ReporteSextoPiso Publicación mensual gratuita • Diciembre 2020 – Enero 2021
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NOVEDADES
e r b m e i c i d de
ENCUÉNTRALAS EN WWW.SEXTOPISO.MX
ReporteSextoPiso
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Lecturas
Recomendación de los editores
Poesía | 10
Olas en contraste | 4
Afuera | 35
Archipiélago Insomnio | 7
Vivian Gornick en la #40filo | 36
El palacio de Mario Bellatin | 8
Carla Santángelo Etgar Keret
Conversación con Gabriela Jauregui
Yasnaya Elena A. Gil
Genaro Ruiz de Chávez O. Philippe Ollé-Laprune
¿En dónde está el monstruo? | 40 Brenda Navarro
Cuando las metáforas se desbocan | 42 Claudina Domingo
Cuerpo contra cuerpo | 45 Ana Negri entrevista a Margo Glantz
Are you sure? | 48 Eduardo Rabasa
Dossier: 18-oct.- Latinoamérica | 11 La revuelta contra los torniquetes de la subjetividad (neo)liberal | 12 Óscar Ariel Cabezas
Semillas de resistencia | 21 Sara Tufano
No hay hegemonía sin transgredir(se) | 23
Columnas Lado B | 9 Cintia Bolio
La montaña de la muerte | 30 Rodrigo Márquez Tizano
La raja | 31 Luciana Cadahia
Próximamente… | 32 José Hernández
Where You Been | 33 Wenceslao Bruciaga
Psycho Killer | 51 Carlos Velázquez
Psicología de la disolución | 53 Judas Glitter
Manuel Canelas
De la traición a la esperanza de los futuros-por-venir | 26
Portada de este número: Alex Xavier Aceves Bernal y Liz Misterio
Soledad Stoessel
Reporte Sexto Piso, Año 7, Número 53, diciembre 2020 – enero 2021, es una publicación mensual editada por Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., América 109, Colonia Parque San Andrés, Coyoacán, C. P. 04040, Ciudad de México, Tel. 55 5689 6381, www.reportesp.mx, informes@sextopiso.com.
Editor responsable: Eduardo Rabasa. Equipo editorial: Rebeca Martínez, Diego Rabasa, Felipe Rosete, Ernesto Kavi. Dirección de arte y diseño: donDani Reservas de Derechos al Uso Exclusivo en trámite. Licitud de Título y Contenido en trámite. Impresa en los talleres de Editorial Impresora Apolo, S.A. de C.V. ubicada en Centeno 195, Colonia Valle del Sur, C. P. 09819, Iztapalapa, Ciudad de México. Este número se terminó de imprimir en diciembre de 2020 con un tiraje de 3,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación.
Recomendación de los editores
Olas en contraste.
Sobre Tsunami 2
Yasnaya Elena A. Gil
A
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lgo se mueve dentro del océano, pueden ser las placas tectónicas que lo subyacen y provocan un terremoto marino, puede ser una erupción, un gran deslizamiento del lecho marino, pero en todo caso se trata de un tremor potente que se expande y crea El contraste entre un texto grandes ondas en los océanos, tsunamis y otro da cuenta de los disque pueden cubrir con un significado distinto lo que antes estaba seco. Pa- tintos acercamientos desde ra provocar un tsunami se necesita de el feminismo —y desde otros un movimiento potente o de múltiples movimientos que agiten con suficiente contextos— a la lucha de las fuerza la superficie del mar. Al igual que mujeres por subvertir el orden de las estructuras patriarcales. El libro sucedió con Tsunami, el libro antologarefleja un continuo de movimientos y de las estructuras patriarcales. do también por Gabriela Jauregui y puresistencias que cuestionan y discuten blicado en 2018 por Sexto Piso, detrás El libro refleja un continuo de incluso cuál debe ser el horizonte de de Tsunami 2 se encuentra el terremoto lucha del feminismo. La variedad de los provocado por las denuncias de cientos movimientos y resistencias textos de mujeres escritoras desde disde mujeres en torno a #MetooMx, las que cuestionan y discuten tintos contextos y experiencias impide manifestaciones por la violencia femique Tsunami 2 se convierta en un manicida, las pintas en los monumentos, incluso cuál debe ser el horinual monolítico; el contraste en la voz la despenalización del aborto en Oaxa- zonte de lucha del feminismo. y las ideas que va de un texto a otro haca, los encuentros internacionales de ce de la lectura un gozoso, pero a veces las mujeres que luchan en territorio zapatista y las luchas coincluso angustiante, viaje de cuestionamientos. El contraste munitarias de las mujeres indígenas que, lejos de las metrópoentre los textos no nos permite dar tregua a la reflexión; las lis, sacuden el lecho marino de las estructuras ideológicas. La ideas de un texto hallan continuamente réplicas o corresponpandemia del Covid-19, que nos da contexto como lectoras de dencias en el texto de las otras, lo cual da la insistente sensaeste libro, no ha puesto dique a este tsunami, más bien le ha ción de que el libro constituye un conjunto orgánico que se dado nuevas dimensiones en donde las violencias, y también ancla en su propia multiplicidad e incluso en la contradicción. las luchas, se enfrentan a las estructuras colonialistas, capitaLas escritoras que forman este segundo tsunami, como sulistas y patriarcales que tan cruelmente ha desnudado el virus. cedió con el primero, tienen distintas edades y viven en diTodos estos movimientos, en sus características y deveniferentes geografías; las estructuras de los textos van desde la res propios, se pueden ver a través de esta gran ola de ideas; poesía, el ensayo narrativo y otras formas más experimentales. ésta es una de las características de la antología que más se Marina Azahua explora, a través de la figura de Casandra, el aprecian: el contraste entre un texto y otro da cuenta de los silenciamiento que se ha hecho de las denuncias sobre la viodistintos acercamientos desde el feminismo —y desde otros lencia feminicida; a pesar de repetir una y otra vez «nos están contextos— a la lucha de las mujeres por subvertir el orden matando», la respuesta ha sido a menudo el silencio, porque la capacidad de poder advertir que la violencia sucederá de nuevo fue castigada con el descrédito; por fortuna, el texto de Marina se erige como un conjuro contra esa maldición. Lydia Cacho hace un viaje a su adolescencia en busca de los momentos que le enseñaron que inocular el miedo paralizante es uno de los mecanismos de sometimiento más potentes del sistema patriarcal y cómo la escritura, desde temprana edad, guía un viaje para explorar respuestas que desarticulen
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el terror propio y el de otras mujeres y niñas con las que se encontrará después. Dahlia de la Cerda cuestiona la idea del cuarto propio y con él cuestiona también a todo aquel feminismo que sólo tiene como único horizonte de lucha el combate a la estructura patriarcal y no cuestiona otros sistemas que ordenan las opresiones en interacción compleja; ella, al igual que las mujeres de las que habla en su texto y para las cuales lo ha escrito, viven y existen desde el zulo, un «agujero, un escondite o un recinto clandestino», un concepto complejo que toma de Iztiar Ziga y lo explora como lugar de enunciación y reflexión. Desde el zulo, Dahlia analiza el feminismo en el contexto de las opresiones de raza y clase. Diana del Ángel regresa a la huelga de 1999 en la Universidad Nacional Autónoma de México para reflexionar desde ese movimiento las contradicciones de los procesos que se autonombran revolucionarios pero que dejan intactas las opresiones de género; ante eso Diana propone retomar la idea de «hacernos casita» entre las mujeres para crear espacios seguros desde los cuales plantear una revolución de naturaleza antipatriarcal. Lia García abre un relato en tránsito como una mujer trans’ afrodescendiente; el proceso por el que se forman las perlas que su abuela recolectaba en el mar de Puerto Ángel le sirve de guía para hablar de la situación de las mujeres trans’, de la violencia que arrebata sus vidas pero también de la esperanza, de la creación de espacios pedagógicos en donde transformar la «violencia en resiliencia». Valeria Luiselli crea un tejido específicamente escrito para ser leído en voz alta; alrededor de una mesa y en compañía de mujeres, las distintas voces del coro, del semicoro, de la madre, la hija, las sobrinas y la hermana exploran en concierto una historia de la extracción de los minerales del cuerpo de la tierra y las contradicciones de colocarlos como metales en forma de diu en el cuerpo de las mujeres. Desde tierras zapotecas, Fernanda Latani M. Bravo va cosiendo las heridas que el sismo del 7 de septiembre de 2017 abrió en el Istmo de Oaxaca con su propio tránsito como geógrafa, feminista y zapoteca, con la compleja relación con su madre como marco. Desde la sierra Juárez en Oaxaca, sierra también zapoteca, Luna Marán reflexiona, en dos registros de texto, sobre las implicaciones y contradicciones de vivir como una mujer en estructuras comunales, y va tejiendo la manera en que las decisiones aparentemente individuales como la maternidad repercuten sobre el funcionamiento comunitario y el cuidado del territorio. Sylvia Marcos, desde el acompañamiento que ha hecho al movimiento de las mujeres
Tsunami 2 Edición y prólogo de Gabriela Jauregui Sexto Piso Realidades Coedición con la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa 2020 • 240 páginas
indígenas desde hace muchos años, sopesa y enmarca la potencia teórica y práctica de los aportes de las mujeres zapatistas, a las que llama compas, desde el Primer Encuentro de las Mujeres que Luchan, pasando por la fuerza de las mujeres durante el recorrido de la vocera Marichuy y otros momentos clave en los que la voz y las ideas de las zapatistas han planteado estrategias y acercamientos que se acercan o contrastan con el feminismo de tradición occidental. Ytzel Maya escribe sobre ese territorio tan importante en las distintas luchas de las mujeres: el cuerpo, el cuerpo como un espacio atravesado por distintas narrativas en contraste, como un espacio que se habita y se significa, como un territorio por el que se lucha. Brenda Navarro construye diatribas —poemas— que cuestionan, sin nombrarla, la idea de sororidad, y la replantean más bien como una alianza orgánica que puede sostener la vida en medio del conflicto y las diferencias. El texto final, el de Jumko Ogata, analiza las narraciones que atraviesan su primer encuentro con un feminismo con el que no se identifica porque sus significados son otros para una mujer afrojaponesa y chicana de Veracruz con un complejo haz de identidades. Como puede leerse, las palabras de este Tsunami 2 no están provocadas por un deslizamiento en particular, por un sólo resquebrajamiento en la placa tectónica de la realidad, sino por una suma de quiebres, de sismos que juntos y a veces por el choque que genera su oposición impactan en la superficie y crean esta ola gigante que golpea fuerte y genera más preguntas. Tsunami 2 revela las luchas de las mujeres, entre ellas el feminismo, como movimientos amplios, diversos y contrastantes.
Recomendación de los editores
Archipiélago Insomnio «La lección es: las islas sólo pueden engendrar islas». Marina Benjamin
E
scribir una reseña sobre Insomnio, libro de la autora inglesa Marina Benjamin (Londres, 1964), es escribir forzosamente sobre un cúmulo de temas que parecerían no tener una correlación: ¿Cuál es el punto en común entre los trabajos civilizatorios de Robinson Crusoe y las ondas cerebrales de la fase rem del sueño? ¿Cuáles son las afinidades entre una serie de pinturas de René Magritte con el poeta serbo-americano Charles Simic y los textos sobre onirismo que escribió Artemidoro de Daldis en el siglo ii d.C.? Desde un desvelo prolongado durante décadas, Marina Benjamin traza las líneas y une los puntos. Le da cuerpo al microcosmos de referencias que conforman Insomnio. Pero asegurar que esta obra es una aproximación personal o técnica al padecimiento del insomnio sería quedarnos muy cortos. Me pregunto si realmente Insomnio es un ensayo. Formalmente, cada párrafo que compone el texto se presenta como un pequeño mundo, o bien, como una isla. La idea de las islas y «lo aislado» es recurrente, así como la metáfora inicial a partir de la cual se construye un archipiélago que procura reproducir la percepción del insomne. Por medio de una prosa sintética y contundente, de corte aforístico, nos asomamos dentro del cerebro de la autora, quien describe su propio estado con las siguientes palabras: Más allá de la temperatura del cuerpo, cuando estoy insomne lo que se me prende fuego es la mente. ¿Cómo se ve una mente prendida en fuego? Como un piloto de Fórmula Uno rompiendo la pista. Como un resplandeciente banco de peces inquietos que nadan como dardos, con movimientos veloces y erráticos. Como una aspiradora alimentándose del tomacorriente y dando vueltas sola por el dormitorio. Con frecuencia mi insomnio se siente así: turboalimentado.
Acompañada a medias por su esposo Zzz, quien no tiene ningún tipo de problema para dormir, la mente de la autora busca respuestas al problema del insomnio; se arremolina sobre sí misma, reflexiona sobre su singularidad y cae en cuenta de su situación: «Problema #1. El insomnio hace de ti una isla. En el fondo es una condición de profunda soledad. Y ni siquiera una soledad digna, porque en el insomnio tus propios pensamientos te canibalizan». A partir de ahí, todo se vuelve una cuestión de balances, una economía de la tensión entre la presencia y la ausencia: presencia del insomnio, ausencia del sueño, ausencia del durmiente, presencia de las ansiedades, ausencia de conciencia, presencia de una experiencia estética y una anestética que
Genaro Ruiz de Chávez O. conduce a la conclusión de que, hay que aceptarlo, cuando dormimos somos criaturas feas. Según Benjamin, el problema no es la falta de sueño en sí, ni el agotamiento físico y mental que siempre están presentes. El problema es la incapacidad de refrenar la conciencia durante la noche: «El insomnio, por lo tanto, no es sólo un estado de falta de sueño, un asunto de negaciones. Implica la búsqueda activa del sueño. Es un estado de anhelo». No todo en este libro es mal dormir, islas y mentes en llamas. Quien se dé a su lectura encontrará muchas otras cosas gozosas, como camas matrimoniales, puñados de pastillas para dormir, el rey sumerio Gilgamesh —el insomne más antiguo de la literatura—, algún poema de Elizabeth Bishop, los desvelos de Penélope y la vagancia de Odiseo, los tratamientos de descanso a las mujeres diagnosticadas como neurasténicas (sic) en el siglo xix… todo ello hilado en fino por Benjamin, quien logra dejar atrás su condición insular para alcanzar lo panorámico. Me acerqué al libro con dudas, suponiendo que me iba a encontrar con un tema que me resulta ajeno. Al igual que Zzz, nunca he tenido mayor problema para conciliar el sueño. Esperaba encontrarme algún corolario sobre desordenes del sueño, o quizás un recetario de métodos para combatir el insomnio. Todo eso está en el libro, pero por las inflamadas elucubraciones de la autora, los temas se desdoblan o adquieren profundidad. Como dije líneas arriba, cada párrafo deja atrás su condición de isla para conformar un archipiélago textual; un cúmulo bien provisto de agudeza y de un humor irritable, humor de insomne, como lo amerita la ocasión. La traducción de Florencia Parodi proporciona una experiencia de lectura muy fluida, que logra reflejar una voz propia y capaz de iluminar las noches sin sueño. Muy recomendado.
Insomnio Marina Benjamin Traducción de Florencia Parodi Chai Editora • Buenos Aires 2020 • 136 páginas
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Recomendación de los editores
Philippe Ollé-Laprune
El palacio
de Mario Bellatin M
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ario Bellatin escribe un libro. Uno solo. Su proyecto alcanzados, produciendo otros textos y agregándoles compode escritura está ligado a esa idea: proponer textos que nentes nuevos e incorporando esa novedad al conjunto, y, por se combinan, se responden, dialogan y están en resonancia otra parte, explora y excava los textos anteriores para darles para formar un Todo. Cada nueva publicación constituye una una nueva presencia, gracias a ese reciclaje permanente. pieza que se une a las otras en las estanterías de la biblioteca. En esta dinámica se instala una verdad: Mario Bellatin ama A veces la novedad de un escrito reciente el acto de escribir, el momento en que sus parece provocar el abandono de esta dinágolpean el teclado para inscribir Mario Bellatin ama el acto dedos mica, pero con el tiempo, con la mecánica palabras, el momento en que disfruta de que avanza y el reciclaje permanente de de escribir, el momento aquello que se desarrolla en un presente los libros producidos, es capturado por la en que sus dedos golpean activo y creativo. Sin renegar de su obra, construcción en curso, se une a los otros, y no le gusta particularmente «haber escrise vuelve una pieza de la combinación así el teclado para inscribir to». En otros términos, la escritura es ante elaborada. El universo y el tono de Bellatin palabras, el momento en todo un compromiso físico, práctica que dan un sentimiento de unidad de la obra, se puede aparentar a todo trabajo que impero ésta se construye también gracias a la que disfruta de aquello plique una rutina, un acto repetitivo. En recuperación permanente de personajes, que se desarrolla en un cambio, se aleja de esas ideas románticas tramas, lugares y situaciones que vienen que otorgan al escritor un aura particude textos precedentes, o toma prestados presente activo y creativo. lar, una especie de estatuto próximo a lo elementos a la literatura del pasado o a Sin renegar de su obra, no sagrado. Para Bellatin, la escritura es un tradiciones culturales diversas. artesanado que puede adquirir un estatuLa idea del trabajo del escritor toma le gusta particularmente to de práctica artística con el tiempo y la otra resonancia cuando desconfiamos de «haber escrito». concentración necesaria. El futuro se enmitos como la inspiración o el imaginario: cargará de decirlo… Mario Bellatin da la espalda a esos dos elementos y prefiere Con la publicación de su más reciente libro, El palacio, nos trabajar sobre hechos autobiográficos y sobre el reciclaje perentrega un texto que muestra cuánto impregnan su producmanente de contenidos ya publicados. No se trata de inventar ción las ideas aquí señaladas. Pero también elige dar una nuealgo nuevo sino de cavar en el surco ya trabajado. Si se compova forma a su escritura: por primera vez la organización de ne siempre un único libro, entonces hay que retomarlo, reforlas palabras se asemeja a la que nos ofrece la poesía. Desde mularlo, moldearlo de nuevo. Con ese trabajo sin fin, nuestro sus primeras publicaciones, Mario Bellatin ha modificado el autor extiende su territorio y lo profundiza al mismo tiempo: aspecto físico del texto. Lineal con Salón de belleza; la presenpor una parte, se permite la posibilidad de extender los límites tación bajo la forma de una sucesión de estampas con Flores; después se impuso la escritura fragmentaria, por ejemplo, con El libro uruguayo de los muertos; y, finalmente, optó por bloques compactos en sus últimas publicaciones, como Un Kafkafarabeuf o Carta sobre los ciegos para uso de los que ven. Por supuesto, no se trata de una coquetería gratuita, sino de la manifestación de esa mecánica que lo lleva a explorar todos los recursos de la escritura, como si quisiera saturar el campo de las posibilidades. La manera en que las palabras están sobre la página impone una relación al texto muy diferente. Aquí elige repartirlas sobre su hoja como lo hacen ciertos poetas, con el verso corto: por una parte, otorga así una importancia mayor a la palabra, a su singularidad y a su precisión (el género poético se caracteriza por su aspecto sintético), y, por otra,
ofrece la posibilidad de leer el texto en voz alta, de escandirlo con una respiración marcada por los cortes de las frases. Convocar así a la poesía para contar una historia es interrogar los géneros literarios en sus especificidades: Mario Bellatin no solamente explora y lleva más allá los límites del texto, sino que pone en cuestión los saberes aceptados demasiado rápido, rechaza las formas esperadas para cuestionar mejor la escritura misma. Destaca la posibilidad de la oralidad para dar mayor valor a su texto, para subrayar un ritmo destinado a interpelar al lector de manera directa. En esta estrategia de escritura, el autor utiliza una segunda persona, original y virtuosa: ese «tú» omnipresente da la impresión de que se dirige directamente al lector, que el texto que se desarrolla bajo sus ojos le está dirigido. Esto combina perfectamente con el deseo de oralidad que nos impone la forma adoptada, y que refuerza la impresión de que el autor se dirige personalmente a nosotros. Mario Bellatin sabe que la literatura es un simulacro. Toma nota de ello y utiliza esa característica para ofrecer textos que son también engaños, espejismos. Antes ya ha propuesto falsas traducciones, autobiografías que no lo son, novelas poco novelescas. Con El palacio juega con la poesía y continúa construyendo ese gran libro al que aspira, que engulle los ti-
Lado B
pos de escritura, los géneros literarios y los textos del pasado. Como todas las obras importantes, la de Mario Bellatin tiende a desafiar la escritura misma e interroga su valor. Avanzando al mismo tiempo en su propia construcción.
Cintia Bolio · @cintiabolio
Traducción de Ernesto Kavi
El palacio Mario Bellatin Narrativa Sexto Piso Coedición con la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa 2020 • 80 páginas
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Poesía
Carla Santángelo
Lenguaje La poesía acepta la mudez Alicia Genovese
Tu lengua de niña salvaje recorre el cuerpo de un insecto no hay asco en la memoria, en la infancia la materia te las llevas a la boca porque no sabes nombrarla.
