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Lo importante es construir experiencias

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Con-versación con Agustín Berzero

Casa-Taller en La Paisanita (2018-21) y Taller-Atelier en Rafaela (2020-21)

Ricardo Sargiotti*

Agustín Berzero forma parte de una generación virtuosa de jóvenes arquitectos cordobeses que, provenientes de las tres escuelas de arquitectura de la ciudad, vienen realizando obras privadas de alta calidad y ocupando primeros lugares en la escena nacional, a partir de sus éxitos en concursos de proyectos de mayor escala e incidencia pública.

Muchos de ellos, incluido Agustín, realizaron experiencias de posgrado en Argentina y en el exterior y reparten su actividad entre la práctica profesional y la docencia.

No intento con esto (aunque pueda parecerlo) forzar un agrupamiento ni, mucho menos, establecer una taxonomía. Ellos mismos están demostrando que sus realizaciones no tienen que ver con una escuela específica sino, más vale, con un marcado compromiso en la calidad de su producción.

Cosas y no-cosas

Es cierto que, en comparación con el ayer, en la isla faltan cada vez más cosas. Cuando era niño, una atmósfera densa y pesada lo impregnaba todo. Después el ambiente fue haciéndose más liviano, pero a medida que esto pasaba, nuestras vidas fueron perdiendo consistencia 1

Byung-Chul Han adjudica al implacable avance de la información en la cultura cotidiana la pérdida del valor material y tangible de las cosas físicas: la percepción pierde profundidad e intensidad, cuerpo y volumen. No profundiza en la capa de presencia de la realidad. Solo toca su superficie informativa2. Al comienzo de su libro No-Cosas, hace referencia a la novela de Yoko Ogawa, La Policía de la Memoria, en la que una isla se ve privada lentamente de cada uno de sus objetos, y con ellos de la memoria de los mismos, un lugar donde la pérdida de las cosas es seguida por el nombre y el significado que le daban sentido3. Para Han, entonces, la digitalización quita a las cosas cualquier materialidad “rebelde”, cualquier resistencia. Consumimos información, mientras la materialidad de los objetos, su peso, su olor, tacto o sabor se desvanecen en aquella.

* Ricardo Sargiotti es Arquitecto UCC Córdoba donde enseña además de coordinar el Posgrado Arquitectura&Tecnología en UDT. Profesor visitante en USA y Alemania dirige además su propio estudio profesional llamado RSA.

Creo que resulta estimulante comenzar a hablar con Agustín Berzero desde aquí, desde las cosas. Las cosas físicas, o mejor, la materialidad de las cosas entendidas como bastiones de resistencia a las no-cosas de un universo virtual donde el ambiente va haciéndose más liviano. ¿Coincidís en que la información como reemplazo de las cosas, puede ser traducida en la arquitectura, al binomio imagen-construcción?

Sí, también asocio a la imagen con lo evanescente. Precisamente estas dos obras4 creo que tienen mucho de lo opuesto, son primitivas, trabajan desde lo material, muy lejos de lo virtual o ligero, más que en mis obras anteriores como mi casa5, por ejemplo. No tienen que ver con arquitecturas fluidas y livianas como la de algunos japoneses contemporáneos o hasta algunos colegas argentinos. Más bien veo estas obras asociadas a cosas de Rafael [Iglesia] o a una búsqueda de referencias más atrás en el tiempo. Admiro mucho cómo encaraba las cosas Rafael, el tema del peso obviamente. Sus obras son maravillosas, pero tan personales y específicas que sería imposible tomar algo directamente de ellas. También miro otras cosas, he recorrido mucho las sierras fotografiando esas viejas infraestructuras abandonadas, tanques o esas ruinas que quedaron ahí. De cualquier manera trato de no quedarme con la imagen, me gusta encontrar lo que la hace y la trasciende, creo que es una aproximación sensible la que busco, por eso creo que para mí lo importante es construir experiencias.

