Revista Rascacielos No. 37 | 7 de octubre de 2018

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Domingo 7 de octubrede 2018. La Paz, Bolivia.

Rosie, una leyenda con remache | ¿Qué hace un guionista de cómics? | No le digas... Historia de un matrimonio eterno | Magela Baudoin de la A a la Z | María Galindo | Días de cine


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Convocatoria Las abuelas

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UISE TITULAR ASÍ: “Gracias”. Pero como sé que habrá muchos más, dejo así. Pero permítannos el asombro. Adela Zamudio, esa mujer extraordinaria, más aún en aquellos días de siglos pasados en que la mujer ocupaba un lugar secundario, inspiró para que el 11 de octubre fuese declarado Día de la Mujer Boliviana. Provocados por ella, quisimos en Rascacielos recuperar las historias de las abuelas sabiendo que todas, todas las historias que recibiríamos serían historias de amor y de lucha. Convocamos entonces, públicamente, a nuestros lectores a escribir las historias de sus abuelas, en pocas palabras y poco tiempo. La respuesta fue maravillosa. Recibimos más de 50 textos en cuatro días. Leímos uno a uno, valoramos profundamente todos y cada uno, elegimos varios, publicamos ahora siete de ellos. Esperamos publicar otros más. Gracias por compartir con nosotros un pedacito de sus vidas, y al haberlo hecho, dejarnos entrar en sus rincones más íntimos, más entrañables. Hemos ratificado juntos que el viaje hacia la memoria es fundamental, no sólo como experiencia personal, sino sobre todo colectiva. Cada una de las historias escritas nos dice acaso tanto más que la propia Historia apenas conocida o apenas recordada. Cada mujer retratada nos muestra, sin excepción alguna, que las mujeres no son sólo paridoras de hijos, sino de sueños, de luchas, de broncas, de vidas más allá de la vida. ¡Qué mujeres, las abuelas! Hemos llorado con cada texto, por la historia y por la emoción de quien escribió esa historia para agradecer, para recordar, para no olvidar, para compartir. Hubo incluso una que comenzó diciendo que había recibido el encargo familiar de escribir la historia de la abuela. Bienvenida esa historia y bienvenidos nuestros lectores a Rascacielos. Gracias una vez más. Cecilia Lanza Lobo

* Rascacielos abre este espacio a la buena crónica, perfil, historieta, diario de viajes, testimonio, fotografía, fotoreportaje y otros vicios. Pueden enviar sus aportes a: rascacielosrevista@gmail.com Las publicaciones estarán sujetas al criterio del comité editorial que se comunicará con la autora o autor.

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IDENTIKIT / She is Rosie / Cecilia Lanza Lobo

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GLOBO DE DIÁLOGO / ¿Qué hace un guionista de cómics? / Joaquín Cuevas

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AGENDA LaEscobaEscultural / Claudia Daza

10 DANZA / La coraza imputada, por los

siglos de los siglos / Camila Rocha Scardino

12 CORTE COMERCIAL / Rosie, una

leyenda con remache / Martín Díaz Meave

14 CRONIQUITA / No le digas... Historia

de un matrimonio eterno / Willy Camacho

17 ESPECIAL / Las abuelas / Andrés

Canedo / Erika Ewel / Nelson Kinn / Virginia Picasso / Guy Remy / Danny Daniel Mollericona / Javier Calvo

26 VIÑETA / Chichiu / Guizada Durán 27 VERBORREA / Magela Baudoin de

la A a la Z / Lucía Camerati

30 RETRATO / María Galindo /

Cecilia Lanza Lobo / Cecilia Fernández

32 CARTELER A / Días de cine /

Isabel Navia

34 HISTORIETA /Apocalicia / CTX Editora: Cecilia Lanza Lobo. Asistente de edición: Fabiola Gutiérrez. Coordinadora: Claudia Daza. Redes: F. Gutiérrez e Isabel Navia. Diseño editorial: Edmundo Morales. Fotografía: Cecilia Fernández,

Víctor Gutiérrez, Freddy Barragán, Sara Aliaga y Agencias. DISEÑO DE PORTADA: Josefina Rojas / DGR-UCB.

Rascacielos y la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica Boliviana se unen para el diseño de las portadas de esta revista. Coordinador: Sergio Vega. Estudiantes en pasantía: Ericka Vargas, Marcos Luna, Sergio Salazar, Josefina Rojas, Ariel Chuquimia y Adiba Rojas.

Compañía Editora Luna Llena S.A. Nº de Depósito Legal: 4-3-25-10 Dirección: Achumani, Calle 9 N°6, La Paz. Teléfonos: Central: (591) 2-2611700; Comercial: (591) 2-2611731 - 2611707 2611709. Suscripciones: (591) 2-2611734. Web: www.paginasiete.bo - La Paz, Bolivia Directora: Isabel Mercado Heredia. Subdirectora: Mery Vaca Villa. Jefe de Redacción: Alcides Flores Moncada. Jefe de Informaciones: Juan Carlos Véliz Morejón. Presidente del Directorio: Raúl Garáfulic L. Vicepresidente Ejecutivo: Carlos Saravia. D. Gerente Comercial: Nadia Diab Linale. Distribución: Marco Téllez. Distribución nacional: Douglas Azurduy. Impresión: Papel Principal S.A.

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JOAQUÍN CUEVAS es dibujante. Hace cómics y animación. Es profesor universitario y propietario de la librería La Viñeteca.

LUCÍA CAMERATI se cree personaje de cuento y piensa revelarse desde el lugar donde la crearon. Es astróloga, juega tunkuña y quiere aprender a nadar.

ROBERTO LANZA LOBO es fotógrafo y cineasta, cocinero, papá y lobo.

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COLABORADORES 37|18

CAMILA ROCHA SCARDINO es bailarina, actriz, docente y coreógrafa de danza contemporánea. Es co-creadora en kiknteatr.com. Dirige y escribe obras de danza-teatro-performance. Es directora de la Compañía OpusNigrum.

WILLY CAMACHO es paceño y boliviano. Dice ser un cholo urbandino orgulloso, por eso no se cansa de cantar esa cueca que dice: “... cholo, cholo he nacido, cholito voy a morir...”.

GUIZADA DURÁN es artista plástica de profesión, diseñadora gráfica en formación, artista visual siempre. Fiel creyente en decir mucho con poco.

MARTÍN DÍAZ MEAVE es publicista, profesor universitario, cronista y actor. Hincha del Tigre, por eso las canas y el aguante.

CECILIA FERNÁNDEZ es museógrafa de profesión, fotógrafa apasionada por elección. Asegura que como ver no es suficiente, su corazón y su mente son el lente de su cámara.

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IDENTIKIT Texto y foto Cecilia Lanza Lobo

Violeta Melgarejo Johannessen.

She is Rosie* Pañuelo en la cabeza, cabello rojizo, dientes de niña grande y ojos de tobogán rumbo a la fábrica de chocolate. Así es Violeta Melgarejo Johannessen: tan Violeta, tan Melgarejo, tan Johannessen. Ahora que lo piensa, pues sí, la abuela Alejandrina era una experta dulcera. Hacía mermeladas y dulces de todos los sabores allá en Vallegrande donde nació. Abuela inquieta, emprendedora, independiente, se agarró a sí misma y migró a La Paz. Se enamoró del desafío, enorme como sus montañas, y ahí en las alturas plantó a su descendencia. Tuvo varios oficios y entró a la universidad. La otra abuela, la abuela Ruth, orureña, también fue una gran cocinera. La nieta Violeta, en cambio, no. Pero el día que tuvo que entrar a la universidad llegó tarde al examen -¡oh yeah!- y entonces decidió pasar

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sus días en una escuela de cocina -¡oh yeah!-. A la hora del postre supo que ese era su destino. Las abuelas, siempre las abuelas. Los ojos grandes como dulces de copuazú, Violeta sonríe. Acaba de recordar que a sus 16 años vendía brigadeiros en el colegio. 60 por día. Y ese era, claro, su mayor logro colegial. Hasta tenía marca: Nanan. Sin saberlo, lo suyo siempre fueron las tortas. Hacía un queque de plátano que fue el favorito de la familia hasta que fue desplazado por la torta Kantay: el nombre de su hermana, para quien hizo la torta de bodas con chocolate y maracuyá. Ella es hoy una reconocida pastelera. Se fue becada a otras cocinas vecinas y trabajó con afamados chefs. Y como el alma de las abuelitas seguramente la envuelve con sus

aromas, Violeta innova sus recetas con ingredientes propios de los valles de Cinti, de Camargo, de la Amazonia, y decora lo suyo con flores y frutas que se parecen a ella. Hace algún tiempo se independizó, agarró ese pañuelo que la adorna y, manos a la obra, creo su propia marca: La Violeta. ¡Oh yeah!, celebran sus abuelas. She is Violeta.

[*] Rosie es esa mujer con pañuelo en la cabeza, de aquellas trabajadoras estadounidenses que a fines de los años 40 marcharon a las fábricas y labraron así su independencia, mientras los hombres partieron a la guerra. Rosie es un ícono materializado por varios artistas, y quizás la ilustración de J. Howard Miller sea la más popular, esa de la mujer alzando el brazo en señal de poder, que dice: “¡Podemos hacerlo!” DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


GLOBO DE DIÁLOGO Joaquín Cuevas

BRIAN M. BENDIS / DRUNKERPENWRITING.COM

¿Qué hace un guionista de cómics?

