Reporte sp Número 17 • Enero de 2016
Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso
Índice Amor y deseo | 4 Felipe Rosete
Si el 1% sofoca el talento creativo de Nueva York, ¡me marcho de aquí! | 6
Instrucciones a los patrones | 11 Johnny Raudo
Tumbarse al sol | 13 Fabio Morábito
Los lados de la moneda | 15
David Byrne
dD&Ed
Contribución a la historia universal de la ignominia | 9
Psycho Killer | 16
Alunizaje en Taxqueña (fragmentos) | 10
Odunacam | 17
Paula Abramo
Liniers
El Señor Cerdo | 11
El buzón de la prima Ignacia | 19
Carlos Velázquez
Reporte SP • Año 3 • Número 17 • Enero de 2016 • Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso • www.sextopiso.mx Impresión: Offset Rebosán • Editores: Diana Gutiérrez, Diego Rabasa, Eduardo Rabasa, Felipe Rosete • Diseño y formación: donDani Este número se ilustró con dibujos de Rosana Mesa para Las penas del joven Werther, de J.W. Goethe (Sexto Piso, 2015).
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AÑ
OS
Recomendación de los editores
Amor y deseo
Felipe Rosete
Quiero hacer que te olvides de tu nombre / en mi cuarto en mis brazos quiero amarte / quiero romper al fin / vencer tu piel y meterme en tu sangre para siempre. Quiero que hagamos uno / ser tú mismo / enseñarte una última caricia envolverte cegarte / obedecerte. Quiero hacerte gemir / quiero quebrarte / deshacerte de ti / anonadarte que no sepas / que no seas que te entregues / que te olvides / que acabes que te mueras. «Quiero», Idea Vilariño
E
l amor es «dulce-amargo», nos dice la poeta Anne Carson al analizar la idea de Eros en los poemas de Safo. Al ser simultáneamente una experiencia de placer y dolor, parte nuestra mente en dos, pues obedece a la lógica contradictoria del deseo: deseamos lo que no tenemos y cuando lo tenemos no lo deseamos más. De ahí que converjan amor y odio en el deseo erótico: lo que está ausente, lo que falta, es amado porque aspiro a fundirme con ello, y al mismo tiempo lo odio porque lo sé inalcanzable. Alimenta mi esperanza, pero también mis miedos. Nadie, pues, desea lo que ya está presente. Por eso, el deseo se mueve en una geometría triangular, que se desarrolla siempre en función de un tercero. Si deseo a mi amada es sólo porque ésta es el objeto del deseo de alguien más. «Si el eros es falta —señala Carson—, su activación requiere de tres componentes estructurales: amante, amada y eso que se interpone entre ellos». Dos no son uno, son tres. Es este tercero el que conecta y separa al mismo tiempo, el que irradia la ausencia cuya presencia el eros demanda, el que construye el espacio que el eros necesita. Publicada originalmente en 1953, Los enamorados, de Alfred Hayes, narra la historia de un hombre que vive con una sensación de pérdida permanente. «¿Qué se me perdió que parece imposible de recuperar? ¿Qué hice para ser tan infeliz y al mismo tiempo no estar convencido de que esta infelicidad sea real o justificada?», se pregunta el narrador. Y, como en una especie de acto sanador, nos cuenta su historia de amor, que encaja a la perfección con el análisis de Carson. Ella es una hermosa chica de veintidós años, separada de su marido y madre de una niña pequeña, que está en espera de un mañana mejor. Él es un señor cercano a los cuarenta que sólo busca en ella «el placer del amor», sin mayor interferencia en su vida cotidiana. Ella quiere que al menos le digan que la aman; él no se lo concede, mantiene el intervalo, necesario para el deseo, entre el «Te amo» y el «Yo también te amo». Aún así, tienen el aspecto de los enamorados: celos, posesión, pasión, aburrimiento, necesidad mutua. La relación se problematiza con la llegada de Howard, un millonario con ideas fijas, que considera las únicas correctas, y que al conocer a la chica en cuestión y quedar prendado de
Incapaces de comprender la vida y sus fenómenos, fabulamos; recurrimos al como si para poder compensar el extravío que supone nuestra incapacidad para descifrar la realidad.