¿No te preocupa que eso, o lo excesivamente sensible, se diluyan en algo banal? No de la manera en que lo entiendo. Fijate en mi casa por ejemplo, da mucha sensación de seguridad y cobijo en un barrio “complicado”. Te sentís con intimidad, relajado… y esa experiencia se logró con la construcción

¿Crees entonces que el proyecto mismo se puede convertir en una narración?

Sí, pero después te supera. Pensás en el proyecto y crees tener todo bajo control

4 Se refiere a las dos obras publicadas en esta nota: Casa Taller La Paisanita, Agustín Berzero y Manuel González Veglia, 2018 y Taller Atelier en Rafaela, Agustín Berzero, 2020

5 Refugio Urbano. Agustín Berzero-Valeria Jarós, 2014-16. Plot 45 y después la obra habla por su cuenta, es como si hubiera una narración previa que ayuda a construir y otra, más interesante, que te devuelve la obra, que te llega inconscientemente. Como cuando paso por obras que hice y digo, “esto no lo vi venir”. De estas cosas me di cuenta con el tiempo.

Y saliendo fuera, ¿qué mirás? ¿qué te gusta? Las obras que me emocionan son los que considero que tienen “alma”, es el caso de las obras de Lina Bo Bardi, son magníficas, pareciera que se diluyen detrás de todo lo que sucede y permiten que pase en ellas, a pesar de eso, su impronta, su escala, su materialidad, están muy presentes en todo momento.

Sigamos con referentes de este tipo…

En realidad veo mucho, pero Lina está siempre primera en ese rango. La obra de Smiljan Radic me parece excelente, su museo precolombino es una obra de síntesis suprema. Miralles me produce una profunda admiración. Cuando conocí el cementerio de Igualada no lo podía creer… pero me resulta muy difícil aprender de él. En otro rango, me impactaron las obras del estudio Tauenca y Lehache de Pamplona con quienes tuve la oportunidad de trabajar, no por su espectacularidad, por el contrario, por responder rigurosamente a las condiciones de cada obra de la mejor manera. Pero claro, en aquel momento eran muy próximos… de aquí al lado, más difíciles de apreciar en su dimensión. Una obra singular en España que aprecio muchísimo es la iglesia de Arantzazu de Sáenz de Oiza donde convocó a varios artistas plásticos y que tiene un interior con una penumbra muy especial. Otras que me trascendieron fueron la capilla de Ronchamp y el convento de La Tourette de Le Corbusier… entendí que de ahí se desprenden millones de arquitecturas… como en sus Obras Completas, donde está “todo”. También me atrae mucho de Le Corbusier su modo de escribir aquellos primeros libros, como Adolf Loos, tenía tanta confianza y seguridad en lo que decía, parecían panfletarios.

Siguiendo desordenadamente con obras o referencias, el gimnasio Maravillas de Alejandro de la Sota que tranquilamente podría estar en Latinoamérica por su construcción, como algunas cosas de los H-Arquitectes que usan tecnologías y atienden problemas que son similares a los nuestros de cada día.

Haría un apartado especial para otros contemporáneos que son Lacaton y Vassal. Creo que de ellos aprendí el valor del aire como lujo, como metro cúbico posible de ser encapsulado, en el que en una obra de construcción austera se pueda ofrecer semejante calidad de vida. Creo que vengo tratando de hacerlo con mis cosas, hasta con mi casa donde todo sucede desde la cáscara externa hacia adentro.

