WE 12

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EDITA colectivográficoCMYK Depósito legal: S-633-2008 DIRECTOR CREATIVO Fernando Luis Gómez fernandoluis81@gmail.com CORRECCIÓN DE ESTILO Lucía Jiménez Iglesias luziawe@gmail.com COLABORAN EN WE número 12 Cristina López, Maeve Doyle, Lucía Jiménez, Sara Zaldívar, Mariana Luis, Sebas Alonso, Bárbara Sánchez, Carla Soto, Fred Ley, Carlos C., Laura Amago, María José Amador, Larraitz Bikandi, Susana Pérez Laura Carreras. Portada: Javier Jubera Contacta con WE: www.revistawe.com revistawe@gmail.com http://issuu.com/revistawe We no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores, ni de las opiniones que de ellas deriven.


“Siempre llegamos a donde nos esperan” José Saramago, “El viaje del elefante” Me encuentro ante la misma tabla y las mismas burras, que sostienen y hacen de mesa a mi ordenador, donde ya hace doce números y no sé cuánto tiempo preparamos la primera maqueta de We y donde, aún hoy, damos los últimos toques y correcciones. La mesa sigue siendo la misma, pero los que formamos esta revista hemos crecido y el contenido es cada día mas maduro, como nosotros. Lo que nos preocupa sigue siendo lo mismo; más allá de crisis y “punto máximos” superados por la deuda española, queremos seguir mirando hacia el arte para exprimirlo y absorber todo lo que nos aporta. Por otro lado, mantenemos nuestra creencia de que la vida es un circo y preferimos afrontarla desde una visión más bien cómica, negándonos a que nos hundan en la miseria y a que nos quiten nuestros sueños… Y nuestra sonrisa. Supongo que para el trece me costará menos escribir la editorial. La mesa seguirá siendo la misma, pero eso sí, en otra habitación, porque muy pronto nos mudamos de cuartel, y, aprovechando la coyuntura, haremos con un ciber-cuartelito a la altura de ese gran número. Por el momento, os dejamos disfrutar de We #12 mientras nos vamos de vacaciones para coger fuerzas, prepararnos para los cambios que se avecinan y para organizar cosas… Hasta donde podamos, que ya la vida nos guiará por buen camino como hasta ahora. No os preocupéis… volveremos, pues nosotros siempre tenemos ganas de encontraros y de hacer nuestras reuniones cada vez más cercanas.





Los Mohawk (mohicanos) son una raza de indios que originariamente se estableció alrededor del Lago Ontario y perteneció a la Confederación Iroquesa; actualmente ocupan reservas en Quebéc, Nueva York y Ontario. Durante el boom de la construcción de rascacielos de principios del siglo XX, y debido a la escasa mano de obra que había por la dificultad de la labor, los mohawk destacaron rápidamente; todo debido a la habilidad que tienen en las alturas gracias a la herencia genética que les hace no tener vértigo y desenvolverse perfectamente en las alturas. Son los responsables de la construcción de las partes más altas de los rascacielos más relevantes e icónicos de la ciudad de Nueva York (Empire State, Rockefeller Center, el edificio Chrysler...). Los obreros caminaban sobre las vigas y maderas a cientos de metros sin inmutarse, desempeñando sus tareas de construcción, saltando, almorzando e incluso echándose una siesta. Se comunicaban de un edificio a otro por mensajes de humo, y hacían del aire su elemento. Gracias al fotógrafo, quien subió con ellos para denunciar la precariedad e inseguridad a la que estaban sometidos, hay testimonio de esta hazaña. (Aquí hay una similitud con el espíritu periodístico que caracterizó a Pullitzer en la continua denuncia, por medio del periódico, de las injusticias que padecían los ciudadanos).


