Laberinto No.1025 (04/02/2023)

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Vargas Llosa, “inmortal” de la Academia Francesa

Suplemento cultural de MILENIO LABERINTO
Núñez Jaime/ FOTOARTE: ALFREDO SAN JUAN SÁBADO 4 DE FEBRERO DE 2023 AÑO 19 - NÚMERO 1025 HOMBRE DE CELULOIDE FERNANDO ZAMORA Baumbach y la auto cción Foto: Netflix EL ATLAS DE PANDORA IRENE VALLEJO
Ilustración: Román
Víctor
La revuelta de las cosas

La música de la historia

En una ocasión, Oscar Wilde almorzaba con un conocido que pensaba que todo trabajo intelectual era ligero e inútil. “Y bien, ¿qué ha hecho usted hoy?”, le preguntó el hombre. “Bueno, pues esta mañana he trabajado mucho. Quité una coma”, le contestó Wilde. El hombre sonrió con sorna. “¿De veras? ¿Es todo lo que hizo?” “No”, contestó Wilde. “Después de una ardua reflexión, por la tarde la volví a poner”.

Esta famosa cita, que muestra que Wilde era un contador de anécdotas que escondían verdades profundas, podría haber formado parte de Cómo la puntuacón cambió la historia (Ediciones Godot de Buenos Aires) del escritor noruego Bård Borch Michalsen. Se trata de un libro breve, lleno de datos, con toques de humor. Michalsen resalta el papel histórico que jugaron los signos de puntuación en el desarrollo del lenguaje escrito y por lo tanto en la historia del pensamiento. Al leerlo, podemos concluir que nuestro modo de pensar está condicionado por los lugares donde debemos poner puntos y comas. Hace aproximadamente cinco siglos, los signos de puntuación quedaron establecidos, tal como los conocemos hoy. Fue gracias a esa evolución que los libros impresos tuvieron su desarrollo. Michalsen nos recuerda que durante la Edad Media los textos se hubieran presentado sin puntuación, es decir: “LOSTEXTOSSEHUBIERANPRESENTADO COMOHASTAFINALESDELAEDADMEDIA”.

En la historia de la puntuación, según Michalsen, hay dos héroes notables. Uno de ellos es Aristófanes de Bizancio (257-180 a. C.), director de la Biblioteca de Alejandría. Aristófanes (nada que ver con el famoso comediante griego) desarrolló el primer sistema de puntuación y un patrón de acentos. Siendo el griego un idioma muy musical, los matices y la entonación se trasladaron del lenguaje oral al escrito.

El héroe moderno de la puntuación es, sin embargo, Aldo Manuzio, quien había dedicado su vida a la gramática y la filosofía antigua. Manuzio llegó a Venecia en 1489, en el apogeo político, económico y cultural de la ciudad. En un ambiente inspirador aunque también amenazado de guerras, Manuzio concluyó que debía contribuir a la difusión de los libros como un antídoto de la afición a las armas. Por lo tanto, creó un sello editorial, Aldine, que publicó más de 130 libros. Poco después del invento de la imprenta, se iniciaba un proceso de difusión de la palabra escrita. Según Michalsen, Manuzio fue a la cultura escrita lo que Steve Jobs a la cultura digital. Venecia y también Florencia, las Silicon Valley de entonces, fueron centros de ese proceso.

De todos ellos, la coma (que viene del griego komma) es el signo de uso más discutido. El punto seguido no convoca tantas polémicas sobre su uso. Mención aparte merece el punto y coma, que Hemingway despachó como “femenino”. Por otro lado, en torno a la coma se han decidido duelos, contratos y muertes. La ejecución de Roger Casement, por ejemplo, fue consecuencia de la interpretación de una coma por un juez. Al terminar de leer el libro, insistimos en que Wilde había trabajado mucho aquel día. _

HOMBRE DE CELULOIDE

Simplicidad

Ruidodefondo(disponible en Netflix) comparte con Bardo, de Alejandro González Iñárritu, puntos de contacto que hay que revisar. Ambas películas han resultado tremendos fracasos tanto en lo económico como en lo artístico. En su búsqueda por posicionarse como la gran distribuidora de cine de arte, Netflix debe pensarlo dos veces antes de apostar a nuevos proyectos como estos. Las nominaciones al Oscar han lanzado este mensaje: estas películas no gustan. Es cierto que el iraní Darius Khondji, fotógrafo de Bardo, compite por un Oscar, pero es evidente que las pretensiones de González Iñárritu apuntaban a que lo reconocieran a él. En cuanto a Ruidodefondo, la total ausencia de esta película en las nominaciones le indica que los grandes inversionistas lo pensarán antes de apostar por una obra de carácter tan personal. Y es que por más que sea la primera vez que Baumbach usa una novela para escribir un guion, Ruidodefondose alinea por completo con su visión del mundo, particularmente en torno a lo que es el cine posmoderno. Basada en una novela de Don DeLillo, Ruidodefondono consigue los niveles de lectura de otras obras posmodernas como, por ejemplo, Irma Vep de Olivier Assayas. A decir verdad, Ruidodefondono es ni

entretenida ni irreverente. La trama se enreda hasta perder el interés de los espectadores y ni siquiera el reparto espectacular, con Adam Driver a la cabeza, levanta un guion que aspira, como Bardo, a criticarlo todo desde el privilegio de quien lo tiene todo.

