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Prólogo. Museo Julián de la Herrería, una historia de amor entre Josefina y Julián

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Obra pictórica

Obra pictórica

Museo Julián de la Herrería. Una historia de Amor entre Josefina y Julián

Eloisa Vaello Marco*

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1. Enero 2020.

Hace 2 años y medio que salí de Paraguay, pero más de 6 años en un país hacen que éste ya sea parte de tu historia de vida, en parte, lo convierten en otra patria, en tu otro hogar. Y esos 6 años estuvieron marcados por muchas cosas, entre ellas, el trabajo como directora del Centro Cultural Juan de Salazar.

Durante esos años intensos trabajamos en infinitud de proyectos, muchos de ellos inolvidables, y el Museo Julián de la Herrería, luego reinventado como Espacio Josefina y Julián, es uno de ellos. Por eso cuando María Blanco me comentó que necesitaba unas palabras introductorias para el libro que estaba preparando sobre Julián de la Herrería, no lo dudé ni un minuto. Sería un placer recordar esos años trabajando junto al equipo del Salazar en un proyecto de largo aliento como fue Josefina y Julián.

He recuperado mucha parte del texto del cuaderno Poderosa Josefina1, pero adaptándolo al caso que nos atañe ahora, más centrado en la figura y obra de Julián de la Herrería. Sin embargo, es imposible hablar de Julián sin conocer a Josefina, y como de la parte técnica y artística de la obra de Julián ya nos habla la historiadora y conservadora María Blanco, yo me he centrado en dos aspectos que me parecen claves para comprender la importancia del Museo Julián de la Herrería: La historia de amor entre Josefina y Julián y por otro lado, la historia y características de la Colección del Museo.

2. Antecedentes.

Sin lugar a dudas que este museo reunirá una colección extraordinaria. Esto no hubiera sido posible, si no fuera por el empeño que puso Doña Josefina para que estas obras puedan quedarse en el Paraguay.

Carlos Colombino

Un 27 de septiembre de 1995, se inauguraba en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, el Museo Julián De La Herrería. Doña Josefina, emocionada, decía el día de la inauguración, que era uno de los días más felices de su vida. La apertura del Museo fue todo un acontecimiento y un ejemplo del trabajo de la Cooperación Española y del Centro Cultural por apoyar la conservación del Patrimonio Cultural de Paraguay. Para Josefina Plá ese día significó el cumplimiento del propósito de su vida: dar a conocer la obra de su marido como parte del Patrimonio Nacional y de la identidad paraguaya, asegurando su pervivencia en el tiempo.

La colección tiene su origen en el empeño de Josefina por traer al Paraguay las obras de Julián de la Herrería, que habían quedado en España tras el fallecimiento de éste en 1937, en el contexto de la Guerra Civil. 18 años de gestiones y papeleos que finalmente culminaron con el traslado de las obras del artista hasta Paraguay, con el apoyo del antiguo Instituto de Cultura Hispánica, predecesor del actual Centro Cultural Juan de Salazar. Cuenta con cerámicas, grabados y pinturas tanto de artistas nacionales como extranjeros, aunque mayoritariamente están presentes las obras de Josefina y Julián. Es una colección particular, creada a partir de la obtención de las piezas que les interesaban y que por tanto implícitamente revelan una mirada sobre el arte y la historia paraguaya de la época. El Museo está en la lista de Patrimonio Cultural de la UNESCO y fue conservado celosamente en la casa de la escritora en Asunción hasta el momento de su donación al Centro Cultural Juan de Salazar en 1989.

