Revista del área de humanidades
$15.00/ISSN 0188-9419
Año 10, núm. 40, octubre-diciembre de 2002
La ciudad y sus metáforas Los adanes de Carmen Campuzano
Universidad Autónoma de Baja California
E ste libro es básicamente el curso de física i para estudiantes
de la carrera de oceanología de la Facultad de Ciencias Marinas de la uabc, y que consiste en los conceptos básicos newtonianos hasta la capacitación necesaria para ingresar como aprendiz en algunos de los grupos de investigación oceanográfica y meteorológica de la facultad.
Informes y ventas: Departamento de Editorial uabc, av. Reforma 1375, col. Nueva, C.P. 21100, Mexicali, B.C., tel. (686) 552-1056. Correo electrónico: publicaciones@uabc.mx
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iez años, cuarenta números: cifra redonda, labor
cumplida. Con esta edición, la revista Yubai cumple el décimo aniversario de su fundación. La fecha es, pues, particularmente importante para quienes (lectores, colaboradores y editores) hicieron posible la permanencia y continuidad de un generoso proyecto universitario. Más aún cuando se tiene la certeza de haber cumplido con la tarea encomendada desde su concepción. Durante estos diez años, Yubai ha dado cuenta de la actividad cultural y artística de los universitarios dentro del vasto campo de las humanidades, y se ha nutrido, asimismo, con la participación entusiasta de numerosos autores, quienes han aportado su conocimiento y creatividad para hacer posible su continuidad. En estos cuarenta números destacan, además, la variedad de temas abordados, así como la diversidad de los géneros que se han incluido durante todo este tiempo. Su cantidad es un signo de la vitalidad y la riqueza que distingue a la cultura bajacaliforniana, a sus autores y sus obras. La labor realizada por Yubai ha contribuido, sin duda, al enriquecimiento de las artes y las humanidades. ¡Enhorabuena! Y
C.P. Víctor Everardo Beltrán Corona Rector M.C. Juan José Sevilla García Secretario general C.D. René Andrade Peterson Vicerrector zona costa Dr. Gabriel Estrella Valenzuela Director general de Extensión Universitaria
RevistaUniversitaria COORDINACIÓN GENERAL Rosa María Espinoza Galindo ASISTENTE DE COORDINACIÓN Ana Gabriela Rubio Moreno EDITOR LITERARIO Luis Enrique Medina Gómez DISEÑO EDITORIAL Benito Gaytán Moreno FORMACIÓN Edith Meza Suárez
Yubai EDITOR RESPONSABLE Humberto Félix Berumen hfelix@colef.mx CONSEJO EDITORIAL Jorge Martínez Zepeda y Raúl Navejas (Instituto de Investigaciones Históricas); Sergio Gómez Montero (Universidad Pedagógica Nacional-Ensenada). COMITé EDITORIAL Sergio Rommel Alfonso Guzmán (Centro de Extensión Universitaria-Tecate); Aidé Grijalva (Instituto de Investigaciones Históricas); Gabriel Trujillo Muñoz (Facultad de Ciencias Humanas); Roberto Castillo Udiarte (Escuela de Humanidades); Regina Swain (Ensenada). ASESORES DE ARTE Rubén García Benavides, édgar Meraz, Héctor Algrávez y Carlos Coronado Ortega (Mexicali); Manuel Bojórkez y Francisco Chávez Corrugedo (Tijuana); Álvaro Blancarte y Floridalma Alfonzo (Tecate); Alfonso Cardona (Ensenada). Yubai está indizada en la sección “Catálogos globales” de la Dirección General de Bibliotecas de la unam, en el apartado “Clase. Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades”, y puede ser consultada a través de internet en la siguiente página electrónica: http://www.dgbiblio.unam.mx Portada: José Guadalupe Posada, Recopilación de canciones (detalle), zincografía, 16 x 10.8 cm. Este número está ilustrado con grabados pertenecientes a la exposición Homenaje a José Guadalupe Posada en el 150 aniversario de su natalicio, Instituto Cultural de Aguascalientes, Seminario de Cultura Mexicana, conaculta-inba
Indice 4
La vuelta a Tijuana en seis escritores (segunda parte)
Diana Palaversich
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La redacción de la constitución estatal de 1952
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Fuegos de risa para el lenguaje tiritando de frío
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Monologos de Adan Arte-instalación de Cármen Campuzano
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Virtualmente te amo
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La ciudad sin metaforas
Humberto Félix Berumen
46
Espejo en el tiempo: Fotografía y la memoria humana
René Javier Muñoz Vélez
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Para los tijuanenses la otredad no es simplemente ir “al otro lado”
52
Lawrence Douglas Taylor Hansen
Raúl Fernando Linares
Marcela Mungaray
Roberto Castillo
Biblioteca breve
Yubai, año 10, número 40, octubre-diciembre de 2002. Revista trimestral publicada por la Universidad Autónoma de Baja California. Los artículos firmados son responsabilidad de su autor. Se autoriza la reproducción total o parcial de los materiales publicados siempre y cuando se cite la fuente. Certificado de licitud de título núm. 7432. Certificado de licitud de contenido núm. 5346. Reserva de título de derecho de autor núm. 2846-93. Tiraje: 750 ejemplares. Impresión: Universal press, Zacatecas 198 entre Reforma y Guadalupe Victoria, col. San Benito, Hermosillo, Sonora, C.P. 83190, teléfono (662) 2153353. Correspondencia: Editor responsable, Escuela de Humanidades-uabc, Calzada Tecnológico #14418, Mesa de Otay, Tijuana, B.C., C.P. 22390 o Revista Universitaria, Coordinación General, Departamento de Editorial-uabc, av. Reforma 1375, col. Nueva, Mexicali, B.C., C.P. 21100, teléfono (686) 552-1056. Dirección electrónica: revistauniversitaria@uabc.mx
La vuelta a Tijuana en seis escritores (segunda parte)
Diana Palaversich*
Ciudad nómada
Si bien los poetas que escriben sobre Tijuana, tales como Roberto Castillo Udiarte, Heriberto Yépez y Rubén Vizcaíno Valencia, se interesan más en su geografía humana que en la material, Francisco Morales (Cananea, Sonora, 1940), en La ciudad que recorro (1986), capta a Tijuana en un constante proceso de (re)definición que emerge de una relación compleja y dinámica entre la ciudad y su gente. La voz poética en primera persona –y a veces en la primera del plural– habla con una Tijuana personificada, que no se menciona ni por su nombre propio, ni por aquél de sus coordenadas geográficas reconocibles, sino que se pinta desde adentro, desde la cartografía íntima de la ciudad que vive y siente el poeta. Tijuana no nombrada se trata de tú en una relación en que se mezclan amor y rencor: La ciudad que recorro, la aprendida, falsa sonrisa exhibe, prisionera: detrás del maquillaje sus ojeras explican patetismos, áridas ilusiones… decadencia
A diferencia de los narradores campbelianos que recorren la ciudad siguiendo un rumbo fijo, determinado de antemano, el poeta de la Ciudad que recorro es más bien un flaneur que deambula sin un propósito fijo. Debajo de sus pies y su mirada se abre una Tijuana íntima, invisible para el ojo del visitante. Desde el primer poema se señala que Tijuana está poblada de inmigrantes que llegaron de otras partes de México: Para echar los orines en tus postes/y contar tus esquinas, las paredes/las cien cuadras de espejos flagelantes/fuimos llegados./Perros flacos, mestizos/con encías y lengua schlupt schlipt/dimos fe de tu piel, zorra en neblina.
Su presentación de la relación que existe entre la ciudad y sus habitantes que vinieron buscando trabajo y hogar, oscila entre la relación madrastra-hijastros que caracteriza el principio de esta relación, y una relación posterior entre madre-hijos: “Hormigas rutinarias, tus hijastros/vamos mordiendo el polvo.../de tu seno materno, portazo en las narices”. *University of New South Wales, Australia.
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Asombrado ante la esencia polifacética de Tijuana, Morales le otorga distinto atributo en cada poema: “patética ciudad”, “virgen ciudad”, “ciudad de impaciencias”, “ciudad embarazada”, “ciudad estacionada”, etcétera. El poeta crece con la ciudad y se siente apegado a ésta a pesar de su vertiginoso crecimiento que inevitablemente va a cambiar la relación entre la ciudad y su gente: “Tu cola se dibuja en las montañas/Has crecido, ciudad, no te abrazamos”. Pese a la relación problemática entre el individuo y su contorno –que no es diferente a la que se da en otras ciudades grandes del mundo en cuanto el sentimiento mixto de pertenencia y enajenación de su habitantes–, el poeta siente que a Tijuana lo atan lazos inquebrantables de una relación simbiótica en la cual el habitante y la ciudad se influyen y transforman uno al otro: “la calle me respira, soy parte de tu atuendo“; “A veces con nombrarte, ya te sufro, ciudad”; “ciudad, no se me esconde/bailo al son de tu voz, como tú me enmascaro/desinflando ilusiones arrumbadas y huecas/sin tornillos”. En su conjunto, los poemas demuestran la relación compleja que el poeta tiene con su ciudad
en la cual predomina el amor. A pesar de todos los pesares, Tijuana se ha convertido en un hogar entrañable para el poeta y para muchos otros de estos “nosotros”–inmigrantes llegados de otras partes de México–, a los cuales se refieren varios poemas. Ryden describe de la siguiente manera este proceso de conversión del espacio al lugar imbuido de historia: A sense of place results gradually and unconsciously from inhabiting a landscape over time, becoming familiar with its physical properties, accruing a history within its confines [...] Eventually what was a strange town and unknown space becomes a familiar place. Abstract space, lacking significance other than strangeness, becomes concrete place, filled with meaning.1
Kent Ryden, Mapping the Invisible Landscape: Folklore, Writing and the Scene of Place, University of Iowa Press, 1993.
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Ciudad laberinto
Danny, y Robert, el chicano que no habla español. Para enfatizar el hecho de que a Tijuana siempre se llega con ciertos prejuicios –su leyenda negra la precede y persigue–, el narrador repite lo que “dicen los decires” sobre esta ciudad y acude al uso de las frases en inglés para devolverle al estadounidense –en su propio idioma– la imagen de su turista típico:
Rafa Saavedra (Tijuana, 1967) cartografía el terreno de Tijuana casi exclusivamente desde la perspectiva de los jóvenes de clase media tijuanense que viven esta ciudad de una manera particular. En sus dos textos publicados hasta la fecha, Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio (1995) y Buten smileys (1997), el territorio concreto y externo de la ciudad se desdibuja para dar paso a los espacios íntimos de las casas, discotecas y clubes donde se junta el cool set de la juventud tijuanense. Se trata de espacios que disponen de sus propias fronteras internas; son círculos cerrados para los iniciados de la clase media que comparten el mismo gusto y valores. La excepción en este cuadro juvenilclasemediero de la ciudad pintada desde adentro, son unos cuentos de Buten smileys en los cuales el autor hábilmente explora el cuadro más amplio de los mitos y la realidad tijuanenese. En la viñeta que abre Buten smileys, “Where’s the Donkey Show, Mr. Mariachi”, se invierte la relación del poder que caracteriza a los textos escogidos por Saldívar, mencionados en la primera parte de este artículo,2 donde es la voz y la mirada estadounidense la que percibe con desprecio o lástima a Tijuana y a los tijuanenses. Es ahora el mirado quien le devuelve una mirada subversiva e irónica al turista que cree que el dólar estadounidense lo coloca en una posición superior. Es la voz del subalterno –expresada en la voz irónica del narrador– la que crea el estereotipo del turista estadounidense encarnado en los personajes de dos jóvenes marines estadounidenses: el anglo
Les confirmaron que es el lugar más feliz del mundo. Les hablaron de chicas caminando semidesnudas por la eterna e interminable acera principal. Les contaron sobre el surfing pendenciero en los clubes y cantinas, de borracheras míticas [...] Les susurraron al oído aquella vieja leyenda atrapa-stupid-gringos del donkey show y ellos, como buenos hijos de la Middle America –jar heads, navy guns, white trash in cut-offs– se creyeron todo y emocionados llegaron a la city tras haber ensayado cómo pedir “one cerveza”.
Saavedra examina la dinámica de la relación entre los estadounidenses y los mexicanos caracterizada por desconfianza y prejuicios. Es importante señalar que la relación se da solamente en los espacios turísticos: bares, discotecas y tiendas de la avenida Revolución. El resto de la ciudad, por un lado, no le interesa al turista, y por el otro, los mexicanos y los estadounidenses prácticamente no se mezclan fuera del gueto turístico de esta avenida famosa, su trato es exclusivamente comercial. Esta relación superficial y signada por malos entendimientos se lee con más claridad en la escena de la discoteca donde Danny se acerca a una chica mexicana y le pregunta “¿Chupas verga?”, esperando que en su respuesta positiva se materialice la visión de Tijuana como paraíso de libertad de la cual le hablaron sus amigos, los cuales también habrían obtenido la misma respuesta negativa a esta frase vulgar y directa.
Diana Palaversich, “La vuelta a Tijuana en seis escritores (primera parte)”, en Yubai, núm. 39, uabc, Mexicali, B.C., 2002. 2
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Otro cuento de Buten smileys que trata Tijuana es “TJ2020.HTML”, que se escribe como un mensaje emitido por “svdr@tjroom.com” –la obvia referencia al nombre del autor– a “everybody@ tjroom.com”. Se trata de un texto futurista en el cual se subvierte completamente la noción de la frontera como un “happy hybrid ”construido en los discursos de Gómez Peña y García Canclini, para convertirse en una pesadilla de la hibridización posmoderna:
Saavedra examina la dinámica de la relación entre los estadounidenses y los mexicanos caracterizada por desconfianza y prejuicios. Es importante señalar que la relación se da solamente en los espacios turísticos: bares, discotecas y tiendas de la avenida Revolución.
Mientras que la actitud de Danny refleja el mito que ronda en la cabeza de muchos de sus compatriotas –las mujeres mexicanas son o esclavas sumisas o putas que se acuestan fácilmente con el gringo–, la experiencia de Robert con una chica mexicana es radicalmente diferente. Es ella la que se aprovecha del gringo estúpido –a esta categoría, según Saavedra, pertenece también el turista chicano–, le hace pagarle bebidas y cigarrillos, y luego se va bruscamente con el pretexto de buscar una amiga y no vuelve más. Al describir las escenas en las cuales los/as mexicanos/as sacan el dólar del turista estadounidense ofreciéndole poco o nada a cambio, Saavedra desmantela la imagen del mexicano que se humilla ante el dólar estadounidense –un punto de vista sostenido en mayor o menor medida tanto entre los estadounidense como entre los mexicanos de otras partes del país–, demostrando que la relación entre gringos y mexicanos que se da en Tijuana es un performance en el cual el mexicano finge servidumbre e inferioridad para, a fin de cuenta, aprovecharse del turista estadounidense. El cuento termina cuando, desilusionados con la pobreza de su experiencia de Tijuana nocturna, los marinos se aferran al último mito de observar el acto sexual entre una mujer y un burro. Es ahora Robert quien sucumbe al hechizo de la leyenda negra cuando se acerca a un mariachi para preguntarle “Where’s the donkey show, Mr. Mariachi?”, añadiendo de esta manera el último ladrillo al monumento de su estupidez.
Welcome to Dystopia [...] la situación en la city es alarmante: ataques racistas, violencia sindicalizada, megadesempleo, el porcentaje de suicidios en alza [...] la pelea entre un aferrado cártel local, las gangas chicanas, la mafia italiana y la inefable yakuza nipona por controlar el territorio ha reducido el valor de la shit-fek al dream de la cittá futurista programado por la Poderosa Corporación Extranjera Innombrable al adquirir, mediante un jugoso trato con el gobierno nacional, la concesión para usufructar el territorio por los próximos cincuenta años.
En esta visión distópica se lee la crítica de la situación actual en la que, tanto en la frontera como en el resto del país, el gobierno ofrece su territorio y la baratísima mano de obra a las empresas extranjeras que conducen a “la ruina económica y moral de la city, el encadenaje real a una sodomización de primer mundo”. El mismo gobierno también tolera el tráfico de drogas y permite que Tijuana se convierta en la sede de uno de los cárteles más poderosos de América Latina. El cuento corto o la viñeta “Tijuana para los principiantes”, por su ritmo y las imágenes que evoca, se puede leer como un poema en prosa, pero en cuanto a su visión crítica de los conflictos políticos, económicos e intelectuales que caracterizan esta sociedad patriarcal y parroquial, adquiere también las características de un ensayo. Es un texto que desmantela visiones tanto estadounidenses como chicanas y mexicanas de Tijuana, que oscilan entre la leyenda negra – según la cual ésta es una ciudad caracterizada por pobreza, cursilería y vicio– y la rosada, que la percibe como una ciudad más multicultural y posmoderna de nuestros días. El texto se parece a
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una versión narrativa del videoclip o a una serie de fotografías en las cuales el ojo de la cámara –pluma de Saavedra– construye la imagen múltiple de una ciudad-laberinto en la cual se cruzan diferentes temporalidades, niveles económicos e idiomas. Una ciudad, o como dice Saavedra, “mi city ”, parecida a tantas otras ciudades grandes del mundo, pero también a la vez provinciana y parroquial como cualquier otra ciudad pequeña, mexicana o latinoamericana:
El ojo irónico de Saavedra desnuda el conflicto cultural no obvio para el ojo del visitante, un conflicto típico también en el resto del país donde la cultura y la vida intelectual está dominada por un grupo de los iniciados.
Mi city no es solamente una calle llena de gringos estúpidos viviendo un eterno verano e indios bicolores que venden flores de papel, de burros rayados y maletines de joyería chafa, de mustios ojos rasgados con videocámara Sony, de terrazas llenas de motherfuckers que beben poppers y besan el suelo buscando una mexican señorita [...] Mi city es una jaula de ilusiones llena de espejos, poetas de la mendicidad y aspirantes a pop stars. La pobreza está en los suburbios y Dios en cada iglesia, en los spots digitales de la televisión [...].
Mi city es un punto libre y un aparte sin censura, un rincón lleno de contrastes y esperanzas, mosaico de posibilidades y frente en alto; es un desfile de marcas no registradas [...] de personas y sentidos en dolby stereo, de lucha y de intentos, de sueños en technicolor y realidades cotidianas. Como diría un home-boy de la Liber: “We’re very proud to live here en la city fronteriza más visitada del mundo. Do you understand that, ese? Si no, fuck off ”.
El ojo irónico de Saavedra desnuda el conflicto cultural no obvio para el ojo del visitante, un conflicto típico también en el resto del país donde la cultura y la vida intelectual está dominada por un grupo de los iniciados. Los teatros y “casasdelacultura” están vacíos casi siempre y en los suplementos culturales siempre escriben “los mismos de lo mismo”; donde los colegios elitistas preparan los nuevos cuadros dirigentes, y donde se abren las nuevas universidades privadas “para profesionistas chatarra”. En la zona norte de la ciudad están los hoteles de paso y la central camionera en la cual los polleros se pelean por clientes; está también la zona de tolerancia con sus prostíbulos baratos donde las prostitutas “seniles y chochas” se ofrecen por 50 pesos y las jovencitas quinceañeras por cien, donde los pederastas gringos buscan “blowjobs por five dollars”. Saavedra concluye su recorrido por Tijuana usando el mismo tono, a la vez esperanzado, crítico e irónico:
En Saavedra, sin embargo, se nota una tendencia curiosa. Por un lado, describe y critica una serie de fronteras internas de Tijuana, los prejuicios que caracterizan la interacción humana e impiden que esta ciudad sea definida como una metrópolis posmoderna: todo el mundo odia a los chilangos y desprecia a la gente pobre que viene del sur. Y por otro, descubre su propio prejuicio hacia los chicanos y pochos “who never learn to speak Spanish y que vienen a comer tacos con mucho guacamole and to buy some galletas and cobijas pa’ taparse del frío racial en su home”. Su actitud vitriólica hacia los chicanos se demuestra con más claridad en su artículo controvertido “ What’s up con lo chicano”. 3
Rafa Saavedra, “What’s up con lo chicano”, Complot, núm. 26, 1999, pp. 59-61. 4 Benjamín Alire Sáenz, “In the Borderlands of Chicano Identity”, Border Theory: The Limits of Cultural Politics, S. Michaelsen y D. Johnson (eds.), University of Minnesotta Press, 1997. 3
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Pablo Vila 5 analiza el tipo de “narrativas” que emplea cada grupo fronterizo para deslindar la identidad propia de la “otra”. La distinción entre “nosotros” y “ellos” se mueve constantemente “along regional, national, ethnic, class, gender, and religious lines”. Vila señala que “the Chicanos’ search for their Indian heritage is totally at odds with Fronterizos’ (and Norteños’) search for their heritage. Many Fronterizos and Norteños pride themselves on being ‘whites’, and on lacking Indian blood”. Otra causa de los prejuicios tiene que ver con el rechazo de lo que Vila denomina “American dream show”. Los chicanos, pochos y méxico-americanos vienen a México para hacer gala de las posesiones materiales que adquirieron en Estados Unidos: “According to some interviewees, the ‘American dream show’ can sometimes resemble a circus [...] with clowns included”, puesto que se trata de un show que, de hecho, encubre la verdadera situación de pobreza y discriminación que muchos padecen en Estados Unidos. A las críticas de su postura elitista Saavedra responde con un manifiesto irónico llamado “snobground” en el cual, de una manera juguetona, defiende su derecho de ser nihilista, contracultural y políticamente incorrecto.