Divagando entre comedia y farsa, Ruido de fondo quiere ser fresca, para lo cual trata de no tomarse muy en serio, pero consigue más bien ser ridícula. Entre la ciencia ficción y la comedia a lo Woody Allen, Baumbach lanza sus baterías contra una sociedad de la que forma parte. Hay, es cierto, alusiones a una pandemia que nos recuerda el covid y que se disfraza de un “evento tóxico” para el que Baumbach ha puesto en escena un aparatoso choque que hace guiños a la historia del cine hollywoodense. Y es aquí, en el choque, donde encontramos el punto de contacto más interesante entre el cine de Noah Baumbach y el de Alejandro González Iñárritu.

Como se sabe, los choques y las persecuciones de auto son parte de

Baumbach

la historia viva del cine de California. Tanto así que, en una entrevista, Hitchcock llegó a decir que “cine es una buena persecución en automóvil”. Recordemos ahora que González Iñárritu se apuntó un diez cuando en Amores perros consiguió hilar las historias de aquella película en torno a un aparatoso accidente perfectamente bien filmado. Baumbach no solo nos espeta durante la primera secuencia de Ruido de fondo un discurso que magnifica los grandes accidentes automovilísticos que se han filmado en el cine comercial estadunidense: su película parece un pretexto para hacer chocar un tráiler con un tren. Pero, llegados al punto en el que nos encontramos en la historia del cine, vale la pena preguntarnos si semejantes estándares de la industria de Estados Unidos deberían resultarnos profundos o incluso curiosos. El siglo XXI ha visto la emergencia de extraordinarios talentos que con muy pocos recursos producen auténticas obras de arte sin necesidad de un diseño de arte tan elaborado. Este hecho nos lleva a preguntarnos si el error de artistas como Baumbach o González Iñárritu no estriba en haber perdido algo que, gracias a la tecnología, el cine artístico de nuestro tiempo ha podido conquistar: la simplicidad. _

-02- 4 DE FEBRERO 2023
LA GUARIDA DEL VIENTO ALONSO CUETO ANTESALA
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIX
lanza sus baterías contra una sociedad de la que forma parte
Ruido de fondo. Dirección: Noah Baumbach. Estados Unidos, 2022.

POESÍA

La guerra y la bella (Retrato del anarquista adolescente)

ParaSolange,enlamemoria

Mi primera acción fue una guerra de guerrillas contra el orden en las aulas, un grito de independencia frente a los maestros de una escuela olvidada. Libré una guerra de desobediencia sin cuartel. Acometí pequeñas y gloriosas batallas: ataques de ocio a las garitas del presidio escolar, llamados a quebrar las tablas de multiplicar las vejaciones. Declaré una guerra con embates a deshoras a las tropas aliadas de la obediencia. Fui el guerrero que regresaba a casa cargando un botín de nada, el explorador que aprendía a caminar en los terrenos minados de la duda. No fui herido por esquirlas ni hube de convalecer en un hospital de campaña pero bajo los negros perdigones de unos ojos caí agitando una bandera blanca. La joven maestra de francés que parecía salida de una ostra de Botticelli me invitó a desertar en la emboscada de sus piernas y en la trampa de su boca. Debo decir la verdad al tribunal de los fantasmas que me juzga: no pesó que fuera del bando enemigo ni que por ella dejara de velar las armas para hacerme su sombra, su más fiel centinela. Con la dignidad y la resignación del derrotado pedía cadena perpetua en la prisión de su cuerpo.

Este poema fue tomado de Mulieribus (Sílaba, Colombia, 2023).

EX LIBRIS

El trono de Hemingway

George Plimpton lo admiraba, le tenía un aprecio verdadero. Quizá era por eso que en ciertos detalles en los que afloraba una patológica obsesión de superioridad, Plimpton no detectaba complejos o manías, veía a un hombre de personalidad competitiva. En algo tenía razón. La seriedad con que su amigo se tomaba la escritura, y la severidad con que se empeñó en tratar a los demás, no solo le confirieron el aura de tipo rudo mucho antes de que redactara el thrillernoirde los duros que no bailan, sino el derecho de ocupar el trono que, en 1961, Hemingway dejó vacante con la ayuda de su escopeta.

Esa silla, quizá, era muy grande para él. Sin embargo, se esforzó en llenarla a su manera. No con su pequeña anatomía ni con su estilo cada vez más firme, depurado. Lo intentó a través de un protagonismo activo en los asuntos espinosos de la vida política y social de Estados Unidos (contra el racismo, contra la guerra de Vietnam, contra el fanatismo, la mojigatería, el prohibicionismo), una especie de liderazgo moral al que Hemingway renunció en sus últimos años. Y es que, para Norman Mailer, Papa prefirió mantenerse lejos cuando la sociedad gringa lo necesitaba, cuando estaba al borde del totalitarismo. “Deja de perfumar tu vanidad, mánchate las manos. Estamos cansados de ti y de tus pequeñas penas”. Eso fue lo que Mailer quiso decirle a Hemingway cara a cara, cuenta Plimpton, mas no tuvo la oportunidad de saldar cuentas, pues tampoco el honor de conocerlo.

Pero volviendo al trono desocupado, lo cierto es que, aparte de Norman Mailer, eran muy pocos (o nadie), con el ego, el temple y la energía necesarias para reemplazar al legendario Hemingway, modelo perfecto del artista disidente.