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e suele decir que lo que le falta al cómic boliviano son buenas historias. ¿Por qué, si hay buenas ideas, no hay buenas historias? La responsabilidad recae en los encargados de hacerlas: los guionistas. Ellos son los responsables de diseñar un buen relato y de darle al dibujante instrucciones precisas para que pueda plasmar ese relato en un cómic atractivo, claro y cautivante. A Stan Lee, guionista fundador del universo Marvel, se le ocurrían, a grandes rasgos, personajes y situaciones interesantes que luego los dibujantes traducían al lenguaje del cómic y lo convertían en productos emocionantes. A Alan Moore, en el otro extremo, le da por invadir territorio dibujante con sus guiones que dibujan con palabras cada página, cada viñeta. Hasta el más mínimo elemento está imaginado por él y transmitido a través de largas descripciones que dejan poco espacio a la imaginación del dibujante. En medio de esos dos extremos hay una gama muy amplia de maneras de hacer guión, muchas veces impuestas por las formas de trabajo de las diferentes editoriales. Por ejemplo: —Los que dominan el lenguaje de la historieta (como Grant DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

Morrison), que describen cada viñeta y dan instrucciones sobre ritmo y flujo en la página. Incluso le entregan al dibujante un boceto inicial de las páginas. — Los profanos, por lo general provenientes de la literatura (como Neil Gaiman en un inicio), que describen las escenas y los personajes como en una obra de teatro, sin meterse con las viñetas. — Los concisos del estilo Marvel (como Brian M. Bendis), que se preocupan por dejar en claro las acciones, los diálogos y las extensiones de páginas, dejando todo lo demás al dibujante. — Los autores completos (guionista y dibujante a la vez), que suelen saltarse la fase del guión, porque no ven necesario transformar en texto algo que pueden plasmar directamente en imágenes. En todos los casos se ha trabajado antes en la efectividad de la estructura del relato, se han desarrollado los personajes profundamente y se ha diseñado los personajes junto con el dibujante. A la historieta boliviana no le faltan buenas historias. Lo que le falta son buenos guiones. El autor intelectual no es el que dice "robemos un banco", sino el que planifica el robo. www.joaquincuevas.com joaquincuevas@gmail.com www.paginasiete.bo

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A G E N D A LA ESCOBA esCULTURAL Claudia Daza

Para buscarnos, asustarnos y costurarnos

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CTUBRE ES MES p a r a r e c o m p onerse, mirarse al espejo, hacer ho’ponopono, hacerse milluchar, tocar madera y dejar de procastinar. Para eso, hay que fijarse en la billetera y destinar nuestro dinerito al capital cultural. Lo lindo es que siempre hay algo. Aquí algunos consejos sobre todo musicales. La felicidad de muchos seguidores es muy grande porque Gabriel Guzmán ha querido darnos una sorpresa al presentarse en el Teatro de Cámara. El guitarrista ha estado viviendo durante tres años en Suiza, y desde allí nos trae, el 11 y 12 de octubre, una serie de nuevas composiciones. Ha decidido buscarse, asustarse y costurarse desde la memoria, desde lo que uno conoce mejor que nadie: su andar errante. Sólo desde ahí están hechizadas y encontradas las piezas de este repertorio: charcos de lo que no sabe ser, de lo que no ha olvidado, de lo puro, de lo que le da placer, de lo que guarda la vida en estas montañas. Así de intenso ha llegado el guitarrista seguidor de Alfredo Domínguez y Willy Claure, guitarristas que también han recorrido Suiza con la guitarra en la espalda. Para los nostálgicos hay una oferta de oro. Se trata de un Ciclo de cine, en el Cine 6 de Agosto y la Cinemateca, con películas de 35 milímetros, Joyas del cine boliviano. Se ha recuperado la antigua máquina proyectora propia del cine, para ver películas nacionales importantes en ese formato. Para el martes 9 y el miércoles 10 de octubre, se presentará la ficción Crimen sin olvido (1968), de Jorge Mistral. Y el viernes 12 en la C i n e m ate c a se presentará El Bolillo

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CONCIERTO GABRIEL GUZMÁN / LA PAZ /11 y 12 de octubre / Teatro de Cámara / c. Genaro Sanjinés / 19:30 Fatal, filme de Luis Castillo realizado en 1927, que documenta el fusilamiento de Alfredo Jáureg ui; y Pabellón Calamarca, de Enrique Albarracin y Nicolas Smolij, que cuenta la historia del atraco a un camión de la COMIBOL en 1963. Definitavemente, joyas de nuestro cine. Lo rico de la primavera es disfrutar con otras culturas, y qué más podemos pedir si después del Omatsuri, el grupo japonés Huayra Japón se presenta en concierto e n e l Te a t ro M u n i c i p a l e s t e 9 d e octubre. Un grupo integrado por chicos japoneses que interpretan aires andinos con cierta dosis de humor. ¡Cantan Marco con charango, y de la nada se convierte en una canción al ritmo de tobas! Realmente una dosis de experimentación, respeto y cariño entre dos culturas bendecidas por la nueva estación.

En todo caso, si queremos ponernos medio metafísicos populares y ponernos frac, toca ser elegantes el 11 y 12 de octubre, ya que tenemos el Papirri Sinfónico organizado por la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia, bajo la dirección de Weimar Arancibia. Los arreglos fueron el pretexto para diversión de muchos músicos y a la vez un reto. Clarito será. Lo que es, escucharemos el sello personal de sus arreglistas Álvaro Montenegro, Nicolás Suárez, Javier Parrado, Patricia Bedregal, Juan Andrés Palacios y Beymar Arancibia. Sin duda, un concierto bien atrevido. Es cuestión de abrir las alas, escoger entre tanta oferta bonita y entregarse al cielo o al infierno para buscarnos, asustarnos y de ahí, si quedan dolores, costurarnos como lo hacen los artistas para salvarse. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


OTROS ANTOJOS

CINE CICLO JOYAS DEL CINE BOLIVIANO / LA PAZ / 9,10 y 12 de octubre / Cine 6 de Agosto, av. 6 de Agosto/ Cinemateca Boliviana, c. Rosendo Gutiérrez esq. Óscar Soria /10:00

LA PAZ Concierto de Wara / 10 de octubre / Teatro Municipal / c. Genaro Sanjinés / 19:30 / Info: 67040999 La voz de Dante Uzquiano y la batería de Jorge Cronembold evocarán temas emblemáticos de cinco décadas de trayectoria. Los acompañan Félix Rodríguez, Raschid Ale, Willy Sullcata, Gustavo Zelaya, Anubis Uzquiano, José Luis Lunasco y Sinaid Montealegre. 31 años de la Tuna Compostelana / 12 de octubre / Teatro Municipal / c. Genaro Sanjinés / 19:30 / Info: 78961701 El grupo que nació en las aulas del colegio Miguel de Cervantes celebrará esa fecha en un concierto gratuito y al ritmo de canciones y melodías propias de este género. Dirige Sergio Ayaviri. EL ALTO

MÚSICA CONCIERTO DE HUAYRA JAPÓN / LA PAZ / 9 de octubre / Teatro Municipal Alberto Saavedra / c. Genaro Sanjinés / 19:30

El actor Luis Bedrow brindará a los participantes las herramientas de dicción y análisis de lectura para poder ejecutarla en voz alta de manera atractiva y armónica. Este taller se desarrolla dentro del programa Biblioteca Activa.

PARA VIAJEROS Soltar todo y largarse, ¡qué maravilla! Agarrar nuestros ahorritos, y como todo mochilero, lanzarnos en bus a estas ciudades que nos quedan a unos días de viaje. Vale la pena. Todo viaje lo vale. SANTIAGO DE CHILE Accept en concierto / 23 de octubre / Teatro Coliseo / Nataniel Cox 59, Santiago, Región Metropolitana / 21:00 La banda alemana, formada en los años 70, volverá a Chile para presentar sus grandes clásicos almacenados en sus más de diez discos de estudio y algo de su último trabajo llamado The Rise of Chaos. Accept es considerada una de las bandas más representativas del heavy metal europeo y que ha tenido una carrera marcada por constantes cambios en su formación desde sus inicios. BUENOS AIRES

Cine Alemán: Cuando Soñábamos (Als wir träumten) / 10 de octubre / COMPA / Plan 405, c. 17-8 N° 615 En cooperación con el Instituto Goethe La Paz, se exhibirá la película Cuando Soñábamos. Una película donde se observa la reunificación de Alemania, las reglas que parecen esfumarse y los amigos disfrutando de su anarquía privada. CONCIERTO PAPIRRI SINFÓNICO / LA PAZ / 11 y 12 de octubre / Centro Sinfónico / c. Ayacucho N° 366 / 19:30 DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

SANTA CRUZ Taller de lectura: Hablar el texto / del 8 al 26 de octubre / Centro de la Cultura Plurinacional Santa Cruz / c. Rene Moreno N° 369 / Info: 3356905

Residente en concierto / 3 de noviembre / Hipódromo Palermo / av. Dorrego y av. Del Libertador / 21:30 El rapero puertorriqueño está planeando aterrizar nuevamente en tierras porteñas. El último lanzamiento de Residente fue Sexo, uno de los temas que integra su próximo trabajo de estudio. www.paginasiete.bo

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DANZA Camila Rocha Scardino

La coraza imputada, por los siglos de los siglos A propósito de Manada, de Martín Ithamoussú

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E R U N CUERPO masculino q u e s e deconstr uye para sumergirse en el agua y al hacerlo te lleva consigo hasta lo profundo; no respiras, no necesitas hacerlo, sabes que es un lugar que conoces, una especie de antigua guarida; volver a casa, o quizá al menos salir de toda dualidad un instante. ¿Qué hace tan extraordinario mirar danzar a un hombre?