Play with stereo(type): En la frontera al mexicano-americano –pocho o chicano– no se le ve bien: es un naco que se cree mejor. Tiene cara de indio pero no habla español [...] El chicano cuando llega a una ciudad como Tijuana, se da cuenta que está en una sociedad en la que la raza no es un factor que determine gran cosa. “La raza” como lo dice Piporro, tiene un tono festivo, “la raza” como lo dicen los chicanos, adquiere un tinte sectario que parte de una mexicanidad histórica no siempre bien entendida y que, casi siempre, termina en visiones de estampita o en el relumbrón caricaturesco que tanto gusta a los antropólogos de itacate y sandalias [...] lo chicano es una subcultura co-opted, un híbrido cuya convicción contestataria grita sold out!
En fin, una ciudad como cualquier otra
Saavedra disuelve las diferencias entre el turista anglo y chicano, y aquéllas entre el pocho, pachuco, chicano y méxico-americano, como para señalar el hecho notado por Benjamín Alire Sáenz, que las identidades ”viajan mal” y pierden su significado particular fuera de su contexto socio-cultural. 4 En su actitud hacia el chicano, Saavedra no está solo, ya que el mismo prejuicio marca la postura de una buena parte del cool set de la juventud tijuanense. Esta poca tolerancia, entre otras razones, se debe a un profundo clasismo que considera el gusto y la cultura del chicano de clase trabajadora como “chafa” (cursi), una estética y ética diamentralmente opuesta al coolness cultivado por jóvenes de clases medias. Las causas de los prejuicios que afectan las relaciones entre los mexicanos, méxico-americanos, chicanos y anglos en ambos lados de la frontera, son demasiado complejas y numerosas para ser elaboradas en este trabajo.
Un escritor tijuanense que ha proporcionado una de las visiones más críticas de Tijuana y de la mentalidad de su gente es Heriberto Yépez (Tijuana, 1974). Tanto en su poesía como en sus ensayos, Yépez desnuda los paisajes invisibles y más lúgubres de esta ciudad. En su colección de poesía Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda,6 el autor escribe una crónica visual y poética de los seres subalternos que habitan Tijuana: locos que deambulan por las calles, inmigrantes recién llegados instalados en la zona norte
Pablo Vila, Crossing Borders: Reinforcing Borders, University of Texas Press, 2000. 6 Heriberto Yépez, Para una poética antes del paleolítico y después de la propaganda, Anortecer, Tijuana, 2000. 5
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de la ciudad, mujeres violadas, trabajadores de las maquiladoras, indios, ilegales que cruzan al otro lado; seres que, aunque abundan en esta ciudad, permanecen invisibles para las clases medias. Se trata de gente que parece habitar una ciudad paralela: pobre, desempleada o mal empleada, sucia, enferma o hambrienta. Una ciudad que poco tiene que ver con la imagen posmoderna pintada por García Canclini. Yépez hace un recorrido de los espacios-límite de la ciudad en los cuales la gente está en permanente transición: hoteluchos y cantinas de la zona norte y la calle Cohauila, mercados, la Central Camionera, la línea divisoria. El afán de Yépez de nombrar lo silenciado respecto a Tijuana y de desmantelar todos los mitos vinculados con esta ciudad, se ve con mayor claridad en su ensayo crítico y desafiante “Todos contra todos. Lea y vea cómo la tijuanología mató a la recién nacida postmodernidad”, 7 un texto que por su sinceridad y agudeza de la visión le habrá traído pocos amigos. Ya por el título de este ensayo, resulta evidente que el autor ajustará cuentas con los intelectuales tipo García Canclini o Gómez Peña, quienes desde hace años venden una imagen rosa de Tijuana como una ciudad por excelencia híbrida, multicultural y posmoderna. Para Yépez –y estamos completamente de acuerdo con su aseveración–, entre Tijuana y otras ciudades mexicanas hay poca diferencia en el aspecto esencial. En todo el país las diferencias de clase, raza y género definen y determinan la posición que uno ocupa en el mundo: Es una mentira flagrante que en Tijuana se respire un ambiente de mayor multiculturalismo o cosmopolitismo [...] Tijuana es una ciudad [...] chovinista [...] católica, teleguiada, intolerante, especialmente racista. Se cometen tantos abusos xenofóbicos del lado estadounidense de la frontera como del lado mexicano.
Por lo tanto, según Yépez, el rasgo característico de la cultura tijuanense, blanca y mestiza, es la exclusión del otro: “Lo primero que tenemos que saber de la frontera entre México y Estados Unidos es que el conflicto intercultural no se limita a dos culturas enfrentadas, sino a todo un juego de repulsiones internas de varias culturas. Mexicanos contra chicanos, gringos contra mexicanos, mesti-
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zos contra indígenas, etc.”. Es decir, Yépez presenta a Tijuana como una ciudad que excluye tanto al estadounidense como a sus compatriotas, y quizás más que cualquier otro grupo, desprecia y excluye al chicano a quien considera como un ser inferior: “repelente [...] corriente [...] un clown. No es esto ni aquello [...] un mamarracho horrendo. Una entidad sin identidad definida. Por eso le tenemos asco y desprecio”. Yépez encuentra muestras del chovinismo hacia el pachuco o el chicano –que caracterizaba la postura de Octavio Paz en la década de 1950–, en la actitud de los escritores bajacalifornianos de una generación más joven, tales como Rafa Saavedra –discutido anteriormente– y Carlos Gutiérrez Vidal (Mexicali, 1974), quienes a pesar de cultivar una escritura que quisiera ser radical y posmoderna, no pueden resistir la tentación de despreciar al chicano a quien casi siempre definen como “naco”. Hablando de Saavedra, Yépez señala que todos sus textos están salpicados de inglés, pero estos dos idiomas aparecen “juntos pero no revueltos”. El inglés usado por los jóvenes de las clases medias
Heriberto Yépez, “Lea y vea cómo la tijuanología mató a la recién nacida posmodernidad”, Complot, núm. 17, 2001, pp. 27-33.
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tijuanenses se limita a ciertas frases correctas en boga, pero nunca se comete el error de, como dice Saavedra, “desmadrar el idioma español”, revolcarlo con inglés, signo de una cultura inferior y cursi a la cual acuden cholos y chicanos. En sus interacciones diarias, la juventud de las clases acomodadas, más que cualquier otro grupo social a lo largo de América Latina, usa el inglés. Sin embargo, cabe señalar que estos grupos en realidad no usan espanglish, sino emplean “code switching” entre un español y un inglés correctos. Saavedra insiste en trazar fronteras entre el espanglish usado en el lado estadounidense de la frontera, y una mezcla de idiomas que caracteriza la expesión de la juventud global de hoy: “Nuestro espanglish –o itañol, euskaglish, frenchgliñol, portuñol– son aportaciones de la glocal [no es un error de ortografía] youth; no tiene nada que ver con lo pocho, ok?”. La postura de Saavedra et al. va a contrapelo de la politización y conceptualización del espanglish expresado por uno de sus máximos ideólogos: Ilan Stavans. 8 Según Yépez, las fronteras internas de Tijuana son aún más prominentes que la frontera geopolítica que divide a México y Estados Unidos. En esta ciudad, como en el resto del país, no hay una mezcla real de culturas, razas o lenguas diferentes. Hablando sobre la avenida Revolución –el sitio privilegiado de hibridación para García Canclini–, Yépez nota una cosa obvia que el dicho crítico no quiere ver: la avenida Revolución es una calle “inventada” para el turista estadounidense, es de hecho la única calle en la cual se oye el inglés. Yépez invierte el análisis de la actitud del mexicano hacia el gringo –proporcionado por Vizcaíno– para señalar justamente lo contrario. La cultura estadounidense en ningún momento amenaza con “contaminar” verdaderamente a la mexicana, ya que el contacto entre las personas de estos dos grupos étnicos y culturales es mínimo, completamente insignificante, y se reduce solamente al trato e interacciones comerciales. El mexicano, según Yépez, en cada momento mantiene la ventana hacia su cultura completamente cerrada al estadounidense.
Según Yépez, las fronteras internas de Tijuana son aún más prominentes que la frontera geopolítica que divide a México y Estados Unidos. En esta ciudad, como en el resto del país, no hay una mezcla real de culturas, razas o lenguas diferentes.
Un ejemplo de este juego y simulación en el cual el mexicano tiene que “pasarse” por inferior para atraer al dólar estadounidense se ve, según Yépez, en el comportamiento de los meseros y merolicos mexicanos que en su manera de hablar imitan tanto el español hablado por los turistas gringos, como también el inglés que el turista imagina debería hablar un mexicano: “Uno no dice: ‘Beer and fun for everybody’, uno les dice ‘BIR and FAN for everybody’ [...] dice, biutiful signoritas”. Es decir, cuando el mexicano que trabaja en la avenida Revolución le habla al estadounidense, le habla en un seudoespañol para no permitirle acceso verdadero a la otredad y para burlarse de su turismo. Por lo tanto, la hibridación tan cara a García Canclini, Castillo o Hicks es un espejismo que engaña a los intelectuales visitantes quienes, más que leer los signos y códigos del comportamiento, proyectan en esta ciudad su idea de lo que debería ser la cultura fronteriza. Yépez concluye su artículo señalando que debido a la existencia de las fronteras internas que pretenden conservar la pureza de la clase social, raza o el idioma, Tijuana es una ciudad tan prejuiciada como cualquier otra ciudad mexicana; más que ser el laboratorio de la posmodernidad es la tumba del proyecto posmoderno:
Sobre el elitismo y clasismo de una emergente generación de autores latinoamericanos, particularmente los llamados “macon distas” –con los cuales un segmento de la “nueva onda” de los escritores fronterizos tiene mucho en común–, ver Diana Palaversich, “Rebeldes sin causa: Realismo mágico vs. realismo virtual”, Hispamérica, núm. 29, vol. 86, 2000, pp. 55-71.
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Apenas termina el show de la Hibridación de culturas y de lenguas, cada quien regresa a su asco natural por lo Otro. En Tijuana, cultura popular y cultura elevada juntas pero no revueltas, inglés y español sí pero no exageres la aleación ni la alianza: en el fondo, se repelen. Tijuana a veces más bien parece la tumba del proyecto postmoderno de multiculturalidad. En Tijuana la multiculturalidad es negada sistemáticamente por sus intelectuales y clases sociales dominantes [...] De ambos lados [de la frontera] a los Otros se les quiere exterminar. La multiculturalidad quiere ser monoculturizada a cualquier precio y desprecio [...] La frontera es un muro metálico, desde ambos lados, pues en la frontera México-Estados Unidos, en la paradigmática frontera entre el primer y el tercer mundo, todos pintamos nuestra raya. Tijuana es el proyecto caído de la postmodernidad.
En esta vuelta a Tijuana en seis escritores locales se ha privilegiado la perspectiva de aquéllos que viven en esta ciudad y escriben sobre ella.
tera entre México y Estados Unidos, la metáfora “reinforcing borders” capta mejor la experiencia de vivir en la frontera que los conceptos célebres pero utópicos del “híbrido cultural” y “cruzar la frontera”. En esta vuelta a Tijuana en seis escritores locales se ha privilegiado la perspectiva de aquéllos que viven en esta ciudad y escriben sobre ella. Sus voces, paradójicamente, son las que menos se oyen o citan en los discursos académicos tanto estadounidenses como mexicanos. Escuchar lo que dicen estas voces no significa rechazar y despreciar las numerosas voces chicanas que hablan sobre la frontera, sino simplemente reconocer que la versión chicana no es la versión definitiva, sino que opera en un mar de otros discursos que también se dan en los borderlands mexicanos. Las perspectivas múltiples de los autores locales demuestran que el mapa de Tijuana está en un constante proceso de (re)creación, y que tratar de fijar esta ciudad a través de las tres narrativas o tres mitos más comunes es una faena bastante inútil. La escritura local desmiente los intentos de los llamados teóricos de la frontera, quienes a la fuerza quieren definir a Tijuana como epítome de la metrópolis posmoderna y a sus habitantes como seres always already enajenados. Su escritura también subvierte la conceptualización homogeneizada de la frontera misma como un no espacio
La opinión de Yépez, un joven y agudo crítico de la cultura fronteriza y mexicana en general, difiere radicalmente del “happy hybrid ” fronterizo divulgado por autores tales como Gómez Peña, García Canclini, Rosaldo, Fusco, Anzaldúa, etcétera, y desafía el concepto de la frontera/borderlands como sitio privilegiado del nuevo mestizaje y de una nueva producción cultural. Su análisis de las relaciones inter e intranacionales y raciales coincide más bien con la presentación de las mismas en los estudios de sociólogos tales como Chad Richardson, quien en su Batos, Bolillos, Pochos and Pelados 9 estudia la frontera del sur de Texas; y Pablo Vila, quien en su Crossing Borders. Reinforcing Borders, 10 enfoca las ciudades hermanas El Paso-Ciudad Juárez. Ambos autores (Vila en particular) señalan que no es sólo la Border Patrol la que traza y protege “la línea”, sino que los residentes del lado mexicano y estadounidense construyen sus propias fronteras para distinguirse de los grupos que consideran como “otros” inferiores. Vila, parecido a Yépez, afirma que las culturas fronterizas son esencialmente culturas que no dialogan sino que se repelen. Todas, sin excepción, están caracterizadas por prejuicios y la exclusión del otro. Vila critica la conceptualización de la frontera como “hybridity, border crossing, third country”, términos tan caros al discurso académico estadounidense, para señalar que, para la mayoría de la gente que vive en ambos lados de la fron-
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9 Chad Richardson, Batos, Bolillos, Pochos, and Pelados: Class and Culture on the South Texas Border, University of Texas Press, 1999. 10 Pablo Vila, op. cit.
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posmoderno caracterizado por liminalidad, desterritorialización y desplazamiento; un acercamiento evidenciado en la afirmación de Alejandro Morales: “Michael Foucault’s concept of heterotopia explains border culture [...] life in the chaos of heterotopia is a perpetual act of self-definition gradually deterritorializing the individual”. 11 Además, la obra de los autores tijuaneses ofrece una crítica implícita del trato exclusivamente metafórico y romantizado de la frontera. En este sentido, su posición coincide con la del escritor pasoano Benjamín Alire Sáenz quien, en un contexto algo diferente, señala: I live on the border between Mexico and United States. I sometimes sneer (perhaps unfairly) at Latinos who think the border is only a metaphor. What is so radical about using a very material culture as a literary device to describe an individual’s psychological state? I know border culture intimately, the anxieties and mistrust that the very fact of living here raises in people. But I refuse to romanticize my culture.12
Lo que se desprende de la obra de los autores examinados en este trabajo es que la historia de los borderlands de Tijuana es menos una historia de constante movimiento y falta de arraigo –la versión preferida por los visitantes que proyectan sus deseos en la frontera para verla como una metáfora y no como un espacio concreto– y más una historia polifónica de creación de un hogar, del sentido de lugar y pertenencia. Los cambios y flujos de esta ciudad, la existencia paralela de varias temporalidades, culturas y niveles económicos no son un hecho único e insólito que se da solamente en la frontera entre México y Estados Unidos, sino que caracterizan el predicamento de la vasta mayoría de las ciudades grandes del mundo. Y
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Alejandro Morales, “Dynamic Identities in Heterotopia”, Alejandro Morales: Fiction Past, Present, Future Perfect, J. A. Gurpegui (ed.), Bilingual Review, Tempe, 1981. 12 Benjamín Alire Sáenz, op. cit. 11
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La redacción de la Constitución estatal de 1952 Lawrence Douglas Taylor Hansen*
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no de los acontecimientos de más trascendencia en la historia de la parte septentrional de la península de Baja California fue, sin duda, la creación de esta región en estado en 1952. La elaboración de una Constitución política para la nueva entidad significó la parte fundamental en la transición de territorio a estado. El 31 de diciembre de 1952, a un año de haber sido aprobada la ley para la creación del nuevo estado, se publicó la convocatoria para la elección de los siete diputados –que serían representantes elegidos de siete distritos electorales designados para tal efecto–, quienes redactarían la Constitución política respectiva. Los diputados constituyentes elegidos en la elección que se llevó a cabo el 29 de marzo de 1953 fueron, sin excepción, candidatos del Partido Revolucionario Institucional (pri): Celedonio Apodaca Barrera (primer distrito electoral), Francisco Dueñas Montes (segundo distrito), Aurelio Corrales Cuevas (tercer distrito), Alejandro Lamadrid Kachok (cuarto distrito), Francisco H. Ruiz Rivero (quinto distrito), Miguel Calette Anaya (sexto distrito) y Evaristo Bonifaz Gómez (séptimo distrito). Aunque dos de los partidos rivales en la elección –el Partido Acción Nacional (pan) y la Federación de Partidos del Pueblo (fpp)– protestaban a la Comisión Electoral por lo que consideraron como irregularidades, éstas fueron desmentidas por dicho cuerpo.1 El Congreso Constituyente fue inaugurado el 5 de mayo de 1953 en el cine Curto de Mexicali, con
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Alejandro Lamadrid como su presidente y Juan Manuel Patiño como oficial mayor. En el momento de discutir el reglamento interior del Constituyente, se adoptó la propuesta de Dueñas Montes para que todos sus miembros tuvieran la oportunidad de ocupar los distintos puestos de la mesa directiva: presidente, vicepresidente, secretario y prosecretario. De esta manera, también todos compartirían en la realización de sus labores en general. El grupo se mantuvo intacto hasta la primera quincena de julio de 1953, cuando Ruiz fue sustituido temporalmente por su suplente, David E. Cota.2 La tarea de redactar el documento se realizó durante un periodo de tres meses (entre mayo y agosto de 1953). Mexicali fue declarada como sede del Congreso Constituyente, y como recinto oficial el salón de actos del Palacio de Gobierno del estado. El organis-
* Instituto de Investigaciones Históricas, uabc. 1 Convocatoria para la elección de diputados al Congreso Constituyente del Estado de Baja California; Archivo General de la Nación, México, D.F. (de aquí en adelante citado como agn), Fondo: Dirección General de Gobierno, en Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Autónoma de Baja California (de aquí en adelante citado como iih/ uabc), caja 19, exp. 1; recortes de periódico que contienen datos sobre los resultados de la elección, fechas varias, en iih/uabc, Fondo: Dirección General de Gobierno, caja 27, exp. 17. 2 El heraldo, Tijuana, B.C., 5 de mayo de 1953.