Basta con leer sus primeros ensayos, sea “El negro blanco. Reflexiones sobre el hipster” (1956), inspirado más por James Baldwin que por Jack Kerouac o Neal Cassady; sean los textos en los que diseccionó la alienación, el conformismo, la apatía y el sentido de derrota de la sociedad estadunidense de posguerra (reunidos en Advertencias sobre mí mismo), y el otro caudal de estudios breves que publicó aquí y allá a lo largo de tres décadas, en los que abordó diversas cuestiones literarias (los negocios, el oficio, los géneros, la obra de los autores que admiraba o respetaba), filosóficas (mejor dicho, su filosofía), psicológicas y morales, una enorme variedad de meditaciones que reunió en 2003, a manera de autoregalo por su cumpleaños número 80, bajo el título de Un arte espectral, el libro que mejor lo pinta de pies a cabeza. Porque además de sus artículos, Mailer incluyó fragmentos de entrevistas que le hicieron tres o cuatro decenas de reporteros, encabezados por J. Michael Lennon, su amigo, biógrafo y exegeta, charlas en las que confesó sus virtudes y defectos, sus fortalezas y flaquezas, inclusive, sus extravagancias y pequeñas perversiones.

Leer al Mailer ensayista contrasta con la experiencia de leer al Mailer de la ficción. Las meditaciones separan al hombre del autor, un espacio en el que aflora el individuo trastornado por el afán de superioridad, y no el tipo de espíritu competitivo.

Plimpton estaba equivocado. Debió de darse cuenta desde esa anécdota que él mismo relató: en una fiesta organizada por el aristocrático matrimonio Heinz, dispusieron una máquina que medía la fuerza. Había que golpear un dispositivo con un mazo hasta que éste llegara al punto más alto del vigor (débil, mequetrefe, mediocre, fuerte y Superman). Mailer cogió el martillo y solo llegó al segundo grado. Lo intentó otra y otra vez y fracasó. La gente lo animaba, le echaba porras, hasta que, poco a poco, lo dejaron solo. Plimpton cuenta que Mailer no soltó el martillo en toda la noche. Los golpes se oían a la distancia, pero nunca se escuchó la campana del hombre fuerte.

Se me ocurre que esa es la mejor metáfora de su candidatura al trono de Hemingway. _

-03- 4 DE FEBRERO 2023
LOS PAISAJES INVISIBLES
Telón de carne/ EKO ANTESALA

El 9 de febrero, en ceremonia privada, Mario a la institución creada en 1635. Ocupará el sitio Un “bárbaro” en la Academia

El Premio Nobel de Literatura 2010 será el único miembro de la Academia Francesa cuya obra no fue escrita en francés.

ario Vargas Llosa llegó a París en 1959 con el firme propósito de convertirse en escritor profesional. Dejó su equipaje en el antiguo Hotel Wetter, salió a caminar por el Barrio Latino y, aunque ya era de noche, al darse cuenta de que la librería La alegría de Leer seguía abierta, entró y compró un ejemplar de MadameBovary. Al volver al hotel, se sentó y comenzó a leer sin parar, dejándose envolver por la “revolución literaria” del narrador omnisciente, convencido de que la literatura podía cambiar la vida y de que la escritura es el oficio ideal. Esa era la segunda vez que pisaba la capital francesa. Un año antes había enviado un cuento al certamen literario de la La Revue Française, titulado “El desafío” (que más tarde formaría parte de su libro de relatos Los jefes), con la ilusión de ganar el primer premio: un viaje a París, la capital artístico-literaria más atractiva del momento. Ganó y se fue a hacer turismo durante dos semanas. Al regresar a Lima se dispuso a dejar su trabajo en Radio Panamericana, donde era conocido entre sus compañeros como “Varguitas”, e hizo de nuevo las maletas para trasladarse a Madrid, gracias a una beca que le permitiría doctorarse en la Universidad Complutense.

Fue en Madrid, bastante gris por entonces debido a la dictadura franquista, donde comenzó a escribir Laciudadylosperros y donde se enteró de que, gracias a otra beca, podría acabar sus estudios en la ciudad

Mdel Arco del estudiar, tenía solo ahí”— de vivir de no había editoriales en España to eran grandes los pocos días Francia, sin planes se retrasarían: sina finalmente se vio obligado alimenticios”, probar suerte. acompañaba Julia Urquidi. Así que dio “negro literario”, ma, para una ría dejar por viajeras, y Unesco, luego France Press diotelevisión libres hacía libros para latinoamericanas. textos se encuentran en el recientemente fuegodela ra). “Creo separable escrito. Podría taller. Yo tenía gunos periódicos luego desde artículos. En radio de noche nía a escribir, en mi novela. dicaba a hacer salían bien, taurante La cierto, siempre escultor Alberto tenía muy me contó hace bién autor Hace casi sa llegó al Anfiteatro la Universidad dictar una tulo “Un bárbaro último día calor

-04- 4 DE FEBRERO 2023 DE PORTADA
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME FOTOGRAFÍA ANTON GOIRI

Mario Vargas Llosa ingresará sitio que dejó Michel Serres

Academia Francesa

del Triunfo. Pero más que tenía claro que ahí —“y podría cumplir el sueño la literatura (“en Perú editoriales ni librerías y la censura y el contexgrandes obstáculos”). A días de haber llegado a sin embargo, supo que sus retrasarían: la beca parifinalmente le fue denegada y obligado a buscar “trabajos alimenticios”, pero se quedaría a suerte. No estaba solo, lo acompañaba su primera esposa, Urquidi. dio clases de español, fue literario”, o escritor fantasuna señora rica que quepor escrito sus memorias también traductor en la luego entró a la agencia Press y, más tarde, a la Radiotelevisión Francesa. En sus ratos hacía entrevistas y reseñas de para algunas publicaciones latinoamericanas. Varios de esos encuentran compilados recientemente publicado El laimaginación (Alfaguaque ese material es inde las ficciones que he Podría decirse que son mi tenía un acuerdo con alperiódicos y desde París, y desde Londres, les mandaba En París trabajaba en la noche y en el día me poescribir, a tratar de avanzar novela. Los domingos los dehacer esos artículos y, si bien, me iba a comer al resLa Coupole donde, por siempre me encontraba al Alberto Giacometti, que cerca de ahí su estudio”, hace unos meses el tamde La fiesta del Chivo. casi una década, Vargas LloAnfiteatro Descartes de Universidad de la Sorbona para conferencia bajo el tíbárbaro en París”. Era el de mayo de 2013, hacía calor y un montón de estudiantes, profesores

