Yubai No. 21

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Bqu Gfforma: Nucótra fliotcria

(Coedición SEP-UABC)

Baja California. Comenlariospolílicos [ñ tlñ ! ü

Peúne las reflexiones de este hombre que es, hasta la fecha, un personaje alrededor del cual surgen las más acaloradas discusiones y controversias.

Inforrne sobrc el Distrito

Baja CaliÍotnia

tste infomrc es un análisis muy preciso de los problemas económicos y pollticos del distrito con propuestas p¡ácticas para solucionados.

Del Grijalvo al Colotodo. Recuerdos y vivencias de un político

A esctibir Del Grijalva al Colorado, su autor, Milton Castellanos Everardo, narra sus experiencias dentro de la polltica en su estado natal -Chiapas- y en el que ha sido durante los últimos cuarenta aios su lugar de residencia: Baja California.

El otro México. Biogralía de Bdja CaliÍ0rnia

Zmando Jordán vino a esta tiena y escribió este ]ibro estr€mecedor col1 el cual redescubrió su existencia al resto de la Íación. La revolución del desierto. B qj a Califoñiq, 19t I

auror sigue paso a paso las acoiones que dieron origeí a Ia poléñica sobre el filibusterismo en Baja C¿liforni¿.

Memoria adrninislrativa del gobierno del Distrilo Norte ¿le la Baj a CaliÍomia 1924 1927 ñ -rñ

/a me oria administrativa es un documento interesante en Ia histor¡a de Baja Califomia. A la l¿cha es el único texto en la región que sintetiza la actuación y las perspectivas de un periodo de gobiemo-

Es difícil entrar a un año sin luchar contrala inercia.

autores. Detrás de trabaio que mismas que se los mecanism a, descripción de Itura popular, representación

En Reuista Uniuersitaria llevamos cinco años consecutivosde trabajo y aprendizaje, conceptos que dentro de la labor editorial se funden y compenetran. Llegar a la edición 21 es suficienle pan entender que han sido muchas ias experiencias aprendidas, los avances y retrocesos. Movimiento que otorgavitaiidad para seguir adelante. A L n este papel que :l esfuerzo de sus ;, existieron horas ocupa ahora sus abra o imagen, diálogo evoca dramatúrgica d ástica, crítica o creaciónliteraria. Es decir, ímpetu generador de visiones.

A Con Yubai, no pretendemos encontrar elhilo negro en las artes y las humanidades, sino simplemente ser un mostrador de las manifestaciones de aquéllos que se han acercado a nosotros y que toman p0c0 a poco su iugar en cada edición.A Y aquí estamos, con 0tr0 ejemplar más que, de nueva cuenta, invita a ser 1eído. A

Lic. Luis Javier Garavito Elías Rector

M,C. Roberto de Jesús Verdugo Díaz

Secretario general

M.C. Juan José Sevilla García

Viceúectoa zolla costa

C.P. Víctor Manuel Alcántar Enríquez

Di¡ector geneaal de Exte¡sión Universitaaia

Revrsta Univemitada

COORDINACIÓN GENERAL

Luz Me¡cedes López Barrera

EDITOR LITERARIO

Luis Enrique Medina Gómez

DISEÑO EDITORIAL

José Guadalupe Durán Asce¡cio

CAPTURA Y FORMACIóN

Virginia Sarabia Elizarrarás

Yubai,,i

EDITORA RESPONSABLE

Rosa María Espinoza Calindo

CONSEJO EDITORIAL UABC

Horst Matthai, Escuela de Hürnanidades; Jorge Marlnez Zepeda, Instituto de Investigaciones Históricas; Raúl Navejas, Instituto de Investigaciones de Geog¡afía e Historia; Sergio Gómez Monte¡o, Unive¡sidad Pedagógica Nacio¡al

COMITÉ EDITORIAL

Sergio Rommel Alfonso Guzmá¡, Aidé G jalva, Gabriel Trujillo, Roberto Castillo Udiarte, Regina Swain

ASESORES DE ARTE

Rübén García Benavides, Édgar Meraz, Héctor Algrávez y Carlos Coronado Ortega (Mexicali); Manuel Boiórkez y fr¿.¡r. isi.r Chircz Corrugcdo rTijurna,: Álrrr" Bldncane J Floridalma Alfonzo (Tecate); Alfonso Cardona (Ensenad¿)-

yxb.ri Año 6, número 21, enero-maüo de 1998. Revíst¿ lirnestral publicada por la Uüiversidad Autóno¡na de Baja C ifornia. Los a'tículos firmados son responsabilidad de su ¡ulor. Se autoriza la reproducción total o pa¡cial de Ios Dateriales publicados siemprc y cuañdo se cite lxfuente. Cefificado de lic itud de títu lo núnrero7,132. Cerliiicado de Iicitud de contenido núm. 5346. Reserv¡ dc {ítulo d(r Dcrecho de Autor núm. 28a6 93.Tiraje I 500 eje,nplares. Impresión: Imparcolor, Mina y Felipe Salido número 25, C.P. 83000. lel (62) l7-10-40, Fax (62) 17-zl0- 15, Ilemrosillo, Sonora. Correspondencra: R(.,i:ttu Unirersiturid, Coordinacjón generrl uAIrc-Rectoría, Av. Obregón y Julián Carrillo s/n Mexrcali, B.C., 21100, tels. (65) 52 90 36, y 54 24'92, exts. 3274 y 3216. Dirccción electrónica: revista@info.rec.uabc.mx

RUTA DE PASO

Apuntes y notas sobre la historia del estado de Baja California

Artesanías indígenas

ESPEJO DE AGUA

Baja Califurnia en la memoriq de Matilde Londeta

Cinco para las cinco

Norberto Corella Torres

Yolanda Sánchez Ogaz

Gabriel tujillo Muñoz

30 u Bárbara Colio

OBRA PLASTICA

Con los comentarios de Felipe Erenhberg y Sergio A.Búrquel

MANANTIAL DE VOCES

AFLUENCIAS

LETRAS PRIMAS

CAUCES

Rodrigo Muñoz

Alicia Montañez, Alejandra Rioseco, Jorge Ortega, Rocío Robles

Rafael Arriaga, Hernán Gutiérrez Bernal

Adelina Di Bella Murillo

Olga Angulo, Adriana Sing, Jorge Ortega, Juan Carlos Cervantes Wence, Sergio Rommel Alfonso Guzmán

Fotógrafos e ilustradores: Karla Mora, Cuauhtémoc Rodríguez piña, Luis Enrique Medina

Ilustraciones de índice, portada y contraportada: Siempre Dolores,Marlon Brqndo,pedro Armendtiriz,y Dios creó d l.lmajer, Añoran¿as, serigrafías y pintura (respectiyamente) de Rodrigo Muñoz, fotografías de Luis Enrique Medina.

§OBRE I.A HI§TORTA DEt E§TADO DE Beiio Csliforniei

Norberto Corella Torres*

Fologra[ias: Archivo del Museo Unirersilario

+Ls.uela de Ci¿h.ias Socidler I Políti¿os, ttAuf:, Mcticoli

/,

uur¡u"r"¡dad Autónoma de Baja Catifomia ha publicado textos muy valiosos en su colección de libros Baja Califomia: Nuestra Historia.

Una de esas obras, cuyo título es raja California. Comenfarios políticos, escrita por Braulio Maldonado, quien f'uera el primer gobemador constituciolal del estado, cuenta con un excelente prólogo de Gabriel Tmjillo Muñoz, uno de los exponentes más fértiles de Ia literatura de la región. cuyo trabajo es acucioso ¡ cerlero. Motivado por el contenido de dicho texto, este ensayo fue elabo¡ado con el propósito de olrecer algunos datos sobre la vida política de la entidad en los años de 1953 a 1959. Buena parte de la información se obtuvo de una investigación en la que nos tocó participar, y que por cierto quedó inconclusa, acerca de la gestión de los gobemadores de Baja Califomia de 1953 a 1982. Es importante resaltar que constituye un obstáculo para los interesados en la historia de Baja California, el hecho de que no siempre las fuentes están a la mano, al menos eso ocur¡e en Mexicali, en donde fue escrito este trabajo. También es un escollo la escasez de material bibliográfico, porque es muy poco lo que hay publicado y casi todo tiene el sello de la Universidad Autónoma de Baja California.

Antecedentes históricos

La peninsula de Baia Califomia Íiie, durante mucho tiempo. un lugar alejado del centro ) casi désconocido. Su desarrollo era incipiente y las decisiones políticas más importantes se tomaban en la ciudad de México.

Poco después de Ia guerra en los Estados Unidos, la península tuvo la categoría política de territorio, dividido en dos partidos: el Sur y el Norte. La capital estatal en La Paz.

El 1 de enero de 1888, el territorio de Baja California, que ocupaba toda la península, fue dividido para su mejor gobiemo en los distritos Norte y Sur. EI mundo de dichos distritos fue confiado a gobemantes que eran, a la vez, jefes políticos y comandantes militares.

La capital del Distrito Norte de la Baja California era Ensenada.

Durante la gestión de los gobernadores Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, para ser precisos el 7 de febrero de 1931, se publicó el decreto que dio lugar a los territorios Norte y Sur de Baja Califbmia, con la misma extensión y límites de los distritos Norte y Sur; esto como respuesta a la iniciativa de ley que el entonces presidente de México, Adolfo de la Huerta, enviara al Congreso de Ia Unión en 1920, para legislar en este sentido.

Vida política del territorio

EI desarrollo del estado de Baja California ha sido más bien lento. En buena medida debido a su alejamiento con respecto al centro del país y a la falta de agua. Su población era escasa, tanto, que antes de la década de los años cincuenta de este siglo, su población no llegaba a los 200 000 habitantes.

l'anto durante la época del territorio, como cuando fue distrito, las autonomías politica y adminishativa fueron limitadas. El gobemador se nombraba en la capital del país y la administración pública se regía por las leyes y reglamentos del Distrito Federal. No existían los avuntamienros. que se suprimieron desde 1917, al refoÁarse la Ley orgánica del Distrito Federal, quedando éstos como simples delegados de gobiemo, como aún funcionan en la ciudad de México.

Además, el gobernador no sólo era nombrado en la capital del país, sino que la mayoría de las veces e¡a un

residente de aquella región, al igual que la casi totalidad de sus colaborado¡es. Los servicios que se prestaban eran precarios y para algunas personas, la falta de autonomía admilistrativa obstaculizó la buena marcha de la prestación de se¡vicios.

Como un dato adicional vale decir que la vida política en Ia región era incipiente, aunque existían algunos grupos destacados como el Comité Pro Estado de Baja Califomia, la Coalición Nacional Revolucionaria y Acción Civica Bajacaliforniana. Posteriormente se fundó la Fede¡ación de Colonias Proletarias, que se convirtió después en un miembro importante de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (cNoP) del PRI. Dicha federación fue fundada el l5 dejulio de 1950 por Braulio Maldonado, y participaron en ella, entre otros, Francisco Dueñas y Raúl Lozano Villarreal, ambos médicos, y el abogado Rodolfo Sosa y Silva.

La creación del estado de Baja California

En este contexto de lejanía y abandono, pero con una evidente bonanza económica, desde los años cuarenta varios grupos de ciudadanos se organizaron para

promover la creación del estado de Baja Califomia, como los ya citados con anterioridad. En 1948 ya había representaciones en Ias cuatro ciudades, ¡, mediante la argumentación de que ya se contaba con Ia población señalada por la Corartitución, cor, los recursos naturales y económicos necesarios, con una agricultura próspera, una industria prometedora y una pesca creciente, se Iogró la tan ansiada decisión.

El anhelo de los bajacalifomianos por lograr el reconocimiento como un estado de la federación, se vio cristatizado el I de septiembre de 1951, cuando al rendir su v lnforme de Gobiemo, el presidente Miguel Alemán Valdés declaró que el Territorio Noñe de Baja Califomia se encontraba preparado p¿ra convertise en el estado 29. Posteriormente, el l6 de enero del año siguiente y mediante decreto presidencial, se reformaron los aI1ículos 43 y 45 constitucionales, que dieron lugar a la creación del estado de Baja Califomia.

Habría que agregar, para complementar Ia información, que el Congreso de la Unión aprobó esta reforma el 3l de diciembre de 1951 y se publicó en el Diario oficial de lafederación, el l6 de enero de 1952.

La decisión del presidente Alemán se fundamentó en que la región había alcanzado la madurez económica y social necesaria para dejar de depender del Distrito Federal. A partir del reparto agrario de 193?, del fraccioramiento de tierras de la Colorado River Land Company, y las obras realizadas sobre todo por los presidentes Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán, el Territorio Norte de Baja Calilornia habia tenido un impresionanre ar ance económico, reconocido por el mismo Miguel Atemán en la exposición de motivos del mencionado decreto.

Los primeros pasos

La transición de territorio a estado libre y soberano se dio de la siguiente manera: El21 de noviembre de 1952, mediante otro decreto presidencial, se dispuso que el Senado de la República, a propuesta de una tema por parte del ejecutivo federal, nombrara a un gobemador provisional, quien se encargaría de convoca¡ a Ias elecciones, primero para integrar un Congreso Constituyente encargado de elaborar la Constitución polít¡cq. d,el nuevo estado. Una vez aprobada ésta, se lanzaría una convocatoda para.elegir al primer gobemador constitucional. El nombramiento recayó en Alfonso García González, hasta ese momento gobemador del Territorio Norte de Baja California. Como fue establecido, el gobemador provisionai vigiló la integración y elección de los miembros del Congreso Constituyente, y una vez promulgada la nueva Consfitución el l5 de agosto de 1953, se fijó el 25 de octubre de ese año para las elecciones de gobernador y de los siete integrantes de la t Legislatura del Estado, las cuales se desarollaron sin ningún contratiempo. Braulio Maldonado Sández. candidaro del pRl. [ue electo como primer

gobernador constitucional del estado de Baja Califo¡nia. En aquella ocasión también contendió Francisco Cañedo, en representación del paN, así como Ia Federación de Panido. del Prreblo Mcricano. culo candjdato fue Maurilio Magallón Vargas.

El resultado de la votación fue: PRI 61 028 votos; pAN 4 916, y la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano 1556.

La creación del nuevo estado respondió a los deseos dc muchos cir¡dadanos de tener una injerencia mayor cn la vida cívica de la entidad. Quienes Iucharon por eilo, busca¡on vincular más a la autoridad con el pueblo. Las administraciones anteriores, pese a los esfuerzos de quienes la dirigieron. se percibieron siempre como distantes por el centralismo tan evidente que implicaba. La creación del estado 29 obligó a que se modificaran las actitudes de la sociedad hacia la gestión gubernamental. No olvidemos que durante la vida del teüitorio, los ciudadanos sólo tuvieron la oportunidad de participar

cada seis años en elecciones presidenciales y cada tres años en las del único diputado federal. Pero a partir de la nueva realidad la situación cambió.

En los dos primeros años se efectuaron cuatro elecciones: primero la de un Congreso Constituyente; después la del primer gobernador y la primera Iegislatura Iocal, y posteriormente se eligieron a Ios primeros ayuntamientos y senadores por el estado; es decir, se propició la participación política en riveles no acostumbrados. Sucedió también que los ciudadanos se tuvieron que acostumbrar a hatar con un nuevo tipo de autoridad. Ello fue más evidente en Mexicali con el primer a,,untamiento, ya que anteriormente los habitantes de Ia capital

arreglaban todos sus asuntos en el Palacio de Gobiemo, y Ia dualidad de conjuntos administrativos propició que algunas personas se sintietan molestas o al menos confusas.

Braulio Maldonado: todo un personaje

Originario de San José del Cabo, Baja Califomia Sur, y de extracción humilde, Braulio Maldonado fue un Iuchador social comprometido con las clases populares. De acuerdo con los testimonios ofrecidos por él mismo, su vida, por demás azarosa, estuvo plena de experiencias politicas. Braulio fue Iíder campesrno, varias reces diputado federal y hasta diigente del Partido Socialista de las lzquierdas, que en 1934 postuló al general Adalberto Tejada como candidato a la presidencia de la república, en contra del general Lázaro Cárdenas, quien fue el triunfador de esos comicios.

¿Cómo ltegó Braulio a ser gobemador? Fl mismo confiesa, en str libro Bajo Cahfornia. C()mentqrios políticos, que fue designado candidato del Partido Revolucionario Institucional por su amigo, el entonces presidente de la república, Adolfo Ruiz Cortines. A pesar de esta confesión. la decisión a su favor no fue una mera casualidad. Para muchos, por sus antecedentes políticos, era el candidato natural al cargo. Habia sido diputado fede¡al en tres ocasiones y hasta líder de la Cámara de Diputados. Además, Braulio, como se le conocía, tenia presencia política en la región, ya que el general Juan Felipe Rico Islas, cuando fue gobemador, Io había designado delegado de gobiemo de Ensenada.

Se dice que su carácter abierto, sencillo y populachero Ie benefició, pese a que algunos testigos de la época recuerden que se especulaba que no era el preferido del entonces

gobernador del Territorio Norte, Alfonso García González, ni del coronel Rodolfo Sánchez Taboada, a la sazón presidente del Comité Ejecutivo Nacional del ptl.

Por ello, fue definitivo el que su carrera política fuera más larga y consolidada que la de otros aspirantes como Leopoldo Verdugo, Alfredo Araiza y Emesto Escandón, miembros los ftes de Acción Cívica Bajacaliforniana, un grupo politico local importante.

Hubo tres aspirantes al cargo, como el general Adalberto Rodríguez y el mismo Alfonso García

González, pero ambos ya habían sido gobemadores e, incluso, Rodríguez, presidente de México.

Otras elecciones y la gestión de gobierno

A principios del año de 1954 se llevaron a cabo las elecciones de los inlegrantes de Ios primeros ayuntamientos, El de Mexicali estuvo encabezado por Rodolfo Escamilla. un comerciante que previamenre habría sido tesorero de la campaña de Braulio Maldonado. En Tijuana el elegido fue e1médico Gustavo Aubanel Vallejo; en Ensenada, David Ojeda; y en Tecate, Euftasio Santana. El mismo Braulio Maldonado confiesa que hubo que dotarlos de todo tipo de recursos porque las carencias eran muchas. Los inicios fueron penosos, sobre todo en Mexicali, en donde no se contaba nicon edificio propio para la gesrión I administra-

se hicieron mediante un crédito obtenido gracias a las buenas ¡elaciones tanto de Escamilla como de uno de los regidores. Postedormente se les entregó el edificio que durante muchos años fue el Palacio Municipal y que ahora hospeda al Juzgado de Distrito, ubicado poi la avenida Reforma de esa ciudad.

La administración gubemamental de Braulio Maldonado debe ser considerada como pionera. 1a que le tocó crear dependecias que asumieron funciones que anles ejercian en el Distrito Federal.

Las oficinas que 1a existian se reorganizaron para estar a la altura de las nuevas circunstancias. La administración de B¡aulio Maldonado tuvo algunas particularidades dignas de comentar. Una es el hecho de que el gobernador permanecía el menor tiempo posible en su despacho. Gustaba de hacer recorridos por las colonias y ejidos y resolver los ción municipal.

Resulta ilustrativo, para comprender lo precario de Ia situación, que el ayuntamiento de Mexicali despachó primero en un Iocal prestado por la Cámara de Comercio, y las primeras adquisiciones

problemas en el lugar de Ios hechos. Esto concuerda con sus antecedentes dc luchador social y líder campesino, características que nunca abandonó en aras de la eficiencia. Pero con ella se generaron otros ptoblemas, pues sus ausencias fueron cubiertas por sus colaboradores inmediatos. quienes carecían de 1a visión de conjunto de quien ejerce el cargo de gobernador y fueron incapaces de trascende¡ sus intereses. Los

colaboradores de más confianza del gobemador fueron Eduardo Tonella, primero secretario particular y, posteriormente, director de Promoción Industrial; Rafael Moreno Henríquez, secretario general; y Alberto Bustamante, tesorero.

La tradición del sistema político mexicano señala que cada gobenador es responsable de los sucesos políticos que ocurren en su estado. En el caso de Baja California, la experiencia política de B¡aulio le permitió tener la injerencia posible en la designación de candidatos y directivos del Partido Revolucionado lnstitucional a nivel estatal, con algunas excepciones, también propias del sistema político mexicano, en las que el gobernador tiene que conciliar intereses. Así, fueron senadores por el periodo 1953-1958, Leopoldo Verdugo, con Jesús Montaño de suplente, y el coronel Esteban Cantú, con Manuel Quiroz como suplente. Como diputados federales estuvieron Francisco Benitez (1953-1955), qujen sustituyó a Braulio Maldonado cuando fue electo gobernador de Baja Califomia, Aurora Jiménez de Palacios y Ricardo Alzalde (1955-1958). Los segundos ayuntamientos estuvieron encabezados por Raúl Tiznado en Mexicali, Manuel Quiroz en Tijuana, el doctor Santos B. Cota en Ensenada y Tecate por Armando Aguilar Avilés.

Otro aspecto importante de esa época fue que los nexos del gobemador con Ios asuntos campesinos se evidenciaron, como en el caso del líder Alfonso Garzón, quien protegido por Braulio, lundó su propio grupo de ejidatarios denominado Liga Agraria Estatal, que pertenece a la ahora llamada Central Campesina Independiente (ccr. Los diarios de la época como Crónica índependiente y Nuevo mundo, dan cuenta de Ias diversas actividades de Alfonso Garzón, promotor de la citada organización. Además, el primero de esos diarios publicó una columna firmada por el periodista Mario Novoa, en la que se acusaba ai gobemador de proteger a Gregorio Hernández y a "otros agitadores en su labo¡ de división del campesino de Baja Califomia".

En 1958, ante la cercanía de la designación del candidato a gobemador, la prensa, haciendo eco de la inquietud natural que se presenta en estos casos, empezó a señalar con posibilidades de obtener Ia candidatura por parte del PRI, a Leopoldo Verdugo, al general José María Tapia, a Eufrasio Santana, Wulfrano Ruiz, Gustavo Aubanel, Guilebaldo Silva Cota, Manuel Medina, tgnacio Gavaldón y Eligio Esquivel. Durante los primeros meses hubo movilizaciones importantes en favor de Leopoldo Verdugo y hasta se fomaron comités de apoyo y se hicieron las gestiones ante los directivos del partido oficial.

Después de los procedimientos acostumbrados de auscultación en los que se analizaron más de 52 casos, se determinó que entre otras personas que podían ocupar el cargo estaban Leopoldo Verdugo, Manuel Quiroz e Ignacio Gavaldón -con ciertos apoyos externos Es importante señalar que el ingeniero Esquivel fue uno de los precandidatos

a senador (periodo 1958-1964) avalado por Braulio, junto con el general Tapia.

