El ch'enko total que el Papirri (Manuel Monrroy Chazarreta) miró y cantó como nadie, mucho antes de la euforia por el Estado (con mayúscula y minúscula) Plurinacional, fue sobre todo eso: una canción, pero además una canción jocosa: la mejor manera de digerir nuestras verdades. Dos espacios simbólicos (geográficos, sociales, políticos y afectivos) se juntan y revuelven al calor de los amores del poder del Gran Poder, que no es sólo un baile, ni sólo una fiesta: es el poder de la cultura propia que a paso de caporal ha ido empapando todos los rincones de la ciudad. El norte moreno, habitado por migrantes indígenas, luego urbanos, luego cholos; y el sur dorado, refugio de las tradicionales clases altas adineradas. Unos y otros se mezclan y el resultado es un ch’enko total.
Pero ese ch’enko ¿ha logrado la juntucha amorosa? ¿Es posible hablar de algo así como los amores jai- cholos? ¿Ha llegado la hora de decir ya no “hermano campe- sino” sino “cuñado”?