Opuestos Complementarios

Memoria

del proyecto Casa-Taller en La Paisanita

Corte Transversal

En Córdoba, en un terreno con casi 45º de pendiente, con el sonido del río y vistas hacia las sierras y las copas de los árboles; se desarrolla el proyecto. Una casa donde vivir, trabajar, escribir. Un entorno de soledad y tranquilidad que permita recuperar la capacidad de trabajo filosófico. En un juego de opuestos complementarios, apenas se apoya en patas. Mientras su cuerpo es pesado, su coronamiento ligero. Por momentos abierta, gana las vistas y permite el ingreso del sol. También contundentemente cerrada en busca de una conexión interior. Una arquitectura que pone en valor al paisaje. Se accede desde arriba, la calle, a través de la cubierta que no supera el punto más alto del lote para no interrumpir las visuales. En un paseo de contemplación, se recorre gradualmente hasta ingresar por abajo. Es este planteo el que, a su vez, posibilita bajar al propio terreno natural. De geometría clara, define un muro de contención que resuelve el lugar de llegada en relación a la montaña. Un puente se desprende y conecta. Angosta, su pisada es casi como la de una cabra en la misma cota. Vertiginosa como su topografía, apila el programa habitando en diferentes alturas desde su

Corte Longitudinal

terraza hasta el suelo. Desde afuera, mono material. Una obra gruesa que emerge del lugar. Es el hormigón armado el que lo resuelve todo. La estructura y el espacio; la relación con el suelo y con el cielo. Sus muros cobran un acabado rugoso capaz de evidenciar el paso del tiempo e imprimir en la obra el clima y los tonos del propio lugar. Por dentro, el espacio cobra escala y se tensiona. Sus singulares proporciones, cambios de altura, aberturas absolutas o cerramientos completos, muestran o esconden el paisaje. Revestida absolutamente en madera, un material cálido en contraposición al exterior áspero, que al ingresar deja percibir su perfume tan particular. Habitando a la altura de la copa de los árboles, un área de estar, comer, cocinar y despertar, conecta con el paisaje. En contraste, un entrepiso introvertido, de planta libre y suspendido sobre la totalidad del vacío. Se ilumina desde abajo (luz nadir) logrando un ambiente que favorece la introspección de quienes lo usan. Un lugar para escribir, leer, propone otra relación con el paso del tiempo al desconectarte del exterior, en un viaje con tu propio interior. Lejos de ser una construcción frágil, como una nueva pieza en la montaña, su síntesis formal es acompañada de una simpleza material. Recurriendo a una tecnología elemental y hecha a mano, la propuesta se reduce a pocas operaciones poniendo en valor al paisaje en una actitud respetuosa. La propuesta no transforma la topografía natural y propone diferentes situaciones en una serie de especies de espacios exteriores e interiores, íntimos o abiertos donde todo pasa… mientras el aire y el agua siguen corriendo bajo la casa.

La obra, sita en La Paisanita, Córdoba, fue proyectada por los arquitectos Manuel Gonzalez Veglia y Agustín Berzero. Se proyectó en 2018 y construyó en 2020-2021 en una superficie de 54m2 y con la asistencia del ingeniero Edgar Moran.

Las fotografías fueron realizadas por Federico Cairoli.

Encofrados de aire (una técnica)

Treinta radios convergen en el centro de una rueda, pero es su vacío lo que hace útil al carro. Se moldea la arcilla para hacer la vasija, pero de su vacío depende el uso de la vasija. […]6

En las dos obras aquí presentadas, pero también en algunas anteriores, imagino las construcciones de Agustín como un refinado encofrado que delimita precisamente el aire contenido, como si se hubieran preparado para contener, con el mínimo espesor posible, aquella sustancia tan imprecisa que llamamos espacio. Tal vez por esto, tendemos a percibir el aire contenido con una densidad que nos recuerda los colados de Rachel Whiteread, más que la ligereza que proporcionaría la analogía a un globo.

De estas dos obras, quizá represente mejor esta idea de aire viscoso o sólido el taller-atelier de Rafaela que, por su misma silueta (tan vecina a Mälmo), nos adelanta a intuir desde el volumen de aire que percibiremos al interior. En el resto de sus obras la imagen del encofrado o matriz también se manifiesta, es sólo que por sus perímetros más regulares y sus interiores siempre en movimiento remontan quizá más al fluido de un líquido vertido, más liviano y capaz de ocupar cada resquicio.