La inseguridad en el estado

medidas de seguridad. La lectura de sus libros refleja

Como pafie de la tradición oral del estado, se dice que en esta época había cierto sentimiento de inseguridad en la a so-ciedad. La mayorÍa de las personas con las que he conversado y que recuerdan los tiempos de Braulio, salvo los que políticamente se beneficiaron, afirman que hubo excesos del uso de la fuerza pública. A 40 años de distancia, resulta difíciI poder reunir suficientes elementos para que esta afirmació11 sea contundente. Lo que es más fácil de explicar es que el gobemador aparentaba tener cierto delirio de persecución, lo que lo llevó a exagerar en las este rasgo de carácter- Por otro [ado. el gobemador tuvo un ayudante de nombre José María, y el genérico de "Chemita" se aplicó a toda la escolta del gobemador y se asoció con narraciones sobre agresiones a la pobtación. En esa época hubo dos periodistas asesinados.

Según el periodista Carlos Ortega, autor del Libro Democracia dirigida con ametralladoras, basado en testimonios de la época, la mala acruación de algunos funcionarios provocó el descontento de la población, 1o que favoreció el crecimiento de simpatizantes del Partido Acción Nacional. El mismo autor habla de la ¡epresión en contra de los actos públicos de esa agrupación a partir del I4 de diciembre de 1958, cuando fue

disuelto un mitin en Tijuana por la policÍa y los bomberos. Los hechos violentos duraron hasta agosto de 1959, después del último recuento de las elecciones.

Según testimonio de Juan Montoya, antiguo militante del lAN, y persona a la que se hace mención en el libro, la represión y torhrra fueron veridicas. Éste fue detenido después de las elecciones y torturado para que denunciara a los autores de unos atentados dinamiteros. A otras personas se les hizo declarar ace¡ca de un supuesto acopio de armas de Ios panistas, que incluía un submarino atómico. La represión no sólo alcanzó a los candidatos y militantes del Partido Acción Nacional, sino también a los partidarios de Leopoldo Verdugo, uno de los personajes que disputaron la candidatura a gobemador en el proceso intemo del PRr.

En relación con estos actos d€ agresión, es impofante señalar que hay versiones encontradas que señalan a diferentes responsables. Para algunas personas fue el gobemador saliente quien tomó la decisión, mientras que para otras personas fue responsabilidad del general Hermenegildo Cuenca Díaz. comandante de la zona militar y del propio Eligio Esquivel, el candidato del pRr a gobemador del esrado de Baja Califomia.

Por último, cabe señala¡ que ante el dtmo de crecimiento de la población de Baja Califomia, es ineludible redoblar los esfuerzos para difu ndir nuestra historia regional. Las jóvenes generaciones de bajacalifomianos necesitan la información de su pasado para reafirmar su identidad.

Es necesario rescatar la obra de los funcionarios que le dieron vida y forma a lo que hoy es el estado de Baja Califomia. Sólo mediante el estudio de nuestro pasado, podremos entender las particularidades de la vida de esta región.

r"tesanías

I¡gDiGtr I\,{s

Yolanda Sánchez Ogas*

Ilustraoiones tomadas de American lndian Design ^nd Decoration; Leroy H. App¡etoD, Ediciones Dover,

i algunos grupos de mujeres en la sociedad actual, con su esfuerzo han togrado penetrar a espacios que les permiten una vida económicamente estable y segura, esto no ocurre en las comunidades indígenas nativas. Si bien es c¡erto que esto es consecuencia de la marginación general a que estan sometidos los grupos indígenas, también es cierto que las mujeres sigúen cargando con todo un bagaje de inequidad e injusticias.

En comunidades carentes de fuentes de trabajo, donde los homl¡res tienen que salir a trabajar en los ranchos cercanos, las mujeres son las que llevan la responsabilidad de atender a la familia, cuidar de los animales, acarrear la leña y otras labores de recolección pero, sobre todo, transmitir los elementos culturales a las nuevas generaciones.

Sobre sus espaldas llevan toda una historia de abusos no sólo por parte de los hombres de cada grupo, sino por gente de afuera. Personas de inst¡tuciones que tienen algo que ver con las comunidades, quienes lejos de truscar la solución de los problemas que aquejan a los grupos marginados y en especial a los indígenas, dividen y ahondan las diferencias al interior de los grupos.

* Prclesara e historiadora, lnst¡tuta de Servicios Educativos y Pedagógicos, Mexical¡.

Estas mujeres, la mayoría de ellas dedicadas a producir artesanías, sufren para encontrar mercado a sus objetos, y cuando Io encuentran, es mai pagado, porque poca gente entiende el valor cultural que tiene una artesanía, que es ventana que nos permite comprender y visualizar la conexión integral entre los elementos naturales, sociales y simbólicos de un grupo indígena. Cada pieza es elaborada con las manos de una artesana, quien pone en juego, además de técnicas tradicionales, su propia visión del mundo; es decir. refleja l¿ rel¿ción hombre-natu raleza-cu ltura.

En Baja California ex¡sten cinco etnias: kumiai, pai pai, cucapá, cochimÍ y kiliwa; cuatro de ellas se encuentran en el municipio de Ensenada y la cucapá en el de l,'texicali. 5ólo en tres comunidades se trabajan artesanías de chaquira, cofteza de árbol, madera, barro y fibra. Las muieres son quienes convieften los elementos naturales en objetos que, si alguna vez fueron utilitarios, ahora son artesanías que adq uieren pocas personas, sólo aquéllas que gustan de lo típico y tradicional.

Las mujeres pai pai de Santa Catarina, por ejemplo, elaboran artesanías en barro; cada vasija es fruto del esfuerzo, sobre todo considerando que el proceso se realiza individualmente. Hacer una vasija implica conse6uir el barro en bancos alejados de la comunidad (a donde las mujeres muchas veces

van caminando, porque carecen de vehículos para hacerlo). Luego deben moler varias veces el barro en el metate, colarlo, amasarlo, dejar reposar el lodo y empezar a hacer la vasija. Después de hacer la tortilla que servirá de base, se van agregando tiras de barro y aplanando hasta dar la forma y el t¿mdño qUe sp deseen. Po.teriormente, sigue la parte del proceso que c¡erra el ciclo de la elaboración de las vasijas: quemarlas.

Una vez que se han dejado secar las ollas dos o tres días, se meten seis o siete de ellas a un horno cavado en la tierra, se cubren con troncos de palmilla y se dejan quemando toda Ia noche. Por la mañana se sabrá s¡ la actividad tuvo éxito (ya que es probable que por las condiciones del clima hayan sufrido daños irreparables. Sólo cuando se sacan de entre las cenizas y se enfrían, podrá saberse s¡ se encuentran listas para la venta).

Entonces empieza el problema mayor: cdmo y dónde venderlas. El primer obst iculo es el medio para transportarlas. Santa Catar¡na se encuentra en el kilómetro 92 de la carretera San Felipe-Ensenada, 8 km al norte de dicho camino por un sendero de terracería. Esa situac¡ón propic¡a que acudan a la comuniddd algunos comercia ntes mexicanos y extranjeros que adquieren los productos a precios muy bajos.

En la misma situación están las artesanas kum¡ai, de San José de la Zowa, localizado entre cerros, a 16 km al norte del ejido El Porvenir, en el valle de Cuadalupe. Las mujeres elaboran cestos de junco y de rama de sauce. Si bien es cieno que eslo\ matpri¿les no les cuestan porque las plantas

JAOE MASK, AZTEC

La activ¡dad artesanal, Pese a los graves problemas de mercado que enfrenta, está íruy lejos de desaparecer, al contra¡io, se encüeñlraen ptoceso permanente de adaptación a las condiciones de vida actual

crecen en los arroyos, el proceso de elaboración del cesto es complejo y lento, especialmente los jilú y sawil, hechos de junco. El shikui, hecho de rama de sauce, es más fácil de teier, pero es también de menor valor en el mercado. Durante los días de Luna llena se arrancan las ramas del junco, se deja secar durante un mes, después se corta en tiras- Para usarlo se pone a remojar y se inic¡a el tejido utilizando la técnica de enrollado circular o espiral. A partir de un centro, la artesana dará la forma y tamaño que su creatividad permita. Los mazos de junco se van atando con una tira delgada de ese m¡smo material; tras cada puntada se ¡ntroduce el junco que amarra con tal firmeza, que las canastas pueden contener aSUa sin que se derrame. Sin embargo, el prec¡o que un comprador estií d¡spuesto a pagar, nunca es equivalente a lo laborioso del proceso de el¿bor¿ción de loc cestos.

Las mujeres artesanas que tienen mayores problemas en cuanto a la venta de sus artesanías son las cucapá. Ellas viven en la comunidad El Mayor lndígena Cucapá, en el municipio de Mexicali. Tradicionalmente han elaborado objetos de chaquira. Antes sus cuentas eran de piedra o de concha; después de la llegada de los españoles al río Colorado en 1540, iniciaron el uso de chaquira de vidrio. Esta tradición resurgió con fuerza en 1975, a partir de un programa de apoyo a la comunidad, que recibió algunos

kilogramos de chaquira. La señora lnocencia Conzález Sa¡nz y otras mujeres mayores, se dieron a la tarea de recuperar ese aspecto de su cultüra y transmit¡rlo a otras mujeres jóvenes.

Actualmente elaboran capas, pectorales. braz¿leles, coll¿res, cintos, bolsas, aretes y otros objetos. La chaquira es producto de importación, motivo por el cual tiene un costo elevado, aparejado con la baja del valor del peso. Si se compra en Mexicali, al menudeo? su valor es muy alto. Para comprarlo por kilogramos es necesario acudir a comercios extranjeros o al Distrito Federal. Al costo se suma el trabajo sumamente laborioso que s¡gnifica ensartar cuenta por cuenta con un hilo muy fino. Este esfuerzo tiene como consecuencia la fatiga; después de una hora de realizar ese trabajo se siente dolor de cabeza y con el t¡empo se va perdiendo la vista.

Para elaborar una capa se requiere de un tiempo aproximado de tres meses, tejiendo alrededor de ocho a diez horas. En Ia comunidad, la única persona que elabora capas es la señora lnocencia Conzález; otras mujeres prefieren hacer obietos más senc¡llos y consecuentemente más baratos para poderlos vender con mayor facilidad. La comunidad cucapá cuenta con un museo comunitario, y anexo, una tienda de artesanías, donde las mujeres exponen y venden sus productos a los visitantes. Todos se sienten

atraídos por los objetos de chaquira, pero cuando conocen su precio les parece excesivamente caro. Desconocen el valor del material, el tiempo empleado en hacer un objeto y, desde luego, el valor cultural que tiene cada p¡eza

La mayor parte de los v¡sitantes son niños; eso, y la necesidad de comercializar sus productos, ha hecho que las aftesanas cucapá se ingenien para elaborar objetos sumamente sencillos que puedan venderse al precio que un niño

pueda pagar. Sin embargo, el adaptarse a las necesidades del mercado no significa que las piezas pierdan su valor cultural, todo Io contrario, algunas mujeres y niños han participado en talleres de rescate de su artesanía, que se han impartido por Ia promotora del museo comunitar¡o, señora Antonia Torres Conzález. Cuando se realizan eventos culturales o las fiestas tradicionales en las propias comunidades, las artesanas aprovechan para vender

sus productos a los as¡stentes. En esas ocasiones, las artesanias son adquiridas por un pueblo que tiene ¡nterés en guardar un recuerdo de cosas típicas o curiosas, pero el problema estriba en el poco valor que los compradores dan a los productos. EsLá reconocido que la acüvidad artesanal, pese a los graves problemas de mercado que enfrenta, está muy lejos de desaparecer, al contrario, se encuentra en proceso permanente de adaptación a las condiciones de vida actual. Porque es F,arte de la cultura y del conocimiento del hombre, no se ext¡ngue, sino que cambia de acuerdo con las necesidades y cond¡cioncs de los pueblos que la producen. Es necesario entonces, que alguna instituc¡ón interesada en el rescate y desarrollo de las comunidades indígenas, propicie la autogestión, para que los artesanos puedan determinar cuáles son sus necesidades en cuanto a programas de apoyo.

Por lo tanto, espec¡almente en estas comunidades localizadas entre las montañas y el desierto, lejos de los grandes centros de población, sin otras fr¡entes de trabajo para mujeres, es ¡mport¿nte apoyar las ¿«ividades artesanales, que además de conseryar elementos culturales propios, son la única fuente de ingresos para algunas familias. Y

,fr.e'*@"'

fiVf atilde Landeta (San Luis Potosi, 1elo) es, en la historia del cine mexicano, un caso excepcional: desde los inicios de Ia industria cinematográfica nacional, en los años treinta, Matilde estuvo involucrada en todas las facetas de Ia realización de películas. A mediados de esa década, sin embargo, toma un receso aI casarse con Martín, un militar, y venirse a vivir a Mexicali, donde es testigo de Ia nacionalización del valle de Mexicali por decreto del entonces presidente Lázaro Cárdenas. Más tarde, ya en los años cuarenta y cincuenta. se vuelve Ia

Baja California en la memoria de:

Matilde Landeta

Gabriel

FotografÍas: Karla Mora +l:¿(thad ¿a ()cn(nt\ Ilt1rr1n8 u,1R(

Gabriel Trujillo (G.T.) En 1936 usted dejó su incipiente carrera en 1a también incipiente industria cinematográfica mexicana y se vino a Mexical; ófue sóIo una temporada?

Matilde La¡rdeta (M.L.)

Martín (mi esposo) era colono, es decir, tenía unos terrenos aquí muy cerca de Mexicali, en un rancho que se Ilamaba Pascualitos. Entonces habÍa sembrado trigo y vine a acompañarlo por una temporada, porque no habíá una película en la cual entrar, no es cierto, sí había una a la que no fui, no me acuerdo cuál era, me dio flojera. Me vine, y como siempre, caigo en los lugares interesantes de1 mundo. Llegué aquí cuando estaba la Colora.d.o River Land Company, propietaria de todo, de la gente, de la vida, de todo. Nos dedicamos a recoger la cosecha, el trigo. Tengo fotos del mornento precisamente de la trilla; de Maxtín y yo allí, y de mi herma¡ra Lola, que como acababa de enviudar, me 1a traje. Viviamos en una casil a en Mexicali, como a cuatro calles de1 Palacio de Gobierno.

G.T. ¿Cómo llegaron acá?

M.L. Nos vinimos en carro por LaJedo, subimos a Estados Unidos y cruzamos todo el sur. Recuerdo una a!écdota de ese viaje. Llegamos a un pueblo que se llama P¡esidio. en Texas, y era hora de colner. MartÍn venía de u:oiíorrre militar. Nos pa¡amos e¡frente de un restorár y \i i,:.¡ leirero grande: "No dogs. ao \fexrcans allowed ". En ese monelto me detuve y empeé a g:r:t¿-r. Martín me jalaba: \o cigas

nada, cállate". Entonces salió el dueño del restorán y me explicó: "No, es que no se reciben los otros mexicanos". Sentí peor cuando me dijo que no recibían a los "otros" mexicanos.

G.T. ¿Los que teníarr rostro indígena? ¿o eran pobres?

M.L. Probablemente. Me enojé, le dije Ias malas palabras que me sabía en inglés, y me seguí con toda mi hambre de frente.

Fue un recorrido de toda la frontera hasta llegar aquÍ a Mexicali. Y después, cuando me fui a Tijuana, también tenía que ser de MexicaJi por Estados Unidos, por Brawley, Indio. por varias poblaciones habitadas por mexicanos, pero del otro lado.

G.T. Llegaron a San Diego, óluego bajaron a Tijuana?

M.L. Luego bajamos a Tijuana por San Isidro.

Lo que recuerdo es que llegué y me indigné porque todo era gringo. La Colorado River Land Company 1e había prestado e1 dinero a Martín para la siembra, le había hecho contrato ante nota,rio americano; cuando cosechó, el trigo pa.só al otro lado: el agua con que se regaba era de la Colorado River Lánd Company. Recuerdo el día de riego. Asistí cuando tapaban con costales de arena los hoyos que hacían las tuzas en el canal, porque donde había un hoyo, si no se tapaba. se infiltraba e1 agua. Yo procuraba escaparme; cuando podíamos nos íbamos a Los Ángeles.

G.T. Estando en Los mgeles, áiba al cine a HollJ^,vood?

M,L. De 1o del cine, ¿te confieso una cosa? Soy patriota y muy patriotera, y entonces siempre he sentido que no quiero a los americanos, yo no quiero nada con ellos. La frontera la crucé aho¡a en San Francisco porque los chicanos me hicieron un homenaje muy lindo. Toda mi vida he viajado por todo eI mundo, le he dado la vuelta dos veces. De chica sí, viajé por Estados Unidos. Siempre he eludido ir. Aunque iba por temporadas (tengo un sobrino lmi ahijado] que es escultor y pintor, RicaJdo Regazonni, y me iba con él a Nueva York). Pero siempre he pensado que yo no quiero nada con ellos. Y Io he pensado desde siempre.

Todas mis lecturas de nina me marcaron que los americanos no eraJl de confianza, como aquella ropa que mi abuela había pedido por catálogo a Estados Unidos. La ropa americana era fea, corriente; los pies me dolían con aquellos zapatos que me llevaron, porque tenían Ia punta de latón, entonces yo caminaba cargando aquellos zapatones pesados. El vestido que me habían llevado se había descosido todo e] bordado. Que todo lo de ellos era corriente, que la gente era corriente también, que nosotros en México éramos finos e intelectua.les, y que acá en Estados Unidos eran burros y que yo podía saber la historia de Estados Unidos, pero que ellos no sabían la historia de México. Entonces rea.Imente siempre he tenido una barrera emocional, porque no es mental. Por eso no me gusta el cine americano, imira que soy apasionada del cine! Voy a ver lás películas principa les por obligación de cineasta para poder comentar el cine mundial.

G.T. EI Mexicali que conoció, ¿era un Mexicali gringo?

M.L. Chino. gringo y japonés. Los chapos vendían las tortillás y tenían un carrito tirado por una mulita que le llevaba a uno las verduras a la puerta de la casa. Los de la tortillería eran japoneses, los de la comida eran chinos, los de La Chinesca.

G.T. Y los dueños de la tierra eran gringos.

M.L. Yo firmé un contrato de riego porque no estaba Martín. Llegaron con 1os

papeles para autorizar la merced de agua que daba la Colorado River Land Company. Me quedé muy adolorida d.e firmarles a los americanos para que me dieran el agua a la que tenía derecho como mexicana. AquÍ estuve por eso, nada más ocasionalmente. Me tocó cuando el general Cárdenas expropió y mandó a la goma a todos los propielarios de aquí, y sobre todo a los que Ie habían comprado a la Colorado.

G.T. áLos arendatarios?

M.L. Enfrente del Palacio de Gobierno había un parquecito y llegaron ellos. No te sé decir cuántos eran, eran muchos...

G.T. aCampesinos?.

M.L. VenÍan desde Michoacán, Guanajuato, de los estados del centro de Ia república. En ese tiempo no había hoteles, no había casas, no había nada, estaban acostados en el parque mientras se tramitaba que dejáramos las tierras para ellos. Martín accedió v como va estábamos viviendo en ?ijuana -porque yo me había insolado aquí-, vino, entregó 1as tierras, el tractor, se llevaron mi yegua, y nos fuimos a Tijuana. Esperamos un poco, no sé qué, y nos regresamos a México otra vez en automóvi1 por Laredo y bájando Iuego por la huasteca.

G.T. óCómo fue el verano para usted? ¿Nos puede contar anécdotas de cómo soportaba el verano aquí?

M.L. iNo!, pues con un cooler. Un cooler que era una caja de madera puesta hacia adentro sobre una ventana y tenía paja y un ventilador detrás y luego encima una llave de agua que goteaba y refrescaba el ambiente.

G.T. óSe insoló?

M.L, Me insolé adentro de la casa por la falta de costumbre al clima; tuvo que ser en pleno verano. Mojaba una sábana, me enredaba en ella y me iba debajo del cooler ¿ leer. En un rato de ésos, empecé a sentir frío y me asomé por la ventana del comedor que daba atrás, y le grité a Bapumea, e1 asistente que tenía Martín: "Bapumea, ¿qué, está ha.ciendo frío?",."iAy jefa!" Nada más gritó y salió corriendo. Y yo seguí sintiendo frÍo. Llegaron corriendo Martín y el doctor Bátiz, me envol-

vieron en una frazada de laJra, me dieron café, me treparon al carro y a1lí voy para La Rumorosa.

G.T. óMe decía que en La Rumorosa habia un psicoanalista?

M.L. Habí¿ un psicoanalista muy famoso y también isabes quién?, un cirujáno plástico que venía desde Estados Unidos; no sé si era aquí, en Tijuana o La Rumorosa, no recuerdo, nada más me acuerdo que Martín tenía de ámigos aI psiquiatra y al médico cirujano plástico y a Jin Pun Kin, que me mandaba un plato chino cadá semaJra (los domingos me mandaba un plato de La Chinesca y me contaba anécdotas de China, era un chino culto. Parece que tenía una tienda o un restorán, no sé, no recuerdo).

G.T. óDe quién más se acuerda?

M.L. Me hice amiga de una muchacha muy guapa de aquí de Mexicali, Ema AnTizu, que me llegaba a visitar y después se fue a México de actriz, era muy büena actriz, una muy altotota, muy simpática, muy abierta, muy locota.

G.T. ¿Que imágenes 1e quedaron de aquella época?

M.L.Lo que se me grabó fue que Mexicali se mexicanizó, se \/olvió México y que entonces Martín había seguido la.s órdenes del genera.l Cárdenas, y llegando a México Ie pidió una entrevista. El general Cárdenas, siendo presidente de la república, lo recibió y le decía "mi coro": entonces

Martín dio todas sus quejas sobre el rancho, el trigo, la Colorado y esto y Io otro. El general no contestó una palabra, na.da más así todo serio, con aquellos ojotes 10 estuvo viendo atentamente, lo estuvo escuchando y cuando terminó Martín sus Iloriqueos, le extendió la mano, y Ie dijo: "Mi coro, de mis amigos me espero todo, adiós". Y nos sa]imos. M¿rtín salió con el rabo entre las pierna"s y ya no volvimos a hablar del asunto

G.T.óUsted decía que estaba muy contenta?

M.L. Sí. Martín estaba furioso y ¡,'o contentísima.