1 Ebbets tiró esta foto1 el 29 de septiembre de 1932 y ésta apareció en el New York Herald Tribune en su suplemento del domingo día 2 de octubre. Están situados en la sexagésimo novena planta del edificio Rockefeller. Los hombres sentados en los extremos izquierdo y derecho son respecticamente Matty O´Shaughnessy y Patrick Glynn, ambos irlandeses del Condado de Galway. El cuarto por la izquierda es el nativo americano John Charles Cook, de la Reserva Mohawk St. Regis, también conocida como Akwesasne. A día de hoy, el número de indios mohawk ha descendido, pero siguen teniendo esa habilidad innata que les caracteriza y siguen desempeñando tareas de construcción como la de las ya extintas Torres Gemelas.



Dispuestos a desentrañar los misterios que se esconden en el estudio de un artista, esta vez hemos querido colarnos en el taller de un dibujante. Entre sus herramientas, algunas mesas y otros objetos, descubrimos unas ilustraciones. Fineza en el trazo, elegancia, naturalidad en el proceso. Estos tres rasgos bien podrían definir el trabajo de Javier Jubera, que hace un tiempo dejó La Rioja con un sueño y hoy está cumpliéndolo en Madrid. El trabajo de Javier sorprende porque no ha querido separarse de técnicas tan tradicionales como grabado o litografía. Como ilustrador, aparte de la importancia histórica que tienen estos métodos, creo que por la manera en la que dibujo son las mejores para enfocar el modo que tengo de hacer las cosas. El placer que tiene hacerlo en una plancha de cobre e ir dibujando a medida que vas mordiendo con el ácido, viendo cómo va creciendo la imagen, o poder tener una piedra litográfica a tu disposición para llenarla a tu antojo, es algo que encuentro muy satisfactorio. Su relación con estás técnicas es muy especial; en su búsqueda de una manera para expresarse, se topó con ellas y surgió un flechazo. Algo mágico sin duda debe de tener el grabado... No hay más que escuchar a Javier hablando del proceso de trabajo un día cualquiera en su taller. La ceremonia es algo maravilloso para mí. Es un proceso lento y pausado que requiere de un estado de concentración máximo. El olor del barniz, el dibujo sobre el cobre, el procesado de la piedra litográfica o el contacto con el tórculo para la estampación, me hacen abstraerme absolutamente de todo lo demás, perdiendo la noción del tiempo y de lo que me rodea. Después de toda esta sucesión de pasos en los que, aislado del todo, reflexiono bastante sobre el lenguaje del dibujo o las interpretaciones gráficas, y obtengo la estampa final ante mí, la sensación es de las más gratificantes que puedo llegar a tener. Lo disfruto tanto que a veces me asusta. Nuestra conversación continúa y toca entrar en harina para hablar, más que de formas, de contenidos. ¿Qué obsesiones recorren su obra? A partir casi siempre de la figura humana, busco un significado a aquello que me preocupa, atrae, gusta o disgusta. Lo intento reflexionar,

lo desarrollo, lo comparo con lo que ya existe y trato de enfocarlo con mi propia jerga. Diría que ando en la búsqueda de algo que hay veces que no sé lo que es, y por eso en su búsqueda lo dibujo. En definitiva, la vida misma. Las obras de este artista han visto mundo. Logroño, Madrid, Oviedo, La Coruña y México D. F. son sólo algunos de los lugares en los que han sido expuestas. Además, Javier Jubera también ha ilustrado un sinfín de revistas y algunos libros. Esta colaboradora siempre ha estado muy interesada en la relación que se establece entre el ilustrador y el autor de un libro, así que le pregunté a Javier qué sentía al trasladar a imágenes las ideas de un escritor. Cuando tengo ante mí los textos a ilustrar preparados para su primera lectura, en el más serio de los silencios, respiro profundamente y me preparo para todo lo que va a venir. La primera reacción suele ser una discreta sonrisa, y a partir de ahí vienen la ilusión y la alegría de poder enfrentarte a al reto de convertir lo escrito en imagen. Entras de lleno en la historia, te olvidas de quién eres y formas parte de la narración, desempeñando el papel de contarlo a tu manera. Vives otra existencia de la cual eres partícipe de una manera muy intensa. Es una auténtica gozada. Ha pasado algo más de una hora de conversación y va siendo hora de despedirnos, pero antes me intereso por sus proyectos de futuro. Estoy desarrollando unas colecciones de dibujo para futuras exposiciones, algunas de gran formato. Me gusta mucho afrontar un papel grande y bien escogido, y enfrentarme a lo desmesurado de su dimensión. Estoy pensando mucho en grabado, preparando nuevas imágenes que desarrollar con el aguafuerte. Dejamos a Javier en el estudio inmerso en su faena y nos vamos con una agradable sensación. Los misterios que rodean el taller de un creador son tantos que es difícil descifrarlos, pero al menos ahora conocemos mejor el trabajo de este artista que, seguro, llegará muy lejos.