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“La masculinidad está en crisis”, de Anthony Clare ha provocado la escritura sobre el tema por todas partes. Las mujeres han ocupado los espacios laborales y cotidianos (antes exclusivos para ellos), y desde entonces el hombre divaga sin saber con claridad su rol y la utilidad que presta en el hogar, la pareja o el trabajo. Complejo definir roles o hablar de género hoy, pero veamos a dónde nos

lleva Manada, de Martín Ithamoussú, que se presentó en el Festival Internacional de Danza Contemporánea de la Fundación Patiño, en Cochabamba. Martín titula su obra Ma nada pa ra denunciar el exceso al que puede llegar un hombre por probar su hombría al propio clan masculino. Así se hizo llamar un grupo de violadores en Pamplona en 2016, cuando abusaron a una joven de 19 años e hicie ron una apología de su hombría a través de un vídeo que circuló en redes. Nombrar así la obra no pasa por justificar la violencia sino al contrario, sirve como marco (terrible) en el que Martín nos invita a ver una Manada que se desnuda a través de la danza; cuerpos que hablan de la dureza que implica pertenecer a este clan en las sociedades latinoamericanas; historias personales que exponen la imposición de la violencia, la competencia, la resistencia, la coraza imputada como uniforme; cuerpos que se contorsionan para expresar el dolor ancestral de lo masculino; hablar de la imposibilidad de dejar de ser parte y ser señalado al no cumplir a cabalidad con lo que implica calzar ese “molde”. Qué intensidad implica transitar junto a ellos y sus cuerpos el camino recorrido de los hombres, por los siglos de los siglos… La delicada dramaturgia está a cargo de Gabriel Calderón (otro maestro), y poco a poco nos lleva al verdadero punto al que mirar: cuerpos que –a través del juego de sus voces en solos y coros, de la DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


FOTOS ROBERTO LANZA LOBO © 2018

bella cama sonora que los acompaña, y de la danza que se desborda en saltos y caídas al suelo como si estos hombres desearan hundirse en él o como si tuviesen que disfrutar la única posibilidad de caricia, la de la dura superficie del piso sobre su piel– se desnudan y se descubren sensibles a sí mismos. ¡Tan simple como eso y tan rotunda la grieta que nos abre a sentir su dolor! ¿Acaso no juzgamos simplemente eso en los hombres? Con diferentes escapes, en el fondo ¿no es sólo eso? La sensibilidad. Mirar a un hombre frágil, dócil, perfectamente vulnerable. A continuación, e n la obra, una inmensa necesidad de fuga del clan los habita y nos invita a la huida. Se suma la presencia esperanzadora de un pequeño hombrecito en escena: un niño al que le espera recorrer ese camino, o quizá –con mucha suerte–, uno menos agresivo (ojalá). La obra deja ver un legado cruel sobre lo masculino. Difícil evadir la sensación de su dolor adhiriéndose a nuestra propia piel. Si las mujeres hemos tomado espacios y funciones que antes sólo les pertenecían a ellos, y eso genera una crisis, pues démosle el atributo etimológico que merece la palabra y veamos hacia dónde se puede crecer con todo esto: que un hombre asuma y fortalezca su lado sensible es un gran paso, pero aún insuficiente. Que las mujeres (y también otros hombres) consigamos otorgarles el permiso de ser sensibles sin juzgarlos ni DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

exigirles la dureza de siempre, quizá abriría una puerta. Que la asimetría entre mujeres y hombres al calzar los “moldes” de prototipos macho y hembra se convierta en algo “nat ural”, ya podría darle alguna luz al camino detrás de esa puerta para zafar del fango de ideas arcaicas en las que aún nos embarramos día a día. En la danza, el lenguaje del cuerpo invita a que la libertad prime. El goce, que según Lacan no distingue entre el bien o el mal ni cualquier otra dualidad, ayuda a simplemente habitar el movimiento desde las vísceras, la sangre y cada poro de la piel. Tal vez el límite en la danza no pasa por la diferencia de sexos; cuerpos de hombre o mujer gozan del mismo modo al danzar. Pareciera que esa dualidad aquí desaparece. Pero para nuestra

cotidiana percepción dual, ver a un hombre en ese estado de libertad hacia su sensibilidad nos conmueve, porque la libertad estará siempre instalada como anhelo implacable en nuestra psiquis, sin distinción alguna ni de sexo ni de nada. Quizá un hombre que danza abre desde su cuerpo la posibilidad de dejar de ser sólo hombre para poder ser y punto; pero aún no sabría responder del todo qué hace tan fascinante mirar a un hombre bailar en el escenario. Lo que sí espero es no olvidar la inmersión junto a esta Manada de bailarines uruguayos; no olvidar a tantos hombres que luchan por ejercer su sensibilidad con libertad, y así salir cuanto antes del eterno retorno a las ideas rancias que habitan en los siglos de los siglos… www.paginasiete.bo

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CORTE COMERCIAL Martín Díaz Meave

Rosie, una leyenda con remache ¿Quién fue la chica del afiche, ese ícono publicitario luego feminista?

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L PASO DE LA HISTORIA suele oscurecer el camino hacia los hechos tal como ocurrieron. Por ello, mucho de lo que hoy leemos tiene sabor a fábula y muchas narraciones quedan en manos de quien mejor las pueda reproducir. Eso sucedió con la bella Rosie the riveter (Rosie la remachadora), un icono publicitario, luego feminista, que no nació como tal, y que tuvo que esperar el cambio de siglo para alcanzar la fama. Tómame una foto así casual. Un día de 1942, Naomi Parker llegó a trabajar a su puesto de tornera en la aeronáutica Pratt & Whitney. Un año antes, su hermana menor y ella habían estado trabajando en la línea de ensamblaje de la base aeronaval de Alameda, California. Andaba por ahí el artista gráfico J. Howard Miller, a quien le llamó la atención la belleza de Parker y el contraste de su camisa azul con bandana roja moteada. Miller tomó unas fotos que se publicaron en la prensa local y en el Pittsburgh Press en julio de 1942. Hasta ahí todo bien. En 1943, las fotos se utilizaron para imprimir posters con el fin de levantar la moral de los trabajadores de la Westinghouse Electric, una de las muchas empresas que estaban ayudando al gobierno en el esfuerzo de guerra. ¡Pero si soy yo! Siete décadas más tarde, en Richmond, California, en el Parque Nacional Histórico Rosie the Riveter, Naomi, ahora apellidada Parker-Fraley, vió una foto de 1942. Se reconoció a ella misma operando maquinaria industrial. Sí, es ella. Pero el crédito de la foto estaba anotado para Geraldine Hoff Doyle, quien falleció en 2010, cuando hubo una vigilia mundial “por la muerte de Rosie the riveter”. El Senado del Estado de Michigan y el Salón de la Fama de la Historia de la Mujer le hicieron un reconocimiento oficial como ícono del feminismo, de la publicidad y del aporte civil para el esfuerzo nacional de guerra. Naomi escribió al Parque Nacional y pidió rectificar el error. El efecto Woozle. Mientras tanto el profesor James J. Kimble, de la Seton Hall University, se había hecho eco de lo que parecía ser una verdad repetida tantas veces que se tomaba como cierta, pero cuyo origen era imposible de trazar. Seis años demoró en hallar y en adquirir, junto con Lester C. Olson, de la Universidad de Pittsburgh, una fotografía original y amarillenta en cuyo pie decía: “la bella Naomi Parker parece que podría atrapar su nariz en el torno que está ope-

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rando, pero sabe que no quiere meterse en problemas”. La foto había sido tomada en Alameda, California. Ni cómo preguntarle. Geraldine Hoff Doyle creyó, inocentemente, que ella era la de la foto, y tomando en cuenta que también se había puesto de overol durante la guerra para esos “trabajos de hombres”, nadie se había animado a contradecirla desde 1984, cuando se identificó como la modelo del ya famoso poster. Pero no, no era ella y ahora ya no había forma de quitarle su lugar. El marketing. En esos 69 años de ostracismo para Naomi, el poster de Rosie la remachadora (quien en realidad era DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


J. HOWARD MILLER

tornera) había pasado de ser el aviso de impulso a la moral de una corporación privada, a ser un icono nacional del aporte femenino a la conflagración. Una canción popular, una película y un cuadro versionado de Norman Rockwell habían colaborado a hacer de la chica de bandana roja una figura de referencia; pasada la gran guerra, movimientos feministas habían adoptado el “¡podemos hacerlo!” como lema, y el cuadro se había asegurado un lugar en el Salón de la Fama de la Publicidad. Celebridades de la música como Beyoncé y figuras políticas tan dispares como Michelle Obama y Sarah Palin habían posado haciendo bíceps como la mujer del cuadro; Facebook había DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

conmemorado el 70 aniversario de la publicación del afiche desarrollando una app, “Rosify yourself” (“¡Rosifícate!”). Pero tal vez lo más importante, y el motivo por el que Naomi había decidido salir a la luz en 2011, fue el que había inspirado la figura de Rosie: se había convertido en un estandarte de la lucha feminista, que sin embargo había retrocedido al terminar la guerra, cuando los varones volvieron del frente y sus parejas tuvieron que volver a las llamadas “tareas del hogar”. “Las mujeres de este país necesitan íconos, y si piensan que lo soy, estoy contenta”, dijo Naomi Parker-Fraley poco antes de fallecer en enero de 2018, a los 96 años. www.paginasiete.bo

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CRONIQUITA Willy Camacho

No le digas… Historia de un matrimonio eterno

Cada primer domingo de octubre se celebra el Día Nacional de la Cueca. Willy Claure impulsó la iniciativa. No sólo eso: hace muchos años, inopinadamente, le puso música a un fragmento del libro de Jaime Saenz (Felipe Delgado), el poema No le digas.

