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Luis Crespo

Un amante de la libertad y de las tortugas marinas

Por: Mydalis M. Lugo Marrero

Son las 6:30 a.m. de un sábado. En Maunabo, un municipio del sureste de la Isla, un hombre, junto a dos voluntarias, se encuentran listos para realizar su trabajo de campo. Luis Crespo es ese hombre que cambió sus días de descansos para reiterar su compromiso con la conservación y la protección de las tortugas marinas. Playa Maunabo no es tan solo el hábitat al que recurren especies de tortugas, como el carey y el tinglar, sino uno de los espacios más visitados por Luis. Digámoslo de otra forma, es su segunda casa.

Las playas que se encuentran en este municipio costero son Playa Larga y Playa Maunabo. Esta última se divide en dos sectores: California y Los Bohíos. En playa California, cuenta Luis, se han registrado un total de 132 nidos de tinglar en una milla de playa. Al momento de la entrevista, Maunabo ha registrado más nidos por distancia lineal. Esto se traduce en un total de 163 nidos en 3 millas. Estas playas se distinguen, más que nada, por su valor escénico. Como bien se pudo advertir, no es una playa de bañistas, ya que se caracteriza por tener corrientes de resaca y alta energía o fuerte oleaje. Sin embargo, entre los usuarios que más la frecuentan se encuentran los surfers.

El trabajo de Luis consiste en patrullar la playa, registrar y monitorear las actividades de tortugas marinas, marcar tortugas, cuantificar eclosiones y ofrecer charlas a la comunidad. Según indica, en una temporada, nacen entre tres mil y cinco mil tortugas. Aunque esta cifra parece alentadora, la realidad es que, desafortunadamente, una de cada mil tortuguitas llegará a su etapa adulta. Luis patrulla Playa Maunabo los miércoles y sábados, y Playa Larga los lunes, pero una vez inicia el pico de anidación visita las playas casi todos los días, mientras los voluntarios, 21 en total, se turnan para patrullar las playas todos los días en un itinerario establecido. Durante la temporada de anidación (marzo a octubre), el patrullaje es diario. Los nidos se marcan, cuando la playa es frecuentada por usuarios. Es una manera de advertirles que hay un nido y que es importante su protección. Dicha protección

se logra no caminando sobre los nidos, tampoco paseando en caballos por la arena. Luis es un tortuguero o, en otras palabras, un gran conocedor de estas especies. Al igual que los voluntarios con los que trabaja, ellos pueden determinar si un nido está fresco, es decir, si es reciente, o si lleva algún tiempo. Cuando registran un nido fresco, se procede a fechar la anidación, lo que les permite estimar el momento de la eclosión, a los 60 días aproximadamente. Cada nido se marca con un bambú y un envase plástico de los que se encuentran en la playa para luego monitorear la eclosión.

En los últimos doce años, Luis ha dedicado gran parte de su tiempo a la protección de las tortugas marinas. Este dirige el grupo comunitario Amigos de las Tortugas Marinas, mejor conocido como ATMAR, desde hace 12 años, y atiende la página de Internet del colectivo: www.tortugasmaunabo.com.

La primera vez que leyó sobre tortugas marinas fue cuando su papá, quien era celador de pesca y caza en el Departamento de Recursos Naturales (DRN), asistió a un taller y compartió con él un material educativo sobre el tema que recibió durante la actividad. En la década de los 80, Robert Matos y Héctor Horta comentaron, en una charla, la posibilidad de que en la playa de Maunabo hubiese actividad de anidaje, lo que despertó su interés. Una década después, Luis intentó hacer un conteo de nidos con un estudiante pero no fue hasta 1998 que recibió la invitación de un ex-discípulo de escuela superior, el teniente Carlos Rosa del Cuerpo de Vigilantes del DRNA en Humacao, para trabajar con un nido. Ese año los vigilantes comenzaron a hacer censos, pero la labor duró un año, ya que el problema mayor que confrontaban era el saqueo de nidos. Es con Lesbia Montero, Coordinadora de Educación del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico, en 2001, que retoma el trabajo que desde entonces ha hecho parte de su vida. Ese amor por la protección de los recursos marinos y costeros se constata en su lucha. Luis estuvo involucrado en el movimiento para lograr la designación de la Reserva Natural Punta Tuna (2000).

