Decirles aventureros, soñadores, curiosos, sería insuficiente. Hay algo indescriptible que los llama; se los lleva. Y ellos se dejan, se van tras aquello que buscan denodadamente. Buscan, siempre buscan. Será el misterio. Son obsesivos que hacen de la persistencia su pan de cada día. De ahí que los llamen locos. Y vistas así las cosas, son un poco locos. Pero ellos ni se inmutan porque su brújula está clara y allí van.
Percy Harrison Fawcett, el explorador británico que esperaba encontrar El Dorado en el medio de la Amazonia y que en 1925 desapareció tras los rastros de esa ciudad perdida que él llamó “Z”, realizó seis expediciones en Bolivia. Se metió en lo más profundo de la selva cuando no existían vacunas para casi nada, contó alguna vez Pablo Cingolani.
Sobre Fawcett escribieron varios y hasta Brad Pitt hizo una película. Pero pocos como Cingolani o Álvaro Díez Astete conocen esa historia con las entrañas. Aquí un fragmento de esa aventura simplemente para no olvidar.