Como si quisiera recordarnos que en sus interiores estamos dentro de un encofrado, en la mayoría de las obras, los mismos están revestidos con madera en toda su superficie, aunque de una manera tal en que la abstracción de los detalles, la ausencia de bordes o de juntas de machimbre remita, nuevamente, al interior de un molde o de una delicada vasija.

Noté que tus obras, y en especial estas dos publicadas aquí, me hacían pensar en encofrados, inmóviles y rigurosos, pero también muy sutiles. Después de ver el video que me mandaste del Taller en Rafaela, no pude menos que asociarlo a la idea de Lao Tsé sobre el valor del vacío por sobre el de la materia, pero también sobre la densidad que sugería ese lugar…

Una de las cosas que más recuerdo de un profesor que me invitó a ser docente en la facultad, Martínez Paz, es que hablaba del vaso para ejemplificar esto, diciendo que lo importante es justamente la ausencia de materia, la cavidad, y esto para mí está siempre presente. Trabajo mucho desde la maqueta para modelar ese vacío, es “la” herramienta. Todas las herramientas que tenemos, plantas, cortes, maquetas, 3D, son válidas, pero todas te llevan a lugares diferentes. En mi caso, el trabajo desde la maqueta y el corte produce un resultado espacial.

En mi proceso o modo de trabajar el proyecto comienzo siempre por maquetas pequeñas, que no permitan mayor detalle que su configuración general, 1:200 digamos, para después pasar de inmediato obviando los intermedios, a la construcción y los detalles. De ahí en más es una permanente retroalimentación entre escalas, una informa a la otra y viceversa: creo que en ese salto de escala radica mi modo de entender y producir arquitectura. Hace poco tiempo que me di cuenta de esto. Y me sirvió para llevarlo a la enseñanza.

Esto último resolvería el secreto de tus obras como encofrados delicados: tallando el volumen en escala menor en la maqueta, y definiendo la construcción de escala en el detalle. Hablando de esto último, ¿hasta dónde crees que debe llegar el detalle? Sabemos que una buena obra no es la suma de buenos detalles. Creo que pasa más por esa ida y vuelta de escalas que te comentaba para responder a todas las variables y hacer crecer el proyecto. Como Siza, que va cosiendo los zócalos, las líneas y las cosas; o como en Ronchamp donde ves decisiones de toda la obra y otras que pertenecen al mundo de los detalles por su cercanía: las barandas, los bancos cuando te sentás… sin esos la obra no sería lo mismo, pero las obras son más que eso.

¿Qué opinás de la apología del detalle, el detalle como ornamento sobre poblando obras de no mucho valor, momento que parece terminar con el “no money, no detail” de Koolhaas?

Bueno, podría decir que mi casa es algo barroca, pero estas dos [atelier y casa-taller] tienen uno o dos materiales y son más sintéticas; sin embargo hay temas en común, si mirás los cortes de mi casa y de la Paisanita son casi iguales, es como una verifi- cación de cosas. Retomando lo que decís, creo que hay proyectos que necesitan más goma que lápiz, no “pasarte de rosca”, el detalle también necesita de síntesis. Estas dos obras están llenas de detalles pero se ven poco porque están pensados para completar el concepto de la obra.

¿Crees que es parte de una maduración? Sin dudas, y sobre todo, el hecho de haber tomado consciencia del cambio de escala en mi proceso. Es parte de una búsqueda de síntesis, de la esencia digamos; implica dejar cosas de lado. También una maduración porque uno está más confiado para tomar riesgos, como la cubierta en el atelier por ejemplo…

Ozu y las Técnicas orientales

Por ello a Ozu sólo le interesa la eternidad del instante. Todo su esfuerzo se concentra en apresar el instante, fijándolo en imágenes en las que se percibe el fluir del tiempo 7

[…] sino envejeciera bien y no acabara por adquirir así una cierta elegancia.8

Cuando pregunté a Agustín sobre sus lecturas, me comentó que prefería discurrir más tiempo con textos de arquitectura que con obras publicadas y dentro de ellos, le atraían particularmente libros de ensayos del tipo de Silencios Elocuentes de Carlos Martí Arís.