e hispanófilos ya habían ocupado todos los asientos cuando el escritor empezó a hablar (en francés, claro, lengua que aprendió en su adolescencia en la Alianza Francesa de Lima) y el micrófono empezó a fallar. Nada pudieron hacer los técnicos para mejorar el sonido y entonces él, que una vez recorrió casi todo Perú dando discursos a grito pelado para intentar ganar las elecciones presidenciales, hizo a un lado el inútil aparato y comenzó a pronunciar su charla en medio del atento silencio del auditorio.

Dijo: “Cuando llegué a Francia creí haber llegado a un país de ensueño. Y no me decepcionó. La cultura era omnipresente, ¡hasta en la televisión!, y sabía que aquí vivían Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Jean Vilar, que se representaba a Ionesco, que se leía a Beckett... El debate político era muy intenso, además. Por eso yo, que venía de un país tan diferente a este, me sentí como un bárbaro entre civilizados”.

Luego habló con pasión de sus lecturas infantiles y juveniles, entre las que se encontraban, cómo no, autores franceses: “A Alexandre Dumas lo leí en estado de trance.

Los miserables, de Victor Hugo, me permitió entender la importancia del factor cuantitativo en la novela como acumulación de experiencias y en La condición humana, de André Malraux, encontré con exactitud la mentalidad del terrorista”.

Aquella fue una alocución que supuraba francofilia para disfrute de todos los presentes. Siguió empalmando un tema tras otro con voz recia: “Gracias a Francia me reconocí como escritor latinoamericano. Aquí descubrí a Cortázar, a Carpentier, a Carlos Fuentes, a García Márquez… Porque París era la capital de la literatura latinoamericana, como bien dijo Octavio Paz. Gracias a este país, por ejemplo, se descubrió a nivel europeo y mundial a Borges”. El escribidor remató su conferencia con una lección: “No podemos olvidar el inmenso aporte que hace la literatura a la historia de la Humanidad. No podemos reducirla a un mero divertimento, pues sin duda su efecto es enorme, tanto en lo histórico como en lo social. La vida en sí misma es insuficiente para materializar los

deseos, solo la imaginación es capaz de producir respuestas”.

La transcripción completa de esa ilustrativa y entretenida disertación podrá leerse de manera masiva el próximo mes, cuando Alfaguara tiene previsto publicar Un bárbaro en París. Textos sobre la cultura francesa, una antología de ensayos y artículos sobre las letras galas para celebrar la entrada del autor a la Academia Francesa. El volumen servirá también de antesala para la publicación de su nueva novela, a finales de marzo, que trata sobre la música criolla y, en especial, sobre los valses peruanos.

Francia representa una etapa fundamental en la formación y profesionalización literaria de Mario Vargas Llosa. De hecho, algunas de sus obras más importantes han sido pensadas o creadas en el país de Molière. Ahí terminó de escribir La ciudadylosperros. Ahí escribió la obra teatral Kathie y el hipopótamo y La casa verde y Los cachorros Y ahí escribió la primera parte de Conversación en La Catedral. En total fueron siete años parisinos (en 1966 se mudó a Londres) en los que también adquirió otra perspectiva de la realidad política y social latinoamericana y a los que luego “volvió” con libros como sus ensayos magistrales sobre Flaubert o Victor Hugo o su novela El paraíso en la otra esquina.

Su amigo Daniel Rondeau, periodista, novelista y académico desde 2019, vio en todo eso motivos más que suficientes para proponer el ingreso del peruano-español a la Academia Francesa, la institución fundada en 1635 por el cardenal Richelieu con el objetivo de regular y perfeccionar el idioma francés a través de su diccionario y las normas ortográficas y gramaticales.

En torno a ella se agrupan poetas, novelistas, dramaturgos, filósofos, historiadores y científicos que son considerados “inmortales” debido al lema de la institución, “A la Inmortalidad” (que, en realidad, se refiere a la lengua francesa y no a los académicos).

A Vargas Llosa le entusiasmó la idea, pero en el fondo dudó que algo así pudiera suceder pues él nunca ha escrito en francés, algo que hasta ahora parecía indispensable para

ser uno de los cuarenta miembros de esa vetusta, pomposa, solemne e inmovilista corporación, presidida actualmente y de manera vitalicia por la historiadora nonagenaria Hélène Carrère d’Encausse (madre de Emmanuel Carrère). En noviembre de 2021, sin embargo, la propuesta se sometió a votación y fue aprobada en primera vuelta. De esta manera, la Academia hizo una excepción en sus normas y costumbres, pues además de admitir a alguien que nunca ha escrito en francés, el nuevo integrante de esta élite del saber supera en más de una década el límite de edad que deben tener los candidatos (75 años). Hubo quien dijo que fue para “darle brillo a la institución”, toda vez que desde la muerte de François Mauriac, en 1970, ningún Nobel de Literatura acudía a sus sesiones. Además, Vargas Llosa será el único académico vivo cuya obra ha sido publicada en La Plèiade, la selecta y exquisita colección de clásicos de la editorial Gallimard. Pero también hubo quien se opuso. Casi un mes después de anunciarse que Vargas Llosa se integraría a la Academia, un grupo de cinco intelectuales franceses (el profesor universitario César Itier, la directora de investigaciones del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo Evelyne Mesclier, la profesora de la Universidad de París Valérie Robin Azevedo, la investigadora Sylvie Taussig y el antropólogo Pablo del Valle) publicó una inserción en el diario progresista Libèration para mostrar su “estupefacción”El texto hacía énfasis en que el Nobel “amenaza con legitimar posturas que pisotean los valores de la democracia a los que Francia quiere asociarse, como la libertad de expresión, la aceptación de resultados de sufragios y el derecho a defender causas sin arriesgarse a perder la vida”.