Érase una vez... un grupo que teloneó a Mr. Tim Robbins, un grupo con dos canciones elegidas como banda sonora para dos promos de House en Cuatro [...] Pablo y Elia u olbaP y ailE. Sea cual sea la dirección, una cosa está clara, y es que, si tuviéramos un disco en la mesilla, no hay lugar a dudas: Non Places sería el elegido. No sólo porque es el primer disco autoeditado con mucho esfuerzo y dedicación, sino también por el universo creado a su alrededor. Desde su bandcamp han publicado cada martes una a una las 12 canciones de su primer LP y, además de alegrarnos el oído, nos han alegrado la vista. Cada canción se ha publicado acompañada por una portada, y al final han resultado ser doce maravillosas obras musicales junto con doce originales portadas realizadas por diferentes artistas. Dentro de poco, o eso esperamos sus fans, traductora y profesor presentarán el disco en buena compañía de su banda y admiradores. Aún no tienen fecha fijada para la première, así que los que todavía no les hayan echado un ojo y un oído, mucho están tardando. Vayamos al grano...



¿Quién eres tú? Soy Elia y soy una de las voces de Medelia. ¿Qué es Medelia? Es un proyecto musical y quizá también, en parte, vital. A lo mejor sobre todo un proyecto vital. ¿Quién es Medelia? Medelia somos Pablo Medel y Elia Maqueda. Y José Luis Luna, Pablo Oliva y Luis de Diego. Medelia es mucha más gente además de los que formamos el nombre. Supongo que todo lo que nos rodea es un poco Medelia. ¿Y tiene fecha de nacimiento? Sí, aunque es bastante difusa. A lo largo de 2009, en algún momento pasamos de ser otra cosa a ser Medelia, pero no sabría decirte cuándo exactamente. ¿Qué tiene el martes que no tenga otro día? Empieza por eme y es un día raro. Raro, marciano y marcial. Es perfecto. ¿Y si Medelia fuera... ... una nota musical? Mi bemol. ... una cita literaria? Por lo obvio, “Light breaks where no sun shines”, del poema de Dylan Thomas que daba nombre a nuestro primer EP. ... una canción (ajena)? Qué difícil, ¿solo una? ... un momento? El de escuchar el disco terminado con Jose, el hombre más paciente del mundo y que nos aguantó durante tres semanas para grabarlo. Fuimos haciendo una marca en todas las canciones para darlas por válidas, y cuando pusimos la última fue algo bastante emocionante. ... y un recuerdo? La primera vez que subimos juntos a un escenario, que además fue en un concierto de un amigo muy especial que falleció el año pasado. Así que es un recuerdo el doble de importante. ... sólo una de sus canciones? Ahora mismo, por el momento en el que estamos, diría que Cut along the dotted line. ... un libro en la mesilla? Siempre más de uno. Pero supongo que por ser muchos libros en uno, Rayuela. ... y un disco? El Harvest de Neil Young. ... un sueño a corto plazo? Editar el disco. ... y uno a largo plazo? Seguir haciendo canciones. ... el siguiente paso a dar? Estaría bien editar el disco y poder tenerlo entre las manos y “tocarlo”, aunque esté un poco pasado de moda. Y si es en vinilo, mejor. ... la siguiente noticia? La del día en que se pueda ver ya en internet el videoclip de Non-places que ha hecho Pedro P. Jiménez. Muchas gracias, Elia, y muchas gracias Pablo por hacer posible Medelia.