La colección estuvo expuesta durante años en una sala del Centro Cultural, pero con las sucesivas ampliaciones y reformas del Centro, el Museo había perdido el protagonismo y la brillantez que le correspondían. Por otra parte, tras 20 años transcurridos desde su inauguración, y dadas las condiciones de temperaturas y humedades de Paraguay, se hacía necesario una intervención de limpieza y conservación de las piezas. Así se puso en marcha desde el Salazar un trabajo silencioso a partir de 2012 para evitar que las obras que la artista Josefina Plá coleccionó y conservó tan celosamente y donó al estado español, perdieran su vitalidad. El Centro Cultural no podía fallar en la confianza depositada por Doña Josefina, y era una necesidad imperiosa presentar una nueva propuesta curatorial que le devolviera protagonismo y preeminencia a la colección patrimonial. Se trabajó a través de cursos de restauración y catalogación, seminarios y talleres para visibilizar el trabajo tanto de Julián como de Josefina, publicaciones y teatro, actividades y proyectos para ir estudiando y ordenando la colección. Este trabajo lento y no tan visible culminó en 2016, como parte de las celebraciones del Centro Cultural por su 40 aniversario. En ese año, el Centro Cultural inauguró un nuevo espacio para el Museo Julián de la Herrería, que pasó a llamarse Espacio Josefina y Julián. En este espacio, más visible y luminoso, no se muestra toda la colección del Museo, sino una selección de las obras relacionadas con los motivos indígenas payaguá. Pero también constituye un guiño a la historia de amor entre Josefina y Julián y un homenaje al papel de Doña Josefina, a su presencia infinita en la historia del Centro Cultural, y a su papel como gran albacea de la memoria de Julián y de su historia de amor.

Si para Josefina la apertura del Museo en 1995 fue el día más feliz de su vida y la consecución de un sueño, también para mí y para todos y cada uno en el Centro Cultural fue un día feliz la inauguración de este renovado Museo en 2016, pues con este nuevo espacio devolvíamos protagonismo y brillantez a una colección que es parte del Patrimonio y de la Historia de Paraguay.

3. Josefina y Julián. Una historia de amor realizado.

El amor realizado es un sorbo de muerte que nos pasa los labios, que se filtra en las venas. El alma que nos cambia es más ancha y vacía: más triste y más sedienta, la boca que nos deja.

Josefina Plá

Josefina y Julián se conocen en 1923 en Villajoyosa, Alicante, España. Ella, nacida en 1903, tenía apenas 20 años, y él tenía 36. Andrés Campos Cervera, cuyo nombre artístico era Julián de la Herrería había viajado a España con una beca para perfeccionar sus conocimientos de cerámica en Manises. Se enamoran y comienza un noviazgo que no es inicialmente bien visto por las respectivas familias, la de ella veía un abismo en la diferencia de edad y la de él se refería a ella como la “gitana tiñosa y

advenediza”, pero ellos hacen oídos sordos y continúan adelante con su noviazgo.

Julián tiene que volver a Paraguay una vez termina su beca en 1925, pero siguen en contacto permanente, decididos a mantener su relación. Contraen matrimonio por poderes en diciembre de 1925, y ella viaja en 1927 a Paraguay para instalarse junto a su marido. Inicialmente, durante los dos primeros años de su estancia en Paraguay, viven en la quinta de la familia Campos Cervera, para luego comprar una casa propia a la que se trasladarían. Esta casa, sita en la esquina entre las calles Estados Unidos y República de Colombia, es la casa que luego ella ocuparía hasta su muerte y que se convirtió en un espacio referente donde tantos buscaron sus palabras, su consejo y su apoyo.

Cuando se instalan en Paraguay, inician una etapa muy fructífera de investigación sobre arte precolombino y americanista y de trabajo en cerámica. Josefina aprende el arte de la cerámica junto a Julián, pero además inicia sus trabajos como grabadora, escritora y periodista. Trabajan y producen prolíficamente y en esos años hacen dos exposiciones aclamadas por el público y la crítica. Con la segunda de ellas, realizada en 1929, consiguen los suficientes ingresos como para encarar un viaje con el que ambos soñaban: volver a España y seguir perfeccionando su técnica de cerámica en Manises. Pasan dos años en España, y exponen sus trabajos en el Círculo de Bellas Artes en Madrid en 1931 con muy buenas críticas.

