Volumen 13, Número 3
Fuete y Verguilla diciembre 2019
Programa de Colegio Sea Grant y el Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral (CIEL) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez
Familias de pescadores Los Gómez Parte 2 Naguabo
Volumen 13, Número 3
diciembre 2019
En el número anterior de Fuete y Verguilla les compartimos algunas vivencias de la familia Gómez de Naguabo. Los Gómez han logrado crear un nicho próspero dentro de la pesca en Puerto Rico. Son pescadores, dueños de pescaderías, pescadoras, cocineras, cocineros, capitanes de barco, proeles; en fin, que han sido visionarios y han maximizado el valor de sus pescas. A lo que la familia Gómez realiza con su pesca, se le llama valor añadido. Pescan y se quedan con una parte para confeccionar empanadillas y arepas rellenas, y además venden a los restaurantes de la familia, entre otras actividades. Los Gómez son una familia que ha prosperado a través de sus trabajos dentro del oficio de la pesca en Puerto Rico. Este volumen será una continuación del anterior y en él recogeremos la experiencia de las mujeres y los hombres que forman parte de la familia.
Velero propiedad de Mickey y de Yolanda.
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Familias de pescadores – Los Gómez parte 2– Naguabo Por Jannette Ramos García Yolanda
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olanda Wharton Figueroa es la esposa de Miguel (Mickey) Gómez, a quien conocieron en el número anterior de Fuete y Verguilla. Esta puertorriqueña, que tiene 61 años, es de hablar pausado, de movimientos suaves y hasta se percibe tímida. Sin embargo, su apariencia engaña, porque Yolanda es eje y motor en su familia. Durante más de 30 años, ha sido la compañera de vida de Mickey. Pero no todo fue miel sobre hojuelas en un principio y un día hace muchos años, ella se marchó del hogar que compartían, hacia Estados Unidos, donde por varias décadas hizo su vida. Con el paso del tiempo, regresó a Puerto Rico donde se reencontraron y desde entonces, no se han separado. Con él, Yolanda formó una Yolanda Whalton construyendo una nasa. familia y aprendió a pescar al punto de que no se percibe haciendo otra cosa. Cuando le pregunté qué siente cuando sale a pescar, respondió “el mar es mi fuente de paz, de tranquilidad, de despegarme de los problemas cotidianos”. Mientras pesca, su mundo se concentra en el espacio que la rodea, en la belleza de su entorno, sin pensar en los peligros que su trabajo acarrea. Pesca de nasa y sale en busca de lo que se considera primera. Lo que captura lo vende al restaurante de Ángel, quien es hijo del matrimonio. Por regla general, si el mar está tranquilo, pescan unas 300 a 400 libras de pescado mensuales. Una de las especies que aprecian es el chapín. Yolanda dice que a veces han pescado 100 de ellos y devuelven 80 al mar porque no dan la medida, y tanto ella como Mickey reconocen que, si cogen los juveniles, luego no quedará nada para las futuras generaciones. Esos chapines no se venden; se quedan con ellos y le añaden valor al confeccionar empanadillas (pastelillos) con ellos. Luego, venden las empanadillas por docenas junto con las de langosta, la cual es otra especie que capturan. Cuando pescan salmonetes también se quedan con ellos porque ese es su pescado favorito, al igual que para muchas otras personas en el área de Naguabo.
