estado boliviano y el Premio Editorial al Mejor Libro del Año, entre otros reconocimientos.

CLAUDIA MORALES es fotógrafa. Estudió artes plásticas con mención en diseño gráfico en la UMSA. Trabajó en La Prensa como fotoperiodista, y en la agencia fotográfica AFKA. Es integrante del colectivo de fotoperiodistas Prismo.

RICHARD MATEOS es patiperro. Corresponsal sin medios, es parte de Cieguito sin Frontera, una organización asamblearia, horizontal y democrática de la cual es el único miembro, fundador y presidente.

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IDENTIKIT Texto y foto Leonie Marti

Yawar Nina, guardabosques de Bolognia.

El protector del bosque Hay gente que cree que en La Paz no hay bosques. Está equivocada. Al sureste de la ciudad, arriba del barrio Bolognia hay uno. Sí, el bosquecillo de Bolognia es sólo una pequeña muestra de la vegetación que había antes de la construcción de cientos de edificios, pero es un área extremadamente rica. Cuenta con más de 140 plantas nativas, 40 especies de aves y diferentes animales como vizcachas, murciélagos o lagartijas. Y también es el hábitat de Yawar Nina. Llegó al barrio de Bolognia a los once años, cuando la zona era todavía casi rural. En

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los años noventa formó el primer grupo de niños y niñas guardabosques. Los miembros han cambiado, pero el grupo sigue existiendo. Cada sábado se reúnen alrededor de diez niños y niñas en la entrada del bosque; son los Jukumaris. Yawar, quien ahora tiene 60 años, les enseña a sembrar, plantar y respetar el bosque y sus habitantes. “Todos sabemos que el mundo no puede seguir así”, dice Yawar, “y cuando veo a los voluntarios y voluntarias del bosque, me doy cuenta de que ahí crece una nueva generación para el futuro”.

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PATIPERRO Richard Mateos Burlando Fronteras

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stimado señor diputado, le deseo éxitos en su gestión durante lo que queda de la legislatura, sobre todo en su calidad de crítico de lo políticamente correcto. Déjeme decirle que desconocía su labor como defensor de los indefensos, de los marginados y de los oprimidos. Por eso me conmovió hasta los huesos cuando leí de la mano de algunos medios de comunicación que usted propuso a través de una red social que se creara una ley de protección para los hombres víctimas de las mujeres que se aprovechan de la ley contra la violencia de género para presentar denuncias falsas y sacarles plata. Dicho esto quisiera proponerle, en calidad de ciudadano que no tiene el acceso que usted tiene a estadísticas, pero que de vez en cuando opina y escribe, que extienda su propuesta para la creación de una batería de leyes que suprima cualquier forma de aprovechamiento entre unos seres humanos sobre otros. La cuestión es muy amplia, pero le expongo aquí los casos que a mi juicio requieren que se legisle con urgencia. De sobra es sabido que cuando se producen trancaderas, aumenta la tensión entre los conductores de minibuses y los usuarios, ya que unos quieren aprovecharse de los otros y viceversa. “Aprovechen”, dicen algunos conductores para apremiar a cualquier ciudadano (persona ciega, mujer mayor o persona que se mueve con muletas) a que baje del vehículo aunque se encuentre a años luz de la acera más cercana. “Aprovecharé”, dice a su vez el usuario impaciente que quiere descender del vehículo en

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medio de la trancadera. Dado que ambos –usuarios y conductores de minibuses– perjudican el desarrollo correcto de la moral ciudadana, le pido que haga una ley que proponga multas a partes iguales para ambos aprovechados y que, en caso de reincidencia, proceda por un lado a la incautación del vehículo del conductor reincidente, y por otro lado se proceda al internamiento en módulos de reeducación ciudadana destinados a corregir la diletancia moral de ambos. Sé por estadísticas que me han proporcionado que hay personas que se hacen pasar por cieguitas para obtener limosnas del honrado ciudadano. Propongo una ley que corrija dicho aprovechamiento y la creación de una fuerza policial que se incaute de cualquier objeto vertical acabado en punta que pueda ser utilizado como bastón tanto por ciegos verdaderos, como por ciegos suplantadores. Con esta ley pagarían justos por pecadores, pero de alguna manera se debe proteger al ciudadano honrado y dadivoso que da limosnas de buena fe. Como le digo, el problema es amplio pero hay que empezar por los casos más graves. Sin embargo, me queda una duda que le planteo: Dado que desde que tengo memoria aparecen estadísticas fiables y contrastadas de mujeres asesinadas y violadas a manos de hombres, y dado que usted dice que tiene estadísticas de lo contrario pero no las ha mostrado, ¿debería legislarse contra los diputados que se aprovechan del eco mediático de ser diputados y que lanzan chismes por redes sociales? www.paginasiete.bo

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FOTO PIXABAY

Carta abierta a un diputado


A G E N D A LA ESCOBA esCULTURAL Claudia Daza

Emigrando al arte

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FOTO ARCHIVO BAFOPAZ

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N FERIADO no basta ni tampoco las vacaciones como para recorrer el mundo. Pero para quienes aman hacerse un tour en la cabeza viendo arte, hay un sinfín de posibilidades para recorrerlo de otra manera. Lo más lindo es que poco a poco ya los teatros van abriendo sus puertas para presentarnos algunas posibilidades de este tipo de abundancias. De cabeza, los cinéf ilos estarán chochos con el Ciclo de cine Arqueología de la Mirada en el Cine 6 de agosto. Es una alternativa a la nostalgia con dos proyecciones a la semana, miércoles y jueves, de películas clave para nuestra degustación de buen cine. Ya en su segunda semana de ciclo, el miércoles 30, se presentará Fausto de Friedrich W. Murnau (1926) y el jueves 31 estará destinado al cine ruso con la película Oc t u b re de Serguéi Eisenstein y Grigori Aleksandrov (1927). El ciclo concluye el 4 y 5 de fe b re ro con Met rópolis y Anémic Cinema, Ballet Mecánique y Un perro andaluz. Sin duda, un recorrido al pasado, desempolvando artefactos que sólo un ojo arqueológico puede disfrutar. M i e n t r a s t a n t o, l o s b a t e r i s t a s tendrán su propia fiesta. El Teatro Nuna se luce organizando una clínica taller y un concierto de batería con ritmos afro cubanos junto al maestro cubano Leonardo Ángel. El baterista viene a mostrarnos los 32 años de su carrera musical con la presentación de su disco Em igrando one more time. El concierto nos sorprenderá por el trabajo conseguido con músicos bolivianos como Carlos Fischer (guitarra), Luis García

DANZA Soy Bolivia / LA PAZ / del 1 al 3 de febrero /19:30 / Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez / c. Genaro Sanjinés.

