Acomódense. Siéntense. Este número hay que escu- charlo. Hay que sentirlo.
Hey, hey, my, my es una canción. Pero no sólo.
Nostalgias de esos años en que habían disqueras -si acaso- tocadiscos, caseteras y casetes que grababas cuidadosamente, lado A, lado B, llevabas, traías, prestabas, intercambiabas, regalabas como gran cosa. Si escuchabas esa, esa, esa canción en la radio, morías dos minutos y medio, y para morir nuevamente tenías que esperar a que la volvieran a tocar, quién sabe cuándo.
La música llegaba, literalmente llegaba. Viajaba físicamente en discos de vinilo o en casetes. Eran los años 80, pero podría ser cualquier día, cualquier año previo al internet o a YouTube o a Spotify, y, en verdad, podría ser cualquier tiempo de todos los tiempos.
De esos viajes de la música misma por el alma de un sujeto cualquiera, tú, yo, o Pablo Cingolani – el autor de la crónica central – va este número. De fondo, la banda sonora de Neil Young.