“Esta decisión presenta graves problemas éticos”, dejó claro ese quinteto al recordar el apoyo de Vargas Llosa al candidato de extrema derecha a la presidencia de Chile, José Antonio Kast, un “nostálgico defensor de la dictadura militar de Pinochet”, y que también dio su apoyo al colombiano Iván Duque, que “acabó con los acuerdos de paz firmados en 2016” con la guerrilla de las FARC y luego disolvió manifestaciones “a disparo limpio”. O el espaldarazo que le dio a Keiko Fujimori, quien negó la legitimidad del ganador de las elecciones peruanas, Pedro Castillo. Por si fuera poco, dijeron, el también autor de Pantaleón y las visitadoras estuvo implicado en los llamados Pandora papers, donde se reveló que tenía sociedades en paraísos fiscales para evadir impuestos. Los firmantes consideraron, en suma, que incluirlo en la Academia significaba “mancillar la imagen de Francia en América Latina”.

De nada sirvió y de inmediato la Academia puso en marcha el

protocolo de ingreso: Vargas Llosa fue recibido, y “aprobado”, por Emmanuel Macron, a quien le toca fungir como el “protector” de la institución por ser el presidente de la República, y el próximo 9 de febrero, en una ceremonia privada, las puertas del templo de la lengua gala se abrirán para recibir al nuevo académico que ocupará el sillón número 18, en sustitución del filósofo Michel Serres (fallecido en 2019), y pronunciará un discurso para aceptar su nuevo cargo, que será vitalicio y al que no puede renunciar. Luego, como acto final, todos los académicos arroparán a su nuevo colega y asistirán a una ceremonia pública ataviados con su característico traje verde y una espada, siguiendo la tradición instaurada en la época de Napoleón.

Este tipo de consagraciones no son nuevas para el último sobreviviente de la generación del boom latinoamericano. Desde 1977 es miembro de la Academia Peruana de la Lengua y desde 1994 de la Real Academia Española. Pero su traductor al francés Albert Bensoussan, que acaba de publicar MarioVargasLlosa,ècrivaindu monde (Gallimard), dice que esta vez es más especial que las anteriores. “Él ama a Francia desde siempre y ahora su relación con la cultura que lo inspiró y lo formó será indisoluble”, sostiene el hombre que antes de traducir a Vargas Llosa se “entrenó” con Trestristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante. “Conocí a Mario en 1971 y de inmediato me encargó la traducción de Los cachorros. Fui a hacerle algunas consultas a Barcelona, donde vivía en ese momento, y tras revisar la traducción me dijo que era mejor que el original”, recuerda Bensoussan. “Luego me dejó traducir a mi aire, sin controlarme nada, porque empezó a confiar plenamente en mí”.

Hace dos meses, poco antes de que su nombre volviera a copar todas las portadas de las revistas del corazón debido a su ruptura sentimental con Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa llegó apoyado en su bastón a la sede del Instituto Francés de Madrid, donde lo esperaban para homenajearlo con una conversación pública sobre su admiración por Gustave Flaubert, el autor que junto a William Faulkner más ha influido en su literatura. “Al narrar Madame Bovary en tercera persona, Flaubert era un narrador invisible. Era los ojos que miraban una escena y, al mismo tiempo, hacía que los personajes se movieran como si realmente fueran libres. Eso constituyó una revolución para la literatura en general. Y para mí también”, dijo en francés el escribidor antes de irse a recibir el año nuevo a París y disponerse a convertirse en inmortal. _

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Varias de sus obras más importantes han sido pensadas o escritas en el país de Molière

EL ATLAS DE PANDORA

La revuelta de las cosas

La innovación tecnológica solo puede estar de nuestro lado cuando se conjuga con la reflexión ética

Durante años, tu hijo creyó que todo a su alrededor estaba vivo. Cuando sus juguetes caían desde lo alto de la trona, los llamaba, afligido por su inmovilidad. Adivinaba rostros en las nervaduras de la madera, en la comida, en las nubes o en el frontal de los coches. Increpaba a la puerta cuando se pillaba los dedos. Hablaba con las cucharas y las piedras. No era capaz de imaginar —o tal vez le asustaba— la fría indiferencia de lo inanimado.