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Primerita En 2014, Willy Claure lanzó el disco Cuecas para no bailar, con 10 composiciones suyas y cinco homenajes a otros grandes compositores. El disco fue un éxito inmediato y la cueca, con ese estilo moderno –más elegante si se quiere, que es sello de Willy– comenzó a sonar con mayor frecuencia en las emisoras radiales. A fines de octubre de ese año, me sorprendí de ver a Willy DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


en un boliche cochabambino, en el patio, pues el local estaba abarrotado de jovenzuelos que habían acudido a ver al Grillo Villegas. Me acerqué y me presenté, le dije que me gustaría hacerle una entrevista, y Willy, amable desde la primera palabra, aceptó. Él tenía que viajar a La Paz y podíamos vernos allá. Hombre de palabra, me llamó ni bien llegó. Quedamos en vernos en la plaza España. Apareció con su guitarra al hombro, DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

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FOTO ARCHIVO WILLY CLAURE

llegaba de una entrevista televisiva. Alto, delgado, con cabello entrecano peinado hacia atrás, me pareció raro que la gente no lo reconociera. Fuimos a comer salteñas y a caminar algunas calles. Willy es una persona de trato agradable, es de aquellos que siempre caen bien, no porque se esfuerce, sino porque tiene un aura especial, transmite paz, sinceridad. Pero, eso sí, al principio le cuesta hablar, al menos cosas íntimas, y es muy reservado cuando las anécdotas involucran a terceros. Willy Claure nació en Cochabamba el 12 de octubre de 1962, en el barrio Plafer. Allí pasó una infancia tranquila, pero, contrario a lo que yo suponía, sin una influencia musical determinante en la familia. “Mi mama silbaba y cantaba todo el día, mientras lavaba y cocinaba; todo lo que hacía, lo hacía cantando y bien afinadita. Mi padre tocaba la guitarra y cantaba, sobre todo cuando tenía eventos sociales en la casa. O sea, había un clima musical pero nada profesional, digamos”, recuerda Willy. Siempre tomó decisiones drásticas, desde muy pequeño, como cuando decidió quedarse a vivir solo con su hermano mayor en Cochabamba. “Es que mis padres se separaron cuando yo tenía siete años, luego, a mis 13, decidieron volver a juntarse, pero mi padre vivía en La Paz y todos nos teníamos que trasladar allá. Yo me negué porque no tenía buena relación con mi padre, entonces le rogué a mi hermano mayor que me dejara vivir con él, y por suerte aceptó”. Eso, de alguna manera, lo acercó más a la música, no por colmar ausencias, sino porque la guitarra de su hermano estaba a disposición todo el tiempo y Willy tenía tiempo para encaminar su práctica y desarrollo musical. Talento natural le sobraba, de modo que a sus 17 años ya había grabado su primer disco con el legendario grupo Canata y viajó a La Paz para compartir la alegría justamente con su padre, a pesar de su relación. “Es que mi padre tuvo 12 hijos, y yo era uno de los que no había vivido casi nada con él, entonces no había mucha conexión”. Willy no cuenta estos episodios a modo de terapia, sino como quien relata algo superado. “Me pongo en su lugar (de su padre) y, bueno, pucha, tenía 12 hijos, y meterle duro a la caña no debe ser fácil…, comprendo la situación que atravesó y por lo mismo le compuse un tema que se llama Tu memoria”. Canata, y específicamente Cayo Salamanca, director de ese grupo, es fundamental para entender la carrera de Willy, quien comenzó tocando zampoña y pinkillo en la agrupación, aunque él quería tocar guitarra. Entonces, Salamanca le dio el disco que habían grabado unos años antes con César Junaro en la guitarra; Willy se aplicó y trabajó durísimo hasta sacar los temas tal cual los interpretaba el mayor de los Junaro. Así, Cayo recibió a Willy en su casa de Cala Cala y el joven interpretó lo que había estado practicando durante meses. “Yo sentí que lo había hecho perfecto, porque toqué igualito a César, pero el Cayo no me dijo nada, puso cara seria y secó su traguito. ‘Has tocado bien, pero he escuchado a César Junaro y yo quería escuchar a Willy Claure’, me dijo, y yo quedé confundido,


CRONIQUITA

porque era changuito y no entendía a qué se refería”. Pero no demoró mucho en darse cuenta de que un músico no es bueno porque toca idéntico a un gran intérprete, sino porque desarrolla su propio sonido, su propio lenguaje musical. Y entonces otra gran decisión fue cobrando forma: casarse con la cueca, entablar una relación eterna con ese género musical boliviano que, quién sabe por qué motivos, se había enraizado en su espíritu.

Primera quimba A sus 18 años se vino a radicar a La Paz para formar parte del grupo de Ema Junaro. Conoció a músicos importantes, entre ellos, Jesús Durán, el Jechu, con quien se veía una vez por semana para tocar guitarra e interpretar temas tradicionales, a manera de aprendizaje. “En una de esas reuniones, vi que sobre la mesa estaba el libro Felipe Delgado (de Jaime Saenz); estaba abierto y pude leer un poema: Si te encuentras con la ninfa…, que para mí era una cosa abstracta en esa época. El Jechu me dijo: ‘Sería bueno ponerle música a esto’, y yo me copié el poema en un papelito”. Aunque parezca increíble, la música de una de las cuecas más populares de Bolivia se creó en la mente de Willy mientras caminó desde la casa de Jechu a la suya, un trayecto que, a pie, demora máximo media hora. “Al llegar a mi casa ya tenía el tema compuesto y lo grabé en una casetera, y ahí quedó hasta la semana próxima, cuando se lo hice escuchar al Jechu y lo empezamos a cantar a dos voces. ‘Está bonita, que se quede así’, me dijo, y así quedó No le digas”.

Segundita Willy no se enteró que No le digas (o Las ninfas, como la conocen los guitarreros) se hacía popular en los circuitos bohemios de La Paz, porque otra decisión drástica cambió su vida: decidió casarse, adoptar tres niños y trasladarse a Santa Cruz. “Toda mi infancia viví con mi madre y mis hermanos, pero de pronto, a los 13 años, quedé huérfano, compartiendo mi vida con mi hermano, y pasé la adolescencia con esta carencia afectiva de familia. Así, el momento que encontré una nueva ‘mamá’, una esposa y amiga, y tres ‘her manitos’, tres hijos; fue como si hubiera encontrado una familia, y me recibieron tan bien que me sentí en mi hogar. Fue un amor verdadero, lo sigue siendo, porque, aunque estoy separado de mi mujer hace como 20 años, el cariño hacia esa familia sigue igual hasta el día de hoy”.

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Todo eso y mucho más me contó Willy hace cuatro años, pero la entrevista no se publicó y luego la grabación se perdió, hasta que, casualmente, limpiando los archivos de mi vieja reportera, la encontré y decidí hacer algo con ella. Llamé a Willy, algo avergonzado, para contarle lo que había pasado, y él, cálido, comprensivo, no se hizo ningún problema y nos pusimos a conversar vía WhatsApp. Radicado en Suiza hace muchos años, Willy vive en el centro de St. Gallen donde ocupa el segundo piso de una casa grande con su actual pareja. Interpreta música instrumental en un restaurante del aeropuerto de Zurich. “Es mi trabajo, con eso puedo financiar mis proyectos musicales en Bolivia, pero ahí no toco cuecas, solo música internacional, porque a la gente no le interesa mis composiciones”, me dijo hace cuatro años, y ahora me revela que ha cambiado de opinión: “Comencé a interpretar mis cuecas instrumentales y me sorprendió ver que algunos oídos se paran, que se despiertan sensibilidades”. Quizá eso también le hizo ver que la cueca es un ritmo de exportación y no solo para el consumo interno. En ese proyecto se encuentra actualmente, aunque prefiere no revelar detalles. “Hay cosas que han cambiado en mi forma de pensar; antes pensaba que la cueca era para los bolivianos muy localista, pero ahora veo que la cueca está alcanzando alto vuelo en Bolivia, veo jovencitos que la bailan en distintos estratos… Entonces, mi proyecto ahora es diversificar generacionalmente la cueca en Bolivia e internacionalmente, q u e to m e o t r a s f o r ma s y q u e pueda ser cantada y escuchada en otros países”. Pero antes, tenía que luchar por que la cueca obtenga su “certificado de nacimie nto” en Bolivia. Así nació la Fundación Cueca Boliviana Willy Claure, que financia él mismo para tener un respaldo institucional que ha servido para impulsar la promulgación de la Ley Nacional de la Cueca Boliviana (Ley 764), que declara a este género Patrimonio Cultural de Bolivia y determina que el primer domingo de octubre de cada año se celebre su día. “Es una ley nominativa, simplemente eso: un papel, pero no hay nada que haga que esta ley se cumpla, por eso hemos impulsado otra iniciativa para contar con el reglamento. Y en éste se obliga a que los gobiernos asignen un presupuesto en el POA, que hagan actos de celebración de este género musical integrador boliviano en todo el país; además, se instruye la enseñanza de la música, danza y poesía de la cueca en las unidades educativas”.