Inicio Tengo esta certeza extraña de saber que moriremos cerca de donde nacimos que tirarán nuestras cenizas justo al lado de la higuera que en septiembre los peces se comerán los restos y seremos algo tan ingrávido.
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Acontecimiento Podría estar tanto tiempo mirando cómo cortas el pasto seco y haces pequeños ramilletes cómo avivas el fuego los ojos se te cierran y son ventanas. Podría mirarte las manos llenas de harina durante horas verte amasar el pan convertir la materia viva en alimento. Pasarían los días en esta paciencia y seguiría siendo la forma absoluta del descanso que es lo mismo que decir la forma relativa del amor.
Dossier 18-oct.-
latinoamĂŠrica
Dossier: 18-oct.- Latinoamérica
torniquetes La revuelta contra los
de la subjetividad (neo)liberal Óscar Ariel Cabezas
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«Hasta que la dignidad se haga costumbre». Grafiti de la revuelta del 18-o.
U
n fantasma recorre el planeta, es el fantasma incendiario de las revueltas. Todos los poderes se han unido para exorcizar los cuerpos plebeyos que claman por su dignidad. La cruzada contra el devenir de lo plebeyo no parece dar tregua. Las fuerzas del orden —esa invención de la modernidad que padecen las revueltas— arremeten contra los cuerpos enardecidos. Los levantamientos se suceden alrededor del Globo Terráqueo y no carecen de racionalidad. No responden a ninguna condición acéfala o principio de anarquía. El deseo de insurrección contra lo establecido es la racionalidad de las revueltas. Su deseo de desobedecer es el fin de la «servidumbre voluntaria» a la que la subjetividad del neoliberalismo sedujo con su sistema de consumo crediticio. El componente de la revuelta son los cuerpos y la pluralidad de mundos, abiertos a las diferencias que desean cambiarlo todo. La revuelta está cargada de la tensión entre el deseo de otra vida a la que de manera precisa llama «costumbre» de la dignidad y la posibilidad de la muerte en la lucha por este imperativo.
La dignidad es la materia que impulsa el deseo de otro modo de vida y expresa un levantamiento que ha dejado de temer a la muerte porque en su diagnóstico del «estado de cosas» la muerte por asfixia, más lenta o más rápida, es lo que ofrece una civilización que se cae a pedazos. Ésta es la diferencia de las revueltas de hoy con los programas ilustrados y modernizadores de la revolución de ayer. La revuelta intuye que el proyecto civilizatorio del capitalismo ha dejado de ser sostenible, y que el viejo orden político de la modernidad ha dejado de acumular legitimidades en la ficción del individuo de la libertad (neo)liberal. La dignidad es el imperativo de una historia abierta al porvenir; es el umbral y la voluntad de co-existencia de una subjetividad
plural y de una inteligencia colectiva que ha decidido saltar los torniquetes de la servidumbre y el adormecimiento. Éste es el principio que mueve a las revueltas latinoamericanas, norteamericanas y europeas. El movimiento de los cuerpos intuye que el colapso del proyecto civilizatorio de la modernidad capitalista no puede ya sostener la vida en el planeta. Hoy toda revuelta tiene territorios locales, pero nunca tanto como hoy sus luchas están inscritas en la historia mundo de lo que Félix Guattari con precisión y acierto llama capitalismo mundialmente integrado.1 En América Latina, la revuelta solía emerger del interregno entre el campo y la ciudad, como una contra-modernidad o una reacción violenta a los procesos de modernización de la juridicidad del capital. Las insurgencias de indios y campesinos, el malón o el quilombo recorren las páginas del criollismo blanco de las élites a las que los espacios rurales les parecían el lugar de la barbarie. ¿No es acaso el Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmiento o el odio hacia los indios de Francisco de Bilbao el lugar letrado desde el que se excluyeron las revueltas indias o las de los negros cimarrones? A diferencia de éstos, la paradigmática revuelta que encabezaran Pancho Villa y Emiliano Zapata sigue la traza, la huella de levantamientos sociales por la dignidad. El orden de los saberes disciplinados y el sensacionalismo de la prensa amarilla los suele categorizar como aquello que amenaza ciudades, quemando símbolos o derribando el hierro con el que la cultura civilizada convierte en sagrada su violencia. La novedad de las revueltas se da en un momento en que ya no podemos pensar en la estabilidad del proyecto civilizatorio de la modernidad.
El fármacon
Sin embargo, la revuelta del 18 de octubre en Chile es una insurrección de la plasticidad moderna y no-moderna de la sociedad civil, es decir, es todavía un sujeto que se levanta en nombre del legítimo derecho a la desobediencia civil, pero el levantamiento no está compuesto por la homogeneidad del viejo y fenecido ciudadano del Estado-nación. Hasta antes del 18 de octubre la sociedad civil no había emergido con la intempestividad que lo hace bajo el gobierno del empresario Sebastián Piñera. Antes adormecida por la sociedad de consumo y el entretenimiento espurio, el conato rebelde de la sociedad civil emergió del hastío contra los privilegios y los abusos de un sistema de instituciones que trabaja al servicio de la clase política y la oligarquía chilena. Un simple aumento en la tarifa del metro desencadenó la rebelión contra la normalización de la «banalidad del mal» neoliberal. Lo que la desencadenó fue el malestar y el descontento de millones de ciudadanos con el modo en que los partidos de la izquierda tradicional (Concertación y Nueva Mayoría) y el gobierno de la derecha de Piñera han naturalizado el abuso. Éste ha sido legitimado por la ilegítima Constitución que el tránsito a la democracia (1989-90) heredó de la dictadura genocida del General Pinochet. La consigna generada por la profundidad de la inteligencia plebeya se repliega en la primera consigna de la revuelta: «No son treinta pesos, son treinta años». El «ataque» de los «bárbaros» al patrimonio y los símbolos de la usura y la violencia contra las instituciones del odio es bautizada por la primera dama de la nación como acciones de «alienígenas», es decir, de los que están fuera del negocio del Estado. Los bancos y sedes del gobierno se convirtieron en el flanco de los enardecidos manifestantes. Por la magnitud de los cuerpos en las calles, la indignación fue rápidamente denominada con el nombre de «estallido social». A diferencia de aquellos estallidos sociales que se han protagonizado en nombre de la reducción de las horas de trabajo o en nombre de un aumento salarial, las revueltas de nuestra «ontología del presente» han dejado de ser modernas, porque la modernidad en la región ha estado fuertemente subsumida en la modernización del capital. En Chile el malestar no
puede ya ser analizado desde un ortodoxo enfoque freudiano centrado en el malestar moderno. El secreto de la sociedad neoliberal estaba alojado en la administración del goce. La entretención y el acceso masivo a la cultura del consumo cambia las coordenadas freudianas del análisis del Malestar en la cultura (1930), y al mismo tiempo destruye las instituciones en las que Freud pensaba la posibilidad de la civilización.2 La apropiación de las satisfacciones que produce el consumo neoliberal no depende de las instituciones de la cultura y el bienestar social que debe regular el Estado. El neoliberalismo del oasis chileno destruyó los principios más básicos de las instituciones modernas sustituyéndolas por la administración del goce consumista. El límite de esta estrategia centrada en la ilusión de un goce mercantil y efímero había sido el principal mecanismo de cohesión de la dominación neoliberal. Esto no sólo es un componente que permitió sustituir instituciones de bienestar social por un sistema de endeudamiento que producía satisfacción efímera y sobre todo culpa por imposibilidad de pago en las clases más desposeídas. La satisfacción de las pulsiones de Eros y Tánatos y el control civilizatorio/institucional de la economía libidinal que permite subordinar el principio del placer al principio de la realidad fueron radicalmente destruidos como posibilidad con el golpe de Estado en 1973. Todo lo que vino después del terror de la dictadura ha sido articulado por el principio de crueldad. La policía, expresión de fechorías y crueldad, lleva nombre de animal: los chanchos. Se vincula a lo sucio, a la fuerza bruta que le otorga la supuesta legitimidad de la soberanía del Estado. La fuerza bruta, descerebrada y anárquica de la policía, da golpes, tortura, viola mujeres, golpea y mata a los pueblos indígenas, viola los ddhh en defensa del pacto de una oligarquía (financiera) que vampiriza la fragilidad de los Estados y sus instituciones. Las paredes de las calles de Santiago de Chile y de la totalidad de sus ciudades se convierten en un largo lienzo en el que se escribe el rechazo a las instituciones castrenses. Cientos de miles de grafitis de distintos tamaños, colores y caligrafías con la consigna más globalizada del presente se reúnen en una sensibilidad, un mismo grito de protesta: A.C.A.B. (All Cops Are Bastards). La inmediatez es la ira y el grafiti el modo en que ésta, en un primer momento, se expresa convirtiéndose en afecto, en posibilidad de invención del cuerpo. La revuelta es temida porque su potencia corpórea podría eventualmente hacer un agujero en el orden simbólico.
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Dossier: 18-oct.- Latinoamérica El principio de crueldad articulado por el Estado es tanto físico (represión y abuso policial) como psíquico (endeudamiento, frustración, depresión). Lo que Antonin Artaud llama microestructuras del dolor mental son los componentes esenciales de un sistema de dominación que ha destruido toda posibilidad de modernidad.3 El neoliberalismo niega y destruye la modernidad de las instituciones y las hace desaparecer en el gobierno de la crueldad de un Estado-mercado. Esta destrucción, evidenciada aún más por la pandemia global del Covid-19, no puede ser contenida por la clase política ni por el moderno sistema de representación, también destruido por la fuerte y corrupta relación entre parlamentarismo democrático y capitalismo transnacional y oligárquico.
La pandemia y los levantamientos (Chile, Colombia, Perú) han abierto surcos en la superficie del globo terráqueo y han evidenciado que los problemas ya no son nacionales. La revuelta es un rechazo generalizado al principio de crueldad neoliberal. Por eso, toda revuelta es al mismo tiempo una vela encendida que se opone a la crueldad y hace de la dignidad una experiencia singular para cada miembro del género humano. 14
Los incendios causados por la rebelión iluminan, como antorchas, la vida en rebeldía de las poblaciones a las que la economía neoliberal humilla, vandaliza y saquea sin ninguna mediación, sin ningún principio civilizatorio, salvo el de ofrecer que todas y todos seamos emprendedores. En esto consiste la revolución molecular, la revolución subjetiva de la virología neoliberal. Toda y todo emprendedor en la singularidad de su narcisismo tiene los mismos derechos e igualdades. En su operación molecular de afectar los cuerpos, de minar la subjetividad con el virus del egoísmo racional (canalla) encontramos la defensa que la filosofía de Ayn Rand levanta contra los valores del altruismo y el socialismo, internalizada por la subjetividad del orden.4 En Chile esta filosofía del egoísmo, molécula fundamental del principio de crueldad, ha sido internalizada con una eficiencia paradigmática y sin ninguna otra ilustración que la del terror de los años de dictadura y el cinismo de la transición a la democracia. La revuelta ha sido la terapia al narcisismo canalla y a la individualidad cínica de la meritocracia, cinismo que funciona como otra forma molecular de la subjetividad del (neo)liberalismo. El código (neo)liberal de la libertad y la meritocracia de que todas y todos podemos realizarnos según nuestras capacidades comenzó a experimentar un rechazo en los cuerpos de las singularidades colectivas que protagonizaron la revuelta del 18-O. El estallido social transparentó
la miseria del orden simbólico y el vínculo con los narcóticos del adormecimiento se desvanecieron. La revuelta deja en evidencia que el neoliberalismo es un narcomundo orientado a promover la «angustia de muerte». En el libro Hasta que valga la pena vivir. La revolución de octubre de 2019 en los muros de Santiago (2019) de Luciana Echeverría, Javier Rebolledo y Dauno Tótoro la contención a la angustia de los narcóticos se resuelve así: «Con justicia social, no necesitas clonazepam».5 Las drogas que adormecen la subjetividad y castran el despertar hallan en la revuelta la terapia al fármacon neoliberal.
El antídoto
La dignidad como antídoto a la depresión o a las «pasiones tristes» se tornó un carnaval en una de las plazas de Santiago. La plaza, lugar moderno de recogimiento de la vida cívica y espiritual de la nación, se convertirá en el campo de batalla de un interregno político sin resolución parlamentaria. La plaza Baquedano es el lugar en el que el estallido reunió la pluralidad de cuerpos y mundos subjetivos en la que, se puede decir, surgieron varias de las estéticas del devenir plebeyo (el Negro Matapacos, los Avengers chilenos y Pikachú rebelde provienen de esta experiencia). En el monumento al general Baquedano —soldado al que la oligarquía le debe el haber luchado contra Perú y Bolivia en la Guerra del Pacífico, entre otros méritos patrioteros— y hoy bautizada por la revuelta como Plaza de la Dignidad, se ha venido congregando la «comunidad de los que no tienen comunidad» bajo el dominio de la sociedad neoliberal. Esta comunidad de mujeres, movimientos indígenas, precarizados, ancianos y ancianas, estudiantes, inmigrantes y desempleados. La comunidad replegada en la desobediencia civil y en el clamor por dignidad ha fragilizado los aparatos de dominación psíquica que no tienen precedentes en otros periodos de la historia. La industria de Hollywood y sus películas basadas en la trama invariante de la justicia y la rebelión por dignidad han funcionado como la «caja de herramientas» teóricas y tácticas
para organizar la autodefensa de la revuelta. La conocida Primera línea y su cuerpo de paramédicos emergen como héroes de una contienda épica, sus tácticas de contención, formación en línea y autodefensa —posiblemente tomada de films como Gladiator (2000) de Ridley Scott o Braveheart (1995) de Mel Gibson— expresan el agrupamiento y la organización de los afectos que antes habían sido depresión, humillación o rabia contenida. La violencia con la que la policía arremete contra la potencia afectiva de estos cuerpos hace de mediación visible e inmediata del principio de crueldad. Lo increíble es que la rebelión ha usado de manera no militar, sino creativa, los mismos aparatos tecnológicos que trabajan al servicio del control de las subjetividades y de la vigilancia de los cuerpos mediante la producción de signos mercantiles y dispositivos de invasión televisiva. Los dispositivos visuales y de vigilancia que habían sido interpretados por varios y varias teóricas contemporáneas como dominación total o como transparencia absoluta de la sociedad del control se han vuelto contra el orden neoliberal. El fenómeno puede explicarse a través de la hipótesis de que la dominación, por más perfecta y compleja que sea, nunca puede ser total. Por otro lado, en las artes de la vigilancia de los mundos sensibles del planeta, el orden subjetivo del liberalismo extremo nunca ofreció una comunidad de salvación, salvo la del adormecimiento en la sociedad del espectáculo y el consumo. El deseo de desobedecer proviene de la materia animada por la vida de los cuerpos que bailan y protestan en el frágil cobijo de la «flaca fuerza mesiánica» que les otorga la consigna de que «sólo el pueblo salva al pueblo». «No hay comunidad de salvación por fuera de la revuelta», «no hay vida digna por fuera de la lucha», son los emblemas de un estado subjetivo en rebelión. Pero también de una apertura, un forrado en el orden de los símbolos, en los diques que reproducen el poder. Los levantamientos se han producido, principalmente, contra los Estados neoliberalizados y destruidos en sus presupuestos más elementales de lo que fue el viejo Estado de derechos. La hegemonía articulada por el principio de crueldad que controla desde los años ochenta la vida y la coexistencia en todo el planeta no puede evitar su relación con el crimen organizado estatalmente. El crimen tiene efectos directos en la catástrofe medio ambiental: el robo de los ríos, la polución de las ciudades, la minería extractiva, el robo de tierras, el despojo de poblaciones, es una consecuencia directa de la falta de Estado y de instituciones al servicio del bienestar de los y las existentes en territorios que se supone están regulados por un concepto moderno de civilidad. En un devastador escenario la revuelta por dignidad no es sólo contra el gobierno, sino contra todo lo que ha devastado la posibilidad de una vida en donde la costumbre sea la dignidad de coexistir. Esta costumbre, de ser posible, niega el peso del cinismo de las clases acomodadas que en la compulsión por el valor y el dinero denigran la posibilidad de la vida en dignidad. Lo que está en marcha es la potencia de la dignidad de los nadie, como la llamara el director de cine Fernando «Pino» Solanas.
La dignidad es la revuelta
En su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), Immanuel Kant, el filósofo de la modernidad europea, la define así: «[e]n el reino de los fines, todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente, en cambio lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad».6 Lo que no tiene precio es también aquello que hace de la costumbre un valor imposible de ser valorizado en el juego de los consensos y de los intercambios de mercancías que están en la base de lo que adquiere precio. La dignidad es el cerebro afectivo de las revueltas y, a su vez, es el clinamen, la lluvia de átomos que transforma la rabia en el afecto colectivo de una inteligencia que ha dicho basta. El ¡basta ya! no es un cuerpo que puede ser medicado o recluido en las instituciones del control subjetivo. Se trata de un NO como movimiento de negación del orden que afirma la materialidad de una multiplicidad de cuerpos. Una pluralidad indignada, anti-liberal e insubordinada a los protocolos de subjetivación del orden neoliberal es como la ola de un tsunami que desea desobedecer para inundarlo todo de dignidad. «Hasta que la dignidad se haga costumbre», es un imperativo insurreccional que afirma la urgencia de otro modo de vida, de coexistencia. Este imperativo no es nuevo. En cambio, sí lo es el clamor y la urgencia con la que se expresa hoy su necesidad. La revuelta en Chile aterroriza a los poderes porque tiene inevitablemente un carácter mesiánico. Es común leer en las redes sociales el enunciado: «El neoliberalismo empieza en Chile y se acaba en Chile». Hay algo que el movimiento por la dignidad de la sociedad movilizada promete. Se trata de la promesa que abre la historia a lo que no tiene precio, es decir, a la vida que debe —es urgente que lo haga— dejar de ser valorizada en términos mercantiles. La multiplicidad de los vivientes no tolera más que la medida de la vida sea el valor de cambio. La revuelta no sólo tiene por deseo la recuperación de la diferencia moderna entre lo público y lo privado.
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Su deseo de desobediencia es la recuperación de una promesa cuya apertura está dada por una conversión subjetiva. Saltar todos los torniquetes de la subjetividad es el clamor de lo que se halla condensado en la performance del colectivo feminista Las Tesis. «El violador eres tú» es un contra-himno que resiste las instituciones modernas en la que se forma la subjetividad del orden despótico. Lo que el contra-himno nacional de Las Tesis impugna son las instituciones que denigran la vida porque operan como programas de la acumulación de riquezas y de una justicia que nunca llega. En la afirmación «El Estado opresor es un macho violador» hay una alegoría de los síntomas de un malestar globalizado. El Estado moderno ha dejado de ser el lugar de la promesa emancipatoria porque no sólo no controla los procesos de socialización en los que se generaliza e internaliza el principio de crueldad neoliberal, sino porque tampoco puede dar ya garantías de la recomposición moderna de lo público. En Chile, lo público había sido el acontecimiento que produjo la experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende. Esa experiencia de la dignidad del pueblo sería clausurada de manera violenta por el golpe de Estado de 1973. El golpe abrirá paso a un liberalismo extremista y a la completa desestabilización de la diferencia entre lo público y lo privado. La modernización de la dictadura movilizará con el apoyo de la izquierda tradicional el saqueo de las tierras mapuches, el vandalismo hacia la educación, la violación de los derechos humanos, la corrupción y la desmesura de la violencia policial que hemos visto en un año de revuelta social. La izquierda tradicional (Concertación y Nueva Mayoría) es parte del problema, porque en 1989 decide aceptar la ilegítima Constitución de 1980. La Constitución de Pinochet y Jaime Guzmán es continuada por gobiernos de izquierda, radicalizando el liberalismo extremo de la dictadura. Privatizaciones y negocios (transnacionales) de todo tipo van a significar el fin de la contradicción entre lo público y lo privado. El liberalismo extremo o neoliberalismo clausura la posibilidad de lo público y radicaliza el sistema de privatizaciones en el dominio de la salud, educación e incluso se llega al extremo de privatizar el agua. En los 30 años de democracia por la que muchas chilenas y chilenos dieron su vida, todo deviene precio y denigración de la dignidad. La desvalorización de lo público hace desaparecer la lucha por la «cuestión social». La izquierda moderna desaparece y con ella también la dignitas como legado de la modernidad criolla. El clamor de la dignidad que emerge con la revuelta social del 18-O no es moderno. Por eso, no puede resolverse en una distinción que pertenece a la historia de la opresión y el abuso que se agotó en 1973 y que radicalizó la democracia de los consensos con la oligarquía. La revuelta de la sociedad chilena está profundamente desligada de la izquierda tradicional, cuya
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herencia era la modernidad que tensaba la diferencia entre lo público y lo privado. Las dificultades que hoy tienen los sectores más progresistas del gobierno de vincular sus «buenas intenciones» a las demandas de la revuelta hay que buscarlas en el hecho de que la diferencia entre lo público y lo privado es una diferencia que sólo existe en los manuales de ciencia política. Si bien la más importante de las diferencias de la modernidad política nunca fue demasiado fuerte, la remoción de lo público de las luchas por parte de la izquierda moderna y su conversión en administradores de la derrota de 1973, hace de la clase política (de izquierda a derecha) uno de los principales enemigos de la revuelta. La crisis de representación es una crisis de la modernidad criolla y su enorme dificultad para mantener las instituciones y legitimidades del orden (neo)liberal.
