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Los arrecifes de coral de la Isla de Mona

Escrito y fotos por: Michelle T. Schärer-Umpierre, PhD

Cuando nos referimos a los arrecifes de coral de la Isla de Mona, debemos considerar los arrecifes con coral vivo sumergidos y los arrecifes fósiles, que ya no están sumergidos y que componen el islote de Monito y la Isla de Mona. Los arrecifes que hoy son fósiles crecieron en el fondo del mar hace más de 5 millones de años y, en una serie de movimientos telúricos, causaron que Mona y Monito surgieran del fondo y quedaran expuestos al aire. Hoy podemos ver evidencia de estos arrecifes en los fósiles de corales que se hallan en el techo de algunas cuevas, al igual que en las costas rocosas de la Isla de Mona. Al quedar expuestos a las lluvias y a los vientos, los arrecifes fósiles se convirtieron, químicamente, en otro tipo de roca: la dolomita color rosa que resplandece desde los acantilados de ambas islas. Es sobre estas rocas que se despliega una gran biodiversidad, así como varias especies endémicas terrestres.

Los arrecifes que están vivos hoy día están sobre creciendo en los arrecifes fósiles que permanecieron sumergidos. Estos también han sido modificados por los procesos de erosión y por el crecimiento de corales, de esponjas, de algas y de otros organismos que producen conchas, como los caracoles que eventualmente forman parte del armazón del arrecife. Esto se puede constatar en una serie de habitáculos marinos que tienen distintas características en un patrón que llega desde la costa hasta las profundidades. Los arrecifes de franja, es decir, aquellos que emergen a flor de agua, cerca de la costa, se formaron por el crecimiento vertical del coral cuerno de alce (Acropora palmata), que acompañaba las variaciones en el nivel del mar a través de los milenios. Los arrecifes más profundos se componen de una gran variedad de especies y formas distintas, tales como surco y espolón, de parches y lineales.

Hoy día, los arrecifes de coral alrededor de la Mona y Monito son muy diferentes a los de 50 años atrás, según me cuentan los lobos de mar, los buzos y

los pescadores que llevan décadas visitando la isla. Estos pueden atestiguar y corroborar los resultados de los científicos; esto es que ya no existe la misma cantidad ni calidad de vida marina que hubo en el pasado. Según los estudios científicos llevados a cabo por investigadores de la Universidad de Puerto Rico, en colaboración con la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), en los últimos 10 años, se ha perdido alrededor de 24% de las colonias de coral que forman los arrecifes en la Isla de Mona. El porcentaje del fondo marino cubierto por corales vivos era, en promedio, de 49% durante el 1998 y se estima que este número bajó a 19% en 2008. La mayoría de esta disminución se atribuye a la mortandad de un grupo de especies de coral relacionados, conocido como el complejo de Montastraea annularis, cuyas colonias llegan a alcanzar gran tamaño y ocupaban una parte significativa del fondo marino. Los corales de este grupo comenzaron a desaparecer como resultado de dos factores principales: las enfermedades y los eventos de blanqueamiento.

La enfermedad de la banda amarilla (yellow band disease, YBD) se documentó por primera vez en 1996 en los arrecifes de Isla de Mona. Esta enfermedad se reconoce por los patrones de expansión de una banda de color amarillento en el tejido vivo de la colonia, que se extiende rápidamente dejando un centro de esqueleto de coral que colonizan las algas. Desafortunadamente, todavía no se ha encontrado una forma de salvar a las colonias infectadas y esto se ha complicado con la presencia de otros tipos de enfermedades, como la plaga blanca, la banda negra y la banda blanca que atacan principalmente a otras especies de coral, las que también se han reducido a través de los años. Algunos de los corales han sido tan afectados por estas enfermedades que se designaron como especies en peligro de extinción. Ejemplo de ello es el coral cuerno de ciervo, Acropora cervicornis, el cual puede perder todo su tejido vivo cuando es infectado por la enfermedad de la banda blanca.

La mortandad más reciente de corales se observó luego del blanqueamiento que se dio durante las altas temperaturas del verano de 2005. En diciembre de ese año, aproximadamente, 50% de los corales permanecían blanqueados y muchos de estos fueron infectados por las enfermedades anteriormente mencionadas, lo que causó más muerte de coral. Algunas colonias en la Isla de Mona sobrevivieron a este evento de blanqueamiento, pero la diferencia en la cobertura de coral vivo es notable para aquellos que bucearon allí antes de 2005. Sin embargo, el por ciento de corales que sobrevivió en Mona fue más alto que otras áreas de Puerto Rico, lo que sugiere que los arrecifes tienen posibilidades de recuperarse de estos eventos. Los impactos del cambio climático, indudablemente, afectan a los arrecifes de coral, por el incremento en la temperatura del mar y la frecuencia de huracanes. Los arrecifes de la Isla de Mona tienen la capacidad para recuperarse de ambos tipos de impactos, pero resta ver hasta dónde llega la resiliencia, es decir, la capacidad de recuperación, de este sistema marino. Mientras más balanceado se encuentre el ecosistema, mayor es su resiliencia. Los arrecifes de la Isla de la Mona han demostrado

Ejemplo de la enfermedad de la banda amarilla en el coral montañoso, Montastraea annularis.