Dije: "Oye Martín, date cuenta, se va a volver México eso otra vez. Estaba en manos de los gringos, acabas de venderle a los americanos, firmaste con notario americano, te fuiste al otro lado".

G.T. ¿Era territorio gringo?

M.L. Un peso mexicano no te Io recibí¿n por nada.

G.T. Cuando iban a Tijuana ¿iban al Agua Caliente, a los caballos, a las carreras?

M.L. Íbamos al Agua Caliente a las carreras.

G.T. iTijuana era igualmente gringa?

M.L. Totalmente. Y tenían unos carritos con burritos, con sarape y un sombrero de charo para que todo mundo se tomara la foto de que había estado en México.

Un dia me encontré a unos gringos que me preguntaron que si dónde estaba el presidente: "óEI presidente de México? No, aquí es México, pero es Tijuana . No. si aqui es México", decían. "Bueno, sí es México, el país, pero el presidente está allá, a muchos miles de kilómetros de aquí".

Luego recuerdo cuando estuve viviendo en Tijuanacreo que vivi algunos meses-. mientras se arreglaba todo para que regresáramos. Los sát¡ados en la noche eran de espanto, porque venían los gringos exclusivamente a tomar por toda Ia avenida Revolución y a la cantina más grande del mundo. el Cesar's. Había en Ia puerta de un cabaretucho un individuo aplaudiendo y diciendo:

"Pasen, pasen, les enseño a mi herma¡ra desnuda'. Y en la noche oías gritos como de lobo; a¡daban aullando los gringos.

Había tiendas de perfumes, una de ellas del papá de A-rmando Silvesl,re. gue después lancé como actor, era un casanova, hijo de un espanol, su esposa era de Tijuana y tenía una perfumería muy grande cerca de la garita de salida.

Nosotros íbamos mucho a Ensenada, a Rosarito. En Ensenada habÍa un hotel que era de un campeón de box.

G.T. Jack Dempsey, el Hotel Riviera.

M.L. Allí íbamos los fines de semána a descansar del calor; nos íbamos por el la.do americano (la carretera a San Diego) para bajar a Tijuana.

G.T. áY cómo era Mexicali un pueblito?

M.L. Un puebli[o chiquiro. Me iba caminando a la fronte¡.a en las lardes, como no dormia por el calor, me iba a dormir a.l cine de Caléxico

G.T, ¿Pero no a ver pelicuIas?

M.L. No. Me iba a dormir. pues est¿ba desvelada. Martín si dormía, se dormía en un catre de lona y le veía que tenía un charquito de sudor alrededor de é1, pero se dormÍa. Yo no podía, andaba mojando la sábana, enredándome; fue poco 1o que vivÍ aquÍ en Mexicali, muy poco.

G.T. áEn Tijuana no conoció a.ctores de Hollywood?

M.L. No, en rea.lidad nunca me han importado y Holl¡zwood

menos. Trabajé por necesidad cuando me cortaron la caxrera de cine. Amaba tanto el cine que me a.lquilé con los gringos que iban mucho a hacer cine a Durango o a México. Empezaron yendo hasta con el perro, iba todo el staff completo. Entonces México tenía una Iey (que ya se quitó) en emplazamiento, que obligaba a las compa,ñías extranjeras a contratar personal técnico mexicano aunque no lo emplearan; pero los mexicanos no quisieron recibir el sueldo sin lraba jar, y ayrrdaban. Se dieron cuenta de que eran muy listos. Ya después venÍan sin los trábajadores maJruales; se

traían nada más a sus actores y a sus ténicos. pero al principio se llevaban hasta los que cuidaban a los caballos (porgue venÍan hacer películas de indios).

G.T. Usted regresó a la ciudad de México, al cine, gracias al general Cárdenas.

M.L. Por supuesto, el general Cárdenas es mi personaje inolvidable.

G.T. Porque él t¿mbién sufrió al estar aeá, estuvo una buena temporada.

M.L. Ah, ¿estuvo acá? No supe.

G.T. En Ensenada y en Mexicali, durante la segunda guerra mundial, como comandante militar del Pacífico.

M.L. Pero eso ya fue mucho después.

G.T. Sj, fue después.

M.L. El había buscado rescatar esto para México.

G.T. Y lo logró.

M.L. Lo logró, porque ahora que he regresado me doy cuenta que ustedes son una banera intelectual y espiritual frente a los Estados Unidos. Los oigo hablando español entre ustedes. Cuando yo estuve aquÍ todos hablaban en inglés o en chino.

G.T. ¿Cómo trataban a los mexicanos aquí en Mexicali? óSe les veÍa como a gente de segunda categoría?

M.L. Completamente de segunda categoría. Era como me dijo eI del restorán de Presidio: "los otros mexicanos".

G.T. Y cuando llegaron los campesinos del sur que

vinieron a ocupar las tierras de la Colorado, óqué hizo usted?

M.L. Les llevaba comida porque estaban en eI Pa.lacio de Gobierno, muriéndose de ca.1or, tirados en e1 suelo.

G.T. ¿A los que trajo Cárdenas?

M.L. Sí. Entonces las familias de Mexicali les lleva.ban comida. Fijate que verdaderamente no hubo rebelión por eso. Se aceptó porque rea.lmente todos tenían en el fondo el sentimiento de que era el rescate de la patria. He leído mucho sobre este territorio y tuvo tantos filibusteros el siglo pasado.

G.T. Regresa usted a México y se vuelve a involucrar.

M.L. Inmediatamente llegando. Entro al cine mexicano de nuevo.

G-T- ¿,Le toca a usted el cine aI que ahora le llarnamos de Ia "época dorada" o "el cine de oro"?

M.L. Toda esa época y en forrna completa.

G.T. óCómo fue esa época en términos generales? óCómo la vivió usted?

M.L. Hay eI mito dicho por los críticos (García Riera y su raza), de que eI cine mexicano no fue de oro, sino que fue por la guerra, porque no se hacía cine en ninguna parte del mundo. Hoy le contesté a un estudiante de comunicación que no. El cine de México se hizo grande en 1936 cuando no había guerra. Estados Unidos entra a la guerra en el 41 y nosotros ya tenÍamos toda América Latina con el cine de México. Ya hacíamos 90 películas en 1939.

G.T. Una producción enorme.

M.L. Ciento veinte, 125 pelícuIas. Todos 1os países de lengua castellana se nutrÍan de cine mexicano. Es decir, a la Amércia Latina de ana.lfabetas que Ie llegaban las pe1ículas americanas, ni les entendían en ese idioma, ni podÍan leer los subtítu1os, entonces llega el cine mexicano hablado en castellano no puro (pues habiamos un castellano defectuoso), pero muy entendible, muy claro, preciso, no nos comemos ninguna 1etra, las decimos todas, porque hasta los españoles dicen "ciudá", ellos son de "Madrí", nosotros decimos "Madrid", hablamos un castellano no veloz, sino con una pausa entendible.

A México le criticaron mucho sus peIículas de caballi-

tos y ningún crítico desgraciado sabe lo que era una revista musical. En Estados Unidos las pelÍculas musicales eran de señoras con vestidos de cola larga, plumas en la cabeza, que bajaban unas escaleras. En México era un muchacho guapo a caballo que sacaba de repente del aire una guitarra Y se ponía a cantar, llegaba a un rancho a ver a una niña linda, y cantaban los dos a coro. Era una revista musical, al pueblo le gustaba.

G.T. Captaron a un público que lo estaba esperando.

M.L. Lo estaba esperando toda Latinoamérica. Entonces el cine mexicano lo hicieron los latinoamericanos. Son 1os que pagaron para que hiciéramos cine.

G.T. Para que compitieran con e1 cine en HollJnvood.

M.L. Ni siquiera competía, triunfó. CIa¡o, después viene la guerra, y es más, en 1941, entrada la guerra, empiezan a hacer puras peliculas de guerra en eI 42. Pero ya México tiene siete años vigente en toda Latinoamérica y en el sur de Estados Unidos.

G.T. Y ahora, sesenta años después, usted regresa a Mexicali, a Baja California.

M.L. Sí, me invitan los estudiantes de ciencias de la comunicación de la UABC, para que participe en este simposio. para, que les contara mis experiencias de directora de cine, de realizadora de cine. Y aquí estoy, rodeada de ellos, feliz de la vida. Y

rT3o paFa las cinco

É

l¿ nla frontera norte. Fn una comandancia de policía, en los separos; hace calor... demasiado.

A la derecha se puede ver un pasillo largo y estrecho que remata al fondo con una puerta de metal; es una puerta pesada con grandes cerraduras. Más al centro hay una celda. En su interior, las paredes estián cubiertas de mosaicos blancos contrastando con el piso de cemento. Un excusado sucio y sin uso está incrustado en la pared de la celda; la puerta de la reja sólo tiene el candado puesto, no cerrado.

Fuera de la celda hay un escritorio de metal, viejo y abollado de tanto cambiarlo de lugar; sobre él sólo hay un teléfono y una televisión chiquita con antena de gancho, de lo que se alcanza a ver, la imagen no es clara, hay interferencia en el sonido, mas se distingue que pasan algún noüciario nocturno local.

* Dramaturya mexicalense, el año pasado obtuvo el prernio C¡eación Escénica, c EN/lcBc/cEcurfuABc y está próx¡mo a publicase su /ibro Ventana amarilla en esta edi¿oria/.

Personajes: Chamaco, Policía, Rocky, Hombre con trapeador, Policía 2 (estos dos últimos pueden ser inte rp retad os por el mismo actor).

Del lado izquierdo de la celda, por frLera, sobre una base de madera podrida, hay un tinaco de agua de aproximadamente 't m de diámetro por 1 .50 de alto, el cual tiene una Ilave que siempre está goteando. Alrededor de la llave se ató un mecate como remeclio para evitar la gotera.

Hay otra puerta cerrada a la izquierda, que en su momento dará al exterior.

Un relojde pared marca las 4:10 a.m.

El chamaco está sentado dentro de la celda en una esqu¡na con los brazos cruzados; trae pantalón de mezclilla y camisa blanca; su rostro está limpio, su mirada ausente. El policía, con los pies arriba del escr¡tor¡o, ve un notic¡aio. Empieza el reporte del tiempo. 5e oye la gotera.

Televisor'. (Noticiario entrecortado por la ¡nterferencia)

Los vientos fríos continúan en el norte de los Estados Unidos provocando grandes daños a... en Chicago aumenta a I2 el número de muertos por la inclemencia del clima... en el oeste nr¡bes densas, bajando la temperatura por la noche... no se reporta amenaza de lluvias.. (E/ policia /e mueve ia antena de gancho del televisor para s¡nton¡zar melor). En Europa, la imagen del satélite en primer término nos muestra condiciones de cielo despejado en la zona oeste y suroeste del continente...

Policía: (Al televisor). 2Y aquí qué? 2Cómo va a estar el día hoy?

Te/evisor; Por otro lado, en el suroeste de China, la imagen del satélite muestra concentración de nubes en gran parte del país... 5e detectan tormentas eléctricas en Manchuria ...

Pol¡cía: (Al televisor). iQuién chingados en Manchuria va a ver este pinche programa para saber si va a estar soleado o no? iAquí qué, pues!. iVa a estar nublado o no?

Te/evisor: Condiciones cálidas continúan; clima seco se registra para esta semana en el estado... en Tijuana se registra un máximo de 30 grados y un mínimo de 26; en Tecate, un máximo de 2B y un mínimo de 25 grados centígrados; en Mexicali, un máximo de 35 y un mínimo de 30 grados con cielo despejado; sin embargo, para los residentes de esta ciudad, se les recomienda tomar precauciones, ya que la imagen del satélite nos muestra claramente que... (Vueive Ia interferencia).

Policía: iPara eso me gustabas! Pinche televisión de a peso. (Irata de arreglar la antena pero no logra sintonizarla).2Qué vio el satélite? (A/ no poder

s¡ntoniza o, apaga el televisor algo molesto). Total, sea lo que sea, aquí siempre hace un chingo de calor. (Saca de su bolsillo'una cajetilla de cigarros, toma úno, lo enciende y fuma; mira de reojo al chamaco). áTodavía no te decides chamaco? Está bueno, cada quien sabe lo que hace, lo que le conviene-. (56ue fumando, se oye la gotera del tinaco). Yo al rato termino mi turno y salgo de aquí; mejor habla por teléfono de una vez, no vaya a ser que se ponga la cosa más difícil

chamaco; yo sé lo que te digo. (f/ chamaco sigue en su Iugar, sólo mueve la cabeza en negación). Total.. tú sabrás. (Se sienta e n el escritorio, fuma). Pinche satélite, tomándonos fotos desde arriba sin que uno se entere; ya no está seguro uno en ninguna pane. 2Sabes que ya se pueden localizar personas, dondequiera que estén, en cuestión de un ratito? Le ponen rrna plaquita a la gente aquí detrás de la oreja, una madrecita, como la de las alarmas de los carros... lo vi en una película de ésas que pasan por el canal 3 en Ia noche. Pinche tele, todavía se veía mejor. Yo creo que sí es cierto eso, de arriba se ve todo. Estos BrinSos ya ves cómo inventan cosas, o última hora fueron los rusos... pinche satélite, nadie se escapa, hasta al meritito infierno lo siguen a uno... como la conciencia. No, que satélite n¡ que nada, yo mejor a la única que le hago caso de cómo va a estar el clima es a mi señora, ella sabe un chorro de esto, siempre le atina. Fíjate qLre una vez le atinó a un temblor, el que fue en uno que fue en octubre hace mucho, no me acuerdo del año; el caso es que ella supo y pues nadie le hizo caso y pues sí tembló. Mi señora dice que hoy toca Luna llena. Ella le tiene ririedo a los días de Luna, dice que las noches en que la Luna brilla los demonios andan sueltos... dice que la Luna llena los despierta... a lo mejor eso fue lo que vio el satélite. (Pausa). Este pinche ruidito me taladra. Va hacia el tinaco y apr¡eta el mecate que esá amarrado alrededor de Ia llave. Se oyen ruidos de gente que se acerca por la puerta del fonrlo del pasillo La puerta se abre. Aparece Rocky esposado Rocky es un hombre ¿lto de unos tudrcnla y fJnlos d/1o5. se \e avejentado pero fuerte aún.T¡ene un ligero t.emblor en la mano rlerecha. Sus ojos no abren por completo; parec¡era que está bajo el influjo clel cementazo; sus movimientos son un tanto descoordínados- A contraluz se ve a a/guien que le quita /as esposas y le grita al policía: -iAhí me lo guardas un rato!- Empujan a Rocky hacia adenfro y c¡erran la puerta. Rocky avanza por el pNillo hacia enfrente.

Policía: (Reconoce a Rocky). Otra vez cabrón. 5e me hace que ahora sí no sales de ésfa. \EI policía toma del

brazo al Rocky, Io conduce a la celda única, abre la puerta que no tiene el candado puesto, mete al Rocky, cierra la puerta, le pone llave al candado, guarda el llavero en el bolsillo trasero de su pantalón). Te van a llevar a la grande Rocky, derechito, derechito.

Rocky: (5ó/o se encoge de hombros).

Policía: Ya me contaron... tienes suerte de no haberle dado, entonces sí te hubieras refundido para toda la vida.

Rocky: 'Murmurt\. Pinr he rut¿...

Policíar AhÍ tienes compañía un rato. (Regresa a sen¿arse a/ escritorio, prende la tele, logra sintonizarla, el volumen es más bajo).

Rocky ve al chamaco de "pe a pa"; el chamaco está vrcib/emente asustado, evita la mirada de Rocky.

Rocky: Y tú, 2por qué estás aquí?

Chamaco: Por nada.

Rocky: Nadie está aquí por nada. (Divertido). pareces vieja de lo asustado que estrís. 2Qué? 2Te doy miedo?... Uyuyuy. A ver.. como compas.. ¿Qué hiciste?

Chamaco: ¿Por qué estás tú aquí?

Rocky: Por una pinche vieja. (ta imita). ,,Ay si tula, me quería chingar, señor oficial, está bien loco. iEnciérrenlol iEnciérrenlo!" Pinche ruca... esti cabrón est¿r dqut... necesito un ¿livi¿ne...

Chamaco: ¿Le qu¡siste robar a una señora?

Rocky: iNo güeyl Me la quería chingar, desaparecer. y no es ninguna señora, es mi vieja, güey... pinche ruca delicada, me tiene metido aquí otra vez nomás porque le disparé ojalá le hubiera dado... pero la puta pistola no servía seis veces le disparé y ninguna le di... iqué cura! zno? ...no le di ... y estaba retecerquitas ...pinche vieja zacatona, culera. Si nomás ftre por el calor. (5e slenta en cuclíllas en seguida del chamaco). Entonces qué comp¡ta, ¿tú que h¡ciste? l^h¡m¡tot Yo enlró a un ne6ocio... dgdrramos ... oueno.. corn y..

Rockyr No -pos sí, te entendí a toda madre.

I h¿m¿eo: Lnlré ¿ lobar ¿ un¿ f¿rm¿ci.r.

Rocky: iTú solo?

Chamaco: No. Éramos tres, pero nomás a mí me aSarraron.

Rocky: iQue gúey! ¡Pélate güey! Cuando veas a la tira, ipélate! No te quedes com¡endo moscas.

Chamaco: No pude, me agarraron.

Rocky; 2Y dónde?, 2dónde fue?

Ch¿maco: Fn la Ben¿vides, ahi por la ¿venicl¿ Carranza. R91Ly: Ah 'pos si que estás bien pendejo compitd. 5i ,rhí esü lleno de chotas. está lleno de carro.. y de gente todo e¡ tiempo. (Se ríe). En la Benavides de ia Carranza. 2Y a qué hora fue?

Chamaco: Como a las once. Ro.ky; (Ri'e). Como a las once.. . y en l¿ Ben¿vides dc l¿ C¿rranza. tsp pdr¿ y v¿ h¿ci¿ li reldt. ipoli: ipolil

iOye poli! (te grita). áCómo ves? En la Benavides de la Carranza. lRíe a carcajadas). Oye poli... déjame ver la tele,2no?

Policía; 2Y no quieres que te traiga cena?

Rocky: Pues si se puede.

Policía: fe voy a romper el hocico, cabrón; verás. (Saca de un cajón del escritorio un paquete de galleta "¡n ¿¡| s'.' y empiet a d comérsPl as\.

Roc§: itJyyyl'Tá bueno; m¡re, chitón, mejor el Rocky sigue platicando con su rum-meit

(Regresa a sentarse con el chamaco).2Y eres nuevo?

Chamaco: Nuevo .. iDe qué?

Rocky: Pues nuevo aquí en el botellón.

Chamaco:5í.

Rocky; Verdecito... pues sí que estás chamaco ZCuántos años tienes?

Chamaco: 18.

Roc/<y;iHíjolal Hasta en eso la cagaste; si fueras menor no te hubieran podido hacer nada compita, pero ya te chingaste, ahora vas a tener que apoquinar... 2Ya le hablaste a tu jefe para que se caiga con la lana?

Chamaco: No.

Rocky: iY qué esperas gúey? iTe la quieres jugar de niño valiente? Mírate nomás, tú no eres de aquí. iMírate! Tu pelito bien recortadito, bien limpiecito el nene con su carita de yo no fui... pero sí fuiste compita y tus jefes han de tener lana por eso los polis te t¡enen aquí, porque los polis quieren lana, quieren multas, multas a pendejitos asustados como tú. Tú, lácil, les dejas una lana.

Chamaco: Yo no quiero hablarle a nadie.

Rocky:(Se busca algo en los bolsillos, no encuentra nada). Ni un pinche aliviane traigo.

Chamaco: No quiero que se enteren..

Rocky: Ni una madrecita ... iChingado! (Srgue en su búsqueda).

Chamaco: Sería lo peor... Io peor... Rocky: (Con fuerza estira los brazos como si disparara con una pistola a diferentes direcciones). iPum ! iPum! iPum!Note muevas cabrona. iPum! iPum!Ya estuvo bueno. , Pumi iPum! lPumlLresbruja... note caes ... eres un pinche espejismo. no te desaparezcas... iEres bruja!

5e oye el ruido seco de la puerta de metal corredz¿ que cstá al lado ¡¿quierdo; al abrirse de golpe, por ella se filtra la Iuz de la Luna llena. Rocky gueda hipnotizado viendo Ia Luna, elchamaco se levantay llega hastala rejasin deiar de ver hacia a:fu era. 5e escucha I a voz de u n hombre que grita desde afuera.

Voz: iiCuántos?!

Policía: Dos.

Entra un hombre con dos baldes y un trapeador. El hombre está cubierto coo ropas ya muy usadas, de cuaÍta mano, true una gorra que le cubre el rostro y un paliacate rojo le cuelga del bolsillo trasero de su pantalón. Coloca los baldes en el piso, remoja el trapeador en uno de los baldes y limpia con él el charco de agua que ha salido en gotas del tinaco, sus labores son de rutin4 lo hace con el ritmo lento y desganado de algo que se ha hecho ya r'nuchas veces, quizá toda Ia vida. Termina de trapear, levanta el balde que usó y deja el otro en el p¡so. Sale por la misma puerta y Ia cíerra. El ruido seco de la puerta al cerrar los hace despertar de su hipnotismo.

Policía: ,\hí les tra¡eron su /onche.

Rocky: {Murmura). La Luna de las cuatro y media.

Chamaco: Ya va a amanecer.

Policía: \Se levanta y va hacia el balde que quedó en el piso; de su ¡nter¡or saca un tazón y lo llena del atole rosd que cont¡ene el balde: se lo ofrece ¿l eh¿m¿co).

iOrale chamaco!. p¿rd que se te cdliente el eslómago.

Chamaco: (Con cierto asco en su rost¡o). No, no quiero; gracias.

Rocky: Échale pa'cá mi poli, éste desayuna puro

Cerber. (Ioma el tazón de atole\.

Policía: (Al chamaco). Ya llevas más de cuatro horas; te faltan otras cuarenta y tantas. Claro, eso nomás contando las de ley, quién sabe lúego qué pase.

2Prefieres quedarte aquí aguantando cabrones como éste? Sabes que si quieres sales en un ratito.

Rocky: iUy no! 2Qué va a decir su papi? Déjalo, estiá aquí porque quiere; robó porque quiere; no me digas que mucha necesidad...puro cuento... ¡Aysí! Los tres niños cremas robando una mugre farmacia...puros putos.

Policía: 1ú que te metes, estoy hablando con éste.

Rocky: A'i muere mi poli. (EI policía regresa al esoitorio).

Ch am aco :Y a v a a amanecer. Rocky; Sí, ya salió la Luna de las cuatro y media, puntualita, puntual¡ta, así como el cambio de cinco para las cinco. (Suena e/ teléfono, el policía apaga el teievrsor, contesta).