(piano), Bladimir Morales (bajo), Raúl Flores (bajo) y Luis Daniel Iturralde (percusión). O sea, un despliegue musical delicioso para este 31 de enero. Los pañuelos, por su lado, invadirán el Teatro Municipal Alberto Saavedra en La Paz, porque B afopaz nos entrega el espectáculo Soy Bolivia que reúne las manifestaciones culturales de los nueve departamentos del país. Un despliegue maravilloso. Ya nomás un toba magistral nos reta a la pelea y después quieres subirte al escenario para bailar una cueca con los bailarines. Una propuesta que todo el tiempo se renueva y ofrece sorpresas coreográficas. La cita es del 1 al 3 de febrero. Como la producción del evento lo dice, nos

hará sentir orgullosos de ser bolivianos. Y el sábado 2 lo reservamos para una pizza y un buen vino yendo al Efímera, porque allí se presentará Jenny Cárdenas con su propuesta Todo Brasil. Estará acompañada por el trompetista brasilero Gilberto Reinheimer y seguro nos volverá a cautivar con esas canciones del MPB que tanto suspiro nos arrebata. Yo ya hice mi reserva, porque el lugar da como para un concierto muy íntimo. Hay que viajar cerrando los ojos, escuchando, sintiendo el roce del teatro, mirando sin parpadear, emigrando al corazón mismo. Hay que viajar sin parar por las tablas del teatro y de los cines hasta que haya una revolución. DOMINGO 27 DE ENERO 04|19


OTROS ANTOJOS LA PAZ

CINE Arqueología de la mirada / LA PAZ / 30 y 31 de enero, 4 y 5 de febrero /19:30 / Cine Teatro 6 de Agosto / av. 6 de Agosto.

BATERIA Leonardo Ángel / LA PAZ / 31 de enero / Clínica taller 16:00 / Concierto 20:30 / Teatro Nuna / c. 21 de Calacoto N° 8509.

IDANCE / 26 de enero a las 19:30 y 27 de enero / 17:00 / Teatro Nuna / c. 21 de Calacoto N° 8509. Una muestra del taller vocacional y obra a tres tiempos. Danza contemporánea y moderna, una entrega en el escenario.

MÚSICA LATINOAMERICANA DEL BARROCO A LA ACTUALIDAD / 30 de enero / 19:30 / Auditorio de ENTEL / c. Federico Suazo N° 1771. El ensamble Vocal Instrumental Curucusí presenta un repertorio de música comprendida entre el barroco y nuestros tiempos. Es música académica y popular variada.

quedarán en la incertidumbre, en los encuentros de las pantallas, mientras que otras tendrán un nuevo comienzo, lejos del norte estrecho.

PARA VIAJEROS Hay giras de artistas emergentes, radicales y que ya son referencia histórica en el rock. Avisar con tiempo es vital, ya que cada vez los seguidores esperan un anuncio para hacer un click y comprar la entrada por internet. Navegar con antelación es ley. RIO DE JANEIRO MUSE en concierto / 6 de octubre / Rock in Rio Brazil 2019 / Parque Olímpico Cidade de Rock / av. Salvador Allende N° 6500, Recreio dos Bandeirantes / info: www.festicket.com La banda británica anunció su Simulation theory World Tour. Admiradores sudamericanos los esperan para el Rock in Río, lugar donde se congregan varias bandas referentes a nivel mundial. SANTIAGO DE CHILE

NUEVA ESCENA, MUESTRA TEATRAL / Del 1 al 3 de febrero / 20:00 / Desnivel / c. Sánchez Lima N° 2282. Con el fin de brindar una vitrina al nuevo teatro, se presentan las obras El Simulador (1 de febrero), ¿Por qué lloras? Los muertos no lloran (2 de febrero) y La Nariz (3 de febrero).

MÚSICA Todo Brasil con Jenny Cárdenas / LA PAZ / 2 de febrero / 20:30 / Pizzería Efímera / Final Sánchez Lima N° 2667 / reservas: 70592176. DOMINGO 27 DE ENERO 04|19

SANTA CRUZ NORTE ESTRECHO / 29 de enero / 20:00 / Teatro Meraki / c. Ballivián N° 159. Proyección de la película de Omar L. Villarroel. Nos cuenta la historia de Jorge, quien es dueño de un negocio de videoconferencias llamado Contacto Vivo en el área de Washington. Algunas historias

PUSSY RIOT en Chile / 17 de abril / 21:00 / Blondie / av. Libertador Bernardo O’Higgins N° 2879. La agrupación feminista rusa anunció su gira por Latinoamérica y en Chile actuará en el marco del ciclo aniversario del centro de eventos Blondie. Nadya Tolokonnikova encabeza esta visita. Es una de las voces más críticas a Putín. www.paginasiete.bo

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CINE Pablo Cingolani

Chatwin y Herzog Apuntes para una historia La piel de un milodonte llevó al inglés Bruce Chatwin hasta la Patagonia. Luego escribió En la Patagonia. Werner Herzog filma ahora esa película. Lo que rodea a la historia es apasionante.

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EÍ POR AHÍ que, días atrás, Herzog estuvo en La Plata, Argentina, grabando imágenes para un documental sobre Bruce Chatwin. Las imágenes registradas fueron las de la piel de un milodonte, un perezoso gigante que se extinguió en la última glaciación. Un pedazo de piel de milodonte obsesionó a Chatwin desde niño. Su abuela lo conservaba en una vitrina de su casa, aunque a él le decían que era piel de brontosaurio. La reliquia fósil de la abuela se la había regalado un primo, Milward si mal no recuerdo, un navegante y aventurero que la había traído desde una cueva cercana a Puerto Natales, en el extremo sur de Chile. Los milodontes sólo vivieron por allí: en la Patagonia austral. Para el escritor inglés, ese trozo de piel antigua se transformó en un imán y en un fetiche. Fue tras él, tras su historia, una parte de la historia de su familia y todas las historias que

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pudiese encontrar (o inventar) en un viaje ya mítico que lo catapultó a la fama literaria y que se publicó como libro bajo el título de En la Patagonia. No es la primera vez que Herzog cruzó coordenadas con Chatwin. Una de sus películas más acabadas, Cobra Verde, está basada en un libro de este inglés. En el libro que recoge la abundante y detallista correspondencia de Chatwin, éste cuenta el entusiasmo que le provocó el hecho de que Herzog DOMINGO 27 DE ENERO 04|19


Allí, el bueno de Bruce no cuajó: Herzog había instaurado su pequeño pero tenaz reino fílmico en donde él, y nadie más, era el monarca absoluto.

quisiera hacer una película sobre su libro y también de su viaje al África hasta el lugar de rodaje, invitado por el alemán. Allí, el bueno de Bruce no cuajó: Herzog había instaurado su pequeño pero tenaz reino fílmico donde él, y nadie más, era el monarca absoluto. Además de sus legendarias peleas con Kinski, protagonista del filme, había montado un circo infernal con cientos de mujeres indígenas que eran tan belicosas en la realidad como en la cinta. DOMINGO 27 DE ENERO 04|19

Las imágenes de la piel del milodón o milodonte fueron tomadas en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Según la noticia, la presencia de Herzog fue muy reservada pero alguno de los paleontólogos lo reconoció y, de allí, trascendió su presencia. El museo platense guarda una triste memoria: allí fueron a parar muchos de los caciques indígenas derrotados por los militares argentinos en lo que se llamó “la conquista del www.paginasiete.bo

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CINE


CRONIQUITA Cecilia Lanza Lobo Fotografías de Henry Mendoza

LAS HORMIGAS DE LA COLONIA HARINERA

Entre Villazón y La Quiaca hay dos puentes lado a lado. Uno de ellos sólo permite el paso de gente dispuesta a cargar quintales de harina sobre el lomo, ida y vuelta, setenta veces durante el día.