su belleza, le ofrece una atractiva suma de dinero a cambio de pasar una noche con él. Justo aquí comienza a germinar el dolor del narrador ante la posible pérdida de su amada, quien empieza a especular con la posibilidad de aceptar la propuesta del apuesto acaudalado y a establecer un vínculo afectivo con él. Conforme avanza el relato, el narrador la percibe animada, radiante, mucho más bella. A pesar de sentir el gusano de los celos ante el tercero en discordia, oculta sus sentimientos y no hace nada por parar la vorágine que se le viene encima. Se petrifica lentamente. Ante sus ojos su rival es superior y por tanto tiene todo el derecho de robarle a su amada. La llegada de Howard, pues, abre el intervalo necesario para el eros destructor, expropiador, ese que «derrite los miembros» y somete al amante a la pérdida del yo vital. La actitud del narrador, el no hacer nada frente a lo inminente, es necesaria para generar esa ausencia que reactiva el deseo, ya no en su forma placentera sino en la dolorosa. Entonces sí, como Safo, Arquíloco, Aristófanes, Hesíodo y muchos otros escritores antiguos citados por Carson, el narrador bien puede decir a su amada: «Has roído un agujero en mis órganos vitales», «has arrancado los pulmones de mi pecho», «me has atravesado hasta los huesos», «me has desgastado», «me has crispado hasta anularme», «has devorado mi carne», «has chupado mi sangre», «has arrasado mis genitales», «has robado mi mente racional». De ahí en adelante, la vida del amante se convierte en un perpetuo tormento mental, lleno de especulaciones y suposiciones en torno a su amada y al tercero. «Dentro de mi —dice el narrador— crecía el embrión de una angustia desconocida», «el sólo pensar empezaba a resultarme doloroso»: ¿Qué estarán haciendo? ¿En dónde? ¿Cómo? ¿Lo estará disfrutando? ¿No se suponía que me amaba a mí y que él era un miserable cretino engreído? ¡Puta! ¡¡Es una puta!! ¡¡Una perra de primera categoría!! «Me pareció que por primera vez en la vida había estado enamorado y, por la mezquindad de mi corazón, había perdido la posibilidad de poseer lo que demasiado tarde me daba cuenta de querer», concluye el, ahora sí, ferviente enamorado, regodeándose plenamente en la vanidad del sufrimiento. El torbellino se intensifica cuando ella lo llama, le dice que lo necesita y reclama su presencia para después, como se podrá adivinar, alejarse nuevamente. La bomba mental estalla, sin embargo, al enterarse de la verdad detrás de esa fatídica llamada. El amante roza ya la locura. Sigue a su amada, sabe perfectamente a dónde se dirige y, nuevamente, no hace nada por impedir que la herida se agrave. Es en ese momento que se percata de su papel principal en todo el simulacro: «Entonces me di cuenta —dice— de que estaba en una situación que yo mismo había buscado […] yo era el responsable de que ella estuviera donde estaba, en aquél edificio con él, yo lo había deseado así y de un modo sutil había planeado que ella estuviera allí». Los enamorados, pues, es una novela que sacudirá al lector justamente porque desvela todo aquello que subyace a eso que llamamos amor: placer, dolor, esperanza, miedo, alegría, angustia, cariño, odio, articulados todos por la lógica contradictoria del deseo triangular. La historia que nos cuenta Hayes es muy simple y común, por eso golpea de manera tan directa. ¿Quién no ha experimentado la ambigüedad del deseo en carne propia? ¿Quién no ha pasado por esas fases sucesi-
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vas de gozo y sufrimiento profundos frente al ser amado? ¿Quién no ha atravesado por el tornado mental que, positiva o negativamente, implica una relación amorosa o la ausencia de ésta? Las páginas de este libro son, en última instancia, espejos gracias a los cuales podremos entender más de nosotros mismos, de los impulsos que nos movilizan y de los vínculos que establecemos con los demás bajo el nombre de esa cosa tan compleja y poderosa, de sabor dulce-amargo, conocida como amor. •
Los enamorados Alfred Hayes Traducción de Martín Schifino La Bestia Equilátera 2011 • 156 páginas
Si el 1% sofoca el talento creativo de Nueva York,
¡me marcho de aquí! David Byrne
E