De ese libro resaltó la mención del director de cine japonés, que describe en el capítulo De Ozu o las huellas de lo ausente: me gustaría hacer arquitectura de esa manera, sin forzar nada, naturalmente, con pocas y decisivas reglas, dijo.

Este director que filmaba casi todo el tiempo con una cámara fija a la altura de una persona sentada sobre un tatami, utilizaba sólo herramientas propias de su oficio, con un limitado registro de temas y elementos formales, y cuyo estilo es de una parquedad extrema, según Martí Arís.

Comenzamos hablando de la cultura oriental por su afinidad con algunas de tus cosas y, sin embargo, no mencionaste autores japoneses entre tus referentes más allá de Ozu… La arquitectura japonesa me interesa porque creo que están siempre adelantados, hay un texto de Toyo Ito, la Mujer Nómada, que creo fundamental para nosotros como arquitectos y como docentes, habla del vivir en la ciudad aprovechando todo lo que ofrece, para así deshacerse de cosas que repetirían esas necesidades colmadas. Es muy interesante para esos momentos que argumentamos la necesidad (y responsabilidad) de fomentar la vida urbana.

Por otro lado, me interesa mucho la arquitectura de Kazuo Shinohara, sobre todo sus primeras obras, casi primitivas y muy materiales, muy diferente de los espacios inmateriales de Sanaa u otros contemporáneos. Aquí creo que se perdió toda aquella arquitectura de velos y penumbras.

Entiendo tu acercamiento con la obra de Shinohara. Uno de sus temas predilectos, según recuerdo, pasaba por el orden y el caos (o desorden). En tu caso, ¿Podrías identificar alguna preocupación en particular?

Hay un tema que me interesa particularmente, y es la descomposición de los límites. Mi casa, por ejemplo, es como una cebolla, el último límite es la cáscara, y gracias a ella comienzan a aparecer los “entre-límites” que te permiten armar algo de valor. Hasta el Atelier de Madera9 cuyo límite es una placa de fenólico definido en el detalle 1:20, no 1:200 como la casa… y no deja de tener capas que lo componen. La teoría de las pieles de Hundertwasser que comienza con nuestra epidermis como primera protección y sigue con la ropa. En esto, la arquitectura pasa a ser otro regulador más, sea en un mismo plano o en uno descompuesto. Esa idea de Hundertwasser fue muy importante para mí.

Las Obras

Me hablabas sobre una cierta familiaridad entre tus obras que, aunque no buscada, parecía existir. ¿Qué pensás sobre eso, sobre la construcción de una secuencia? ¿O te sentirías más cómodo afrontando cada obra con mayor libertad, casi como si fuese la primera?

No soy tan consciente, no me lo pregunté. Creo que cada obra responde a su condición, pero en el fondo las preocupaciones son siempre las mismas: las lógicas materiales, los cortes, la envolvente interna de

9 Atelier de madera. Agustín Berzero-Valeria Jarós, 2018. Plot 45 madera… quizá terminan pareciendo una secuencia, pero no es consciente. Si debo decirlo, por mi parte me siento más cómodo pensando cada obra de manera diferente, me divierte más, en la medida que pueda no repetirme, mejor.

Las obras publicadas aquí comparten la cualidad de programas distendidos relacionados al trabajo y al habitar, sesgados por sus maneras relajadas, para disfrutar parecieran. Ambas son, además, obras pequeñas, en Rafaela cubre 54m2, en la Paisanita… también. La Casa-Taller en la Paisanita rememora las construcciones sueltas que pueblan los interiores provinciales, y en especial a esas zonas de las sierras, donde canteras, viejas caleras, trituradoras de piedra o fábricas abandonadas, pueblan el paisaje hace tantos años que ya son parte de él.