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CRONIQUITA

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FINES DE los años 70 vivíamos en Tupiza, al sur del país, por entonces un lindo pueblito her manado desde siempre con Argentina, ese país al que los tupiceños miraban suspirando. Porque se sabe que en los tiempos del parto republicano, a la hora de elegir entre formar parte de Bolivia o Argentina, los tupicieños eligieron mal. El caso es que toda mi familia, papá, mamá y tres hermanos, viajábamos de vez en año desde Tupiza hasta Villazón y La Quiaca como gran cosa. Debió haber sido como ir de paseo un domingo muy largo y premiado. De aquellos años recuerdo los alfajores de chocolate que comprábamos en caja de cartón como si fuese Navidad. También recuerdo que mis papás compraron allí su primer juego de dormitorio que estuvo en uso hasta hace poco, medio siglo después como constancia de aquel sacrificio económico de sus años mozos. Hace algún tiempo, muchos años después de mi niñez tupiceña, volví a esa frontera y quién sabe si por alg una extraña pir ueta de la memoria infantil lo que vi fue una postal de otro mundo, al modo de una retorcida pasarela en la que desfilaba la historia de la mismísima humanidad.

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Todavía guardo las imágenes de aquellas decenas de cuerpos que de lejos se miran asexuados, cargando sobre sus espaldas un enorme bulto blanco, o más, 45, 50, 90 kilos de harina, ida y vuelta setenta veces durante el día a paso menudo y rápido vista al suelo, por el puente que separa (o une) Bolivia de Argentina en la frontera entre Villazón y La Quiaca. Coca en la boca y en la mano una bolsa para amarrar la carga, corren desde el lado boliviano sesenta metros levantando polvo, apurados porque la competencia es implacable. Casi al mismo paso, con uno o dos quintales encima, desandan el camino con la harina argentina sobre la espalda. Dejan la carga y vuelven a empezar, setenta veces si el cuerpo aguanta. Es un puente angosto y alambrado. Un carril de ida y otro de vuelta. La gente que va y viene, con esos bultos blancos sobre la espalda, aparenta una colonia de hormigas gigantes y tengo la impresión de que en algún momento entran en trance. A su lado, diez metros abajo y a la derecha, está el puente ancho y formal, ese con tranca y gendarmes argentinos en un pedestal desde donde miran con desprecio a los “bolitas”. Si no te queda otra –me dicen– cruzas por abajo, por el río. Si te avivas, pasas junto con los cargadores de harina, quién sabe en una de esas zafas,

mientras los gendarmes se distraen fumando un pucho. Eran días, los que estuve allí, en que todavía convenía llevar mercadería de aquí a allá, de Bolivia a Argentina. Ahora, aunque a la inversa, la dinámica en el puente fronterizo supongo que será más o menos la misma. Mercadería de contrabando de un lado a otro sin importar la dirección. Para eso, la ruta es por el mismo

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Puente fronterizo entre Villazón (Bolivia) y La Quiaca (Argentina) río, más arriba, jugándose el pellejo. Es una puesta en escena. Dos puentes lado a lado, uno para la foto oficial y el otro para la colonia hormiguera. Aparte está el río como tercera vía para añadir algo de tango al laburo policial que de tanto en tanto persigue contrabandistas, a modo de salir de la rutina. Pocos días atrás, los “bol itas” contraband istas habían volcado el auto de los gendarmes

argentinos que son abusivos pero son pocos. Es más, cuando los “bol itas” quieren, aparecen como jauría por decenas montados en bicicletas y hacen corretear a los gendarmes —se jactan los ciclistas. En el puente hormiguero, la vía permitida es de Argentina hacia Bolivia y no al revés. De lo que se trata es de poner vigilancia en el lado argentino para que los

boliv ianos no ingresen mercadería alguna. Esos mismos gendarmes se encargan de que la harina argentina que ingresa a Bolivia pase tranquila. Los avala la economía subterránea misma, el sistema tradicional de la sociedad comerciante, y se ve como un acuerdo entre estos aparapitas bolivianos llamados “pilotos” (pilotero, mula, camelô, vendedor, cargador, sacoleiro, mesitero, changarín, acopiador) necesitados de los centavos que se les paga por quintal transportado a lomo. Los pilotos son, digamos, el mismo puente, el ducto harinero de una sola vía, ArgentinaBolivia, que acaba en un canchón donde se apila la mercadería. De ahí para adelante, quién sabe. El contraste es abismal. Cruzas el puente hacia Argentina y te lanzan los perros. En el lado boliviano, no hay perro que te ladre. Villazón es una zona franca donde se tranza en varias monedas. No es novedad aunque no deja de sorprenderme. Porque en las fronteras del país, el contrabando es parte de la vida cotidiana, es parte fundamental de la economía local y nadie se rasga las vestiduras, aunque de vez en cuando aparezca algún gesto dramático para el espectáculo mediático. Por eso, yo me doy otra vueltita, me compro unos ra yban de a luca y sigo viajando. Quién dijo que el surrealismo es ficción.

Corren desde el lado boliviano sesenta metros levantando polvo. Casi al mismo paso, con uno o dos quintales encima, desandan el camino y vuelven a empezar, setenta veces si el cuerpo aguanta. DOMINGO 27 DE ENERO 04|19

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ÍLUSTRACIÓN SERGIO SALAZAR DGR-UCB

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CRÓNICA Cristina Gutiérrez Leal

VENEZUELA, el destino más chévere Un viaje desde Brasil hasta Venezuela a ras de suelo. En el trayecto, los testimonios de unos y otros dan cuenta de la división que reina y que hace de Venezuela un país difícilmente chévere .

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Boa Vista 12:30 a.m.

BSERVÉ LA CIUDAD poco antes de a t e r r i z a r. B o a Vi s t a , ya e n n o c h e cerrada, sólo ofrecía luces en completo desorden. Hacía cuatro horas, un sol templado me mostraba la insólita genialidad con que Oscar Niemeyer había planificado Brasilia: parecía inhabitable. Bajé con los 23 kilos de vida permitidos, más cansada que ansiosa, preparada para buscar en el aeropuerto el espacio menos imposible donde pasar la noche. Entre varias boa noichi y el acento extraño de los brasileños del norte, distinguí el coro de naguará, marico, güevón, verga, chamo. Mi lengua materna parecía decirme bienvenida en su versión más espontánea. Sentí un puyazo en el estómago y otro en la cabeza: muchísimos venezolanos que poblaban el

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aeropuerto internacional de Boa Vista (Roraima, Brasil) estaban ahí desde hace dos y hasta tres días, durmiendo en el piso o en los asientos tiesos de la feria de comida, esperando vuelos: Santiago, Buenos Aires, Río de Janeiro. Tren al sur retumbó en mis oídos como un soundtrack maldito.