scribo esto desde Venecia, en Italia. Esta ciudad es un laberinto que produce una agradable confusión. Alguna vez fue una fortaleza en una isla, y ahora es una ciudad de turistas, cultura (abundan las bienales) y reliquias que se derrumban. Venecia solía ser la ciudad más poderosa de Europa, la vanguardia militar, mercantil y cultural. Al igual que Nueva York. Venecia es ahora un caso de estudio sobre la completa transformación de una ciudad (hay transporte público, pero no hay coches). ¿Es una ciudad viviente? ¿Es un fósil? El alcalde de Venecia recientemente escribió una carta al New York Review of Books, en donde argumentaba que su ciudad es un sitio para vivir, y no tan sólo un parque temático para turistas (le encantaría que los grandes cruceros pasaran de largo). Supongo que es un lugar para vivir si se cuenta el turismo como una industria, que de alguna manera lo es. Nueva York también atrae una buena cantidad de turistas. Cuando voy en mi bicicleta, saludo a los autobuses de dos pisos, pero los pasajeros nunca me devuelven el saludo. ¿Qué? ¿Yo no soy una atracción? Hace poco Nueva York fue votada la ciudad favorita del mundo, pero si se analizan los datos con mayor cuidado, queda en primer lugar para hacer negocios, pero sólo quinto como lugar para vivir. Quedar en quinto lugar no está tan mal pero, ¿cuáles son los criterios? ¿Qué atrae a la gente a esta ciudad, o a cualquier otra? Olvidémonos de los negocios. Alguna vez he estado en Hong Kong, y a menos que se cuenten con los medios para vivir de manera lujosa, los centros de negocios no necesariamente son buenos lugares para vivir. Una de las razones de existir de las ciudades ciertamente es el intercambio mercantil, pero una vez que la gente es atraída a un lugar para trabajar, necesitan algo más que oficinas, gimnasios y strip clubs para poder sobrevivir. Más allá del trabajo, venimos a Nueva York en busca de la posibilidad de interacción e inspiración. En ocasiones, la posibilidad de los encuentros fortuitos —y no me refiero en el mercado de carne— es el principal atractivo. Si el voto por la ciudad preferida se basara en criterios como comodidad o seguridad económica, entonces hay que preguntarse por qué alguien votaría por Nueva York sobre Copenhague, Estocolmo o alguna otra ciudad menos hostil que ofrezca servicios como salud pública, universidades gratuitas, museos gratuitos, espacios comunes y, por supuesto, carriles para bicicletas. Pero, ¿por qué no se pueden las dos cosas, la vigorizante energía y el humanismo cívico, inteligente? Es posible que esas ciudades escandinavas tengan ambas cosas, pero Nueva York ofrece algo adicional, gracias a las sucesivas oleadas de inmigrantes que han moldeado la ciudad. Si se llega desde el otro lado del océano, lo primero que impacta es la composición multiét-
nica de Nueva York. Puede que otras ciudades sean más limpias, más eficientes o cómodas, pero Nueva York es funky, en el sentido original de la palabra: Nueva York huele a sexo. A lo largo de las décadas, los inmigrantes han contribuido al carácter vibrante de Nueva York. En otras ciudades del mundo, los inmigrantes son relegados al estatuto de clase trabajadora, o a ser una clase trabajadora temporal; no se les invita a la mesa cívica. En general Nueva York ha sido más cálida, aunque es cierto que los negros nunca han sido invitados a la mesa de la misma forma que los migrantes europeos. Me mudé a Nueva York a mediados de la década de 1970, porque era un centro de cultivo cultural, principalmente en las artes visuales (mi trayectoria soñada, hasta que tomé una desviación), aunque también tenía su atractivo musical, incluso antes de que explotara la escena musical en el centro. Nueva York era un sitio legendario. Era donde las cosas sucedían, o al menos en la Costa Este. De antemano uno sabía que la vida en Nueva York no sería fácil, pero había alquileres baratos en pequeños departamentos sin calefacción, y la emoción de estar aquí compensaba las privaciones. No me mudé a Nueva York para hacerme rico. En esa época y a mi edad de entonces, la supervivencia era suficiente. Las dificultades materiales eran el precio que había que pagar por estar en el centro de todo. Conforme uno va haciéndose mayor, esas dificultades ya no son tan románticas, tan sólo son duras. La disyuntiva comienza a ser un verdadero dolor de huevos si uno ha estado aquí durante años y apenas consigue arreglárselas. La