Policía: Bueno.. sí. .. aquí está lodavid ... sólo dos... ajá, olravet... aquí todo normal .Ya mero, ino? iOh!, aguántame r-rn rato más y ya2Ahí fue? ...Está bueno ...iAhí lo tienen? iQué suerte! iSale! .Total, ya van a ser las cinco; ahí voy. (Cue/ga e/ te/éfono; se dirige a la ce/da). Se rte quedan como dos buenos hermanitos. (Sale Por /a

puerta del fondo de la derecha; Rocky y el chamaco se quedan so/os).

Rocky:(Para él mismo). Ni mandado hacer... (Al chamaco). iNo Ie vas a hablar a tu jefe?

Chamaco: No.

Rocky: 2Qué? ¿No qu¡eres que se enteren de que su hijito, en el que gastan tanto dinero en cortes de pelo mamones, está en el bote? ¡Ehl Que es un rata.

Chamaco: No, no quiero.

Rocky: Pues sí que estás bien lurio compita; si de todos modos van d ddr contigo. O qué , )crees que con taparte los ojos nadie te va a ver? La t¡ra te va a tener aquí metido el tiempo de ley, y luego puede que hasta otros cargos te inventen y te quedas más tiempo. Aquí no es Disneylandia chamaco, no es de que te tapes los ojos y ya el juego se acabó, no compita, éste es otro trisnes, aquí hay que moverse rápido. O qué, 2no hay pedo en tu cantón s¡ no llegas en tres días?

Chamaco: Pues sí.

Rocky: iEntonces qué?

Chamaco: Mis amigos.. Ios otros dos... van a venir por mí.

Rocky: fú sí que es[ís bien pasado compa, al que lo agarran lo agarran y ya, se chinga por los demás. ¿Entiendes? Tus compas ahorita ya están bien calientitos en casita, no seas güey. iQué van a hacer ellos? Si se han de haber orinado del puro susto cuando vieron a los polis. iCrees que se van a ven¡r a meter acá a la boca del lobo? No comp¡ta. Tú eres el que se chinga y no les puedes poner el dedo a ellos porque eso no es de ley, ellos son tus carnales, se metieron en el m¡tote juntos y en esto no hay traición; el que llega hasta aquí se jode, los demás, los cómplices, no existen, se olvidan, uno se tiene que arreglar solo, como pueda. Ellos son tus carnales, salga bien el pedo o no, al que agarran se chinga, ésa es la ley, se queda en el bote, no los puedes meter en esto, ésa es la ley aquí, y tú ahora eslás aquÍ.

Chamaco: Yo no lo hice solo, yo no quería. Ellos me tienen que ayudar.

Rocky;No lo han hecho, en... ¿cuántas horas llevas aquí?

Chamaco; Yo no quería

Rocky: No, si de querer nadie quiere. Nadie quiere cuando ya está en el bote. iPero qué tal antes, eh?

Cuando tenías la lana de la farmacia en la mano, 2eh compita?

Chamaco: Ni siquiera vi el dinero.

Rocky: iUta madre! Más triste.

Chamaco: Yo no lo hice solo, ellos me van a ayudar, yo voy a salir de aquí, no me pueden dejar solo, no me..

Roclo¡: (Lo interrumpe). Solo. Solito. 2Capiscas? Date t¡nta compa, ahora sólo yo estoy contigo-

Chamaco: Solo. (Pausa). iTengo que salir! iNo me puedo quedar aquí! Pero. no puedo, no puedo hablar p_or teléfono. Tengo que hacer algo.

Roc/<y: Andale, al fin despertaste, ya te voy creyendo que eres hombrecito. M¡ra, tú lo que quieres es salir de aquí, así como si nada hubiera pasado, 2no? No quieres que nadie sepa.

Chamaco: 5í.

Rocky; Mira, si le hablas a tu jefe, te va a poner una madriza. A ver, déjame atinarle. -. ¿Qué te va a quitar? 2Qué te va a decir? "Pinche hijo de puta", "Ratero". Cincho que no te vuelve a soltar nada, ni carrito, ni lanita, nada. Y pues si te quedas aquí. .. pues quién satre qué te pueda pasar; Ia neta, ahorita tuviste suerte de que te tocara conmigo, conmigo no hay broncas, yo soy pacÍfico, yo no le doy por ahí, pero a mí al ratito me sacan de aquí y me llevan a la grande, y van a meter aquí a otro cabrón o a dos o a tres, que a lo mejor le gustan tus nalguitas...

Chamaco: (Tratando de controlar el susto que le causan las palabras de Rocky). Aquí esLá el policía siempre, no puede pasar nada.

Rocky; Ahorita no está, ya ves, estamos tú y yo solitos...(5e acerca lentamente a/ chamaco). Los polis son los primeros que le meten mano a los virgencitos como tú. iPor qué crees que salió? Le preguntaron por ü güey; aquí todo se sabe, ya hasta en la grande se han de estar preparando para darte tu recibimiento, los polis son los que estrenan... se van juntado en bola para darte una mamadita.

Chamaco: ¡Nol ¡No es cierto! iSáqueme de aquí!

Rocky: iEpa! Momentitoi no empieces a chillar si yo te puedo ayudar, s¡ somos compitas. Sólo que tú me tienes que ayudar a mí tamb¡én.

( h¿m¡, o: iComol i Quél

Rocky:Tu única solución es salir de aquí ahorita, ¿sí?

Antes de que amanezca. t h¿maeo: Ya sabes que si.

Rocky: 'Tá bueno, pero te vas a salir conmigo.

Chamaco:2Cómo?

Rocky: Mira, ponte abusado. Yo me sé muy bien este jale. A las cuatro y media traen el atole, ya lo trajeron, después de eso los del turno de la noche se van, sólo dejan a un policía para ciudar aquí hasta las cinco en punto; ahorita ya se han tle estar yendo, en unos minLrtos no va a haber nadie más que este güey. H asta las cinco en punto llega su relevo, el del turno de la mañana; yo conozco muy bien a ese cabrón, es el más perro de todos, nunca llega antes de las cinco, nomás hasta la meritita hora, puntualito el cabrón.

Chamaco:2Y qué vas a hacer?

Rocky; Qué vamos a hacer. Tú le caes bien al poli, sabe, a lo mejor le gustas. .. total, tír le pides salir a ver con qué paro, deja que él abra la reja y haz que me dé la espalda, nomás eso.

Chamaco: 2Y qué vas a hacer?

Rocky: Le voy a dar un piquete al cabrón.

Ch¿maco: i\o: Yo no puedo ... no quiero.

Rocky: iAhl 2No puedes? Si no tienes que hacer nada. 2Te prefieres quedar? iEh? Para que te chinguen Últinra hora y te gusta que te jodan mariquita.

Chamacor iNo! Pero no sé y si... 2Qué vas hacer?

2Para qué los vas a picar? 2Con qué? 2Y luego qué?

Rocky: Yo traigo a mi carnala que nunca me cleja abajo. (5e quita el zapato y de la suela inter¡or rota saca una navafa, la afila restregándo /a en sus ropas).

Mira nomás qué chulada, ésta y yo nos la hemos jLrgado juntos r,rn chingo de veces. Mi carnalita, con ésta no fallo, yo sólo le doy el piquete por la espalda, le quito la pistola y le saco las llaves.

Chamaco: Pero hay muchos pasillos, nunca podremos salir, nos seguirán, alguien nos va a ver salir por ahí. (Seña/a hacia la puerLa del fondo).

Rocky: No seas pendejo, quién dice que vamos a salir por la princiPal, vamos a salir por esta otra puerta, la que da a la Luna, esta Puerta da directito hacia afuera, al patio donde estacionan la patrulla, Por donde metieron el atole. Ahora tuvimos suerte, nos tocó Luna llena Y no va estar tan oscuro, su luz nos va a guiar pa ra sa lir cle aqu i, r¡limo' ¿'i como .i nada y ni en cuenta los hi¡os de la chingada. A las cinco para las cinco no va a haber nadie.

Chamaco: iVas a matar al Policía?

Rockyr No sea tarugo, no más le voy a dar un p¡quetito.

Chamaco:2Y yo qué voy hacer?

Rocky: Tú nomás detienes la pistola y le apuntas para que no vaya a mover ni gritar mientras abro la puerta; me cubres.

Chamaco: Pero yo nunca he usado una pistola.

Ror(¡; Y no la v¿s.r us¿1. .ólo l¿ v¿. ,r delenpr. l¡enes todas las de ganar güer.

Chamaco: No.. no sé.

Rocky: l.ro que muy hombre. (Agresivo). A ver, 2por qué se metieron a robar a la farmacia tú y tus compas?

Si ni necesitan lana ...iPinche niño bienl (Lo agrede).

2Haz necesitado lana para comer, gúey? Querías jugar a ser muy hombre, 2no? Muy cabrón pero nomás asíde mentiritas, a verqué se siente... pero esto es otro rollo, es de a devis, ésta es la neta, o chingas o te chingan, te tienes que aSarrar los huevos. si no, te joden.

5e oyen ruidos por Ia puerta del fondo de la derecha, entra el policÍa. Antes de que el policía los vea, Rocky toma del brazo al chamaco can fuerza y lo amenaza con la navaja en el cuello.

Rocky; 2'Tons qué güey?

Chamaco: (5ólo mueve la cabeza af¡rmat¡vamente, Rocky lo suelta).

Rocky; (le dice al oido). Carnal... (Ei tinaco empieza a gotear más y mas, ahora son chorritos de agua los que caen en vez de gotas).

Policía: iQué calladitosl, ¿se portaron bien? (El policía va al escritorio, toma un conito de papel cle un cajón y 1¿ ¿l ¡in¿¡o ¿ servirse agual. FsLa mugre... i¡a me mojé1... cada día está peor. \Toma agua, hace Sestos de clesagrado por el agua, toma más agua en el conito, se moja la nuca). \AI chamaco). 2No quieres agua? Para que te refresques.

Chamaco: (No ha delado de observar al policía desde que enlrd. no )e mueve. no ronlcslJ).

iolicía: (El policía se acerca a la celda, estira su brazo al interior y le aprieta el cachete a/ chamaco) Total, al rato Ya no te van a tratar iEual muñeco. Ahí está tu.

Ch am aco : (Lo nterru m pe).

¡Señor!... Quiero... (Voltea a vera Rocky para darse va/or). Quiero hablar por teléfono.

Polícia: (Ríe). Te decidiste por fin; tú sí sabes qué te conviene; iaY chamaco!, a buena hora (E/ policía saca el llavero de su pantalón, abre Ia reja de la celda, el chamaco sale, el policía sólo alcanza a emparejar la reja).

Chamaco: Señor necesito que me ayude.

Policía: iPara qué?

El Rocky se avalanza contra el policía y le clava la navaja en la espalda, caen al suelo, el pol¡cía trata de tomar su p¡stola, el chamaco se le adelanta, le quita lá pistola y le apunta con ella. El policía está herido y sangrando en el piso.

Rocky: @l chamaco). iBien carnal! Tienes inst¡nto.

Chamaco: iApúrate!

Rocky: (Rocky vohea al policía cara al piso, se sienta arriba de ély le arrebata las llaves).

Vengan pa'cá llavecitas. (Rocky toma el llavero y va hacia la puerta de la izquierda).

Abusado carnal, ¡aguántame!

Policía: (AI chamaco). iHijo de la chingada!

iAhora nunca vas a salir de aquí! No podrás escapar... iaggghh !

Chamaco. iCállesel (te apunta con la pistola).

Rocky: llrata de abrir el candado con varias llaves y ninguna funciona, se desespera, su temblor en la mano empieza a aumentar). iPuta madre! iNo le entra ninguna!

Policía: (Su hemorragia cont¡núE le cuesta trabajo hablar). Se te salió el demonio chamaco, nunca vas a escapar.

Chamaco: (Su pánico se de¡lama). ¡Apúrate, faltan dos minutos para las cinco!

Rocky: (Va hacia el policía). Dime cuál es pendeio. (¿o amenazacon la navaja). iDime cuál es!

Polir i¿: iPúdrete cabrónl

Rocky: iDime cuál es la puta llave! ¡Aliviáname compal ¡Hace un chingo de calor! iAliviánamel

Chamaco: (Con his¿eria). Ya va a llegar el relevo, ya va a venir alguien... iAlguien v¡ene! ¡Apúrate!

Rocky; Necesito mi aliviane... iNo entiendes? Mi aliviane. iDime cuál es la llave o te chingo!

Pollcía: No la tengo . ésa no la tengo....

Rocky: iNo la juegues güey! (Rocky le clava con fu ría I a n av aja en el vientre al policía tres veces hasta que éste queda inmóvil).

Chamaco: iiQué haces?! iNo! iNo! iNo!

El chorro de agua que salía delt¡naco se hace cont¡nuo, sale mas agu4 hace un charco muy grande, el teléfono emp¡eza a sonar.

Chamaco: Nos van a agarrar .,. yo no quería...

Rocky: Ni madre cabrón, ahora no te rajas, estás conmigo en esto hasta el cotote. iDame la pistola!

Chamaco: No.

Rocky: Voy a abrir ese candado a madrazos. (E/ teléfono sigue sonando, el agua ha inundado el piso).

Roc§: iQue me la des te digo!

Chamaco: (lferrado a la pistola). Nos van a agarrar, nos van a agarrar... Roc(y; iPresta! l[l ch¿m¿co disp¿ra automát¡camente sobre Rocky, éste cae al piso junto altinaco de agua). Me las vas a pagar cabrón nunca se me va a olvidar tu pinche cara, hasta en el infierno te voy a encontrar..iEramos carnales!

Rocky trata de levantarse y se sostiene de la llave del tinaco, se resbala con el agua en el piso, cae y rompe la llave. El chamaco dispara otra vez sobre Rocky; éste cae definitivamente. El agua sale a borbotones, todo se inunda; el teléfono sigue t¡mbrando. El chamaco se mete a la celda. Se oyen gr¡tos y sirenas que v¡enen desde fuera. El chamaco se encierra, cierra el candado, se sienta en una esquína en el piso inundado en la' misma posición del principio, está temblando. La puerta del fondo se abre, entra e[ policía del turno de la maríana, ve los cadáveres, vokea al policía boca aniba, ve al chamaco dentro de Ia celda, cruzan su mirada sólo unos instantes. El policía contesta el teléfono.

Policí¿ 2: Bueno... sí... aqui está todavía ... sólo dos ajá, otra vezaquí todo normal Oye, manda a alguien para acá, bueno mejor dos, uno para que seque aquí y otro para que venga por el chamaco. (El policía cuelga. Silencio. Ve a Rocky tirado cerca del t¡naco, su sangre se ha mezclado con el agua). Tenías que haber sido tu Rocky, si te la andabas buscando. (Voltea a ver al chamaco). Ya vienen por ti. Hace un rato vino tu papá a pagar la multa, están haciendo el papeleo, tienes suerte, no hubo demanda, pero pues el "numerito" ya te lo echaste, ni hablar. Se abren las dos puertas al mismo tiempo. Por la de la izquierda entre la luz del amanecer, por la de la derecha la luz cle neón de las oficinu. El policia abre la reja de la celda. El chamaco se levanta empapado, cam¡na lento y tembloroso hacia la puerta de la celda. 5e detiene en el umbral.

Policía 2'. Vete, aquí no ha pasado nada. La escena se baña de una luz ¡ntensa por un instante como una coftina blanca que nos cieg4 las puerfas se cierran bruscamente y un ruido de metal estal I a. Os cu ro total. I

\ (r, <D

vD"rd" hr." Iietnpo, mi od,niroJ,- y acucioso-dnriÉo RoJriÉo Muñoz, erplora y Loráu olt"J"do' J" lJ= protugo,-,.;rtu. d" l, fo,tn. Su" p""o"uliJ"J"" ,on g"rrt" áel cine internacio,,.l, {ig"u" ct-"i - íl icrs,l.oár"to áe la imaginación, 1o *","uJotecnia, ]a u*ti.ión o "im¡1. y llo,,,*"nt", l' tul"orroJu á" ".lrloiJ.. ]oo. CroJo,J, Not"to ["u,,, Y L, Do¡o, So{ía Lo..n, li,rmY D"on P"dro A,-"nJári., ClurL Cotl" y Mu,1",," Dietrich, son apenas unas cuantas ""t."11us J" lu galaxia que RoJ.igo Lu .."rriJo singularizanáo J".á" ho." ¡ños. Esos no*-tr". ,. errlrelejen con -1"" y *i11or". de epítetos y uJl"tiro, "o-o "magia", "encanto", "tornanticisrno", "exotis-o", ".",r".ru1iJuJ", qrr" {ig.rru" á" lor -"áio", t.mtién {amosas, les otorgan.

Muñoz no "1 úrri"o ni e1 ptimero. A s' manera, toJos los artishs Lan r"tratoJo a lqs {r-oro". A!í estan ésos Je retratos J" .tyt" y J'qrr..u", "-p1o..Jores y generales, artistas y .o-po.itor"., que retac.rn 1.,. -uro, ¡ tod"gut J" -r..o", Ealerías nacionale" "rt loJo "l n'ut'do'

IFRt' el rde ,luncd se descuDre cl Ilu¡' ncgru, Pctu 1-) J.l urli.ta 1., usa prru t.rJo, cor, éi ,,.J Jir"¡o. i' ^ .,,1,-,.. D"rd" ou" el arlisla es arlisla, trna Je sus:¡mente, rerrdtdr 'r los

L^ i;:::Ji s1cro', p'Iec$

Tompoco "" "l úni.o ¿rli'l¡ que ¡elrata ¿ ..t."llu, d" cine. En su retr¡to de I" Mo'''o" (to-tién "r, serig.a{í", "o^o 1o ot.o Je RoJrigo), AoJ, \7uÁol .. ."{i.t" .1 p.o"""o J"

"o"i{i"ució., a 1a trágica aLshacción q" Lo""lr.r.rt.o .o"i.Juá á" "i".to" irrái,iJ,,o" "o"o"iáo", p¿r-a converli¡]os en iconos. De paso, logr'r eouio¡rar.l" ,rotr" J" Nor,,', ]ean con trna lala J. =op" J" to*rt" Cu-Pt"ll''. Lo q.r" L""" R.>Jrigo tien. otra iltención, "lu.o. i" añade a este matemágnurn Je áesctipciones, 1a visión áel artista .,rya tJmittciólt es tl

motivo. El "ir.,.rpl. lt""Lo J. lo-ot . 1o" {u*oto' como tema, 1"" irrrtry" de un at.ittto uJi"io"ol' No se Ir¿l¿ únjcamenle J"."1"t... su preserrcia erntlemática, sirro Je ".,nvetti' la aJrniración que si"..rte el públi"o po, "11o", e' el ".roti,o áel orte' A] to-ur1o" "or-r-ro t"-o y -o"trar su aámitación, inserta Bu pasmo J"rrt.o á" .." p,ofut'Jo sistema Je .e{er.rrcias que conoceÍros como arte' Bi.r, "ot.-o" q,r" ul t"{"ritrrt" o 1o oto'otu {u"r,,o qr" ,.uliru M.rúo, cuanto retrata a los "inn.,orta1."", el crítico Sergio A. Bútquez J"stu"u .l "irrporrJ"t,,t1" "lem.t to L glo^ou' q.." 1o" .rr"Jio" ".rlti.,o. ulr"J.Jo, J" 1o, Jit'u" y los d¡lones".

É..o ," -" ocurre qLrc l,r¡ t",t-'n"t uditiono1.. n,r, Iu, o,.,e RoJtiÉo Munoz retoma el osunto' No cor,'id".o .u.udo-J" 1a marrga srrgetir que el artista tamLién uLo.á. "1 tenta con el propósito J" Lr""r,ro, ,".o,t.iJ"ru. "l ["nó-"no mismo' en un a{.án -quizá aún itrpreciso- po, t""'lp"'u' "1 senlido o.iEinul d" l" [r,r." qu" ", "l á" J"'l"o' ,.¡.rt.,= irriiüJr.,s v converjirlo' ",' '"od"lo' " seÉü1r, -El ."É.;., que rezJ Lrrros tienen la lama y ,rtros .orJu,t lo lono", h"tl, J" lu [t"tut''tiu to" o.,e r" alrü.rv", uno. "l mériio Je 1o q t't.' l'ot"n .,tro=. M" pur"." q,r" "l -"ollo [ráÉiLo en estos ti"m¡o" qu" uiünr,'. c. qre, ,i ti"" "'' "l po'uJo 1o. {.-o.o" lo eran Por.que gozuLo,t á" tt'"'.tu reputación, Loy 1o {.-" es gozaáa pot lot ql'" lienen repulaciórr, sin inrporle d" "uál Lo' ,,.ulo.o. iqr," err otra época l,uti"t"' 'iJo irr{.-"$, -hoy .on tor, {o-oso" como cualquitt ".rJ.rrui. Y "sto "" un asPecto o".tito "" lu ot'o J" Mrñoz. Sus ""rigt.{íus,,o t" q.,tJu" u" ""' só1o retratos. Sot oLtu" q,e oJtn-tá" Je retratar, oui".en otliP.rnos a pensar.

RoJ'igo Mu¡or, 1o 'é, no se JetenJri en artistas á. cine, iuÉtamente, porque é1 mismo gozará le {urno, po, ser tan tue" a¡tista Y

OBRA PLASTICA DE

Eugenia mar arkntr<t

Serigrafía 16 x 20"

Naturaleza muerta Serigrafía 16x20'

VentqnitLt morada

Serigrafía 11.5 x 1ó"

,:it t , t¡lrt

No niegan la cruz Serigrafía 13 x 17"

El rey Serigrafía l2 x 16"

A plmo Sol Serigrafla 11 x 13.5"

Cautiya Serigrafia 24 x 30"

Naural¿za yiya

Serigrafía 13.5 x 16.5 ' : ::

Cabbaza volcánica

Serigrafía

8 x t0"

lr.rtl.ili{ ir,.!-l§r,.rt l,

Rumbo dl otoño

Serigrafía

10 x 10"

Anh¿lo lutnr

Serigrafía

I1.5 x 17.5"

ai,,, r itt¡¡ir; ¡:;¡ ,'i t:,' ','::'.

I Rod o l\/luñ oz

E, I".otru Je Rodrigo Mu,;o, "".Jü"tt" á" "nhaJa, la ir.rtención J" plo.-., "o., {"1i, á"s"rrro]t.,.o lo q.r" u ., arte interesa, sin perJer lo tú.q.r"J. instante J. irrs¡,iraciÁn, Jc .rlegóri. a irrspiración.