¿La nueva Constitución?
El 25 de octubre de 2020, en el plebiscito por el apruebo y el rechazo de la Constitución de 1980, el resultado fue un abrumador triunfo del apruebo con el 80% de los escrutinios y un 20% del rechazo. La clase política y el gobierno de Sebastián Piñera celebraron este triunfo electoral como un triunfo impulsado por ellos. El triunfo electoral de la sociedad movilizada aparece también como el triunfo del gobierno de Piñera. La opción por una Convención Constitucional en la que se elegirán 155 representantes de los partidos políticos deberá escribir una Nueva Carta Magna. ¿Cómo se llegó a esta apertura?
Esta brecha fue abierta el 18 octubre del 2019 por una revuelta inédita en la historia de Chile. El llamado de los escolares a saltar los torniquetes en las estaciones del metro de Santiago por el alza de 30 pesos en el boleto enciende la rabia de lo que había sido una adormecida ciudadanía. El oasis del neoliberalismo se incendia en medio de una incontenible sociedad movilizada. La consigna del estallido social era certera y no tenía ninguna mediación en la representatividad del sistema político: «No son 30 pesos, son 30 años».
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La reacción de la policía y el gobierno fue reprimir con brutalidad y violencia. Las calles convertidas en lienzo de demandas y denuncias fueron una y otra vez escritas con la consigna globalizada de A.C.A.B. El rechazo a la policía es expresión del cansancio a los abusos y atropellos a los más desposeídos, pero también a los nadie de las clases medias endeudadas y frustradas por el oasis de la oligarquía. Al estallido se sumaron las luchas de los movimientos sociales (feministas, mapuches, movimiento contra el sistema privado de pensiones [AFPs], disidencias sexuales, ciclistas y ecologistas, estudiantes y abuelos y abuelas jubilados) que no van a negociar la emblemática consigna que condensa la pluralidad de mundos en rebeldía: «¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!». Si la principal consigna de la revuelta es la dignidad hecha costumbre su vocación de justicia y la enorme voluntad de cambio que ha abierto se ha expresado en el agujero que le ha hecho al orden simbólico del neoliberalismo. En Chile, el modelo a emular por otras repúblicas en América Latina no ha sido herido por el progresismo de izquierda. La izquierda progresista en Chile aún no ha tomado lugar. No tiene existencia porque su característica ha sido la de continuar el modelo heredado de la dictadura. El neoliberalismo con rostro humano es lo que ha aportado la izquierda que ha sido gobierno. La herida en el orden simbólico ha sido causa y efecto de la revuelta en curso. No sabemos qué tan profundo es el agujero. Tampoco podemos calcular en qué podría consistir el umbral subjetivo que ha abierto un proceso que sólo puede entenderse como un quiebre en el orden de la modernidad capitalista. La revuelta es un golpe plebeyo a la Constitución y las leyes que han reproducido un orden social. El orden simbólico y la subjetividad del ciudadano crediticio o con credenciales
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para endeudarse y realizarse en el festín de las mercancías ha sido puesto en stand by. La revuelta es temible para el orden porque ésta es una especie de escalpelo en las tripas de la subjetividad adormecida por la deuda, la mercantilización y el consumo como programa de vida. A la desprogramación del oasis del Mall, el auto, los viajes de turismo a costa de una deuda que produce culpa, frustración o envidia, el programa de la revuelta es la desprogramación de la vida como precio que se opone a la dignidad. El emblema de esta oposición es la consigna «Chile despertó». El despertar es el salto a los torniquetes de la subjetividad del precio o valorizada según el acceso al consumo. Los torniquetes de la subjetividad neoliberal no son binarios, co-pertenecen y se prolongan en la diferencia moderna de la izquierda y la derecha. El sujeto neoliberal es el que sin poder salir del adormecimiento de las ficciones culturales creadas por la sociedad del liberalismo extremo o neoliberalismo ha internalizado una cultura. El neoliberalismo es un modo de producción de la subjetividad porque es un modo de producción de discurso. La molécula de este modo de producción está dada por la ficción del individuo meritocrático.
El mérito es la ficción de igualdad con la que la subjetividad del individuo confronta a todos y todas las que antagonizan con ella o con él. Todos podemos ser ricos si nos esforzamos e ideamos nuestro emprendimiento. El límite de este torniquete molecular comienza a debilitarse cuando el todo deja empíricamente de incluir al todos sin la trampa y el cinismo. Todos podemos tener educación, sí, pero hay que endeudarse con los bancos; todos podemos tener salud, sí, pero debes tener dinero si no quieres morir en una sala de espera; todos podemos jubilarnos, sí, pero con un estipendio que ni siquiera alcanza el sueldo mínimo. El día que los escolares saltaron los torniquetes del metro, la sociedad decidía saltar el torniquete molecular de la subjetividad neoliberal.
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Lo que no podrá entender el gobierno de Sebastián Piñera ni la clase política que lo hace posible es que el clamor de la revuelta ha saltado el torniquete que produce la herida en el orden. Este salto es el verdadero estallido y el verdadero peligro para la reproducción de los habitus de un orden social que hoy aparece resquebrajado. El estallido social está lejos de ser la anarquía que el sensacionalismo de las imágenes televisivas o de los antropólogos de la imagen han mostrado. La revuelta no sólo produce imágenes o contra-imágenes al orden simbólico dominante, también produce la crisis de la imagen. De hecho, la dignidad no es una imagen, es el estado subjetivo de una posición afectiva. En otras palabras, la dignidad es la materialidad de la pluralidad de cuerpos que produce todas las imágenes de indignación y revuelta. Es la materia irreductible encarnada en lo que no tiene precio, y por lo tanto no puede ser universalizado por el control del equivalente general del dinero. En Chile, la dignidad como subjetividad ingobernable posiblemente volverá a cuestionar el modo en que el gobierno, la clase política y los 155 escribirán la Carta Magna. La reactivación de la sociedad del mérito tendrá que reprogramar unos viejos torniquetes para los que la subjetividad de la revuelta tiene poderosas piernas atléticas. El límite de la Convención Constitucional es el límite de una maniobra del gobierno en complicidad con la clase política. Al no reconocer la profundidad
del deseo de cambio de la desobediencia no reconoce que en el umbral de la subjetividad que abrió la revuelta existe el deseo político de una Asamblea Constituyente compuesta por una pluralidad de mundos subjetivos. La estrategia de la clase política es la de contener un nuevo modo de vida, contener el General Intellect que la revuelta viene preparando a través de asambleas territoriales, de cabildos, de juntas de vecino, de grupos de inmigrantes, de mujeres, de pueblos originarios, de estudiantes, de disidencias sexuales, etc. Es muy probable que el mega espectáculo de una nueva Constitución vuelva a mostrar que los viejos conceptos de la modernidad política no pueden ser resueltos desde la tradición republicana que diferencia lo privado y lo público. ¿Cómo se escribe hoy la demanda infinita de justicia? El proyecto de modernidad basado en programas de desarrollo extractivo y de venta del territorio nacional a los grandes poderes transnacionales no es algo que esté en el horizonte del cambio que propondrá la Nueva Carta Magna escrita por 155 representantes del mismo sistema de partidos que la revuelta puso en crisis. La revuelta es la demanda infinita por justicia y, por lo mismo, no tiene precio, no puede ser valorizada en términos de demandas reivindicativas. No hay un pliego de peticiones que pueda ser absorbido por una política consensuada que logre «calmar» las pasiones de la rebelión por dignidad. El acontecimiento de la dignidad sólo ha tenido dos momentos en la historia de Chile. La dignidad con que la experiencia de la Unidad Popular (1970-73) empoderó a las clases plebeyas desde el Estado y la dignidad con que la revuelta del 18-O empoderó a la sociedad civil desde el clamor de una subjetividad anti-neoliberal. 1 Félix Guattari, Las luchas del deseo. Capitalismo, territorio, ecología. Escritos para un encuentro 1989-1991, Santiago de Chile, Pólvora Editorial, 2020. 2 Sigmund Freud, Obras completas. Volumen XXI, traducido por José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu, 2012. 3 Antonin Artaud, El teatro y su doble, traducido por Enrique Alonso y Francisco Abelenda, Barcelona, Edhasa, 2011. 4 Ayn Rand, The Virtue of Selfishness, Nueva York, Signet, 2011. 5 Luciana Echeverría, Javier Rebolledo y Dauno Tótoro, Hasta que valga la pena vivir. La revolución de octubre de 2019 en los muros de Santiago, Santiago de Chile, Seibo, 2019. 6 Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, traducido por Manuel García Morente, San Juan, Pedro M. Rosario Barbosa, 2007.
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resistencia Semillas de
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Sara Tufano
l pasado 18 de octubre, el pueblo salió a las calles del sur de Bogotá para recibir a la Minga del suroccidente colombiano.1 La Minga social y comunitaria por la defensa de la vida, el territorio, la democracia y la paz comenzó el 10 de octubre en el municipio de Caldono, Norte del Cauca. Ante la negativa del presidente Iván Duque de reunirse con ellos en sus territorios, alrededor de diez mil mingueros y mingueras provenientes de pueblos indígenas, poblaciones afro, comunidades campesinas, movimientos estudiantiles y organizaciones sindicales, decidieron viajar a Bogotá para sostener un debate político con el presidente. Las imágenes en las redes sociales de esta emocionante acogida contrastaron con aquellas difundidas en los grandes medios. Casi simultáneamente a la llegada de la Minga a Bogotá, la Policía Antinarcóticos destruyó sesenta y tres laboratorios para procesamiento de cocaína en el Cauca y en el Caquetá, lo cual inundó las redes sociales de mensajes y videos que mostraban un supuesto vínculo entre la Minga y los laboratorios.2 Como si esto fuera poco, Diego Molano, funcionario del Gobierno, sostuvo que la Minga estaba infiltrada por las disidencias de la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc) y por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (eln).3 Además de este trabajo de estigmatización, el día en que la Minga emprendió su regreso, la gran prensa y algunos funcionarios de la Alcaldía de Bogotá no dejaron de elogiar a los indígenas por haber devuelto de manera «impecable» el Palacio de los Deportes —lugar donde pernoctó la Minga durante su estadía en la capital—, como si se hubiera tratado de un paseo familiar o de un encuentro folclórico.4 Estas imágenes reforzaron los clásicos estereotipos vinculados a los pueblos indígenas, en particular el de ser «auxiliadores de la guerrilla». Así, la opinión pública nunca acabó de entender por qué los mingueros y las mingueras decidieron salir de sus territorios y recorrer más de quinientos kilómetros para llegar a dormir en el piso de una ciudad fría: ni sus reivindicaciones fueron divulgadas, ni el presidente se reunió con ellos.5 No es la primera vez que un gobierno colombiano le incumple a la Minga. Las demandas de los pueblos indígenas son demandas históricas, pero en el actual gobierno estos pueblos, junto a las comunidades afro y campesinas, han sido muy afectados. El incumplimiento del Acuerdo de Paz por parte del gobierno Duque permitió el recrudecimiento del conflicto
en varias regiones del país. Las cifras son alarmantes. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) desde la firma del Acuerdo de Paz, en 2016, hasta la fecha, han sido asesinados 287 líderes indígenas, 212 desde la toma de posesión del Presidente Duque en 2018. Sólo en 2020 han sido asesinados noventa y dos líderes indígenas, cincuenta de ellos en el departamento del Cauca. Este año ha sido particularmente violento: setenta y cinco masacres, doce de ellas en el Cauca; 254 líderes sociales y cincuenta y seis excombatientes de la antigua guerrilla de las farc asesinados.6 ¿Por qué el Cauca ha sido uno de los departamentos más afectados? Porque allí se entrecruzan las luchas por la tierra con la acción colectiva de los pueblos indígenas. El Norte del Cauca concentra el 67.5% de la población indígena de todo el departamento del Cauca. Esto permitió el surgimiento de procesos autónomos de resistencia como la creación, en 1971, del Consejo Regional Indígena del Cauca (cric), cuyo objetivo era recuperar las tierras comunales y eliminar la servidumbre.7 Con la llegada de las guerrillas a esos territorios surgieron las tensiones entre éstas y el movimiento indígena. Como respuesta a la presencia guerrillera se creó, en enero de 1985, el Movimiento Armado Quintín Lame (maql). Esta guerrilla tuvo una vida fugaz y entregó las armas en 1991, en parte por haber entrado en las dinámicas propias del conflicto armado y haber dejado a un lado sus propósitos iniciales de defensa de sus comunidades.
Los pueblos indígenas decidieron priorizar la resistencia civil sobre la resistencia armada. Por eso no sólo es falso, sino infame decir que la Minga estaba infiltrada por las disidencias. La relación entre el movimiento indígena y las guerrillas ha sido muy conflictiva, prueba de ello fue la creación, en el 2000, de la Guardia Indígena. Al crear su propia guardia civil, los pueblos indígenas han creado un semillero de resistencia y han impedido que sus hijos e hijas sean reclutados por los grupos armados.
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Referencias
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La subregión del Norte del Cauca es un corredor estratégico para estos grupos, así, la Guardia se ha convertido en objetivo militar por su control comunitario del territorio. De ahí que la implementación del Acuerdo de Paz, en particular los programas de sustitución de cultivos de uso ilícito, haya desencadenado tanta violencia contra los pueblos indígenas y las comunidades afro y campesinas que habitan esos territorios. Que la Minga haya viajado hasta Bogotá es una manera no sólo de salir del olvido al que han sido sometidas las comunidades indígenas, sino de mostrarle a la población urbana, en particular a las clases medias, que la Minga también lucha por ellas. Que la paz nos beneficia a todos, así ellos estén siendo más afectados que otros. Los grupos armados y las fuerzas del Estado se ensañan contra este proceso autónomo de resistencia porque quieren acabar con uno de los movimientos agrarios y de resistencia popular más importantes de Colombia. La Minga ha efectuado una de las críticas más certeras tanto al histórico abandono de los pueblos indígenas como a la inexistente política de paz del actual Gobierno. A pesar de la desinformación y de la estigmatización, la Minga dejó un mensaje poderoso y marcó un derrotero. El mismo derrotero que están recorriendo otros pueblos latinoamericanos, como lo demuestran algunas experiencias políticas recientes. El mismo día de la llegada de la Minga a Bogotá, nos enteramos del contundente triunfo del Movimiento al Socialismo (mas) en Bolivia. Ese día también se cumplió un año del estallido social en Chile que desembocó en el histórico plebiscito del 25 de octubre. Como dijo Álvaro García Linera en una entrevista sobre el triunfo del pueblo boliviano,8 hay apuestas políticas que van con el sentido de la historia, y la Minga es una de ellas. Esta se ha configurado en un horizonte de sentido y referente organizativo. Así lo previó Hermes Pete, Consejero Mayor del cric, en la Plaza de Bolívar de Bogotá: «Si el presidente no asiste a la convocatoria, la marcha dejará sentada la posición política del pueblo colombiano y dejará sembrada la semilla para una gran movilización esta vez no sólo del suroccidente colombiano sino de todos los habitantes del país».⁹ ¿Será el pueblo colombiano capaz de articularse alrededor de un programa mínimo como el de la Minga —defensa de la vida, el territorio, la democracia y la paz— y cambiar, por fin, el curso de su historia?
Amat, Y. (18 de octubre de 2020). «El enemigo de las comunidades indígenas es el narcotráfico». El Tiempo. Recuperado a partir de https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/entrevista-deyamid-amat-a-diego-molano-sobre-la-minga-indigena-y-paro-del21-de-octubre-543870 Consejo Regional Indígena del Cauca. (18 de octubre de 2020). Apoteósico recibimiento a la Minga en la capital del país. Recuperado a partir de https://www.cric-colombia.org/portal/ apoteosico-recibimiento-a-la-minga-en-la-capital-del-pais/ El Tiempo (22 de octubre de 2020). Siete cosas ejemplares que dejó el paso de la minga indígena. Recuperado a partir de https://www.eltiempo.com/politica/ cosas-ejemplares-que-dejo-la-minga-indigena-2020-544659 Gros, C. (1992). Los campesinos de las cordilleras frente a los movimientos guerrilleros y a la droga: ¿actores o víctimas? Análisis Político, (16), 5-22. Recuperado a partir de https://revistas.unal.edu. co/index.php/anpol/article/view/74996 Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (s. f.). Paz para liderar. Recuperado a partir de http://www.indepaz.org.co/pazparaliderar/ Saavedra, A. M. (22 de octubre de 2020). Destrucción de 63 laboratorios para procesar base de coca no tiene relación con la minga. Colombiacheck. Recuperado a partir de https://colombiacheck. com/chequeos/destruccion-de-63-laboratorios-para-procesarbase-de-coca-no-tiene-relacion-con-la-minga Santucho, M. (22 de octubre de 2020). Bolivia no tiene escrito su destino. Revista Crisis. Recuperado a partir de https://revistacrisis. com.ar/notas/bolivia-no-tiene-escrito-su-destino 1 Minga es una palabra de origen quechua que denota una forma de trabajo comunitario característica de los países andinos. 2 Saavedra, A. M. (22 de octubre de 2020). Destrucción de 63 laboratorios para procesar base de coca no tiene relación con la Minga. Colombiacheck. Recuperado a partir de https://colombiacheck.com/ chequeos/destruccion-de-63-laboratorios-para-procesar-base-decoca-no-tiene-relacion-con-la-minga 3 Amat, Y. (18 de octubre de 2020). «El enemigo de las comunidades indígenas es el narcotráfico». El Tiempo. Recuperado a partir de https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/entrevista-deyamid-amat-a-diego-molano-sobre-la-minga-indigena-y-paro-del21-de-octubre-543870 4 El Tiempo (22 de octubre de 2020). Siete cosas ejemplares que dejó el paso de la Minga indígena. Recuperado a partir de https://www.eltiempo.com/politica/cosas-ejemplares-quedejo-la-minga-indigena-2020-544659 5 Este incumplimiento resultó en la sentencia N. 001 del 19 octubre de 2020 de la Jurisdicción Especial Indígena. 6 Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (s. f.). Paz para liderar. Recuperado a partir de http://www.indepaz.org.co/ pazparaliderar/ 7 Gros, C. (1992). Los campesinos de las cordilleras frente a los movimientos guerrilleros y a la droga: ¿actores o víctimas? Análisis Político, (16), 5-22. Recuperado a partir de https://revistas.unal.edu.co/ index.php/anpol/article/view/74996 8 Santucho, M. (22 de octubre de 2020). Bolivia no tiene escrito su destino. Revista Crisis. Recuperado a partir de https://revistacrisis. com.ar/notas/bolivia-no-tiene-escrito-su-destino 9 Consejo Regional Indígena del Cauca. (18 de octubre de 2020). Apoteósico recibimiento a la Minga en la capital del país. Recuperado a partir de https://www.cric-colombia.org/portal/ apoteosico-recibimiento-a-la-minga-en-la-capital-del-pais/
No hay hegemonía sin
transgredir(se) Manuel Canelas 23
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l 18 de octubre pasado una abrumadora mayoría de bolivianos corrigió en las urnas el rumbo delirante en el que había entrado el país desde el golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019. La noche de ese domingo los principales medios de televisión anunciaron que a las ocho en punto se conocerían los resultados de bocas de urna y conteos rápidos de encuestadoras privadas, pero algo sucedió. Durante más de cuatro horas no dieron la información, argumentando súbitas limitaciones técnicas y permisos que debían cumplir por parte del Órgano Electoral, y el nerviosismo escalaba. Los programas de televisión dedicados a las elecciones, así como la mayoría de los medios escritos, se habían llenado de «analistas» que, durante la campaña electoral, y antes, aseguraban que el «70% de los bolivianos no quería el retorno del Movimiento al Socialismo (mas)». Las caras de esos analistas fueron mudando durante esas horas de espera la noche del domingo 18 de octubre y los análisis de esa noche perdieron repentinamente cualquier significado: el mas había ganado las elecciones y con un resultado contundente, más del 50%. En pocos lugares como en Bolivia la diferencia entre opinión publicada y opinión pública es más elocuente; el último año fue directamente obscena y la decepción ante la evidencia fue enorme. Finalmente, pasada la medianoche lo inevitable salió a la superficie: Luis Arce Catacora —ex ministro de economía de Evo Morales por diez años y candidato a presidente— alcanzaba más del 52% de los votos y su rival, el ex presidente de centro derecha Carlos Mesa se quedaba en el 30%. El cómputo final, unos días después, amplió la diferencia a 55,11% frente a 28,83%.