En el mundo neoyorquino de la moda, se rumorea que la captura de imágenes de street-style comenzó el día en que Bill Cunningham tuvo una cámara en sus manos. Sin embargo, él afirma que el street-style comenzó el día en que las cámaras fotográficas se inventaron. “No estoy interesado en celebridades, ¿por qué iba a estarlo? ¡Ellas solo visten de cosas prestadas! Estoy interesado en la ropa”, dice Bill, quien ha dedicado su vida a recorrer las calles de Nueva York en su bicicleta. Después de tanto tiempo fotografiando a la gente de Nueva York, Bill se ha convertido en el encargado de contar a todo el mundo cómo la gente normal, por así decirlo, está interpretado las tendencias de la temporada. Gracias a él, sabemos que la moda pura y llena de originalidad se respira en las calles una vez que la gente la ha interpretado y ha agregado ese toque personal a las tendencias. La influencia que tiene la columna de Bill en el New York Times es tal, que incluso Anna Wintor (Editora de Vogue US) confiesa que tanto ella como otras muchas neoyorquinas se visten para Bill. Las calles siempre habían sido el ingrediente perdido en el mundo de la moda. Todo se quedaba en mostrar una y otra vez las mismas imágenes de las pasarelas, pero entonces llegó Bill a democratizar una jerarquía visual de estereotipos de belleza y fotografiar la realidad. Empezó a mostrar imágenes de mujeres no muy altas, de diferentes razas, y no necesariamente con un cuerpo de 90-60-90. Y es que, “Chico, si tú no les pides dinero, ellos no pueden decirte cómo hacer tu trabajo”. Ése es el mantra de Bill, así es como nadie le ha podido decir nada y es así como un hombre “ajeno” a este mundo es tan valioso para el mismo. Porque si no fuera por Bill, ¿quién nos mostraría lo que se va a llevar? ¿Y lo que la calle pide a los diseñadores?.


Por mucho que lo intento, no termino de ver las sinrazones por encima de las razones, cuál será el motivo que nos impulsa a crear barbaries por encima de lo sensato, sin que medie el odio al prójimo. Qué pasa por la mente de alguien que reduce a cenizas años y siglos de naturaleza, qué fundamento tiene atentar contra aquello que nos ha dado de comer, de beber, de vivir… Castaños centenarios reducidos a polvo, un decorado humeante por la falta de escrúpulos. Cómo puede imperar un único motivo para hacerlo, por encima de un millón de ellos para no hacerlo. Ya dejó de quemar el monte “El Escalabrao” (personaje de mi infancia) y ha tomao el relevo “El Descerebrao”. Paisajes en blanco y negro, de silencio ensordecedor, hedor a ruina y desolación. A medida que me acerco, se me van trastocando los sentidos, ya voy viendo el olor a quemado, oyendo a color gris, olfateando los sonidos del silencio, tocando la ira… Tengo la sensación de que alguien me vigila, alguien que ha dejado su semilla, su motivo, su raíz… Y no puedo por menos de mezclar sinónimos con antónimos: Ceniza, luz, mezquino Vida, destrucción, miserable Muerte, aire, vil Polvo, desgracia, ruin Humo, naturaleza, Gilipollas…… Demencia, insania, desvarío, insensatez, desatino, delirio, frenesí; …Cien títulos para una exposición. El instinto me anima a disparar ráfagas en todas las direcciones y, por un momento, confieso que me hubiera gustado que fueran balas… El mayor reto para un fotógrafo es que sus imágenes hablen por sí solas, con toda humildad; a partir de este momento, me callo y que ellas tomen la palabra… Serradilla del Arroyo, Agosto de 2011









