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BIOGRAFÍAS AUTORXS

Juana Balcázar

Fue a los nueve años. Los libros llegan como predestinación a las manos de una. En la entrada de la casa, se escuchó el peso de las hojas mohosas acostadas en el piso. Cómo llegó todo ese montón de libros a las manos del papá. Cómo la gente botaba en tal cantidad lo que otros escribieron. Los libros ciernen su lomo también en vertederos, calles y camiones. Llegan a otras casas, se arrastran hasta colegios, colman plazas y, finalmente, se esconden en peluquerías.

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Daniel Valencia radioactivo en el fin de la guerra bactereológica, y poco antes del triunfo de la supremacía inmunitaria, emerge entre botellas de vino y hormonas financiadas por el ife, un sujeto que ha venido al puerto a jugar a ser artista y a hacerse hombre. lámina holográfica de un vasto catálogo de maricones delirantes; escupe palabras como quien hecha el primer sorbo de una lata al piso «pal diablo». todas quieren que él cuente su historia, porque todas se dicen «históricas». las ignora mientras escribe caminando, evadiendo pacos y marcianekes; moldea con ternura, sin resaca, esas voces agudas, maquilladas, rabiosas, que cuentan sus secretos para sobrevivir siendo tan extrañe a la vista.

Porteño. Veintitrés años que tienen cara de dieciocho. Actualmente adoptado en Placeres, aunque ya me están echando. Bueno para las pegas que duran poco.

Piernas de zancudo, diestras en sacar la vuelta.

Ñoño pero traumado, nunca más recomiendo un cómic.

Javiera Astorga

Señorita buena presencia. Obediente, puntual, responsable. Disponibilidad inmediata.

Rosita Valdés

Dos más seis, ocho. Ocho más dos, diez. Dos ge a diez ka. La hostilidad ya me tiene en pálida.

Sofía López Martínez

De sobre llamativo, por lo alta. Piernas que rompen el papel, que es blanco, pálido porque se lo robé a mi papá. Del interior se asoman dos ojos oscuros que apenas sirven, pero que son lindos porque los saqué de mi mamá.

Yo soy el corazón envuelto, el portador de esos ojos. Y si te estoy viendo, es porque el sobre aún no se ha sellado.

Yo, que nunca había escrito más allá de un par de papers de ingeniería para unos ramos de la universidad, llegué de forma aleatoria al lanzamiento de un libro de escritura territorial en el Balmaceda. Lectura de fragmentos por los autores. Emoción de los presentes al escuchar. Palabras de agradecimiento a todos, todas y todes.

Llega el momento del brindis y también de preguntarme: ¿y si también soy capaz de entregar relatos ocultos a lo evidente desde mi propia letra? Trago el sorbo y saboreo la respuesta en mi paladar.

Jordan Chiu

A la toma llegué como hace ocho años, sin grandes pretensiones; quería un lugar donde echar los huesos o caerme muerto, nada más. Para llegar a la Violeta Parra tuve que perderme, a la casa del autor no llegué nunca, me atajó en la biblioteca y me dijo: Disculpa que no te reciba; uno más en mi casa y vamos a andar chocando. No sé si era una broma, o una constatación trágica. Estoy hacinado conmigo mismo.

Estefanía Villalobos Vergara

Llevo treinta años coqueteando con la muerte. Después de todo, casi me muero dos veces: una, en un accidente automovilístico en Vallenar, y otra gracias a una bacteria veleidosa que me estaba comiendo por dentro. Después me vi amononando una casita en la carretera huasquina en honor al «Pelusa», primo que volcó para Año Nuevo. Lo mismo pasaría veinte años después con el «Carlitos».

Me hice pequeña para entrar a esas casitas, me morí para deambular por los cementerios, me tiré a la carretera nortina para ser testiga de la fatalidad que avanza y me paro en las placas de agradecimiento y en cada cruz pagana que veo en las cunetas.

Supongo que seguiré ese viaje hasta que me vaya, hasta llegar al único lugar seguro de este mundo.

Tengo una hermana que no conozco porque se fue antes.

La busco a través de las letras.

Lourdes Díaz Rosales

En ese entonces recién me tocaba salir del capullo sureño de mi mamá, la que me compartió un poco de su pigmento para encontrar un color que transformara esta secuencia de palabras en el cuento que podrás atravesar.

A todas las mariposas de dos patitas caminantes, danzarinas, rebeldes y quietas. A las que pudieron ser amigas pero no llegamos a serlo, quemaron sus alitas antes de tiempo.

Ojalá, este cuento te invite a preguntarte: ¿quién quemó…? Espera.

Nadie ha respondido por qué todavía la quema de mariposas está permitida.

1993, Divine, Chacabuco.

2022, Ignacia, Errázuriz.

Vicente Meneses

Creo en la resurrección de la carne. Soy romántico, regalo trozos de paloma. Ando con tapones todo el día hasta que me sangran las orejas, es que las estrellas me susurran y no las quiero escuchar. Si me topas por algún pasaje, córrete, porque siempre voy atrasado y a punto de disparar.

Vicentegonia de: Pasillo de los monstruos, Darío Urriola

Fernanda Jelves

Nací frente al mar, crecí mirando hacia ti.

Tardé en (re)conocerte, fue tan fácil escribirte.

Cristóbal Gaete (editor)

Vino por primera vez en la guata de su madre a Valparaíso, directo al mercado Cardonal. Estuvo ahí su tiempo y salió escribiendo. El año 2021 se publicó Apuntes al margen (Emecé/Planeta), que compila años de su escritura porteña. Porque sin este territorio no habría encontrado su forma de hacerlo.

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