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Segunda quimba Septiembre de 2018, concierto acústico del Grillo Villegas en La Paz. Willy Claure entra en el escenario y la gente estalla en aplausos. El cuequista ovacionado por rockeros, y a todos se les hace un nudo en la garganta cuando su ídolo, el Grillo, comienza a cantar Si te encuentras con la ninfa…, y un coro de centenares de voces entona la quimba, pues la conocen de memoria a fuerza de haberla cantado, también centenares de veces, en cuanta guitarreada estuvieron. Pero no se trata solo de No le digas, pues, si bien es la más popular, las cuecas de Willy han calado hondo en el gusto musical de los bolivianos, a tal punto que incluso se ha creado la cueca oriental para integrar a todo el país con el vuelo del pañuelo. Un proyecto que Willy ha impulsado con ayuda de grandes músicos y poetas de Pando, Beni y Santa Cruz. El Grillo y Willy interpretan además Cantarina y Olvídate de mí, y la magia se concreta. El público rockero aplaude en el jaleo con precisión, sin salirse de ritmo, y se conmueven con la música de su tierra. “Es que no importa qué edad tengan o cual sea su preferencia musical, son bolivianos y han crecido con la cueca”, afirma Willy. ** * * * Willy estará en Bolivia hasta noviembre gestionando que cada departamento promulgue su ley departamental de la cueca. Tiene una casa en Sacaba, en el barrio Guadalupe Magisterio, que se ha contagiado de su pasión musical, pues todas las calles llevan nombres de ritmos folklóricos bolivianos. Así, la casa de Willy (y sede de la Fundación Cueca Boliviana) se ubica en la calle Cueca, entre Kaluyo y Bailecito. Desde ahí, precisamente, me atiende la última vez que lo llamo. Hace cuatro años, me contó que su hija Gaía Lucía estaba viviendo en Lima y que le dolía no poder estar con ella más tiempo. Le pregunto cómo va esa relación. “Mi amor por ella es como con la cueca: hasta la muerte e incondicional. Hace poco estuve en Lima para festejar sus 15 años, fue el 29 de mayo y me quedé una semana. Ella está muy bien, creciendo, aprendiendo idiomas y toca el saxofón. No la presiono para que se dedique a la música, dejo que ella solita explore, pero cuando ella decida, cualquier cosa, yo voy a estar ahí apoyándola”. Él sabe que en el arte no debe haber presiones, que las decisiones deben tomarse con libertad, que los procesos y proyectos tienen que fluir, aunque claro, algo de presión hace falta en algunos casos, como con la Ley 764 y la implementación del reglamento. “Yo tengo que ir a La Paz el 7 de octubre para celebrar el Día Nacional de la Cueca, pero puse una condición: solo iré si se aprueba el reglamento de la ley, si no, me quedo en Cocha y viajo a Santa Cruz para seguir impulsando la cueca Oriental”. “Al menos no amenazas con bloquear caminos”, le digo, y Willy se ríe, quizá porque descubrí su siguiente paso, pero hay algo en el tono de su voz que parece decir: “No les digas…”. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

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E S P E C I A L Las abuelas

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ILUSTRACIÓN ERIKA VARGAS / DGR-UCB

A ABUELA Honoria nunca pa r i ó n i t uvo marido. Buscó algo que hizo honor a su nombre. La abuela Primitiva inventaba algo para que no la molestaran. Decía “¡mierda carajo!”. La abuela Margarita tenía una bodega llena del más exquisito licor que se conozca. La abuela Adalia recorrió pampas, selvas y pueblos del Beni, en carretón, en canoa o a caballo. Era madrina de guerra. Hay otra que abofeteó al mismísimo Juan Lechín. Y hay una que guardaba el revólver de Ladislao Cabrera y que un día hablaba con su nieto con prudencia sobre sexo, cuando inesperadamente lo desafió y le dijo: ‘¿Quieres que hablemos sobre Freud?’. Y hay también una que vivió sin el amor de su madre. Quizás por eso supo dar amor a los suyos, armando y desarmando palabras, como quien inventa el mundo y lo renace cada día. Estas mujeres extraordinarias son ciertamente eso: extraordinarias. Y precisamente por eso son a su vez las abuelas en las que todos reconocemos un pedacito de la nuestra. A continuación, siete crónicas seleccionadas a partir de la convocatoria pública a nuestros lectores. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


ESPECIAL / ABUELAS Andrés Canedo

En el palco está

la abuela Julia

Un día de esos desafió a su nieto a hablar de Freud.

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ILUSTRACIÓN SERGIO SALAZAR / DGR-UCB

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IEMPRE ROMPÍA ESQUEMAS. Por eso le decían atrevida, peleadora, comunista, y más. Es cierto, claro, que escribía y hablaba muy bien; por eso le temían ya que había desafiado a diversos gobiernos. También es cierto que había cargado con su hijo moribundo –herido en el pulmón por una bala explosiva en la Guerra del Chaco, en la que ella fue enfermera voluntaria– y que después de hacer lo posible en Bolivia, lo había llevado a Argentina, donde en varios hospitales había logrado que diversas cirugías le devolvieran en parte la salud. Es cierto, asimismo, que había fundado revistas, que había impulsado la creación de la Escuela de Bellas Artes en La Paz. Es cierto, igualmente, que después de los setenta años había sido invitada a conocer China donde aprendió a amar ese país y a su gente. Es cierto, de igual manera, que como era sobrina de Ladislao Cabrera Vargas, estaba siempre invitada al palco oficial, a participar de los actos del Día del Mar, donde yo, alguna vez, tímido pero orgulloso, la acompañé. Es cierto, además, que ella conservaba el revólver de Ladislao Cabrera y que, ya anciana, se lo mostró a un señor que se ofreció hacer limpiar el arma y que ella ingenuamente se la dio, y que dicho individuo intentó cruzar la frontera para vender aquella reliquia en Chile. Es cierto que era nieta de Félix Reyes Ortiz y que, cuando yo la visitaba, me enseñaba aquel poema: “Vosotros que pisáis la planta altivos…” que después descubrí grabado a la entrada del Cementerio de La Paz. Es verdad que empeñó su pasión y su coraje para tratar de liberar a algunos de sus hijos prisioneros por cuestiones políticas. Es verdad, también, que en uno de los viajes en que yo venía de la Argentina, encontré a la abuela Julia muy enferma y que a ella, a pesar de su agotamiento, le gustaba conversar conmigo. Y que hablamos con prudencia sobre sexo y que entonces, inesperadamente me desafió y me dijo: “¿Quieres que hablemos sobre Freud?”, y que yo, estudiante de medicina, sabiendo muy poco sobre el tema, le escapé al desafío. Cierto es también que el olvido nos arrasa y que la mayoría de las veces la muerte nos borra para siempre, excepto en la memoria de aquellos que nos amaron. Son muy lejanos los días de aquel momento en el palco de la Plaza Abaroa, donde entre sonidos de bronces y redobles de tambor, se me aparece la

figura de mi abuela, Julia Reyes Ortiz, siempre dulce, su prestancia y su sonrisa tranquilizadoras, diciéndome palabras tiernas e inteligentes. El tiempo está hecho de arena escurridiza. Yo trato de retenerlo en estas letras.

Andrés Canedo es escritor de la novela Pasaje a la nostalgia, cuentista y cronista. Pronto publicará Así pasan los días. www.paginasiete.bo

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ESPECIAL / ABUELAS Erika Ewel

Ella

es la piedra

Queda la piedra del batán que agarró ella, agarró su madre y ahora la nieta.

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I ABUELA MATERNA nació en 1917 y murió en 2002. Ella era la última hija de 12 hermanos, nació el día de Navidad por eso la llamaron Natividad. Se crió en Totora. En la escuela apre nd ió a leer, escr ibir y matemáticas básicas. Pero fue su padre, abogado de profesión, quien le enseñó la pasión por la historia y los derechos de las personas. Tenía una letra hermosa que parecía dibujada con la cual escribía largas cartas a los hijos ausentes. Tuvo 4 hijos y crió a 2 sobrinos más; mantuvo a sus padres y cuidó de su madre hasta su último día. Hablaba español y quechua con la misma fluidez. Claro que cuando la escuchaba hablando quechua parecía que reñía a todos los que se le atravesaban. Era una persona reservada, de pocos amigos, y pese a que vivía humildemente tenía un aire de superioridad. No aguantaba a la gente banal o ignorante. Todos los días leía el periódico de punta a canto; le encantaba discutir las noticias y tenía opiniones absolutas sobre la política. Leía todos los libros que caían en sus manos, amaba las novelas de amor y de heroínas. Nos contaba historias fantásticas sobre su ciudad, Totora, que tenía pianos de cola, que llegaban encajes y vestidos desde París. Yo no conseguía imaginar esas épocas que más parecían historias sacadas del realismo mágico. Detestaba a Víctor Paz Estenssoro, el causante de que le quitaran todas las tierras a sus padres con la Reforma Agraria, hechos que la llevaron a trabajar desde joven. Hizo de todo para llevar el sustento a su familia; costuraba, fue asistente en una farmacia, entre otras cosas, hasta que consiguió trabajo en la Empresa Nacional de Correos. Empezando desde abajo terminó como jefa de sección en esa entidad cerrada hoy en día. Por suerte ella no está para verlo. Mi abuela era de temer. Abofeteó a Juan Lechín Oquendo y se enorgullecía de haberlo hecho. Sucedió mientras ella fungía como dirigente sindical de Correos en una de las reuniones de los sindicatos, estando en desacuerdo con la opinión del líder de la COB. Fue excomulgada por un obispo, ella y todos los padres que tenían hijos en colegios no católicos. No cambió a

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sus hijos de colegio, dejó de ir a misa porque le prohibían la entrada, pero continuó con su fe rezando a San Antonio en silencio desde la privacidad de su casa. Al morir, me quedé con su álbum de fotos y su niño Dios; una imagen de cera con cabellos naturales que asustaba a todos los nietos y a la que sin embargo nos hacía adorar, cantar y bailar cada Noche Buena. Otra de sus posesiones más preciadas, que recibí años después de su fallecimiento, fue su batán de piedra, aquel que usó tantas veces para cocinar. La piedra pequeña y redonda tiene las hendiduras de una mano, de su mano, de la mano de su madre. Esa piedra es ella, la que transmitía su cariño con su comida, la que cantaba boleros mientras cocinaba, la que siempre ofrecía un plato de comida al recién llegado, la que siempre hacía alcanzar un plato más.