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mo tenía la facultad para cambiar la sede y su recinto oficial. Más adelante, durante el proceso de elaborar el documento, Calette y Lamadrid propusieron a los integrantes del Congreso que se cambiara la sede a Tijuana, la segunda ciudad de importancia de la entidad, para que sus habitantes tuvieran la oportunidad de enterarse de los avances, así como compartir en su elaboración con sus propuestas. Con este motivo, las sesiones del Congreso Constituyente tuvieron lugar primero en Mexicali y, a partir del 10 de julio de aquel año, las sesiones de la sede se llevaron a cabo en Tijuana. El Congreso Constituyente regresó a Mexicali en agosto para terminar sus labores y celebrar la clausura de sus sesiones.3 Bonifaz Gómez fue designado presidente de la comisión redactora de la Constitución, la cual estaba integrada por, además de él, los diputados Celedonio Apodaca, Miguel Calette y Alejandro Lamadrid. Por ser abogado con muchos años de experiencia, las aportaciones de Bonifaz Gómez a esta inmensa y laboriosa tarea fueron de gran utilidad. Las reuniones de esta comisión se llevaron a cabo en Ensenada, por ser esta ciudad lugar de residencia de dos de sus miembros.4 Los diputados constituyentes trabajaron en colaboración con algunos asesores de la Secretaría de Gobernación en la elaboración del documento. Frente a críticas respecto a esta injerencia federal, los diputados aclararon que fueron ellos quienes habían elaborado el texto de la Constitución “desde sus cimientos y
armazón”. Su elaboración requirió un total de 24 sesiones en jornadas que duraban a veces hasta 14 horas diarias. El Constituyente tenía a su disposición copias de las constituciones de los demás estados de la república. La comisión redactora se comprometió a preparar un borrador del documento dentro de un plazo de dos semanas para ser sometido a discusión por los delegados. Después de esta discusión del proyecto en general, se procedió con la aprobación de cada uno de los artículos del documento. Bonifaz y Dueñas Montes, en particular, hicieron hincapié en la necesidad de redactar un texto de fácil comprensión, sin que fuera, como el primero comentó, un “mamarracho”.5
Reglamento interior del Congreso Constituyente, sesión del Congreso Constituyente, 13 de mayo de 1953; Acuerdo para que se trasladen a Tijuana las sesiones del Congreso Constituyente, sesión del 3 de julio de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva (comps.), Digesto constitucional mexicano: La constitución política de Baja California, Secretaría de Educación Pública/Universidad Autónoma de Baja California/Senado de la República, Mexicali, 1988, pp. 344-347, 350 y 402. 4 Nombramiento de los miembros integrantes de la comisión redactora del proyecto de Constitución, sesión del 14 de mayo de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 224-226. 5 El heraldo, 25 de junio de 1953; 6 y 9 de julio de 1953. 6 “Exposición de motivos de la Constitución política del estado de Baja California”, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 431-432. 3
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Los constituyentes tenían como meta “lograr la estructuración de un instrumento jurídico-político que satisfaga en todo lo posible las necesidades y aspiraciones del medio social en que va a tener vigencia”.6 Por lo tanto, el trabajo de la comisión de redacción se concentró en el aspecto de la estructura jurídica del nuevo estado y de sus relaciones con la ciudadanía en términos de las garantías. Por tratarse del texto de una constitución de carácter estatal, no podría, desde luego, diferenciarse de los lineamientos previamente establecidos en la Constitución federal de 1917. El 22 de marzo de 1953, durante un mitin auspiciado por el pri en el café Mariana de Tijuana con el fin de ganar votos entre el público en favor de sus candidatos al Congreso Constituyente, Calette comentó sobre este punto que, “la labor del Constituyente no puede extenderse a introducir o ensayar nuevas doctrinas sociales, sino que deberá ceñirse a los principios consignados en la Constitución general. En tal virtud, la tarea del Constituyente será más bien de carácter técnico y de coordinación”.7 Los diputados también tuvieron que tener cuidado de no incluir asuntos que fueran de la exclusiva competencia de la federación y de no duplicar en la Constitución estatal, con la excepción de aquellos casos en que fuera necesario, lo que se especificaba en la Constitución nacional. Sea como fuese, Francisco Ruiz, quien también estuvo presente en la reunión del café Mariana, opinaba que “si bien la Carta de Querétaro es la más bella y justiciera de las constituciones del mundo, ello no quería decir que sus garantías sociales contuvieran el máximo, el clímax, de los anhelos populares, que tales garantías podían ser ampliadas, superadas y que correspondía a Baja California tal misión”.8 Con el fin de dejar asentado en la Constitución el sentimiento de patriotismo y lealtad por parte de los bajacalifornianos, el primer artículo consistía en la frase “El estado de Baja California es parte integrante e inseparable de la federación constituida por los Estados Unidos Mexicanos”.9 Como los editores de El heraldo observaron, la expresión “integrante e inseparable no la hay en ninguna otra Constitución, y echa por tierra de manera contundente todo lo que los enemigos han dicho acerca de las supuestas tendencias separatistas de los bajacalifornianos”.10
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Uno de los temas discutidos por los diputados fue en torno a la designación de una ciudad cabecera para el nuevo estado. En el primer borrador del documento se había especificado a Mexicali como sede de los poderes estatales. Calette propuso que la capital fuera ubicada en Mexicali durante un periodo de cinco años a partir de la promulgación de la Constitución, durante el cual se procedería al acondicionamiento necesario en Real del Castillo para que, al término del plazo especificado, fuera reubicada la capital estatal en este lugar. Bonifaz estuvo en desacuerdo, al argumentar los inconvenientes económicos que, desde su punto de vista, tal cambio implicaba. Aunque Lamadrid estaba de acuerdo con Calette sobre la necesidad de elegir una nueva capital, no consideraba conveniente fijar condiciones de tiempo y lugar. Al final de cuentas, Mexicali quedó especificada como cabecera estatal en la versión última del documento. En el artículo 96 se especifica que “La capital del estado de Baja California será la ciudad de Mexicali, donde residirán los poderes, los que solamente podrán trasladarse a otro lugar, por acuerdo de las dos tercias partes del número total de diputados que integren el Congreso”.11 Si bien los constituyentes eran los encargados de la redacción de la Constitución, se hicieron muchos esfuerzos para que hubiera aportaciones por parte del público en
El heraldo, 26 de marzo de 1953; Francisco Dueñas Montes, Historia del Constituyente en el estado de Baja California, Instituto de Historia del Estado de Baja California, Mexicali,1988, pp. 431-435. 8 El heraldo, 17 y 26 de marzo de 1953; 27 de abril de 1953. 9 “Constitución política del estado libre y soberano de Baja California,” en Periódico oficial del estado de Baja California (de aquí en adelante citado como poebc), 16 de agosto de 1953. 10 El heraldo, 25 de junio de 1953. 11 Diversas propuestas de adiciones al proyecto de Constitución política, sesión del 26 de junio de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 323-324; Constitución política del estado libre y soberano de Baja California, artículo 96, en poebc, 16 de agosto de 1953. 12 El heraldo, 16 de mayo; 18 y 22 de junio de 1953. 13 Sesión del 3 de julio de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., p. 342. 7
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general. El Reglamento interior del Congreso permitió la celebración de sesiones públicas ordinarias dos veces por semana con motivo de la discusión de la Constitución. Dentro del recinto del Congreso también se acondicionaron galerías para que periodistas y miembros del público en general asistieran a las sesiones. Asimismo, a petición de Dueñas Montes, se acordó la difusión del proyecto de Constitución por medio de los órganos de publicidad en el estado. A partir del 19 de junio de 1953, se publicó en una serie de artículos de El heraldo, el texto íntegro del proyecto de Constitución. Unos días más tarde, los editores de ese mismo periódico comentaron:
[...] no obstante los periódicos de la localidad dieron a conocer el proyecto de Constitución, eran pocos los trabajos y modificaciones que se hicieron a ese mismo proyecto; o bien había demasiado apatía de parte del pueblo, o bien estaba correcta la Constitución y no ameritaba ninguna modificación.13
Durante la sesión anterior del Congreso, Dueñas Montes también sugirió que la poca participación por parte del público tal vez se debiera a que “el proyecto de Constitución es técnico y que está poco al alcance de la mayoría de las masas [...]”.14 En algunas ocasiones, las aportaciones del público obstaculizaron el trabajo del Constituyente. Por ser el único organismo del estado que había sido elegido hasta aquel entonces, los representantes de diferentes grupos y organizaciones de la región le presentaron para su consideración sus respectivos asuntos y quejas. Durante las primeras sesiones, los delegados se dieron cuenta de que existía mucha confusión entre la gente en general con respecto a sus funciones y deberes. Al fin y al cabo, y a pesar de la oposición del diputado Ruiz, se acordó tratar algunos de estos problemas por cada uno de ellos según el distrito electoral del diputado en cuestión y, en otros casos, después de una discusión de las solicitudes en cuestión, pasarlas a las autoridades correspondientes.15 Los redactores de la Constitución ponderaron considerablemente cada uno de los artículos que se incorporaron al documento. Se eliminó, por ejemplo, el inciso 24 del artículo 32 del proyecto del texto, que permitía al Congreso “conceder al ejecutivo facultades extraordinarias”.
[...] los constituyentes acordaron darlo [el proyecto de Constitución] a conocer por medio de la prensa con el objeto de que el pueblo de Baja California exponga su sentir [...] Consideramos que es deber ineludible de todo ciudadano leer con detenimiento el proyecto de Constitución política que en breve será discutido y, con pocas o muchas enmiendas, suspensiones y adiciones, aprobada por el Congreso Constituyente.12
A pesar de estos esfuerzos, los resultados de la campaña de difusión fueron decepcionantes, como señaló Dueñas Montes en la sesión del Congreso del 3 de julio:
Sesión del 26 de junio de 1953, en ibídem, p. 301. Sesión del 29 de mayo de 1953, en ibídem, pp. 230-237; El heraldo, 25 de junio de 1953. 16 “Exposición de motivos...”, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., p. 434; “Constitución Política”, en poebc, 16 de agosto de 1953; y Diario oficial de la federación, 16 de agosto de 1953. 14 15
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Por lo tanto, el gobernador jamás gozaría del poder de legislar en provecho del uso de dichas facultades. Según la fracción xviii del artículo 49 del texto aprobado, le otorgaba al gobernador la facultad de tomar “medidas extraordinarias” de tipo administrativo, pero no legislativo.16 Asimismo, se estipulaba que los candidatos al cargo de gobernador deberían ser mexicanos por nacimiento, sin importar de qué estado fueran originarios. A este requisito se agregaba otro que especificaba que los candidatos tuvieran dos años de residencia en Baja California previa a la elección en el caso de aquellos candidatos que fueran nativos del estado, y de cinco a quienes hubieran nacido fuera de la entidad. Dueñas Montes se diferenció de los otros miembros de la comisión al opinar que fuera eliminado el requisito de los dos años de residencia para aquellos candidatos a la gubernatura que eran nativos de la región.17 Con respecto a la discusión sobre ciertos asuntos, hubo mayor o menor injerencia por parte de los delegados de acuerdo con sus propios conocimientos e intereses. A Dueñas Montes, por ejemplo, le interesaban en particular las cuestiones en torno a la salud pública y la educación, mientras que a Calette, por otro lado, le preocupaban sobre todo aquéllas que estaban relacionadas con la agricultura y el desarrollo económico.18 En ciertas ocasiones, la discusión sobre ciertos puntos se volvió algo acalorada. No obstante, referente a los rumores de que había “una sorda pugna política en el Constituyente”, Calette declaró: Existe armonía entre los miembros del Congreso y que si hubo acaloradas discusiones, éstas fueron públicas y originadas en divergencias de opinión entre los diputados que siempre se mantuvieron dentro de normas de ponderación y serenidad.19
Constitución política, artículo 41. Sesiones del 26 de junio, 3, 10 y 23 de julio de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 333, 341, 360 y 383. 19 El heraldo, 12 de agosto de 1953. Con respecto a las discusiones acaloradas entre los miembros del Congreso, véase en particular la sesión del 26 de junio de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 335-338. 20 Promulgación de la Constitución política de Baja California, agn, Fondo: Dirección General de Gobierno, en iih/uabc, caja 16, exp. 18. 21 “Primer informe de la Comisión Redactora”, sesión del 29 de mayo de 1953; “Exposición de motivos...”, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 238-242 y 435; Constitución política, artículos 76-87, 98, 99 y 104;El heraldo, 12 de agosto de 1953. 22 “Exposición de motivos...”, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., p. 432. 23 Ibídem, p. 425; El heraldo, 16 y 21 de abril; 27 de mayo; 9 de junio; 12 de agosto de 1953. 24 Bonifaz también recomendaba la aplicación de la pena de muerte 17 18
La versión final del documento se publicó el 16 de agosto de 1953.20 Además de reafirmar los derechos individuales, también se incluían cláusulas que garantizaban el municipio libre así como la expedición de una Ley del servicio civil para asegurar los derechos de estabilidad y escalafón de los trabajadores al servicio del estado. Otras de sus cláusulas eran innovadoras para aquel tiempo, como aquellos artículos que daban protección al patrimonio familiar y el voto a la mujer.21 Como los constituyentes lo argumentaron en su “Exposición de motivos”:
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Proteger el libre ejercicio de las garantías sociales es un deber permanente de todos los gobiernos emanados de la revolución, por lo cual se ha creído conveniente que deben mencionarse en el capítulo de los derechos de los habitantes del estado, no sólo los derechos individuales que son clásicos en todas las constituciones, sino también las sociales que son nuestro orgullo porque nos pertenecen como una característica inconfundible del avance alcanzado en la lucha por mejorar nuestras instituciones jurídicas.22
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En estas reformas se reflejó algo del espíritu modernista del gobierno nacional de la posguerra. La decisión en torno a la adopción de estas medidas había surgido durante la campaña presidencial de Adolfo Ruiz Cortines. Las denominadas “garantías familiares”, que formaron parte de las sugerencias que Julio Serrano Castro, el delegado estatal del pri, dio a los diputados constituyentes antes de comenzar su trabajo de redactar la Constitución, incluían la igualdad de derechos para cónyuges, así como para hijos de matrimonio, aquellos nacidos fuera de matrimonio o hijos adoptivos. También fueron introducidas para conservar el patrimonio familiar y evitar el desamparo de la esposa y de los hijos. Se permitía la disolución del matrimonio por medio de divorcio voluntario y necesario; en el caso de los extranjeros, sin embargo, se estipulaba que tendrían que contar con un mínimo de cinco años de residencia en el estado. De esta manera, se puso fin a los llamados “divorcios al vapor” que hasta entonces eran comunes en la entidad.23 Durante la discusión del proyecto, el diputado Bonifaz ahondó más sobre estos asuntos. Recomendó adiciones al proyecto con respecto al fomento y a la protección de la agricultura y la industria, la construcción de viviendas para los obreros y la clase media, la prohibición de gabelas o alcabalas en el comercio, la institución de un sistema de seguro social, el tratamiento adecuado de los problemas de salubridad e higiene, la creación de fuentes de trabajo suficientes para todos los habitantes, y la erradicación de la mendicidad.24 Cabe notar que los diputados realizaron su labor dentro del contexto de la posguerra, cuando la economía y la modernización social experimentaban cierto auge. No hubiera sido cosa fácil en aquel tiempo prevenir el gran desarrollo que el estado tendría en las siguientes décadas, junto con la consecuente falta en general de recursos y servicios. Sea como fuese, tales propuestas dan una idea de la perspicacia o visión que tenían estos hombres referente al tipo de sociedad y condiciones de vida que querían que tuviera el nuevo estado. El otorgamiento del voto a la mujer también constituía parte de la política reformadora del gobierno nacional. Baja California no fue la primera entidad de la república en otorgar el voto a la mujer, dado que en Chiapas las mujeres habían disfrutado de este derecho desde 1926.25
No obstante, esta reforma resultó en una ampliación considerable del número de votantes en la entidad y, por lo tanto, significó que las mujeres como grupo tendrían un peso importante en cualquier elección. Hubo amplia publicidad en torno a la ceremonia oficial de promulgación de la nueva Constitución, programada para el 16 de agosto, “por medio de solemnes bandos y el empleo de todos los medios de difusión y propaganda con que se cuenta: periódicos, radioemisiones, carteles, murales, etcétera”. Los bajacalifornianos, sin embargo, mantuvieron una actitud de indiferencia ante el cambio político.26 Como los editores de El heraldo notaron, en Tijuana el público que asistió a la ceremonia que se llevó a cabo frente al Palacio de Gobierno fue “reducidísimo”. Asimismo, en Mexicali, a pesar de una publicidad también muy amplia, no llegaron ni a 500 personas a que asistieron a la función que se llevó a cabo en el teatro al aire libre. Los editores consideraban que la poca asistencia no fue resultado de la falta de una conciencia cívica, dado que había habido una buena afluencia de votantes en las elecciones para elegir los miembros del Congreso Constituyente. Más bien, aseveraron: [...] No queda otro factor capaz de explicar el fenómeno que el representado por la costumbre. Largos años de intensa vida agrícola, mercantil y hasta industrial, y de completa inactividad política nos han acostumbrado a buscar nuestro progreso particular en forma por completo libre de toda influencia originada por cambios en la administración pública.27
en casos de asesinato como método para combatir los problemas de crímenes de este tipo que se originaban en territorio estadounidense. Sesión del 26 de junio de 1953, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., pp. 294-299. 25 Ibídem, p. 435; Milton Castellanos Everardo, Del Grijalva al Colorado: Recuerdos y vivencias de un político, 2a. ed., Universidad Autónoma de Baja California/Asociación de Bajacalifornianos Residentes en el D.F., México, 1999, p. 379. 26 El heraldo, 2 y 26 de junio; 11 de agosto de 1953. 27 El heraldo, 19 de agosto de 1953. 28 Ibídem. 29 Entrevista con Mario Ortiz Villacorta Martínez, en Historia viva de Tijuana: Testimonios de residentes de la ciudad, xv Ayuntamiento de
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Los editores advirtieron que esta frialdad podría tener repercusiones negativas en la vida política de la entidad en el futuro:
Si bien su trabajo y responsabilidades se habían terminado formalmente, los delegados decidieron formar un organismo sucesor denominado Asociación de Constituyentes de Baja California, con el fin de quedarse unidos y también para que se mantuvieran vigentes los principios de la nueva Constitución.32 Asimismo, comprendieron plenamente que la Constitución, tal como había sido publicada, no podría permanecer para siempre como algo estático o inalterable. Previeron la necesidad de realizar ciertas enmiendas en el futuro: “Como las aspiraciones colectivas no tienen metas definitivas y los conceptos fundamentales de toda organización social cambian constantemente, la obra legislativa tiene que estar sujeta a un movimiento continuo de superación y perfeccionamiento”.33 Si existía algún consenso sobre el logro principal del Congreso Constituyente y sus resultados, incluyendo a los comicios que siguieron para elegir el primer gobierno estatal, y a los representantes en el congreso nacional y los ayuntamientos, fue que, por primera vez, con respecto a aquellos asuntos y cuestiones que correspondían a las prerrogativas de la autoridad estatal, los habitantes de la región disfrutaban de la libertad para escoger a sus gobernantes entre ellos mismos, y ya no tenían que depender de las decisiones tomadas por personas y organismos ubicados en el centro del país. En este sentido, la Constitución estatal fue un elemento esencial en el camino hacia la autonomía política.Y
Esta indiferencia hacia las cuestiones políticas puede tener el benéfico efecto de que las campañas electorales no ocasionen desgaste de energías con mengua de la producción de bienes y servicios, pero puede ocasionar un grave perjuicio. La abstención de la masa ciudadana a participar en las cuestiones preelectorales dejaría el campo en manos de pequeñas minorías carentes de virtudes, pero lo suficientemente bien organizadas para asaltar los cargos públicos que deben estar en manos de los mejores ciudadanos.28
No todos los bajacalifornianos reaccionaron con indiferencia. Para algunos, el cambio significó que, por primera vez, la gente tendría sus propios gobernantes a nivel estatal y municipal. Según el testimonio de una persona quien presenció el acontecimiento: Lo más emocionante en mi vida ha sido asistir a los últimos años de un territorio federal y a su transición a un estado libre y soberano. Antes todo dependía de México. Los jueces eran al mismo tiempo de paz, civiles y federales, porque era zona federal. El gobernador del territorio tenía facultades para nombrar a los delegados de Mexicali, Ensenada y Tecate.29
En un artículo titulado “Efectos del cambio de territorio a estado”, José Treviño Cavazos hizo hincapié en este punto. La elaboración de la Constitución, señaló Treviño Cavazos, cumplió con una meta largamente anhelada por el pueblo bajacaliforniano: la de tener sus propios servidores públicos de la región y no aquellos enviados desde el centro del país. De ahora en adelante, los bajacalifornianos tendrían el derecho y el deber de elegir a sus representantes en todas las esferas del poder político regional: el gobernador del estado, los diputados al Congreso del Estado, así como los presidentes municipales y regidores. Al delinear la forma de gobierno y la división de poderes de sus partes respectivas, la Constitución dio inicio a la formación de un gobierno autónomo regional.30 El proceso hacia su realización en la práctica comenzó casi inmediatamente después de la publicación de la Constitución, al ser lanzada la convocatoria referente a las elecciones para gobernador del estado y para diputados al congreso estatal.31
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Tijuana/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Centro Cultural Tijuana, Tijuana,1996, p. 148. Véase también la entrevista con Fernando Aguilar Maldonado, en Historia viva de Tijuana, p. 16. 30 El heraldo, 9 de junio de 1953. 31 poebc, 17 de agosto de 1953. 32 El heraldo, 12 y 18 de agosto de 1953. 33 “Exposición de motivos...”, en Manuel González Oropeza y Aidé Grijalva, op. cit., p. 435.