idea de ganarse la vida de manera creativa —ya sea como escritor, artista, cineasta o músico— es difícil, a menos que uno logre colocar un pie en la escalera, como yo tuve la fortuna de hacer. Digo «fortuna» porque no me engaño pensando que el talento sea suficiente: hay mucha gente talentosa por ahí que jamás recibe la oportunidad que merece. Hay quienes piensan que las dificultades incuban la creatividad artística. No estoy de acuerdo. Cuando se es joven, la pobreza puede ser soportable durante un tiempo, pero de manera inevitable termina por minar las capacidades de toda persona. No soy nostálgico respecto a mis días de privaciones. Creo que el descenso de la criminalidad de las últimas décadas es positivo. Manhattan y Brooklyn, vibrantes parques de juegos, son mucho menos atemorizantes que cuando me mudé para acá. No me hago ilusiones de que existiera un vínculo entre una ciudad arrodillada y su explosión de creatividad; no creo que el crimen, el peligro o la pobreza conduzcan necesariamente a un arte magnífico. Es una estupidez. Pero tampoco creo que el descenso de la criminalidad implique que la ciudad tiene que estar más al servicio
A lo largo de las décadas, los inmigrantes han contribuido al carácter vibrante de Nueva York. En otras ciudades del mundo, los inmigrantes son relegados al estatuto de clase trabajadora, o a ser una clase trabajadora temporal; no se les invita a la mesa cívica.
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de aquellos que tienen dinero. Los incrementos en la calidad de vida deberían de abarcar a todos, no sólo a unos cuantos. La ciudad es un cuerpo y una mente, una estructura física al igual que un depósito de ideas e información. El conocimiento y la creatividad son recursos. Si las partes físicas (y financieras) son funcionales, entonces el flujo de ideas, creatividad e información se ven facilitados. La ciudad es una fuente que nunca se detiene: genera su energía a partir de las interacciones humanas que ocurren en su seno. Por desgracia, nos acercamos a un punto en el que muchos ciudadanos de Nueva York han sido excluidos de esta ecuación por demasiado tiempo. La parte física de nuestra ciudad —el cuerpo— ha mejorado de manera incalculable. Apoyo vigorosamente los carriles y los programas para compartir bicicletas, las nuevas plazas públicas, los parques frente al río y el funcional sistema de transporte público. Pero el aspecto cultural de la ciudad —su mente— ha sido usurpado por el 1% más rico. Entonces, ¿qué futuro tiene Nueva York, o qué futuro tienen varios grandes centros urbanos, en esta nueva Época Dorada? ¿Quedará algún lugar para la cultura? Si consideramos la ciudad en su estado actual, tendríamos que reconocer que se parece mucho a la ciudad dividida que el probable alcalde Bill de Blasio ha estado denunciando:* la mayor parte de Manhattan y muchas partes de Brooklyn son prácticamente comunidades enrejadas, placenteros domos donde viven los ricos (grupo al que, para decirlo claramente, yo pertenezco), y fuera de aquellos que hace años conseguimos encontrar nuestro nicho y alguna forma de ingreso, las nuevas generaciones de gente creativa ya no tienen cabida. A la gente de clase media ya no le alcanza para vivir aquí, así que olvídense de los artistas, músicos, actores, bailarines, escritores, periodistas y pequeños empresarios emergentes. Poco a poco, los recursos que hicieron que la ciudad se mantuviera vibrante están siendo eliminados. Nueva York ya no hace cosas. La creatividad, en todas sus variantes, es el recurso en el que debemos apoyarnos como ciudad y como país para poder sobrevivir. En el pasado reciente, antes del colapso financiero de 2008, las mejores y más brillantes mentes eran atraídas por el mundo de las finanzas. Varios chicos brillantes que se graduaban de la universidad sabían que se podían volver bastante ricos de manera casi instantánea si encontraban trabajo en un fondo de inversión o en alguna institución similar. Pero antes de que el sector financiero se apoderara del mundo, podrían haber creado cosas: en el ramo de la edición, manufactura, televisión, moda, cualquier cosa que se les ocurra. Como en muchos otros países, el atractivo del dinero fácil acaparó a estos jóvenes talentosos e inteligentes, e hizo difícil que otro tipo de sectores