01:00 a.m. —¿Venezolana o brasileña? –preguntó el chamo con quien compartí mesa para tomarme la respectiva dosis de cafeína. —Venezolana, ¿y tú? —También –dijo con tono de resignación. —¿Vas a Buenos Aires? –pregunté. —No –estoy esperando una oferta a Santiago. Mientras eso ocurría, estaba resignado a permanecer en el aeropuerto, pues comida tenía suficiente: tres paquetes de pan y un pote de salsa de tomate. Sorbí mi café. www.paginasiete.bo

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CRÓNICA

FOTOS JOSÉ JÁCOME / EFE

Emigrantes venezolanos en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, 2019.

—Hay muchos venezolanos, ¿no? –continué. —Muchísimos, pero más hay en la terminal. Ya no cabe uno, además, están cobrando vacuna por el pedazo de piso que encuentres para dormir. —¿Cómo así? ¿Quién cobra eso? —Otros venezolanos –sentenció. —Chimbísimo –gagueé. Nos quedamos en silencio, un silencio largo y cortopunzante. Únanse al baile de los que sobran, nadie los quiso ayudar, taladraba la memoria. Le di mi número y dirección en Brasil, y se despidió con un chao, que te vaya bien. Chao, pana, le dije. Hubiese querido abrazarlo. Era un chamo tan parsimonioso que probablemente fuese al menos hijo de andinos. Algo en él me hizo recordar los

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lomos de las montañas camino al pico El Águila, en Mérida. Será por lo triste.

03:00 a.m. —¿Tienes cargador de iPhone? –preguntó un señor. Tenía aproximadamente sesenta y cinco años, con un acento rarísimo, entre Don Francisco y Amador Bendallán. —No, señor, lo siento –dije entre dormida y despierta. Sus hijos, argumentó, debían estar preocupados por él. Acababa de dejar en Chile al menor y se devolvía a Venezuela para cerrar algunos negocios y vender unas propiedades antes de volver a su Chile natal, de donde había salido hacía veintisiete años. —Una venezolana me enamoró y me quedé. Venezuela era DOMINGO 27 DE ENERO 04|19


Entre varias boa noichi y el acento extraño de los brasileños del norte, distinguí el coro de naguará, marico, güevón, verga, chamo.

Ciudadanos venezolanos en el aeropuerto de Quito se suman al programa Vuelta a la patria, impulsado por su gobierno, 2019.

uno de los mejores países para invertir, y yo traía unas buenas luquitas. No lo pensé, po, al tiro me casé. Al tiro también recuperó su recién visitado acento chileno. —¿Y cómo fue su encuentro con Santiago? –pregunté, para seguir la conversa y gastar el tiempo hasta que amaneciera. Habló maravillas. Sus ojeras parecían desaparecer tras la emoción que dejaba ver al describir su reencuentro, después de tantos años, con los viñedos y las calles de Santiago, bares, primos, frío. Me enternecía. —Ahí sí que se vive bien. Por eso saqué hasta el último de mis hijos. Mira: en Venezuela ya no hay futuro, no sé qué vas a hacer tú para allá, lo que pueden es matarte para robarte el teléfono que te habrás comprado en Brasil. —Lo compré en Venezuela –dije. —Bueno, lo cierto es que allá adentro la vida no vale nada. En cualquier momento algún malandro puede matarte. —Lo sé. Menos mal que ya tiene a sus hijos fuera, imagino que podrá dormir mejor de ahora en adelante. Suspiró y se le aguaron los ojos. —Además ellos son chilenos, ¿cachái? Chilenitos puros. Les irá bien, podrán comprarse sus cositas. Más ahora que seguro gana Piñera. Ese país va de mejor en mejor –dijo emocionado. Nunca nada había sido tan efectivo para despertarme como aquella frase. —¿Piñera? ¿No es él lo más parecido a Pinochet? –espeté, DOMINGO 27 DE ENERO 04|19

con el mayor respeto que pude. —¡Él es Pinochet! –dijo con la misma emoción de hace algunos minutos. —¿Está contento con la posibilidad de que gane alguien parecido a Pinochet, sabiendo que, bueno, promueve un discurso violento y nazista incluso contra los venezolanos migrantes? —Tú debes ser universitaria, así es mi hijo, con ese cuento del rechazo a Pinochet. Él hizo bien, a todas esas lacras había que matarlos, sino… Chile no fuese lo que es hoy. Y su rechazo a los venezolanos no va a afectar a mis hijos porque son chilenos. Además, si mata malandros venezolanos, está en su derecho, a esa gente hay que matarla, su vida no vale nada. Ojalá Venezuela tuviese un Pinochet que pusiera en fila a todos los chavistas y los fusilara. —No estoy de acuerdo. Me parece un discurso peligroso –alcancé a decir. —¿Ah, es que tú eres madurista? –preguntó, y supe que la conversación no debía continuar. —No –contesté. Otro silencio, esta vez con ceños fruncidos.

5:45 a.m. – 8:00 a.m. La vía Boa Vista–Pacaraima pasó ante mis ojos con un empeño invasivo. Los párpados se cerraban solos mientras escuchaba a un peruano radicado en Venezuela repetir incansable: en Perú no es así. www.paginasiete.bo

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CRÓNICA

Santa Elena de Uairén 08:30 a.m. —Si es en efectivo te lo cambio a seis mil bolos, si es por transferencia, a once mil –dijo uno de los muchos cambistas “alternativos” en la frontera Brasil–Venezuela. —¿Así de difícil está el efectivo? –pregunté. —¿Hace cuánto no venías? –dijo con una sonrisita entre angustiada y cínica.

10:30 a.m.

FOTO MIGUEL GUTIÉRREZ / EFE

Ya en el terminal fui al encuentro sagrado con una malta fría. Inmediatamente después compré un pasaje para salir a las 5:00 p.m. a Puerto Ordaz. Pasé mis horas entre dormir en una esquina y hablar con dos compatriotas: una venía de Manaos a visitar a su familia y el otro venía de Boa Vista luego de despedir a su esposa, quien tomó un vuelo a Argentina. Este último había sido miembro de mesa de las elecciones regionales. La pregunta por el fraude en las elecciones no podía faltar. —Si hacen una trampa, la hacen después de que todos los miembros de mesa certificamos, porque los números de la máquina son los mismos de las actas. Ellos tienen cómo defender eso con las actas en mano, como Andrés Velázquez –dijo, y

—Si esto fuese una dictadura como dicen no habría quedado nadie. Si los guardias matan terroristas, están haciendo su trabajo, a esa gente hay que matarla, su vida no vale nada. —No estoy de acuerdo –alcancé a decir. —¿Ah, es que tú estás con la MUD?

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—Ojalá Venezuela tuviese un Pinochet que pusiera en fila a todos los chavistas y los fusilara. —No estoy de acuerdo –alcancé a decir. —¿Ah, es que tú eres madurista?

