Toda sociedad humana busca la mejoría material de sus integrantes. Pero una verdadera civilización también pretende la mejoría intelectual, social y política de sus miembros, que su cultura no sea sólo un producto interno bruto sino una calidad de vida, un equilibrio entre los diferentes sectores productivos que la integran.
En este nuevo número de nuestra publicación reafirmamos ser portavoces del deber universitario, es decir, del deber de descubrir nuevos mundos y explorar territorios conocidos para beneficio de todo cuanto humano nos pertenece, de toda la naturaleza en general.
Somos, pues, depositarios de una tarea milenaria: iluminar la oscuridad, dar nombre a las cosas que han sido, que son, que serán.
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