Erika Ewel es artista visual; dibuja, pinta y costura memorias propias e inventadas desde los 14 años. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


ESPECIAL / ABUELAS Nelson Kinn Monje

Las batallas

de Adalia

Recorrió pampas, selvas y pueblos del Beni, en carretón, en canoa o a caballo.

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DALIA ROCA VALV ER DE parió trece hijos, “la docena del f raile”, como decía ella. Solo seis llegaron a la edad adulta. La hija de Ramón y Dolores se casó con un paceño, que después de su servicio militar en Trinidad se enamoró del Beni y de “la bella modista camba” y se quedó para siempre. Corría un tiempo duro en la Amazonia boliviana, pocos medios de transporte, asistencia médica precaria, inundaciones implacables, abandono estatal. Mientras, la época estaba marcada por la aparición de inmensas fortunas que llegaron con el auge del caucho en un ferrocarril improbable, con gente extraña, corrupción, bonanza, epidemias, trabajo esclavo, migraciones forzadas y migrantes esperanzados. Como suele ocurrir, así como apareció, se fue pronto, dejando amarguras y fantasmas en Cobija y Cachuela Esperanza, y entre tantos otros, se llevó consigo a tres de los hijos de Adalia, dos de ellos muertos en un mismo día. David y Adalia fundaron así la familia Monje Roca que después de buscar vida en Cobija y otros rincones del norte boliviano, volvió a Trinidad a batallar. David creó uno de los primeros periódicos de la región, trabajó en la administración pública de ciertos gobiernos, fue preso por oponerse a ciertos regímenes, contribuyó con la entrega de su única casa para el primer mercado público y junto a su familia fue protagonista memorable de la vida del pueblo. Al estallar la guerra del Chaco, los hijos mayores cumplieron su deber enrolándose: Osvaldo y el profesor Raúl en Trinidad, el casi ingeniero David en Oruro, y Ronant de 16 años en el Colegio Militar, destacamento “Tres pasos al frente”. David padre quiso reeditar su presencia en el Acre y se alistó soldado voluntario de casi 50 años. Adalia dio a la guerra sus cinco hombres, quedándose a educar y mantener a sus dos niños menores, Velia y José, y a apoyar a dos jóvenes nueras y sus niños. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

Los años de guerra para Adalia no solo fueron la intensa espera de noticias, cartas o fotografías, ni tampoco solo la incertidumbre y el miedo de perder a alguien. Ella hizo su propia campaña y tuvo sus propias batallas: fue promotora de las “Madrinas de guerra”, recolectó fondos y vituallas para asistir a soldados y oficiales benianos. Con esta misión y dos hijos a cuestas, recorrió de nuevo pampas, selvas y pueblos del Beni, en carretón, en canoa o a caballo. La guerra se agotó y Adalia fue una boliviana mimada, ya que contra toda probabilidad y cual divina recompensa, todos sus hombres retornaron enteros al hogar. En ese tiempo ya era abuela de seis nietos que más tarde habrían de ser 29; más de 100 bisnietos y siga contando, siga batallando, la combatiente abuela. Batallas finales: vio morir a su hijo mayor, cuidándolo hasta el fin, para después ser amorosamente atendida en sus días finales por su amoroso colla David.

Nelson Kinn Monje es comunicador y marketero autodidacta; escribe cuento, poesía y crónica. www.paginasiete.bo

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ESPECIAL / ABUELAS Virginia Picasso

Doblan las campanas La abuela Yola jamás hace trampa.

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RUCIGRAMAS Y PORTARRETRATOS con fotografías que cambian cada día, junto a la radio sintonizada siempre en Panamericana. Esos son los pasatiempos d e m i ab u e l a . Cu a n d o n o l a v e o, l a imagino siempre sentada en su cálida sala, con sus cabellos blancos, su chaleco de colores tejido a mano y con un crucigrama sobre la mesa. La veo buscando en los diccionarios que ella misma ha construido con los años: varios cuadernos donde ha ido anotando una a una las palabras, signos y símbolos que aparecen en los crucigramas junto con sus sinónimos y significados. Mi abuela Yola no usa internet aunque en su casa hay wifi constante. Tiene una laptop y una tableta únicamente para leer libros. Jamás hace trampa. Cuando hace falta, pregunta a todos sus visitantes para poder terminar de rellenar las escasas casillas faltantes. En la casa de mi abuela siempre hay fruta y un plato de comida. Siempre. Conocí la historia de mi abuela cuando estaba embarazada de mi hija. Trabajaba cerca de su casa así que ella, preocupada por mi buena alimentación y muy contenta de acompañarme

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en ese nuevo proceso de mi vida, me ofreció visitarla todos los días para almorzar. Un día cualquiera, mientras comíamos, simplemente me contó su historia. Hija séptima de siete hermanos, todos hombres, su padre murió antes de que ella naciera. De cabellos rubios y ojos verdes, era parte de una familia dueña de tierras en Sorata y Ambaná. Su madre crió a todos sus hijos sola. Mi abuela conoció a mi abuelo a sus 13 años. Él era de una clase social menos privilegiada, según decía su madre. Fiel a sus sentimientos, mi abuela se casó con mi abuelo a pesar del desprecio de su madre quien el día de su boda mandó doblar las campanas de la iglesia comunicando a la comunidad que su hija había muerto. Así comenzó una nueva vida con mi abuelo, y juntos estudiaron para ser maestros. Cuando nació su primera hija, su madre no olvidó el resentimiento y fue a agredirla a su casa. En la pelea, el bebé cayó al piso y murió por el golpe. Ese día también sonaron las campanas: ese instante, mi abuela dejó de tener una madre. Después de unos años nació mi padre y más tarde mis tías. Mi abuela nunca volvió a ver a su madre. Mi abuela recuerda que un día subió a un micro y desde el espejo vio a una viejita que le pareció familiar y le cedió el asiento. Después de mirarla un largo rato se dio cuenta que era su madre. No sintió nada, ni un mínimo deseo de hablarle. Esa fue la última vez que la vio. Su madre murió poco tiempo después y tampoco asistió a su entierro. Cada vez que visito a mi abuela, ella tiene algo para darme. Siento su enorme cariño con solo posar su mano sobre mi espalda. La sencillez de sus días me enorgullecen. Siempre me quedo mirando sus ojos, sus manos y el pasar del tiempo en ellas, y pienso en el secreto que guarda esa ternura: una vida sin el amor de una madre.

Virgina Picasso es mujer, escritora y madre. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


ESPECIAL / ABUELAS Guy Remy

Secretos

de abuela

¿Qué hizo Margarita con el Kräuter?

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ACE POCO, la vejez se llevó a Margarita. Tenía la honorable edad de noventa y tres años. Era una criatura diminuta, doblegada por el peso de los años. Su dispersa cabellera era de nieve y su rostro, atravesado de profundas trincheras, un campo de batalla en medio del cual dos zafiros resplandecientes auguraban la llegada próxima de la paz. Para mí, siempre había sido vieja. Nunca pude concebir que haya sido guapa, fogosa y enamorada en algún momento. Mientras las mujeres del siglo veinte se emancipaban y los hijos de la posguerra garabateaban sobre los planes éticos de sus padres, me la imaginaba siempre preparando su eterna mermelada de frambuesas en una burbuja de color sepia. Como su madre y su abuela antes de ella, había conocido a su esposo en el baile campesino del pueblo. Se llamaba Hans, como su padre y su abuelo antes de él. Juntos se dedicaron a trabajar la tierra y criar las bestias que Dios y el Estado les habían confiado. Durante sus tiempos libres, Margarita tejía chompas y leía novelas cursis. Cuando su marido la dejó, ella floreció su tumba durante diez años antes de reunirse con él del otro lado del Styx (una de las cinco lunas que orbitan Plutón). Tuvieron una vida de granjeros ejemplar: dura, sana, rutinaria y feliz. A pesar del conformismo campestre de su existencia, la pareja gozaba de cierta fama dentro de la comunidad campesina. Esta modesta celebridad era debida a la cualidad de las destilaciones que elaboraban clandestinamente en su sótano. Su aguardiente de ciruela no tenía igual en la región y no había un almuerzo dominical digno de llevar ese nombre que no se cerrara con su k i rsc h de cereza. No obstante, el verdadero motivo de admiración de los vecinos, su receta secreta y envidiada por todos, era el Kräuter, un trago de hierbas cuidadosamente seleccionadas por Hans que hubiera sido capaz de resucitar a Lázaro sin intervención divina alguna. Cuando se resfriaban, los trabajadores de todas las granjas de la provincia acostumbraban venir a meterse una copita de este milagroso elixir detrás de la corbata antes de ir a ordeñar a las vacas. Si el enfermo no recobraba inmediatamente su vigor, significaba que su mal era realmente serio. El diagnostico era irrevocable. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

Hasta el médico veterinario del pueblo, el eminente doctor Werber, lo recetó a sus pacientes después de haberlo probado. Cuando falleció debajo de su manzano, Hans dejó a su viuda una reserva considerable del precioso néctar, y como ella no tenía la misma inclinación que su difunto esposo a aliviar el dolor de los borrachos resfriados de la madrugada, la herencia se fue bonificando con los años. Cuando íbamos a visitarla, era frecuente que nos lleváramos discretamente unas cuantas botellas, aunque debo reconocer, no siempre para fines medicinales. Así que podrán imaginar nuestra consternación el triste día que encontramos la cueva de los tesoros totalmente vacía. No quedaba ni un frasco, ni una gota. Cuando preguntamos a Margarita lo que había pasado, se limitó a contestarnos que ella se lo había terminado todo. — “¿Te tomaste todo el Kräuter del papá... solita?”, exclamó mi madre. — “¿Tomarlo? ¡Estas loca hija! Lo usé para friccionarme las piernas, que a mis varices le sentó de maravilla!”, respondió mi abuela, con una malicia apenas disimulada en el océano celeste de sus ojos.