Desde tiempos antiguos, la impronta del desasosiego flota en nuestra relación con las cosas creadas por seres humanos. Nos preguntamos si poseemos esos objetos, poderosos e imprescindibles, o ellos nos poseen a nosotros. Esa cuestión inquietante ya preocupaba a los mochicas, habitantes de la costa norte de Perú entre los siglos II y VIII d. C. Los artistas de la cultura moche pintaron escenas donde los enseres cotidianos, como jarras o prendas de ropa, cobraban vida. En algunos episodios, los utensilios son dóciles. A los cuencos apilados con comida les han crecido patas y caminan hacia las figuras humanas que participan en una ceremonia. Las jarras incluso se inclinan para verter líquido en los recipientes. Pero otras pinturas, denominadas “la revuelta de las cosas”, reflejan un mundo al revés, donde los útiles de tejer o las armas, con brazos y piernas, manos y pies, algunas con cabeza y rostro, toman el mando: luchan, derrotan a los guerreros y hacen desfilar a cautivos humanos desnudos. Los mochicas anticiparon nuestras inquietudes contemporáneas al plasmar un

temor profundamente arraigado ante el poder que adquieren ciertos artefactos al escapar de nuestras manos. El escritor Günther Anders, uno de los maridos de Hannah Arendt, se definía a sí mismo como “filósofo de la tecnología”. Afirmaba que nuestros aparatos nos manejan. No porque vayan a brotarles bracitos que empuñen armas y nos ataquen, como temían los mochicas. Ni siquiera porque la inteligencia artificial pueda rebelarse contra nosotros, igual que en 2001. Una odisea del espacio, Terminator o Matrix. Según el visionario Anders,

las normas de convivencia de nuestra civilización terminarían sometiéndose a la lógica impuesta por los productos tecnológicos, como los algoritmos digitales que hoy entrelazan relaciones personales, moldean nuestros deseos o incluso manipulan elecciones políticas. Además, sostenía que nunca antes habíamos tenido la capacidad de condicionar el porvenir de generaciones por nacer: “Repercutimos en los futuros más remotos”. Algunos objetos, como la nevera o la lavadora, han transformado felizmente nuestras vidas cotidianas, pero otros han trastornado a la humanidad en su conjunto. Por ejemplo, las bombas atómicas, que desequilibran a quienes las sufren, a quienes las temen, e incluso a quienes solo fantasean con utilizarlas.

El filósofo mantuvo una larga correspondencia con Claude Eatherly, piloto de combate que, tras participar en el bombardeo de Hiroshima, fue recibido por la sociedad norteamericana como un héroe. Consiguió un gran puesto en una multinacional petrolera, pero pronto empezó a cometer pequeños delitos y atracos: asaltaba cajeros sin llevarse el dinero o forzaba puertas de oficinas. Sus cartas revelan la asfixia de la culpa, su obsesión por destruir una celebridad que le atormentaba. Quería ser juzgado y condenado: deseaba ir a la cárcel para liberarse. En vez de eso, lo sometieron a tratamiento psiquiátrico. Su mala conciencia se consideró patológica. Los periódicos lo apodaron “el piloto loco de Hiroshima” —loco por arrepentirse, no por haber colaborado en la barbarie—. Las cartas entre el escritor y el piloto abrieron un debate ético que había quedado sepultado por la victoria. Günther Anders interpretó este caso como síntoma de una sociedad enferma, capaz de elevar a rango de racionalidad su delirio nuclear. Aquella conversación a contracorriente nos recuerda que la innovación tecnológica necesita conjugarse con la reflexión ética para evitar que nos dañen los sesgos y riesgos humanos de los objetos. Frente al vacío y el páramo de la bomba, Claude y Günther encarnan un nuevo tipo de rebeldes: quienes pretenden conservar el mundo para transformarlo. _

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.

-06- 4 DE FEBRERO 2023 LITERATURA
Alberto Blanco: Reloj • Eduardo Cruz Vázquez: Rendición • Rebeca Leal Singer: Dos niñas crecen al interior • Ernesto Lumbreras: Inventariar y rebobinar • Fernando Figueroa: Ricardo Garibay • José Juan de Ávila: Entrevista con Claudia Marcucetti • Alfonso Torúa Cienfuegos: El Schindler de Cananea • Carlos Sánchez: Una rosa en el desierto de Sonora • Andrea Serdio: Bogdanovich, el entrevistador • Guillermo Levine: Películas grandes, buenas y del montón • Avelina Lésper: El espíritu del 22 Y, además, en nuestra edición digital: IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN
Algunos objetos han trastornado a la humanidad entera.
Por ejemplo, las bombas atómicas

León de Lidia

NARRATIVA, ENSAYO

El gran círculo

Lejos de Luisiana

Tan inclasificable como deslumbrante, esta novela es no solo un viaje a los orígenes (Bulgaria, la tradición sefardí, el habla judezma) sino un retrato de época hecho de postales, rumores, papeles sueltos, confesiones, recuerdos y aun sueños. Los personajes a quienes trae de regreso la memoria parecen salidos de una leyenda eslava.

Brighton Rock

Maggie Shipstead

Alianza de Novelas México, 2022 664 páginas

Dos tiempos conviven en esta novela: el de Marian Graves, quien despunta en la aviación acrobática antes de la Segunda Guerra Mundial y luego se sentirá llamada a circunnavegar el planeta sobrevolando los polos, y el de la actriz Hadley Baxter, quien décadas más tarde encarnará a Marian en una película de Hollywood.

El arte del bisturí

Luz Gabás Planeta México, 2022 768 páginas

La novela ganadora del Premio Planeta 2022 es de corte histórico y transcurre en el corazón de las tierras bañadas por el río Misisipi, que tras la Guerra de los Siete Años pasó a ser propiedad inglesa. La trama enmarca el amor de Suzette Girad e Ishcate, miembro de la tribu kaskaskia, en los albores del nacimiento de Estados Unidos.