Un poco atrás pero no tanto
Las elecciones de octubre de 2019 dieron un resultado ajustado a la hora de determinar si era o no necesaria una segunda vuelta: Evo Morales obtuvo el 47,08 y Carlos Mesa el 36,51. La norma boliviana determina que, si el primero supera el 40% y tiene una distancia mayor a los 10 puntos respecto al segundo, no es necesario el balotaje. La diferencia superaba por la mínima ese umbral y esa fue una de las condiciones para que se activara la operación golpista que la derecha nacional —desde Carlos Mesa hasta el líder de la ultraderecha local, Luis Fernando Camacho— puso en marcha con la inestimable ayuda del secretario general de la oea Luis Almagro. Ahora bien, ésta fue una de las condiciones, pero existieron otras
como la pérdida de confianza de algunos sectores urbanos de capas medias en el mas y una caída de la legitimidad del proceso electoral.
Hay pocas dudas de que Evo Morales es uno de los líderes más populares en la historia de Bolivia y uno de los mejores presidentes en estos casi 200 años de vida independiente.
Si vemos los resultados de las elecciones desde 2005 en las que de un modo u otro Morales era el sujeto principal de la consulta —elecciones generales o referéndums— tenemos que ese 47,08% de las generales de 2019 fue el porcentaje más bajo y el referéndum revocatorio de agosto de 2008 el más elevado: en esa ocasión, al calor del enfrentamiento con las élites agroindustriales de Santa Cruz, el «Sí» a la permanencia de Evo Morales en la presidencia obtuvo el 67,41%. Difícil dudar que Morales ha sabido representar de manera sostenida las aspiraciones de una gran mayoría del país. La sustancial mejora de los indicadores de pobreza extrema, desigualdad, pobreza moderada, ampliación de servicios básicos, etc., han sido reconocidos por todos los organismos internacionales de referencia esta última década. Un apunte sobre el mas: está lejos de ser un partido político tradicional, en realidad se trata de una suerte de confederación de
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movimientos y organizaciones populares con una organización bastante gelatinosa, pero al mismo tiempo eficaz como forma de movilización de lo popular en el país. El mas opera casi como una lengua franca entre estas organizaciones que, sobre todo en tiempos electorales, es capaz de construir una cierta universalidad incorporando los diferentes intereses corporativos sectoriales —y ha tenido en Evo Morales a su intérprete último—. Esta triada: la centralidad de Evo como factor de cohesión de lo popular, el apoyo electoral mayoritario a su figura y los resultados socioeconómicos de la última década nos llevaron a tomar y respaldar la decisión de promover un referéndum en febrero de 2016 para que se modifique el artículo de la Constitución que limitaba la reelección presidencial. El No obtuvo 51,3% y el Sí 48,7%. Sin embargo, decidimos buscar una vía alternativa —polémica y que fue, difícil dudar de ello, un elemento clave en la pérdida de confianza de algunos sectores de la población— a través de la habilitación vía Tribunal Constitucional como habían hecho en su momento Arias en Costa Rica y Ortega en Nicaragua. Esta fue una decisión colectiva, un error colectivo. Ninguno, desde la cabeza hasta el último legislador o dirigente, se animó a oponerse, a cometer lo que habría parecido una herejía. Las razones para apoyar esta ruta, la sólida creencia en la triada, parecían consistentes. La hegemonía, sin embargo, se resentía. Evo Morales pasó de figura indiscutida (en las elecciones de 2014 uno de los lemas de la derecha era «cambiaremos sólo lo malo» y el mas logró 37 puntos de diferencia sobre el segundo y ganó incluso en Santa Cruz) a convertirse en el centro de los ataques más virulentos, con guiones de fake news a la mano. Entonces, si bien se mantenían buenos números de aprobación a la gestión gubernamental, la intención de voto se vio afectada y la oposición, antigua y siempre derrotada en las urnas, consideró a partir de entonces que no tenía que re-
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novarse o esforzarse en tener un mejor proyecto que el mas sino simplemente organizar el sentimiento antimasista, recuperando para ello, sin ningún rubor, discursos racistas clásicos en la tradición antipopular nacional. El odio al indio, al cholo, se camufló, sin mucho disimulo, en el rechazo al masista. Ya no había mucho bueno que mantener, todo valía para echar a «la dictadura de 14 años».
Durante la crisis posterior a las elecciones de octubre de 2019 se conjugaron esta pérdida de confianza de algunos sectores urbanos con el odio organizado por los sectores radicales de la derecha. Terminaron, como reconoció Luis Fernando Camacho en público, sobornando policías y militares. El día 10 de noviembre la cúpula militar «sugirió» a Evo Morales su renuncia. Con una puesta en escena ruidosa la Biblia «volvió al Palacio de Gobierno» al mismo tiempo que se quemaba la bandera de los pueblos indígenas, y símbolo oficial de Bolivia desde la Constitución de 2009, la wiphala.
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Las herejías nacional populares
El ciclo progresista latinoamericano de las últimas décadas ha tenido en los liderazgos carismáticos un elemento central del éxito electoral de distintos proyectos, pero también su permanencia o sucesión ha sido controvertida y no siempre fácil de abordar. ¿Qué hacer cuando algo que es imprescindible tiene, también, algunas dimensiones de problema, de límite? Esto no tiene una respuesta sencilla ni que se pueda tratar satisfactoriamente en pocas líneas, por lo que sólo comentaré brevemente algunos puntos sobre este tema que considero central. No pocas veces líderes políticos, intelectuales o dirigencias políticas que arrancan con ideas más «movimientistas» o «autonomistas» sobre la política, la organización y la manera de tomar decisiones terminan capturados por una especie de fetichismo estatista. Ni las posiciones que entienden cualquier presencia/trato con el Estado como una rendición, ni tampoco los que entienden la toma del poder estatal como la etapa final nos darán las respuestas que necesitamos. Sucede que el Estado, y su liturgia, generan una seductora cotidianeidad de la que no es sencillo librarse y rápidamente se constituye en los límites del mundo de muchos cuadros políticos. La consideración del Estado como un necesario momento táctico —no intentaremos discutir acá por cuánto tiempo— la tiene meridianamente clara la derecha que nunca apuesta todo a su control, pero tampoco tiene ningún problema con ello. Juega en distintas canchas a la vez sin que le suponga grandes contradicciones, o menos aún, sonoras rupturas o luchas fraticidas. En los últimos 20 años, la llegada al poder de proyectos de cambio encabezados por liderazgos carismáticos ha dejado exhaustas, cuando no raquíticas, a las organizaciones políticas y sociales que los promovieron, en parte porque se produce un traslado de sus cuadros políticos a cuadros de la burocracia. Si, además de ello, el fetichismo del Estado nos captura incluso para considerar que los líderes de estos proyectos sólo serán líderes en tanto sean jefes de Estado, los problemas y los límites no tardan en aparecer. Tendríamos que pensar nuestras organizaciones —¿partidos?— también como instrumentos de interrupción permanente de esa liturgia
estatal y diseñar instrumentos e incentivos para ello de manera expresa. No renegar del poder estatal, sino interrumpir continuamente el cierre de su liturgia. El problema de la mediación sigue estando muy presente y no se supera solamente al desechar la palabra partido como un producto del siglo xx. Quizás la dimensión última para redondear un liderazgo es que lo echen de menos. Nosotros en Bolivia, con la polémica en torno a la habilitación de la reelección, no dejamos que eso ocurriera. Lula Da Silva, antes de que el lawfare haga su trabajo rápido e injustamente, iba camino de ganar las elecciones por lo que representó y por lo que seguía representando: un pasado donde se vivía mejor y una ilusión de futuro. El caso de Cristina Fernández también nos sirve, si bien ella probablemente no habría ganado la elección del 2019 si encabezaba la fórmula —el famoso «Con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede»—, pero los cuatro años de Mauricio Macri y su decisión de elegir a otro candidato, permitieron que el binomio Fernández-Fernández ganara con claridad la elección. La derecha que consumó el golpe de Estado en Bolivia se creyó lo que sus analistas repetían: que la gran mayoría no quería volver al pasado y que Evo y el mas eran un proyecto acabado. Los bolivianos tuvieron 11 meses para ver cómo era un gobierno de la oposición y pronto el pasado se añoraba. El acierto en la elección de Luis Arce como candidato hizo el resto: Arce representaba como nadie el modelo económico que había dado buenos resultados y además era la mejor respuesta a la crisis económica fruto de la pandemia, pero también de la desastrosa gestión de la derecha que tuvo en 11 meses 3 ministros de economía. Su acompañante, el excanciller David Choquehuanca, era la señal del otro gran logro y la respuesta a esa wiphala quemada: la inclusión. De hecho, salir de la liturgia estatal le permitió al mas, de manera algo paradójica, fortalecerse como movimiento, recuperando la mística y algunos de sus mitos fundacionales, como el hecho de ser el «instrumento político» de los de abajo. Ahora que Evo Morales retornó a Bolivia tendrá como misión prioritaria la de liderar el mas y demostrar que para que la hegemonía continúe es necesario ser herejes y jugar, al mismo tiempo, en varias canchas. Que con la calle no alcanza para cambiar las cosas, pero solamente con el Estado, tampoco.
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esperanza de los futuros-por-venir De la traición a la Ecuador 2021 Soledad Stoessel
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«El mundo sin propiedades grávidas de futuro no merece ni una mirada, ni un arte, ni una ciencia. Utopía concreta se encuentra en el horizonte de toda realidad; posibilidad real rodea, hasta lo último, las tendencias-latencias abiertas dialécticas». Ernst Bloch, El principio esperanza
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ivimos tiempos de desencanto, una época de desilusiones que incluso los más derrotistas frankfurtianos del siglo xx en el marco de las guerras mundiales y la barbarie humana habrían inscrito como un drama antiutópico. La descomposición democrática; la necropolítica que los tiempos pandémicos hizo relucir; el rotundo desprecio por la vida de los siempre invisibles; la instalación de proyectos políticos abanderados por sectores ultraconservadores que deliberadamente cercenan derechos; la emergencia de unas derechas extremadamente ideologizadas que no desisten en su empeño por profundizar las desigualdades y concentrar la riqueza, son todas marcas de estos nuevos tiempos que hasta hace apenas unos años no cabían ser pensados. Una época que procura suspender el pensamiento, la racionalidad y la ilusión de otro mundo mejor. América Latina atraviesa una particularidad aún más gris: el quiebre explícito del pacto democrático pergeñado hace más de treinta años durante las transiciones, y la embestida autoritaria de los poderes instituidos. Golpes de Estado a la vieja usanza, persecución política, asesinato de líderes sociales como dispositivo disciplinar, manipulación de calendarios electorales, gobiernos-de-élites-para-élites, proscripción de partidos y líderes políticos, dibujan el panorama de una región que hasta hace tan sólo cinco años atrás mostraba ser ejemplo, si no de fortalecimiento democrático, de respeto a unas mínimas reglas del consenso democrático. Neoliberalismo autoritario, posdemocracia, autoritarismo de mercado, dictaduras tecnofinancieras, democracias autoritarias, regímenes
de excepción, son todas nociones que no casualmente han dominado los análisis recientes sobre la región. El Ecuador los últimos tres años viene a ilustrar de forma pavorosa estos fenómenos que aquellos conceptos pretenden mostrar. La implantación —no consulta ni votada en las urnas— de un programa de ajuste estructural a la vieja usanza,1 comandado por un presidente abyecto y ávido de pertenecer a una clase que le resulta —y siempre le será— ajena, reveló las tramas más perversas cuando neoliberalismo y autoritarismo fascistoide aparecen ligados. La deriva anti-democrática del país andino comenzó tímidamente bajo el ropaje discursivo de un «diálogo nacional» para superar años de dominio del gigante populista. Prontamente el diálogo quedó desnudo y se transmutó en una distribución corporativa y elitista de poder. Lejos de un corporativismo «para todas y todos» que algunos incautos creyeron visualizar en la apuesta descorreizadora de Moreno, aquel no fue más que un reparto de los recursos estatales hacia las élites que habían sido las grandes adversarias del correísmo (banqueros, conglomerado mediático y la llamada alta sociedad civil). La clásica «captura estatal» por parte de los grupos financieros que habían sido responsables de la mayor crisis financiera del país, brilló como nunca. Los habituales mecanismos empleados por los dueños del poder se reactualizaron luego de una década en que, con sus vaivenes, parecían haber quedado bloqueados por la decisión política de un proyecto orientado a integrar a las mayorías. Fuga de capitales, exoneración de impuestos, condonación de deudas, privatización de empresas públicas, puertas giratorias para perpetuar acumulación de ganancias, fueron algunos de los elementos que dibujaron el panorama. Este despojo se combinó con una
apuesta autoritaria que articuló descabezamiento, persecución y operaciones judiciales-mediáticas hacia el movimiento correísta, junto con la sofocación de toda protesta social. El neoliberalismo pasó a constituir el adversario de buena parte de las batallas sociales que emergieron desde entonces, no así el reclamo por el regreso a un orden democrático. El conflicto social se duplicó desde el 2016 y los reclamos por falta de financiamiento en áreas sociales fundamentales, así como el rechazo a la política de ajuste, fueron la tónica de las contiendas políticas libradas en los espacios públicos.2 A medida que el movimiento indígena, gremios, sectores estudiantiles y colectivos de mujeres se movilizaron frente a la bestia neoliberal, el programa económico del gobierno parecía ser el objeto a impugnar. Octubre de 2019 lo evidenció. El rechazo popular de un decreto presidencial que, enmarcado en el acuerdo que el gobierno había firmado con el fmi a principios de ese año, atentaba contra las condiciones de vida de los sectores más desprotegidos fue la principal demanda. No aparecieron allí atisbos de un cuestionamiento a la forma de construcción política ni a la deriva autoritaria del poder que ya se venía instalando. Mientras, el movimiento indígena —quien luego de años de letargo público, lideró el conflicto político y su tramitación— se arrogaba la representación del universal (Ramírez Gallegos, 2020), cuestionaba al gobierno no haber cumplido su promesa del reparto multicultural a la vieja usanza noventosa y se contentaba con la derogación del decreto. No se rechazó el corporativismo de élites, sino que de éste no hayan gozado todos los sectores que apostaron por aquel. Tampoco que la principal fuerza de oposición haya sido el blanco de una persecución política no vista desde el retorno democrático. Esta primera victoria popular a medias quedó neutralizada con la pandemia. El trágico acontecimiento vino a apuntalar la trampa que ya en octubre parecía tenderse para el campo popular y progresista: batallar (sólo) contra el neoliberalismo, y reducirlo, además, a un conjunto de políticas económicas. La crítica ramplona antineoliberal contra el ajuste y el fmi se volvió —una vez más— la bandera de lucha. Hoy, en vísperas de los comicios electorales, es la que delinea los contornos de la disputa política desde el campo progresista representado, fundamentalmente, por la reciente coalición Unión por la Esperanza (unes), un frente de diversos movimientos y organizaciones estructurado alrededor de la identidad correísta. No es casualidad que «neoliberalismo» aparezca nombrado diecinueve veces en el plan de gobierno.3 Las fuerzas que la enarbolan parecen olvidarse que el neoliberalismo constituye una racionalidad que ordena y gobierna las relaciones, las prácticas, los cuerpos, las ideas, los deseos, las emociones y creencias, y configura las preferencias. Es una actividad que norma la vida y se inscribe en nuestra corporalidad. Más allá de que el neoliberalismo consista en una determinada forma de producción y acumulación de la riqueza, esta puede (re)produ-
cirse porque existe una racionalidad —a razón neoliberal (Laval y Dardot, 2013)— y un tipo de subjetividad —formas de pensar, sentir, hacer y parecer— que lo sostienen. La subjetividad neoliberal opera como dispositivo anclado en axiomas como el individualismo, la maximización, el interés egoísta, el mérito, y la responsabilidad individual. Nuestras prácticas cotidianas, en buena medida, colaboran en la producción de las desigualdades en las que el neoliberalismo se fundamenta (Dubet, 2016). Así es que no se lo combate con «políticas antineoliberales». Si como tipo de proyecto político se lo puede disputar ganando elecciones, como tipo de subjetividad el desafío es más equívoco. Los progresismos de inicio del siglo nos demostraron que la puesta en marcha de una agenda anti-neoliberal con su correlato institucional-plebeyo no alcanzaron para afectar las subjetividades neoliberales (Stoessel y Retamozo, 2020).
¿Acaso estas no estaban ya inscritas en el tejido social, en las formas cotidianas en que actuamos y pensamos mucho antes de la aparición de este neoliberalismo reloaded? ¿Acaso las derechas no venían realizando un sigiloso y soterrado trabajo para apuntalar dicho entramado subjetivo? ¿Acaso los progresismos no terminaron por reforzar estas maneras de ser y pensar al colocar los esfuerzos en la crítica y proyecto económicos, y descuidar la crítica al triángulo maldito neoliberalismo-patriarcado-colonialismo? Posiblemente los progresismos, además, hayan alimentado dichas subjetividades al desatender la construcción colectiva del poder y su traducción institucional en un sentido en que el Estado no termine por reificar a lo nacional y lo popular de forma homogeneizante. Ejemplo de ello es el reconocimiento constitucional de lo pluri-nacional, pero su gestión «desde arriba, enalteciendo la semejanza sobre la diferencia, la unanimidad sobre el disenso» (Portantiero y De Ípola, 1981: 13). Cualquier alternativa al neoliberalismo, ahora de cuño autoritario, sólo puede apelar a la permanente movilización colectiva del poder popular, volver a los orígenes de la soberanía, recuperar la participación colectiva genuina de los sin-parte e instalar el cuidado del-otro/a como ejercicio po-
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lítico. Una subjetividad intersubjetiva que reconozca y articule las múltiples negatividades producidas por el orden es una clave para construir poder y Estado popular. La opresión obrera se conecta con la opresión femenina, y ésta se vincula al mismo tiempo con la subyugación de los pueblos originarios por parte de entramados neocoloniales. Asimismo, comunidades enteras sufren los estragos antiecológicos de la embestida transnacional. La subalternidad indígena encuentra puntos de conexión con la exclusión de los migrantes y ésta, con la dominación de las trabajadoras domésticas por parte de las mujeres blanco-burguesas. La marca de fuego de estas resistencias es, precisamente, su experiencia como sujetos subalternos. Desde el feminismo radical y plebeyo se vienen ensayando opciones en las que el cuidado no se plantea como una moralidad, sino como eje de cualquier acción política emancipadora (Gago, 2014) y como basamento de un Estado democrático. «Poner dinero en el bolsillo de la gente» parecería insuficiente como salida al neoliberalismo autoritario y sólo volvería al campo progresista preso de la trampa. Dirigir la crítica —y la solución— (sólo) al desplome de las condiciones materiales de las mayorías dejaría intactas las limitaciones del «tiempo pasado que fue mejor». Reiterar en el discurso anti-neoliberal, además, luciría indiferente para una nueva generación que creció en pleno fervor populista y retorno estatal. Por último, dejaría vacante nichos discursivos que están siendo copados por fuerzas que se presentan de izquierda pero que facilitaron la deriva autoritaria, como el movimiento representado por Yaku Pérez Guartambel. Su programa «Minka por la vida» combina crítica ecológica, interpelación comunitaria y austeridad estatal en que lo político aparece como lo sucio y corrupto, y en que ningún llamado a recuperar mínimas condiciones democráticas parece asomar. El candidato más afable para la derecha reaccionaria hacia la cual dirigió la crítica en octubre pero con la que terminó pactando.4 Contender bajo el frame neoliberal sin luchar por un retorno democrático sólo afianza la opresión. Que el movimiento indígena no se haya pronunciado contra la persecución-proscripción del correísmo, es síntoma del deterioro del debate público y de la devaluación democrática que sufre el país.
Tras la confirmación del horror, las salidas que visualizaban algunos frankfurtianos estaban plagadas de pesimismo. La nostalgia por lo que no fue había capturado el pensamiento. La esperanza reducida a melancolía. Ernst Bloch invierte el pesimismo y coloca al principio esperanza como acto en potencia.
Un acto orientado a edificar horizontes emancipadores, una acción que se vuelve responsable del por-venir, por-construir, por-cuidar. Lejos de operar como consuelo, la esperanza se edifica en princi28
pio político. Es conciencia reflexiva del presente y de las posibilidades futuras-reales. No es atados al pasado como construimos futuros sino que los forjamos con ideas de proyectos e ilusiones por venir. El campo progresista ecuatoriano hoy se encuentra en dicha encrucijada: o se queda atado a la nostalgia colectiva del tiempo pasado que fue mejor o produce por-venires emancipadores en que quepan todas y todos. «Unidos —y organizados de forma permanente— por la esperanza» parece la alternativa. Bolivia lo acaba de demostrar.