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En nuestra conversación, hablamos sobre la importancia de promover especies menos conocidas para el público consumidor con el propósito de que el mercado crezca y se les quite presión a las especies más pescadas. Su reacción, como conocedora de la gastronomía fue “yo me imagino que se puede hablar a la gente poco a poco. El problema es que todo el mundo lo que quiere son chillos y no quieren salir de ahí. Tú les dices, mira, prueba un boquicolorao, pero no lo quieren y siguen con el chillo, el capitán, el mero”. También hablamos sobre los problemas que confronta la pesca en Puerto Rico y su reacción no se hizo esperar: “Aquí el problema es que la cantidad de pesca’os han bajado y encima, los buzos acaban con todo. A veces cogen lo que no están supuestos a coger y dañan, no dejan que sigan produciendo la pesca como era antes”. Por esas razones y al preguntarle si ella se considera una pescadora con conciencia sobre los impactos que sufre a diario la pesca, contestó sabiamente que, “no se debe coger lo que no están supuestos a coger, se deben respetar las medidas y las vedas”. Yolanda lo mismo pesca que confecciona empanadillas, que atiende su hogar, que construye nasas, las leva, que capitanea el velero Hay por favor por nuestros mares. Es una mujer que, como muchas otras en nuestro archipiélago, se adentró en un mundo que se percibía como de hombres, pero ha demostrado con su pasión y con su trabajo que esa premisa es equivocada y que ella puede pescar y levar nasas tan bien como cualquier otro hombre pescador. Ángel, uno de los hijos Ángel Miguel Gómez Figueroa es el dueño del restaurante que lleva el nombre de su padre, Mickey. Creció en un círculo donde la pesca es el centro de sus vidas. Tiene 43 años y al igual que su padre, comenzó a pescar a los 10 años. Aprendió, siguiendo el ejemplo de su abuelo paterno, Hermenegildo y de su papá. Nos cuenta que cuando salía con Hermenegildo, la pesca era de seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Todo lo aprendía en su tiempo libre y cuando llegaban las Navidades, ya que asistía a la escuela. Ángel es buzo. En su caso, fue un vecino el que le enseñó a bucear según nos contó. “Él fue el que me dijo un día, yo pescaba a pulmón, un día me dijo vente a pescar conmigo, yo pensé que era a pulmón. Cuando llegué allá me dijo: 5 tanques 4
Ángel, uno de los hijos de Mickey y de Yolanda.
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para mí, 5 tanques para ti. Yo nunca me había puesto tanques, me dice: hoy vas a aprender y gracias a Dios.” Nunca ha tomado clases de buceo formales, como dice él, aprendió a cantazos. Así las cosas, ya ha pasado por la cámara hiperbárica debido a las burbujas y en una ocasión, nos narró que por poco queda parapléjico, pero se recuperó. Aparte del buceo, tiene unas 100 nasas, algunas de ellas ubicadas en Culebra. Sale dos veces a la semana a levarlas y a sacar la pesca. Uno de los recuerdos que atesora era cuando salía con su abuelo a buscar varas de mangle para hacer las nasas. “Cuando me llevaron a picar vara para hacer las nasas, que antes se usaba vara de mangle, entonces había mucha vara afuera en la orilla, pero él, no, él le gustaba coger las que estaban dentro del agua y tú sabes esas picadas de mosquito y uno desmayado ahí, pero era una aventura. La Ángel junto a su padre Mickey. lancha venía casi a 3 pulgadas de agua casi a hundirse llena de varas, mi abuelo picaba sobre 300 varas en nada, era una cosa increíble.” Obviamente, ya no las hacen con vara de mangle porque está prohibido, pero eran sus favoritas porque él piensa que “la trampa pescaba mucho más”. Ángel, al igual que muchos otros pescadores y pescadoras, ha notado una merma marcada en las cantidades de pesca que captura. Como hombre sabio de la mar, conoce de corazón las reglas básicas para evitar agotar el recurso pesquero: “Lo primero es proteger la especie juvenil para que puedan seguir procreándose. Todos esos pequeños enseguida tirarlos al agua porque en una malla grande siempre se meten peces que tú no te imaginas cómo entraron ahí, pero caen a la lancha y a la vez que tú protejas el juvenil pues siempre va haber fruto más adelante; ese es mi lema, siempre lo he dicho”. Cabe señalar que en el restaurante han integrado una norma interesante, venden a un precio módico el plato de especies menos conocidas, ¡para que todas las personas tengan acceso a comerse un buen plato de pescado, ensalada y tostones! Esa es otra gran estrategia que Los Gómez han diseñado para añadirle valor a su pesca.