FOTO LUIS ROBAYO / AFP

remató: —Ya no sé qué pensar, chama. Yo soy cien por ciento oposición, pero estoy harto. Estaba negado a irme del país, pero ya estoy al borde. Le invité un trago de malta y balbuceé unas palabras de ánimo. Llegó el bus y, mientras todos montábamos nuestras maletas, pude ver que lo que más pesaba eran los sacos y sacos de comida que la gente había comprado en la frontera. Algunos viajaban desde el interior del país para conseguir

arroz, pasta, harina de trigo. Unos para abastecimiento del hogar, otros para revender. El aire acondicionado que me habían prometido cuando compré el boleto no existía. Protesté. —Está en los cauchos, aire tienen los cauchos –me dijo, burlón, el chofer. Sentí la segunda brisa amarga de la viveza criolla. Le escupí un coñoelamadre. Trece horas después (horas de Romeo Santos, reggaetón y Marco Antonio Solís) lo repetía cuando, en vez de dejarme en el terminal de Puerto Ordaz, donde no quisieron entrar, pretendían hacer que me bajara a las 4:30 a.m. en medio de una carretera entre San Félix y ciudad Bolívar. —Ahí queda cerca un puesto de la guardia nacional. Ellos te protegen –dijeron, no sé si para aliviarme o asustarme. El grifo de imágenes de guardias nacionales matando jóvenes durante las protestas venezolanas de 2017 se abrió en mi cabeza. También aquella noticia en 2013 de madres e hijas asesinadas por equivocación durante un operativo de la GNB en Coro, mi ciudad. Además, el recuerdo de un amigo también asesinado en 2009 por uniformados que no supieron identificar la placa de un carro y abrieron fuego. —No, gracias, voy hasta Ciudad Bolívar –dije.

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CRÓNICA

—Tú eres una muchacha buena, no te dejes contaminar por el odio, pero cuando tengas mi edad, ya verás que el idealismo no dura para siempre. Ciudad Bolívar 05:00 a.m. —¡Valencia, Valencia, 5:30 de la mañana, saliendo! –gritaba un pregonero en el terminal de Ciudad Bolívar. Compré ese pasaje, calculando estar en Valencia al final de la tarde. El bus salió a las 8:30 a.m. —Me vendieron un pasaje para salir a las 5:30 a.m. y estamos saliendo tres horas después. ¡Qué vaina es esta! –refunfuñé. —Chama, en todos los terminales del país es así, nunca es verdad y lo saben. No sé cuál es la reclamadera… ¿O es que acabas de llegar al país? –dijo el pregonero, desconcertado. Miré a mi alrededor con mi cara de recién llegada intacta y todos los gestos en el autobús, al unísono, lo confirmaban: esto es lo que hay. El viaje empezaba a tener otro soundtrack. —Mija, no reclames mucho que después la agarran contigo y te pichan pa’ que los guardias te decomisen la comida que llevas. Quédate quieta mejor y ayúdame a mover este saco de azúcar ajeno para no romper ningún kilo –me dijo la señora con quien compartiría las siguientes 20 horas de vallenato y reggaetón a todo volumen y un par de conversaciones importantes. Le agradecí y le invité una malta como quien dice “un trago por eso” o echa agua bendita en algún lugar profano. La señora tenía más de cincuenta años, aunque se esforzaba por aparentar menos (y lo lograba). Su aspecto intacto, frescura y maquillaje perfecto, en comparación con todos los demás pasajeros, me hizo saber que no venía de la frontera. Tenía algo parecido a la calma y no el hartazgo que gritaban nuestras posturas en los asientos invadidos por los sacos de comida: bocas abiertas por el sueño profundo, cabezas recostadas en hombros desconocidos, ojos vidriosos, brazos caídos. Ella no hablaba mucho conmigo, pero sí por teléfono, agachada para que no se lo vieran. Parecía siempre estar hablando en clave: papeles, firmas, copias de cédulas, listas, formatos.

11:00 a.m. —¿Me puede regalar un mensaje? –pregunté. —Bueno, pero tengo que escribirlo aquí con el celular dentro de la cartera, ahorita está muy peligroso –respondió amablemente. —Está bien.

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Mami, voy en camino a Valencia, todo bien. Con suerte llego a Coro en la madrugada. Cristina.

01:30 p.m. —Mira, tu mamá te respondió –avisó. Está bien, hija, si es muy tarde quédate a dormir en Valencia, llegar a casa en la madrugada no es seguro. —¿Y de dónde vienes? ¿De Boa Vista? ¿Estás trabajando allá? –me preguntó, cinco horas de carretera después en una de las innumerables paradas que los guardias hacían para registrar maleta por maleta. —Vengo desde Boa Vista en bus, pero estudio en Río de Janeiro. —¿En serio? Chama, vienes desde muy lejos, ¿y cómo haces para mantenerte allá? Debe ser muy caro. —Lo es, pero tengo una beca y me organizo para que alcance hasta para mandar plata a casa. —Ah, pero estás bien. Así sí hay que irse, no a pasar trabajo por ahí en vez de estar con la familia. —Pero… Iba a refutar y me cortó su nombre gritado por los guardias, había llegado su turno para pasar a la revisión de la maleta.

2:30 p.m. En algún lugar entre Bolívar y Valencia apareció el mar. Era de un azul insólito. Sentí que toda esa calma que proporcionaban sus olas tímidas era un regalo, una forma de resarcirme por tanta carretera ingrata. No sabía por qué me impresionaba tanto, si de hecho sigo viviendo en una ciudad con mar. Pero volver a ver tanta agua junta, tan azul y tan lejos de edificios, hoteles y turistas me llenó la vista de un paisaje que tenía adorDOMINGO 27 DE ENERO 04|19


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dejan… porque, como te digo, la gente está llena de mucho odio. —Sí, vi las noticias, lamentable que lleguemos a eso. Quemarnos entre nosotros mismos y ver cómo matan chamos en las protestas. Este país es un dolor sostenido –dije. —Ve, hija, yo te voy a decir algo: en las marchas había gente decente, yo los conozco, opositores que lo que quieren es un mejor país, y tienen razón. Pero también había unos muchachitos que les pagaban por cargar morteros y armas, y causar terror. Yo te lo digo porque lo sé de primera mano. —Seguro, en las manifestaciones políticas hay de todo. Pero el foco debería ser esa gente decente que usted misma reconoce, ¿no? —¿Tú crees que Pinochet o Videla se hubiesen calado esto? –señaló–. Más bien han salido ilesos; si esto fuese una dictadura como dicen no habría quedado nadie. Si los guardias matan terroristas, están haciendo su trabajo, a esa gente hay que matarla, su vida no vale nada. —No estoy de acuerdo, me parece un discurso peligroso –alcancé a decir. 2 —¿Ah, es que tú estás con la MUD ? –preguntó con tono rabioso. —No –respondí. Y el coro de ceños fruncidos reapareció.