La palabra teatro impone respeto, por lo menos a mí. Es algo mágico y vivo que requiere mucha disciplina, tiempo, técnica, esfuerzo... Pero sin duda es satisfactorio. ¿Y los teatros? Lugares donde perderse y viajar un rato por la imaginación, la propia o la de otros. ¿Y qué es Kubik Fabrik? Uno de esos lugares, una sala única en Madrid. Una nueva fábrica de creación de las artes escénicas, una antigua fábrica de cartón, una fábrica de sueños. Es una sala joven pero con mucho trabajo a sus espaldas. Han pasado por ella gran cantidad de compañías para mostrar sus espectáculos o para ensayarlos, incluso para aprender por medio de sus cursos de teatro impartidos por grandes figuras de las artes escénicas o a través de las iniciativas Work in progress o Croquis. Aquí las compañías muestran su trabajo aún en desarrollo a un público crítico y participativo que ayuda a cada compañía a mejorar o a seguir adelante. También cuentan con una compañía propia donde muestran su capacidad de creación con su espectáculo que te traslada a una oficina de cartón y, ahora, al mundo Muppet. De abril a junio, su programación se vuelve más internacional que nunca con la llegada de compañías de lugares como México, Francia o Dinamarca. Y universal, con el estreno de la coproducción de Kubik Fabrik con el Teatro la Abadía, el Teatro de Malta y Corazón de Vaca de la obra de John Mighton Mundos Posibles. Sin duda, un lugar que conocer y un lugar para visitar... Y quedarse. Encuentra a Kubik Fabrik en Primitiva Gañán 5, Madrid. www.misterkubik.com Facebook /KubikFabrik Twitter @KubikFabrik




“Di sólo que tu hijo Jesús ha vuelto de viaje, y que no hay riqueza mayor que el regreso del hijo pródigo”. José Saramago, El Evangelio según Jesucristo














Lo que más me preocupaba de ir a Túnez era volver con una alfombra. Eso y pillar cagalera. Googleando había aprendido que: a) comprarás más de lo que deseas y b) no beberás más que agua embotellada. Una semana después, ya en Asturias, me sorprendo con 30 dinares en la cartera y habiendo bebido a morro agua del grifo en un baño. ¡La vida es una tómbola!, y está llena de prejuicios. En la medina todo dios quiere venderte la moto. “¿Español?”, preguntan, son años de oficio y una que tiene pinta de ser de su país, y tú contestas “¿Tunecino?”, pero ellos ya están enseñándote las babuchas en todos los colores. Ahora bien, si no quieres babuchas, ni bolsos, ni especias, ni bisutería, ni perfumes, ni siquiera alfombras, puedes continuar tu camino y pasar por lo mismo en el siguiente puesto y el siguiente y el siguiente. Y nadie será más pesado de lo necesario. Paseando por Habib Bourguiba, una de las avenidas más céntricas y transitadas de la urbe, uno tiene la impresión de estar en cualquier ciudad de vacaciones (y es que se parecen tanto…): todo terrazas con sillas de mimbre y camareros sonrientes que invitan a sentarse y beber zumo de naranja recién exprimido. ¡Qué placer! La vida es bella estando de vacaciones. Así que, tras sorber las últimas gotas de zumo haciendo ruido con la pajita (porque en vacaciones todo está permitido), caminamos hacia el final de la Avenida donde la Plaza de la Victoria da la bienvenida a la ciudad antigua, AKA medina. Pero tomamos dirección siniestra y nos metemos en materia. Calles estrechas con gente que te habla y a la que no entiendes, con tiendas de frutos secos, tiendas de encurtidos, tiendas de cachivaches, pequeños cafés llenos de hombres que chupan la cachimba como si no hubiera mañana, con mujeres con velo y mujeres sin velo, muchachos vendiendo tabaco de importación… Y al final de una de esas calles, el mercado central, ¡ole! Nos acercamos a la entrada y el murmullo va en aumento y la intriga y los olores y… ¡pescaderos por doquier! Es la guerra, colega, el caso es vender y son muchos y el producto es el mismo, así que supongo que dan voces para atraer a la clientela, pero gritan todos. En uno de los laterales, como un puesto diferenciado del resto, tres tipos pelan gambas y me queda la duda de si lo único que venden son gambas peladas o si se les paga por pelar las gambas que ya has comprado en otro chiringuito. Dejamos atrás a los pescaderos y el griterío disminuye, ahora las carnicerías (algunas con carne de caballo exclusivamente) y los quesos, donde te ofrecen prueba de ricotta italiano medio insípido. En el centro del mercado están los fruteros y algún puesto con pan y