Bibliografía
Dubet, F (2016). ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario). Buenos Aires: Editorial Siglo xxi. Gago, V. (2014). La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular. Buenos Aires: Tinta Limón. Laval, C. y Dardot, P. (2013). La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal. Barcelona: Gedisa Editorial. Portantiero, J. y De Ípola, E. (1981). «Lo nacional popular y los populismos realmente existentes». Nueva Sociedad, Nº54, pp. 7-18. Ramírez Gallegos, F. (2020). Octubre y el derecho a la resistencia. Revuelta popular y neoliberalismo autoritario en Ecuador. Buenos Aires: clacso. Stoessel, S. y Retamozo, M. (2020). «Neoliberalismo, democracia y subjetividad: el pueblo como fundamento, estrategia y proyecto». revcom. Revista científica de la red de carreras de Comunicación Social, Nº10. 1 Casi tres años de políticas de ajuste estructural configuraron una sociedad en la que la mitad de trabajadoras y trabajadores son informales (casi 11 puntos más que hace 7 años); un 60% de las y los trabajadores no tienen cobertura médica ni seguridad social; un 11% de trabajo es no remunerado, frente a un 6% en 2014 (el 90% es realizado por mujeres); y en la que para fines de 2019 el 25% de la población se encontraba bajo la línea de pobreza, siendo la mitad de las personas pobres indígenas. Esta situación se profundizó en el contexto de emergencia sanitaria. Además, entre 2018 y 2019, las tasas de desempleo más altas se ubicaron en las mujeres jóvenes (18 a 29 años), las mujeres afrodescendientes (12%) y las mujeres en la capital del país (10%). 2 Ver las cifras del Centro Andino de Acción Popular: http://www.caapecuador.org/series-estudio-y-analisis/ 3 https://confirmado.net/wp-content/uploads/2020/10/ PLAN-DE-GOBIERNO-PROGRESISMO.pdf?c601b1&c601b1 4 https://www.primicias.ec/noticias/politica/ yaku-perez-reconcilia-con-gobierno/
Ilustraciones del dossier: Tatiana Del toro Zuñiga @_cortaypega_
La montaña de la muerte
Rodrigo Márquez Tizano @rmtizano
Mi Diego
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eterno loop, calcando sus hazañas como un espectro titilane nos murió el Diegote. Otra vez, todas las veces. Se te y mi padrastro lo tildaba de puto, tramposo y drogadicto nos va a seguir muriendo. Algo me dice que esta vez no y entonces yo quería ser puto, tramposo y drogadicto más vuelve, aunque aún no pierdo la esperanza de que los diaque nunca, lo que fuera, menos mi padrastro. El Diego es mi rios se retracten. Nadie murió tantas muertes como él. Taminfancia que termina hoy. Ese Diego que entró de cambio poco tantas vidas. Y de tanto morirse y regresar, de verlo por mi abuelo cuando éste se mudó al otro barrio porque de tirar el caño pícaro para recoger la pelota y tirarlo de nuevo niño, como a tantos otros niños que crenomás por gusto, por duplicarnos el goEl Diego hizo del asombro cieron en los ochenta, me enseñaron que zo mientras en el campo van quedando una costumbre y el milalas lágrimas se vendían caras y tanto me lo sembradas —como si de ingleses se tratadijeron que luego tuve que aprender a llora— las ínfimas muertes que no pudieron gro terminó por formarrar por mi cuenta. Entonces, cuando necefrenarlo, llegamos a creer que nunca se iba nos un callo que ahora se a morir de veras. Que era para siempre. revela losa. Su epifanía, a sitaba invocar el llanto, me imaginaba que se moría mi abuelo. La técnica funcionó Un inmortal. Pero no de esos que, ajenos veces de barro, potrero e hasta que luego de matarlo tantas veces, mi al dolor, flotan sobre la fatalidad como si inundación, otras de fulgor viejito se murió definitivamente y fue ahí lo divino no guardara relación con la sany cosmos, era humana y cuando comencé a imaginar que se moría gre seca y la sutura. Todo lo contrario. El ligera, porque la eternidad el Diego. Cada vez que la situación lo ameDiego hizo del asombro una costumbre y ritaba y el lagrimal se negaba a cooperar, el milagro terminó por formarnos un callo la acaricia sólo quien ha que ahora se revela losa. Su epifanía, a vemuerto todas las muertes. me bastaba con imaginar que el Diego no estaba más entre nosotros para soltarme a ces de barro, potrero e inundación, otras berrear sin consuelo. Hoy que la orfandad cobra forma y tede fulgor y cosmos, era humana y ligera, porque la eternimo quedarme seco, creo menos que nunca en el cuento de dad la acaricia sólo quien ha muerto todas las muertes. Eso la multiplicidad camaleónica y la contradicción, en jugar al es lo que no pueden perdonarle los mezquinos incapaces patovica de los afectos y desmenuzar al Diego en virtudes y de conmoverse con la alegría y el dolor del pueblo que ha fallas para hacerle el famélico favor de compartimentarlo a perdido no sólo a un ídolo, sino a un padre, a un amigo, a la medida de nuestras propias culpas y complejos. Mi Dieun hermano o a todos ellos en un mismo cuerpo: que no se go es tan ficticio como cualquiera, pero es el Diego entero. quede bien muerto ni pida perdón ni haga de buen salvaje, Se siente real porque es de nadie. Ni siquiera de él mismo. de pobre bien agradecido con el poder. Así era Diego. Así es. Se moría cada tanto y quienes lo quisimos nos moríamos Todo lo que soñamos ser y también lo que no. Lo que soun poquito con él. A veces lo mataban, otras se dejaba momos y lo que nunca seremos. Si es verdad lo que dicen y carir, incluso había veces que se abalanzaba sobre la muerte da maradoniano tiene un Diego particular sembrado entre por voluntad propia. Pero siempre volvía. Yo sé que esta vez el corazón y la memoria, el mío se niega a que lo nombre en ya no va a volver, que se acabaron los milagros, el futbol, la pretérito. Flota en el everness. ¿Cuál es ese Diego? Uno que infancia, y aun así no le cierro la puerta a la equivocación. imaginé desde la lejanía de mi suave patria, bien lejos de Ar¿Cómo va a matarte esta muerte insulsa, Diego, que te va al gentina. En las repeticiones de sus goles. En los relámpagos tobillo y no a las alas? Si no te pudo matar nadie, ni el dede su lengua. El Diego que me acompañó en los momentos seo, ni la fifa, ni Havelange. Ni siquiera Maradona. difíciles. El que me enseñó que el futbol también es literatura y, como la literatura, mucho más que eso. Yo estuve en el Azteca la tarde del gol a Bélgica con mi memoria de niño, pero ése no es mi Diego. El mío aparecía por televisión en
La raja
Luciana Cadahia @lucianacadahia
¿Feministas maradonianas? Sí, y qué
E
eso no importaba. Estábamos ahí, haciendo el aguante a lo l día que Diego murió muchas feministas salimos a impredecible. Y eso impredecible era lo más cercano que manifestar públicamente nuestra tristeza y dolor por la teníamos a un deseo de futuro. En ese patio ni la dictadura muerte de un ídolo popular. Mejor dicho: nuestro ídolo pocívico-militar, ni la hiperinflación, ni el descalabro económipular. En mi caso escribí el siguiente mensaje en redes soco que desintegraba a cada una de nuestras familias podían ciales: «Lo diste todo. Nos diste felicidad, futbol y política. manchar esa felicidad colectiva, esa especie de comunión Te hiciste pueblo y nos regalaste un futuro. Que la tierra te religiosa cocinando la imaginación de un porvenir. sea leve hermano». No hubo cálculo ni premeditación en Mientras esas imágenes de la infanmis palabras. No me pregunté si eran o no cia se mezclaban con la certeza de que feministas. Me importó un reverendo caEncima, el Diego, como no me tocaría, otra vez, hacer un duelo rajo. Se me arrugó el pecho con la noticia podía ser de otra manera, se colectivo en solitario —el otro fue la y fue lo único que pude hacer: mandar un vino a morir el día internamuerte de Néstor en el 2010—, no pomensajito de amor a alguien que sentía cas compañeras feministas empezaron que lo había dado todo. Sí, se reactivó den- cional de la lucha contra la violencia de género. Digamos a cuestionarnos. Habíamos cruzado una tro de mí ese magma que llevamos dentro que nos puso en un aprieto y línea roja y nos habíamos convertido en los que dejamos que salgan a la superficie esos sedimentos históricos y contradictovarias feministas decidieron traidoras de la Gran Causa. Encima, el rios de nuestra educación sensible. La deestablecer una dicotomía: de Diego, como no podía ser de otra manese vino a morir el día internacional voción por los santos populares y por el un lado estaban las feminis- ra, de la lucha contra la violencia de génesacrificio; la fascinación por el exceso de la tas de verdad, las que salían ro. Digamos que nos puso en un aprieto fiesta que vuelve al pueblo en forma de fea marchar y, por otro, las que y varias feministas decidieron establelicidad; ese resentimiento tan hondo que habíamos decidido hacer cer una dicotomía: de un lado estaban luego se transmuta en revolución popular. las feministas de verdad, las que salían La muerte del Diego nos descubrió sintien- un duelo patriarcal, las que a marchar y, por otro, las que habíamos do todo eso a la vez. Y con cada imagen llorábamos a un hombre. decidido hacer un duelo patriarcal, las que veíamos del dolor del pueblo nos senque llorábamos a un hombre. Lo que estas compañeras no tíamos ese pueblo hermanado en un duelo colectivo. Amor, podían soportar era que se pudiera hacer las dos cosas a la igualdad y fraternidad vivimos el 25 de noviembre. Lloraron vez, es decir, hacer un duelo por la muerte del Diego y, al Dalma y Gianina, lloraron las compañeras feministas, llomismo tiempo, manifestar en las calles nuestro rechazo a la ró el hincha de River junto al de Boca, lloró Alberta junto al violencia sistémica contra las mujeres y las diversidades seperiodista que trataba de relatar el suceso. Todo fue un rexuales. ¿Acaso el campo popular no se puede permitir convoltijo de emociones difícil de contener. Y en medio de ese memorar y fundir en una misma lucha política la muerte de tsunami sentimental, entre chistoso e incontenible, decidí las hermanas Maribal junto a la de Maradona? ¿No son todejarme llevar por la asociación de imágenes y sensaciones das esas vidas la encarnación de una dislocación, algo que que esa noticia me trajo. Me acordé del mundial del 90’, el se salió fuera de sí y vuelve como rebeldía y lucha popular? primero del que tengo memoria. Por ese entonces estudiaY ahí es cuando me dije: espérate un poquito, qué le esba en un colegio público y la directora había decidido sacar ta pasando al deseo individual y colectivo dentro del femiel televisor de veinticinco pulgadas de la sala de videos y nismo como para que lleguemos a este punto. Porque no ponerlo en medio del patio de recreos para ver los partidos critican al Diego, critican que nos duela la muerte del Diego. del mundial. Éramos trescientos estudiantes alrededor de Repudian que la imagen del Diego nos produzca felicidad y un televisor diminuto. Nadie veía ni escuchaba nada. Pero
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tristeza. Rechazan que nuestro deseo se haya anudado con la imagen de Maradona. Se ubican en el lugar simbólico de la que juzga a otra compañera y le dice qué está permitido desear y qué no. Y ahí me pregunto: ¿qué idea del deseo tienen esas compañeras que nos critican? ¿Acaso creen que el deseo es algo mecánico que se moldea a punta de un voluntarismo completamente decodificado y transparente a sí mismo? ¿Ése es el deseo que queremos construir desde el feminismo? ¿De verdad? Y ahí nos metemos en un berengenal terrible que se viene cocinando dentro del movimiento desde hace décadas. Incluso habría que preguntarse hasta qué punto, y mediante un juego de superviviencias históricas, este problema del deseo no nos ata a cuestiones vinculadas con temas tan arcaicos y tan incofesadamente actuales como el culto a los ídolos, la tensión entre la encarnación, la imagen y el deseo. Como decía la genia de María Moreno en una nota sobre la muerte del Diego: «algo lloró en mí».1
Próximamente…
Ese dolor que me arrugó el pecho no era mío. Como tampoco era mía la fiesta colectiva a la que nos invitaban los goles del Diego. Esa felicidad y esa tristeza popular, compañeras, no la elegí yo, aconteció en mí. Y elegí persistir en ellas junto a los demás. No me interesa un feminismo que no pueda hacerse cargo de ese misterio de lo popular, no me reconozco en un feminismo incapaz de experimentar curiosidad ante las contradicciones de nuestro deseo. No me interesa un feminismo que nos devuelva a las dinámicas del miedo, el castigo y la culpa. Quiero un feminismo que no le tenga miedo a los anudamientos colectivos que se funden en la opacidad del deseo. A fin de cuentas, quiero un feminismo que se haga cargo del fervor popular. 1 https://www.pagina12.com.ar/308688-algo-lloro-en-mi
José Hernández · @monerohernandez
Where You Been
Wenceslao Bruciaga @distorsiongay
Flatworms y la moraleja de la era Trump
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Hace poco vi una caricatura en la que Donald Trump prontarctica es ante todo un álbum viril e instintivo, coclama: «Vamos a deportar a todos y todas las inmigrantes», mo debe ser el punk que no ha sido coaccionado por entonces el público le avienta escupitajos y jitomates. Abalas ideologías de boutique. Y aceptémoslo, el garaje rock, el jo, Joe Biden, en el mismo escenario dice: «Vamos a deporbueno, cuyas guitarras sucias son capaces de evocar el olor tar a todxs lxs inmigrantxs» y el mismo público le aplaude a Bardahl es un talento de machos guarros. Es decir: un álcon todo y cuetes y serpentinas. Algo similar sucede con las bum tóxico. El trío de Los Ángeles canta desde su inevitable reseñas sajonas a los discos de Flatworms y Idles lanzados masculinidad sobre lo asfixiante y apestoso del mundo por este año pandémico. el que ya no queda mucho que hacer más que abrazar el he«The Aughts», el primer track de Andonismo marginal. Debe estar en cualquier tarctica, empieza con una línea de guitalista de los diez mejores discos del 2020 a la El trío de Los Ángeles canta que de verdad le importe la música y no sólo desde su inevitable mascu- rra viciada y norteada que se interrumpe quedar bien con las relaciones públicas. Las linidad sobre lo asfixiante con el saque de batería, 1-2-3-4. Luego, se deja venir un compás de gravedad reseñas especializadas le dieron calificacioy apestoso del mundo por destilada del rockabilly típicamente nes reprobatorias. Dijeron que los ataques el que ya no queda mucho angelino (ése que moldeó el punk de la de los Flatworms a la sociedad hiperconectada eran simples y prácticos. Pero es que si que hacer más que abrazar mítica banda X), pero pastoso, a velocidad coital. Los riffs de guitarra que lo algo tiene la mano de Steve Albini (producel hedonismo marginal. acompañan me llevan a esa precisa sentor de Antarctica) es la de ser simple y prácDebe estar en cualquier sación de balanceo ansioso de cuando tico en su pinche ruidero. Siempre he creído lista de los diez mejores a una orgía y me quito la camiseta que hay algo de homoerótico en los canales discos del 2020 a la que de llego con el único objetivo de metérsela a un de Albini. Será por aquella vez que me la mamaron en un vagón del metro mientras escu- verdad le importe la música cabrón coqueto y varonil. Un instinto y no sólo quedar bien con muy orangután, lo sé. Acaso expiado por chaba el Songs About Fucking de Big Black, la la sofisticación de mis gustos personabanda de industrial paupérrima de Albini. Es las relaciones públicas. les. Pero qué no es una orgía sino la matan fácil satisfacer el instinto machista ennifestación tribal de placeres animales, racionalizadas por tre hombres. No hay que bajarse los pantalones. Ni siquiera fetiches, pero propulsadas hacia el vacío mediante el resorte aflojar el cinturón. A eso me refiero con lo de práctico. del instinto. A eso suena «The Aughts», a la caza del instinto En realidad, los críticos no le perdonan a los Flatworms en una época donde a la humanidad se le exigen virtudes de que sus críticas no se sumen al tren del mame de la deconsgentileza que sólo podrían cumplir los santos. O los robots, trucción masculina. Vamos, que ni siquiera les incomode que sólo obedecen algoritmos programados para un fin. El ser hombres, y eso les caga, pues cualquier castigo pierde estribillo lo afirma con conformismo reseco: «Ya no hay nasentido. Lo mismo pasó con los Idles. Después de estar en da, sólo decenas aritméticas y adolescentes. Sólo un medio la cima con su Joy as an Act of Resistance del 2018, donde se para un fin». En el resto de track, y de Antarctica, puede enla pasaban gritando hardcore contra la masculinidad tóxica, treverse un desprecio por la adolescencia. Aunque para noUltra Mono, de este año, fue tachado de sinvergüenza y extarlo se debe tener cierta dosis de resentimiento y amargura poner el verdadero código postal: «En el fondo, los Idles no en las venas. La adolescencia en un sentido espiritual. El han dejado de ser unos británicos que podrían aniquilarte medio al que se refiere los Flatworms nos quiere influenciaen cualquier bar», dijeron los santurrones de Pitchfork. No bles como cualquier adolescente ingenuo con sus hormonas les perdonan que le hayan dado la espalda a la moda. Lo de dispuestas a cambiar al mundo. hoy es renegar del privilegio masculino. La paranoia por la corrección política es eso: un ideal ca¿Es que hay algo de malo en pelearte en un bar? Tamprichoso y mozalbete que llevó a Biden a la victoria, aunque poco es que la cosa haya cambiado mucho en el machismo en el fondo no es muy distinto de Trump. Lo chido de los hetero: si antes competían por ver quién era el más bravuFlatworms y los Idles es que su masculinidad no es fascista, cón del bar, hoy se trata de ver quién es el más deconstruini comprometida con discursos políticos que sólo se oyen do. Pero a huevo hay que medirse algo. Tan sencillo que es bien en lives de Instagram o transmisiones de TikTok. Su acariciar la verga del prójimo. Pero su deconstrucción no da único defecto sería, para mí, que su masculinidad es tristepara tanto. Ultra Mono de los Idles también es de los mejomente buga. res diez discos del 2020.
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Afuera Etgar Keret
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res días después de que terminó el encierro obligatorio quedó claro que nadie tenía pensado salir de su casa. Por razones desconocidas, las personas preferían permanecer adentro, solas o con sus familias, quizá satisfechas con el simple hecho de estar alejadas del resto de la gente. Después de permanecer tanto tiempo en encierro, se había construido un hábito: no ir a trabajar, no ir de compras, no encontrarte con algún amigo para tomar café, no toparte con un abrazo inesperado y no solicitado en la calle de alguien con quien tomas clases de yoga. El gobierno permitió un par de días más para hacer la transición, pero cuando fue obvio que las cosas no iban a cambiar, no les quedó más remedio. La policía y el ejército comenzaron a tocar a la puerta de las casas para ordenarle a la gente que saliera. Después de ciento veinte días de aislamiento, no siempre es fácil recordar qué era exactamente lo que uno hacía para sobrevivir. Lo intentas sin éxito. Definitivamente era algo que involucraba a muchas personas Después de ciento veinte días de aisenojadas manifestando problemas con la autoridad. ¿Una escuela, lamiento, no siempre es fácil recordar quizás? ¿O una prisión? Tienes un vago recuerdo de un chico escuálido con un incipiente amago de bigote arrojándote piedras. ¿Acaso qué era exactamente lo que uno hacía eras trabajador social en un albergue? para sobrevivir. Lo intentas sin éxito. Te paras sobre la acera frente a tu edificio y los soldados que te encaminaron hacia afuera te hacen una señal para que comiences Definitivamente era algo que invoa moverte. Así que eso haces. Pero no estás seguro de hacia dónde lucraba a muchas personas enojadas debes ir. Buscas en tu teléfono alguna pista que te ayude a aclarar tus ideas. Citas previas, llamadas perdidas, direcciones en tu agen- manifestando problemas con la auda. Las personas te rebasan atropelladamente en la calle, algunas toridad. ¿Una escuela, quizás? ¿O una de ellas se ven genuinamente aterradas. Tampoco pueden recordar a dónde se supone que tienen que ir, y si lo hacen no saben cómo prisión? Tienes un vago recuerdo de un llegar hasta ahí o cuál era la manera de hacerlo. chico escuálido con un incipiente amago Mueres de ganas de fumar un cigarrillo, pero olvidaste los tuyos en casa. Cuando los soldados irrumpieron y te gritaron que debías de bigote arrojándote piedras. ¿Acaso largarte, apenas pudiste tomar tus llaves y la billetera: incluso ol- eras trabajador social en un albergue? vidaste tus lentes de sol. Podrías intentar volver, pero los soldados siguen merodeando por ahí, impacientes, aporreando las puertas de los vecinos. Así que caminas hacia la tienda de la esquina y te percatas de que no traes sino una moneda de cinco shekels en la billetera. El chico espigado en la caja, bañado en sudor, te arrebata el paquete de cigarrillos que recién te había dado: «Aquí te lo guardo». Y cuando preguntas si puedes pagar con tarjeta de crédito, te sonríe como si le hubieras contado un chiste. Su mano tocó la tuya cuando te quitó los cigarrillos, y era peluda, como una rata. Pasaron ciento veinte días desde la última vez que alguien te tocó. Tu corazón se acelera, el aire silba a través de tus pulmones y no estás seguro de que la vayas a armar. Cerca del cajero automático un hombre está sentado con la ropa sucia y hay un cacharro de lata frente a él. Sí recuerdas lo que se supone que debes hacer en esta situación. Caminas rápidamente frente a él y cuando te dice con voz trémula que no ha comido nada en dos días, miras en la dirección opuesta y evitas como un profesional cualquier contacto visual con el hombre. No hay nada qué temer. Es como montar una bicicleta: el cuerpo recuerda todo y el corazón que se había reblandecido mientras estabas solo se endurecerá de nuevo muy pronto. Traducción de Diego Rabasa
Vivian Gornick conversa con
Gabriela Jauregui en la #40filo Estoy segura de que todas las personas conocen el valor incalculable de la amistad. Algo que se ha vuelto incluso más importante en los últimos cuarenta años en los que las feministas hemos pujado fuerte por convertirnos en personas que trabajan, por encima de personas cuya vida entera gira en torno al amor.