07:30 p.m. —Yo ya me voy a bajar, pero te recomiendo este hotel en Valencia. No es tan caro. Aquí está el número de un amigo taxista, no te montes con cualquiera, está muy peligroso. Y bueno, disculpa lo que dije, realmente no debo pensar así, pero es que da arrechera. Tú eres una muchacha buena, no te dejes contaminar por el odio, pero cuando tengas mi edad, ya verás www.paginasiete.bo

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FOTO LUIS ROBAYO / AFP

mecido en la memoria, invadida ahora por las escandalosas playas cariocas. —Es hermosa, ¿verdad? –me dijo Blanca, la señora. Siguió: No sé cómo hay gente que se va del país teniendo esto aquí. —“La patria es el hombre” –le dije. —Ah, te sabes las canciones de Aly Primera, qué bueno. —Soy falconiana, claro que las sé. —Es que aquí tenemos de todo, buen clima, cantantes, naturaleza… –prosiguió. —De todo, incluyendo escasez de todo. —Sí, hija, pero eso es momentáneo. Era realmente dulce, Blanca. —¿Usted tiene esperanza? –pregunté. —Claro, imposible vivir aquí sin esperanza. Sólo teniendo esperanza podemos resistir. Y atendió el teléfono: esta vez habló mucho más encorvada en el asiento. —Tengo que atender así bajito porque estoy cerrando las cuentas con el consejo comunal, yo soy la que reparto las cajas del CLAP1 por la casa y vengo de la toma de posesión del gobernador de Bolívar. Te lo digo a ti porque si te sabes las canciones de Aly, seguro eres una buena muchacha, pero si en este bus hay algún opositor radical, chama, eso da miedo. Porque hasta queman gente. Yo vivo asustada. El chamo que quemaron durante las manifestaciones vivía cerca de mi casa, era un muchacho bueno, de esos que hacemos el trabajo de base, porque los que están en el poder esos son sólo los que se agarran la plata, pero nosotros por mantener esta revolución le estamos echando pichón. Los políticos de arriba, esos son unos hipócritas, viven como burgueses y tanto que los criticaron. Alguien tiene que hacer las cosas bien. Bueno, si nos


FOTO RODRIGO BUENDIA / AFP

CRÓNICA

que el idealismo no dura para siempre –dijo Blanca. —Imagine la arrechera de las madres de esos chamos. Y gracias por la recomendación. De verdad, gracias.

Valencia 11:00 p.m. —Son 20 mil –dijo el taxista, después de recorrer sólo tres cuadras hasta un motel que queda detrás del Big Low, terminal de Valencia. En el hotel que Blanca me recomendó no había habitaciones disponibles. El sitio tenía una estructura arabesca y acceso hasta la puerta de las habitaciones, sin necesidad de contacto visual con el recepcionista. Supe que era un tiradero. —Si quieres te busco mañana, la cosa está fea, chama. No te montes con cualquiera –advirtió el chofer. —Está bien, deme su número, y gracias. Ya en la cama encendí el televisor, sólo tenían los canales del Estado. Apareció Diosdado Cabello, uno de los principales actores del oficialismo en Venezuela, en su programa Con el mazo dando: “Colombia, Brasil, Argentina están peor que Venezuela. Esos países que tanto nos critican no han alcanzado ni la mitad de nuestras políticas sociales. ¡Somos el faro de luz de la izquierda en el mundo!”. Apagué el televisor.

a sacarle conversación a la muchacha con quien compartía mesa. —Vengo de Cúcuta, maginate, más de 20 horas de camino –me dijo, exhibiendo su osadía. Yo exhibí la mía. —Yo, de Brasil. —Al diantre, muchísimas horas –respondió sorprendida. Su acento coriano era inocultable–. Pero a voj no te pasó como a mí –continuó–. Cuando hicimos la parada en noseadónde y estábamos todos en la cola del baño o tomando café, el chofer del bus de San Cristóbal a Valencia arrancó con todas nuestras maletas. A mí sólo me quedó la cartera, menos mal que traía escondidos los dólares que voy a vender pa’ comprarles los estrenos a mis hijos. Me dio miedo preguntar si recuperaron sus cosas. Le invité una malta como quien invita un trago de cocuy o echa agua bendita en algún lugar profano.

11:00 a.m. San Juan de los Cayos, otra vez el mar. Esta crónica se publicó originalmente en Babélicas. Narrativas del desplazamiento (babélicas.com), en febrero de 2018.

09:30 a.m. Coro, Coro, saliendo.

10:30 a.m. Sentada en un quiosco de empanadas, con mi batería humana al 100% luego de una noche restauradora, me dispuse

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[1] CLAP: Comités Locales de Abastecimiento y Producción. A través del CLAP, las casas de todas las familias venezolanas deberían recibir cajas con alimentos básicos cada quince días. [2] MUD: Mesa de la Unidad Democrática. Mayor partido de oposición en Venezuela, donde se aglutinan otros partidos importantes como Primero Justicia, Voluntad Popular y Acción Democrática. DOMINGO 27 DE ENERO 04|19


CRONIQUITA / ABUELAS Ninón Irene Llano Guibarra

Exaltación Qué lindo era romper la rutina tres días al año para ser otras.

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ODOS NECESITAMOS una suerte de escape. Por fortuna, mi abuela siempre estuvo a la altura de crear uno para las dos. La recuerdo desde siempre, en pie a las cinco de la mañana para bañarse, desayunar, barrer, cocinar y luego trabajar en la tienda de abarrotes que había en casa. Esa imagen, todos los días, de lunes a sábado sin falta, desde mi niñez hasta una semana antes de que ella enfermara. Los domingos, en cambio, era distinto. Desayunábamos juntas más tarde de lo habitual y luego íbamos a visitar a los abuelos al cementerio. Rezos y lágrimas que luego se refrescaban con un helado de canela. Después al parque, ella a tejer y yo a jugar. Ella en su labor de acompañarme y yo en mi labor de ser niña. Cumplíamos muy bien. Todo lo que pudo haber sucedido en la semana, bueno o malo, fatal o hermoso, rutinario o mágico, cobraba otro sentido los domingos cuando nos alejábamos de todo y todos para estar las dos. Para curarnos juntas. Una vez al año –existen fotografías instantáneas que lo pr ueban– me llevaba de viaje a Copacabana. Todos los años desde mis siete, este viaje como una especie de referente que marcaba el fin de un ciclo y el inicio de otro. Ahora que lo pienso, la costumbre de viajar con el equipaje justo, quizá, la adquirí de ella. Quizá también aquello de esperar, planear, buscar y apreciar los destinos. Cada viaje y durante tres días, ya no desayunábamos leche con pan, mantequilla y mermelada, sino api con buñuelos en el mercado; ya no mirábamos el noticiero de las ocho, en cambio, nos preparábamos para ir a la misa de las siete; ya no conversábamos, ella con sus caseros y yo con mis amigos, sino que subíamos al calvario a mirar un paisaje que todavía hoy me rebasa la mirada. En fin, éramos nosotras pero otras, al menos por tres días al año. Su devoción cuando miraba la imagen de la Virgen en la DOMINGO 27 DE ENERO 04|19

iglesia, sus ligeros temores cuando íbamos en lancha hasta la roca que asemejaba la “boca de un sapo”, su curiosidad cuando los yatiris le leían la suerte en las hojas de coca y su fe cuando nos envolvían en el humo del incienso, fueron las formas de creer que le permitían resistir lo cotidiano. Hoy para mí –amén de resistir– son formas de buscarla y encontrarla.