dulces, y en uno de los laterales que lo rodean los floristas. Dejando el mercado atrás comentamos el jaleo de la zona pescaderías: ¿grita el pescadero por tradición, por entretenimiento, porque tiene que deshacerse del producto en el día y así anima al potencial comprador? Porque fruteros, carniceros, queseros, panaderos y floristas ni “mú”, oye. A mitad de semana decidimos tirar pa’l sur, “¡porque en el sur se pasa mejor!” La frecuencia de trenes y autobuses no es exactamente amplia, así que si pierdes el de la mañana y no quieres esperar al de la noche, no te queda otra que pillar un louage. Son furgonetas con capacidad para 8 personas que salen en cuanto se llenan así que, dependiendo del destino y la hora del día, puede darte tiempo a tomar un par de tés con menta fresca mientras esperas. La estación que conocimos en Túnez es algo así como la zona pescaderías del mercado central pero con



furgonetas en vez de salmones. Gente yendo y viniendo, maletas por todas partes y los conductores repitiendo a voces su destino para llamar al personal. Tú te acercas al que te interese y negocias el precio, o si lo prefieres vas directamente a la taquilla (en las estaciones que la tengan) donde el coste del billete es fijo. Pero aquí también hay que estar al loro porque sino toda la cola a tu espalda comprará su ticket primero mientras tú, aturdido, ya no sabes ni a dónde ibas. Recuerdo esos viajes en louage con cariño; dirección sur hacia Gabés, Matmata y “la Reina” (nombre que dan al Sahara los sureños, muchos de la etnia bereber) y vuelta p’arriba Sfax, El-Jem, Sousse y Túnez otra vez. Las múltiples terrazas que íbamos

encontrándonos a ambos lados de la carretera eran dignas de fotografiar, pero no pude, damn it! Pintadas en llamativo rosa o verde, tenían colgadas cabras sin desollar abiertas en canal como reclamo gastronómico-visual y se repetían una tras otra, igualitas todas… En uno de los trayectos sucedió algo singular que me hizo sonreír. Viajábamos con una joven que hablaba molesta con el taxista y con una señora de gesto adusto que, sin previo aviso, tocó mi espalda y me tendió una moneda de dos dinares.Miré la moneda sin entender y ella señaló al conductor: ¡Ajá! Entregué la moneda y el hombre me dio la vuelta que puse, finalmente, en la mano de la mujer. Habían confiado en mí, en la extranjera que no hablaba su idioma, y con ese gesto, puros extraños todos, nos entendimos como parte de la misma especie. Al final, la espinita que me queda del viaje, aparte de no tener otra semana para seguir danzando, es no haberme comprado un bolso. O unas babuchas o un perfume o unos pendientes o una bolsa de curry… ¡O una alfombra siquiera!



Me obliga a trazar con la mirada la curva de su boca de carbón que pinta esa terrorífica y gélida risotada. No existe consorcio alguno entre esa falsa curvatura y la mirada dura y sombría que proyectan sus ojos. Sus ojos... Son malvados. Y dicen: “Niñoooo... no te soportoooo”. Eso era al menos lo que de pequeña me decían a mí cuando los miraba. Porque sí, los miraba mucho, mucho desde mi pequeña altura, un rato largo y fijo, muy seria, levantando bien el cuello y empuñando con fuerza el ticket de entrada que me daba derecho a ello.

palos de manzanas asadas y nubes de azúcar. Algún globo sin amo yendo y viniendo, y algún niño remolón que apura la oferta final de los autos de choque. Todo me dice: ”Esto es el fin y tú... tú estás triste“. Quizá un día nada podía ser más triste que el final de la feria. Y hoy... hoy... Esa mala brisa vuelve a soplarme en la cara y a susurrarme otra vez: “Quieeeero que estéees triiiiste.” … Y lo consigue… Cada vez con más intensidad. Aunque hace muchos, muchos años, que ya no me gusta la feria. ¡Vaya!

No. Ese payaso y yo no nos gustamos en absoluto. Por suerte, los operarios del circo ya están plegando el cartel de su imagen.