Guy Remy es carpintero reconvertido en profesor de francés y escritor en su tiempo libre. www.paginasiete.bo

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ESPECIAL / ABUELAS Danny Daniel Mollericona

Doña Prima ¿Cómo entender la historia de Bolivia sin la abuela? ¡Mierda carajo! La cueca Primitiva Chavarría, la “doña Prima”, cuentan, había bailado bien lindo la cueca con “el mono”; ese mono que la historia conoce como Víctor Paz, por ahí en la Següencoma de los 80, antes de iniciar la conquista de los Yungas paceños. La nueva expalliri sacó el pañuelo y zapateó con los aplausos de las 60 familias relocalizadas con destino a Mapiri. Bailar pues, por no llorar por su lejana mina de Potosí. De allí guarda un periódico mi tía Mechi con tres personajes: La doña Prima, la wawa Rosita (la nieta mayor), y pues, “el mono”. Pero los libros de historia sólo dejaron lugar para el final en sus páginas. Mientras, la wawa ya no es más wawa y mi abuela, la doña Prima, no volvió a salir en los periódicos. Pero: ¿Cómo entender la historia de Bolivia sin la abuela?

De la mina al Plan 3000 “Eso de verbos no sé”, me dijo una vez la viejita, cuando le pedí que me enseñara quechua. “No me gustaba ir a la escuela, me escapaba”, me decía. No, ella prefirió trabajar desde joven. Joven también empezó a tener sus wawas. En esos vaivenes entró de palliri a la COMIBOL. Rescata que rescata mineral que los mineros dejan pasar. Rescata que rescata mineral para el país. De sud Chichas la sacó la crisis. De Tasna Rosario a La Paz y de ahí a Mapiri. Allá donde vio la semilla de los cooperativistas auríferos de ahora. De Mapiri a El Alto donde en la pensión de mi mamá daban de comer a los qamiris aymaras que ahora tienen sus cholets cerca de la avenida La Paz. De El Alto a Santa Cruz su trabajo potenció lo que es ahora la pujante Santa Cruz. Luchando que luchando desde la trinchera del Plan 3000. Si ella no ha hecho la historia, ¿quiénps ha hecho?

¡Mierda carajo! Viejita hecha de coca siempre tenía su mentisan a la mano. Viejita con su pañoleta en la cabeza no le gustaba sonreír para las fotos. Viejita pícara… Dicen que a “los hermanos” que van de casa en casa les decía que sus hijos la encerraban y no les podía abrir la puerta. ¿Por qué pues abuela la encierran sus hijos?, seguro le preguntaban. “Es que me voy a la chichería sino pues”, les respondía pícaramente. “Abuela ¿por qué mientes así?”, yo le dije. “Es que me hacen perder el tiempo”, decía, “ uno quiere seguir hablando de la biblia y se van…”. Sí, pero era una mierda abuela, la viejita, la viejinga (como

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allá le decían). “Van a venir todos, mierda carajo”, renegaba. El desfase de lo que uno veía: viejecita tierna y flaquita y la convicción de la puteada, era chocante. “¿Por qué habla así pues abuela?”. “Porque si no, no me hacen caso pues... mierda”. Ay la viejita. Ojalá estuviera acá para que bailemos cueca, para que la visite en el Plan 3000, para que me mierdee. Aunque sea eso ¡Mierda carajo!

Danny Daniel Mollericona es sociólogo y fiestólogo, medio anarquista pose intelectual y medio cholo prestero. DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18


ESPECIAL / ABUELAS Javier Calvo Vásquez

Honoria El sueño la venció y entonces hizo honor a su nombre y a su mamá.

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ORMIR PARA SIEMPRE es de santos –dijo mi abuela Honoria– tras contar c ó m o m u r i ó s u ma m á u n a t a r d e d e noviembre. Apoyó su cabeza en el mostrador de pan y su cuerpo se desvaneció de la sillita de madera. Los pies agrietados conservaron el calor gracias a las medias de lana, a las pantuflas de gabardina café y al cuero de vaca. Mi abuela se jactaba de su madre no solo porque murió creyendo que dormía, también porque nunca dejó que el carbón del brasero se extinguiera, atizando con una mano desde el amanecer. –Lo hacía todo solita –comentó– y por esa terquedad sus hijas no aprendieron muy bien a cocinar. –Mi mamá nunca permitió que toquemos sus cosas –recordó con resignación–. Las hermanas de mi abuela pedían a Dios heredar la muerte de su madre, mas no fue así. La mayor, Prudencia, murió días antes de cumplir 62 años, tuvo infección urinaria que no pudo ser controlada. Su hermana menor, Roberta, falleció cuando tenía 66 años por complicaciones de la presión alta que afectó al corazón. El médico le recomendó muchas veces salir de Potosí, no quiso y más bien apiló en el velador las píldoras y jarabes. Cada 10 de diciembre la familia se esmeraba en celebrar su cumpleaños, el mayor de los tíos cobraba la cuota destinada a comprar cerveza Potosina, singani y damasco de Camargo para el coctel, además de los ingredientes que necesita la cazuela, el picante mixto y la gelatina con chantilly. Mi abuela creía que las cosas se parecen a sus dueños y es probable que sea cierto, por ejemplo, las tasas de té eran idénticas a ella: distinguidas y pequeñas. Su pollera de lanilla plisada le ayudaba a bailar cuecas con soltura y elegancia. La manta de algodón cubría hasta la cintura y orientaba su ligero caminar. El eterno silencio, aun en los momentos más agobiantes o alegres, eclipsaba sus lágrimas y risas atragantadas. Nunca parió ni tuvo marido, lo que no le impidió ser mamá de su sobrina con los riesgos que esto implica. Si los nietos la llamábamos Tía Honoria era únicamente para recordarle que era una señorita de 80 años. Se reía, cubría la mueca con sus ahuesadas manos y dirigía su mirada a otro lado. Como todas las mañanas, el 14 de enero de 1982, despertó a DOMINGO 7 DE OCTUBRE 37|18

las ocho, se puso la dentadura postiza, trenzó sus delgados cabellos blanqueados y se lavó la cara. Volvió a la cama, apoyó la espalda en la cuja de madera, luego arropó sus rodillas con la colcha verde. El café tinto eructaba vapor y su olor humedecía las ventanas, el pan bizcochado crujía junto al queso de cabra. El sueño la venció y dejó que la suave piel de su rostro con surcos desnivelados se apoye en la almohada de lana. Al rato, mi tía intentó reanimarla, mi madre no contuvo el llanto y la abrazó desesperada. Mientras duerme, sopla despacito el caldo de res, posa la llajwa en la papa y escarba el arroz.

Javier Calvo es periodista, aprendiz de escritor, lector de cuentos y novelas. www.paginasiete.bo

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VIร ETA Guizada Durรกn

Chichiu

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VERBORREA

FOTO ARCHIVO MAGELA BAUDOIN

Lucía Camerati

Magela Baudoin de la A a la Z

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VERBORREA

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ómo no buscar a Magela, una de nuestras escritoras más importantes, y tratar de cosechar desde su punto de vista de periodista, escritora y profesora universitaria, esta lista de palabras. Es muy posible que cada palabra aquí encierre secretos que resuman mujeres, que nos impregnen de sus ojos, de su sal, y de un pensamiento controversial ante el mundo. Esta es una Verborrea donde quizás se oculten sus libros Mujeres de costado, El sonido de la H, y La composición de la sal. Magela Baudoin, escritora, abre su diccionario.

ANSIA.– Esa lucha constante por sobrevivir a los suicidios cotidianos; la sed, el hambre, la escritura. Una revista que nos cuesta muchísimo publicar, pero que es movida, precisamente, por esta fuerza y (también) por una terquedad de mula que nos obliga a persistir. B ORGES.– Tal vez el escritor más triste, el más lúcido, el padre de casi todo en el siglo XX, el plagiario más original, la voz que mejor me habla y de la que más he aprendido. CUÑAPÉ.– Con café, ¡lo mejor! Estar en casa. El lugar que se quiere y que también se puede llegar a odiar, como todo lo verdadero.

escritora. Así que, vuelvo a él, cada tanto, como a un talismán querido. HACHE.– Una letra hermosa, que no por muda es inaudible. El grito interior de una mujer. La voz de Mar, uno de mis personajes más queridos. INTELIGENCIA.– Vivir para adentro. JUSTICIA.– El logro más elevado de esa ingeniería sofisticada que es la sociedad, quizás el más humano y decente. Lo contrario, por tanto, define el mal, la vergüenza y la barbarie. La (in)justicia es, lamentablemente, una forma de definir Bolivia y nuestra deuda histórica más urgente.

DRAGONES.– Ojalá, mis cuentos. ENSEÑAR.– Un oficio que me gusta casi más que escribir. FEMINISMO.– Una lucha cardinal, ineludible, urgente. Un deber ético. Un legado para mis hijos. G A B R I E L G A RC Í A MÁRQUEZ.– Mi abuela prohibiéndome que lo leyera y yo corriendo a leerlo a escondidas. De modo que fue el despertar de mi vocación lectora. Muchos años después, confirmaría un nuevo comienzo, esta vez el de

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KAFKA .– El cue ntista por antonomasia. El escritor de cartas y diarios. El artista del hambre, el trapecista, el Maestro, el monstruo que todos somos pero que él vio mejor que nadie. El escritor fantástico. LILIANA (COLANZI).– Una voz y una escritura que incomodan, que avientan verdades como dardos, que alborotan el gallinero y que uno agradece encontrarse en la prensa y en la literatura, digan lo que digan.