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Fuegos de risa para el lenguaje tiritando de frío (Acerca del ensayo como posibilidad creativa) Raúl Fernando Linares*
Probar, experimentar, tratar, hacer un intento. Ensayar.
Más que una declaración de principios o la puesta en letras de una verdad cierta, el ensayo (y su nombre lo proclama desempachadamente) viene a ser una toma de postura más bien especulativa, enunciación consciente de una perspectiva particular, esencialmente cuestionable. Esto no significa que quien ensaya tenga que ejercer la escritura como puesta en miedo de sus convicciones; la plaza pública que implica la palabra escrita no es en este sentido un lugar de temores, sino de decisión. La idea de plantear al ensayo como una tentativa enunciada gira alrededor de su esencia fundamental como significación especulativa. Así, el género (esa catalogación didáctica de linderos cada vez más disolutos) basa sus principios fundamentales en la búsqueda reflexiva de una postura particular por parte de quien escribe. En este sentido, la perspectiva viene a ser el eje formal en torno al cual gira la argumentación escrita en el ensayo. Como manifestación signada de una forma particular de entender determinado fenómeno, este tipo de texto debe (debería) ser considerado como una rigurosa manifestación de subjetividad, acaso apegada a ciertos criterios de conveniencia expositiva (por otra parte necesarios y deseables), pero esencialmente libre en tanto expresión individual. Pareciera que este grado de subjetividad ha sido considerado como un rasgo menor, como una característica que por obvia ha sido reducida a mero valor de circunstancia. El apego a un esquema específico, la utilización de criterios tendientes a homogeneizar su
puesta en práctica, le han dado al ensayo un riguroso y muchas veces impostado aire de objetividad a toda prueba que, si bien en cantidades controladas ayuda a mantener la reflexión a ras de suelo, cuando es llevada al ámbito de los dogmas fácilmente se convierte en pasto para el fanatismo metodológico. Así, la idea de un ensayo denso, apretado en la intención y docto hasta el cansancio, puede fácilmente llegar a restringir (en tanto fenómeno impostado en la conciencia de los lectores) los alcances de un género esencialmente libre y potencialmente ilimitado en cuanto a su forma y expresión. Por otra parte, la retórica excesiva, la utilización de un léxico rigurosamente serio o minuciosamente especializado, implica generalmente, por parte del ensayista, un esfuerzo más o menos inconsciente por dejar en claro su competencia, cuestión que puede llevarlo fácilmente de la exposición de ideas al alarde intelectual. En la expresión del ensayo, la línea que divide sapiencia y sabiondez, resulta peligrosamente delgada. Así y todo, el ensayo ha sido la mejor manera que nos hemos inventado para expresar nuestras reflexiones acerca del mundo y sus fenómenos (incluidos, por supuesto, los que como parte del mundo nos hemos inventado). Antes de saber, incluso antes de ser, y con perdón del buenazo de Montaigne (q. e. p. d.), el ensayo, acaso en estado latente, existía y funcionaba ya desde que la primera explicación fue expresada en términos letrados.
* Estudiante de la Escuela de Humanidades, uabc.
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Como manifestación de una necesidad expresiva concreta (e incluso cuando esta necesidad tenga fines míticos), prácticamente todo escrito lleva entrañada la semilla indagatoria del ensayo; nuestra necesidad de comunicar es tal que llega a trascender aun nuestras barreras de pudor o intención. Tal conciencia (pues quizá estamos demasiado conscientes de la infinidad de cosas que tenemos por decir) nos ha llevado a especular con las posibi lidades de la retórica, vanguardia de convencimiento del lenguaje, de manera que la expresión, además de efectiva, pueda ser efectista, de la misma forma que la comunicación oral cuenta, además del léxico (cosa signal), con la prosodia (cosa intencional). Es así que llegamos al ensayo como caldo de culti vo en el que estos dos elementos, signo e intención, habrán de coaligarse de modo que el concepto, ese algo entramado con que diseccionamos idealmente al mundo, pueda ser expresado. Y precisamente en este punto es donde pueden aparecer los conflictos relacionados con la enunciación. Ante todo, el ensayo busca ser un medio de expresión, vehículo mediático que busca unir al lenguaje con la idea, de modo que los problemas funcionales del género ensayístico serán los mismos que atañen tanto al signo escrito como a la formulación de pensamiento. Se ha mencionado, quizá con demasiada insistencia (y toda demasía tiene algo de paranoia), la idea de que el lenguaje ha muerto o, en todo caso, ha dejado de funcionar. Tal afirmación ha sido tomada equívoca mente (que las muchas voces están siempre ávidas de pirotecnias) como alarmante signo definitorio de un tiempo, el nuestro, que de manera poco menos que socarrona rehúye a cualquier tipo de definición. Esta
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postura resulta curiosamente inocente si consideramos que el lenguaje, supuesto cadáver incomunicante de nuestros días, vive paradójica y fatalmente para ser muerto y resucitado. Por su carácter simultáneamente sincrónico y diacrónico, el lenguaje pervive de manera constante en un proceso continuo de extenuamiento: a un tiempo, el lenguaje es y fue, en tanto que permanentemente está a punto de ser. La palabra, escrita u oral, sufre y goza constantemente del carácter avasallante de las circunstancias. Tiempo, lugar, modo, son manifestaciones convencionalmente mesuradas de los eventos que conforman el devenir y el ser. De esta forma, cada vez que el lenguaje es utilizado –y especialmente cuando su uso está relacionado con la reflexión escrita, que generalmente busca algún tipo de reconocimiento y permanencia en el tiempo–, funciona en el texto un juego de contrapesos que en el lenguaje se manifiestan como connotación y denotación, nuevamente signo e intención, que se desarrollan como un sistema dinámico en permanente juego dentro del terreno de la interpretación. Así, con cada lectura se establece una negociación. Al ensayar, se pretende participar de esta interacción con todas las ventajas del juego: desde conocer las piezas y sus reglas de ejecución, hasta la mejor forma de manipularlas en beneficio de la comunicación. Al escribir, premeditación, alevosía y ventaja resultan ser elementos no sólo lícitos, sino deseables. En todo caso, la labor del ensayista debería ser siempre dolosa. Así pues, la factura del ensayo se ve fatalmente determinada por los fenómenos que hacen del lenguaje un ente reactivo, esencialmente inestable. De ahí el error al querer utilizar parámetros inamovibles en su factura. Al final, tanto para el ensayo como para la vida, el lenguaje es un vehículo del pensamiento, asunto esencialmente humano, luego voluble, inconstante y frecuentemente despistado. Sus vericuetos y encrucijadas son esencialmente variopintos, y su uso, como toda negociación que pretende ser exitosa, puede ser todo, menos inflexible. Éste no es, desde luego, un llamado a la anarquía. Ya bastante se sufre a la hora de la lectura cuando una idea no es bien expuesta o cuando sus términos de enunciación resultan forzados o inexactos. Finalmente, la lógica pensamental debe demasiadas facturas al signo
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escrito, vehículo si no oficial sí abrumadoramente socorrido, como para no considerar la coherencia de esa relación como funcionalmente indispensable. Es necesario estar al tanto del fin último y primero del lenguaje que es comunicar, y actuar en consecuencia. Si la forma tiende al desbarajuste, su mensaje llevará inevitablemente al caos. Nuevamente, el equilibrio se presenta como valor imprescindible. Al final y por fortuna, el ensayo sigue sus propios derroteros. La consigna prescriptiva queda en él acotada por la desfachatez de su practicante. En todo caso, es posible valorar la labor ensayística de acuerdo con valores negativos o convencionalmente inversos, según el grado de heterodoxia o torcimiento que el autor ha hecho de los usos aceptados. Esto, si bien no es un acierto por sí mismo, puede fácilmente ser convertido en un valor agregado a la hora de la lectura. De cualquier forma, esto no significa que sea mandato buscar la extravagancia sistemática como vehículo único de expresión. En este sentido, habría que considerar que ya son demasiados los epígonos mal estacionados en las letras y que intentan establecer derroteros espectaculares pero huecos por las vías engañosamente novedosas. Lo novedoso como esencia, de tan efímero, hace mucho que dejó de existir verdaderamente. El lenguaje precisa en todo caso ser constantemente reconfigurado para ser funcional y efectivo, pero su puesta en relumbrón con falsos abrillantamientos resulta ciertamente significativa, pero poco susceptible de ser sustrato. En todo caso, puede ser electo pero no mucho más. *** Todo lo anterior, y más aún lo que sigue, habremos de dirigirlo específicamente a la práctica del ensayo literario. Si bien cualquier otro tipo de práctica ensa yística requiere de elementos atractivos para el lector (si queremos que éste siga existiendo), las características particulares de otras disciplinas requieren quizá de mayores precisiones en cuanto a terminología y formas discursivas; en todo caso, la creatividad escri tural no debería estar peleada con ninguna faceta del conocimiento. De cualquier manera, por sus cualidades intrínsecas, el ensayo como género literario
resulta ser especialmente adecuado para desarrollar en él la experimentación formal y el malabarismo creativo, a diferencia quizá del ensayo de divulgación científica o aquél con fines específicamente didácticos que se practica dentro de alguna rama de la ciencia, y en cuyo caso la concreción, además de deseable, puede resultar vital: Para lograr un corte adecuado en el tejido epitelial, tome el escalpelo y cual saeta que rauda cruza por el impertérrito firmamento, introdúzcalo con firmeza, previa localización, a la altura de la vértebra en la que el divinal Odiseo fue tocado por la mano de Nausícaa, hija de del rey Alcínoo, cuando éste, por ventura de los dioses, dio refugio al del ingenio sin igual durante su accidentado viaje de regreso a Ítaca.
Quizá el ejemplo raye en el exceso, pero bien puede ilustrar, por una parte, lo delicado de los excesos en la retórica, y por otra, lo maleable que resulta el ensayo literario en relación con la reflexión escrita en otro tipo de disciplina. En él la experimentación formal resulta menos amenazante para la salud: difícilmente alguien pondrá en riesgo su vida por la errónea interpretación de una reflexión de tipo literario; tal suceso, quizá en exceso romántico y al más puro estilo wertheriano, parece improbable. Para el lector común (aun cuando, ¿qué hay de común en un lector?), el género ensayístico se encuentra aparentemente en estado letárgico (y de apariencias se alimenta la percepción que calificamos como realidad). El golpe de intención que en un primer término busca y provoca la poesía, o la aparente movilidad fabulosa de la narrativa, pueden llegar fácilmente a desplazar a la
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puesta en tinta de la introspección llevada al peligroso por laberíntico ámbito de la retórica. Así el ensayo, luego el ensayista, debería buscarse formas, léase tácticas o estratagemas, para llegar al motivo de su reflexión, hacerlo de una manera efectiva, y seguir comunicando. Todo esto, tomado de manera imparcial y cierta, sin poner ni quitar al hecho escritural como ejercicio consciente del disfrute letrado. Se ha asociado erróneamente la escritura lúdica, experimental, sencilla hasta el aforismo u ornamentada hasta el barroco (y éstos son sólo algunos ejemplos), con exposición pirotécnica, dolosamente efectista, de asuntos chanceros. Quizá tal postura no esté del todo equivocada, si consideramos las posibilidades risibles de prácticamente cualquier fenómeno que pueda llegar a agobiarnos. Esta percepción entraña un curioso error de apreciación, al confundir fondo y forma. Se cree con demasiada frecuencia –y esto es válido tanto para escritores como para lectores– que a mayor gravedad del tema menor deberá ser la carnavalía del texto. Si encontramos una escritura grave, mesurada y llena de parsimonia, seguramente ha de tratar temas fundamentales para el saber humano. Las verdades trascendentes no son cosa de risa... hasta que nos encontramos con la interrogación en el espejo. Asumir esta postura (la de tomar al mundo y nosotros en él con excesiva gravedad) puede conducir fácilmente al obnubilamiento egolátrico; de nuevo viene el conflicto entre sapiencia y sabiondez. Como seres pensantes, como dueños del nombre y de la pluma, estamos tan convencidos de la perspectiva mundana que nos hemos inventado, que con excesiva frecuencia olvidamos nuestra natural vocación hacia lo voluble, hacia lo esencialmente risible, cuestión que por otra parte nos ha permitido dar con vetas tan provechosas como la creatividad o la locura. Quizá nos hayamos tomado demasiado en serio, y esto lo hemos reflejado en prácticamente todos los ámbitos de nuestro quehacer en el mundo. El ensayo, máximo representante de nuestra capacidad para exponer en signos esta visión del mundo (por frecuente y accesible), ha sido sistemáticamente arrastrado hacia los peligrosos terrenos de la autosuficiencia intelectual. Es aquí donde viene el conflicto con las formas alternativas de expresión; conven-
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cidos de la absoluta magnificencia de los criterios que detentamos, nos resistimos empecinadamente a observarlos (luego exponerlos) a través del lente torcido pero cierto del recurso creativo. Reflejo inmediato de lo que somos, revestir al ensayo de verdad espesa equivale a impostarnos un improbable traje de falsa erudición idiosincrásica. Nadie habla, nadie piensa o vive en términos de sobria ensayística. Si bien lo lúdico tampoco nos es fatal, en todo caso nos resulta más cercano. Se trata de no temerle a las posibilidades expresivas del lenguaje como vehículos válidos (por efectivos) para expresar los términos de la reflexión hecha texto. La creatividad en términos formales no está de ninguna manera peleada con la objetividad (en todo caso siempre sospechosa) o con el rigor analítico. Finalmente, la idea es hacer del ensayo un medio más amable, en todo caso menos afligido por cuestiones metódicas y más interesado en la comunicación efectiva de expresiones precisas (y habrá que enfatizar que la precisión no es rigidez); tratarlo, pues, en términos de armisticio: relajar sus términos de factura para apretar las tuercas de su funcionamiento. *** El título Fuegos de risa para el lenguaje tiritando de frío, arbitrario y significativo como todo en un ensayo, viene de la pluma de Vicente Huidobro. Al escribirlo, el poeta chileno caía sin paracaídas al espacio abierto de la lengua prelógica. Quizá ésa debería ser una de las claves a la hora de considerar valorativamente el quehacer ensayístico. Su idea primera, luego la última, es comunicar. Si recurrimos a este concepto en sus términos más elementales, se trata de poner en contacto dos perspectivas distintas y generar por vía relacional un cambio en ellas. Como fenómeno de contacto entre autor y lector, el ensayo busca establecer una postura determinada y hacer de la palabra escrita un medio efectivo para llegar a vulnerar las barreras conceptuales de quien lo recibe como vehículo de intención definitoria. En este sentido, el ensayo debería ser en todos los casos una lectura irreparable. Y
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Heriberto Yepez *
A dán representa la idea de la pureza recobrable. Eva la idea de la pureza arruinada. Esto, por supuesto, tiene su fundamento en la ideología misógina del judeocristianismo. Pero la idea de Adán, por supuesto, es supremamente cursi. La idea de un ser primigenio, de un hombre primitivo-inocente, de un salvaje divino, resulta intolerable como mito antropológico fundacional. Lo que la figura de Adán pretende es hacernos creer en la posibilidad del regreso a la naturaleza inmaculada y, simultáneamente, en la transición del mundo natural al mundo social a través de los efectos maléficos del pecado: la caída. ¿Para qué sirve la figura de Adán? Para que un grupo de culturas suponga que alguna vez no fueron la carroña que ahora son, para persuadirse de que alguna vez la desnudez les era natural y los enlaces entre el hombre y Dios y entre el hombre y el animal y entre el hombre y la naturaleza, eran inmediatos, perfectos. Con tal de conservar a Adán, Occidente ha hecho mil y una cosas: culpar a lo femenino de la desaparición del estado originario de Adán, subordinar la naturaleza a los deseos masculinos, erigir un Dios a imagen y semejanza humana, etcétera. Con tal de no perder la creencia de que alguna vez fuimos puros, hemos construido toda una civilización que pueda añorar ese origen, castigar a los supuestos culpables de esa pérdida del origen e instaurar un dominio a partir de esas circunstancias. Y todo esto a partir de un mito estúpido: el mito del
origen masculino de la humanidad, el mito de Adán como víctima de Eva y como hijo directo de Dios. ¿En qué consiste nuestra civilización? En no querer aceptar que Adán nunca existió y que todo lo que éste representa no tiene ningún sustento. Nunca hemos sido inocentes, nunca hemos sido dueños de la naturaleza, las mujeres no son las culpables, no somos hijos de Dios. Adán = nada.
*Escritor tijuanense.
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Adán viendo llover afuera del paraíso Luis Humberto Crosthwaite *
Psssssss, ‘ora sí que te pasastes, flaca, me cae; ‘ora sí que es demasiado,
neta. Te he aguantado otras ondas, pero este chistecito está bien pesado. No es onda dejar a tu bato nada más aquí, muriéndose de frío y mojándose todo por la pinche lluvia. Open da dor, flaquita. ‘Ora no tienes pretexto: no llegué tarde a la casa, no me fui a pistear, no llegué con aliento a cerveza. Ya sé que eso te hace enojar, mija –y aunque enojadita te ves rechula, se te para la trompita bien acá, revolotea tu greña brillosa–, neta que me lo salto, neta que prefiero tenerte contenta, querendona. Pa’ que no digas que tu bato no te tiene consideraciones, pa’ que no parezca que soy un machín. Flaquita, amor de mi vida, lov of mai laif: tenle compasión a este bato que te quiere un chingo. Piensa en todos los sacrificios que he hecho por ti: te quejabas porque me levantaba tarde y comencé a madrugar; te sacaba de onda que dejara cosas tiradas y empecé a poner todo en su sitio. Tons qué, mija, flaquitademialma. Pensé que todo estaba mejorando entre nosotros. Hasta te llevaba desayuno a la cama y te daba masajitos en los pies y la espalda cuando llegabas cansada de quién sabe dónde, y luego yo te daba besitos y tú me decías: Nel, bato, me duele la choya, estoy reglando, hazte pa’llá. Te aguanté todo eso. Hasta cuando traías unos moretones en el cuello que me ponían reteharto celoso. Qué pues con esos chupetones, pinche flaca. Y tú: Ay, sí; ay, sí: como si hubiera otro cabrón en todo el méndigo paraíso. Ay, sí: no seas güey. Pero llegabas cada vez más rasguñada. Y pos ni modo de quedarme callado, ¿no? Pos te ajeraba como lo haría cualquier hijo de Dios. Qué te trais, morra. Aliviáaaanese. Y como que agarraste la onda y me dejaste entrar a la cama, como perrito friolento. Y cogíamos chingonamente aunque tú, aunque tú, aunque tú parecías cansada, parecía que ya llevabas horas con este jale cuando yo acababa de empezar. Y luego me apurabas, flaca, ya ni la haces: ¡Cómo que no te has venido, pinche Adán! ¿Crees que tengo tu tiempo? ¿Crees que estás jugando ajedrez o qué? ‘Ora, ‘ora, flaquita, ya ni la haces. Y mira cómo me tienes ahora, afuera del Paraíso, encuerado, con un piiinche frío y con esta lluvia que no deja de joder. Ni creas que es como allá adentro, nel; acá hace un viento helado de la chingada y luego no hay con qué taparse. Eso sí, harto tiempo he tenido para pensar en ti, cabrona. Harto rato pa’ sacar mis conclusiones, aquí, envuelto en lo primero que me encontré. No creas *
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Escritor tijuanense.