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Santiago Gómez Cruz, padre de José Gómez.
Hermanos y sobrino Santiago Gómez Cruz es el padre de José Gómez y ambos son pescadores. Santiago tiene 73 años y al igual que sus hermanos, empezó a pescar a los 10 años y sus pescas las hace de nasas. Sus salidas con su papá Hermenegildo le llevaban hasta las aguas de Vieques a realizar sus pescas. Desde entonces, se ha dedicado de lleno a la pesca, aunque debido a problemas de salud, ha tenido que disminuir su actividad. Son muchas las vertientes que tienen las vidas de los pescadores y en el caso de Santiago, podemos ver una de ellas. Sabemos que el huracán María azotó duramente la costa este de nuestra Isla, pero los actos criminales que surgieron luego de la emergencia, causaron un impacto fuerte entre los pescadores. Hubo villas pesqueras a las que les robaron cableado eléctrico y equipos, entre otras cosas. En el caso de Santiago y de su hijo José, no fue solo el huracán y la falta de energía eléctrica lo que previno que regresaran a pescar, sino que les robaron los motores de sus embarcaciones, dejándoles varados en tierra. También perdieron las nasas que tenían en el agua. Él nos contó cómo Santiago sufrió por los actos de vandalismo luego del paso del huracán, cuando alguien le soltó los amarres a su embarcación y la misma se fue a la deriva. La encontraron despedazada entre unas rocas. El motor se lo robaron de su misma casa. 6
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Después de rememorar sobre las vicisitudes que pasaron luego de María, conversamos sobre el pasado. Santiago nos contaba que el enseñó a pescar a José. Uno de sus comentarios fue que ahora su hijo pesca “más moderno porque pesca con un GPS”. En ese momento, José interviene y comenta que ni Santiago ni David (otro hermano), usan GPS y que pescan de memoria, además de que sus nasas las tiran ahogadas para evitar que se las roben como pasa a menudo. “Papi echaba las nasas marcadas por los cerros”, nos dijo Santiago. Jocosamente, nos contó que en una ocasión ahogó una nasa y la marcó con una vaca y luego, riéndose, dijo que la vaca se le había ido de sitio y la perdió porque nunca la encontró (la nasa) ya que la vaca, que era su marca, se había movido. “Los cerros son nuestro GPS”, dijo. Regresando al pasado en la conversación a la que luego se integraría David, otro de los hermanos, José trajo el recuerdo de que su mamá, Rosa Méndez Maldonado, salía a pescar con su papá, Santiago. Como vemos, en esta familia, las mujeres en la pesca son muy relevantes y ella, aparte de sus labores en el hogar y de atender a sus seis hijos e hijas, salía a levar nasas con su esposo Santiago. Con el paso de los años, dejó de pescar, pero con su ejemplo, también marcó a su hijo José. Ahora es mesera en el Restaurante Los Makos que le pertenece a la familia y al que también le suplen pesca. “Mi abuelo le dejó un restaurante a cada uno de sus hijos”, nos contó José.
Santiago y José Gómez en el Malecón de Naguabo.
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Pesca fresca en la Pescadería Chuíto.
Un comentario recurrente en las entrevistas realizadas a algunos integrantes de la familia Gómez, es cómo ha cambiado la pesca desde su juventud hasta el presente. “Antes paí cogía los salmonetes por quintales y ahora están en extinguisión, se cogen na’ más que unos poquitos”, nos dijo Santiago. Pero la pesca que mayormente hacía Hermenegildo era de langostas. Entre risas, Santiago le dijo a José que él no podía recordar las historias de las cantidades que Hermenegildo pescaba, porque no había nacido. “En una ocasión, él llenó la caja de la guagua de langostas y las llevó para venderlas en San Juan porque en el área no había donde venderlas” Hermenegildo levantó un pequeño imperio familiar, alrededor de la pesca. Las sogas que usaban para las nasas se hacían de bejucos que sacaban del monte. Luego, usaban alambres que sacaban en Vieques con desechos y alambres que La Marina estadounidense dejaba tirados. Con eso tejían las nasas. Era tanto trabajo, que no iban a la escuela.