Ejemplo de la enfermedad de la banda blanca en el coral cuerno de ciervo.

que tienen la capacidad para enfrentar los cambios ambientales a los cuales se han enfrentado.

Otras causas de mortandad en los corales incluyen la depredación por caracoles al tejido vivo del coral cuerno de alce, Acropora palmata, una especie en peligro de extinción. Estos caracoles normalmente coexisten con el coral y los efectos de su depredación usualmente son mínimos, ya que esta especie de coral tiene un crecimiento rápido. Actualmente, se han perdido miles de colonias de este coral en las partes llanas de la Isla de Mona, debido a la enfermedad de la banda blanca. Al tener menos colonias vivas, los caracoles están concentrándose en las pocas colonias que quedan y estas no pueden recuperarse de tal depredación.

Además de la mortandad de corales vivos, los arrecifes de la Isla de Mona han sufrido otras pérdidas de organismos claves que amenazan el futuro de estos ecosistemas. Por ejemplo, el erizo de espinas negras, Diadema antillarum, es un importante herbívoro que mantiene los arrecifes y sus alrededores libres de algas. Durante el año 1983, esta especie sufrió una mortandad masiva, causada por un patógeno que se reportó en Panamá y que rápidamente se dispersó por todo el Caribe. Hoy día, los erizos no se han recuperado lo suficiente y, en varios arrecifes someros (llanos), las algas han acaparado el espacio que antes era cubierto por corales, gracias a la ayuda de los erizos. El resultado de esto se puede ver en la mayoría de los arrecifes cercanos a la Playa Sardinera y Playa Pájaros, los que tienen una estructura vertical resultado del crecimiento de los corales. Actualmente, se encuentran recubiertos de algas.

Los arrecifes de franja proveen una barrera que reduce la fuerza de las olas que rompen en la orilla cuando hay marejadas. Mediante este proceso, protegen la costa y sus playas. Estos arrecifes han sufrido el embate de las actividades antropogénicas, ya que están localizados cerca de las costas donde se concentran los humanos. Las pasas o los canales por donde entran las embarcaciones fueron dinamitadas para tener acceso a los anclajes que hoy día utilizamos para desembarcar. Luego de esto, se han reportado naufragios, anclajes indebidos y encallamientos que, indudablemente, causaron la pérdida de coral en el fondo marino.

De los encallamientos más recientes, podemos mencionar el Alborada, el que permaneció desde 1980, cuando se encalló en los arrecifes al norte de

cm

Varios caracoles Coralliophila abbreviata depredando una colonia de cuerno de alce. En el recuadro, se muestra el caracol en una escala de tamaño.

la pasa de Pájaros, hasta su eventual descomposición y corrosión que permanece en el medio ambiente submarino. En 1985, el buque de 330 pies, M/V A. Regina, de la compañía Dominican Ferries, encalló un poco más al norte, causando la destrucción de corales cercanos a la costa. Aunque mucho del metal fue removido del buque, el casco permanece allí y se puede apreciar desde fotografías aéreas. El más reciente encallamiento fue el 24 de julio de 1997 por el M/V Fortuna Reefer, de la compañía Rama Shipping, Tailandia. Este buque de 326 pies de carga de atún, que salía del puerto de Mayagüez hacia el Canal de Panamá, por un error de navegación, entró al arrecife de franja dominado por el coral de cuerno de alce, Acropora palmata. Afortunadamente, este buque fue removido una semana después del impacto. Sin embargo, durante ese proceso, dos barcos de la compañía Crowley amarraron pesadas cadenas al buque y, al arrastrarlo, destruyeron aún más los corales cuerno de alce que no habían sido impactados por el encallamiento original.

Los arrecifes de la Isla de Mona, aunque ya no son lo que un día fueron, continúan brindando una función ecológica importante que es de beneficio para los visitantes de la Reserva Natural y tal vez sean los de mejor estado en todo el archipiélago de Puerto Rico. Las playas de la Isla de Mona se nutren de la arena que se disuelve de los arrecifes fósiles. La interacción entre las olas y los arrecifes de franja mantienen las condiciones idóneas para que haya playas donde anidan las tortugas marinas. En el fondo del mar, los corales proveen estructura para la vida marina y los cardúmenes de peces. Los arrecifes del pasado construyeron las mesetas donde ahora crece una vegetación y evolucionaron varias especies endémicas sobre las islas de Mona y Monito. Todos estos servicios ecológicos son esenciales para el disfrute de los nautas, de los buzos, de los pescadores, de los acampadores y de los científicos que tienen un lugar único donde recrearse, contemplar la naturaleza y llevar a cabo estudios de importancia mundial. Para que este recurso se pueda disfrutar durante años futuros, tenemos que tomar las medidas necesarias para que no se afecte la resiliencia del sistema. Por ejemplo, los esfuerzos de instalar boyas de amarre para reducir el número de anclas que destruyen corales durante las actividades de buceo y de pesca y los reglamentos, que buscan proteger lo que nos queda de los peces del arrecife de coral, son medidas de manejo importantes que buscan preservar un ecosistema ecológico completo para que pueda afrontar los cambios que seguramente habrán de venir.

Los tres encallamientos más recientes en la costa este de la Isla de Mona.

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