Y qué mejor que encon .s .1 teatro y el cine, o "n J áe v.rus", "or lo" ",rol". Iogra levantar cualquier ánimo JecaíJo

trar esos momento" "a, "1 rnrrJo Je "Luc"r cree.", qu" os otros tem¿s cánJiJ,rs y.e{."s"ur-rtes, Je "u

S., "olo.iJo "s, JesJe 1r"go, auJaz y sost",riáamente estremeceáor, como siquisiera sut.uy.. ".r rrluyo. -eJiJo lo im y Jel instante que s. perrnite recre.r, con la so1 .ut" lo q,-," quiere y cómo lo quiere

portancia Je1 personaje trru yJ.sen{aJo J. quien que o. l.

S, u.t. compr".rJe y entienJe .1 ,,o1or á" las Jiversas técnicas practica, 1o cual permite aún más litertal, porqrl".uL" 1...rJu p que transita

Muñoz, por otra parte, está ir-rteresaJo por 1o q.r" .rr""J".n "1 ,r.,rrJo, p".o p."{i"r. ".,or"s trasposiciones áe maticesymeJias somtras Je ese otro munJo, el que está o".,lto u l. üsta, peto que paipita en su emoción y que Je;a brotar, tomántico, en imágenes "olor".Ju" y psicológicamente gratas, la mayoría con tn"l.ncólic. elegancia, con vaporosa elegía y, cuanJo incurre en el paisaje, nos b.inJa unu..rloruJu visión áel ,ri"-o. Y en sus piezas ,"rro" l. ,ál."iórr o{ortun.áo "rrtr" "l {otrJo y "l t"-u, Joná. lo lrrr, si¡ r¡raliciosa incertiJurntre, in,rnJu omatlem"¡t.los encarnoJo", los espacios, en una .ápiJa sucesión áe tonos y -_"Jio" tor¡os exJtantes J" ..it.liJ.J, alegremente optimistas, sin áespreciar sutilmente el atgumento moral o sociul, pero sólo "Áo o""r.to, "orrj b."l," cor¡renta¡io.

No poJemos J"jor Je laJo lus vi¿uáes Je RoJrigo Nluiroz: s.. sinc.ridná y una pasión auténtica por su katajo y po. 1u ,"uliJoJ q.," 1o "i.",lrrJu. Lo fu".2u espor-rtánea, áe esta manera, conjusaJu "on su sensitiliJ.J, ..".,lto "rr r.ra pintura vital. En es. r.ro equilittio, "tr ""o olio.rzo entre lu fuerzo y 1o .",r"iLi1iJ.J, ,. "o,r{i.rnu,rno.,o"oción ve.JuJ.r., q.,.lo La seguiJo J.sJe que eta niño. La pintura 1o ap..só á.sJe entonceÉ en un raro encantamiento, qr" 1o 11"ró J."J" ,noy ;or.lr, a lu srelto orenturu J"l"o1o, ylo {o.-o, ulu-o...,yo po.1a gran piltura y el respeto o1 t"rr.r.tl" pasaJo pictórico.

En lo o"trrrliJoJ, el adista se propone ,ro só1o ser teetigo Je uña .".liJoá, sino q,r" ospira a 1ogra. un l.nguaje p1ástico noLl", u"orá" "on s. pasión, seguro Je ".r" rnuáio. y "r, "ol"JuJ "t"udo.u, tru.r"figrrtotrJo irnáge.es ,r,tú1tipl." J. "la otra r"oliá.J" tamtién, v.ciánáolus.n e1 Jit,.r1o, .., "1 óleo, la serigro{ía y, marcaJ,rm"trt", .n el esm.lt", si.mpre con 1a actituJ graciosa y poco corrún J"l .i]"n"io J. caJa piez. qrr. levorrt".l Jiscr.eo, ..r.r"illo o "o-pli".áo, qr," "Inurr. áe la composición, un instarte áe poesí,r.

Los temas J" Rodrigo Muñoz cautivaú | pues, porque aproxirna, con actituá sin complicaciones, imágenes conociá¿s o iá"ul""... o iJeolizaJ."... o po. .olro"er... contemporáneas y eternas. V

Et Éupno dc rr¡da Serig'"ií" 73 x 77 lz"

Arena oscura

Alicia Montañez Hinojosa*

Una noche de I993 en la costa de Baja CaliÍornia.

Tibia, callada, sueñas

No hay Sol y ese mar te envenena: excesiva actividad y fluorescenc ia

Camina, se esconden en ti concupiscentes, microscópicos crustáceos

Te desgarran insomnes lúgubres, inertes fósiles.

En silencio, atenta sin huellas, sin dudas arena oscura.

Una ola remota, un olor a escoria y a brea, una mantarraya te despiertan y sólo esperas.

Un par de ventosas, un grupo de rocas, te ruedan, te dispersan...

Y continúas.

Caminas con tu trillón de peripatéticas arenas, resplandores de sílice, tus castillos, eclogitas, histórica madera convertida en piedra, monumento de peces, fitoplancton para las ideas.

En silencio, atenta sin huellas, sin dudas arena oscura.

*M¿tl¡co cim¡úo eyenrro dc lo u,/Bc. Actudlnente cttu¿ia tnd e9ecidliddden ta ciu.totl ¿c Chi.ago, tinois EUA.8., ta tutord d¿tCñtro Universirario/ ¿./¿/ po¿rr¡r¡n Edades primeras, es¡e il¡ino yór¡mo a puhli¿dne pr la¿diktt¡r de eea miwrs¡da¿!.

Visión desértica de amor

I

Suben los vapores hasta el techo destendemos la sábana oteamos sLl horizonte su árbol aislado no queda pasto para el amor nos rozamos con el dedo Un pájaro desde el aire canta se re rueven las arenas la savia deséúica aparece no es cuestión de ecología ni de botánica mero planteamiento físico o terapéutico

Suben y bajan las manos nada del principio teológico todo es habitable y corruptible gracias al cielo.

La lengua ah, la lengua reconoce, llega y toca se enternece en la dunas duras una maravilla el estío Iechoso

II

Se quiere decir mi amor se acomoda la garganta se infla el pecho salen las palabras viajan no hay eco en el desierto y se imprimen en el cactus Luego la boca la rústica niordida y todo lo que precede liasta llegar a los ojos y entenderse deséfticos sin agua ritual perdido en la vastedad del espej ismo.

Zona de combate

Contrapuesta al frío de la recámara eres bloque de humedad sobre nri centro' Qué indiferente te muestras a su saña dejándote corroer Por el imPulso.

La luz del baño viene a dividirte en sombra intocable Y en reflejo, en piélago soleado, en monumento: escultura flexible Y sudorosa.

Amazona en el oleaje de la cama resistes los escollos de mi empresa. Presa del designio irresistible te sumas al destino, dadivosa.

Qué irreal te vislumbro desde abajo rozada por atmósferas soberbiasl peninsular, tocada Por mí aPenas pero dando movición a mi cintura.

La cadera columPias Y contraes, incensario en sacudida que propala ' los siniestros humores del aPego en la briaga oquedad de los semblantes'

Al fin complementarios en la cima merecemos la Paz en emboscada a costo de mermar las sensaciones con el súbito motín de la simiente' * Pneta. ntu¿Nttu .le litctdtutul ¿ lt Fodlldd ¿a (:ia¡tidt Hul o'ut' r¡AR(:

Sueño acuático

Duermo, estoy sepultada bajo las cobijas de agua sueño con peces blancos paseando por mi conciencia miles de peces blancos que nunca mueren Despierto y la almohada ya no está en su lugar la encuentro más tarde en la pecera

* [,.nu¿iúnta ¿e co»ttbkacióh en Io ]oc !k!.t.t. Cienciút HrDd d.\ ¡LaR.

Rocío Robles*

,s.r.,.t¡$:.i=

7)::n:[',:".T:::r:*l: (/ la laguna s.rl.rd¿, los muchachos contemplaban esa especie de agonía diurna que ensangrentaba todas las tardes el horizonte del oeste. El Sol, como una aureola roja, redonda, caía sobre la cresta del cerro El Centinela y su minúscula cruz blanca. En el medio, entre el Bebo y el Chanate, iba la Landa, una chiquilla de 16 años. Era la hermana del Richi. La chiquilla, que admiraba mucho a su difunto hermano, emocionada, sentía algo de éste en cado uno de los muchachos que la rodeaban. Estaba feliz. Su carita t¡erna, carnosa, era toda una gran sonr¡sa. Se veía que la simetrÍa de su belleza, fresca, natural, se trazaba entre sus ojos chinos y sus ldbitl5 bien dibujados.

' lnvetigador d"l ln.trUru J. inll,\,,Sd, rones -Socia/es, |/ABC, Mexicali, y ganador clel Prcmia Un¡vers¡tar¡o de Cuento, orgaoizado por Ia Lt.tac, el año pasado.

Rafael

Sus dientes, grandes, chistosos, lucian entre los hoyuelos que se le formaban en Ias mejillas. Todos estos detallitos eran encdnlos que galvanizaban aquellos sentimientos que la chiquilla les había inspirado en la ¡nl¿ncia, particul¿rmente cuando, jugando a los encantados, se la disputaban a codazos m¡entras corrían en manada tras de ella.

Pero eso no era todo, la Landa sabía ser sensual, extremadamente sensual. Era un arte que le habia dado el poder de provor ar la pelea en torno a ella.

Los chicos la conocían, sabían que Ie gu:taba erciur para que se pele¿r¿n por ell¿ lPero ouién no habÍa reñido por la Lancla?

Fnlre l¿,, numeros¿s peleas que el Cariñitos v el Chanate h¿hí¡n sostenido, más de una corría a Ia cuenta de ésta. Pero todas esas rivalidades que venían creciendo en torno a la Landa se detuvieron en seco hacía tres años, para ser más preciso, el día en que el Richi, su propio hermano, celoso de ver a su herma nita precoz deseada por lodos. l¿ desterrara del bariio. Cada vez que el Richi Ia apartaba de ellos, se enfrenL¿b¿ no sólo a I¿ resislencid de su hermana, sjno también al descontento de sus amigos, quienes rcspeluosos de ld dutoridad que este ejercÍa sobre aquélla, no decían nada, pero eso sí, se las arreglaban para pasar su animosidad bajo cualqu¡er pretexto.

La Landa, por su parte, lle6ó a odiarlo literalmente a muefte. 2Cuántas veces no llegó a desearle la muerte con tal de poder volver a reunirse con ellos? Eran realmente incont¿bles.5in embargo, para la Landa no valian n¡ la punLr de un remord¡miento, menos el de un reproche. Todo Io contrario, la muerle de su hermano, por demás violenta, era algo que la ercitaba, que la enorgullecía, sobre todo cuando oía -incluso en los lugares que menos se imaginaba- ,,Ahí va la carnalita del Richi,,. Ella era eso, ,,la carn¿lita del Rithi'.

Frente a la Landa, el Chanate, con su nariz corva, dislocada, saLía que era el más feo de todos, pero eso no era algo que lo aromplejara. Senrillamente, y para su suerle, la chiquilla no tomaba en cuenta ese t¡po de criter¡os. Por el contrario, el Ch¿n¿le d¿ba por supuesto que Ia chic¿ lo ¿dmirab¿ nada más que ¡rur la fama que se h¿bía gan¿do en un pas.ldo rcciente como pushcr del barrio. 5u sobrenombre, r omo su vicio, había llegado a muchos barrios bajos de la ciudad. y esto era tanto más verdad como desagradable para los demás chicos, que de una manera u otra se disputaban el cariño de la chica. Era un antecedente que de alguna forma pesaba en Ia conciencia del Ch¿ndle, o por lo menos se expresaba en la confianza con la que le susurraba al oído.

Pero para el Chivo y el Cariñitos, que desde el asiento trasero se quemaban de celos, el Chanate no podía hacer más que viento con las manos/ porque de pasher no Ie había quedado mis que la pura f¿ma

Il Chivo er¿ el que menos podia disimular sus celos, en p¿rte Porque su (dricler era asi, r ualquier ricnlo le er¿ bueno para mdndar a volar, como el polen, su emoción, y en parte porque se sabía en desventaja terrible con respecto a los demás. Naturalmente, el Chivo no era nada tonto, satría que por su corta edad trece años nadie osaba interprelarle <us imper¡i¡s¡¡i¿5 ( omo un relo. Fra una libertad que cu¿ndo se la d¿ba, a los sumo se arriesgaba a que Ie dieran un coscorrcjn. Ll Chivo, ¿ los ojos de los demás, efectiv¿mente, no er¿ más que un chiquillo bocón e irrespetuoso.

Hey, Chanate, saque la l.oquera. pa ver si ucle'merecc que lo carguen en corridos pa' acá y corridos pa ' allá. le decí¿ el Chivo con el propósito evidente de desacreditarlo ante la chiquilla.

Valle de gigantes

CiSantes

Pa' mí que ya ni piojos crÍa ese vato -agregó antes de abandonarse a una larga carcajada, llena de envidia.

El Cariñitos no podía más que sostener su esfuerzo con una risilla inevitablemente mal disimulada. tl Ch¿n¿te entendió que el Cariñitos venía pícandole las costillas al Chivo para que no dejara de hosligarlo. Se acordó de los pleito< que tuvo en el pasado con el C¿r¡ñilos, prec¡samente d c¿usa de la Landa. 5e preguntó si no era eso lo que buscaba la Landa, hacerlos que se disputaran de nuevo por ella. Meior dejó a la chica en Paz, prefirió más bien comPartir la caguama con sus amigos Y ver en ese gesto totalmente mecánico, r."pelido infinidad de veces desde l¿ primera vez que paladearan el pr¡mer trdgo amargo de und cerve/¿, una mirad¿ llena de complicidad. Fl Chanate se reconocía en sus amiSos como si su propia existencia pasara a través de sus miradas. Necesitaba de ellos como quien busca su reflejo en las aguas claras y rePosadas de un estanque.

El Bebo, contento de Poder ganarse al fin la atención de la Landa, aceleró la marcha de su auto.

-iQué? iCómo la ves con mi Cadillac?, Landa. Arremanga, ino? -le decía el Bebo, atento a los pespuntes bl¿ncos de l¿ carreler¿.

-iMi C¿dill¡cl ilvti C¿dill¿clMi gallinero debías de decir, güeY -resorteo malhumorado desde atrás, el Chivo.

El Chanate, decidido a reconquistar los mejores sent¡m¡entos de sus amigos, se volvió a verlos con una sonrisa bien esbozada, sus ojos brillaban de alegría como una invitación franca y abierta para que, junto con é1, se rieran del Bebo.

EI Bebo sintió que la risa de sus amigos, sana, realmente alegre, estaba lejos de corresPonder al propósito malvado del Chivo Era como si su actitud, la de intentar seducir a la Landa con su Cadillac,

hubiese aparecido como una broma que él mismo se habia ga'tado a 'us costillas para di\erl¡r d lodos. Ln el tono de sus ri:¿. crel¿ tlescifrar algo así como: "Bebo, Bebo, qué punt¿da l¿ luya la de Presumir con "r" a"rro, Cadillac, es cierto, Y de líneas góticas, también cierto, pero no menos vieio y desPintado Y golpeado por lodas P¿rles Y como \i ósto fuera poco, cubierto de medallas de mierda seca que las gallinas de tu corral habían zurrado a lo largo de todos esos años que estuvoárrumbado . Ll mismo Bebo reconoció su torPeza con una risilla incontenible que se Ie escapaba entre los dientes ralos Y puntiagudos. El Bebo de:aceleró el duto tdn pronto ( omo ¿bandon¿ra su esfuerzo de seducción. M¡entras tanto, frente a ellos, las hendiduras laberínticas del cerro El Centinela o Signal Mountain, de acuerdo con la cartografía estadounidense, Profundas con el Sol de la mañana, comenzaba a desaparecer con la sombra que ¿v¿nzab¿ r on la puesu del Sol. Ll Signal Mountd¡n. visto desde Istados U nidos, efectiv¿mente senala algo, la frontera. El cerro, seguramente fue vigente entre los dos Países vecinos. Ln conlraPdrl ida, vislo

El valle del amor

desde l¿ ciud¿d de Mexicali rparticularmente desde la periferia noroeste, de la calle 1B en adelante), el cerro El Centinela se levanta a la v¡sta de todos, no como un simple obelisco fronterizo de 750 m de altura, sino como un coloso de piedra que alivia las tardes candentes con su gigantesca somtra desde que el Sol baja.

El color violeta amatista que el cerro augusto imponía a sus pies, como abanico se fue recogiendo conforme los muchachos se le acercaban para rodearlo por su pend¡ente sur. lnmediatamente después del trayecto sinuoso que imponen los pliegues de la falda del cerro, una panorámica abismal se abrió ante sus ojos. La carretera bajaba precipitadamente en ligeras curvas, luego corría en perpendicular hasta perderse a lo lejos, mucho antes de llegar a una especie de fortaleza de color añil: La Runorosa, el eslabón fronterizo de la sierra de Juárez. Más allá del alcance de una vista, la c¡nta negra se levantaba himuldemente hasta tocar las plantas de La Rumorosa: ide allí en ¿del¿nte abría que ver con qué tenacidad la carretera trepa sus muros escarpados!

Detrás de sus almenas de piedras gigantescas de granito, emcumbradas a más de mil quinientos metros, la puesta del Sol rayaba una franja de amarillo topac¡o. Las crestas añil de la sierra, la estela amarilla del Sol, y el abismo azul del cielo, las tres, concerLadas, se derrumtraron sobre el costado sur de la carretera, sobre el espejo de un manto acuífero: sobre la laguna Salada; aguas dulces desviadas desde el río Colorado. Los

muchachos sintieron Ia agradable sensación de pensar sus cuerpos macerados en sudor, flotar en las aguas frescas de la laguna.

Apenas se precipitaron sobre el agua, el Sol retiró su capa pluvial y la sierra dejó de contemplar su cresta en el manto acuífero. Las estrellas no tardaron en rielar en el agua, una aquí, otra allá, sin saberse muy hien si el cielo l¿c solt¿b¿ de su seno por pesadas o el fondo de la laguna las dejaba levitar hasta la supeficie por livianas. Y los chicos chapotearon con las estrellas

'i '-o"

reflejadas en el agua, y con la noche llegó la hora del deseo por la Landa. En un¿ sol¿ voz le pidieron que les remendara sus almas rotas: iSabes qué, landa? Se lr¿l¿ de... tú sabes... -le diio el Chanate, apenado. Detrás de é1, la pasión se multiplicaba por tres; la luz macilenta que bajaba de los astros celestes les iluminada parte de la cara como medias lunas. La Landa sabía de que se trataba. Ella y ellos se observaron callados, los dientes les tronaban, todos t¡ti riteaban esmorecidos; siempre habían tenido frío y sin embargo nunca le habían pedido lo que le pedían ahoia, nada más se le repegaban, la abrazaban. Pero ahora que los senos le habían brotado, le pedían que los dejera apoyarse en su pecho para que ella les peinara suavemente los cabellos con los dedos y posara sus labios tiernos en sus frentes, en sus mejillas. Pero la chica, astuta, le cogió la mano al Cariñitos y le susurró algo al oÍdo. Fnvalentonado con el aliento lascivo de la Landa, el Cariñitos se desabotonó la camisa y con el pecho desnudo, retador se interpuso entre ella y ellos. El Chanate era el único que pudo haber objetado algo. Pero prefirió callarse, no quiso contestar la apuesta que el Cariñitos había hecho en favor de sus propias fuerzas.

La Landa y el Cariñitos se d¡eron media vuelta para perderse en el fondo de la noche. Ellos se quedaron ahí solos, pateando las olas mansas que le: trañaban los pies desnudos. De vez en cuando los puntapiés volaban en dirección del Chivo para hacerle pagar las impelinenci,rs tometid¿s a lo largo de aquel paseo malv¿do. Y

Don Quijote y el Cardón

San!-elipe. B.C.

'I'rofu!ü d! litalatutu en ld tli¡r¿tidtul F-eotal dc Sd Diago, c sun Diqo, (:uliÍomio, Etu.

El batiscafo )

Hernán Gutiérrez Bernal*

Ilustraciones de Cuauhtémoc Rodríguez Piña

A uando llesaron a la bahía. Lil¡ // v F,rn car"gaban sobre los L/ hombros más de diez ligeras maldiciones: una llanta averiada, un ataque de nervios, más de tres posibles accidentes, un piquete de mantarraya, dos discusiones en el motel y una diarrea. En la bahía todo se curaba. Se cu¡aba el amor y se curaba el cielo; el Sol de mediodía y la culebra del azar. Se curaba lo lejol también. y el preludio de Ias pequeñas diferencias. La bahía se dibujaba frente a mí y palidecía dejando ver el fondo de su rostro como una virgen sonrosada. Dejaba el azul para un lejano pescador de callos con visor. Un ex convicto reparaba unabarcaza con un martillo de mi propia caja, y su

señorajuntaba leña junto al mar para cocer frijol. Hablo de la bahia, no del puerto. De la bahía donde nunca nadie 11egó, que llevaba por nombre el del primer barco. La del snorkel y et kayak, Y Ia pesca prohibida. Si los estadounidenses tuvieran el permiso de la bahía, sería ahora reserva marítima nacional, pero la carretera igual seria un puente libre sin lantos peligros ¡ pesquisas de ladrones. Pero en el trópico de Cáncer no llegaban a tanto las curiosas incursiones turísticas. Me imagino un cómodo freeway o turnpike del viejo San Felipe a la bahía. Pero en el trópico de Cáncer no hay concesión posible. Está lejos y es lácil. por lo demás. pasarla bien sin tantos adelantos.

La bahía tiene además otros fantasmas. Y los estadounidenses no .abrian que hacer con ellos, además de ignorarlos o Íatar de sacarlos en la tele. O con la historia. La historia de la bahia no se compra ni se f¡acciona. Aunque no esta a de más un moderno museo con aire acondicionado, un ¡orl por las aguas lapislázulis en donde navegaron asombrados piratas holandeses y legltimas naves españoIas, en el delirio por descubrir los lÍmites de una isla y fundar puefos, con aparejos para bajrr al agua ¡ explorar el suelo del arrecife durante cuatro días inventoresr meroantes, [¡ aifes. soldados remerarios. bucancros e indios; no sab¡Íamos qué hacer con ellos, excepto taparlos con pavimento y pequeñas estaciones de gasolina para parar en el tiayecto, parques para acampar y hoteles. Aunque tampoco nosotlos sabemos bien qué hacer con la historia de Link y Venegas, Ortega y Salvatierra. excepto sepultarlos en bibliotecas exfanjeras y encontrarlos de nuevo en clases szl generis de raras facultades.