Así podemos percibir esta obra desde el exterior, como ruina industrial más, con una cierta nobleza nacida de funciones incomprensibles. Sin embargo, es una trampa visual, al acercarnos, este contenedor de menos de 20 cm de pared envuelve una vida idílica y muy contemporánea.

La primera vez que vi imágenes de este proyecto imaginé que por su esqueleto externo era una construcción de madera ejecutada en hormigón. Después Agustín me comentó que, originalmente, el proyecto se había desarrollado completamente en metal.

Volviendo a la materialidad, ¿en qué momento del proyecto aparece la decisión?

¿Es una constante metódica o depende de cada obra?

En todas las obras tiene un peso importante esa decisión. Y en todas aparece de manera distinta de acuerdo a las variables que ya conocemos, pero siempre en una parte central del proyecto, junto al proyecto. Aunque pasó de otra forma justamente en la Paisanita. Ahí se había desarrollado todo el proyecto con acero y cambió a hormigón, parece contradictorio a lo que te decía, sin embargo me animé porque tenía argumentos. El proceso no es lineal, lo vas cargando de datos y se enriquece.

¿La decisión fue para evitar el exceso de detalles de la obra metálica?

Sí, pero además fue la necesidad de percibir una construcción pétrea, que pudiera sentirse de ese lugar. Me imaginaba una piedra sostenida por patas. En parte, como “opuestos complementarios” entre el paisaje natural y su geometría, aunque, al final, sería una piedra que envejecerá y que pueda sentirse de ahí. También creo que resulta muy respetuosa su actitud frente a las sierras, dejando correr el agua por debajo, casi sin tocar la superficie inclinada, amable diría.

¿Te preocupa que los detalles se perciban con fines sólo expresivos, y no como previsión de una buena construcción?

Y sí, no tengo dudas. Construir la Paisanita no fue fácil, fue muy complejo hacerla en ese lugar y de ese modo. Ahora estoy construyendo una casa completamente con bloques cerámicos y tengo más miedo que los dueños… Se juega con su ilusión y su dinero, y uno va adelante por sus propias ganas de hacer y experimentar, es tomar riesgos.

Aquel origen metálico resultó poco inocente, en realidad llevó a demostrar que los pilares pasantes ayudaban a la comprensión de la casa en toda su dimensión y mantener una presencia acorde a la inmensidad del paisaje, contra de la segmentación en dos o tres fajas horizontales que hubiera implicado esconder la estructura. En tal caso, aquel parentesco inicial con las industrias o piezas de infraestructura del lugar hubiera sido más débil.

A la casa se llega desde arriba a través de una promenade por la terraza que nos presenta lo sublime del paisaje; desde allí se toma una escalera casi industrial (ancora) hasta la puerta de entrada en la planta noble que se abre en un cien por ciento al paisaje y acentúa el contraste voluntario con el entrepiso superior con dos pequeñas ventanas al este y al oeste, y la introspección de una escritora en su trabajo.

Conversaciones en voz baja

Memoria de proyecto Taller-Atelier en Rafaela

En Rafaela la obra se ubica sobre el parque de una casona existente con una superficie libre de jardín de aproximadamente unos 2000m2. La intención del proyecto, es concebir un nuevo espacio de trabajo para una artista con acceso desde la calle de manera independiente. El Taller Atelier se dispone como un dispositivo capaz de captar la iluminación más favorable y protegerse de la radiación solar garantizando las condiciones óptimas para el trabajo. La propuesta reinterpreta elementos que están en el lugar. Una casa de cubierta inclinada, materiales, la escala de la vegetación. Como una nueva pieza, la obra reconfigura el parque en un esfuerzo de síntesis formal de pura abstracción intelectual. En corte, el espacio cobra escala. Se pone en tensión, ingresando la luz natural al interior de trabajo. En planta, un espacio capaz de convertirse en múltiples espacios. El servicio se separa dando lugar a un ambiente libre que favorece la relación con el espacio inmediato exterior. Pesado hacia afuera. Se expresa como una piedra artificial de hormigón martelinado en todas las superficies. De madera hacia adentro. Un juego de opuestos complementarios, construye la atmósfera interior. Todo el conjunto se resuelve con dos materiales, expresándose en la obra con acabados diferentes. Recurriendo a una tecnología elemental, la propuesta se reduce a pocas operaciones. Resignifica los arboles, manipula la luz, el aire y los materiales; con el fin de construir un lugar para pensar, pintar y trabajar. Un espacio que permita la extensión de la imaginación y la memoria.