atrajeran a lo más talentoso. Se estableció una cultura de arrogancia, soberbia y competencia despiadada. No era agradable ser pobre o vértelas negras. El abusador era celebrado y vitoreado. Las reservas de talento se convirtieron en un recurso limitado para cualquier industria, a excepción de Wall Street. No me refiero a los artistas, escritores, cineastas y músicos —de todas maneras no estaban interesados en formar parte de Wall Street—, pero los sectores que podrían haber empleado a individuos creativos tenían dificultades para sobrevivir. Y, naturalmente, la gente con inclinaciones artísticas también tenía dificultades para encontrar empleo. A diferencia de Islandia, donde el gobierno permitió que los bancos fraudulentos quebraran, con lo cual los chicos talentosos perdieron parte del interés de arrojarse al pozo de las finanzas, en Nueva York no ha habido rechazo público de la cultura que condujo a la
crisis financiera. En vez de ello, personajes como el alcalde Bloomberg han alentado de manera tácita las acciones de la industria bancaria. Las principales instituciones financieras del país aún permanecen intactas, pues continúan siendo «demasiado grandes para dejarlas caer» y son tan poderosas como siempre. Podríamos soñar con que banqueros ilustrados emularan a los Medici y patrocinaran a la gente que hace la cultura —tanto artistas emergentes como aquellos que aún estudian—, como forma de asegurar la continuación de un fondo de talento que podría inventar cosas y ofrecer al mundo ideas e inspiración, pero más allá de las piezas millonarias que compran para sus colecciones privadas, y de donar a algunas instituciones sumas que para ellos son nimiedades, los banqueros no parecen muy interesados en contribuir a renovar el fondo del talento. Podríamos pensar que el 1% tendría un interés velado en al menos mantener el cuerpo cívico sano, es decir, que querrían contar para ellos y sus amigos (si no para todo el mundo) con parques verdes, museos y salas para escuchar música. De hecho, esas son el tipo de instituciones a las que habitualmente contribuyen. Pero es como contribuir al mantenimiento del propio club privado. A los demás no nos sirve de gran cosa, ni a la salud de la ciudad en términos generales. Al menos, podríamos pensar en un suspiro, gastan algo de dinero en eso, pues ya sabemos que no pagan impuestos. Buena parte de la gente rica ni siquiera vive aquí. En el barrio donde vivo (cerca de las galerías de arte de Chelsea) puedo ver desde mi ventana tres grandes edificios que la mayor parte del tiempo se encuentran vacíos. ¿Cómo chingados es posible? Al parecer, son comprados por millonarios que tan sólo permanecen ahí algunas semanas al año. Así que, ¿qué incentivo tendrían en mantener o mejorar el aspecto general de la ciudad? Esta situación inmobiliaria —tema sobre el que a los neoyorquinos les encanta quejarse mientras cenan— no contribuye a la futura salud de la ciudad. Si el talento joven y emergente de todo tipo no puede establecerse aquí, Nueva York se convertirá en un lugar más próximo a Hong Kong o Abu Dhabi que al sitio rico, fértil, que tradicionalmente ha sido. Puede que esas ciudades sean museos, pero no tienen cultura. Ay. Si Nueva York continúa avanzando en esa dirección —más de lo que ya ha sucedido—, me marcho de aquí. ¿Y a dónde me iré? ¿Me uniré a los hipsters exiliados al norte del estado, en Hudson? ¿Podrá cambiar Nueva York su trayectoria aunque sea un poco, y volverse más incluyente y financieramente igualitaria? ¿Será posible? Yo pienso que sí. Sigue siendo el sitio más estimulante y emocionante del mundo para vivir y trabajar, pero corre el peligro de alejarse de sus principales fortalezas. Las mejoras físicas están ocurriendo (aunque buena parte de la ruinosa infraestructura necesita ser reparada). Si la situación social y económica puede ser atajada, habríamos recorrido la mitad del camino. Podría realmente convertirse en un modelo de cómo crear una ciudad grande, sustentable en lo económico y en lo creativo. Me encantaría vivir en esa ciudad. •
Buena parte de la gente rica ni siquiera vive aquí. En el barrio donde vivo (cerca de las galerías de arte de Chelsea) puedo ver desde mi ventana tres grandes edificios que la mayor parte del tiempo se encuentran vacíos. ¿Cómo chingados es posible?