Pues bien, apenas dos horas después de salir del puerto, se reventó una llanta. Muy poco probable: un co Son¡. barra antirrobo\, aire acondicionado, doble tracción. luz en la oabina. dos poñarrefrescos, además de una buena ración de ense¡es, bebidas, tartas, fi.utas, galletas y, sobre todo, dos latas de espuma para sellar neumáricos. Pero la llanta lenia un oriñcio del tamaño del dedo, y descubrimos que no nos faltaba nada: llave, candado, martillo, repuesto,

excepto uIIa cruceta para sacar las tue¡cas. Media ho¡a después de buscar en cada caja y compartimie[to, extendi una mano hacia los autos que venían, en señal de ayuda. pero todos se siguieron de largo y continuamos buscando en elresquicio del asiento, absurdamente, pues el tnmaño del resquicio no daba más que para esconder una llave.

Descofazonados, nos seltamos sobre la portezuela de atrás a contemplar Ia posjbilidad de un viaje menos, unas vacaciones metos. un paseo por nuevas misiones y cañones, playas y bahías menos, cuando vimos a dos ho¡¡bres caminando hacia nosotros, asl que medí mis fuerzas y localicé con la vista un par de buenas piedras. Entonces nos dirnos cuenta que no eran hombres. sino dos señoras de mediana edad, y una de ellas era Denisse, del in"tituto. que se acercd y nos saludó con un abrazo. Denisse y su amiga regresaron a su auto, tras una curua, por un par de herramientas y tardaron más de 30 minutos en volyer. Pensamos que todo había sido una alucinación. Hasta que vimos otm vez su silueta subir por el cami¡o. pe¡o su heramienta no sirvió, asi que tuvimos que parar a oüo auto, un R.V., de donde bajó un noruego afable que se aprontó a sacar un par de llaves de su vehícuio.

Cambiamos la llanta mientras Denisse y el hombre charlaban de Noruega, los hiios y la pesca; iban todos a Ia bahía, así que prometimos e¡contrantos de nuevo tan pronto como llegáramos ahí.

Pero tardamos un día más en llegar a la bahía. Esa noche, Merlina y yo nos reguimos de paso. La bahia tenía cinco playas. Nos quedamos en la segunda porque tenía agua potable y baños. Mientras escarbábamos para meter los clavos de la tienda, la esposa del adminiskador nos ofreció una srlla: una palapa casi fiente a la playa con luz eléctrica, mesas de btllar y ping-pong,. media pared y chimenea.

Caminábamos por la bahia tomados de la mano. No había nadie, descubrimos que habíamos viajado fuera de lemporada. \adie ofreceria re\¡stencia. Podriamos merer |os pies al agua y tomar el sol desnudos. Nadie nos molestaría.

La primera mañana amaneció totaimente soleada, así que nos pasamos todo el día explorando la playa. La recorrimos casi toda y descubrimos dos lugares ideales para bañamos y usar el visor templado. Descubrimos que podíamos utilizar los botes que habían dejado Ios dueños de las fincas; incluso había un velero anclado a mitad de Ia bahía, que se nos antojaba robar. Pe¡o en vez de eso, hicimos todo tipo de tonterias. Tomamos prestada una lancha de remos que no pudimos entender (se rnetía el agua y estábamos demasiado débiles para remar hasta la isla y volver), asi que mejor fuimos por nuestras cosas y volvimos con un par de sillas y otros aparejos (visor, sombrero, toalla, crema bronceadora, radio, .frisbee, efcétera). Pam entonces no suponíamos que el disco sería lo

que más llamaría la atención de los \ isitantes.

Había una dársena de piedra construida por alguien, que descubri:rc5 que nos llevaría hasta la parte r--- l. cristalinay con más fauna de la ::ri:. Sólo había que dar un salto y :::::¡an'ros ahi, respirando al ritmo de -'. .,nfibios y peces sobre un piso de ..:i¿s milenarios d-e colores y formas ::.iurtos. Los peces se agrupabanunto a ias rocas y más allá podías ver otras especies más grandes.

La corriente de agua corría de -:ñe a sur, asi que era fácil ir a dar a ..s casas y pasar por un monolito -- 'undo donde nadaban ejemplares ,..: más grandes- pero habia que ser ..rx poco temerario para llegar hasta ahi. así que nos pasamos el día nadando contracorriente para volver a la dársena. Por la tarde fuimos a abastecernos de agua y víveres y cenamos en el pueblo.

Regresamos de noche y no tardamos mucho en dormirnos. Era aún de noche cuando oímos hablar a los hombres en castellano antiguo. Nos despertamos porque sus pisadas hacían más ruido de lo habitual. No lievaban amaduras ni nada de eso como si su sola aparición no fuera difícil de creer- pero sí llevaban qhoclos de madera. _ :..'::_. :rer

- - :: cajeta =on de largo; sin

:' :-: - -: tartos =. : :' Ortega re\. ": , siete soldai:. - :

contramaestre y escribano, cinco marineros y grumetes, un cura y dos esclavas negras , así que salimos de Ia tienda medio desnudos y corrimos a escondemos a una de las casas en donde habÍa meado esa mañana. Creo que conociamos el campamento mejor que ellos, así que convenci a Merlina que saldriamos de ésa sin ser raptados o tomados prisioneros. No habiamos term inado de escondemo> cuando dos de los hombres de Ortega encontraron la tienda. Gritaron a todos que fueran allá, pues al parecer no habían podido entrar a ninguna de las casas. Inspeccionaron todo con atención. Parece ser que Io que más .: ::ención fueron las crema- .: . ,-.. ., il. Encontralon una de :: ;iir¡as y no supieron qué hacer ion ella. Decian las cosas más extrañas que hayas oído jamás. Si el habla de los gachupines me llama la ..:ención. ahora imagínense el de los 1.i:ros antiguos. Si era lo que yo :- -:::i. empezabaa excitarme . .i collronlarlos con mi

español adelantado 400 años. (AIgo que sólo es posible unir con tecnologia digital o con coreografÍas sumamente caras, parecía estar ocuffiendo frente a mis ojos). Asi que estuvimos escondidos muertos de miedo t¡as la pila del patio aunque Merlina nunca hubiera sospechado otra cosa que no fuera bandidos de la ciudad disfrazados, pues es rusa una hora, pues yo

aún creia que era una banda de motociclistas o bandidos posmodemos, (además, la casa del gerente estaba todavía demasiado lejos). Me dí cuenta que no eran ni marcianos ni adolescentes de la ciudad cuando tomaron elfrisbe". En la ciudad donde había estudiado. un grupo de personas asociados a un club medieval se disfrazaba de caballeros cada sábado y sostenían sendos duelos entre si con espadas, escudos y lanzas hablando un inglés borgiano. Creo que eso fue lo primero que pensé. Sólo que éste debía ser un club del renacimiento español. Eran realmente unos estúpidos. Por supuesto que el plato no se hundÍa, pero no era ninguna embarcación. Caí en cuenta de la ve¡dad cuando uno de Ios hombres de Ortega puso el quinqué sobre el agua y empujó el disco. La corriente se llevó la lámpara y la arojó contra Ia única orilla que no habiamos recorrido esa mañana Merlina y yo. Los españoles lanzaban exclamaciones como ¡hopo!, hasta que el quinqué cayó al agua y descubrieron lo inútil del invento. Luego vi cerca de la playa el perfil de Ia vieja fragata Madre Luisa de la Ascención con dos mástiles y dos velas; entonces supe que la bahía estaba realmente habitada por lanlasmas. Pero en esle caso lan¡asmas de carne y hueso. Así que para tranquilizarme deduje que ellos habían entrado a la dimensión de

nosotros, puesto que los veíamos, pero nosotros a la de ellos probablemente no, pues el campamento segufa igual que en la mañana. Creo que Merlina estaba a punto de desfallecer cuando prendl la lampara de mano y le eché la luz en la cara al contramaestre.

Pero, ¡qué diablos!- alcan2ó a exclamar el piloto.

Son gentiles- gritaron los soldados que corrieron a auxiliar al maestre que nos apuntaba con el a¡cabuz. No grite yo- somos mexicanos.

¿Mexi...qué?

-Mexicanos. Y estamos de vacaciones.

¡De vacaciones!- lanzaron una carcajada dos hombres que vigilaban apostados junto a la playa. -;Alto ahi! Y salid para que os rea el capitán ordenó uno de los guardias.

Tomé a Merlina del brazo y caminamos hacia los hombres. Decidí que actuaría de forma extrovertida y ocurente paxa adelantame a cualquier imposible sorpresa de los invaso¡es. Hablaría como mexicano, como norteño, como fionterizo, y diría tantas cosas como fuera posible para mantenerlos elt¡etenidos.

Encantados de conocerlos le adelanté la mano al piloto sin quitarle la luz de la cara.

De conocerles, vaya,...- repitió el maestre mientras me arebataba la lintema de baterías.

-Mirad esto dijo con voz grave el piloto entregándosela al conÍamaestre.

-Vaya un quinqué, y no quema rontestó el otro.

-Llamad al capitán Ortega - ordenó el maestre a uno de los soldados.

Francisco Ortega llegó unos minutos después con un consorte de cinco hombres armados con arcabuces y adargas. Hemos encontrado dos hombres nos presentó el piloto.

- Un hombre y una mujer replique yo Encantado de conocerle, señor Ortega dije Bienvenido. L.lla es mi novia, Merlina. Hemos venido a pasar las vacaciones. Supongo que ustedes han venido a explorar el territorio, por perlas o algo así, ¿verdad?

-Son españoles iijo el contramaest¡e Han salido de una de esas casas.

Mexicanos- repliqué.

-¿Cuárdo habéis llegado aquí? preguntó el capitán.

El lunes. Ayer- contesté.

-No, me refiero a.. .¿quién ha hecho todas estas casas? ¿Sois remisos?

¿Rem¡sos señor Orrega? Mh- verá usted...

Me sabía de memo¡ia los clichés de los filmes de ciencia ficción donde los viajeros del tiempo tratan de convencer en balde a los prolagonistas de la "historia" de lo que les va a pasar, e invariablemente los arrestan y los toman por locos. Asi que preferi contarles 1a verdad sin querer convencerlos de nada. Sólo deseé que no r ie¡an el auto 4-whcclcr de Merhna.

-Llegamos ayer. Ella es mi chica, Merlina. Merlina, saluda al señor Orlega. luego te cuento quiénes son. La carretera transpeninsular no tiene mucho tiempo, 15 años quizá, pero la hemos recorrido toda. Nos ocur¡ió

Cliriogigante

una coincidencia increíble: se nos ponchó la llanta y no traiamos cruceta, pero claro que no lo sabíamos, asl que nos sentamos a un lado de la carretera a ver pasar los autos...

-¿Qué es un aulo?- me intemtmpió el capitán. A Ortega le brillaban los ojos.

-Un auto es un caro, un coche; verá usted, es un automóvil con cuat... -Capitán- interrumpió uno de los soldados- hemos enconftado este altefacto.

Habían dado con el pick-up de Merlina.

-Es el auto de mi chica.

Fueron todos a Yer el Toyota. Alrededor del auto de Me¡lina nadie decra nada. asi que le arrebaté mi lámpara de mano al piloto y empecé a explicarles qué era un auto.

Lste es el w¡n ds¿ie1d o parabrisas. sirve para rornper el aire y proteger al conductor.

Erras son las llantas; son de hule. EI hule Io descubrieron en Aurérica dei Sur. El wind¡hield es seguramente de plástico. El plástico se obtiene con fibra de vidrio. Y esre es el cofre. y adentro del cofre está el motor -dü".

El cofre, ¡ja! rieron los soldados. -¡Que abran el cofre! -ordenó Ortega.

No pudieron abrirlo. Así que le di la llave a Merlina para que abriera la puerta del auto y liberara el hood.

Ahora Me¡lina les \a a demosrar lo que hay adentro del cofre, señores. Merlina tomó las llaves, abrió la puerta y se sentó al volante. Accionó la palanca y saltó toda Ia lámina. Luego encendió el auto, oprimió el acelerador y se marchó de ahí de.jándolos a todos estupefactos. No tuvieron tiempo ni ganas de dispararIe. Posiblemente pensaron que estaban soñando. Las luces de su camión se fueron apagando a Io lejos en la carretera.

Me disculpé y arojé la luz a la cara del capitán ortega y le pedí que me siguiera.

-Voy a mostrarle algo le dije.

Entré a la tienda de campaña y saqué el radio Sony. Puse un disco compacto y subí un poco el volumen. Era un álbum de jazz de Dizzy. Ahora toda la tripulación se veía decaída, como al borde de un ataque de nervios. Los ojos del capitán Ortega habían perdido su brillo. Su dilema renacentista era terrible. El propio Ortega era un inventor consumado de aparatos impensables para su época, entre ellos un batiscafo para un solo hombre; aunque ahora que lo he visto, algo más parecido a un submarino: una campana donde podían permanecer tres hombres baio el agua un dia completo, aunque no había quedado vestigio del aparato sino en los lib¡os.

Nadie decia nada todavía. Su asombro era tal, que decidí que si no queria que me volaran la cabeza de un disparo para probar si todo eso que tenían ante sí era verdad, incluido yo, tenía que inventar una salida inteligente. Tenía dos metas: uno, ver si el batiscafo de Ortega era real y lo traían en el barco, y dos, fornicar con una de las esclavas negras.

Capitán, señor Oftega -dije a manera de conclusión , le explicaré quiénes somos y cómo hicimos todo esto. La clave está en..

-l,Qué es una carretera transpeninsular? preguntó el capitán tratando de salir de su estupor.

Es el camino que recore toda la peninsula, desde la liontera hasta el sur.

¿Cuál frontera?- preguntó Ofiega.

¿Es ésta una penÍnsula? preguntó el contramaestre Pensábamos que era una isla.

Sí, sí -dije-. Se 1o explicaré todo. Es una península, no una isla. Se llama Califomia, como ustedes saben, no Tierra de Santa Cruz ni Nueva Albión, y Francisco de Ulloa y Francisco de Alarcórt, los piratas Drake y Cavendish, y otros navegantes portugueses que naufragaron en sus aguas ya lo sabian. Y ahora 10 que quiero es que me lleven a su bergantln. Quiero hacerles un regalo.

Fuimos todos remando en dos lanchas hasta 1a embarcación, pero

antes caminamos por la playa y recogimos el frisbee de Merlina. Llevábamos con nosotros las dos lintemas, asi que pude ver con atención los detalles de la embarcación. Hacia tiempo que los soldados habian dejado de apuntarme con el arcabuz, y ahora me paseaban libremente por toda la naye. Ortega y 'u. hombres segulan sufriendo crisis del ¡enacimiento: entonces nadie suponía o imaginaba la exjstencia de los ovnis, así que yo no podia ser un extrateffestre. Era una categoría irrelevante y por tanto descartable. Por otro lado, puesto que eran renacentistas y estaban obligados a redefinir el mundo, y por eso viajaban tanto, Merlina y yo no podíamos ser un signo de nada más que lo que realmente éramos: dos personas como ellos, dueños de grandes sueños y posibles adelantos. Es decir, que no podían vemos como el signo ominoso de nada; en el renacimiento no había cabida para la superstición: no éramos ni aparición ni encantamiento; a 1o

Labailarina

sumo habíamos alcanzado las "libertades individuales" a las que e)los aspiraban.

Al parecer, Ortega y Sus hombres habian llegado a la misma conclusión, pues ahora me enseñaban toda la embarcación y me servían vino entre los barriles de pólvora, las jarcias y cabos, los anclotes nuevos, Ias vergas y cofas y el rastro pequeño de la nave. Vi el camarote y los dormitorios. Traté de escribir algo con la pluma y el linlero de Onega- ¡ de paso le regale mi bolígrafo uni-ball micro azul, pero no le gustó el trazo. Reconozco que su bolígrafo era de mejor calidad aunque era un poco más torpe. Me senté en la cama, tomé aire y por fin le pregunté por el batiscafo genial y me llevó al sótano de la nave. Pude ver que en efecto Ortega había i¡ventado el precursor del submarino, y al igual que el invento¡ francés de la escafandra un siglo después, había diseñado una manguera para bombear ai¡e hacia adentro desde Ia cubierta. Le pedí que me deiara

entrar y estuve adentro de la cámara asfixiante durante incontables minutos tocando cada tornillo, cada empalme, las ventanas opacas, el metal frío y la made¡a. Subimos a la cubierta.

Ya todos habían bebido más de la cuenta de mis botellas de ron. La algarabía reinaba en la cubierta y se confundían los marinos con los soldados, el cura con el escribano, y pudimos ver a dos soldados pelearse por una de las mulatas. El capitan les pidió de muy buen ánimo que la dejaran en paz.

Me sentia como el capitán Nemo de Julio Veme. Ortega veia hacia la playa: queria saber cuál era el secreto; cómo habíamos logrado tener todo eso en tan poco tiempo. Le dije que era el momento de decÍrselo, pero que antes debía permitifine que me encerra¡a durante una ho¡a con la negra cimarrona que escondía en su alcoba. La bahía olía a brea y brisa vieja. Ortega soltó una carcajada, abrió otra botella de ron Don Q y me

dejó solo con la esclava. Antes de salir le dijo algo en portugués. Es aquí donde realmente supe que no estaba soñardo. Toqué a la negra para saber si la temperatura de su cuerpo era real. Estaba tibia. Se acostó en la cama y se quitó el vestido rojo de f,rguras geométricas. Lo único que reflejaba luz blanca en su cuerpo eran las plantas de los pies, los dientes y los ojos. Entonces no había herpes ni sida, así que deliré ante Ia posibilidad de besar sus tetas y lamer su lengua. Mordi sus rodillas. hundí mis dientes en sus muslos y oí que gemia en swahili. Luego separé sus rodillas y metí mi nariz entre sus labios negros y babosos. La fomiqué hasta que me dolieron los huevos. Rodamos en los lienzos de Ortega mientras la madre asunción rechinaba y crujía al ritmo del ma¡ de la bahía.

Creo que estuvimos encenados más de tres horas, porque la tea que alumbraba la morada se fue apagando hasta dejamos a oscuras: la cama, el escritorio y las cartas de navegación que indicaban los astilleros de Mazatlán y Acapulco y que definían a Baja Califomia como una isla un poco alargada. Affanqué la hoja y la metí en mi bolsillo. La negra se quedó dormida. Ignoro cómo se llamaba. Ortega mencionaba los nombres de todos menos de las esclavas. Merlina nunca me lo perdonaría, así que decidí que tenía que bañarme- Pero ya no podía ver nada.

Subi por la escalerilla y salí del camarote. Los soldados dormían tirados sobre las arrobas de plomo, los quintanales de bizcocho, las fanegas de maíZ, las botijas y Ios barriles de agua. Las velas estaban izadas y noté que la nave se movía. Volteé hacia la playa y oi que pitaba un auto con las luces encendidas. Debía ser el pick-up de Lily. Ya habíamos pasado de la isla y nos aleiábamos cada vez más. Só1o a un loco se le podía haber ocurrido nadar hasta la playa, pero aun así me tiré al agua. Eran muchos kilómetros, pero me alentó saber que a la mitad det ca«ino podría psar sl f0íd0 dC (6 hthta Lo sr\6qst e\cs\st (r\rssl

esa mañana; llegué hasta el velero anclado a la mitad y de ahí caminé Ientamente hasta el auto. Amanecí como un náufiago tirado en la playa, junto al auto de Lily. No recuerdo cómo llegué hasta ahí. Tampoco ella me había visto llegar y se había quedado dormida encerrada en el camión. Creo que nos despertamos al mismo tiempo. Corrí hacia la puerta y la abracé por la ventana. Todavía estaba empapado y no tlaía ropa. Merlina traló de verme como si despertara de una pesadilla. Me dijo que había ido al pueblo y que había Ilamado a la estación de policía. Habían venido a buscaÍne pero no me encontraron. Luego entraron a la ljenda pero no encontraron nada. así que no le creyeron. Pensaron que estaba borracha o drogada y la

llevaron de nuevo a la estación y la encerraron en urra celda. Luego llama-ron al gerente del campamento y la dejaron salir. Habían enconhado las huellas de los choclos en la playa pero no le dieron importancia, pues la nave del comandante Ortega ya no se veía en ningún lado.

Encontré la ropa a unos metros del auto. Al conhario de lo que pasa en las peliculas. no traia el mapa de los astilleros en Ia bolsa. Nos metimos a la tienda y nos cambiamos. Lily me preguntó que quiénes eran esos tipos. Aún estaba asustada. Le dije que se habían ido poco después de que ella se llevara el auto. Era una broma.

Ese día desayunamos cerca del campamento, en otra playa. Volvimos por nueshas cosas y nadamos un poco. Merlina flotaba por la cantidad de sal que había en el agua. Estaba encantada, pues no sabía nadar muy bien. Luego caminanos hacia el sur, al lugar donde no habÍamos podido llegar un día antes. En esa punta olía mal. El cieno estaba podrido. Todos Ios desechos de las embarcaciones iban a dar ahí. Rodeamos y llegamos hasta los acantilados. Habia todo tipo de basura: trajes de baño, anteojos, latas de comida, platos y vísceras de pescado. Ahí encontré las cartas de navegación de Ortega: la fecha: 1634. Se la mostré a Merlina. Creo que no €ntendió que lo de anoche habia sido cierto.

Los tipos no hablaban en castellano arúigto por hobby, ni estaban disfiazados. Pe¡o Merlina era rusa y no hablaba bien el español. así que tomci el mapa y se fue caminando. Subió por las piedras y llegó hasta lo más alto del acantilado: luego la perdf de vista. "Merlina, no hagas eso", le grité. Pero no me atrevi a seguirla. Tenía miedo de romperme una piema. El accidente no permitió que nadie mfu supiera 1o que había ocunido en la víspera. El mapa, mi única prueba, cayó al fondo de la bahiajunto al cuerpo de ella. Cuando llegaron las ambulancias y la policía, vi que la I o' lt( t; t negra de Onega me habia deiado s1\es e§\s\s q\ §\s\\s\

Don Quijote en laCallida Fornax

a

L

optz

Tienes el cuerpo de madera suave y el carbón con el que pintas duro tu borrador es como tu alma entre más lo usas más desaparece

Adelina Di Bella Murillo* (9 años)
'Escuela Pr¡maia Melchot Ocampo, Mex¡cal¡, B.C.

