No es necesario agarrar un libro de historia para escar- bar precisiones –que las hay-.
Los collas habitamos estas alturas, y al principio y al final de los tiempos aymaras y quechuas compartimos mile- narios abuelos. Así lo comprobó Gabriel Mamani Magne un poquito más allá de la línea fronteriza, alrededor y más arriba del lago Titicaca. Se largó a Puno y Arequipa para vivir y contar(nos) cómo los peruanos de allí-aquí, vivieron su participación en el Mundial de fútbol reciente. Pero como toda buena crónica, ese fue sólo el pretexto. Porque lo que el cronista fue a encontrar es a nuestros abuelos en cada rostro, en cada gesto, y hasta en el paisaje que se mira desde el cerro Huajsapata: una “Ciudad naranja. Casas de ladrillo. Nubes cercanas: El Alto con Titicaca”. Despedimos así, un mes de hermosas historias alrededor del fútbol.