La obra Taller Atelier ubicada en Rafaela, Santa Fé fue proyectada por Agustín Berzero en 2020 y construída en 2021 con una superficie de 54m2 con la asistencia del ingeniero Edgar Morán.

Las fotografías fueron realizadas por Federico Cairoli.

El tiempo construye las terminaciones dicen… ¿Le das mucha importancia al envejecimiento al momento de decidir los materiales?

Sí, todo el tiempo, por eso pienso en materiales nobles y sus naturalezas, sea hormigón, acero o madera, se necesita entender a cada uno, sensibilizarse, ¡Pero también la vegetación! Que te va marcando el paso del tiempo y el uso, las obras se ven mejores cuando están colmadas o invadidas por la vegetación.

Mirando el Atelier de Rafaela, y sin poder contener la ansiedad de construir paralelos, pareciera que las dos obras publicadas representaran dos maneras (algo) contrapuestas al concepto de impostación en el lugar. Mientras La Paisanita se podía sumar al viejo repertorio industrial del interior provincial, el pabellón en Rafaela con su figura elemental y un acabado primitivo; con aristas perfectas que recortan el paisaje donde se posa, suman señales de extrañeza, de no pertenecer a un medio urbano pequeño, donde se guardan las formas, las casas se terminan bien pintadas y con tejas. Hasta el micro-mundo que el Atelier construye con el interior y la proyección del plateau, parecieran indicar que el proyecto puede prescindir del jardín (mientras sigan quedando los árboles y sus sombras). El interior del Taller saca provecho de su geometría para regular las luces desde el Sur y el Norte que tiñen cálidamente la madera omnipresente

Decías de Ozu que te gustaría hacer arquitectura también, sin forzar nada, con pocas y decisivas reglas. Suena perfecto, ¿no?

Lo digo porque tiene que ver al comprender por dónde pasa una obra y ahí poner el acento, dejando de lado el resto, te lleva a descubrir la esencia y concentrarse. En Ozu es la cámara, en mi caso la maqueta y los cambios de escala… por eso los resultados.

Los orientales dan gran valor al ritual que a su vez genera una estética también asociada al tiempo; más al paso del tiempo que al envejecimiento previsto, como en la ceremonia del té y lo que de ella se deriva. Me da la impresión que tus obras, a pesar de su juventud promueven esta idea del ritual en sus modos de uso. Por ejemplo, la obra del Atelier, a pesar de ser una sola planta parece provocar eso que decís, quizá por la distribución de las cosas y la manera en que funciona la luz natural. En la Paisanita, el mismo ingreso podría entenderse como un ritual pero se percibe de manera pragmática, obligada, en cambio, en el interior, los rituales confío en que sean resultado del paso del día y los distintos usos.

De acuerdo a lo conversado con él, la obra del Atelier sintetiza gran parte de sus preocupaciones: el silencio y el lento paso del tiempo, la materialidad de una muy cuidada construcción y trato a los materiales, y hasta la extensión de los límites en la explanada (que quiere ser patio dentro de un jardín). También parece madurar en una concepción del espacio más radical, o esencial, como gusta llamar; una idea más próxima a la del guante cuya forma interior se expresa fielmente en un negativo con otra materialidad.

Ampliando la perspectiva al resto de los proyectos de Agustín Berzero, cabe esperar que esta maduración continúe y se haga extensiva a obras de mayor escala y compromiso colectivo, en cuyo caso, estimo que todos nos veríamos beneficiados.

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