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que soy tan tonto. O, bueno, a lo mejor sí lo soy, porque yo estoy afuera y tú allá adentro, en lo calientito. Pero he pensado, neta, he pensado que lo de la manzana era pura vacilada, una trampa pal güey del Adán. Posí, porque qué casualidad, neta. Qué casualidad que yo solito fui expulsado. Ah, y la serpiente, piiinche serpiente. ¿Crees que no los vi cotorreando a mis espaldas? Pero yo de güey pensé, creí, aluciné que como se acercaba mi cumpleaños, pos que organizaban una fiesta sorpresa. Yo en la negación, flaca. Yo todavía pensando que eras como un ángel, que eras mi angelito, mi costilla favorita. Nada de eso, ¿verdad? Una pinche trampa pal tarado del Adán, eso era todo. No hay pedo. Mordí la manzana, que ni estaba tan buena, ardió Troya y Diosito Santo nos expulsó a los dos, flaca: a ti y a mí, flaca. A los dos. No nomás a mí. Pero tú bien dulcecita: Ni modo, my darling, ya nos cacharon, je je. Nos tenemos que ir. Ni pedo. Y yo todavía sin comprender. Y tú, haciéndole un guiño a la serpiente. Y yo pensando en ese pary que de seguro me estaban armando, qué bonito borlo va ser, más vale que me haga el disimulado, me cae, hasta Diosito está invitado a mi fiesta, qué buena onda es el viejo. Pásele por aquí, mi cielo, dijiste, todavía cariñosota, mira, es por aquí. Y ¡zas!, el portazo en mi espalda. Y ¡zas!, expulsado del paraíso. Y el pinche frío, y la pinche lluvia, y yo encuerado, bichicori, mi flaca. ¿Qué se traen allá adentro, bola de gachos? ¿Qué se traen? Flaca, flaquita, ‘ora sí que te pasastes, me cae; ‘ora sí que esto es demasiado, neta. Miamor, amorcito cucharón, te canto una cancioncita si quieres, de ésas que yo te cantaba al principio, cuando pensabas que yo era el más chingón del paraíso. No seas así, mi reina. Prometo portarme bien. De veras. Prometo lo que quieras con tal de que me dejes entrar. Ándale por favor. Tu Adán, tu querido Adán te lo pide. La lluvia, ya no quiero lluvia. El frío, ya no quiero frío. ¿Verdad que hay una fiesta? ¿Verdad que sí? Eva, te hablo. De plano, ora sí que ya me hiciste encabronar. Abre la faquinn dor o si no la tumbo, me cae, ¿crees que no soy capaz? Ah, verás cómo te va ir, piiiinche flaca. Vas a ver...
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Adán
Yo no es lo otro Eduardo Arellano*
Roberto Partida*
Se levanta del barro originario.
A veces creo que soy una mujer, pero cuando estoy solo, tan solo que me abrazo a mí mismo, creo que soy dos.
Nada despierta aún el prisma de su frente, mas sus pies pisan la tierra nueva como quien echa andar el día. Bestia clara, el hombre, el primer hombre, todo lo ignora en la inicial mañana, mas sus ojos conciben lo cercano y distante. Son ese viento que repasa el llano. Cruza el día y sus orillas y en la noche increíble su mirada se hace sabia de estrellas, quimérica de sombras. Amaneciendo, el rostro horrendo y magnífico recibe la eternidad del día y en su cráneo se abre rosa aérea la palabra.
Es entonces que el hombre, el primer hombre es concebido. Él es el instante en que se ha inventado, en que vuelve a inventarlo su palabra como el soplo divino de una secreta madre primitiva.
*
* Escritor tijuanense.
Poeta zacatecano radicado en Tijuana, B. C.
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Alfonso García Cortez**
ADÁN CONVOCADO *
ADÁN SOLO
Eres parte de mí. Desde algún sitio de mi exilio alcancé a oír tu voz.
Adán solo. Adán hecho memoria “engaño colorido” inacabable fuego de miradas:
¿O sería tu pensamiento? No.
Adán se ve al espejo y se ve solo incompleto desnudo:
Es tu voz.
No hay otra voz igual en todo el universo. Nadie conoce el nombre que inventaste. Nadie lo puede pronunciar tan bien.
ira desesperada y sin objeto en estampida por los minutos de la piel por los centímetros de una caricia hastiada triste como el silencio y el vacío
la conciencia:
empeño insuficiente de los días.
Mi nombre.
Desde algún sitio del exilio alcancé a oír mi nombre y lo seguí. Caí en la trampa voluntariamente –al menos eso reconozco Narciso.
Hasta el fondo enamorado de mi nombre y de tu voz me fui siguiendo.
* Textos tomados de Llanterío de Alfonso García Cortez, Ediciones Lobo de Mar-Librería El Día-Editorial Malabares, 2002. ** Poeta tijuanense.
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Monólogos de Adán*
José Manuel Valenzuela Arce**
A mar es la más sublime e hipócrita manera de quererse a uno mismo. El amor es una paradoja egocéntrica que se realiza por la mediación de otra persona. Asociación vulnerable, porque amar implica trascender la subjetividad, el mundo interno, y explorar el externo, el que está afuera, lo que no nos pertenece, mundos controlados por otras subjetividades. Por eso los enamorados nunca están seguros ni confiados. Ellos construyen su ideal amoroso, lo llevan consigo como los planos de una casa y se lanzan a la búsqueda de alguien que quiera asumir la personalidad y conducta quimérica que se le ofrece. Un mapa seductor, terrible, construido por generaciones de fantasmas que nos pueblan, nos habitan. El amor es excluyente, niega a quien se afana en mimetizarse con la cartografía del ideal amoroso. El amor busca sacralizar, eternizar los instantes, empresa condenada al fracaso. Un fracaso tan grande como la situación lastimosa en que te encuentras Adán tirado sobre el piso, llorando intermitentemente la ausencia de tu amada, la otra parte de tu historia amorosa que es ya la única historia de tu vida, porque el amor es demandante, exige todo, absorbe, consume a los cuerpos fugaces que habita.
El amor es evanescente, escurridizo, inaprehensible, se desvanece frente a nuestras manos y miradas. Se construye en el encuentro de cuerpos separados, distintos, con biografías que confrontan sus propias huellas emocionales. Los enamorados lo intuyen, por eso buscan fundirse, construyen la ilusión de que son uno, que laten a un ritmo, que adivinan sus pensamientos, que saben lo que el otro desea; falsedad que sólo esconde la atribución al otro de nuestros propios deseos, aunque, finalmente, conduce a la impactante certeza de que habitan cuerpos separados y que la posibilidad de vernos y sentir mediante el otro tiene límites infranqueables, como ahora que estás ahí, arrinconado, sintiendo el peso apabullante del abandono, sin poder regodearte en tu ilusión amorosa ni refrendar la presencia gozosa, hedonista de la amada. El placer es el encuentro con nosotros mismos a * Fragmento del cuento La ausencia de Diana. ** El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, B. C.
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través de otra piel. La sensación que todos buscamos prolongar, repetir, eternizar, pero se escapa para volver en otra piel, otros ojos, otras manos. No la mirada del amor que se construye en los sueños, sino el contacto con mujeres concretas con quienes somos felices, a quienes debemos expulsar para que el placer no muera. La pasión se desborda frente a la mujer que se te ofrece, que te devora, que se confunde en tu cuerpo. Ella desaparece pero la pasión quedará con igual anhelo frente a otra, por eso la pasión es abierta mientras que el amor es egoísta, egocéntrico, cerrado, excluyente, como las atmósferas que construyes. Aquí están los proscritos, los habitantes de los bordes, la periferia de la razón, los que llegaron a los límites mentales. Trasgresores de la norma que saltaron la barda de la conciencia, que escupieron sus sueños, que desbordaron sus pasiones. A los locos nos construyen desde afuera mentalidades temerosas adheridas a falsos fundamentos sobre las fronteras de lo real. Gente abatida por el miedo, amanuenses mutilados por el deber, aniquilados del corazón. Admiro la dignidad de los autistas, como ésos que están junto a la puerta, amurallando sus sueños sin contaminarlos con simulacros de comunicación. Ignorando a todos en un soliloquio que no admite conculcaciones ni interacciones envenenantes, que no da tregua: antesala de la complacencia lastimosa. Locos de mundos ausentes, desdeñosos del deber, la lógica y la costumbre. No piden permiso ni suplican en su constante diálogo con la muerte, su verdadera interlocutora. Tampoco se rinden frente al amor que acobarda, como a ti te tiene acobardado, llorando y gimiendo para despertar la compasión lastimera de tus verdugos. Son prófugos del poder, trasgresores. Descansan en
su propio mundo y eso es peligroso para quienes todo quieren controlar, los que te controlan a ti que te refugias en el recuerdo, incapaz de enfrentar la crueldad inhumana de tus captores o de evadirte al mundo interior y eso es lastimoso, porque aún tienes fuerza, no como los del pabellón que la sangre les brota sin descanso, quienes mantienen la batalla más feroz en el punto mismo donde el aire se hace vida. Tuberculosos sin posibilidades ni esperanza traídos para morir junto a los locos que desafiamos el sinsentido de sus sentidos, la inmoralidad de su moral, la desvalorización de sus valores. Aquí hay de todo, seres atrapados por males terribles que les consumen poco a poco, detractores del orden político y moral de los poderosos, artistas que construyen mundos nuevos, amenazantes, apasionados iconoclastas, y enamorados: locos como tú, Adán, embelesados en la búsqueda inalcanzable de la permanencia amorosa.
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Adán Francisco Morales*
Cuando Dios despertó en el jardín y vio todo calmo y discreto, se le ocurrió crear el árbol de la vida, lo nombró Eva y su fruto dio un fruto que intentó poblar la esfera. Pero ocurrió entonces que éste se volvió más fruto que semilla, Dios partió la pera o manzana o lo que fuera y vio el centro lleno de vacío. Tomó una rama del árbol y recogió unas semillas por ahí esparcidas, lo juntó todo y entonces nací yo: Soy la rama que constante se esmera por unirse al árbol otra vez y no cesa de soltar semillas, mi nombre es un grupo de hombres que no deja de llamarse
Adán. En tanto que el oxígeno y el carbono, supuesto hidrógeno, me envuelve, veo pasar desde la hidrosfera el paseo hormigueante de mi raza. Como el azufre de mis recuerdos y el barro de ese sueño en donde nazco sin nacer de nadie, mi deseo sólo se detiene en el abismo y la caída del cuerpo de mi hembra envuelta en ramas; pero soy el deseo, y deseo y no soy, no veo, no tengo, soy sólo deseo, lucho contra él y yo soy él. El fin no se acerca. Y la cruz me marcará tres veces: el transbordador galáctico llevará a la raza de Eva, y espero que lleve por lo menos a uno de nosotros, a mí, Adán, por si faltan las semillas.
* Poeta tijuanense, autor de La ciudad que recorro, entre otros.
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Después del reino Horacio Ortiz Villacorta*
Cuando subí al cielo Tus murmullos ya no me seguían, Y se olvidaron de acercarse A mí los santos De salvarme los besos Que pensaban En la mística insoluble de la vida: Ser un cajón de sol que no se asfixia, ser un río desnudo en tu recuerdo, saber que el suelo levantó nuestras pisadas, que mis manos eran frágiles pero nutridas siempre de tus pechos. Y lo que más me conmovió: Saber que existimos Saber que existes Y que no desprecio ni el desierto de tus plantas, que aunque me supriman otros cuerpos y traten de corromperme sus miradas puedo vivir y vivo ando hacia ti y te figuro, aunque sólo sea en la memoria de un dios.
* Poeta tijuanense.
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La nave cotidiana (lecturas a destiempo)
Noé Carrillo Martínez *
Todo es la misma pregunta porque somos el mis-
verano y no estás. Esta ciudad que invento soledad por cada calle o digo que en las ventanas el rostro de tu olvido me dice búscalo en tu corazón, búscalo en tus pasos y no vuelvas. Esta ciudad que me invento carta para escribirme desde lejos a un lugar que no tiene dirección; envió mis palabras: …no hay esperanza para tenerla en una jaula y que todo el día cante sus himnos de sueño, no hay olvido para tenerlo encerrado y no ladre con su espanto, no hay lugar del mundo país de la ciudad que te nombre, calle del sueño donde nos conocimos y cuando abrimos la boca las palabras volaron y entonces un aire más fuerte que los dioses estuvo en el saludo y no hay esperanza para tenerla atada a mi como piedra de oro donde rezo todas las noches para decir vuelve.
mo mar y la historia es la misma lluvia y el parque en sus árboles, y nosotros no recorrimos la selva del amor y entre las hojas cantan nuevos aires de un río donde viajamos. Todo es la misma pregunta porque despierto con la ansiedad de pronunciar tu nombre y saber que no vendrán nuevas aves a llenar de viaje la desesperación, y cuando abro los ojos ya no estás conmigo y no estuviste cuando dije que la noche es una oscuridad, que no soporto una estrella lejana donde la mirada no somos nosotros. Todo es la misma pregunta si abro la mano para leer mi futuro y no encuentro el horizonte de su cara y no encuentro las voces del camino o cómo llega desde mí a tu olvido o cómo encuentro llegar al final sin pasar por el dolor. Todo es la misma pregunta cuando veo que vienen días llenos de sol; aromas, flores, brillan en los techos del cielo y siempre apareces en el paisaje como un hilo de años que me atan a tu espalda y todo es la misma pregunta: ¿un día vendrán los meses del pasado a cubrirme de risas?, ¿Un día vendrás de lejos a decir que olvide lo que no puedo recordar, un día…?
** Tal vez Adán en su paraíso nos recuerde y pida nuestra compañía y los tres en el amor hacernos abrazo y los tres del mundo salir acompañados y gritar entre las piernas el dolor; y la manzana fue una fruta en la garganta, un sabor que nos hizo hijos de la vida, un sabor donde los besos y los labios se reconocen como frutos del pecado, éste que todos los días cometemos en la carne, en tu carne que deseo como flor de aire y en tu carne donde escribo salmos; y Adán dame tu paraíso y comparte la vida con el amor que tengo entre mis piernas.
* En esta ciudad que invento en cada letra o en cada abecedario para pronunciar tu nombre como si dejara la ausencia crecer y de las ramas colgara el
* Poeta tijuanense.
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Virtualmente te amo* Marcela Mungaray**
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l amor, como objeto de entendimiento, parte de una gran polémica que intenta definir si se trata de un sentimiento,1 de un afecto2 o de una pasión.3 Si cabe todo en un mismo arreglo de palabras o si se despliega en varios centros. Si hay un sentido real de la palabra o si se trata de una figuración metafórica. Si se requiere establecer una tipología respecto a clases de amor para referir su existencia, o si únicamentemente debemos asumir la polisemia amorosa apelando a la vivencia personal. En este sentido se ha ido aderezando la historia del amor, entre juegos de palabras, mitologías fantásticas, arreglos conceptuales, narrativas poéticas y diversos mundos figurados que nos permiten atisbar que ahí, justo detrás de la palabra, “hay un algo”, “un no sé qué” vivo, que requiere de presencia. Dentro de esta polémica cabe mencionar la célebre cita de Pascal (1623-1662), que nos sitúa en el centro de una problemática real: “Conocemos la verdad no sólo con la razón, sino también con el corazón”, y “el corazón tiene sus razones que la razón no conoce”. Por medio del corazón se alcanza la realidad en su singularidad y se llega al mismo Dios, el cual manifiesta al hombre en su totalidad a través del corazón. Ambos conducen igualmente a la verdad, aunque con lógica y mecanismos diferentes, y la certeza como evidencia y firmeza de los resultados. Esto es, se declara que hay cosas del corazón que la razón no entiende, y basan su figura en los colores invisibles para el oído y en los olores sin sentido para la vista. En éste, el amor se vuelve una condición humana vital, una referencia ineludible para el centro espiritual y
definitivo del ser, una entidad personal que no se instala en tipologías, sino en escalas y evoluciones. Esto es, el amor como una condición amorosa que se construye desde adentro, que evoluciona en sus oportunidades y permite conocer y relacionar el entorno equilibrando con la lógica de la razón, y que a menudo rompe las certezas de la vida. Desde que en nuestra cultura académica ponemos atención en la construcción epistemológica sobre los objetos de estudio, nos ha invadido la necesidad del sentido respecto a las representaciones sociales, y agrupamos en nuestro entorno cierto sentido de legalidad sobre nuestras creencias y sobre las nuevas informaciones que van desgajando el mundo que conocemos, en múltiples oportunidades de conocimiento y comunicación, y no sólo respecto a nuestras propias conciencias, sino al mundo que nos abre nuevos horizontes.
* Este texto es parte de un trabajo más amplio sobre el tema y que se encuentra en proceso de redacción. ** Profesora de la Escuela de Humanidades, uabc. 1 “Acción de sentir o sentirse; impresión que causan en el ánimo las cosas espirituales”, Diccionario de la lengua española; en www.rae.es 2 “Que siente aprecio por alguien o algo;[…] pasión del ánimo, esp. Amor o cariño”. Diccionario de la lengua española; en www.rae.es 3 “Pasión. Del latín passio-onis. Sentimiento muy intenso y perturbador que domina la voluntad y la razón, atracción intensa que siente una persona por otra”, Larousse. Diccionario usual de la lengua española. 4 “Virtual: 1) que no se concreta en la realidad aunque reúne las
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En este sentido, la acumulación de imágenes respecto a las dimensiones amorosas ha trastocado el viejo modo de elaborar el amor, de retomar al otro, de generar el vínculo y, sobre todo, de generar el imaginario que permita tener acceso a él, aun cuando las demás oportunidades (las del viejo mundo, del mundo clásico, del mundo real) estén agotadas. El nuevo escenario, el de las múltiples posibilidades virtuales, aparece cuestionando los viejos mitos. Anuncia nuevas presencias, nuevos entornos, y configura una vez más las posibilidades de los encuentros para darle rienda suelta a la condición amorosa. Dentro de la mitología griega se ventila la versión de que Eros, el dios del erotismo que logró objetivarse en el dios del amor, surgió de la unión fortuita entre Oros, el dios de la abundancia, y Penia, la diosa de la tristeza. La unión se dio en uno de los momentos de exceso de Oros, cuando a la sombra de un frondoso árbol libraban la resaca de un momento de dispendio, con el plácido letargo de la recuperación del esparcimiento y bajo la plenitud del tiempo comprendido como promesa y futuro. En ese preciso momento se cruzó Penia, arrastrando tras de sí la pesadumbre de la fatalidad, como principio de negación de toda posibilidad. Ella, que se consume en la lamentación del pasado negado y el futuro perdido de antemano. Ella, desolada por el destino, encuentra a Oros en el momento y en el lugar indicado. Ella en la desolación, él en el dispendio, en un momento mágico gestan el milagro del encuentro y en un momento de placer y dolor Eros encuentra su camino. Y él mismo se ve condenado a sintetizar la exhuberancia y la carencia, a formular punzantemente el sincretismo entre el dolor y la alegría.