En 1932, ya de regreso en Paraguay, se encuentran con un ambiente que se enrarece por momentos hasta que finalmente estalla la Guerra del Chaco. Guerra con la que ambos se involucran activamente, escribiendo sobre la guerra y sobre la situación de los combatientes. Regresan de nuevo a España en 1934 con el objetivo de presentar de nuevo sendas exposiciones de sus obras, sin embargo, allí les atrapa el alzamiento militar franquista contra el gobierno de la República y desafortunadamente en ese contexto de penuria y sufrimiento, Julián enferma y muere en 1937 en Valencia. Ella consigue con muchas dificultades, salir de España y viajar a Paraguay, donde se instala hasta su muerte en 1999.

Si su salida de España fue complicada por el contexto de la Guerra Civil y los problemas económicos, la llegada a Paraguay no fue tampoco nada fácil, ya que el gobierno paraguayo la retiene en Clorinda negándole los permisos de entrada al país. Finalmente, gracias a sus trabajos y credenciales periodísticas, especialmente en torno a la Guerra del Chaco, se le permite la entrada. Una vez en Paraguay, se instala en su casa y se dispone a poner en marcha uno de los objetivos de su vida: Traer de regreso a Paraguay las obras de su marido, que habían quedado celosamente guardadas en el Museo de Bellas Artes de Valencia. En Paraguay, sola y valiente, sigue trabajando en la cerámica, da clases, escribe para la prensa, escribe poesía, pone en marcha el grupo de Arte Nuevo, funda la AICA, tiene un hijo. Nos cuenta Heddy Benítez en su texto una anécdota que da cuenta de su carácter y de su personalidad: Cuando nace en 1940 su hijo Ariel, el padre se ofrece a poner su apellido y ella le contesta: “Yo también tengo apellido”. Anécdotas como esta nos dan cuenta de su fortaleza y de su determinación para no permitir que una sociedad machista y conservadora le marcase su proceder.

Tras casi 20 años de tenaces gestiones, en 1956 viaja a España y consigue poner en marcha el traslado de las obras de Julián hacia Paraguay. Así cierra un círculo de la historia de ambos, con el sueño cumplido de que, con las obras de Julián en Paraguay, ella pudiera seguir dando a conocer su obra y su legado. Ella siguió viviendo en su casa en Asunción, con su hijo Ariel y con un sinfín de gatos, con su fiel secretario Marciano y con las visitas de tantos artistas e intelectuales que acudían a ella. Trabajó incansablemente hasta su fallecimiento en 1999, en la tierra de

su gran amor, que se había convertido en su país de adopción.

4. La Colección / Museo Julián de la Herrería.

Cuando Josefina se instala en Paraguay tras la muerte en España de Julián, pone en marcha el que sería uno de los objetivos de su vida: traer de regreso al Paraguay las obras de su marido que han quedado en España. Este traslado fue complejo y costoso y para poder conseguirlo Josefina tuvo el apoyo incondicional del Instituto de Cultura Hispánica de Paraguay que le facilitó las gestiones y parte de los costes. Fueron casi 20 años de perseverantes negociaciones que culminaron en 1956 cuando la colección llega de regreso a Paraguay.

A partir de esas obras comienza a formarse la colección privada de Josefina Plá, que fue creciendo con el tiempo a partir de su contacto con la vanguardia paraguaya. Además de las obras de Julián y de la propia Josefina, la colección va incorporando obras que van desde dibujos, grabados, óleos, pinturas y acuarelas hasta cerámica popular de artistas tanto nacionales como extranjeros. La colección no tenía un guion curatorial definido, sino que iba definiéndose en función del interés que determinadas obras y autores despertaban en la coleccionista.

La mayor parte de artistas eran colegas, amigos, compañeros de la propia Josefina, que bien pronto se había labrado un puesto de importancia mayor entre artistas e intelectuales de la época. Los artistas más importantes que podemos mencionar son Laterza Parodi, Wolf Bandurek, Joao Rossi, Livio Abramo, Leonardo Torfs, Carlos Colombino, Roberto Holden Jara, Joel Filártiga, Edith Jiménez, Lili del Mónico, Laura Márquez, Andrés Guevara, Jenaro Pindú, Olga Blinder, Jaime Bestard...