© David Byrne Traducción de Eduardo Rabasa * El texto de David Byrne se publicó originalmente en inglés el 7 de octubre de 2013, cuando Bill de Blasio aún no era formalmente electo como alcalde de Nueva York, cuestión que sucedió en noviembre de ese mismo año. (N. del T.)
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Contribución a la historia universal de la ignominia
«Para bien o para mal, las principales decisiones estratégicas han reflejado mis convicciones, y con toda certeza volvería a inclinarme en la misma dirección». Henry Kissinger, uno de los artífices del golpe de Estado de Augusto Pinochet, reflexionando sobre su vida política en una entrevista con Niall Ferguson.
«Ciertamente, sería más impresionante para el público si yo expresara algún tipo de mea culpa». Henry Kissinger, en la misma entrevista, expresando a su peculiar manera que no piensa pedir disculpas por nada de lo acontecido.
«Yo participaba de una sección especial y llevábamos a varios de estos tipos a la pampa y les dábamos un balazo en la cabeza (…) Ya muertos los huevones los dinamitábamos, les metíamos un balazo y los hacíamos desaparecer, ¿han escuchado que dónde están los desaparecidos? Nada, nada, porque no están, porque están totalmente desintegrados». Guillermo Reyes Rammsy, ex soldado chileno, detallando su participación como asesino a sueldo de la dictadura militar de Augusto Pinochet, en una confesión realizada recién durante una llamada al popular programa radiofónico «Chacotero sentimental», ante la enorme perplejidad de su conductor, conocido como el Rumpy.
«Gente de la otan, escúchenme. Están bombardeando un muro que contiene la migración africana hacia Europa, y que contiene a los terroristas de Al-Qaeda. Este muro era Libia. Lo están derrumbando. Son unos idiotas y arderán en el infierno a causa de miles de migrantes de África y por apoyar a Al-Qaeda. Así será. Yo nunca miento. Y no miento ahora». Muamar el Gadafi, en una carta abierta a los dirigentes de la otan, obtenida por el periódico ruso Zavtra, publicada en mayo de 2011, algunos meses antes de su muerte.
«No hay nada inmoral en votar por el Frente Nacional». Nicolás Sarkozy, ex presidente francés, negándose a participar en la alianza de facto de todas las fuerzas políticas para impedir el triunfo de la ultraderecha en las recientes elecciones regionales en Francia.
«Son remuneraciones que tienes fuera de lo que te cubre la bancada. Se maneja discrecionalmente y es responsabilidad del diputado que lo utiliza. Cada quien lo usa como quiera». Diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, vicecoordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, acerca de una partida discrecional de 150 mil pesos que recién recibió cada diputado.
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Paula Abramo
Alunizaje en
Taxqueña
(fragmentos)
Alunizaje descrito por Luciano i Afligidos, marchamos, manando espeso llanto, al mundo de la Tierra. Habíamos ya agotado vinos y peces nutridos en islas de vino y que sabían a vino y tenían el color del vino, e interrogado a Homero y a sus héroes. Llevábamos en las bodegas, estibados con cariño, como prueba para incrédulos, ojos y genitales postizos. Del aerocórdax capturado (disuelto en el aire al morir, como se sabe) quedó sólo un rábano hostil y nadie osaba tocarlo. Había otras maravillas atesoradas en nuestra cóncava nave de bien pulida quilla, que no oso describir. En el camino nos topamos con un francés aflautado, que lanzaba y lanzaba, y lanzaba un imán hacia arriba, y así ascendía atraída su nave, que parecía un caldero, al reino de Endimión. Le deseamos suerte en el viaje, y nos posamos en un demos populoso al que los íncolas llaman Taxqueña.