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La intersección entre las referencias conceptuales, tan amplias dentro de las mitologías clásicas y modernas, genera un falso dilema entre las reglas del juego amoroso y los contornos para identificar los nuevos retos del amor frente a la tecnología. En el amor virtual, entendido como esa posibilidad de ser afectivo, sentimental, pasional en un entrono mediático, se construye una figura de entendimiento y encuentro. Se configuran nuevas reglas amorosas que se basan en imágenes dentro de un gran juego de selecciones y competencias, donde la incertidumbre y el sosiego se confabulan para otorgar la posibilidad de elegir y ser elegido, de explorar y ser explorado y, eventualmente, de saltar del mundo virtual a la posibilidad realista del encuentro. La construcción virtual4 se cimbra en posibilidades, por lo cual no se concreta en la realidad. Aun cuando reúna las condiciones para ello, tiene una existencia aparente y no real, lo que permite preguntar qué es lo real en el amor. Sin embargo, existe la otra vista en el significado, la que permite el juego de palabras, donde lo virtual se vuelve algo implícito o tácito, y se afirma la existencia hacia algo que se le ha negado. Qué referimos o qué agregamos a nuestro sentido de la realidad cuando existe la posibilidad de ser con otro en un espacio figurado y compartido, cuando encontrarse en las redes de la información se vuelve la cita precisa, el momento de ser con el otro. Cuando el teclado se vuelve
condiciones para ello […] 3) que es implícito o tácito”, Larousse. Diccionario usual de la lengua española.
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la vía posible para tocarse. Cuando encontramos los labios sin aliento, dibujados en catálogos interminables de bocas que siguen a bocas figuradas en las páginas de información. Cuando el clic dibuja al cupido prometido, el acceso al otro, a la narrativa en primera persona, en el acceso directo al sueño, al requisito preciso que propiciará el encuentro. La representación social permite compartir ese sentido común desbocado en las fantasías virtuales. Estamos frente a la ingenuidad social en la red de la esperanza, catalogando los encuentros, fincando las posibilidades desconocidas por ese ser común atorado entre los sueños amorosos y las realidades imposibles.
Los sitios relacionados, encontrar ligas...
Al asumir la polisemia de la palabra amor, al entregarnos al estudio de la historia del pensamiento amoroso, al incursionar en el mundo de los conceptos y las distinciones, sin duda apelamos al mundo de la razón lógica. Apelamos al desarrollo del pensamiento histórico, asumiendo en la continuidad de la ciencia amorosa la explicación posible sobre la referencia obligada y autorizada para hablar del amor. Sin embargo, existe la construcción disidente, la que apela a las rupturas, a los nuevos constructos, la que reclama nuevos contornos ya no explicativos sino vivenciales. En esta nueva metáfora moderna, el amor virtual a través del clic que dibuja a cupido no sólo nos enfrenta al amor en cadena directa, sino que nos conecta a un Eros virtual, disfrazado de múltiples formas. Va desde una conexión de la amistad a la pornografía virtual, de los sitios sobre información teórica a los poemarios, de las tarjetas virtuales a la música con mensaje amoroso, hasta un punto de encuentro en la red sin especificación emotiva, a una ambigüedad por ver qué sucede, a una apertura para los escépticos sobre una amplia gama de posibilidades donde cada uno en su consulta dirigida y específica puede configurar su propio entorno, definir las
propiedades y sentidos sobre lo que busca en torno al amor. El mito de Eros, que suma el dilema entre la abundancia y la carencia, agrega la forma a la síntesis entre amor y alegría. Se vuelve un dilema moderno por configurar los límites entre el amor real o virtual, donde la presencia pasa a segundo término. El paso primero consiste en buscar las afinidades, definir los afectos, escuchar los sueños, alentar la confianza, cultivar la cita, incorporar los aditamentos que nos permiten escribir, ver, oír, los mismos que me permitirán estar de otra manera, de percibir en otra dimensión, de explorar otras posibilidades de relacionarnos, de cambiar las fronteras y construir el sentido y eventualmente dibujar la posibilidad del encuentro en el mundo real. Finalmente, el juego de emociones, sentimientos, afectos y pasiones encuentran un cauce que se resuelve en un nuevo escenario, pero no elimina la dualidad de Eros, escenario que mantiene el contraste entre el goce y la pena, el juego de encontrarse y perderse, la oportunidad de seguir en el juego o de retirarse. Entrar a tiempo, ser en la red, romper el mundo cerrado de los encuentros físicos, concertados, para enfrentar y disfrutar ese universo infinito de candidatos que aspiran a un momento decisivo en que la red les conceda el milagro amoroso, se vuelve un nuevo juego en el que, de nueva cuenta, podemos entendernos. Como nunca antes, el mundo mediático construye las posibilidades de desarrollar esa condición amorosa: una química distanciada, una oportunidad de ser virtual y ser de múltiples maneras, de abrir el horizonte, de cambiar el mundo de las formas de encuentro, de plantear nuevas reglas en el juego amoroso, y de poder afirmar esa condición que nos permite declarar si es posible decir: virtualmente te amo. Y
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La ciudad sin metáforas Humberto Félix Berumen*
Cada ciudad posee sus propios fantasmas, pero los posee urbanizdos, memorizados y vivos en los cuerpos y mentes de sus ciudadanos, y la conmueven, la dirigen, la encierran o la abren a insospechados destinos. Armando Silva Imaginarios urbanos
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n su ensayo titulado “Semiología y urbanismo”, el lingüista y semiólogo Roland Barthes da algunas pautas para llevar a cabo el análisis semiótico de la ciudad, a la que concibe como una forma de escritura más, ya que, en su opinión, “La ciudad es un discurso, y este discurso es verdaderamente un lenguaje: la ciudad habla a sus habitantes, nosotros hablamos a nuestra ciudad, la ciudad en la que nos encontramos, sólo con habitarla, recorrerla, mirarla”.1 Y es que la ciudad, cualquier ciudad, es un espacio que posee una estructura semiótica que la dota de una forma peculiar de significación. Quien se desplaza por ella, la recorre de arriba abajo –la fatiga, diría Jorge Luis Borges–, se detiene a contemplar sus monumentos y sus edificaciones, reconoce la denominación de calles y avenidas, recuerda ciertos hechos del pasado, está realizando de alguna manera el ejercicio de su lectura. Construye de esa forma una imagen virtual a partir de la ciudad física en cuanto a la comprensión y el uso del entorno urbano.2 De hecho transcurrimos en un espacio real, mientras vamos fundando otro totalmente imaginario.3 Sin embargo, esta concepción no tiene que ver con atribuirle cualidades imaginarias a las ciudades, utilizando para ello un lenguaje figurado, cargado de metáforas.4 El espacio urbano, como escribió A. J. Greimas, “no necesita ser hablado para significar”,5 aunque tampoco tiene que ver con una poética del espacio,
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a la manera de las explicaciones metafóricas de un Gastón Bachelard,6 y ni siquiera con lo que Armando Silva llama el fantasma urbano: “una marca simbólica en la ciudad, vivida como experiencia colectiva”.7
Roland Barthes, La aventura semiológica, Paidós, España, 1993, pp. 257-266. 2 Luis Fernando Botero Villegas, “Ciudades imaginadas, identidades y poder”, en Espiral. Estudios sobre estado y sociedad, vol. iii, núm. 8, enero-abril de 1997, pp. 113-145. 3 Fernando Vizcarra, “La ciudad imaginada. Notas sobre cultura urbana”, en Semillero de ideas, núm. 13, uabc, Mexicali, eneromarzo de 1996, pp. 24-27. 4 En su libro Espacio y poder, Paul Claval apunta que “El espacio es uno de los soportes privilegiados de la actividad simbólica. Lo perciben y valoran diversamente quienes lo habitan y le dan valor: a la extensión que ocupan, recorren y utilizan, se superpone, en su espíritu, la que conocen, aman y que es para ellos signo de seguridad, motivo de orgullo y fuente de apego. El espacio vive así la forma de imágenes mentales que son tan importantes para comprender la configuración de los grupos y las fuerzas que los excitan, como las cualidades reales del territorio que ocupan”, fce, México, 1982, p. 24. 5 A. J. Greimas, Semiótica y ciencias sociales, Fragua, Madrid, 1980, p. 171. 6 Gastón Bachelard, La poética del espacio, fce, colección Breviarios, núm. 183, Argentina, 1992. 7 Armando Silva: Imaginarios urbanos. Bogotá y São Paulo: Cultura y comunicación urbana en América Latina, Tercer Mundo Editores, Colombia, 1992, p. 9. 1
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El sentido que nos interesa señalar en este trabajo, no se limita a registrar lo que los individuos imaginan acerca de su hábitat, los usos e interiorizaciones que pueden hacer de los espacios urbanos que habitan o por los cuales suelen transitar. Hablar de o con la ciudad no es lo mismo que dejar que la ciudad hable, que exprese su discurso.8 Se trata, en primer término, de reconocer el orden semiótico del espacio urbano a partir de su propia construcción y que los habitantes identifican a partir de sus mismos desplazamientos. Por eso los discursos que imaginan a la ciudad –testimoniales, artísticos, massmediáticos– no hablan tanto de lo que ésta es en sí misma, como de lo que la ciudad puede llegar a significar para quienes la perciben desde un determinado punto de vista. Para evitar las dificultades, y aun las ambigüedades terminológicas que surgen en el estudio del espacio, Greimas recurre a la noción de semiótica topológica, a la que concibe como la descripción, producción e interpretación de los lenguajes espaciales.9 Un paso adelante en la solución del problema es el que realiza Katya Mandoki, cuando distingue el orden de lo simbólico del orden de lo semiótico en cuanto a los procedimientos de significación del espacio citadino. Mientras que el primer proceso registra la carga afectiva como resultado de las vivencias personales o colectivas, el recuerdo de ciertos acontecimientos que ocurrieron ahí, de lugares con atributos, que siempre son históricos y determinados por la cultura, el segundo proceso, por el contrario, correspondería a los elementos de “identidad de carácter práctico en un código unívoco y transparente como la denominación de colonias, delegaciones, calles y avenidas, la distinción clara de espacios residenciales o comerciales, industriales o administrativos”. A diferencia del orden simbólico, “el orden semiótico funciona exclusivamente a través de relaciones de oposición y diferenciación, como las planteó Saussure en su definición del signo, produciendo efectos de significación”. Es por eso que el recorrido urbano es “una operación de consumo simbólico”,10 pero también una operación deinterpretación semiótica.
Desde esta perspectiva de análisis, más que un “escenario simbólico” que escenifica las actuaciones de quienes lo habitan o lo recorren, la ciudad se considera, sobre todo, como un objeto significante en y por sí mismo. “La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso [...]”, escribió Italo Calvino en su imprescindible enciclopedia de ciudades imaginarias, Las ciudades invisibles.11 La ciudad se concibe entonces como un texto que puede leerse como un escenario poblado de múltiples signos, esto debido a que la ciudad no es únicamente las imágenes que elaboramos ni los relatos que organizan su percepción colectiva, dando a continuación motivos suficientes para su asimilación simbólica. Es también un entramado semiótico que transmite múltiples mensajes y que
Como señala Jérome Monnet: “Se trata aquí de hacer caso omiso de las imágenes producidas por el discurso sobre la ciudad, de ir más allá, para escuchar selectivamente el discurso de la ciudad”. Jérome Monnet, Usos e imágenes del Centro Histórico de la Ciudad de México, Departamento del Distrito Federal/Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos,México, 1995, pp. 288-289. 9 A. J. Greimas, op. cit., p. 143. 10 Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos: Conflictos multiculturales de la globalización, Grijalbo, México, 1995, p. 97. 11 Italo Calvino, Las ciudades invisibles, Ediciones Minotauro, México, 1995, p. 25. 8
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sólo son percibidos por una comunidad capaz de descifrarlos. Se trata, por lo tanto, de un texto articulado espacial y visualmente plasmado mediante su construcción física, su morfología y su referencialidad histórica; posible de ser leído como “una escritura colectiva que es descifrable en sus edificaciones, en sus calles, en la circulación, en los comportamientos” o como un discurso urbanizado. “Los espacios adquieren identidad en relación a prácticas concretas y referencias precisas como las estaciones del metro, las salidas del periférico, las avenidas, las tiendas de abarrotes y escuelas que uno frecuenta”.12 Son los ejes, hitos o puntos de referencia que articulan las secuencias significantes. De ahí que para Roland Barthes el problema –”el verdadero salto científico”– consiste en saber cómo pasar de las metáforas acerca de la ciudad al análisis de los discursos que esa misma ciudad produce (con sus simetrías, sus oposiciones, sus paradigmas y su sintaxis). En otras palabras: si no es lo mismo el lenguaje acerca de la ciudad que el lenguaje de la ciudad, ¿cómo hacer evidente el discurso que la ciudad emite sin tener que recurrir al lenguaje de las metáforas, de las comparaciones y analogías, elementos más cercanos al lenguaje literario que al lenguaje científico? 13 Leer la ciudad, descifrar el significado que existe plasmado en el espacio urbano, equivale entonces a considerar a la ciudad como un texto significante, como un enunciado visual o como una secuencia de sentido articulada a partir de diferentes significantes (calles, plazas, monumentos, edificios, paisaje urbano). Esto es, como un discurso que puede ser descifrado, pero sólo si se tiene la competencia cultural para interpretar la textura urbana. Si el espacio urbano está cargado de significación será susceptible, por consiguiente, de poder estudiarse a partir de las recomendaciones establecidas tanto por la lingüística como por la semiología y la antropología. “Una calle es, por ejemplo, un recoveco urbano que se enuncia, se camina y se imagina”. 14 Y esto significa, como ya lo señalara por su parte Manuel Castells, que no existe una imagen de la ciudad más que vinculada a una práctica social determinada. El espacio urbano, la ciudad,
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no es un texto escrito con anterioridad, página en blanco en la cual simplemente quedan inscritas las prácticas sociales e ideológicas. “Existe –sostiene Castells– simbólica urbana a partir de la utilización de las formas espaciales como emisores, retrasmisores y receptores de las prácticas ideológicas generales”. 15 Así, el espacio urbano no es sino una pantalla reestructurada permanentemente por una simbólica que cambia en la medida en que cambian las prácticas sociales que actúan en y sobre la unidad urbana. La lectura semiológica del espacio urbano, por tanto, no depende de la simple descripción de las formas físicas, sino del estudio detenido de las prácticas sociales que las puedan dotar de cierto significado. Además de lo económico y de lo institucional, también lo ideológico actúa en la conformación y configuración del espacio urbano.16
La ciudad como discurso urbanizado
Como tantas otras ciudades, Tijuana posee también un habla particular. Es decir, se puede interpretar como un discurso ideológico que ha quedado plasmado mediante su construcción física. Este discurso ha sido el resultado de su propia configuración, tanto física como cultural, así como de su muy singular manera de organizar el espacio urbano. Tal discurso comprende lo que la ciudad es en sí misma, el que corresponde a la organización cultural de su espacio físico y que se manifiesta en
Katya Mandoki, “Desarraigo y quiebre de escalas en la ciudad de México. Un problema de semiosis y estética urbana”, Anuario de espacios urbanos, uam-Xochimilco, México, 1998, p. 201. 13 Jérome Monnet insiste sobre la misma propuesta cuando señala: “el problema es ir más allá de las imágenes producidas por el discurso sobre la ciudad, para escuchar el discurso de la ciudad”. Véase Jérome Monnet, “Semiología de los espacios políticos”, en Javier Delgado y Diana R. Villarreal (coords.), Cambios territoriales en México: exploraciones recientes, uabcXochimilco, México, 1991, pp. 323-335. 14 Ernesto Licona Valencia: “El dibujo, la calle y construcción imaginaria”, en Ciudades, año 12, núm. 46, abril-junio de 2000, pp. 25-33. 15 Manuel Castells, La cuestión urbana, Siglo xxi, México, 1976, pp. 256-262. 16 José Luis Lezama, Teoría social, espacio y ciudad, El Colegio de México, México, 1993, p. 266. 12
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calles, monumentos y edificios, dispuestos de un modo particular, y puede leerse, por ello, como un texto o como un discurso plasmado físicamente, es decir, como un discurso “urbanizado”. De ahí que su lectura pueda ayudarnos también a comprender los diferentes significados que Tijuana ha ido adquiriendo a lo largo de su historia, sobre todo de aquellos mensajes que han quedado plasmados mediante su configuración urbana y a los que es conveniente prestar la debida atención. Aquí se trata entonces de demostrar cómo el mito tijuanense ha sido establecido, transmitido y reforzado por y desde la configuración del espacio mismo, o cuando menos por una parte del espacio urbano de la ciudad, en este caso a través del monumento conocido como la Torre de Tijuana. La propuesta de análisis estriba en señalar que la Torre de Tijuana (antes Torre de Agua Caliente) –su arquitectura, su construcción y su ubicación geográfica– no constituye únicamente un monumento que representa a la ciudad, ya que posee una historia particular y ocupa un lugar sobresaliente dentro de la estructura urbana de la ciudad; es también un signo, si se le considera en sí mismo, capaz de generar un discurso específico y que, según creemos, contribuye a reforzar el mito tijuanense de manera directa, como se verá a continuación.