Unos chavales van persiguiendo a tres conejos. Ummm!!! Me temo que no han salido de una chistera sino de la despensa de las serpientes.

Parece que esto se acaba.

Siempre hay alguien que va más apurado....

Y tiene gracia, pero una manada de sensaciones añejas aterrizan en mi corazón, o en esa parte inconcreta del tálamo o el hipotálamo que controla este tinglao. Da igual los años que hayan pasado, da igual los recuerdos que queden, da igual que no quede ni un solo recuerdo. Ellas regresan. Basta con tocar los cables que producen su sinopsis: La brisa destemplada de septiembre. Los golpes del desmontaje de las carpas. Las lonas desamarradas. Los murmullos de los feriantes que se alejan. Los huecos de oscuridad entre luces aún centelleantes. Los altavoces emitiendo su último bufido al desconectarse. El asfalto abandonado cubierto de boletos sin premio,











Creo ver tu reflejo en mis alucinaciones. Tu mirada, ligera, tú, inquietante. Cuando te encuentro, te siento y tú... Tú te desvaneces.






Lisboa, Lisboa, Lisboa… aunque suena mejor con acento portugués, solamente por la musicalidad de su nombre ya vale la pena visitarla. Porque Lisboa no te engaña, te da todo lo que promete. Lisboa es delicada y majestuosa en La Baixa y Belém, y es abrupta y recortada en el Bairro Alto y en la Alfama. Lisboa es historia y es contemporaneidad, es callejones estrechos y grandes avenidas; es cultura y decadencia, es luz y es color, pero también es vacío. José Saramago definió Lisboa como el lugar “donde acaba el mar y la tierra comienza”, y, ciertamente, algo se acaba y empieza cuando viajas a la capital del Tajo. Y es que algo especial debe de tener un lugar que ha visto nacer tan ilustres poetas. No sé si será su luz atlántica, o sus implacables pendientes, pero lo cierto es que hay algo en ella que me obsesiona, que hace que nunca tenga suficiente, que siempre quiera volver. Imagino que se me pegó el espíritu melancólico que dicen tener los portugueses, la saudade de la que hablan los fados de Amalia Rodrígues, mágica palabra para referirse a un sentimiento que sólo puede llegar a comprender un portugués. Sea como sea, la obsesión me viene de lejos, desde que descubrí los versos de Fernando Pessoa. Y aunque ninguno de sus heterónimos hace referencia directa a la capital portuguesa, a mí se me antoja ver la silueta de sus callejuelas escondida tras los versos de Alberto Caeiro. Y es quizá porque Caeiro hizo con Pessoa lo que Lisboa hizo conmigo, o porque no se puede visitar Lisboa sin descubrir a cada instante cosas nuevas en un mismo recorrido, puesto que siempre hay algo escondido, esperando para sorprenderte. Es quizá porque no hay atardecer que no sea mágico ni edificio por el que no merezca la pena levantar la vista. Es quizá porque, cuando le ponemos atributos a las cosas, sin saberlo, estamos distorsionando la naturaleza misma de las cosas. Y cuando he viajado a Lisboa he procurado no poner atributos, ni etiquetas, ni añadidos, he procurado, simplemente, sentirla. Y es por este motivo que no puedo escribir sobre Lisboa, porque no puedo pensarla, no puedo racionalizarla, simplemente puedo sentirla (que no es poco).

Con todo, quizá sólo Caeiro puede describir este sentir, ya que a mí las palabras no me alcanzan. Quien está al sol y cierra los ojos Empieza a no saber lo que es el sol Y a pensar muchas cosas calurosas. Pero abre los ojos y ve el sol, Y ya no puede pensar en nada, Porque la luz del sol vale más que los pensamientos De todos los filósofos y todos los poetas. La luz del sol no sabe lo que hace Y por eso no se equivoca y es comunal y es buena. PESSOA, F., Antología poética, El poeta es un fingidor, Traducción de Ángel Crespo, Austral, 2011, Madrid, dentro de El guardador de rebaños, de Alberto Caeiro, poema 4.






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