Ya que estamos en estado de encierro me gustaría comenzar con el afuera, con la ciudad. Cuando comenzó la pandemia y la gente me comenzó a pedir recomendaciones de lectura volvía una y otra vez a Apegos feroces y La mujer singular y la ciudad. Pero pienso especialmente en Apegos feroces por las descripciones tan evocativas y maravillosas que hay de la ciudad. Me hizo pensar ahora que lo releí en la sensación de libertad que me brindó incluso al leerlo encerrada en mi apartamento. Me hizo pensar también que en tu obra la ciudad no sólo es una presencia o incluso un personaje sino implica una compañía, una especie de amante. Me gustaría comenzar por la ciudad y la dimensión que tiene en tu vida y obra.
Como recién dijiste, escribí estos dos libros que aunque fueron escritos con muchos años de diferencia entre sí parecen ser parte el uno del otro. He caminado por Nueva York toda mi vida. La preocupación por escribir sobre la ciudad comenzó hace ya muchos años. Sabía que quería escribir un libro en el que me represento como una feminista divorciada de mediana edad que camina por las calles de una gran ciudad. Desde niña, desde que era muy chica, experimenté el poder de caminar por las calles de la ciudad. Era una posibilidad de renovación, siempre algo muy emocionante. Al final todo se reducía a una enorme convergencia de historias. Al final se trata de relatos. Uno de los aspectos más maravillosos de caminar a solas en una ciudad, en una ciudad específicamente como Nueva York, es que en cuanto pones un pie afuera te conectas irremediablemente con las personas que están actuando el rol de sus vidas. Que están ahí sólo desempeñando ese papel. Y eso sucede en Nue-
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va York y probablemente en las demás grandes capitales del mundo como París o Roma, las personas están ahí simplemente actuando. Es una situación a la vez de mucha exposición y enorme intimidad. Al mismo tiempo compartes las calles con millones de personas y te ves protegido por el anonimato que te brinda la multitud y puedes entregarte a la delicia de observar seres humanos expresándose de todas las formas posibles, a través de su vestimenta o de cómo hablan entre sí. La cosas que se permiten hacer, su comportamiento. Todas las personas ocupan distintas posiciones, dependiendo desde dónde se les mire. Cada tantas cuadras te topas a alguien que se ve completamente loco, y la gente sigue como si nada, eso es algo que amo de la ciudad. Y jamás me falla, nunca. A lo largo de los años, solía salir a caminar y tan pronto como llegaba a casa me ponía a escribir todo lo que había visto u oído, y ese fue el germen de ese par de libros. Tenía treinta años de notas en mi casa. Y nunca supe a ciencia cierta cómo las utilizaría hasta que me senté a hacerlo. Ser una joven feminista en los años setenta debe haber sido muy distinto. Nueva York era un lugar completamente difrente. ¿Al ser una mujer caminando sola, lo sentías como una especie de acto de rebelión o insurgencia?
No, nunca lo sentí como un acto de rebeldía, pero sí me fui percatando poco a poco que ser una mujer que camina, que camina con un propósito, implicaba una posición que debía ser asumida. Cuando veo las fotografías de aquella ciudad, cuando era apenas una chica, y tú sabes que eso fue hace ya muchos años, la ciudad de los cuarenta, de los cincuenta, las fotografías están llenas de hombres blancos. Prácticamente no hay mujeres ni personas de color. Es increíble la homogeneidad burguesa que muestran los peatones. No puedo ni imaginarme caminando sola por aquellas calles. Cuando caminaba
Ilustración de donDani
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durante aquellos años, siempre lo hacía con alguien más, ya fuera otra mujer amiga mía, pero preferentemente con algún amigo hombre. Desde mi época universitaria en adelante, preferí caminar con hombres y no sabía exactamente por qué. Pero se sentía más natural, más seguro, es lo que quiero decir. Y no fue sino hasta que me convertí en una mujer adulta, de los setenta en adelante, que me percaté de las implicaciones sobre el cambio que había a mi alrededor. Porque ya no me sentía atemorizada. Y sabía que no era neurótica, que si antes tenía miedo es porque había razones para sentirlo. Y que si había dejado de sentirlo es que esas razones ya no estaban ahí. Así que mi forma de caminar por las calles de la ciudad reflejan un cambio social. Me percaté de cuánto me pertenecía la ciudad hasta mis cuarenta, cuando estaba escribiendo Apegos feroces. Que yo le pertenecía a la ciudad y la ciudad me pertenecía a mí. Ahora que hablabas me vinieron a la mente todos estos momentos en tus libros en donde emerge una gran claridad y se nota una conexión personal y una autoconciencia y sentido de la curiosidad de forma increíble. Ya sea en momentos de soledad o cuando estás con algunos de tus amigos. Pienso en Leonard, en La mujer singular y la ciudad, que es una especie de amigo idílico, o también en los momentos en los que te es imposible establecer una conexión y entonces abordas el abismo que esto implica. Has dicho que la conversación es uno de los estados humanos más elevados, así que quisiera preguntarte sobre el espacio que ha ocupado en tu vida la amistad y conversar con otras personas.
Estoy segura de que todas las personas conocen el valor incalculable de la amistad. Algo que se ha vuelto incluso más importante en los últimos cuarenta años en los que las feministas hemos pujado fuerte por convertirnos en personas que
trabajan, por encima de personas cuya vida entera gira en torno al amor. En tanto que estas luchas han sufrido constantes ataques, las conexiones amistosas se vuelven cada vez más importantes. Cada vez más una fuente de revelaciones. Simplemente no existimos sin que otro ser humano pueda dar fe de ello. La amistad creció de manera inversamente proporcional al declive del amor romántico, el matrimonio y todas esas cosas. Sin Leonard no hubiera podido escribir La mujer singular y la ciudad. Durante muchos años quise escribir sobre nuestra amistad porque me parecía un paradigma de la amistad contemporánea. Yo: la mujer singular; él: el hombre homosexual. Ambos neoryorquinos, supuestamente muy cosmopolitas. Y ahí estábamos juntos a veces de manera enfrentada, otras veces confirmando la existencia uno del otro. Pasé mucho tiempo buscando la estructura apropiada para contar esta historia hasta que me di cuenta de que nuestra amistad era un reflejo preciso de la manera en la que muchas personas habitan la ciudad hoy en día que somos muchos más que antes. En Nueva York, la mitad de los hogares están habitados por una sola persona, la mayoría mujeres. Es sorprendente la manera en la que la soledad de muchas personas se destila a través de la amistad, y este encuentro ocurre usualmente en las calles de la ciudad. Me di cuenta de que hablar de Leonard y yo suponía hablar de todas estas personas y de lo que significa ser un paseante en la ciudad hoy en día. Ya te podrás imaginar lo que significa ser hoy un paseante por la ciudad en relación con lo que era hace cincuenta o cien años. Me sentí muy orgullosa al darme cuenta de que éramos testigos de la ciudad, de lo que significa la amistad y de la manera en la que esto cristalizaba mi época, mi momento. La escritura autobiográfica, al menos en la forma en la que yo la practico, implica que uso mi vida para escribir sobre algo
más. En otras palabras: yo soy una especie de instrumento, mis emociones no son el sujeto de la historia sino un medio que utilizo para explorar otros temas. Este es un aprendizaje central que he adquirido a lo largo de todos estos años. Esto me recuerda una discusión que tuve en un grupo donde leímos tus libros y surgió esta figura del caleidoscopio como un instrumento que permite traer todas estas experiencias cotidianas para configurar un espacio que pueda mediar con el dolor que causa la intimidad, la vibración de los espacios públicos y la exquisita interacción con extraños. Todas estas cosas de alguna forma encuentran su forma al hacer girar ese caleidoscopio.
Me gusta mucho esto que dices. Esta idea del caleidoscopio proviene de los primeros movimientos feministas, en donde me di cuenta de que lo que hacíamos era precisamente eso. Veíamos nuestra propia experiencia sólo que cambiando de lugar algunas cosas, configurando patrones nuevos que emergían cada vez que tenías una nueva certeza de quién eres y hacia dónde querías llevar tu vida o de lo que no querías hacer y por qué. Aquellos primeros descubrimientos eran visionarios, pero al reparar en ello nos percatábamos de que lo que estábamos haciendo era ver nuestra experiencia cotidiana sólo que desde una perspectiva completamente diferente: las piezas eran las mismas pero estaban dispuestas de una manera alternativa. Y luego aprendí a aplicar ese concepto a mi escritura. Me parece una alegoría tan potente como cualquiera que alguien pueda encontrar al enfrentarse a la escritura autobiográfica. Me encanta. Hablando de feminismo, ahora mismo en México vemos una energía que quizá se parezca a la que experimentaste en los setenta: mujeres en las calles, asambleas de mujeres, recientemente un grupo de mujeres tomó las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y montaron un plantón a manera de protesta contra la violencia de género. Pensaba en esto de que el tránsito de una reflexión a una teoría, a una postura, a un dogma puede suceder antes de que te des cuenta. Creo que como feministas nos enfrentamos de manera habitual a muchas de las cosas que has planteado. Ya que tú transitaste por todo esto hace tiempo, me preguntaba si podías darnos alguna espece de consejo a las feministas sobre cómo hacer para reinventar la rueda y no quedarnos atrapadas en conclusiones totalizantes o dogmáticas.
Personas como yo podemos haber sido testigas del movimiento pero no somos el movimiento. Para mí un asunto central fue analizar el punto en el cual las cosas se iban por un camino equivocado. El momento en el que la reflexión original se iba transformando en una directriz de corrección política y de esta manera se volvía en un callejón sin salida, con la expulsión de todas las personas que fueran distintas. Si algo es un dogma, no está abierto a la acumulación de experiencia e información. Así que lo relevante para mí era aprender a estar siempre en guardia contra esto, y he tratado de siempre alzar la voz contra las políticas vigilantes y persecutorias, estar siempre
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en contra de la corrección política, estar en contra del dictum que delinea lo que una feminista tiene que ser y no ser, hacer y no hacer. La única forma de no caer en eso es hablar de ello, pensar sobre ello y mantener siempre la guardia dispuesta. Cuando se alcanza una ley, cuando hay un movimiento formándose, miles de personas se adhieren a ello. Nadie puede tener control sobre este flujo. Todo tipo de personas pueden acercarse por todo tipo de motivos. Le corresponde a las feministas serias mantener la mira en el objetivo que es combatir la injusticia social que implica ser ciudadanas de segunda, y no creo que esto se consiga censurando a ésta y a aquella y a la de allá. Lo que puedes hacer es leer e informarte de lo que pasó en otras épocas como la mía o la de las sufragistas del siglo xix. Verás que hay una gran diferencia entre las que fuimos activistas en la calle y las teóricas académicas. Personas como yo estamos mucho más preocupadas en establecer conexiones y no en ser puristas, de hecho me gusta ser lo opuesto a las puristas y expandir la invitación a cada mujer que se reconozca en nuestra proclama central. Ahora vivimos una época terrible, subyugada a la corrección política lo cual, como decía, me parece un asunto muy grave. Porque creo que caímos precisamente en aquello que queríamos combatir: el establecimiento de quién tiene derecho a pertenecer y quién no. Puedes decir esto pero no aquello. Para mi generación todo era nuevo y no había fórmulas sobre cómo debíamos proceder. Y por supuesto hubo momentos en los que reconocí la emergencia de dogmas o la suscripción de un proceder políticamente correcto. Pero en general era mucho más abierto y toda clase de personas eran bienvenidas a contribuir con sus perspectivas y experiencias. Ahora se siente mucho más cerrado y mucho menos generoso y mucho más inquisitivo. En Europa muchas personas hablan como tú sobre los nuevos espacios que se abren para las mujeres, pero una no puede dejar de experimentar ansiedad ante la formación de dogmas. Es la experiencia más común del mundo, es lo primero que sucede. A las personas les aterra sentir que están flotando en el aire sin reglas que las aterricen, sin que les digan cuáles son esas reglas. Es aterrador no ceñirte a ello y puede que te haga sentir que te conduce a territorios inciertos o azarosos pero es la única vía hacia adelante. Traducción de Diego Rabasa
¿En dónde está el monstruo?
Brenda Navarro
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engo cinco años, mis hermanos me dicen que hay monstruos debajo de la cama, dentro del armario o afuera en las ventanas cuando se hace de noche. Los monstruos son las sombras que se reflejan en las cortinas. No hacen ruido, pero siempre te están respirando en la nuca. Me escondo. Soy la Yo les creo. Tengo miedo. sombra que huye de Hay otros monstruos, me dice mi madre. Esos son parecidos al loco que nos pide dinero en la entrada la luz para no reflede la tienda de abarrotes, los que vagabundean por jarse en las cortinas. las calles y van hablando solos. Los que se dedican Gruño, lloro, me aislo. a robar niños: robachicos. Si hay un monstruo al que debes tener miedo es al que roba-chicos. No vuelves más. Le creo, especialmente porque me acuerdo de aquella vez en la que estábamos en un kiosco afuera de la iglesia y mientras yo jugaba en una casa del árbol, mi mamá de pronto me tomó del brazo y me llevó a las bancas, muy cerca del confesionario. Siéntate, me dijo. Y me senté y ella miraba sospechosa hacia la calle y yo le pregunté por mis juguetes y ella se tapó los labios con su dedo índice y me indicó que me callara. Me callé. Luego se hincó y se puso a rezar y yo me quedé inmóvil sin entender nada. El robachicos, me dijo. El robachicos. Yo asociaba al robachicos con un hombre blanco, alto, delgadísimo que se moneaba en el parque raquítico de árboles y de juegos al que iba con mis hermanos a andar en bici. Ese Rafa, y le mentaban la madre con silbidos los hombres del barrio que lo conocían. Pero Rafa no era robachicos, lo supe porque ese otoño mi mamá no tenía dinero para comprarnos calaveritas de plástico, ni para darnos disfraces y nos mandó con un cartón de leche a pedir dulces. Tú te quedas a mi lado, me dijo mi hermano mayor, y así iba yo detrás de él dejando que pidiera dulces por los dos. ¿Qué, no tienes para tu calavera?, le preguntó Rafa a mi hermano, y mi hermano le dijo que no, y que no estuviera chingando. Ora yo te doy para tu herma40 na, contestó Rafa. Que no, dijo mi hermano, y me agarró de la mano y me acercó más a él. Que sí, insistió Rafa, y agarró su calabaza naranja de plástico que tenía en el suelo para pedir dinero y le sacó las monedas y me la ofreció. Que no, insistió mi hermano. Que sí, dijo mi hermana, que estaba ahí, a nuestro lado y tomó el regalo de Rafa y me la dio y yo la tomé feliz y empecé a pedir dulces por mi cuenta y me dieron bombones y chicles y paletas de mano, de esas que adivinaban el futuro. Que sí, dijo mi hermana, y en dos segundos me mostró que Rafa no era un robachicos, sino un miserable como nosotros.
II
Tengo menos de veinticinco años. Vivo cerca de Parque Delta y para llegar al metro Centro Médico tengo que cruzar Viaducto y caminar todo el Panteón Francés. Lo hago todos los días, pero ese día me encuentro a Denisse discutiendo con dos policías que la están molestando porque su cuerpo no corresponde con el imaginario social de lo que es una mujer. Se burlan y la atacan y Denisse les contesta que la dejen en paz, que se quiere ir a su casa. No sé bien por qué pero me detengo a ver qué más sucede. Los policías no se dan cuenta porque hay mucho ruido, el de siempre: los puestos de ambulantes y la gente caminando sin pausa son mi escondite. Denisse es jaloneada, la quieren subir a la patrulla y ella grita que no, que se quiere ir a su casa. Entonces grito, y uno de los policías que piensa que no es observado se asusta y se encabrona. ¿Qué quieres tú?, me dice. Que la dejes en paz, que se quiere ir a su casa. Los dos ríen y Denisse se intenta zafar, no puede, ellos son más fuertes. ¿Tú qué te metes?, me dice el que la tiene agarrada. ¿Tú, por qué te metes?, le replico. ¿Qué te hizo?, le increpo. Denisse empieza a gritar: ¡Yo soy Denisse, yo soy Denisse y estos policías me quieren llevar presa! Ya no somos parte del ambiente citadino. Somos el escenario. Los transeúntes nos voltean a ver, varias mujeres se detienen. Sueltan a Denisse. Denisse se echa a correr hacia Viaducto, yo la sigo, como para verificar que está bien. Los policías se suben a la patrulla y se van. Se vuelven fantasmas. Denisse me mira de reojo, me dice gracias, manita. Y yo asiento con la cabeza. La veo meterse entre los huecos de los autos. Comprendo que Viaducto es su casa. Sé que no la he salvado de nada.
Aunque creo que sí y sigo como si nada. Me aplaudo en silencio.
III
Tengo treinta años. No hablaré de esto, pero un día, trabajando, cuatro hombres me suben a su camioneta. Lo pierdo todo, incluso cosas que no sabía que tenía y que he ido reconfigurando con el paso del tiempo. Lo reporto a la empresa, lo cuento a la gente que quiero. Me escondo. Soy la sombra que huye de la luz para no reflejarse en las cortinas. Gruño, lloro, me aislo. Pero la vida sigue y tengo que entregar lo trabajado para poder cobrar mi dinero. En la empresa me tienen esperando en la recepción. Soy un fantasma, nadie me voltea a ver a la cara. Entiendo que todos saben. Pero nadie dice nada. No te han preguntado cómo estás ni cómo te sientes. Les informo que he perdido una computadora y mi equipo de trabajo. Me dan instrucciones para que pueda comprarme lo necesario. No te han preguntado cómo estás ni cómo te sientes, me repite mi acompañante. Tiene razón. Les doy miedo. Huyen la mirada, tienen prisa en no estar conmigo, me hacen firmar algunos papeles que ya no recuerdo y salgo del edificio más azorada. Nadie me preguntó cómo estaba y cómo me sentía, era yo el monstruo del que todos huían.
IV
Le digo a mi pareja que ya no quiero vivir con él. Se lo digo varias veces pero él no me cree. Me sordea. Incluso hago planes de mi futuro en su presencia y sugiero opciones para él. Se sordea solo. No me hace caso. Yo no tengo trabajo estable, ni un plan seguro. Miro aparta-
Ilustración de Alejandra España
mentos en la zona, no me decido hasta que me decido. Que es en serio, que ya no quiero estar aquí. Él se enoja. Manotea el volante del carro, me grita cosas. Lo entiendo porque mi culpa es muy grande. Él no ha hecho nada malo, me insisto. Se va. Acepto vivir en un cuarto oscuro porque promete, dice mi amiga que jura que va a ser mi roomie, y luego días después se echa para atrás. Y entonces me prometo, digo que sí me voy y él se va de casa porque quiere dramatizar y yo le cuento a mis amigos y uno de ellos lleva su auto y llenamos bolsas de plástico con mi ropa. Nos vamos. Desaparecemos. No vuelvo. Quizá un año después, cuando hay que cerrar el contrato de renta en el que figurábamos los dos. Cuando él me ve, sonríe y me saluda y se hace el amable y dice que le va fenomenal. Le digo que me alegro. Es mentira, no podría importarme menos. Me robaste muchos años, me dice. El de la inmobiliaria me mira con actitud reprobatoria. ¿Dónde está el monstruo?, me pregunto. Y salgo de ahí dejando los fantasmas que él quiere invocar. Ya no tengo 5 años, sé que todos somos monstruos esperando a ser vistos para asustar. Somos nosotros mismos respirándonos en la nuca. Todos tenemos miedo.