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ii Parecían ofrecernos hospitalidad los tenderos, extendían pulpa de fruta en largas cuchillas como gritos, y gritaban gritos como cuchillos, abriendo en sus rostros sonrisas blancas. Todo bajo los toldos absorbiendo el calor, el color de los tendajos, que más rojos hacía los rojos y los rostros. iii Por no perdernos en el dédalo, Méliès dejaba, hilo de Ariadna, un chorrito de chaquira y diamantina. Al caminar por las calles vimos muchos mendigos, como dice Ctesias que hay en la India. Menipo pronto se confundió con ellos. iv Perdimos allí tripulación y mercancías, dispersas una y otra en vagones que huyeron por la noche del subsuelo.
El Señor Cerdo
E
l Señor Cerdo no es de esos losers que necesitan hacer listas con sus propósitos de Año Nuevo para convertirse en esos seres que, en el fondo, saben perfectamente que nunca conseguirán ser. Para el Señor Cerdo, every day is New Year’s day, ya que su proceso de perfeccionamiento no descansa ni cuando el Señor Cerdo duerme, pues incluso en sus sueños, el Señor Cerdo está siempre concentrado en añadir nuevas capas a ese talento tan único que lo sitúa como miembro privilegiado de la crème de la crème de la especie humana. Sin embargo, el Señor Cerdo tampoco quiere decepcionar a sus fans, a todas esas almas confundidas que lo utilizan como única luz a partir de la cual guiar sus pequeñas vidas. Si se dieran cuenta de que el Señor Cerdo no participa de esa necesidad de consuelo colectiva, y les dijera abiertamente que él no necesita de ninguna fecha ritual para hacer lo que en realidad ya hace todos los días, sus fans podrían quedar tan confundidos que perderían todo el rumbo que creen que guía sus vidas. Ante la disyuntiva de ser fiel a sí mismo, sin decepcionar a sus fans, el Señor Cerdo ha decidido crear un seminario durante los días de Año Nuevo, llamado Señor Cerdo Wellness Summit, en el cual los afortunados asistentes tendrán la oportunidad de escuchar de viva voz, a través de unos videos preparados especialmente para la ocasión, cuáles son los principios vitales que orientan la existencia del Señor Cerdo. Después de realizar una cuidadosa investigación, el Señor Cerdo se dio cuenta de que la llamada industria del bienestar es un sector multimillonario, donde existen amplias oportunidades para combinar sus aspiraciones económicas con otra de sus grandes pasiones en la vida: hacer el bien y devolver a la sociedad un poco de lo mucho que el Señor Cerdo ha recibido.
Para el primer Señor Cerdo Wellness Summit, se espera contar con la presencia de personalidades tan diversas como Deepak Chopra o el joven Murrieta, quienes podrán compartir con los fans del Señor Cerdo las claves que los condujeran a convertirse en personalidades tan admirables aunque, está de más decirlo, también quedará claro por contraste que no le llegan ni al final de las pezuñas al Señor Cerdo. Asimismo, entre las varias dinámicas y actividades diseñadas para contribuir al perfeccionamiento orgánico del alma de los asistentes, los animadores entrenados personalmente por el Señor Cerdo les encargarán que elaboren un proyecto donde expliquen cómo piensan potenciar su personal branding, con ideas innovadoras que potencialmente pudieran colocarlos en una irreversible trayectoria hacia la cúspide. Después de un tiempo pertinente, el Señor Cerdo premiará a los mejores proyectos con la posibilidad de ponerlos en práctica en su propia marca, la del Señor Cerdo, dándoles crédito por supuesto como asesores auxiliares en los respectivos proyectos. En suma, el Señor Cerdo Wellness Summit aspirará a reemplazar en breve a esa retrógrada costumbre de anotar buenas intenciones en papelitos que se olvidan a los pocos días, para convertirse en una franquicia mundial que revolucione la forma en que la gente encara espiritualmente el cambio de año. Espérenlo, muy pronto habrá un Señor Cerdo Wellness Summit cerca de todos ustedes. ¡No pueden faltar a la cita con su propio perfeccionamiento! •
Instrucciones a los patrones • Por Johnny Raudo
C