La veta fantástica en la obra de Gonzalo Martré

No hay nadie en casa México, 2022

Con ojos de turista

No hemos ni leído diez páginas de No haynadieencasa(Dharma Books) y reconocemos ya que nos enfrentamos a una suerte de autoficción: nada en manos de la imaginación sino de una memoria que se define “imperfecta”. De modo que el personaje inseguro y consumido por un largo rosario de temores no es otro que la misma autora, Isabel Díaz Alanís, aspirante a un doctorado en literatura hispánica en la Universidad de Pensilvania.

Cofradía de Coyotes México, 2022 386 páginas

Obra clave de la literatura inglesa y anuncio de las obsesiones que perseguirán al autor de Elrevésdelatrama, este thrillerpoliciaco enfrenta a un joven pandillero involucrado en un asesinato y a la empecinada amiga de la víctima que no ceja en su empeño de dar con el culpable. La historia conduce a la lucha entre el Bien y el Mal.

A través de una serie de casos que han dejado huella en la historia moderna, el autor emprende una travesía por algunos momentos que han marcado el desarrollo de la cirugía. Frente a nuestra mirada desfila el aneurisma que casi le costó la vida a Einstein, la bala que segó las aspiraciones de la emperatriz de Baviera, el asesinato de Kennedy...

Para el autor, Gonzalo Martré es “el más importante de los escritores mexicanos desconocidos”. Su obra, ya sea realista o fantástica, se mezcla con lo satírico. El presente volumen, además de estudios sobre lo fantástico en la literatura universal y nacional, ofrece una antología de sus textos en esta vertiente.

No estamos, sin embargo, ante un retrato de las mieles y los sinsabores que reserva la vida académica. Si algo llega hasta nosotros es un pálido esbozo. La competencia curricular, el culto al resultado, el sacrosanto orden jerárquico, no muestran nunca sus largos colmillos. Lo que leemos en realidad, sin el menor atisbo de simpatía, es una bitácora de viaje a través de unos ojos de turista. Mientras pasea por Madrid, Lisboa, Bucarest, Estambul, Roma, Isabel rememora algunos episodios de su maltrecho pasado familiar, emocional, amoroso, corporal… sin otro recurso que el de la autoconmiseración. A fuerza de recordar a la niña “que no sabía ir al baño”, de llorar “un sinnúmero de veces mientras curso el doctorado”, de adelantar frases del estilo “Me arreglaba como quien compone un aparato que se le cae a pedazos”, “Vivo preocupándome por cosas que no suceden”, “dejarme caer en el túnel de mis errores era rascar hasta que doliera”, “Mi devoción por él se había encargado de achicarme el mundo”, etcétera, No hay nadie en casa termina por convencernos de que sería tan solo un cuaderno confesional oculto en un cajón si no hubiera encontrado una editorial compasiva. Si tan solo narrara algo…, un atisbo de la existencia de los otros o una aproximación a la ambivalente condición del viajero, cuyo apetito de novedades guarda consigo la necesidad de volver al punto de partida.

En No hay nadie en casa todo ocurre en la superficie. Lo digo porque nunca sabemos qué se trae Isabel Díaz Alanís entre manos. ¿Un combate sin reglas con sus demonios? No, porque sus palabras tienen la consistencia de un canto monocorde. ¿Una huida antes del golpe definitivo? No, porque esos lugares donde se refugia, tan de paso y tan despersonalizados, son la imagen ojerosa de lo trillado. _

-07- 4 DE FEBRERO 2023
A FUEGO LENTO
Carlos Gómez Carro Arnold Van de Laar Salamandra España, 2022 432 páginas Myriam Moscona Tusquets México, 2022 195 páginas
www.librotea.com El placer de leer
Graham Greene Libros del Asteroide España, 2022 344 páginas

EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO

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HUSOS Y COSTUMBRES

Invocaciones

Hace unos años, mi esposo y yo tratamos de visitar la tumba de Allan Kardec, en el cementerio parisiense Père Lachaise. Digo tratamos porque no nos pudimos acercar. De frente a Kardec había una señora, vestida muy cubierta —quisiera recordar que llevaba un sombrero, aunque mentiría—, fija la mirada en el busto del fundador de la filosofía espírita, como se señala ahí, sobre la columna que reza: “Todo efecto tiene una causa. Todo efecto inteligente tiene una causa inteligente. El poder de la causa corresponde al tamaño del efecto” (según mi traducción). La columna está en el centro de una pequeña construcción sostenida con dos menhires, repleta de flores. Hubiera sido muy interesante acercarse, pero como les digo, la mujer parecía transida, quizá en plena comunicación con el espíritu de Kardec. Me gustaría decirles que alrededor se sentía una energía especial (en un cemen-

terio no sería nada raro) mas no fue así. En cambio, el solo hecho de que la mujer ocupara aquel sitio central, con aquella actitud, fabricaba un fantasma que nos impedía traspasar sus límites. Hay invocaciones que fabrican espíritus; quizá su llamado es tan poderoso que de alguna manera logran hacer sentir su presencia. A través de las antiguas imágenes de plasma, las fotografías, los hologramas  o la idea de que el alma puede pervivir en los circuitos de una computadora, buscamos recuperar como se pueda al espíritu de aquellos que añoramos. Amigos de cuyos libros hablaré después me los envían y noto que ambos se ocupan en algún momento de fantasmas: uno se pregunta de qué edad regresarían los espíritus al ser invocados y si sabrían lo que les preguntamos; el otro trata de entender por qué en nuestro país no se fotografió a los espíritus con su correspondiente plasma antes del siglo pasado. Por mi

parte, he estado cavilando en la ropa de las almas: el Renacimiento vistió a las puras de túnica y a las pecadoras las dejó desnudas; pasadas aquellas modas, ¿cómo vestirían? Mi suegra querida, que era muy creyente, un día nos aseguró que al Cielo iríamos vestidos con nuestra ropa. Habrá entonces que mantener el estilo para en futuras apariciones no decepcionar a quienes nos convoquen. Busco en el archivo al personaje de mi novela y de repente se me empieza a aparecer su fantasma, como en una especie de invocación: informaciones que no hubiera imaginado sobre su aspecto, su familia, la colonia que habitó. No cabe duda —y los historiadores lo saben muy bien—: los archivos son un receptáculo de espíritus que al ser requeridos se manifestarán pronto en otras partes y nos perseguirán para que los saquemos de aquel limbo de papel y tinta en el que quedaron suspendidos _