La torre de la leyenda negra
La llamada Torre de Tijuana fue inaugurada oficialmente el 14 de mayo de 1988. A partir de ese momento, y sin que mediara consulta alguna, se buscó convertirla en el símbolo representativo de la ciudad. En la discusión que siguió después hubo incluso quien llegó a proponer que fuera considerada como el “símbolo de la identidad tijuanense”, pero la propuesta no prosperó ni encontró más eco que el de sus propias palabras.17 Si bien no faltaron las expresiones de rechazo en contra de su construcción, éstas nunca fueron escuchadas ni tuvieron el peso suficiente como para poder impedir que se llevara a cabo. En un artículo titulado significativamente “La Torre de la leyenda negra de Tijuana”, Rubén Vizcaíno Valencia expuso su oposición a que la torre fuera construida. Dicha torre, afirmaba, “no representa a la Tijuana honesta y sí, por lo contrario, pretende
significar como símbolo de los tijuanenses, la negra leyenda que originó el desprestigio de la localidad”. Vizcaíno Valencia concluye su artículo con una advertencia que tal vez no esté tan alejada de la realidad: “Ya existiendo la Torre, lo único faltante sería la reedificación del viejo casino en un nuevo garito, tal como vienen proponiendo no pocos empresarios de llamada industria turística”.18 Pero aun si la Torre de Tijuana no se hubiera construido con la intención de convertirla en el símbolo representativo de Tijuana, existen varios elementos que igualmente contribuyeron para que se convirtiera en algo más que el emblema representativo de la ciudad. Es un signo cuyo sentido se desprende no sólo de su historia particular, como de su misma ubicación geográfica, de su relación con el entorno urbano y con el discurso mítico que de alguna manera la ciudad ha venido encarnando.19 Para nosotros, el problema consiste en saber cómo llegó la Torre de Tijuana a Me refiero al artículo “La Torre de Agua Caliente. Símbolo de identidad tijuanense”, publicado por el periodista Víctor M. Batista Escandón, semanario Zeta, del 20 al 27 de mayo de 1988. 18 El artículo de Rubén Vizcaíno Valencia apareció publicado en las páginas del suplemento “Identidad” del periódico El mexicano, núm. 507, 15 de mayo de 1988. 19 Los hitos, dice Katya Mandoki, funcionan tanto en el orden de lo semiótico como en el orden de lo simbólico. “Desarraigo y quiebre de escalas en la ciudad de México. Un problema de semiosis y estética urbana”, en Anuario de espacios urbanos, uam-Azcapotzalco, México, 1998, p. 201. 17
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convertirse, primero, en el emblema de la llamada leyenda negra de Tijuana y, apenas un poco más tarde, en el símbolo de la ciudad contemporánea. En un segundo momento, importa saber la manera cómo ese mismo símbolo ha venido a reforzar el mito de Tijuana, para lo cual consideramos necesario insistir en la idea de la ciudad como un espacio discursivo y a través del cual han quedado plasmados determinados mensajes. Mas, para que sea posible descubrir esos mensajes, es preciso recordar que toda ciudad necesita de un código para poder significar. Un territorio, un espacio físico o un monumento cualquiera, no significan nada por sí mismos, es decir, “si no existe un código comúnmente aceptado para volverlos significativos, como sucede con los sonidos y la música”.20 Ese código, en el caso de la llamada Torre de Tijuana, se localiza tanto en la historia general de la ciudad como en la historia de la torre misma (“la memoria incorporada”, según el decir de Henri Lefebvre 21), pero sobre todo, en sus desplazamientos urbanos y en las sucesivas transformaciones simbólicas a que fue sometida. Y esto significa que debemos desandar el camino para retornar a la historia; es decir, necesitamos volver la mirada al principio, al origen de todo: la Torre de Agua Caliente, antecedente histórico y modelo de la Torre de Tijuana.
para pasar a representar, además, toda una época en la historia de la ciudad; precisamente la época más polémica en la historia de Tijuana: la época de la llamada leyenda negra de Tijuana. Después de que en 1937 fuera clausurado definitivamente el casino Agua Caliente, el complejo turístico quedó bajo el resguardo del ejército mexicano. Pero no habría de pasar mucho tiempo para que, en 1939, se convirtiera en la sede del Instituto Técnico Industrial o Instituto de Agua Caliente. Así, el hotel se convirtió en dormitorio para los alumnos; en los lujosos salones de juego y espectáculo se instalaron la biblioteca, sala de lectura, teatro y salón de actos del plantel, y en la cochera, talleres para el aprendizaje de carpintería, electricidad y mecánica; el balneario sirvió para prácticas de natación de los estudiantes, en cuyo vestíbulo se ubicaron las oficinas de la dirección del instituto; los terrenos del galgódromo se transformaron en campos deportivos, y los bungalows se otorgaron como vivienda transitoria a los profesores del plantel. Únicamente se construyeron aulas para las clases teóricas.23
De desplazamientos urbanos y transformaciones simbólicas
La Torre de Agua Caliente fue construida en 1929 como parte del complejo turístico conocido como el casino Agua Caliente. Su función, hasta donde se sabe, era triple: se construyó para alojar un reloj de campanas alejado de los dormitorios, pero servía también como punto de referencia para las avionetas que traían desde San Diego y Los Ángeles a los turistas estadounidenses, y como puerta de acceso para los que llegaban al casino en automóvil desde Tijuana (el “pueblo viejo”).22 Era sencillamente una parte más dentro del complejo de edificios, albercas, bungalows y un punto de referencia para la aviación. Sin embargo, en algunas postales y fotografías de la época la torre aparece ya como el símbolo que representaba al casino en su conjunto. Con el tiempo, primera de varias transformaciones, esta función se vería alterada
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Jérome Monnet, op. cit. p. 323. Según Henri Lefebvre, “la ciudad, el objeto cultural que denominamos ‘monumento’ recibe y condensa y transmite mensajes. Éstos le llegan por diversos canales de información, y sobre todo por la memoria incorporada; el monumento ‘memoriza’ el tiempo en una permanencia”. De lo rural a lo urbano, Ediciones Península, España, 1978, p. 266. 22 La Torre de Agua Caliente fue conocida también como La Campanilla o Chimes Bell Tower, porque tenía varias campanas de yeso y porque en su interior se instaló un sistema de tubos y martillos que al ser accionados por energía eléctrica reproducían los sonidos de un campanario. También se le conoció como el Faro Carranza, debido a que servía de faro para las avionetas que aterrizaban en lo que hoy es la colonia Aviación. 23 Luis Víctor Escalante, “Agua Caliente. Sequía de un oasis urbano en Tijuana, Baja California”, en México en el tiempo, núm. 6, México Desconocido/inah, 1995, pp. 10-19. 20 21
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El presidente Lázaro Cárdenas decidió, además, que el cuerpo de maestros del nuevo plantel educativo estuviera integrado por un grupo de transterrados españoles, quienes llegaron a Baja California en 1939. De esta manera la Torre de Agua Caliente, en su segunda transformación, quedó integrada como parte del nuevo centro educativo y cultural, y pasó a simbolizar una nueva etapa en la historia de Tijuana. Esta situación se fue afianzando poco a poco a lo largo de varios años, hasta que finalmente manos anónimas la incendiaron en 1956. Para hacer más evidente aún el nuevo sentido que se había otorgado al espacio y a la torre recién destruida, en la década de los años sesenta se construyó –casi en el mismo lugar– el conjunto escultórico que reproduce la portada que diseñara el pintor Jorge González Camarena para los libros de texto gratuito. Este último monumento permanece todavía en el lugar en que fuera construido entre los años de 1962 a 1965. Tres décadas y media más tarde, en su tercera transformación, el Club de Leones de Tijuana (centro) decidió construir una réplica de la Torre de Agua Caliente, a la que se identificó sin más como la Torre de Tijuana. Esta decisión contó siempre con la aprobación de las autoridades municipales, pues de otro modo no se podría explicar cómo fue que se autorizó su construcción en un predio que está considerado como un espacio público. Aun cuando no se trata de una reproducción tal cual del modelo original –el tamaño parece un poco mayor, los materiales son distintos y existen algunas diferencias en el decorado–, la Torre de Tijuana fue aceptada como una réplica de la antigua Torre de Agua Caliente,24 tal vez porque son pocos quienes llegaron a conocer la torre original, o bien porque los cambios introducidos no constituyen un conflicto serio.25 Pero al ubicarla en el centro de un pequeño parque, ya sin otra función práctica que la de servir de ornamento escultórico (aun cuando en la parte superior haya quedado alojado el llamado salón de la fama deportiva local), a la nueva torre se le confirió –en una cuarta transformación– el carácter de monumento conmemorativo de la ciudad. Esto sin ser precisamente una escultura, pues es evidente que no se trata de un monumento en sentido
estricto. De cualquier manera, resulta claro que su función actual es más ornamental y simbólica que utilitaria o práctica. Así pues, la que fuera una simple construcción ubicada en la entrada del famoso casino Agua Caliente, pasó a convertirse más tarde en un monumento público y, tiempo después, en el símbolo de la ciudad. Con ello se le confirió una función distinta a la que tuvo originalmente. Curiosamente, los desplazamientos geográficos y las mudanzas de sentido no hicieron más que acentuar la serie de transformaciones simbólicas que, desde otro nivel de significación, habían venido ocurriendo a partir de su construcción durante la década de los años veinte.
La enunciación peatonal
Sin embargo, las significaciones atribuidas a la Torre de Tijuana no terminan allí. De hecho, al quedar ubicada dentro del lugar que se escogió para su construcción, se estaba actualizando también un singular discurso, sin duda de manera involuntaria, pero no por ello de menor trascendencia. En efecto, al mensaje voluntario de crear un monumento con cierta presencia histórica para que representara a la ciudad, se incorporó, además, un mensaje que tal vez nunca se llegó a prever; esto es, que la ciudad de Tijuana, su fundación y su desarrollo urbano, se debió sobre todo a la explotación de los centros de vicio. Vayamos, entonces, por partes y desde el principio.
24 Ésta es la opinión de Julio Rodríguez Barajas, quien asienta: “La Torre de Tijuana fue construida por promoción y esfuerzo del Club de Leones de Tijuana y aportaciones de los tijuanenses. Es réplica fiel del diseño de la histórica Torre de Agua Caliente, que tan gratos recuerdos trae a los profesionistas y hombres de empresa que en su dorada juventud estudiaron en las aulas escolares de Agua Caliente. Decimos que es copia fiel pero de diferente material a la anterior construida en 1928 y consumida por un incendio el 12 de diciembre de 1956, era de madera y estuco. La ruta de los monumentos históricos de Tijuana, Ediciones Ateneo Ignacio M. Altamirano, Tijuana, B.C., 1996, pp. 76-77. 25 Una réplica más de la Torre de Agua Caliente fue construida a la entrada del hotel Fiesta Inn, ubicado precisamente en el lugar en donde antaño se localizaba el galgódromo del Casino de Agua Caliente.
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como una cadena sintagmática), y se tiene a la Torre como símbolo de la ciudad y se sigue el sentido de la circulación del tráfico que va del bulevar Agua Caliente al bulevar Fundadores, el recorrido puede interpretarse como una gran frase: 26 Agua Caliente (el casino) está ubicada dentro del eje (origen) de la fundación de Tijuana. Si por el contrario, “leemos” de sur a norte, el recorrido va del bulevar Fundadores al bulevar Agua Caliente; el mensaje que se desprende de esta segunda lectura no difiere sustancialmente de la primera frase: la fundación de Tijuana pasa o comprende al casino Agua Caliente. Otras lecturas más pueden llevarse a cabo. De este a oeste, el recorrido, que bien puede comenzar en el lugar en donde se encontraba ubicada la antigua Torre Agua Caliente (de hecho el bulevar inicia unas dos cuadras antes), se extiende a lo largo de varios kilómetros para desembocar finalmente en la avenida Revolución. Y no hay que olvidar que la avenida Revolución y el casino de Agua Caliente, hasta antes de su clausura ocurrida en 1937, fueron los principales espacios en donde estuvieron ubicados los centros de explotación del turismo. En este singular recorrido semiótico quedan entrelazados simultáneamente la Torre de Agua Caliente (ya desaparecida), el monumento al Libro de Texto Gratuito, el Toreo de Tijuana (en un tiempo importante centro para turistas), el monumento a los llamados Héroes de 1911 (otra más de las leyendas que siguen perturbando la memoria histórica de la ciudad) y la Torre de Tijuana, puesto que se encuentra localizada sobre el bulevar Agua Caliente y que desemboca en la avenida Revolución.27
Primero, si tenemos en cuenta que la torre quedó ubicada dentro de un pequeño parque en forma de un trapecio irregular (nombrado oficialmente como Plaza Club de Leones de Tijuana, A. C.), es decir, despojada ya de toda función utilitaria, se podrán advertir las transformaciones de sentido que finalmente quedaron plasmadas mediante su construcción, la primera de las cuales consiste en haber sido seleccionada como el símbolo representativo de la ciudad. Pero no es la única, ni la más importante. Las coordenadas geográficas del parque son las siguientes: por el norte colinda con el bulevar Agua Caliente, que desemboca finalmente en la avenida Revolución; al sur, la parte más pequeña del trapecio, da a la calle Brasil; mientras que por el oriente y el poniente la torre se encuentra rodeada por el bulevar Fundadores. Los nombres de las calles que rodean el parque –exceptuando la calle Brasil, que cubre apenas un pequeño tramo– y el nombre de la torre misma son en este caso significativos, ya que poseen una dimensión histórica inconfundible. El bulevar Agua Caliente debe su nombre al antiguo casino Agua Caliente –considerado como el símbolo de la época de oro del turismo en Tijuana–, y pasa por las inmediaciones en donde estuvo ubicado dicho casino; en tanto que el bulevar Fundadores que, como su nombre lo indica, es el homenaje que la ciudad le rinde a sus fundadores (cualquiera que éstos hayan sido). En cuanto a la Torre de Tijuana, ya mencionamos cuál fue su origen. Curiosamente, estas dos calles se intersectan en dos puntos diferentes para establecer dos ejes de significación. El primero es el que resulta de la relación (casino) Agua Caliente-Funda(dores)ción de Tijuana Funda(dores) ción de Tijuana-(casino) Agua Caliente. El otro eje de significación es el que surge de la relación que existe entre el bulevar Agua Caliente y la avenida Revolución: (casino) Agua Caliente/avenida Revolución. En ambos casos los nombres de las calles articulan un recorrido de lectura (retóricas peatonales) que el caminante puede reconstruir mediante sus pasos, ya que estos lugares y avenidas son los hitos de un recorrido que funcionan tanto en el orden simbólico como en el orden semiótico y en el discursivo: el caminante lleva a cabo la enunciación del lugar. Así pues, si se “lee” de norte a sur (y leer en este caso es interpretar la “retórica del andar”
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Hablar del acto de caminar como una metáfora de la escritura no es ninguna exageración. Para Michel de Certeau el “acto de caminar es al sistema urbano lo que la enunciación (el speech act) es a la lengua o a los enunciados realizados. El andar parece pues encontrar una primera definición como espacio de enunciación”. Véase Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano, Universidad Iberoamericana/ Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente/ Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, México, 1996, pp. 109-110. 27 No olvidemos que una parte del recorrido, entre el monumento al Libro de Texto Gratuito y la esquina del bulevar Abelardo L. Rodríguez, corresponde al bulevar Salinas. Esto, aunque importante, no altera en nada la “lectura” que hemos venido proponiendo hasta aquí. 26
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Si los constructores de la Torre de Tijuana tuvieron en cuenta o no el mensaje mítico que estaban plasmando es lo de menos, lo que realmente importa es el sentido que finalmente quedó inscrito mediante su construcción. Voluntariamente o no, la Torre de Tijuana acabó por ser al mismo tiempo un símbolo que nos remite igualmente a la fundación histórica de Tijuana (Fundadores), al pasado histórico de la ciudad (casino Agua Caliente/avenida Revolución), a una época particular de esa misma historia (el centro escolar Agua Caliente), además de terminar erigiéndose como uno de los símbolos más representativos de la ciudad actual (la Torre de Tijuana). Pero sobre todo, y por las mismas razones, la Torre de Tijuana acabó convertida en una entidad simbólica que habría de prolongar la existencia del mito de la ciudad pervertida (la llamada leyenda negra de Tijuana). Esta vez inscrito desde el espacio urbano. De esta manera, en la construcción de la llamada Torre de Tijuana quedaron entrelazados lo real y lo imaginario, la historia y el mito. Es un monumento revestido igualmente por la historia y por las concreciones simbólicas que pasaron a formar parte del imaginario social de Tijuana. Como tal, es fundamentalmente un monumento conmemorativo que sirve de soporte material para transmitir un mensaje de carácter oficial. Pero su significado no se agota ahí, ni mucho menos; es un símbolo que nos habla desde las profundidades de la mitología y que hoy sigue determinando buena parte de la representación imaginaria de Tijuana. Desempeña una función intermedia: la de objeto histórico y la de un símbolo cargado de un vasto imaginario, 29 porque ya lo decía Italo Calvino, “la ciudad no dice su pasado, lo contiene entre las líneas de su mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos”.30 Y
De oriente a poniente, esto es, partiendo de la avenida Revolución, el recorrido semiótico pasa inicialmente por la Torre de Tijuana28 y se prolonga a lo largo del bulevar Agua Caliente; pasa luego por el Toreo de Tijuana, por el monumento a los Héroes de 1911 y más adelante por las llamadas Torres “Gemelas” de Agua Caliente (símbolo estas últimas de la modernidad y del desarrollo económico de la ciudad actual), para concluir en el lugar en donde se localizaba la antigua Torre de Agua Caliente y hoy se encuentra el monumento al Libro de Texto Gratuito, precisamente dos cuadras antes de que finalice el bulevar Agua Caliente, que a partir de allí se convierte en el bulevar Gustavo Díaz Ordaz. De esta manera, y al quedar ubicada sobre el bulevar Agua Caliente, en realidad la Torre de Tijuana-Agua Caliente no fue traslada a un lugar diferente, se le mantuvo dentro del mismo eje histórico y de significación (casino Agua Caliente/ avenida Revolución), pero al mismo tiempo, y al quedar rodeada a ambos lados por el bulevar Fundadores, se terminó por adjudicarle un sentido que no tenía antes: la Torre de Tijuana-Agua Caliente (o lo que ella representa), considerada como origen y parte de la fundación de Tijuana. Así, la Torre de Tijuana-Agua Caliente no sólo se convirtió en el símbolo de la ciudad, sino también en una fuente simbólica que contribuye a recordarnos que el mito, como una sombra ineludible, nos sigue acechando desde el fondo mismo de la historia y se reproduce incluso en la planificación urbana de sus calles.
A una cuadra de la Torre de Tijuana, y por el mismo bulevard Agua Caliente, se encuentra el restaurante Mandarín Plaza. En la parte alta de este restaurante se construyó también una pequeña réplica de la Torre de Agua Caliente. 29 Sobre este punto es interesante el ensayo de Roland Barthes, “La torre Eiffel”, en La torre Eiffel. Textos sobre la imagen, Paidós, España, 2001, pp. 55-79. 30 Italo Calvino, op. cit. 28
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Espejo en el tiempo: Fotografía y la memoria humana René Javier Muñoz Vélez *
Qué extraño poder de atracción tiene sobre nosotros una superficie reflectante. ¿Acaso vernos al espejo es una manifestación de narcisismo? En algunos casos puede ser que sí, pero otras veces ese reflejo es una herramienta muy útil para nuestra apreciación de la realidad. Peinarnos, maquillarnos y rasurarnos se volverían una empresa difícil sin una percepción fidedigna de nosotros mismos. ¿Qué haríamos sin la imagen reflejada en el espejo? Hace aproximadamente veinticinco mil años el ser humano comenzó a representar la realidad en imágenes. Desde las pinturas rupestres en las cavernas de Lascaux, en Francia, hasta la nueva tecnología de manejo digital de fotografías, los hombres y mujeres de todos los tiempos han buscado comunicarse con el mundo a través de las imágenes. La evolución de la imagen fue dándose a través de otros vehículos de representación visual: la pintura, la escultura, el cine y la fotografía, los cuales se han vuelto herramientas (muchas veces inconscientemente) con las que ha querido representar la realidad. En la fotografía se construye una representación de lo real a través de la técnica (con el uso de la luz y la composición) con un lenguaje visual. Pero esta construcción material es complementada por un segundo elemento: el entendimiento de lo que vemos en la imagen. Así se construye lo que en este trabajo se nombrará espejo fotográfico. Los elementos fotográficos pueden ser entendidos como un lenguaje visual. La iluminación, la composición, el encuadre, el contraste, entre otros, son los que componen la parte técnica de éste. Los elementos extrafotográficos son los que proporcionan el marco referencial que nos hace entender lo que vemos, así también el lenguaje no verbal que nos comunica la imagen vista, la apariencia, así como los elementos naturales o
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culturales que rodean a la imagen. Un ejemplo de éstos puede ser una foto de una persona sentada sola en un sofá doble; nuestro referente cultural puede indicarnos que la foto habla de la soledad. El espejo fotográfico es, entonces, una combinación entre representación e interpretación. La noción de representación que se maneja en el espejo fotográfico es polisémica, pues no sólo alude a la representación de la realidad que el ser humano emplea desde la cueva prehistórica, sino que nos induce a la consideración de la representación. La imagen que captura el espejo fotográfico ya no puede modificarse. La realidad que imita el reflejo podrá cambiar, crecer, disminuir o incluso desaparecer, pero la representación existe ad perpetuo en ese espejo. Entonces, podría suceder que hasta el mismo individuo que se reflejó en algún momento en la fotografía ya no se reconozca. Cuando un sujeto que ha cambiado ve el reflejo que dejó grabado en el espejo, se da una representación en relación con lo que existió en otro momento. Si la imagen que representa al sujeto es aquélla que ha quedado atrapada en un momento, en un espacio temporal fijo, convierte al espejo fotográfico en un espejo en el tiempo. En consecuencia, la interpretación de la imagen no podrá escapar de ciertos límites impuestos por el contexto que construyen los elementos que ésta contiene.
* Estudiante de la Escuela de Humanidades, uabc.
