Si Gloria Oh, “la Bomba tucumana”, literalmente encan- dila y menea sus atributos como nadie en el Universo. Si se come ese Universo a grandes tragos y con el cuerpo entero; si es una extraña especie de transformista de su mismo sexo; si te sorprende en la esquina menos esperada y sientes la gloria en tu punto G. ¿A quién le importa?
Cambiemos la pregunta por muchas otras. ¿Asistiremos alguna vez a una noche de espectáculo supremo donde se pasean, compiten, seducen, devoran las drag queen argentinas de sexo sorpresa? ¿Alguna vez en la vida seremos testigos del proceso de transformación de una oruga en monarca humana? ¿Podríamos horadar tamaña intimidad?
Probablemente no. Y si no es en cuerpo que sea en alma. Así, nuestra única posibilidad de hacerlo en esa entera dimensión será el goce de una buena crónica. He ahí la apuesta de Rascacielos por esa escritura total, cabal, mucho más compleja que la escritura urgente, mucho más desafiante que la escritura ficcional. La crónica.