El retratista de la ciudad

Hace unos años, antes de salir hacia la Plaza de las Ventas para ver por primera vez en su vida una corrida de toros, Gay Talese me contó que entre sus grandes maestros estaba Joseph Mitchell, el reportero que plasmó a los personajes más diversos de Nueva York en las páginas de TheNewYorker. Me pareció algo obvio, pues Talese y Mitchell coinciden en su elegantísima indumentaria (traje hecho a la medida, corbata bien anudada y sombrero de fieltro en invierno y de palma en verano) y en su prosa sabrosa. “Mitchell publicó un gran reportaje sobre las ratas de Manhattan. Decía que nunca había entrevistado a nadie más inteligente que ellas. Era un genio”, apostilló aquel día en que, por cierto, salió del coloso madrileño aburrido y desesperado porque la tarde de lidia le pareció “lo más soporífero del mundo”.

Yo había leído El secreto de Joe Gould, el mítico y paradigmático libro de Mitchell  que, hasta la fecha, sigue siendo considerado “el mejor perfil periodístico de todos los tiempos”.

Luego me sumergí en una antología de sus estampas neoyorquinas sobre gitanos, fondas y tabernas, alternadas con retratos de oficios urbanos como una taquillera de cine, el director de un museo, un predicador callejero, la mujer barbuda de un circo o un millonario que cada año celebraba una gala benéfica en homenaje a sí mismo (todos, textos deslumbrantes por preciosistas). Pero… busqué y busqué aquel reportaje de las ratas y no lo encontré. Hace unos días, sin embargo, la editorial Anagrama me ha dado una alegría: el dichoso texto forma parte de El fondo del puerto,

la nueva y recién publicada antología (en español) de los trabajos de Joseph Mitchell.

A lo largo de su carrera, el maestro de Gay Talese se ocupó de contarnos las historias de estrellas de Broadway, magnates de dudosa reputación, domadores de circo, poetas y pintores. Pero su talento llegaba a la plenitud al perfilar a la “gente corriente”. Un día le reprocharon por qué escribía tanto sobre ellos y la respuesta del reportero elegante pasó a la historia: “La gente corriente es tan importante

como usted, quienquiera que usted sea”. Además de fijarse siempre en los anónimos, desde que llegó a la gran City, procedente de su natal Carolina del Norte, fue “enamorándose” de las partes del puerto de Nueva York que no aparecen en las postales turísticas.   En estas páginas aparecen los rincones portuarios, el Hudson y el East River, el mercado de pescado, las instalaciones dedicadas al cultivo de ostras, un restaurante atrapado en un viejo edificio y un panteón antiguo. En el prólogo, Lucy Sante dice que “tal vez Joseph Mitchell no supiera que estaba escribiendo el epitafio del puerto, pero era muy consciente de su frágil condición, tan contraria a las apariencias”. Su método de trabajo consistía en caminar, observar, conversar y acompañar a las personas. Nada más. No grababa sus

entrevistas y ni siquiera hacía muchas preguntas. “Tenía una forma de escuchar que bastaba para tirar de la lengua indefinidamente a sus interlocutores”, añade Sante. “Luego se limitaba a reproducir lo que había oído, convirtiendo a sus interlocutores en consumados maestros de la prosa coloquial americana”.

Eran otros tiempos y otras reglas, pero hace poco más de un lustro, cuando se publicó la biografía del maestro (Man in Profile, Thomas Kundel, Random House), que no sé por qué todavía no la han traducido al español, se hizo especial énfasis en que Mitchell se inventaba algunos detalles o creaba un personaje a partir de historias de muchos otros. En consecuencia, ¿ahora habría que ubicar su obra dentro de la ficción? Tomando en cuenta los estándares actuales, la respuesta es que sí. En cualquier caso, lo importante es que la esencia de la labor de Joseph Mitchell permanece en las nuevas generaciones de periodistas. El otro día, Terence McGinley, un becario en la redacción de TheNewYorkTimes, contó la historia del mexicano Cecilio Campis, “El Jefecito”, propietario del puesto de comida que está frente a la redacción del periódico. Todos los días pasan junto a él, pero hasta ahora a ninguno de los flamantes reporteros del rotativo más influyente del mundo se le había ocurrido que en ese puesto había una buena historia. Tuvo que llegar un becario observador y entusiasta para darse cuenta. Qué bien: no todos los muchachillos aprendices de periodista están abducidos por la computadora y el celular. Todavía hay quien aspira a ser el retratista de la ciudad _

4 DE FEBRERO 2023
LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
CAFÉ MADRID
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA THERESE MITCHELL El periodista estadunidense Joseph Mitchell en una imagen de 1952.
Su método de trabajo consistía en caminar, observar, conversar y acompañar a las personas
ALLAN KARDEC Su tumba en el cementerio Père Lachaise. ANA GARCÍA BERGUA

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