El cóndor más famoso del cine seguramente fue el que Jorge Ruiz, documentalista boliviano, se prestaba del zoológico. Éste posaba pacíficamente y se dejaba filmar. Era un gran actor. Pero ese cóndor olía a cóndor y tenía pulgas, alteraba la vida de los Ruiz y alguna vez se quedó alojado en su casa durante un mes.
Voluntad tenían directores y productores que se iniciaron con camaritas domésticas, simulando que aquello que hacían era un hobby cuando sabían que era su pasión. Pocos tuvieron la suerte de salir a estudiar; buena parte, sobre todo al inicio como es el caso de Jorge Ruiz, tuvo como única escuela los libros y los viejos documentales de propaganda -bélica- que llegaban al país. De recursos y ganancias, ni hablar. El documental más celebrado de la filmografía boliviana, "Vuelve Sebastiana", se hizo con un cupo de tela y coca.
Así creció el cine boliviano: a pura pasión.