Este amante de las tortugas posee un Bachillerato en Biología y una Maestría en Educación de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras. Se desempeñó un año y medio como microbiólogo y luego fungió como educador en la Escuela Superior Alfonso Casta Martínez. A la labor como maestro, le dedicó 26 años y los últimos cuatro laboró como director escolar. Es la única escuela superior que hay en el municipio de Maunabo y Luis, con gran orgullo, menciona que gran parte de sus compueblanos han pasado por su salón de clase. Su trabajo como educador no termina hoy día. El año 2009 marcó una fecha clave en su vida. Ese año se jubilaba como educador y director, sin saber que era una tarea que nunca iba a dejar de realizar. Su jubilación duró menos de un mes, cuando ya comenzó a trabajar. Desde 1998, Luis dicta clases en la Universidad Interamericana. Entre los cursos que ofrece se encuentran: Biología, Laboratorio y Ciencia, Tecnología y Ambiente. También, ofrece talleres a maestros desde 1993.

Además de su amor por las tortugas marinas, Luis es agricultor. Tiene una finca donde cultiva plátanos, calabazas y ajíes, entre otros alimentos. Es también parte de la junta de directores de la Asociación de Pequeños Agricultores de Maunabo, y recuerda que, en algún momento, se dedicó a la fotografía profesional.

“Fue una manera de ganarme los chavos,” señaló.

Este hombre trabajador gusta, en su tiempo libre, de compartir con su familia. Lleva treinta y dos años de casado con Zulma Ortiz, tiempo que ambos definen como muy buenos. De esta unión matrimonial, procrearon tres varones, dos de los cuales estuvieron involucrados en el proyecto de protección de tortugas. Hoy Zulma y Luis disfrutan de sus cuatro nietas a quienes les han inculcado el amor por las tortugas marinas. Para Luis, el respaldo que le ha dado Zulma en el trabajo que hace con ATMAR es incalculable.

“Zulma me ha permitido llevar esta labor, gracias a su tolerancia, al entendimiento y al compromiso asumido con el trabajo y todo el apoyo brindado por la familia,” enfatizó con gran agradecimiento.

El amor que los une ha permitido que Zulma haya aprendido con su esposo todo lo que sabe de biología. Sin duda alguna, es un trabajo en equipo que demuestra comprensión, colaboración y mucho compromiso y amor por el otro y por nuestros recursos.

Durante esta entrevista, y como parte de su labor, Luis tuvo que atender, junto a dos voluntarias, un nido que había eclosionado días antes. El trabajo consistió en contar los huevos que quedaban. Entre ellos, se registran los huevos que tienen tortugas muertas al igual que los huevos con y sin embriones. Estos datos sirven para identificar el éxito de la eclosión y obtener cifras sobre la recuperación de la especie. Los datos se registran en un libro del Programa Sea Grant y en una base de datos electrónica. Al final de la temporada, Luis entrega un informe al DRNA con todas las actividades registradas.

No obstante, a lo largo de los años, los voluntarios han confrontado dificultades en su labor. Los saqueadores de huevos y los perros, por ejemplo, destruyen los nidos y perjudican el proceso de incubación. Estos últimos son ávidos depredadores de los huevos y de las crías de tortugas. Incluso, los canes llegan a agredir a tortugas de gran tamaño. Afortunadamente, según cuenta, esta práctica ha mermado, ya que desde 2010 no roban un nido. Tampoco, se ha registrado otra muerte de tinglar desde 2007. Este hecho muestra una concienciación de los miembros de la comunidad, así como de los visitantes de la playa. El trabajo de Luis y demás miembros de ATMAR ha rendido frutos. El aumento de actividades de nidos es uno de los indicadores del esfuerzo comunitario que han llevado a cabo, como bien señalaron Noemí Ortiz y Zulma Ortiz, dos de las voluntarias de ATMAR. Asimismo, las disminuciones de los saqueadores de huevos y las matanzas de tortugas muestran el resultado de la educación que ha recibido la comunidad maunabeña. Luis tuvo la oportunidad de viajar a México, a Baltimore y a Maryland como invitado a la reunión de la Red de Conservación de Tortugas Marinas en el Gran Caribe (Wider Caribbean Sea Turtle Conservation Network, WIDECAST, por sus siglas en inglés). Allí presentó los resultados del trabajo comunitario que realiza ATMAR en cuanto a la educación, la protección y la conservación del tinglar en Puerto Rico.

La vocación y la pasión que siente por lo que hace nacen del gran amor que le tiene a la libertad. “El ser humano es libre. Debe vivir así. Yo hago las cosas porque quiero, no porque esté obligado,” afirmó Luis.

Luis contabiliza los cascarones de huevos de tinglar luego de la eclosión del nido.

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