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Este juego entre la representación, la representación y la interpretación, es el que nos hace visible la relación entre la fotografía y la memoria humana. El espejo en el tiempo aporta al hombre moderno una herramienta nueva para extender su habilidad natural de recordar. La memoria humana consiste básicamente en el almacenamiento de información para su uso posterior, y de acuerdo con la forma en que se almacena la información existen tres tipos de memoria: la memoria sensorial, la memoria de corto plazo y la memoria de largo plazo. La memoria sensorial es la más corta, y se refiere al eco que hace la información en los sentidos a través de los cuales se percibe. Como sucede cuando el ojo humano ve una secuencia de imágenes en cuestión de segundos, percibe todas las imágenes que la comprenden, pero solamente retiene algunas de ellas. Esto se debe a que la memoria sensorial capta más información de la que de hecho alguien puede utilizar o recordar. La memoria de corto plazo es la de los recuerdos transitorios, la información que generalmente se retiene mientras se usa y se descarta una vez que su utilidad ha terminado. Un ejemplo de esto es un número telefónico que se recuerda solamente el tiempo suficiente para marcarlo. Y, por último, el ser humano tiene la capacidad de la memoria de largo plazo. La que se supone que es el paso final de almacenamiento de memoria, la de mayor duración e implica que, para su retención, se codifica el verdadero significado de un acontecimiento. Una de las características que presenta la fotografía como agente de memoria humana es que ésta siempre funciona como memoria de largo plazo. Si un individuo pasa frente al espejo en el tiempo en un momento que preferiría no recordar después, la imagen que guarde el espejo no puede evitar captar los elementos fotográficos y extrafotográficos tal como se le presentaron en el momento.
La fotografía se vuelve depositaria del momento, custodia el reflejo del ser. Probablemente ésta es la causa de que el ser humano tenga conciencia de su paso frente al espejo en el tiempo; la foto se toma en el momento de lo “memorable”, de lo que se quiere conservar, lo que se quiere recordar. Lo cotidiano, lo normal (algunos dirían lo humano), queda relegado generalmente al olvido. Esta acción de favorecer la captura del momento “memorable” en el espejo en el tiempo, puede interpretarse como una forma de reconocer a la fotografía como extensión de la memoria humana, pues busca captar (o capturar) ese momento tan importante que no se puede confiar a la simple memoria natural. En muchos casos el recuerdo que representa el objeto se confunde con el objeto en sí; la fotografía que contiene el momento que se quiere recordar toma el lugar del recuerdo. Esta transmisión del valor simbólico del momento o de la acción a la fotografía que representa al momento o a la acción, es en gran medida voluntaria, pero también está sujeta a los referentes que mencionamos como elementos extrafotográficos. Ciertas representaciones adquieren en el espacio y en el tiempo específico un valor consensuado particular, legitimado por mecanismos que superan la voluntad individual. De estas dos formas, el objeto material adquiere un nuevo
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En su artículo “Del objeto percibido al objeto construido, el saber de la práctica: sistemas y mundos posibles”, Jesús Galindo Cáceres menciona la relación entre las representaciones y la memoria. Dice que la situación no es tan fatal como la he descrito: “La representación es el primer registro de la memoria, pero al activarse esa representación, construida en algún momento, fijada por alguna motivación, empieza a cambiar, el proceso constructivo se denota de nuevo, y el diálogo entre el presente y el pasado mueve a la primera representación a otras configuraciones posibles[. . .]”. Por lo tanto, la noción de representación representante ofrece la oportunidad de una interpretación reinterpretativa. Si bien no puedo cambiar los elementos fotográficos o extrafotográficos que configuran a la fotografía, a ese reflejo en el espejo en el tiempo, lo que puede cambiar es la lectura de lo que significan esos elementos. En proceso de memoria humana, esta interpretación sucede durante el momento de recuperación de la información almacenada, cuando recordamos. Una de las grandes ventajas de la fotografía vista como una extensión de la memoria humana es que carece de una interpretación a priori. No existe en ella un significado fijo, solamente se ha congelado una imagen, un reflejo, de tal suerte que cuando el reflejo es observado por primera vez, pueden ver en él algo distinto a lo que creyó ver quien tomó la foto. El nuevo conocimiento, esa nueva mirada, puede alterar el pasado, al alterar nuestra percepción de él. Con el espejo en el tiempo los elementos que configuraron el momento captado existen de forma objetiva y presentan una oportunidad excelente para una apreciación libre de prejuicios, un reencuentro con los cimientos de la construcción del yo que permite no sólo el reconocimiento, sino ahora posibilita también la reinvención. Asentamos una realidad para observarla, decimos algo de nosotros mismos para conocernos, y cuando podemos ver ese algo de nosotros, podemos evaluarlo, hacer un juicio sobre él. Me observo en el espejo y no me gusta mi peinado, no me gusta la forma que le di a mi barba, no me gusta mi maquillaje, así que lo cambio. Ése es el poder de nuestra imagen en una superficie reflectante, ése es el poder del espejo en el tiempo. Y
valor simbólico; la imagen que contiene el espejo fotográfico es más que una simple imitación, es un segmento de la realidad que podrá ser revisitado en el futuro. Nos paramos frente al espejo para peinarnos, para maquillarnos, para rasurarnos, para construir esa imagen que queremos compartir con los demás, que queremos sea vista por los otros, para ver el reflejo que queremos ver de nosotros. “Esta blusa me gusta”. “Mi barba se ve bien así”. “Qué bueno que me corté el cabello”. Construimos nuestro ser a partir de una imagen externa. Se puede llegar a crear un banco de datos personales, un mapa individual que reconstruye el proceso de formación de la identidad. Pero, ¿qué sucede cuando ya no nos gusta lo que vemos? Mencionamos que la representación del ser humano en imágenes es el esfuerzo de decir algo de sí mismo, pero la imagen también puede ser un recordatorio de aquello que no queremos recordar. Es difícil pensar que una persona pase frente a la cámara para capturar un momento desagradable, o algo que prefiera mantener escondido. Pero aquí vemos la importancia de la representación como representación. El espejo fotográfico está en el tiempo. A diferencia de la imagen reflejada en el espejo, la que contiene la fotografía es fija. En nuestro afán por retener el momento, por hacer visible lo inmaterial, o por decir algo de nosotros para que otros lo perciban, hemos capturado un momento, hemos visibilizado lo invisible, o hemos dicho algo que ahora los otros pueden percibir.
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Para los tijuanenses la otredad no es simplemente ir“al otro lado” Roberto Castillo* A Mely Barragán y los Mofleros del Norte
Hablar y escribir sobre Tijuana es una trampa en la cual podemos caer fácilmente y, además, podríamos concluir repitiendo puros lugares comu nes diseñados por los sociólogos de la cultura, los investigadores sociales fronterizos o el Departamento de Turismo local: Tijuana como “el lugar de los encuentros”, “hibridación de las culturas”, “crisol de realidades”, “aquí empieza la patria”, “la ciudad más visitada del mundo”, “la esquina más norteña de toda América Latina”,“laboratorio del sincretismo cultural”, etcétera, etcétera. Para algunos, Tijuana es simplemente un sinónimo de anarquía pues, en un primer vistazo, parecería que la ciudad no tiene un orden o una estructura definida y, en ocasiones, parecen tener la razón. Tijuanarquía noes poseedora de una estructura bien organizada si partimos de los modelitos generalizados de lo que debe ser una ciudad cosmopolita. ¿Y qué tiene de malo? Yo miro a esta ciudad más bien como un laberinto (apropiándome aquí de las ideas de Lauro Zavala en su ensayo “La ciudad como laberinto”), pero no como un laberinto cualquiera, más bien como un laberinto rizomático, tan complejo como las redes neuronales en donde cualquier lugar puede ser el fin o el principio de nuestro recorrido físico y mental. Cualquier punto de la ciudad puede ser el final o el inicio de una aventura de experiencias porque Tijuana tiene la fortuna de estar construida por un conglomerado de lenguajes, visiones, men talidades, sabores, sonidos y lugares que pueden conectarse, o no, en cualquier punto del tiempo y el espacio. Si muchas de las actividades cotidianas ya han sido automatizadas, si los habituales recorridos pavlovianos ya están registrados mentalmente, si la cotidiana existencia se repite ad infinitum, las posibilidades azarosas, en cambio, nos juegan con sus dados y nos colocan pequeños trampolines para que salgamos de nuestra rutina enceguecedora. Sólo
* Escritor mexicalense.
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Yo soy el Moflemán
Yo soy el Moflemán, panza de aluminio, sonrisa de latón y piernas de escape; el que te sonríe afuera del taller y te invita pa’ que arregles el ruidajo de tu carro. Yo soy el Moflemán, el que te saluda en las esquinas con su traje metálico y sus colores chillantes; el monito de las formas curadas que se disfraza en el mes patrio, en jalouín y también en la Navidá. Yo soy el Moflemán, el que mira pasar la vida de los carros enfermos por las calles de la ciudad; curandero de los carros viejos; metálico pulmón que no hace nadita de ruido. Yo soy el Moflemán, forma material de los sueños de los maistros del soplete y las caguas bien heladas; producto del escape cromado, de los tubos aluminizados y la instalación del silencio. Yo soy el Moflemán, el que lucha con dignidad contra el desgaste del tiempo, el óxido y los amigos del moho; el que resiste la indiferencia, el paso de las estaciones y los golpes del olvido. Yo soy el Moflemán, el que aguanta en la intemperie los embates de la lluvia, el viento, el frío y los calorones; el que saluda a los niños, el que se cuida de los perros y lanza piropos a las colegialas. Yo soy el Moflemán, y soy más real que las estatuas de las avenidas y los parques de la ciudad; soy el guerrero silencioso
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es cuestión de estar alertas, estar atentos, porque esas pequeñas intro misiones, no premeditadas por el destino ni por las moiras, nos brindan la posibilidad de disfrutar y acercarnos a otras experiencias ni siquiera soñadas. Esto nos permite, por ejemplo, si vamos en camión desde Playas de Tijuana hasta el Mariano Matamoros, tener la dicha de recrear el viaje del héroe Ulises en vivo y en technicholor. ¿Qué podemos percibir en esa odisea tijuanera? Seguramente la diversidad arquitectónica, que va desde el estilo californiano hasta el posmodernista, desde la emergente hasta la narquitectura, es decir, nos da la posibilidad del disfrute visual. También podemos regodearnos con los suculentos platillos mexicanos y los españoles, la pizza y la hamburguesa, la comida china y los fish tacos, las tortas cubanas y el sushi. De igual manera podemos escuchar los lenguajes musicales de personas hablando chino o inglés, japonés o italiano, chilango y sinaloense; o escuchar música norteña y clásica, grupera y cumbia, world music y balada, rock y nortec. O las experiencias plásticas de pintores y grafiteros, videoastas y fotógrafos, o bien la diversidad de narrativas y poéticas, desde las decimonónicas hasta las más coloquiales. Esta sabrosa ensalada de expresiones nos permite la oportunidad de crecer en el respeto y en la tolerancia a pesar de que las instituciones se opongan a la diversidad cultural, mismos que, agarraditos de la mano a los medios masivos de información, pretenden homogeneizar nuestras visiones de la realidad y de las realidades a las cuales desean homologar como si fueran una sola, única, inmutable, imperecedera e inamovible verdad cultural. Cuando hablo de cultura me refiero a la cultura artística. ¿Cuál cultura artística? Pues me refiero tanto a la cultura elitista como a la promovida por los medios masivos de información y a la que denominamos cultura popular, puesto que las tres conviven pacíficamente y, a veces, a empujones y codazos. Lo que es indudable es que las tres se instalan en dos lugares: los espacios privados como instituciones y galerías, o en lugares públicos como la calle, las bardas, los yonkes, las casas particulares, los jardines y las cantinas. La cultura artística es, pues, un termómetro de la ciudad, una manera de mirar el mundo, y la singularidad de la cultura tijuanense está en su variedad, en la riqueza de expresiones, en la ricura de saberla vivir. Esto nos permite también la enorme posibilidad de que nuestra imaginación, nuestro pensamiento y nuestras percepciones, viajen por los recovecos de las estructuras mentales o suban, como ágil alpinista, por los hemisferios izquierdo y derecho de nuestro cerebro. Estas cualidades nos ayudan a mirar nuestro entorno como si fuera un calidoscopio, un “aleph” borgiano de múltiples sensaciones, lo cual nos ofrece las llaves para abrir las puertas de nuevas sensaciones, nuevas hipótesis, nuevos proyectos para vivir y soñar esta ciudad. El conocer y acercarse a las expresiones culturales de los
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creadores y las creadoras de manifestaciones artísticas en Tijuana, nos enfrentan a otras maneras de imaginar la ciudad, de pensar en soluciones posibles, sentir el pulso social, en comprender el abanico extendido de propuestas y armonías diferentes, de mirar los sueños y los deseos de los habitantes diurnos y nocturnos, de entender que Tijuana no es solamente cuatro puntos cardinales, o una región de ricos y pobres, o el lugar de migrantes y residentes, de sicarios y panistas bondadosos, prostitutas o reinas de la belleza, de buenos y malos, esa dicotomía establecida por las mentes unidimensionales y los medios masivos de información que sólo expresan frases como “Otra vez, Tijuana”. Hay que darnos cuenta de que esta ciudad es un libro, un enorme libro que puede ser leído de varias maneras, que puede ser interpretado de múltiples formas como si fuera una rayuela cortazariana, un librito de arena borgiano, infinito en sensaciones y conocimientos, a pesar de que los teóricos de la cultura sigan descalificando a Tijuana por considerar, desde sus esquemas cuadrados, de que esta ciudad no es poseedora de una cultura propia, una forma de pensamiento particular, una identidad original y única. No se trata, pues, de condenarnos porque hablamos y escribimos diferente al resto del país, de si con la misma tranquilidad y facilidad podemos utilizar palabras o expresiones del inglés, si matrimoniamos términos anglosajones con el español y decimos yonke y no deshuesadero, si decimos que el tubo liquea y no que gotea. Creo firmemente, que en la región fronteriza, y en particular aquí en Tijuana, se está gestando una cultura diferente al resto del país en cuanto que el pensamiento tijuanense es muy distinto en expresiones comunicativas, en manifestaciones artísticas, en mezclas musicales, en visiones de la realidad. Tijuana es un fractal, un holograma multisensorial. Tijuana es una fuerza centrífuga y centrípeta a la vez; una ciudad de movimiento continuo que construimos, destruimos y reconstruimos diariamente. ¿Por qué? Porque nuestras miradas, gustos, tactos, oídos y olfatos, registran nuestros pasos por Tijuana y en la soledad de nuestras camas, en compañía de la pareja, en las reuniones familiares, elaboramos una ciudad distinta cada noche, cada mañana. Y para finalizar, regresando a la idea inicial de Tijuana como un laberinto, entonces Teseo, ese personaje mitológico que muchas veces somos cada uno de nosotros, puede entrar al laberinto y luchar contra el monstruo de la inseguridad, la pobreza y el mundo monoaural, y con la ayuda del hilo del pensamiento de la bella Ariadna, podrá derrotar al Minotauro, ese personaje mediohumano que se ha posesionado de las instituciones ineficaces de nuestra sociedad, ese personaje medioanimal que se ha posesionado indebidamente del pensamiento creativo.Y
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en las colonias más lejanas y en las esquinas del barrio de la luz. Yo soy el Moflemán, el orgullo de los talleres donde los mofleros hacen sus vidas y las de sus familias también; donde el cotorreo, los chismes y las carrillas, son el pan de cada día. Yo soy el Moflemán, el hijo de los mofleros –escultores anónimos– y de la madre ociosidad; el hijo del soplete de la soldadura eléctrica, y de la autógena también. Yo soy el Moflemán, el guerrero orgulloso que se aguanta todos los baches, los topes y las carrillas; el general de Tijuana, líder del gran ejército metálico y silenciador de la ciudad. Yo soy el Moflemán, la mera neta, símbolo de los artesanos de la vida cotidiana; el ideal de la nueva escultura, el arte alternativo y también de la instalación. Yo soy el Moflemán, ese bato curado con la sonrisa de latón en el silencio de la calle; el del corazón en llamas que nada pide y no molesta a nadie. Y porque trabajo con fuego, metal, y mucha paciencia todo lo remediable, y a veces lo imposible, por eso me llaman, pero eso me dicen: el Moflemán.
Roberto Castillo
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Biblioteca breve Horst Matthai Quelle
Textos filosóficos (1989-1999), Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 2002, 427 pp.
Un total de 18 textos entre artículos, ponencias y ensayos, integran el libro póstumo Textos filosóficos (1989-1999) que la Universidad Autónoma de Baja California preparó como homenaje a la memoria del filósofo Horst Matthai Quelle (Hannover, Alemania, 1912-Tijuana, México, 1999).Este libro es, además, una buena oportunidad para adentrarse en el pensamiento de este filósofo de origen alemán que llegó a nuestro país en 1936 y a Tijuana en 1982, y en donde participó en el fortalecimiento de la Escuela de Humanidades de la uabc. El libro incluye, además, una serie de aforismos y apotegmas recopilados por Heriberto Yépez, una semblanza biográfica preparada por Gabriel Trujillo Muñoz, y una entrevista realizada por Xóchitl Zambrano. La presentación estuvo a cargo de Heriberto Yépez.
Jorge Ortega,
Bitácora del nativo, Universidad Autónoma de Baja California-Plaza y Valdés,
México, 2002, 155 pp.
A la lista de publicaciones y premios obtenidos en años recientes, Jorge Ortega suma ahora un poemario más a su creciente bibliografía personal. Bitácora del nativo es un libro en el cual el autor emprende el recorrido por los resquicios y coordenadas de la memoria, mas no con el ilusorio propósito de recobrar el pasado, sino para ahondar en el itinerario de las vivencias y los desplazamientos habituales. Un libro en que se leen textos como los siguientes: “El corazón es un pájaro ansioso en la jaula del cuerpo. Su pulso delata una fuerza centrífuga llevada a los extremos, un acto decisivo prolongado hacia el abismo: salto a los espacios insondables”.
Eduardo Arellano Elías,
Estado de sitio. Ensayos (y otros asaltos)
sobre literatura y arte, Universidad Autónoma de Baja California- Plaza y Val-
dés, México, 2002, 221 pp.
El poeta Eduardo Arellano Elías recoge en este libro varios de los ensayos, artículos y reseñas que había venido publicando con cierta regularidad en revistas, suplementos culturales y periódicos. No es una mera recopilación de textos, sino una colección en la que el autor pone sitio a los temas que son parte de sus reflexiones habituales. Su interés personal está centrado en los temas de la literatura y las artes plásticas, así como en sus relaciones y en sus intercambios. Un libro escrito con el estilo de quien sopesa el valor de cada palabra pronunciada.
Gabriel Trujillo Muñoz,
Entrecruzamientos. La cultura bajacaliforniana, sus autores y sus obras, Universidad Autónoma de Baja California-Plaza y Valdés, México, 2002, 399 pp.
Este libro es un recorrido amplio, minucioso, exhaustivo y bien informado por los autores y las diversas obras que han configurado el rostro de la cultura bajacaliforniana de los últimos años. Su publicación nos permitirá valorar con detalle las diferentes propuestas, aportaciones y movimientos de mayor trascendencia que han articulado la cultura de esta parte del país.
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Próximamente a la venta el libro
La energía eléctrica en Baja California y el futuro de las renovables: Una
de Ana
visión multidisciplinaria
Luz Quintanilla Montoya y David W. Fischer Ana Luz Quintanilla Montoya David W. Fischer
La energía eléctrica en Baja California y el futuro de las renovables Una visión multidisciplinaria
Universidad Autónoma de Baja California
el
libro tiene como objetivo comentar sobre aquellos recursos que se presentan como una posible solución a la demanda de energía eléctrica en la península de Baja California. Asimismo, incluye los comentarios de algunos expertos en el área de energía que están
convencidos de que el uso de las fuentes renovables de energía se presentan como un futuro promisorio para la región debido a ciertas consideraciones que son explicadas en esta publicación.
Informes y ventas: Departamento de Editorial uabc, av. Reforma 1375, Nueva, C.P. 21100, Mexicali, B.C., tel. (686) 552-1056. octubre-dicIEMBRE de 2002
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