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VERBORREA

LLORAR.– Agua salada, igual que el sudor y que el mar. Como diría Isak Dinesen, siempre sana. MUJERES (DE COSTADO).– Mi primer libro, la salida del closet. El salto hacia la literatura. Catorce mujeres impresionantes que siguen impactando mi imaginación. Varias de ellas han suscitado personajes literarios. NARRAR.– Desnudarme, leer, pensar, jugar, herir, sanar, equivocarme estrepitosamente y volver a comenzar. O’CONNOR (Flannery).– Cuando la descubrí, dije: Ajá, esto es diferente. Por aquí me interesa caminar. Era una narrativa de otro temple. Oxígeno puro. Con ella, con las chicas malas del sur (Carson McCullers, Eudora Welty, Silvina Ocampo, Clarice Lispector, Marosa, Uhart…) comprobé algo que hasta entonces era solo una intuición adolescente: que las mujeres vemos y contamos diferente. Por suerte. QUINUA .– Flores inimaginables a más de cuatro mil metros de altura. RIVERO (GIOVANNA).– Una de las escritoras más originales, más profundas y, como dice el crítico estadounidense, Juan Duchesne Winter, más misteriosas de América Latina. La crítica en Bolivia todavía nos debe el estudiarla, como tantas otras cosas.

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SAL.– Una metáfora de mi vida y de mi escritura. Mis padres. Mi hermano muerto. Los que quedamos. Y la vida sucesiva. TEXTO.– La forma física de una mirada. El pensamiento tangible. Ú T E RO. – E s c u r i o s o porque ya no tengo útero. Pero este hueco sigue siendo el lugar de la vida, de mis hijos. VENEZUELA.– Mi niñez, el mar, la memoria; y el inmenso dolor del presente. WHITMAN.– ¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado. E(X)ILIO.– Quiebre. YERMA .– Una palabra que siempre me trae a las hermanas Brontë, a Cumbres borrascosas o a Jane Ayre. Mi abuela me contaba de ellas, que expandían el mundo y derrotaban el viento arrasador de la vida a pura imaginación. VERGÜEN(Z)A.– No calzar en tu cuerpo. La incomodidad de mostrar lo que no eres. La máscara que tiembla. Las taras que arrastramos: racismo, homofobia, machismo…

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RETRATO Cecilia Lanza Lobo Fotografía de Cecilia Fernández

Loca María - De santa no tengo nada. Dijo aquella vez hace tantos años ya, como si fuese necesario aclararlo. Parada delante de aquella tela blanca de la vieja Cinemateca Boliviana, vestía un traje largo con mantilla y en los brazos sostenía un ramo de rosas rojas, la cabeza ladeada. De modo que la sombra que proyectaba era, precisamente, la de una virgen: perfecta alegoría de esa mujer que había hecho de su propio cuerpo el texto de su discurso, contestatario, inconformista, paródico, sedicioso. Por supuesto que no era una aclaración sino la ratificación de ese lugar fundamentalmente político que ocupaba ya, respiraba ya, quién sabe si desde el mismísimo día en que nació. Muchas veces me he preguntado si María se levanta de la cama con infinito cansancio y se calza una vez más el traje de ruda. No lo sé. Lo que sé es que muchas veces me recibió con cariño, con la cara lavada y los ojos claros, en esa casa grande que cuida como quien riega un jardín salvaje, desde los tiempos de la Carcajada, donde hasta la risa sin censuras decía algo, tenía que hacerlo, así sea por el mero placer de provocar. Desde aquellas trincheras siempre revoltosas y tantas veces jodidas, dolorosas, María ha movido montañas por y sobre todo junto a las mujeres, en busca de una vida más equitativa, menos injusta, y ojalá más amorosa. María es aquella mujer en la primera línea del frente de batalla. Esa Loca fundamental a quien yo, desde aquí, le digo gracias.

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MarĂ­a Galindo

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C A RT E L E R A #DíasDeCine Isabel Navia

Tiempos violentos

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N LAS CALLES, dos amigas se unen para luchar por sus derechos gritando en las calles por las que ya no tienen voz; al mismo tiempo, en la cárcel, una maestra torturada y una joven presa tratan de darse una oportunidad a través de la música. Al otro lado de la ciudad, una abuela pobre y desempleada se desespera por conseguir dinero para pagar el tratamiento de su nieto enfermo. En un barrio periférico, una joven quechua, hija de una madre violada, llora cantando como un ave herida y se inserta una papa en la vagina; escuchó que es bueno para ahuyentar a los abusadores. Muy lejos de ahí, una

niña de 13 años atraviesa el desierto a pie, huye de casa, y como si mutilar sus genitales no hubiera sido suficiente, ahora quieren casarla con un desconocido. Más allá, en un país asolado por la guerra, una mujer policía descubre el gigantesco negocio del tráfico de mujeres y, a riesgo de su propia vida, decide no callar. Al mismo tiempo, unas novicias descubren su camino, unas cantando, la otra descubriendo su pasado, y se preguntan si el hábito hace a la monja. Otra duda se clava en el alma de una joven rebelde que vive en las calles asaltada por un insospechado instinto maternal, mientras en el edificio del frente una chica se despierta en la cama de un desconocido que le sonríe, distante.

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UNA CANTA, LA OTRA NO. Agnés Varda, Francia, 1977. Una joya de la Varda sobre la amistad que se forja entre dos mujeres cuando una ayuda a la otra a hacerse un aborto, pues no tiene las condiciones para criar más hijos. Sus vidas se entrelazan en la Francia de los años 70, cuando se está luchando por legalizar la contracepción y el aborto. Tan actual como hace 40 años. CUATRO MINUTOS. Chris Kraus, Alemania, 2006. Nominada y premiada en varios festivales, es una entrañable historia de una profesora de música y una joven prodigiosa, presa por asesinato. Un encuentro en un lugar espantoso, con la magia de la música haciendo lo suyo. (*). IRINA PALM. Sam Garbarski, Reino Unido, 2007. Ganadora del premio David di Donatello a mejor película europea. Una abuela sesentona, pobre y poco agraciada se enfrenta a la pena de ver cómo su nieto podría morir por falta de dinero para pagar su tratamiento. Ante la desesperación por hacer algo, se emplea como azafata en un club llamado “Sexy world”, donde con la ayuda de una prostituta descubre que tiene una insólita habilidad. FLOR DEL DESIERTO. Sherry Horman, Reino Unido, 2009. Premiada en el Festival de San Sebastián, narra la historia real de Waris Dirie, una niña somalí que huye de casa para evitar un matrimonio forzado. Luego de sobrevivir al desierto, logra trabajar como empleada doméstica, creciendo como una analfabeta, hasta que decide probar suerte en Londres, donde es descubierta por un fotógrafo. Esto la convierte en

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Una canta, canta, la otra otra no

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una modelo de fama mundial que además lucha por los derechos humanos y contra la mutilación genital. LA TETA ASUSTADA. Claudia Llosa, Perú, 2009. Premiada con el Oso de Oro en el Festival de Berlín y nominada a un Oscar y un Goya, entre otros, es una historia sobre la vida de Fausta, hija de una mujer víctima de la violencia causada por el terrorismo de Sendero Luminoso y los paramilitares. Se dice que al amamantar a sus hijos estas mujeres les transmitían la enfermedad de la teta asustada, por la cual ellos están condenados a vivir sin alma y con miedo perenne. Fausta es hija de la violencia y evade su enfermedad con el canto, un llanto en forma de trino. SECRETOS PELIGROSOS. Larysa Kondracki, Canadá, 2010. Basada en la historia real de Kathryn Bolkovac, policía norteamericana enviada a Bosnia como parte de las operaciones de paz de las Naciones Unidas. Una vez allí, descubre la gigantesca mafia de trata y tráfico de mujeres, en la que todos participan, incluso policías, diplomáticos y militares de la ONU. IDA. Pawel Pawlikowski, Polonia, 2013. Ganadora del Oscar a mejor película extranjera, además de un BAFTA y un Goya, esta película tiene una fotografía en blanco y negro absolutamente preciosa. Narra la historia de Anna, una joven novicia en la Polonia comunista de los años 60. Antes de tomar sus votos, debe visitar a su única pariente viva y, sin proponérselo, hace un viaje de autodescubrimiento por demás inesperado. STOCKHOLM. Rodrigo Sorogoyen, España, 2013. Ganadora de un Goya y otras distinciones, esta película logró financiarse gracias a una campaña de crowdfunding y ha justificado cada billete. Lo que comienza como una típica comedia romántica o una historia de jóvenes de parranda, deriva en una trama insospechada para todos. Una buena historia acerca de los roles de género, la seducción y las relaciones. (*) TALULLAH. Sian Heder, Estados Unidos, 2016. Participó en el Festival de Sundance en 2015 cuenta con dos magníficas actrices, Ellen Page y Allison Janney. Tallulah relata las vidas de cuatro mujeres de este tiempo, en circunstancias por demás diversas. Como apunte extra, la directora, Sian Heder, es la autora de tres temporadas de Orange is the new black. (*) LA LLAMADA. Javier Ambrossi y Javier Calvo, España, 2017. Estrenada en San Sebastián, esta divertida comedia musical ha sido nominada a decenas de premios y se ha llevado varios, incluyendo el Goya a mejor canción original. En clave de risa y música, la historia se desenvuelve en un campamento para señoritas, dirigido por monjas. La llamada es una reflexión acerca de las libertades y lo fundamental de ser una misma en todas las circunstancias que nos toca vivir, sexual, religiosa, política y socialmente. (*) (*) Disponibles en Neflix.

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Flor del desierto desierto

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Talullah

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HISTORIETA CTX

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