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Cuando las metáforas
se desbocan Claudina Domingo
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l 8 de diciembre de 1980 un hombre se aproximó a John Lennon y le pidió que autografiara un disco. Horas más tarde, por la noche, el sujeto volvió y le pegó cinco tiros. Cuando el individuo fue capturado, cargaba un libro en el que había anotado unas pocas palabras. El libro en cuestión era El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger. Mark Chapman (célebre desde en¿Cuál es la metáfora en el tonces por asesinar a alguien más famoso que Jesucristo) diría después: «La mayor asesinato de un pacifista a parte del tiempo soy Holden Caulfield, el manos de un hombre soliresto del tiempo debo ser el diablo», y eso es lo más cerca que estuvo de crear una fra- tario y «confundido»? La se literaria. No necesitaba mucho más, hay biografía y la carrera artísque decirlo, después de forzar realidad y ficción en un acontecimiento que no era tica (o musical o mediática) guesas. Lo que resulta es una hilarante un asesinato cualquiera, sino el homicidio de John Lennon era ya una metáfora sobre la soledad existencial de quien se esforzó en crear, a través de su con momentos casi cinematográficos música, lo mismo un manifiesto de rebel- historia excepcional. (y famosos también ahora), como la día que uno de conciencia del dolor humaobsesión del protagonista en torno al no, la necesidad de empatía particular y de paz mundial. Lo destino de los patos de Central Park en invierno. Novela exisparadójico de todos estos elementos los hace casi extraoditencial disfrazada de novela de formación o novela de ininarios: ¿cómo se convierte una novela de aprendizaje en el ciación devenida en reflexión filosófica, El guardián entre el detonante de un asesinato? centeno atormenta brevemente al lector cuando parece que La respuesta más lógica (por sencilla) es que Chapman ha«de verdad» el joven Caulfield lo mandará todo a la mierda y bría podido leer lo mismo el Cantar de los Cantares, Mujercitas se convertirá en un paria vagabundo. Pero esto no dura muo Adiós a las armas si lo que le urgía era un detonante para la cho: al final, la soledad gana una partida al mismo tiempo que psicosis. Y puede ser, pero eso no evita la tentación de releer salva un final «feliz»: el joven problemático y educado en la El guardián entre el centeno en busca de «la clave» que incita a ironía termina en un hospital mental de donde saldrá (en un la propia autodestrucción y la destrucción de los otros. Antes futuro narrativo oculto) para reincorporarse a una vida burque J. D. Salinger, Scott Fitzgerald había escrito una aparente guesa en el otoño. novela de iniciación, A este lado del paraíso (1920), con un trasLo primero que nos enseñan en la escuela es que la literafondo oscuro y nihilista. La novela de Fitzgerald, sin embargo, tura es «de imaginación». Algo tiene de endeble el postulado tenía en su estudiante protagonista a un joven culto y agudo, porque nos lo repiten después, en la universidad o los críticos un artista en potencia, que buscaba (casi perseguía) los abisliterarios: estamos ante la «representación» que hace el autor mos de los que era, al fin y al cabo, un diletante. de un mundo más o menos parecido al verdadero. El proEn contraposición, Holden Caulfield es un muchacho más blema es que las metáforas pueden ser muy poderosas, y no joven, con una mente mucho más modesta, traumatizado por únicamente por su capacidad para aprehender las pulsiones la muerte de su hermano menor (e inconsciente del poder (y compulsiones) de una época, sino por la enorme facilidad de destrucción de una muerte próxima). En un periplo más con que proponen diégesis o argumentos «totales», redondos, bien patético por las calles de Nueva York, el protagonista radicales. El guardián entre el centeno (1951) se «adelantó» a su busca distraerse del vacío de la muerte en una variedad de época al representar a una sociedad de hombres (y mujeres) encuentros que lo muestran lo suficientemente escarnecido inmersos en una soledad devastadora al mismo tiempo que por el dolor pero lo bastante mimado (y propenso a escandaemocionalmente inmaduros: una sociedad estadounidense lizarse) como consecuencia de una vida y una educación burparca en los afectos, esclavizante económicamente y generosa
Ilustración de Jorge Varela
en armas y cárceles. (Lennon bromeaba diciendo que los estadounidenses usaban las armas como extensiones de los brazos). ¿Cuál es la metáfora en el asesinato de un pacifista a manos de un hombre solitario y «confundido»? La biografía y la carrera artística (o musical o mediática) de John Lennon era ya una historia excepcional. El chico con talento que salió de un barrio bajo de una ciudad inglesa gris y se convirtió en una estrella del rock and roll. El músico lo bastante astuto como para apegarse a un rock and roll americano con tonos de pop, pero lo suficientemente ambicioso como para ser original y atrevido en una década llena de artistas originales y atrevidos. El rockstar irreverente, arrogante y agresivo que, sin embargo, parecía casi un intelectual seductor. El hombre que borró del mapa a los Beatles y los sesentas de un solo golpe para dar discursos pacificistas medio ingenuos metido en una cama junto a su «misteriosa oriental». Lo que salvaba a John Lennon de la caricatura y la charalatanería era su aguda conciencia de ambas. A la distancia, y después de haber visto o participado ad nauseam en festivales infantiles con «Imagine» de fondo, una balada como esa podrá no impresionarnos, pero estaba inspi-
rada no sólo en el discurso antibelicista de la época, sino en el fuerte resentimiento social que Lennon sentía hacia los «guardianes» del poder, sobre todo en la figura de policías y militares, no sólo porque garantizaban el statu quo sino por su carácter de instituciones sociales que sólo sirven para autopreservarse. Además, John Lennon tenía la paradójica e incómoda capacidad de ser al mismo tiempo showman que testigo y cronista de sus espectáculos. Sabía que él era, hasta cierto punto, una representación del artista y el showman: «Imagine es un gran hit en casi cualquier lugar —es una canción antirreligiosa, antinacionalista, anticonvencional y anticapitalista—, pero es tan aceptada sólo porque está edulcorada. Entiendo de qué se trata: envolver tu mensaje político en un poco de miel». Para 1980, John Lennon volvía a escribir música y letras: la carismática música pop con toques de rock y ese aire de desgarramiento que también reconocía la alegría. Seguía hablando hasta por los codos de política y sobre sí mismo, con el aire de quien sabe que su personaje es uno de los principales de su época, que su personaje es importante para la trama y que sus diálogos deben estar a la altura de ese drama que sí, es un drama pese a las ironías inglesas. Había, incluso, cursado su diplomado en esposo feminista que cocina y cuida a su hijo. Y seguía hablando y escribiendo y cantando a Yoko Ono; a la mujer que (lo dijo mil veces) le había enseñado a amar. Era un guion peculiar, es cierto: rockstar atormentado por la orfandad conoce el amor, la felicidad, sobrevive a la ruptura de su grupo musical y vuelve del silencio artístico con el talento y la autocrítica intactos. Era un guion demasiado peculiar como para ser una metáfora. Mark Chapman estaba bastante convencido de que él era Holden Caulfield, el perfecto solitario monologando con una posteridad o un lector testigo que recordaría su último recorrido por Nueva York antes de la capitulación final, antes de ser recluido en otro encierro solitario sin oportunidad de comprensión… A veces, la ficción se parece a la realidad; a veces la representación es demasiado convicente y las metáforas son tentadoras; los personajes, incluso, se vuelven nuevos, modernos arquetipos. ¿Es el poder de las palabras o el que las lee es quien les otorga poder? Para una generación, el 8 de diciembre de 1980 representó el abrupto fin de un guion que parecía comenzar (o recomenzar): el ya conocido amigo crítico y exasperante de los sesentas y los setentas volvía a la música y al espectáculo. Unos meses antes decía en entrevista: «Mahatma Gandhi y Martin Luther King son dos ejemplos de pacifistas que murieron violentamente. Nunca he entendido qué significa que te disparen siendo pacifista». Por supuesto que lo peor de esta afirmación es que sigue sin respuesta, o sus posibles respuestas resultan devastadoras, entre ellas que un asesinato es tan posible como otro y que lo único que se necesita es imaginación (y ni siquiera demasiada) para llevarlo a cabo. Así pues, lo verdaderamente complicado resultaría imaginar la vida fuera de la violencia y de la opulencia metafísica de la tragedia. 43
siembra 8 pablo soler frost drawing room siembra 12 parte 2 miguel calderón amenaza cocotera siembra 13 salón silicón SEX: SEXwork siembra 14 galería agustina ferreyra ad minoliti y zadie xa siembra 15 roberto gil de montes misfits siembra 16 daniel guzmán el hombre que debería estar muerto pero resucitó a otra vida
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Ana Negri entrevista a
Margo Glantz a propósito del libro
Cuerpo contra cuerpo Al leer tus ensayos, me parece encontrar un vínculo muy estrecho entre la investigación y la escritura de ficción. En los ensayos que podríamos considerar más académicos no deja de percibirse la veta narrativa que indaga en la palabra, en los textos, y descubre secretos cifrados en la escritura, mientras los ensayos más personales guardan saberes y detalles eruditos que enriquecen tu narración. ¿Cómo concibes tú esa relación entre la investigación y la escritura de ficción? ¿Cómo te aproximas al ensayo?
Siempre he pensado —y lo he escrito en numerosas ocasiones— que entre el ensayo y la ficción hay vasos comunicantes. Es obvio que cada uno de esos géneros exige distintas estrategias para abordarlos. Sin embargo me ha sido fácil —y casi sin advertirlo— deslizarme de uno a otro como si fueran excesivamente cercanos. Es más, en mi ficción hay largos trozos ensayísticos y en mis ensayos siempre interviene la ficción, a veces de manera subrepticia, en otras directamente. Quizá se deba a mi cercanía con la docencia, cuyo ejercicio exige recurrir a la erudición, pero también a la improvisación, a la digresión, a las asociaciones, a la imaginación, a menudo de manera espontánea y necesaria: no en balde soy profesora de literatura. No podría hacerlo a satisfacción si no estuviera en contacto con otros ámbitos de la cultura, del arte, de la historia, de la política, y de la vida cotidiana. Lo he hecho en mis clases tanto en la unam como en otras universidades del extranjero: Yale, Princeton, Harvard, Berkeley, Düsseldorf, Viena, Alicante. Y ese ejercicio de más de sesenta años influye en la escritura, así sea de ensayo o de ficciones propiamente dichas. Muchos de mis escritos, incluso algunos de los que aquí se compilan, han sido publicados en revistas culturales y aun en revistas de modas como Vogue, o han sido escritos también para la radio o para mis columnas de Unomásuno o La Jornada y últimamente para las redes sociales. Para La cabellera andante tomé varios de mis artículos semanales publicados en el Unomásuno, por ejemplo y en Por mirarlo todo, nada veía influyó mucho mi cercanía con el Twitter. Sabemos que en tus inicios como profesora dabas clases de Historia del Teatro, de los siglos de oro y que por muchos años escribiste crítica de teatro para el periódico Unomásuno. ¿Cómo crees que esa experiencia se haya colado en tu escritura? ¿Qué lugar ocupa el teatro, sus dinámicas y propuestas en tu escritura?
45 Cuando cursé mis estudios para la carrera de Literatura Inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam seguí al mismo tiempo los cursos de Historia del Arte, Filosofía e Historia y algunos de teatro, antes de que en la Facultad se instituyera la carrera de Letras Dramáticas, específicamente con el profesor Allan Lewis, deportado por el macartismo de eu a México. Este curso fue importantísimo para mí, gracias a ese profesor que había tenido un papel importante en el teatro norteamericano de los años cuarenta en su país, tuve la oportunidad de visitar el Actor Studio de Nueva York. Luego en París —donde hice mi doctorado de 1954 a 1958— tuve ocasión de ver muchísimo teatro, por ejemplo el Teatro del Absurdo que entonces empezaba con Beckett y Ionesco, o asistir a las representaciones del Théatre National Populaire o del Teatro de las Naciones. También empecé a leer a Barthes con uno de sus textos de entonces: Sur Racine. De regreso a México y debido a que a Lewis le aplicaron el 33 por «sedicioso», me dieron su cátedra en la FFyL y durante varios años impartí Historia del Teatro Griego y Latino y Teatro de los Siglos de Oro. Cuando Héctor Azar inició su proyecto de teatro en Coapa lo acompañé: ambos compartíamos los mismos alumnos en distintas asignaturas en la Preparatoria 5, y luego cuando él fundó el cut fui una de las maestras desde 1962; asimismo, con José Luis Ibáñez di cursos en el Centro de Teatro Clásico que él dirigía. De 1959 a 1966 escribí reseñas teatrales en diversos suplementos culturales y en Radio Universidad. Escribí dos radionovelas, adaptando La hija del judío de Justo Sierra O’Reilly, y Monja y casada, virgen y mártir de Riva Palacio, trabajadas en mis clases de Literatura Mexicana del siglo xix de la FFyL para Radio Educación y Radio Universidad; traduje Pulgarcito el Grande de Henry Fielding, que puso en escena Juan José Gurrola, y Marat Sade de Peter Weiss, para la puesta en escena de Juan Ibáñez. Traduje obras de Tennesse Williams y de Ghelderode para la radio. Aunque no sé realmente con precisión si esa cercanía con el teatro haya influido directamente en mi obra de ficción, sirvió —eso sí— para mis clases y para algunos de mis ensayos, algunos de los cuales aparecen en esta compilación tuya.
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Cuerpo contra cuerpo Margo Glantz Edición y prólogo de Ana Negri Ensayo Sexto Piso Coedición con Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa 2020 • 688 páginas
La amplísima variedad de temas, autores, contextos y tiempos que abordas en tus ensayos es deslumbrante. Revisas con igual soltura y agudeza personajes clave de la Conquista y la Colonia, obras de la literatura mexicana del siglo xx u obras de teatro, películas o exposiciones de arte. Entre toda esa enorme gama de escenarios y personajes, la constante más recurrente parece ser el cuerpo y su relación con el lenguaje. Me gustaría que nos hablaras un poco sobre cómo entiendes esa relación, sobre lo que en ella te ha fascinado a lo largo de los años.
Cuando estudiaba y enseñaba los villancicos de Sor Juana Inés de la Cruz dedicados a la Virgen María me asombraba y fascinaba cómo la jerónima hacía de la Madre de Dios una consumada cirquera, representándola en continuo ejercicio de ascenso y descenso del cielo hasta la tierra, malabarismo que se pensaría no debería atribuírsele a esa tan sagrada figura. Es evidente que no pretendo cometer el sacrilegio de compararme con la Décima Musa, pero puedo recurrir a ella para explicar en parte esos saltos inesperados que mi ejercicio escriturario parece realizar. En realidad, en esta voracidad que me caracteriza, en esta interesada y constante disposición a revisar todo aquello que me llama poderosamente la atención hay siempre un tema recurrente: mi fijación en el erotismo y en el cuerpo, dato que es comprobable simplemente con revisar el índice de esa compilación. En varias ocasiones has mencionado esa maravillosa biblioteca de literatura erótica que tenía tu padre y el acceso que tuviste a ella desde temprano que, de alguna manera, te permitió entrar a la literatura por la vía de la transgresión ¿Cómo determina esa experiencia tu escritura, tus intereses, tu ojo como lectora?
No sé si la biblioteca de mi padre era esencialmente erótica, no puedo recordarlo, creo que no. En ella leí a Julio Verne, a Dumas, a Ponson du Terrail, a Salgari, autores no específicamente eróticos. No sé tampoco por qué mis lecturas me ocasionaron desde adolescente esa obsesión, lo que sí creo saber es que en una biblioteca circulante de una organización a la que ingresé cuando cumplí 15 años leí Palmeras salvajes, de Faulkner, traducida por Borges, muy lejano él mismo a esos
temas que me parece por lo general siempre eludió, y asimismo leí Santuario, del mismo autor, uno de los libros más violentos y mejor escritos que he leído y que no he podido volver a leer, pero que dejó una huella indeleble en mi imaginario, y lo subrayo, aunque parezca un toque melodramático. En ese libro y en otro que leí más joven, intitulado Al borde del abismo del cual no recuerdo en absoluto el autor, seguramente se trataban temas eróticos que no comprendía y me inquietaban. Y ahora que me lo preguntas, hago una asociación que nunca había hecho: recuerdo un incidente ocurrido cuando tenía trece años, en que mis padres me castigaron porque creyeron falsamente que habían tenido un amorío peligroso con un joven de dieciocho años: estuve encerrada en una habitación durante varios días y con un ejemplar del Quijote como único texto para entretenerme, mismo que después me costó mucho trabajo leer, pero lo he hecho, como puede probarse por el ensayo que aparece en este libro y que le da título a esta antología: Cuerpo contra cuerpo. Esa experiencia me dejó una vaga y constante conciencia de culpabilidad, sin que supiera nunca realmente bien a bien de qué era yo culpable. Habiendo tocado el tema del erotismo, es casi inevitable tocar otro asunto que visitas frecuentemente en tus ensayos y que tiene que ver con el lenguaje y los cuerpos que sufren, los cuerpos maltratados. Pienso en primer lugar en La Malinche y en el Quijote, pero también en Antonin Artaud o en Paul Celan. ¿A qué responde esa inquietud a la que vuelves una y otra vez?
La crueldad está presente en nuestra vida cotidiana de manera cada vez más ominosa. De adolescente me tocó vivir una experiencia muy fuerte: en 1939 un grupo de nazi-fascistas llamados los Camisas Doradas intentó linchar a mi padre por su apariencia flagrantemente judía. Ese mismo año empezó la Segunda Guerra Mundial y, aunque no de manera muy difundida, los campos de concentración eran ya un hecho. A medida que la guerra avanzaba, se iba sabiendo su terrible alcance; mis padres se salvaron porque emigraron a México en 1925, pero muchos de mis parientes sufrieron mucho durante la guerra —en la Unión Soviética, por ejemplo— y tuve compañeros de escuela que habían logrado escapar y que tenían tatuados los antebrazos. La idea de que hubiera podido ser una de tantas jovencitas que fueron exterminadas en Auschwitz u otros campos siempre me atormentó y me hizo sentir como una sobreviviente, fantasma que suele perseguirme hasta la fecha. Por ello he trabajado y leído mucho sobre los fascismos y a Hannah Arendt. A Paul Celan, a Jean Améry, a Primo Levi, a Walter Benjamin y antes y siempre a Kafka. Destino que de alguna manera parece empezar a redibujarse ahora.
En esa misma línea de la crueldad, y pensando en nuestra sociedad actual, es difícil no detenerse en la trata de personas, en los feminicidios y en la violencia que se ejerce en todo el mundo contra las mujeres, pero que en nuestro país alcanza unos niveles escalofriantes no sólo en términos de la incidencia de las agresiones, sino también de la impunidad con que se cometen los más terribles actos de violencia y crueldad. Desde tu trabajo como escritora, incluso en tus ensayos más tempranos, siempre que encuentras una oportunidad para denunciar o para evidenciar la violencia y la injusticia contra las mujeres, la aprovechas. Una muestra clarísima es tu ensayo sobre las monjas de la época de la colonia y los martirios por los que pasaban para acercarse a Cristo. Me parece que a través de tu escritura invitas a deconstruir esa idea tan arraigada en México de que el cuerpo de las mujeres debe sufrir. ¿Qué dificultades has tenido a lo largo de tu trayectoria a causa de esta vocación que no sé si tu misma llamas feminista? ¿Cómo ha marcado tu escritura ese compromiso?
Mi obsesión por el cuerpo ha sido una constante toda mi vida y es evidente en mi escritura ensayística y en la de ficción, así como en mi enseñanza. Virginia Woolf decía que la mujer puede solamente ser libre si dispone de un cuarto propio e independencia económica, pero es también obvio que una mujer no será nunca totalmente libre si no dispone también libremente de su propio cuerpo, de su derecho a decidir sobre él, de su derecho a no sufrir ningún tipo de violencia, como
la que sufren muchas mujeres o la violencia autoinflingida de las monjas que intentaban pasar a la historia persiguiendo la santidad. Por último, y en relación con otros vínculos sociales y políticos importantes que estableces en tu escritura, me gustaría que nos hablaras de Twitter. ¿Qué posibilidades has encontrado ahí como escritora? ¿Qué límites te ha permitido franquear, cuáles te ha impuesto?
Como lo he declarado reiterativamente, frecuentar el Twitter me interesó como un medio creativo y como la posibilidad de expresar en breves frases algunas de las ideas que se me ocurren diariamente y no tienen cabida en otro sitio, para ejercitar la ironía y el humor, para comentar cosas que me parecen fundamentales del acontecer diario, la ciencia, el cambio climático, las aberraciones políticas, etc, para difundir, retuiteándolas, noticias que creo pertinente compartir y resaltar. Para tratar de entender el rampante narcisismo que a menudo constatamos en todas las redes sociales, quizá aún más en el Facebook. Es un vicio, en realidad: no escribir por lo menos un tuit diario me parece casi un pecado mortal, pero también me agota, y muchas otras formas de lo virtual me parecen abominables y con la pandemia experimentamos un hecho singular: empezamos a perder el cuerpo cada vez más violentamente, nos convertimos en fantasmas hologramizados.