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En este momento se integra David, otro de los hermanos y toma la palabra para decir que, en su caso, tejía nasas cuando salía de la escuela. “Si no se tejían, Papi nos daba una pela, teníamos que hacer las vetas (las sogas).” Luego se iban al manglar a cortar varas y traían cientos de ellas en los botes. Esas nasas llegaban llenas de pescado. “Nosotros podíamos traer hasta diez baños de llenos de pescado y de langostas al punto que las langostas se perdían”, nos dijo David. “La langosta se vendía peseta la libra y los carruchos los cogíamos con el agua a la rodilla en Vieques”, nos contó David. Las langostas a veces las usaban como “carná” y se cogían en la orilla. La pesca les permitía vivir y tener comodidades poco comunes para la época en que se criaban, como por ejemplo, ser la primera familia en tener un televisor en su hogar. Además, Hermenegildo les daba trabajo a otras personas. Las labores iban dirigidas a construir nasas. Con orgullo, ambos hermanos dijeron que su papá era el mejor pescador de su época a la vez que un gran empresario y visionario. Al finalizar la entrevista con los tres hombres, les pregunté, ¿qué serían si no fueran pescadores? De inmediato respondieron a coro: “no sabemos lo que seríamos porque nosotros nacimos en esto”. Chuíto José Luis (Chuíto) es otro de los hermanos Gómez que ha sido pescador y es el dueño de la Pescadería Chuíto en Playa Húcares, Naguabo. Como todos los Gómez entrevistados, es un dínamo que no se está quieto un segundo dentro de la pescadería que a su vez tiene un área de cocina de arepas en la que colaboran una sobrina y su ex esposa Ada Iris Soto. Todo allí está inmaculado y ordenado, incluyendo el área de limpiar la pesca. El día de mi entrevista, Ada Iris me atendió y se presentó como la hermana de Chuíto. Luego me aclararon entre risas que no, que era su ex esposa. Ella es la mano derecha de Chuíto en la pescadería y en el negocio de las arepas.
Chuíto limpiando pescado.
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Mientras la observaba, noté una libreta sobre el mueble desde donde atiene a la clientela. Esa libreta es famosa porque es en ella donde lleva las cuentas al estilo de antes. Chuíto, al igual que otros miembros de su familia, tuvo restaurante, en su caso, fue el famoso Makito en esa misma área. De la pescadería, ha sido dueño por cincuenta y cuatro años de su vida, siendo la que más años lleva de fundada en ese sector. La pescadería de Chuíto suple pescado y arepas a muchos restaurantes del área y es un negocio familiar. Los miembros de la familia Gómez que entrevistamos para Fuete y Verguilla, son solo una muestra de generaciones distintas que han construido sus vidas a través de la pesca y de añadirle valor a la misma ya sea preparando arepas, empanadillas o teniendo sus propios restaurantes. Llegar a Playa Húcares en Naguabo, es adentrarse en ese espacio en el que han construido un nicho especial. La Pescadería El Coral con su restaurante, le pertenece a la familia; Mickey’s Restaurant, La Pescadería de Chuíto, el Restaurante El Mako, entre otros, son un ejemplo de lo que con visión se puede lograr. Gracias a todos y a todas ellas, especialmente a José Gómez por darme la oportunidad de adentrarme en su mundo y permitirme plasmar sus experiencias en Fuete y Verguilla.
José Luis “Chuíto” Gómez.
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Fotos suministradas.
La Pescadería El Coral.
Restaurante Los El Mako.
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La misión de Sea Grant consiste en promover la conservación y el uso sustentable de los recursos y los ecosistemas marinos y costeros. Para alcanzar su misión, el programa cuenta con proyectos de investigación, de educación y de extensión marina.
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