Ninón Irene Llano Guibarra: Viajera a tiempo completo, escritora a tiempo parcial. Cursa un doctorado en Ciencias Sociales cerca de Comala. www.paginasiete.bo

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FOTOGRAFÍA Fotógrafa Claudia Morales 24LP

Hrs. 19 – 20 #salchipaperosysalchipaperas

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PRENDEN POCO a poco sobre nuestros gustos –“¿con ketchup?, ¿quiere u n p o c o d e mostaza?, ¿ sin mayonesa?, ¿le echo llajua, case?”– y conocen nuestra d ieta mejor que nuestras mad res y abuelas. No entienden ni de plata ni de clases sociales: atienden por igual al señor del auto deportivo que está espe-

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rando en la esquina que a la señora con el aguayo a cuestas repleto de mercadería. Y están en todo lado: en Villa Fátima, en la Pérez, en la zona del cementerio. Pasamos de la adolescencia a la madurez cuando encontramos a un salchipapero de confianza; y cuando éste, al fin, nos alimenta. Álex Ayala Ugarte www.24horaslapaz.com instagram: @24horaslapaz

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EL MAnGO DE OZ Óscar Martínez

La chifa del chino renegón Una experiencia gastroneurótica en la chifa más famosa de la calle Ecuador

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A C E T I E M P O, cuando por algunas razones sentimentales o extrasentimentales me asaltaba la melancolía, dejándome sin un peso de optimismo o felicidad, me iba caminando desde El Prado hasta la plaza España sólo para atravesar la calle Ecuador. Siempre les digo a mis amigos que esta calle es una calle triste y llena de nostalgias y melancolías y al principio no me creen, pero luego pasan por ahí, prestan atención a los detalles y se dan cuenta de lo que les digo. Ya sea porque siempre hay un antiguo y venerable colectivo 2 atravesando la calle con paso cansino y desvencijado o porque se te vienen a la mente atribuladas noches de soledad, cabeceando de sueño en Las Flaviadas; la nostalgia es lo que sobra en la Ecuador. Más aún si luego miras a ese local que hoy ocupa un negocio de pollos al espiedo y suspiras acordándote de la mejor chifa que hubo en la ciudad, que sabe Dios cuál era su nombre, porque todos la conocían simplemente como la chifa del chino renegón.

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Ya había escuchado de su reputación, pero quién podría creer que alguien te mandara a la pecaminosa que te dio el ser por el simple hecho de pedir el cambio, o por pagar con un billete de doscientos, o esa clase de cosas por las que dicen que te miraba feo y te gritaba quién sabe qué. Fui a comprobarlo después de que dejé la mala costumbre de ir a una pizzería en el Prado, donde te parabas mirando la vitrina mientras los empleados trataban de convencerte ofreciéndote toda la variedad y tamaño de pizzas que había. Mientras, te frotabas el mentón con afectada pose de reflexión y preguntabas: “¿Hay alguna de hoy?”. Y claro que los empleados se enojaban y te decían “todas son de hoy”, les respondías “ah…”, girabas sobre tus talones y te ibas caminando muy renovado a la librería Plural.

Así que camino a la librería, por la calle Belisario Salinas, decidí averiguar por mí mismo si ese chino era tan gruñón como contaban. La primera vez fui a las ocho de la noche y la puerta estaba cerrada. Después de forcejear el picaporte, el susodicho se asomó a la ventana de la puerta, corrió la cortina, golpeó vehementemente los cristales con los nudillos, y al mirarlo me hizo señas que indicaban algo así como “tú no”, señalándome alternadamente con el dedo índice de la mano derecha el salón de no más de cinco mesas reventando de comensales y a mí. La segunda vez fui temprano a mediodía y lo mismo, yo forcejeando el picaporte y él recorriendo la cortina para

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nombre del plato junto con una risita cojuda, pero con mirada monolítica me dijo “¡Númelo!”. Así que me ahorré el aire risueño y le di el número de orden en el menú. Luego trajo los cubiertos que también lanzó desde unos quince centímetros por encima de la mesa y minutos después también me dejó torpemente un glorioso plato de arroz con curri y pollo picado con brócoli. Soy fan del arroz sueltito porque me parece imposible hacerlo en la altura. Y este era un arroz sueltito, cada grano se sentía en la boca con los cebollines y el huevo revuelto que se confundían con un leve toque de sabor a jengibre. El pollo picado en trozos medianos sazonado con una deliciosa salsa de curri traía un sabor y olor tan penetrantes que hasta el brócoli sabía a gloria con la combinación. Mientras comía comprendí por qué valía la pena hacerse mandar a la mierda por un “súbdito extranjero”, como dicen en el telepolicial. También pedí una limonada, pero no me dio bola o

no me entendió. Entonces recordé que varios amigos habían hecho una apuesta que tenía un apetitoso y sustancial premio en efectivo: A ver quién lograba que el chino renegón le diera factura. Lo intenté, oh Dios, como lo intenté. Y era cierto eso de que ni bien pagabas la cuenta y le pedías factura, el chino renegón cambiaba de color, se ponía rojo, luego aguantaba la respiración y se ponía medio azul, luego decía mil veces algo como “no” en menos de cinco segundos y luego golpeaba el aparador, de donde sacaba un letrerito de cartulina que decía “ reser vado” y lo tiraba en la mesa donde vanamente intentabas explicar que necesitabas contribuir al país con tus impuestos. ¡Nada! Ese letrero en la mesa y el chino señalándote la puerta significaban el fin de la peculiar experiencia gastroneurótica y signif icaba también que la apuesta seguía sin ganador, cosa que se quedó así, hasta que el mencionado señor recogió todas sus cosas y, después de más de treinta años, un día de esos se marchó.

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FOTO PIXABAY

señalarme el reloj y luego apuntándome con el dedo índice, nuevamente, en clara señal de “tú no”. La tercera fue la vencida. Fui a eso de las 7 de la noche y, aunque tenía miedo de que me reconociera, pude entrar y me acomodé en una mesa con mantel azul. Al fondo del aparador, un montón de revistas Taiwan Today (quizá por eso le molestaba que insistan en llamarle chino) y de fondo varios adornos y alegorías que en mi ignorancia yo también diría que eran chinas y que caracterizaban la mayoría de las chifas que conocía hasta ese entonces. Se acercó a la mesa con seriedad glaciar y me miró, creo, con achinados ojos de sospecha. Pensé que me iba a decir “ tú arruina picaporte, no chao mei para ti, ¡fuera!”, pero no, sólo me lanzó un menú viejísimo y forrado en cuerina café. Pedí ar roz con cur r i y pol lo picado con brócoli, tal como me recomendaron. Intenté hacer el pedido mencionando el