Are you sure? Eduardo Rabasa Asunto que nos extraería al fin de esa ineluctable condición arcaica, tan violenta, irremediablemente asociada a lo que pudiéramos entender como «lo mexicano». Sólo que la fiesn el documental de Slavoj Žižek A Pervert’s Guide to Cita de los yuppies tecnocráticos egresados de Harvard y el mit nema se analiza la famosa escena inicial de Blue Velvet, en se vio aguada con la aparición en la misma fecha del Ejército donde el padre del protagonista riega apaciblemente su jardín Zapatista de Liberación Nacional y su declaración de guerra perfecto, en su casa perfecta, bajo un sol perfecto en el idílico al gobierno desde las montañas del sureste mexicano: se impueblo de Lumberton, North Carolina, en donde todo reluce ponía ineludible la presencia de aquellas formas de vida que el inocencia y felicidad… hasta que le viene un repentino infartlc estaría llamado a extinguir. Como es conocido, el mensaje to masivo. En ese momento la toma sigue al padre colapsado del ezln dio la vuelta al mundo, conectando con millones de en el suelo, pero no se detiene ahí, pues sipersonas que tácitamente rechazaban gue bajando hacia el inframundo que existe Compuesta en un pequeño la deslumbrante hipocresía de una vida debajo de la brillante respetabilidad burorganizada en torno a la acumulación y guesa, para llegar a unas viscerales criatu- sintetizador que Jarvis el consumo (con sus respectivos correras royendo en la oscuridad del subsuelo. compró por prácticamente latos de explotación y miseria masiva). Žižek lo equipara con «lo real» lacaniano, Un año después, en 1995, aparecería lo inconsciente, donde se incuban los de- nada en una tienda londien Inglaterra un terremoto musical bajo seos y fantasías que escapan a la rigidez de nense, «Common People» la estela de los últimos años del thatla apariencia respetable, esos que por más cherismo, encarnado por John Major, que la sociedad se empeñe en negar con devendría en un himno que estaba por dar paso a Tony Blair y sus exigencias de éxito y normas de buena en el que la historia de la su «tercera vía», aquella que anunciaba conducta, irrumpen una y otra vez para reel fin de la lucha de clases, auspiciado cordarnos que las cosas no son tan sencillas millonaria chica griega por las bondades universales del libre y que, de todos modos, no queremos que que anhela experimentar mercado: el Different Class de Pulp. Álsean tan sencillas. Tanto a nivel simbólico bum temático imposible de escuchar como real, es a menudo en los submundos la vida de los de abajo es más que como un todo, en donde cada y los márgenes donde termina sucediendo recitada en versos susurra- una de sus partes desempeña un rol cruaquello que dota de mayor vitalidad a la cial para pintarle un gigantesco y muexistencia humana, en contraste con la sosa dos, con un sintetizador de sicalmente festivo dedo a ese mismo comodidad ofrecida por la aspiración a un fondo que ya anticipa la paraíso que los banqueros de la City de elevado estatus socioeconómico, al que en Londres procuraban endilgar a la totalicualquier caso la enorme mayoría de la so- melodía vocal plasmada en dad de la sociedad inglesa, canjeando el ciedad no conseguiría jamás acceder. la explosión épica del coro. «No future» del punk por una velada en En términos históricos, el 1 de enero de compañía de «The young and the beau1994 ofreció un paralelismo similar en el contexto mexicano. tiful», gastando una fortuna en un gastro pub para regodearse Era la fecha de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comeren las maravillas a las que permite acceder el hedonismo de cio de América del Norte que crearía una alianza comercial, los derivados financieros. económica y cultural entre México, Estados Unidos y Cana*** dá, misma que se pretendía destinada a depositar a nuestro país en el paraíso neoliberal del imperio del libre mercado. Different Class abre con «Mis-Shapes», una potente declaración de principios en donde los marginados y desclasados que quieren ir al centro de la ciudad pero temen ser golpeados «Just for standing out/Now really?» (en el documental The Making of Common People, Jarvis Cocker cuenta que es justo lo que le sucedía en su natal Sheffield), de todos modos Para Z.
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you/ seeing through your petty lives». A la manera del Mr. Ripley de Patricia Highsmith, estudia y aprende minuciosamente los modales y las maneras de aquellos a quienes desea suplantar, infiltrándose en su recámara para fornicar con su mujer mientras se fuma sus puros y se bebe su costoso brandy, anhelando ser sorprendido en el acto por el marido (no hace falta imaginar quién ganaría la pelea subsecuente, ni tampoco quién terminaría encarcelado). Se trata de una estrategia de supervivencia, donde incluso lo sexual se inscribe en una lucha de mayor talante: «It’s not a case of woman v. man/It’s more a case of have’s against havent’s». La fantasía pirómana de hacer estallar en mil pedazos el paraíso de los ricos aterriza de manera más descarnada el divertimento ante el patetismo de la élite que se expresara en «Common People».
Ilustración de José Hernández
anuncian que están ahí, y que no piensan irse a ninguna parte. Quieren los hogares, las vidas y aquello que les prohiben los ricos que los desprecian, pero la estrategia para suplantarlos es no-violenta: «We’ll use the one thing we’ve got more of/ That’s our minds». Al igual que los zapatistas, se dan cuenta de que la olla de oro que espera al final del arcoíris neoliberal no es más que un timo: «That the future that you’ve got mapped out/ is nothing much to shout about, hahaha». El clímax final donde se enfatiza coralmente «Yeah, that’s our minds» sitúa claramente las prioridades del antagonismo social que recorre prácticamente todo el disco. Sigue «Pencil Skirt», donde pronto se postulan las posibilidades sexuales y eróticas como vehículo para llevar a cabo la venganza de clase. Ahí, Jarvis canta sobre acostarse con una chica comprometida con alguien quizá más adecuado socialmente, pero por lo mismo destinado a no poder satisfacerla: «I’ll be around when he’s not in town/I’ll show you how you’re doing it wrong». Aparece de nuevo la referencia al punto de vista privilegiado de los submundos («If you look under the bed/Then I can see my house from here»), con una subrepticia mención a la añoranza que le producirá a la chica el hecho de que jamás podrá conocer dichos submundos («I only come here, cos’ I know it makes you sad»). Esa misma idea, más elaborada, es el fundamento genial de la canción que se convertiría no sólo en la más emblemática del disco, sino posiblemente de toda una época, el siguiente track de Different Class: «Common People». Compuesta en un pequeño sintetizador que Jarvis compró por prácticamente nada en una tienda londinense, «Common People» devendría en un himno en el que la historia de la millonaria chica griega que anhela experimentar la vida de los de abajo es recitada en versos susurrados, con un sintetizador de fondo que ya anticipa la melodía vocal plasmada en la explosión épica del coro. Sin embargo, es una épica que quizá decepcione a la chica millonaria, pues resulta que la common people se dedica simplemente a fracasar, a perder el control de su vida, mientras fuma cigarrillos, juega billar y coge: «Because there’s nothing else to do». Pero no es poco. Y el hecho de que este nihilismo del desclasamiento catapultara a Pulp a la fama mundial es en sí mismo un comentario acerca del carácter paródico de «Common People», expresado por ejemplo con: «The stupid things that you do/Because you think that poor is cool». Y es al mismo tiempo un himno acerca del poder universal de la música y el baile como refugios de una realidad predicada en el encumbramiento de personas como la chica griega, que tan desesperadamente busca salir de su jaula de oro a lo largo de toda la canción. Convergen estas dos grandes vertientes, sexo y política, en la que no sólo es mi canción favorita del disco, sino probablemente de todo lo que haya escuchado de Pulp, «I Spy». En la que Jarvis fantasea nuevamente con la venganza de clase a través del sexo ilícito con una mujer acaudalada, y con el reconocimiento como igual por quienes no le han dirigido ni la mirada: «Can’t you see the giant who walks among
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¿Y qué lugar queda dentro de esta lúdica distopía de clase para ese misterioso F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.? Parecería ser, junto con las drogas, la única posibilidad de olvidar así sea momentáneamente el conflicto de fondo que define en buena medida la puesta en escena social. Sin embargo, no será la variante cursi del amor romántico escenificado para las cámaras (como en la boda retratada en la genial portada del disco): puede convertirse en un bonito recuerdo de un amor no correspondido, con la chica popular del colegio, como sucede en «Disco 2000». Este segundo himno bailable del Different Class es tan festivo que hasta admite que la chica lleve al futuro encuentro del año 2000 al bebé que procreó con quien sí decidió casarse. No hard feelings. O está el amor carnal que canta el Jarvis voyeur de «Underwear», como una atracción erótica casi inevitable pero, de nuevo, no en el sentido romántico sino, como aparece precisamente en «F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O. V.E.»: «But this isn’t chocolate boxes and roses/It’s dirtier than that». Pues a lo largo de toda esta subtrama amorosa resuena la interacción entre azar y destino («Why me?/Why you?/Why here?/Why now?»), expresada con toda claridad en la balada de base acústica «Something Changed», de la que el propio Jarvis expresara en su concierto de 2017, en el festival de Reading: «This is the most romantic song we ever managed to write». En ella, gran parte de la celebración del amor consiste en la conciencia de su carácter contingente, de que el flechazo podría perfectamente no haberse producido, por algo tan inocuo como mejor decidir ir al cine y terminar cantándole esa canción de amor (que se canta a sí misma) a alguien más. Ah, y también nos queda el escape de las drogas. Así como en 1995 la rave culture británica se encontraba ya en su fase descendente, las dos canciones del Different Class que abordan el tema, «Sorted For E’s & Wizz» y «Bar Italia», terminan en aquel bajón estrepitoso que todo consumidor regular de drogas conoce bien. En la primera, tras un rave del cual se enteran gracias a las radios pirata (cuya importancia cultural ha resaltado gente como Mark Fisher), Jarvis, tras perder a sus amigos, teme haber dejado parte de su cerebro en un campo de Hampshire. Y podríamos imaginar «Bar Italia» como la continuación de madrugada de esa misma noche, donde acude a culminar la farra con una acompañante que se encuentra en un estado tan deplorable que, si derribaran el pequeño bar donde cuelgan chorizos, ubicado en el SoHo londinense: «It would still look much better than you». Pero ni la recurrente pérdida del cerebro («Oh, what did you lose?/Oh, It’s ok, it’s just your mind»), ni la confusión de la madrugada, impedirán que todo vuelva a comenzar de nuevo, de preferencia la próxima semana: «If we get through this alive/I’ll meet you next week, same place, same time».
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El pasado mes de octubre se cumplieron veinticinco años de la aparición del Different Class, pero a partir de los cambios en la narrativa y realidad sociopolítica occidental, bien parecerían mediar siglos. En aquella época, los Bill Clintons y Tony Blairs del mundo nos contaban exultantes que, contrario a lo que postulaba esa vieja izquierda rancia con sus conceptos de antagonismo de clase y demás patrañas ideologizadas, el libre mercado y el comercio global nos permitían la posibilidad de por fin habitar sociedades donde todo el mundo fuera guapo, afluente, cool, y equiparara su fortuna con el tamaño de su visión emprendedora. Nos encontrábamos en la cúspide de la arrogancia de la clase tecnocrática-gerencial, completamente convencida de haber traído un Brave New World de armonía corporativa, donde cada cual ocuparía pacíficamente el lugar que sus aptitudes le asignaran dentro de la gran fábrica global. Con la ventaja que concede la retrospectiva, ahora sabemos que dicha fantasía terminó más por ser un sueño húmedo de la tecnocracia dirigente, que tuvo un primer violento despertar con la crisis financiera de 2008. Algunos años después, ese antagonismo de clase con el que en 1995 todavía Pulp podía ponernos a cantar y bailar, continuó sedimentándose a partir de una realidad económica cada vez más brutal, en buena medida por el desmantelamiento de lo que quedaba del Estado de bienestar, que culminaría (aunado a varios factores más) para Gran Bretaña (y Europa) con el Brexit, y para Estados Unidos (y el resto del mundo) con Donald Trump. En ese sentido, como sucede con las obras clásicas, el Different Class ha cobrado una vigencia renovada, que a la distancia parecería haber profetizado que, de seguir por el mismo camino, lo inevitable sería algo tan desastroso como la realidad actual, signada entre muchas cosas por el nihilismo de las fake news y los hechos alternativos, como si fueran un gran fuck you implícito a la lustrosa alternativa del idílico jardín de Blue Velvet. Pues como ha quedado claro, en realidad el jardín sólo podía ser disfrutado por unos pocos, mientras el resto parecía destinado a poder contemplarlo, en el mejor de los casos, cuando no a podarlo y cuidarlo por unos cuantos dólares, todo con el fin de poder subsistir another day. O, cantado de otra forma más sutil por Jarvis en «I Spy»: «Take your year in Provence/And shove it up your ass».
Psycho Killer
Carlos Velázquez @Charfornication
Mis discos pandémicos ¿Existe lugar para el amor dentro de la pandemia? ¿Y para la música? La respuesta es sí. Aunque durante el confinamiento hubo pasajes de este 2020 en que no tenía cabeza para nada, me enamoré perdidamente de algunos discos. Aquí van algunos de lo que me pegaron duro y otros no tanto.
idles – Ultra Mono
Para mí éste es el disco del año. Los dos álbumes anteriores de la banda me resultaron pasables, pero Ultra Mono superó cualquier expectativa. Desde la primera escucha supe que estaba ante todo un acontecimiento. Y conforme me fui enganchando constaté que en efecto se trataba de un discazo. El punk no ha muerto. Ultra Mono es la prueba. Hacía muchos años que un disco no me hacía entusiasmarme tanto, como cuando era adolescente. Conforme pasan los años uno tiende a adquirir cierta inmunidad respecto a la música. Es más complicado que algo te vuele la cabeza. Hace poco leí un estudio que decía que después de los cuarenta cada vez escuchamos menos música nueva. Una idea parecida sobrevuela la primera página de La vida después de Dios de Douglas Coupland. No voy a refutar esta teoría, pero tampoco la desmentiré. Sin embargo, creo que el contacto permanente con la música te vuelve un escucha exigente. Es difícil que algo te sorprenda. Es la razón por la cual la gente de mi generación está menos abierta a las bandas emergentes. Ultra Mono es un disco de factura perfecta. Y sé que esto se repite a menudo. Pero en este caso esa perfección es plenamente palpable en las trece rolas que conforman el álbum. Una marea de energía que te golpea un track sí y el otro también. La furia que despide es algo que no se escucha en la música en estos días. El frenetismo de idles es único. Quizá el único defecto que le encuentro es que por momentos John Talbot, el vocalista, intenta cantar como Johnny Rotten. Imita bien la voz del ex Sex Pistol, lo que podría ser un defecto o una virtud, depende de cada uno. He escuchado este disco una y otra y otra vez. En loop. Es un disco que no te cansa. Una inyección de adrenalina sonora.
The Strokes – The New Abnormal
The Strokes ha sido una banda en crisis permanente. Desde la salida de «Last Nite» había luchado contra la maldición del One Hit Wonder. No porque no hubieran tenido otro éxito. Porque consiguieron lo que muy pocas bandas de los dosmiles lograron: la canción perfecta. La melodía pegajosa que se convirtió en himno generacional. Tres minutos que
Ilustración de Blumpi
contenían en sí mismos la historia entera de la música. Una proeza que no cualquiera puede realizar, no está de más aclarar. Desde entonces se habían dedicado a dar bandazos. Con más o menos fortuna de un disco a otro. En ocasiones cayendo en la McFood Music. Se compraron la imagen de destroyers. Salir a tocar drogados, cancelar presentaciones, bajarse del escenario a medio show, etc. Que madurar se antoja improbable. Para qué crecer. Esa parecía su filosofía. Se encontraban bastante cómodos en su papel de malditos. The New Abnormal es un regreso de oro. Y le compite a idles por el puesto número uno en lo mejor del rock del año. Uno de los responsables es Rick Rubin. El Rey Midas de la producción. Sus credenciales son apabullantes. Red Hot Chili Peppers, Beastie Boys, Johnny Cash, Tom Petty, lcd Soundsystem, son algunos artistas que forman parte de su cartera de clientes. Si algo le urgía a The Strokes era una visión externa que los hiciera salir de sí mismos. Que con-
solidara esa promesa que llevaba dormida casi dos décadas. Aunque parezcan y se comporten como adolescentes, los miembros de la banda son ya cuarentones. Y precisamente lo que ha hecho Rubin es hacerlos tomar consciencia de su realidad.
Marilyn Manson – We Are Chaos
Desde Antichrist Superstar no me había vuelto a interesar el trabajo de Manson. Ignoro por qué le di play en Spotify a We Are Chaos. Lo hice de manera automática. Y me impresionó la calidad de las canciones. Aquí Manson suena a Manson, hay referencias a su personalidad musical pero sale de su zona de confort, el espectro post-industrial, y hace reverencia al rock clásico. «Paint You With My Love» es una balada que bien podría estar en un disco de Guns n’Roses o en una compilación de power ballads. Manson se pone romántico y lo hace impecablemente. La rola que da nombre al disco también es una muestra más de que Marilyn es un gran escritor de canciones.
Bob Moulder – Blue Hearts
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«Heart on My Sleeve» es una canción acústica que sirve como intro a un disco eléctrico. Se trata de una demostración de músculo a la inversa. Con una letra poderosísima y una melodía desnuda, Moulder te deja los oídos babeando. Lo que viene a continuación es una serie de canciones aceleradas que suenan a pop, a rock, a punk, a Foo Fighters, pero que poseen una personalidad única. La de Moulder. Un alarido sónico. Un veterano del hardcore que mantiene una envidiable salud musical. Un disco entrañable.
Eels – Earth to Dora
Mark Oliver Everett nunca ha hecho un disco malo. Earth to Dora no me parece tan grande como el anterior The Deconstruction. Sin embargo, posee cada joyota. Como la sensacional «Are You Fuckin Your Ex». O la edificante «I Got Hurt». En todo el álbum suena el elemento dramático que es el sello de la casa de Eels. Esa melancolía alegre que te sume en la introspección pero a la vez te conmueve. Las canciones de Earth to Dora cuentan con menos instrumentación que el trabajo anterior, lo que lo conecta con el Eels más intimista. Esto da cuenta de que hay al menos dos registros identificables de Mark Oliver Everett, que dentro de su explicito pesimismo escapa a la repetición. Aunque de repente abuse de la melosidad.
Jehnny Beth – To Love Is to Live
Me molestó un poco la declaración de Jehnny sobre que Savages era una prisión creativa. Fue como una excusa para sacar su disco en solitario. Si bien hay una experimentación con otros ritmos, en To Love Is to Live hay mucho punk. El disco fue recibido favorablemente por la crítica pero no ha tenido un gran éxito de público. Lo cual es de lamentarse. Porque se trata de un trabajo excepcional. Es un disco dominado por dos estados de ánimo. Uno down y uno up. Con grandes baladas de electro rock como Flower o estallidos techno punk como «How Could You», a dueto con John Talbot.
Bob Dylan – Rough and Rowdy Ways
No sé si es a causa del Nobel, pero Dylan cada vez más parece spoken word. Rough and Rowdy Ways es dos discos, uno de baladas y blues a la manera de Dylan, y otro que asemeja a un poeta en una lectura en un bar acompañado por una música añorante. Soy fan from hell de Dylan y me gustan casi todos sus discos, menos el de navidad y en los que canta el songbook de Sinatra. Rough and Rowdy Ways me pareció un disco decente, pero no la obra maestra que dice la crítica que es. Desde Time Out of Mind ningún disco de Dylan me ha robado el sueño.
Pearl Jam – Gigaton
La carrera de Pearl Jam está marcada por la desigualdad. Tampoco sacan discos malos, pero sí de transición. Y Gigaton es uno de ellos. Siempre ocurre lo mismo. Sacan dos o tres discos decentes y luego deslumbran con un trancazo. Y sin embargo, experimentas una especie de vacío al terminar de escuchar Gigaton. Esperas algo más, es Pearl Jam. Pero la verdad es que se repiten. Llama la atención que «Quick Scape» suena como Jack White tocando a Led Zeppelin. Lo que lo hace a uno preguntarse cuánto gas le quedará a la banda. Lo que sí es de agradecerse es que Eddie Vedder siga cantando tan bien.
A pesar de tener tiempo suficiente durante el confinamiento, se me quedaron varios discos enlatados: el nuevo de Jarvis Cocker, el de Ozzy Osburne, el de Tame Impala, etc. Los tengo de tarea. Recuerdo que al principio de la propagación del virus uno de mis temores era que las bandas decidieran no sacar sus discos hasta el final de la pandemia, pero por fortuna no fue así. La música sigue viviendo debajo del tapabocas.
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