Cantares, loas, rituales, todos tributos a la palabra itinerante, a la poesÍa que trasciende parámetros disímbolos de sobrevivencia en este afanoso trajín fiflisecuiar en el que todos estamos inmersos. Conversaciones con la esencia misma de la poesía; núc¡eo íntimo de poderosa expansión hacia puntos divergentes: poema que fluye, poesía luz, poeta cordero, poema silvestre, poesía brasa quemante. El poeta se ofrenda al cosmos, a la t¡erra; recorre Caminos y senderos sin destino; marcha esparciendo su palabra, su

Olga Angulo*

(irkn' lRr ir"(' ltr\o,

verdad. Sólo el poeta cantará el himno de la esperanza, reclamará la utópica justicia, aglutinará voces. Esto es Ia constante que prevalece en Aifanjes, el más reciente poemario de Cabriel Trujillo Muñoz. Versos de breve aliento, que no pretende la unidad temática, sino entregar y compartir frágmentos, instantes de la existencia vertiginosa y fugaz, propia y ajena.

Con f¡rme e indestructible tenacidad, Trujillo Muñoz avanza en et campo minado de la imaginería poética sin fin; se aposta en "la soledad azul de la cabeza" para que "la travesÍa/nunca se detengl" para "hacer de la palabra./una linterna que alumbre/la otra orilla del tiempo". Y continúa en Ia vertiente de la creación y su fragilidad perenne:

Cabriel Trujillo Muñoz,

A/Fanles, colección Molinos del Viento, serie Poesía, núm. 1 16, Ed. Universidad Autónoma Metropolitana, 1997.

Qué tu verso dice/lo que todos pretendíamos/lo que todos queremos decir/Al otro lado del mar/ En la página en blanco/En la soledad azul de la cahezal.

A/fanfes viene a ser el opuesto del espíritu y co¡olario del libro de poemas Don de lenguas (rCBc, 1995), que en su tiempo tuve la oportunidad de reseñar en un texto sucinto. En é1, y a manera de conclusión, manifestaba yo que el poemario transminaba un sentido de fatalismo deducido de "el caos, el desorden cósmico y terrenal, la negación sistemática, la incertidumbre del origen, el devenir y futuro del hombreespec¡e" que vive la humanidad, pero simultáneamente, el autor "deja entrever un punto de luz, allá, a lo lejos; a la poesía como elemento purificador, de renovacióñ alentadora".

En Alfanjes, Trujillo Muñoz retoma este últ¡mo pensamineto y lanza un

canto de promesa, entreverado con una profunda oreocupación por el oficio del poeh y la poesía por sí misma.

A/fanles, sección final de este poemario, nos somete al entorno físico, de raÍces vagabundas, arraigo nostálgico, ciudad del Sol. Poesía que se materializa, diría yo. Pero dentro de todo esto, el autor rnantiene esa exigencia de la voz creativa, del vocablo poético que desea encontrar sL¡ sitio exacto, el significado prístino y prec¡so, como un quererse expiar al buscar la pureza de la palabra, de la poesía. Dice Trujillo Muñoz:

A la iuz de la mañana soy un hombre/ con mal sabor de boca/ por un verso impecable que se pudre/ en la punta de mi lengua.

A la luz de la mañana soy un hombre/ con dolor de cabeza/ por un verbo que resiste todos mis esfuerzos/ para escupirlo al mundo.Y

* Narradora y editora (le la rev/sta AqLrilón. Actualmente es dirccton del lnstituto de las Américas, Mexicali. ENERO/MARZO

lE""lr* 77 y "\ regooijo dlen paúeúismo

Erase una vez un escritor perdido en su propia pesadilla: un viaje fe//inesco a los alrededores del modus vivendi de la clase media vista a través de los ojos de tres secuestradores tan inverosímiles como la realidad misma.

E¡ Berlín 77, el patetismo de Cutiérrez Vidal está presente una vez más. El ismo subsecuente a lo posmoderno, ese lugar común de los escritores de la generación X que ya no buscan recuperar elementos del pasado y glorificarlos en forma de santificación, sino navegar en los psicodélicos mares de la cultura pop y el

reino del kitsch, se convierte así en un elemento de cohesión grupal que les otorga un sentido de pertenencia y, por ende, de identificación.

Carlos pertenece momentáneamente a este atropello literario, a esta literatura [ragmentaria que recuerda esa increíble analogía entre las partes del cuerpo humano y las del automóvil. Sí, es Ballard en C¡ash, el antecedente inmediato más ilustrativo, sólo que en recursos literarios distintos: menos descripción de los personajes, de los ambientes en que se desarrolla la trama; una exageración temát¡ca que raya en lo grotesco y que va de la tragedia a la comedia, al condicionamiento del humor negro como única salida para el caos cot¡diano.

Adriana Sing*

Calos Adolfo Cutiérrez Vidal, Berlín 7¿ Ednorial Axñur, Mexicali, 1994.

Dis ¡s nuestro mexican saico, nuestro acercamiento a lo peNeft, a la obsesión constante/ repetida, de evidenciar nuestras miseria§ sociales y humanas.

Nast¡ bo¡-nasti boy... tell me why your violence is light?

Porque si a algún lector esta historia le pareció demasiado para sus convencionalismos y parámetros sociales, no se ha enterado entonces que el mundo en que v¡ves es una mierda Ml¡ho menos ha entrado a navegar por la pág¡na de Alternative X que reúne a los practicantes del patetismo en el ciberespacio, o no ha escuchado a Nico o a Nearly Cod o leído los cuentos de Alejandro Espinoza.

Tampoco es un deber, po¡ supuesto. 5ólo intento decir lo que han dicho tantos otros: la realidad supera a la fantasía.

Baste decir que Berlín 77 nace de una experimentación comunicacional, de un análisis de contenido de la nota roja de los pr¡ncipales diarios de la ciudad, con la respectiva licencia literar¡a de intercalar, de suprimir, de magnificar, de construir y

decddificar discursos a partir de hechos concretos. Nada más aberrante que la parodia de nuestros días.

Habría que preSuntarse el porqué de ese encanto de Cutiérrez Vidal por lo dark, por lo underground. Lo que nos llevaría a prbguntarnos el porqué de esa misma atracción de los jóvenes escritores contemporáneos. Esa fascinación por lo espeluznante, esa necesidad de utilizar referentes inmediatos de la cultura en que viven, contrario a los escritores posmodernos que todavía le encuentran sentido a buscar la visión épica de los sucesos como en los tiempos de la guerra frÍa.

¿Serán estos tiempos finiseculares tiempos de arribos mesiánicos, de fatilidad y crisis en serie- un cambio en nuestra estructura de pensamiento que se refleja en todos los ámbitos de la producción humana incluyendo la l¡teratura?

Carlos nos entrega su pesadilla más honda, su carcajada más sonora.

En ella va el antídoto contra esa h¡stór¡ca culpa clasemediera de esconder la basura debajo de la cama. Y

* Poeta mex¡calense, caord¡na dora de Comunicación e lmaqen del Cenuo de Enseñanza lécnica y Super¡or ei Mexicali.

lBntue un fenoro*ooin y *n Crnr"*d,

Raúl Maciel Orozco rcomp.)

Entrc el leftocarril y el Colorado, f est mo n ¡ os o r al es del K¡lómetro 57, tc}c, Mexicali, 1996.

A partir de la publicación, hace más de veinte años, de Pueblo en vilo, de Luis Conzález y Conzález, los ejercicios de mic.ohistoria han cobrado un auge ¡nusitado en el país. Los histor¡adores han vuelto su mirada "cargada de s¡mpatía" a la matria, al terruño, al espacio pequeño en lo geográfico, pero inmenso en lo simbólico.

La recuperac¡ón memorística de los espacios se ha hecho en forma recurrente y afortunada a través de la voz de Ios pioneros; tal es el caso de Entre el lerrocarril y el Coloiado: -res mon¡os orales tlcl Ktlómclto 5,/ de Keúl Orozco Maciel. El poblado de Estación Coahu¡la o Kilómetro 57, se encuentra ubicado en elvalle de Mexicali. Olvidado sistemát¡camente en Ia planif¡cación y presupuestación públicos, el Kllómelro 5/ ps rrao en

tradiciones, costumbres y formas de vida, que sus habitantes realizan para conformar una identidad propia. Bajacalifornianos sí, cachanillas también, pero además, distintos -inconfundibles con los de la ciudad- aunque posean auto y crucen los fines de semana a Caléx¡co, como lo hacen los "otros"-

Las razones para permanecer en un pueblo son muchas y trascienden el plano económico. "Aquí se murió la viejita -señala el pionero lsabel Cruz Fél¡x-, aquí me quedo yo". (p.17)

Los muertos enterrados, la necesidad de acompañarlos, suelen ser motivo sufic¡ente. Los testimonios compilados por Raúl Orozco Maciel dan cuenta de las

prácticas de ocio y asimilación social de las comunidades campesinas del valle de Mexicali; sobresale entre ellas el cinematógrafo. Según cuenta Alejandro Becerra Sánchez:

ls¡nael Rodriguez vino al 57 a proyectar películas en carpa. Exhibía pelÍculas de Raúl de Anda, Emilio Ferñández, Pedro lnfante, los Soler, "Tata" Nacho, Arturo de Córdoba, Carlos López Moctezuma, también del Cordo y el flaco. (p.32)

Nueve testimonios conforman el volumen colectivo de Entre e/ ferrocaril y el Colorado: Iestimonios orales del Kilómetro 57 Mi¡adas apasionadas y cómplices del terruño que, a pesar del calor y todo, los retuvo allí, no en Estación Coahuila como dicen los mapas, sino en el Kilómetro 57. Y

* Cenüo de Extensión Universitaria L)ABC, Tecate.

Kiú.nn*"u, Los ;fr anromeses

em. JEaja Calil[omri*

Cabriel Trujillo Muñoz, Kitakaze: Los japoneses en Baja CaliÍorn¡a, Ed. Larva, Mexicali, 8.C., 1997. 7A p.

Con prosa amena y ágil, Cabriel Trujillo Muñoz da a los bajacalifornianos un libro más para la comprensión de nuestra histo¡ia y cultura: K¡takaze: Los japoneses en Baja Ca[ifom¡a. lniciando con la ejecución de Felipe de las Casas en 1597 en Nagasak¡, hasta los grupos (o círculos ) de calidad integrador por japoneses y mexicanos en las empresas Sanyo, Sony o Matsushita en Mexicali y Tijuana, Trujillo Muñoz efectúa un recorrido fascinante por las accidentadas relaciones entre el oriente Uapón) y el occidente (México) en esta franja de tierra, que por su ubicación geográfica, se convierte en un puente natural entre ambos: la península de Baja California. La lascinacion de México por lapón no es nueva ni se remite al plano económico exclusivamente. La política

exterior durante el porfiriafo promovió el contacto entre ambas naciones como estrategia para minimizar la dependencia del gran vecino del norte.

En 1897 escribe Trujillo Muñoz- fue recibido, con todos los honores, el primer embajador japonés ante el gobierno mexicano: Yoshi Fumimurota- Ese mismo año, los primeros grupos de migrantes japoneses arribaron a tierras mexicanas como jornaleros agrícolas en Chiapas. (p.15)

En el plano cultural, losé luan Tablada -el más moderno de los poetas modernistas , escribe haikus y construye una casa japonesa, convirtiéndose en el principal promotor del orientalismo mexicano. El bombardeo efectuado por Ia aviación japonesa al puerto de Pearl Harbor, modificó drásticamente las relac¡ones entre México y Japón, así como la vida de los japoneses radicados en Baja California. No hay que olvidar que en la percepción

paranoide del conservadurismo estadounidense, la presencia nipona en Ia frontera sur s¡empre resultó amenazante. Novelas como Ihe Value of lgnorance, de Homer Lea, y películas como Parria, alimentaron con sus fantasiosas tramas de japoneses invadiendo a losFstados tlnidos dichas sospechasBlanca Torres Ramírez escribió en su obra México en la segunda guerra mundial (Colmex, 1979):

En la medida que se materializaba la amenaza japonesa sobre el Pacífico, las costas mexicanas? sobre todo las de Baja California, adqu¡rían importancia estratégica mayor, y la situación parecía más grave aún por la presencia de pescadores y agricultores de origen japonés en la zona.

La presión del gobierno estadounidense a nuestro país, llevó a éste a realizar dos actos ignominiosos: congelar las operaciones y valores financieros nipones, así como desalojar a campesinos, comerciantes y pescadores japoneses (ju nto con sus familias) de las tierras y costas bajacal¡fornianas, obligándolos a un éxodo a

todas vistas infrahumano, injustificado e ilegal. Al respecto escribe Cabriel Trujillo:

A más de medio siglo de aquellos sucesos, hoy podemos concluir que el trato que los mexicanos dimos a los japoneses durante la segunda 6uerra mundial, es una mancha en nuestro historial de defensa de los derechos hr¡manos a nivel mundial. Es cierto que la situación de emergencia reinante había convertido a los japoneses mexicanos en rehenes de una real política inflexible y autoritaria, que se tradujo en abusos en su cont¡a. Por salvar la soberanía nacional, se perdieron de vista los derechos humanos de una minoría. Por cerrar filas como mexicanos? olvidamos que los japoneses también eran en buena parte, y por su cultura y lugar de nacimiento, compatriotas nuestros en la vorágine de un conflicto mayor. (pp.s6 y 57)

A punto de finalizar el siglo y el milenio, la presencia iaponesa -vía sector industr¡al- se ¡ncrementa significativamente día con día en Baja California. Japón no sólo traslada desde el oriente hasta nuesbas costas recursos financieros, tecnolóB¡cos y humanos, sino también prácticas y concepciones referentes al trabajo, la producción, la calidad y la vida.

Es de esperar que de dicho encuentro surja una repafiic¡ón más justa -para ambos- de valores económicos y culturales.

os n ioad¿s al monúe

Casi al mismo tiempo recibí Ios ejemplares más recientes de dos de las mejores revistas culturales que se editan en este país: T¡erra adentro y Rev¡sta de d¡álogo culLural entre las fronteras de México.

En su número 84 -dedicado al no¡oesteIiera adentro abre con e[ texto autobiográfico de una de las narradoras mexicanas más importantes del siSlo: lnés Arredondo, autora de los volúmene! de cuentos La seña/ y los espeios.

Aidé Crijalva, con la prosa amena y ágil que la caracteriza, presenta el ensayo "Fernando Jordán en

Baja California", donde relata el itinerario apasionante, la muerte Y surgimiento del mito del periodista de /mpacto, autor de E! otro Méx¡co y Mar Roxo de Corté-s.

Víctor Soto Ferrel, eñ "lmágenes de Tijuana a través del cine", documenta las visiones sobre esta ciudad fronteriza que fueron difuminadas por el mundo gracias al invento de los hermanos Lu is y Augusto Lumiére.

Once poetas jóvenes de Baja California, diez de Baja California Sur, siete de Sinaloa y cinco de Sonora, son presentados al público lector de la revista al concluir el recorrido por la geografía cultural del paÍs que liera adentro realizó a través de siete números.

Poesía de Jaime Labastida, Alfonso Vidal y Luis Cortés Bargalló, así

como la prosa de Daniel Sada, Allonso René Cutiérrez, Marco Antonio Samaniego y Raúl Navejas

Dáv¡la -entre otroscomplemenLan este ejemplo, enriquecido con obra plástica de Julio Ruiz, laqueline Barajas, Édgar Meraz, Marina Verdugo, Fabio Cámez y Enrique Vidal. Miradas diferenciadas, pero cómplices, sobre el norte mexicano.

En el número 3 (invierno 1996-1997), la revista D¡álogo cultural entre las fronteras de México abre con la entrevista al escritor chicano Tino Villanueva; sohresale en el número el ensayo "Obstáculos y problemas de una generación perdida", que comprende a escritores norteños de la generación Pre 68, donde Francisco losé Amparán indaga el origen como generación de los escritores nacidos entre 1955 y 1960, fo¡mados eñ talleres literarios y quienes

siguen establecidos (con dos honrosas excepciones), en su tierra o, cuando menos, en

provincia, desde donde conti n úan desarrollando una obra literaria con mayor o menor consistencia. (p.29).

En "El mercado: ombligo de la ciirdad", Ramfis Ayús Reyes inspecciona en forma aguda el espacio simbólico que esta zona de intercambio económico representa; es decir, "la otra cara del mercado" como "r¡niverso de actividades de sobrevivencia y consumo", como "termómetro de precios, estados de ánimo, actitudes y motivaciones"-

"La esquina del rock", de Alejandro Carcía Vicente, documenta en forma exhaustiva el surgimiento y desarrollo del ¡ock en la frontera norte de México, desde los Tj's de lavier Bátiz hasta el heavy meta/ de Armagedón.

"Trazos de identidad", de Samuel Villela, analiza la aparición del muralismo chicano en los Estados Unidos como transmisor de las inquietudes de un gruPo social, y su posibilidad de reafirmarse étnica y culturalmente.

Estos números de lieía adentro y Fronteras, constituyen m¡radas apasionadas sobre el norte de México, zona donde más allá de la carne asada y la cerveza, se v¡ve y se crea ¡ntensamente. Donde además del milagro del desierto y el mar, cotidianamente se viven otros: los de la palabra, el sonido, el color y la imagen.

SRAC

Cabriel Trujillo Muñoz, K¡takaze: Los japaneses en Baja CaliÍonia, Ed. Larva, Mexicáli, 8.C., 1997. 78 p.

Con prosa amena y ágil, Cabriel Trujillo Muñoz da a los bajacalifornianos un libro más para la comprensión de nueslra historia y cultura: Kitakaze: Los japoneses en Baja California. lnic¡ando con la ejecución de Felipe de las Casas en 1597 en Nagasaki, hasta los grupos (o círculos ) de calidad integrados por japoneses y mexicanos en las empresas Sanyo, Sony o Matsushita en Mexicali y Tijuana, Trujillo Muñoz efecfúa un recorrido fascinante por las accidentadas relaciones entre el oriente (lapón) y el occidente (México) en esta franja de t¡erra, que por su ubicación geográfica, se convierte en un puente natllral entre ambos: la península de Baja California. La fascinacion de México por lapón no es nueva ni se remite al plano económico exclus¡vamente. La política

exter¡or du.ante el porfiriato promovió el contacto entre ambas naciones comó estrategia para minimizar la dependencia del gran vecino del norte.

En 1897 -escribe Trujillo Muñoz fue recibido, con todos los honores, el primer embajador japonés ante el gobierno mexicano: Yoshi Fumimurota- Ese mismo año, los primeros grupos de migrantes iaponeses arribaron a tierras mexicanas como jornaleros agrícolas en Chiapas. (p.15)

En el plano cultural, losé luan Tablada {l más moderno de los poetas modernistas-, escribe haikus y construye una casa japonesa, convirtiéndose en el principal promotor del orientalismo mexiaano

El bombardeo efectuado por la aviación japonesa al puerto de Pearl Harbor, modificó drásticamente las relaciones entre México y lapón, así como la vida de los japoneses radicados en Baja California. No hay que olvidar que en la percepción

paranoide del conservadurismo estadounidense, la presencia nipona en la frontera sur siempre resultó amenazante. Novelas como lhe Value of lgnorunce, de Homer Lea, y películas como Patria, alimentaron con sus fantasiosas tramas de japoneses invadiendo a los Estados Unidos dichas sospechas.

Blanca Torres Ramírez escr¡bió en su obra México en la segunda guerra mundial (Colmex, 1979):

En la medida que se materializaba la amenaza japonesa sobre el Pacífico, las costas mexicanas, sobre todo las de Baja California, adquirían importancia estratégica mayor, y la situación parecía más grave aún por la presencia de pescadores y agricultores de origen japonés en la zona.

La presión del gobierno estadounidense a nuestro país, llevó a éste a realizar dos actos ignominiosos: congelar las operaciones y valores financieros nipones, así como desalojar a campesinos, comerciantes y pescadores japoneses (junto con sus fam¡lias) de las tierras y costas bajacalifornianas, obligándolos a un éxodo a

todas vistas infrahumano, injustificado e ilegal. Al respecto escribe Cabriel Trujillo:

A más de medio siglo de aquellos sucesos, hoy podemos concluir que el trato que los mexicanos dimos a los japoneses durante la segunda guerra mundial, es una mancha en nuestro h¡storial de defensa de los derechos humanos a nivel mundial. Es cierto que la situación de emergencia reinante había convertido a los japoneses mexicanos en rehenes de una real política inflexible y autoritaria, que se tradujo en abusos en su contra. Por salvar la soberanía nacional, se perdieron de vista los derechos hrmanos de una minoría. Por cerrar filas como mexicanos, olvidamos que los japoneses también eran en buena parte, y por su cultura y lugar de nac;miento, compatriotas nuestros en la vorágine de un conflictro mayor. (pp.s6 y 57)

A punto de finalizar el siglo y el milenio, la presencia japonesa -vía sector industrial- se incrementa significativamente día con día en Baja California. Japón no sólo traslada desde el oriente hasta nuestras costas recursos financieros, tecnológicos y humanos, sino también prácticas y concepciones referentes al trabajo, la producción, Ia calidad y la vida.

Es de esperar que de dicho encuentro surja una repartición más justa -para ambos- de valores económicos y culturales.

Dru ,*io*dl*s a]L -orúe

Casi al mismo tiempo recibí los ejemplares más recientes de dos de las mejores revistas culturales que se editan en este paír T¡effa adentro y Revista de diálogo cultural entre las fronteras de Méx¡co.

En su número 84 -dedicado al noroesteTiera adentro abre con el texto autobiográfico de una de las narradoras mexicanas más importantes del siglo: lnés Arredondo, autora de los volúmene! de cuentos la señai y Los espejos.

Aidé Crijalva, con la prosa a¡ena y ágil que la caracteriza, presenta el ensayo "Fernando Jordán en

Baja California", donde relata el itinerar¡o apasionante, la muerte y surgimiento del mito del periodista de /mpacto, autor ()e El otro Méx¡co y Mar Roxo de Coñés.

Víctor Soto Ferrel, en "lmágenes de Tijuana a través del cine", documenta las visiones sobre esta ciudad fronteriza que fueron difuminadas por el mundo grac¡as al invento de los hermanos Lu¡s y Augusto Lum iére.

Once poetas jóvenes de Baja California, diez de Baia California Sur, siete de Sinaloa y cinco de Sonora, son presentados al público lector de la revisia al concluir el recorrido por la geografía cultural del país que lierra adentro realizó a través de siete números.