El resultado es un conjunto plural y heterogéneo que termina traduciendo una manera particular de ver y sentir el Paraguay, de interpretar su historia a partir de los distintos y cruzados lugares. Unas miradas que contienen múltiples historias y anécdotas y que se convierten en un momento de la Historia y de la Memoria.

En 1959 la UNESCO incluye la colección en su lista de Museos Latinoamericanos como Patrimonio Cultural. Josefina la había conservado celosamente en su casa en Asunción hasta el momento de su donación al estado español, a través del Centro Cultural Juan de Salazar, en 1989.

La única condición firmada cuando se formalizó la colección fue que no saliera nunca de Paraguay a menos que fuese de forma temporal.

El 27 de septiembre de 1995 se inauguraba en el Centro Cultural, el Museo Julián de la Herrería, cuyo proyecto expográfico fue realizado por el gran artista y amigo, Carlos Colombino. Para Josefina Plá, según cuentan los periódicos de la época, ese día significó el cumplimiento de uno de los propósitos de su vida: Asegurar la pervivencia en el tiempo de la colección, para de este modo asegurar un papel preponderante a su marido y a su obra artística, en la historia y la memoria del Arte de Paraguay.

La Inauguración del Espacio Josefina y Julián en 2016, supone un nuevo espacio dedicado a la colección Museo Julián de la Herrería. Osvaldo Salerno, amigo personal de Josefina, artista y curador, realiza el nuevo proyecto museístico y expográfico en la sala Goya 3 del Centro Cultural de España Juan de Salazar.

El nuevo espacio, plantea una nueva mirada sobre la persona y obra de ambos, centrándose en sus cerámicas de tono indigenista y americanista, así como planteando una nueva mirada sobre sus personas y el contexto en el que vivieron y trabajaron.

Para mí, como directora del Centro Cultual de España en Paraguay durante los años 2011 hasta 2017, el Museo Julián de la Herrería fue un espacio inagotable de conocimiento y de aprendizaje. Conocí a Josefina y a Julián y conocí su obra y su historia de amor. Aprendí sobre cerámica y la importancia de mantener y conservar las piezas en unas condiciones que el Centro Cultural no tenía. Acondicionamos un almacén, hicimos talleres y cursos de limpieza, restauración de papel y cerámica, conservación y catalogación, y preparamos un nuevo espacio para reinventar el Museo y darle la visibilidad que con el tiempo había ido perdiendo.

Y todo esto no hubiéramos podido hacerlo sin el apoyo y el acompañamiento de muchos profesionales y amigos de Josefina Plá y del Centro Cultural, a los que me gustaría citar por el gran trabajo que hicieron por el Museo: Rosa Grimaldi, Leticia Casati, Mar Ahuir, Blanca Martín Casulla, Júlia Lull Sanz, Juan Manuel Aguilar, Silvia Villalba, Paolo Herrera, Rubén Capdevila, Miguel Ángel Fernández, Osvaldo Salerno y muy especialmente Ariel Plá. También los profesionales que nos ayudaron en las sucesivas etapas: Begoña Carrascosa Moliner e Iván Soler Muñoz en una primera revisión y restauración de la colección, y María Blanco, en una posterior revisión para su correcta catalogación y conservación. Todos ellos fueron piezas indispensables en la historia de este proyecto, así como el resto del equipo del Centro Cultural, sin los que este reto no hubiera sido posible. Y es imposible terminar unas palabras sobre Julián de la Herrería sin volver a las palabras de Josefina. Palabras que nos hablan de ella, de él y del adiós a la vida. Palabras que nos recuerdan que somos memoria y desmemoria, historias que borra la lluvia y el viento.

Déjame ser

Deja llevarme mi última aventura. Déjame ser mi propio testimonio, y dar fe de mi propia desmemoria. Déjame diseñar mi último rostro, apretar en mi oído los pasos de la lluvia borrándome el adiós definitivo. ´

Josefina Plá

* Eloisa Vaello Marco Directora del Centro Cultural de España en el Salvador [2017- actualidad] Directora del Centro Cultural de España Juan de Salazar [2011 – 2017]

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