RETRATO Gabriel Chávez Casazola Fotografía de Waldo Maluenda

Los regresos de Matilde Cuando Matilde llegaba, con sus largos cabellos agitados en remolino por los vientos de Tucsupaya, en el viejo aeropuerto de Sucre, traía siempre la guitarra en bandolera en un forro colorado y maletas llenas de olor a mundo. Ahora que hago memoria de sus arribos, tan esperados por sus padres —mis abuelos—, lo que más recuerdo es ese aroma impregnado en cuanto contenían sus maletas: libros, partituras, pequeños objetos, resmas de papel garabateado con su letra zurda y menudita, desvelada al igual que sus versos nocherniegos. Matilde llegaba y todo se llenaba… de humo —fumaba sin cesar por ese entonces, hasta que su ángel de alas rotas enfermó y le dijo basta—, pero también de música, de arpegios siempre distintos, cuando la Regresada ensayaba por las tardes y me contaba de los horizontes cuyo olor traía en las valijas, y me enseñaba —cuando se me ocurrió, niño, preguntarle asombrado de qué color era ese mundo— que tenía justamente el color que uno quisiera darle. Como ese olor a distancia —capaz de transportarme más allá de las montañas violáceas de Sucre, de su tiempo detenido—, tampoco he olvidado esa lección sobre el color del mundo, y ahora que quien viaja con libros y versos y pequeños objetos en la maleta soy yo, pienso en Matilde en las salas de espera de los aeropuertos, en su tenacidad (cuando nadie entendía su arte), en su sencillez (antes y ahora, en este tiempo de cosechar lo sembrado), en su firme fragilidad y en su dulce firmeza. Y pienso, también, en la importancia de que existan más Matildes en la tierra, en su voz quemadura y sus cabellos, ahora canos y agitados por el viento apacible de su huerta.

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Matilde Casazola

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C A RT E L E R A #DíasDeCine Isabel Navia

Once premiadas en Sundance 2018

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NO DE LOS EVENTOS más interesantes del cine independiente, el Festival de Sundance, está sucediendo estos días (desde el 24 de enero hasta el 3 de febrero) en el estado de Utah, Estados Unidos. Desde 1985, Sundance es una plataforma que promueve la originalidad de nuevos talentos y da cabida a perspectivas distintas, al margen de las grandes productoras cinematográficas. Son algo más de 30 los galardones que este festival entrega a las mejores historias, en sus distintas categorías.

Al anunciar que este año se exhibirán 112 nuevas producciones independientes, entre más de 14.000 postulaciones, Robert Redford, presidente y fundador de Sundance Institute, dijo: “La sociedad se basa en los cuentacuentos. Las decisiones y los riesgos que toman definen nuestra experiencia colectiva. El festival de este año está lleno de narradores que ofrecen desafíos, preguntas y entretenimiento. Al contar sus historias, toman decisiones difíciles en su búsqueda de la verdad y el arte; la cultura cosecha la recompensa". Mientras esperamos conocer a los nuevos ganadores, repasemos una selección de once premiadas en la versión anterior. Una lista que merece prioridad en nuestra planificación de este año.

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THE MISEDUCATION OF CAMERON POST. Desiree Akhavan, EEUU, 2018. Es 1993 y Cameron, que parecía una adolescente perfecta, es descubierta besando a otra chica. Por ello la envían a un centro de “deshomosex ualización” cr istiana. Ganadora del Gran Premio del Jurado. BURDEN, ANDREW HECKLER. EEUU, 2018. Basada en hechos reales, nos muestra a un joven miembro del Ku Klux Klan en una pequeña ciudad de Carolina del Sur, el año 1996. El momento en que se enamora de una joven con principios muy distintos a los suyos, descubre que tiene la opción de redimirse. Ganadora del Premio de la Audiencia. THE KINDERGARTEN TEACHER. Sara Colangelo, EEUU, 2018. Re make de su homónima israelí, hecha en 2014, cuenta la cruzada de una maestra de jardín de infantes que descubre la genialidad de uno de sus alumnos y decide, contra todo obstáculo, impulsar su talento. Premio a la Mejor Dirección.

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MONSTERS AND MEN. Reinaldo Marcus Green, EEUU, 2018. Esta ópera prima gira magistralmente alrededor del dilema de Manny Ortega, un joven que filma el momento en que un policía mata a tiros a un timador y debe decidir qué hacer, considerando muchos riesgos para su familia. Ganadora del Premio Especial del Jurado. I THINK WE’RE ALONE NOW. Reed Morano, EEUU, 2018. Inquietante historia en la que Peter Dinklage encarna a un hombre que está literalmente solo en el mundo, luego de una catástrofe global. Ha aprendido a llevar su existencia pacífica y metódicamente, hasta que una intrusa llega a su pueblo y altera todos sus esquemas. Premio Especial del Jurado a la Excelencia. THE GUILTY. Gustav Möller, Dinamarca, 2018. Asger es un policía que debe cumplir un tiempo con trabajo de escritorio, atendiendo la línea de emergencias. Él cree que será muy aburrido, hasta que recibe la llamada de una mujer secuestrada. A partir de ese momento, iniciará una carrera contra el tiempo para encontrarla. Ganadora del Premio de la Audiencia. AND BREATHE NORMALLY. Ísold Uggadóttir, Islandia, 2018. En una pequeña ciudad de Islandia, Lara entrena para ser oficial de migración mientras atraviesa una difícil situación personal. Un día le toca lidiar con una mujer de Guinea–Bissau que trata de entrar al país con un pasaporte sospechoso. Sus vidas comenzarán a entretejerse de formas inesperadas para ambas. Premio a la Mejor Dirección Dramática. KAILASH. Derek Doneen, EEUU, 2018. Un desgarrador documental que sigue a Kailash Satyarthi (Premio Nobel de la Paz en 2014), el hombre que dedica su vida a buscar, rescatar y rehabilitar a niños esclavos que viven hacinados en fábricas y son forzados a trabajar para lograr productos de bajo coste. Gran Premio del Jurado. BUT TERFLIES. Tolga Karaçelik, Turquía, 2018. En Hansalar, una villa diminuta de Turquía, tres hermanos que apenas se han visto en años deben reunirse para enterrar el cuerpo de su padre. Éste también resulta ser un desconocido para ellos. Ganadora del Gran Premio del Jurado para drama en Cine Mundial. SEARCHING. Aneesh Chaganty, EEUU, 2018. Esta película explora las relaciones familiares y personales a partir de la desaparición y búsqueda de la hija de una pareja que se comunica con la joven, principalmente por mensajes de texto y videollamadas. Su computadora será el núcleo de la historia. Premio Next del Público. OF FATHERS AND SONS. Talal Derki, Alemania, 2017. El cineasta sirio se hizo pasar por fotoperiodista y vivió dos años junto a la familia que protagoniza este crudo documental. Esta historia refleja, por primera vez, una mirada desde dentro de la vida diaria de un miembro de Al–Qaeda que, a su vez, es un amoroso padre que educa a sus ocho hijos en la fe talibán, entrenándolos para seguir sus pasos. Gran Premio del Jurado.

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HISTORIETA CTX

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