. Poesía de laime Labastida, Alfonso Vidal y Luis Cortés Bargalló, así

como la prosa de Daniel Sada, Alfonso René Cutiérrez, Marco Antonio Samaniego y Raúl Navejas Dávila -entre otros complementan este ejemplo, enriquecido con obra plástica de Julio Ruiz, Jaqueline Barajas, Édgar Meraz, Marina Verdugo, Fabio Cámez y Enrique V¡dal. Miradas diferenc¡adas, pero cómplices, sobre el norte mexicano. En el número 3 (inv¡erno 1996-1997), la revista Diálogo cultural entre las fronteras de México abre con la entrevista al escr¡tor chicano Tino Villanueva; sobresale en el número el ensayo "Obstáculos y problemas de una generación perdida", que comprende a escritores norteños de la generación Pre 68, donde Franc¡sco José Amparán ¡ndaga el origen como generación de los escritores nacidos entre I955 y 1960, formados en talleres literarios y quienes

siguen establecidos (con dos honrosas excepciones), en su tierra o, cuándo menos, en

provincia, desde donde continúan desarrollando una obra literaria con mayor o menor consistencia. (p.29).

En "El mercado: ombligo de la ciudad", Ramfis Ayús Reyes ¡nspecciona en lorma aguda el espacio sim bólico que esta zona de ¡ntercambio económico representa; es decir, "la otra cara del mercado" como "universr¡ de actividades de sobrev¡vencia y consumo", como "termómetro de precios, estados de ánimo, actitudes y motivaciones"-

"La esquina del rock", de Alejandro Carcía Vicente, documenta en forma exhaustiva el surgimiento y desarrollo del ¡ock en la frontera norte de Méx¡co, desde los Tj's de Javier Bátiz hasta el heavy meta/ de Armagedón.

"Trazos de identidad", de Samuel Villela, analiza la aparición del muralismo chicant¡ en los Estados Unidos como transmisor de las inquietudes de un grupo social, y su posibilidad de reafirmarse étnica y culturalmente.

Estos números de lieía adenüo y Fronteras, constituyen miradas apasionadas sobre el norte de México, zona donde más allá de la carne asada y la cerveza, se vive y se crea intensamente. Donde además del milagro del desierto y el mar, cot¡dianamente se viven otros: los de la palabra, el sonido, el color y la imagen.

SRAG

A¡tonio Deltor(), 8¿/irr7a .Je sonrbr¡s, lo¿quin Mortlz, Móx «), 1997, 70 p

En la tradición mexicana del siglo xx hay dos poetas universales: Carlos Pellicer y losé Corostiza. Ambos miembros de la generación Contemporáneos, desataron involuntariamente dos escuelas de la poesía mcxicana moderna: la del entusiasmo por los espacios abiertos, y la de Ia introspección como paisaje metafísico. A esta segunda, la de Corostiza, pertenece Antonio Deltoro, cuyo libro más reciente, Balanza de sombr¿s, obtuvo en 1996 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

Prudencia, es el don que califica con mejor exaclitud la esencia de este libro. Desde ella, Deltoro nos habla en un tono quedo Y transparente; ritmo de agua que fluye lenta; poesía escrita con la más lograda claridad semántica en cuanto al mesurado tinte metafísico del lenguaje poético. Deltoro escribe para que todos lo entiendan, porque su Poesía es una respuesta a ese

Jorge Ortega

mínimo de atmósfera inanimada de que se completa nuestra vida cotidiana: los muebles de la casa, el suelo de la sala, las ventanas, el ático, el aguamiel. Poesía de las sombras vitales. Poesía que dignifica los objetos.

Prudencia, pero también clarividencia para aguzar el motivo imprescindible de esta utilería inanimada, premiándola de brillo como signo de complicidad y reverencia secreta. 5i Corostiza es la poesía del pensamiento cifrado de tropos, la de su descendiente, Deltoro, aparece casi exenta de intención estética edilicante; su propóslto es llulr a través de una empatía con el leclor elemental. sacrificando el artiiicio y la épica Por la espontaneidad coloquial matizada de una lógica cotidiana.

Pero no estamos ante un Sabines. Antonio Deltoro es un poeta de la exPeriencia solitaria en actos nimios, en eventos superfluamente i ntrascendentes; poeta que, enfrascado en la autonomía del oficio, improvisa tema haciendo del presente y su turba de cavilaciones la circunstanc¡a del texto. Lo vemos, pues, unir con

reaLidades domésticas una sabiduría que contrarresta Ias cortapisas de la vida urbana; unir irrealidades a partir de las divagaciones a que nos sometc el confinamiento del mundo exterior. Cito:

Las cosas, las mismas cosas, a diferentes horas, habitan diferentes playas: las sombras son las playas de las cosas; las sombras de la mañana son playas tropicales de arena finísima; las de la tarde son playas melancólicas. Las de la tarde se extienden añorantes donde el Sol ya pasó; las de la mañana, adelantadas del 5ol, hacia la tarde.

Para encontrarle equivalencia a Deltoro en el ámbito de la poesía mexicana actual, hay que ir, como ha dicho David Medina Portillo en su reseña de Balanza de sombras (revista Yue/¿a, abril 1997), al trabajo de Fabio Morábito, Eduardo Hurtado, laime Moreno Villarreal y Luis lgnacio Helguera, donde surge "!a habitación transformada en extensión geográfica capaz de albergar múltiples capas de realidad e irrealidad poéticas". Sin embargo, yo lo veo más emparentado con nuestro "crítico de vicios y manías, reconstructor de pequeñas mitologías que rodean a ciertos objetos" (Adolfo Castañón): el narrador Alejandro Rossi.

Balanza de sombras incluye un poema ¡ntitulado "La costumbre de lo oculto", dedicado precisamente a Rossi, donde Deltoro define de modo indirecto el

temperarnento ie ii¡ . = vocación estética personal. La nostalgia por Ios espacios cerrados se vuelve una preferencia, e incluso, una poética capaz de sostener un discurso auténtico por autobiográfico ("En este papel, hoy viernes,/escribo estas lÍneas con mi mano/Y me parece qlre las traza las manos de mi padre:/no por su espíritu, por sll caligrafía"). En el poema coinciden sensatez y atracción l'¡acia los ambientes que desapercibimos en nuestro habitáculo, hacia aquellos umbrales donde se acumula el polvo y nadie dirige la mirada. Deltoro se acerca a los rincones queriendo escuchar música íntima sin ambages misticos, inaudible pero impregnada de gracia donde el poeta logra el equilibrio de su espacio personal en convivencia consigo mismo. Transcribo un fragmento del Poema:

En cada casa debe haber por lo menos L¡n espacio cerrado. La quintaesencia de las casas no está en su centro, en el espacio abierto a las miradas, sino en el fondo: debajo, allá arriba, en su lugar siemPre difícil y poco frecuentado. Me gustan las covachas, los desvanes, las cambras, los sótanos e incluso los cuartos tráseros; me Bustan no pafa entrar como Pedro Por su casa sino para saberlos desconocidos; en su existencia se cifra la salud de toda la casa, son sus glándulas y su metabolismo.

* Poeta y nraestro de literatura en la Facultad de Ciencias Humanas, uABc, Mexicali.

Ir¿h;rru

Olor a tierra mojada es la sensación con que podemos ejemplif icar esta necesidad de Deltoro por los rincones de la casa, necesidad que relativiza la integridad de la misma como una manifestación de intimidad. No hay mayor privacidad que una casa, y nuestra molicie depende de Ia salud de estos rincones, que la van magnetizando hasta volverla un campo ¡rresistible, una neces¡dad permanente de explayar nuestra individualidad. La habitac¡ón se vuelve al cabo, madriguera y confesionario. Sagrar¡o de m¡nucias. Balanzas de sombra es, pues, una invitación a sondear el territorio donde volcamos diar¡amente nuestra porc¡ón de carne y espíritu por no perder contacto con el mundo, preservando al menos una liga que sea hilillo de luz solar entrando por debajo de la puerta o, como se alude en un poema del libro, diatriba venida del departamento de abajo. Aquí Deltoro propone reconsiderar la soledad con un efecto intencional, una sr rerte de numen literario que es aditivo para el rituirl de la creación. El poela saluda su retiro con prudente regodeo y se pone manos ¿ la obra para capitalizarlo en unos versos que sean fotografía de su propia ociosidad. Mientras el bullicio sucede afuera y no hay prisa por asumirlo. Y D*u*ooié* d[* nrs

DESERCTdN "",-, ¡lÁBri'cs

Jorge Ortega, Deserción de las hábitos, Editorial Espina Dorsal, Tijuaña, 8.C., 1997.

Libro de poesía que consta de cuatro partes. Los poemas que incluye esta publicación han sido recopilados durante varios años y está dirigido, precisamente, a todos aquéllos que disfrutan de la poesía; aborda diversos temas desde diferentes puntos de vista, tanto del medio en que vivimos como del que vivió el autor.

La primera parte trata de la ciudad, de cómo se vive

en ella, todo lo que sucede, las cosas buenas y malas, pero sobre todo, la vemos con los ojos del autor. "Telar de evidencias" es el título de la se8unda parte que comprende cinco poemas muy hermosos que nos permiten ver cómo el autor valora su entorno, todo lo que la naturaleza brinda; una de esas cosas es el placer de sentirse inspirado por ésta, y poder escribir sobre ella.

La tercera parte, "Senderos bajo la mano", ¡ncluye poemas más profundos que hablan acerca de la vida y otros temas, pero de una forma

más cruda, que le da a este libro otro punto de vista.

La última parte aborda temas muy parecidos entre sí, pero desde dos puntos de v¡star uno con lenguaje rudo y directo, el otro con palabras suaves. Esta sección, además, está dedicada a personajes lamosos que lograion la admiración del aulor, que combinada con ciertas vivencias, lo inspiraron para plasmar sus sentimientos; asimismo, presenta personajes no famosos, pero que tuvieron que ver con el autor en cierta época de su vidaEI poema final es muy interesante, ya que se llama "Posdata" y es como un consuelo para el autor- Tiene un poco de todo v es la última inspiración de esle libro.

El poefa, a través de sus escritos, realmente hace muy fácil y placentera la lectura de sus poemas, que a su vez nos permite entenderlo y conocerlo un poco más. Y

*fstudiallte de segundo semestr'e del Cohach plantel Tecate.

S*ogir Géo**, N[omúero o Xo c¡ríúi.ca

Barla Ca\i$ormi'a

En 1987, Sergio Cómez Montero publicó ¿os caminos yerturosojr ersayoi sobre /iteratura (uAsc). Dicho acto marca el in¡cio de la crítica Iiteraria (en ser¡o) en Baja California. Diez años después, en el ll Encuentro de Escritores de Baja California, Jaime Cháidez, Sergio Rommel Alfonso y Humberto Félix Berumen conversan en la mesa "Crítica en Baja California". Ser8io Cómez Montero sigue siendo referencia obligada y casi única al hablar de la crítica.

Para Félix Berumen, el hecho crítico se sustenta en que no se escribe de manera

el autor de cuentos, novelas y poemas, como el crítico al comentar y analizar, son 5ujetos de crít¡ca. Pero ésta debe remit¡rse a las obras, es decir, a los productos escriturales, no a ¡os sujetos. El tipo de c¡ítica al que apuesta es del tipo de Evodio Escalante, a Ia que califica como " razonada" y "aguerrida" Para mí, el ejercicio crítico se vuelve inúti¡ sin referirnos a la figura marginal del lector. 2Qué función tiene la crítica en un estado donde no se lee, donde la encuestas revelan que 50/o de los universitar¡os no leen poemas? Regresar a Cómez Montero es obligado: "Los estud¡os de literatura se efectúan a partir del sujeto que escribe y nunca, o casi nunca, se realizan desde el punto de vista del sujeto que lee".

reduciendo el hecho literario a ser un puro hecho linguístico". .En otras palabras -insisto-, ¿hasta qué punto es deseable la especialización de las aproximaciones a la obra literaria en iln estado donde no se lee?

Conceb¡da como circuito comunicacional, el menosprecio del lector implica un estudio parcial de la ¡iteratura, pues si bien ella conoce así al emisor del mensaje, al código y al contexto (este último muy insuficientemenLe), 2qué se dice del receptor del mensaje? Por lo común nada o muy poco, lo cual conlleva a que el circuito comun¡cacional nunca se entiende o se entieñde mal Así pues, la dialógica por esencia, esa función de la literatura, en los estudios actuales no se logra identificar, dado que nunca se llega a saber qué papeljuega el lector. Lo anter¡or repercute, centralmente, en la crítica, que se convierte así, de manera primordial, en un juicio a destiempo sobre el sujeto y su obra y no como debiera ser: "un puente que ayuda a establecer el diálogo entre el sujeto que lee y la obra escrita".

¿Qué crítica literaria es deseable construir en Baja California? El m¡smo Cóme7 Montero advirtió el pel¡gro de, en los estudios de literatura, poner "mayor énfasis en el lenguaje

Para el poeta lbrge Ortega, el ejercicio de la crítica plantea un doble problema: el social, con la escasez de ofertas y espacios culturales -"el desastre cultural" que señala LeobardoSaravia,yel gremial, con la urgencia de instrumentar líneas de acción que conduzcan la profesionalización del oficio Iiterario.

Como comentador de productos culturales, asumo el of¡cio críticQ como puente que ayuda a "establecer el diálogo entre el sujeto que lee y la obra escrita". De la misma forma que las políticas editoriales de las instituciones culturales en el estado deben dirigirse a la formación de lectores, es que debe suceder con el ejecicio crítico. "El fomento a la lectura como la tabla de salvación de Ia cultura toda", precisa Leobardo Saravia. Que la crítica literaria en Baja California sea esa "ilum¡nación cordial" de que hablaba Alfonso Reyes. Ese "puente" que señala Cómez Montero. Para que en diez años, además de Sergio Cómez Montero, podamos hablar de cuatro o cinco más... y unos cuantos cjentos de lectores. Y SRAC

Info r m a ción

2 como ublicar YubAL 'a

La revista Yubai, del área de humanidades, es una publicación trimestral de la Universidad Autónoma de Baja California, destinada a establecer un puente de comunicación entre la comunidad artística y cultural de la universidad y el público en general.

Los articulos propuestos serán evaluados por especialistas, a través del Comité Editorial de la revista, y deberán tener las siguientes características:

l. Todo articulo debe ser inédito.

2. La extensión debe ser entle seis y quince cuartillas a m áquina, escritas a doble espacio. Si se tiene una colaboración más extensa podría publicarse en dos partes. Envíe su artículo por duplicado.

a) En el caso de colabotat con poesía, si el poema es muy extenso pueden enviar un fragmento que no exceda de dos cuafiillas. Si su envío consta de más de tres poemas, todos serán tomados en cuentapara publicaciones posteriores de la revisla. pero sólo tres podrán publicarse en un número.

b) Si se trata de novela, envie fragmentos autónomos (que no excedan de l5 cuartillas), que puedan Ieerse como independientes.

c) Igualmente si se trata de cuento, que su extensión sea de l5 cuartillas como máximo.

3. Para la edición de f¿róai, contamos con el programa Page Maker, por lo cual. si usted trabaja en computadora, le pedimos nos envíe su colaboración grabada en ASCII y acompañada de dos impresiones.

4. El lenguaje de los artículos debe ser lo más claro y sencillo posible; común, como el que usamos al entablar una conversación informal con nuestros amigos, sin que por ello Ia cha¡la sea intrascendente. Es recomendable evita¡, hasta donde sea posible, el uso de tecnicismos. Sin embargo, cuando éstos sean irnprescindibles, deberá exp)icarse su signihcado mediante el uso de paréntesis, o bien, asteriscos a pie de página.

5. Puede incluirse una pequeña lista bibliográfica: tres citas deben ser suficientes y nunca exceder de cinco; el número máximo se puede aplicar, cuando el afiículo verse sobre resultados obtenidos de una revisión bibliográfica. Se recomiendano citar en el texto Ias referencias. salvo en casos

estrictamente necesarios, ya que eso entorpece la lectura y cansa al lector.

6. En caso de anotar ia referencia del articulo, ésta deberá indicarse con un superíndice, numerado en order creciente conforme se citen en el texto.

7. La bibliografía deberá citarse de Ia siguiente manera: GARCÍA Diego, Javiet, Esteban Cantú y la rcvolución constifuc¡onalista en el Distrito Norte de la Baja Calífornia, mecanografiado jnédito, pp. 6, 10, I l, 15.

BENÍTEZ, Femando, El libro de los desaslres. México, Era, 1988, p. 35.

MOR ENO Mena, José A. "Los niñosjornaleros agrícolas: un futufo incierto", Semíllero de ideas, núm. 3, junioagosto, 1993.

8. En relación con los títulos es preferible seleccionar uno corlo y que sea accesible ) arractivo plrr todo' los lec¡ores Considere que un buen título y eluso de subtitulos constituyen una foma infalible de captar la atención del lector. El comité técnico-editorial de Yubai se tomrá la libertad de sugerir a] autor cambios en el título del artículo y adecuaciones en su formato cuando lo con.idere necesario.

9. Es recomendable acompañar su a]tículo de un juego original de fotografías, en blanco y negro, preferentemente, así como dibujos y, en geñeral, todo aquel material gráfico que apoye su trabajo.

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Si tiene alguna duda o sugerencia, por favor hagánosla saber por fax, correo, teléfono o personalmente.

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Espacio de comunicación para 1os universitarios. Acércate a nosotros, estamos en Rectoría, Av . ¡iLvaro Obregón y JuIi.án CarilJ.o, s/n, IIexj.cal-i, B.C., teI. 53-41-67.

,tda .le barro dura, José Ma¡uel

El Colegio de la Frontera Nort€/ Universidad de Guadalajara, 1997123 pp.

Vidade §:r;'r¡ ir:¡¡r¡ ¡* tnsrra }JlrrsL Á¡«

C:¡"rlal,t, l¡irt¡rlilr jrrvonil y ¡1r;rf{iti

El nombre que da titulo a este libro

Vida de bato dutr¡, al igual que otras obras de José Manuel Yalenatela (¡A la brava ese!, Empapados de sercno, entre otros) no es un mero ejercicio estilístico, sino la condensación de múltiples y profundos sentidos.

Vida de barro duro, se sitia en el Brasil de los noventa pero traza también las geografias movedizas en las que transcurre la vida de millones de jóvenes en Lati¡oamé¡ica, en México. Nos pone en contacto con el doloroso olor de la pobreza, de las favelas y los cinturones de miseria; el olor de la adrenalina que brota de los cuerpos de perseguidos por la policia o los escuadrones de la muerte; la sensualidad de los

. Llda de burro duro. se sittiu '. tn tl Rrostl tle lt» nt¡vcnto '. pct? trazo tanhitin las . gcogra/ios tttovedizas en los '. qltc lronscu're la vi¿la de . t¡tilloncs cle.jóvencs en '. l.alinolDtérico, en A.íéxico. . Nos pne en conlocto con el '. doloroso olor cle la pobreza, . cla las.lt»elas ¡) los cinturones . de miscr¡a: elolor cle la ' aircnoltno quc brotn de lo.s '. ulerpos pcrseguiclos por la '. policia o los escuadntnes de . la ntuerte: la sensuali¿lad ¿le '. kts urcrpos sudorosos cn los boilcs y otros rituoles '. .¡tlvcnilcs.

Vida de barro duro

cuerpos sudorosos en los bailes y otros rituales j uveniles.

De múltiples maneras el texto señala que la irracionalidad del poder no tiene nacionalidad. En medio del d¡ama, la risa (el arma de los dominados según Umberto Eco) aflora cuando Valenzuela describe los límites de lo posible, un üiílogo con "la autoridad" que parece salido de las declaraciones reproducidas por Monsiváis en "Por mi madre bohemios" o mejo¡ en los famosos comentarios De la R. "lo que sucede es que la gente de las favelas se disfraza de clase media para cometer sus crímenes''. Los comentarios sobran.

Este libro recoge una interesanle experiencia de trabajo de c¿rmpo que sabe con¡ertirse en

diálogo fecundo para inlerrogarse sobre la conformación de nuevas identidades juveniles internacionalizadas a la vez que reg ional izadas.

Vida de bato duro, al igual que otros textos de José M¿nuel Valenzuela Arce, se inscribe en la corriente de trabajo reflexivo que le permiten a [a sociedad pensar sobre sí misma. Se trata de un texto generoso pero no autocomplaciente. El análisis que realiza el autor nos coloca frente a una inteligencia abiefa y aguda que sabe leer y desentrañar los complejos signos de la sociedad contemporiínea.

El debate continúa. (Rossatrá Reguillo, prolo guista)

Bqa Glfcrma: Nueslra flioLcna

(Coedición SEP-UABC)

Apunles de un viaje pot los tlos oc¿anos, el ihferior de Am¿ ca y de unu guerra civil en el horte de la Baja Calfornia

f,rt" libro ", ,nu u."nu descripción de algunas de las experier¡cias del padre Henry J.A. Alric, en la región fronteriza de Baja Californi4 a la que por leja¡a y casi desconocid4 se le llamaba La Front€ra.

Lafronlera misional dominica e Baja C{tlifomia

Peveril Meigs aporta en este libro un caudal de informac¡ón de primera mano. sus pesquisas documentales las realizó sobre todo en archivos de California donde se conserv¿¡¡on no pocos testimonios pertiÍentes.

La controte$ia ace¡cq de la política de colonización en Bsja ColiÍonia

y'os textos reunidos en este volumen, la Exposición sobrc la colofiízacióñ de la Baja CaliJonia y el Informe sobrc las actividades colonizadoras en la peninsula, tienen una relación muy lntima y directa entre sl.

Guillerrho Afidrade y el desttollo del deha mexicano del Río Colotarlo. 1874-1905

/4 fi¡es del siglo xx, Guillermo Andrade, naviero sonorense, logró mediante una serie de concesiones. adueñarse de las 400 000 hectáreas que forman la parte mexicana del delta del Río Colorado, zona en donde se desanolló posteriormente €l valle de Mexicali.

Historia de la colofiización de la Baja Califotnid y lecreto del 10 de marzo de 1857

áte libro trata sobre las cuestiones de tenencia de la tierra en la región, desde la época pr€hispánica hasta mediados del siglo x¡x, cua¡do fue esc¡ito.

Mar Roxo de Cortés, BiogruJíq de un golfo

Tncansable navegante enamorado de la penlnsula de Baja California, Fernarido Jordán y Pilo, su fiel amigo, a bordo de una pequeña embarcación recorrieron la costa peninsular del golfo de California- descubriendo sus islas, bahias, poblaciones y dquezas natural€s y humanas.

VIENE EN EL

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PEDRO PERALTA

Et DESIERTO DEL COLORADO:

De Los Algodones o El Moyor

PiDRO PERATTA

Por: Sergio Rommel Allonso

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