omo patrón de vanguardia, sabes bien que el cierre de año es una ocasión para hacer un balance honesto sobre la trayectoria seguida por la empresa en el periodo, principalmente para determinar si podrías haber ideado formas de extraerle aunque sea otro tanto más de beneficios. Sin importar las cantidades millonarias que puedan reportar los estados de resultados, un verdadero patrón sabe que el enemigo de la ambición es el conformismo, por lo cual jamás deberás enfocarte en el abultado crecimiento de las cifras, sino en aquellas piedras en el zapato que hicieron que la empresa no incrementara aún más sus ganancias. Como luchador de judo experto, deberás utilizar las inercias desfavorables para tu propio provecho, asegurándote de que las fuerzas oscuras que lastran la acumulación de beneficios de la empresa sean erradicadas paulatinamente, de un ejercicio fiscal a otro. Es de especial importancia que aproveches una fecha tan cargada de nostalgia y ansiedad como el fin de año para apretar otro poco las tuercas a tus empleados, con quienes todo patrón libra una guerra perpetua, pues al no ser propietarios jamás entenderán verdaderamente los sacrificios necesarios para poner la vida al servicio de la empresa. Para ello, puedes sembrar en lugares estratégicos de la oficina un falso reporte de fin de año, rotulado como si fuera clandestino, para sólo ser consultado por los inversionistas de la empresa. Una táctica infalible para volverlo verosímil es romperlo a medias por la parte central, y depositarlo a un costado de botes de basura, o incluso tirarlo al escusado cuando sepas que alguien está por entrar pronto, para hacerles crees que hubieras intentado destruirlo sin éxito, pues ello le dará a los empleados que lo encuentren la sensación de
estar siendo parte de una misión secreta, y se sentirán impelidos a compartirlo con el resto de sus compañeros. En el falso reporte deberás en primer lugar maquillar las cifras para dibujar una situación financiera dramática en la empresa, y puedes incluso llegar al grado de incluir un comunicado personal donde te rebajas el sueldo considerablemente, siempre en aras de sacrificarte por el bien de la empresa. Asimismo, deberás asegurarte de incluir en las conclusiones que la empresa requiere despedir de manera fulminante a un buen número de empleados, para sembrar entre ellos el pánico y el nerviosismo, con lo cual te asegurarás de su completa docilidad al comenzar el año laboral. Por último, puedes aprovechar para garabatear por ahí dibujos con tus fantasías sexuales más explícitas, de preferencia anotando debajo el nombre de las empleadas que te parezcan más apetecibles, pues con ello reforzarás frente a los hombres tu imagen de patrón viril, y las mujeres que no sean víctimas de una moral mojigata sabrán que como patrón estás dispuesto a prodigar tus encantos, siempre y cuando den la talla y la situación sea propicia para evitar cualquier tipo de escándalo. Con la operación «Reporte fantasma» asegurarás que el siguiente año sea por definición más próspero que el anterior, ante lo cual te verás en la eterna disyuntiva de los patrones más exitosos: encontrar maneras novedosas de continuar exprimiendo por cualquier medio a tu alcance a los insumos de producción, principalmente los empleados, para asegurar que la empresa acumule beneficios, de preferencia dejando una estela de destrucción humana a su paso. •
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Tumbarse al sol
Fabio Morábito
T
ocaron a la puerta del jardín. Se levantó de la tumbona donde estaba tomando el sol y se dijo que no podía ser Rodolfo, el jardinero, porque no era martes, el día que venía a cortar el pasto. Además Rodolfo no habría tocado, porque tenía las llaves de la casa. Abrió la puerta y vio a una mujer de rasgos indígenas, con una Biblia en la mano y un sombrero de mimbre de ala ancha que contrastaba con su constitución corpulenta. Un testigo de Jehová, pensó. Le extrañó su edad madura y que estuviera sola. Los testigos de Jehová eran casi todos jóvenes y andaban en pareja. —No soy creyente —espetó con amabilidad para liberarse de la intrusa. La mujer sonrió como si estuviera acostumbrada a oír esas palabras. —Vengo a traerle la nueva de nuestro Señor Jesús Cristo —dijo secándose la frente con un pañuelo. A pesar del calor, vestía unas calcetas de lana, una falda que le cubría las rodillas y una blusa abotonada hasta el nacimiento del cuello. —No soy creyente y estoy tomando el sol —dijo él, como si se tratara de algún tratamiento curativo. —¡Qué bueno que puede tomar el sol! Dele las gracias a nuestro Señor por esta dicha —dijo ella sin dejar de secarse la frente, y él se fijó en las huellas de sus dedos sudados sobre la cubierta de la Biblia. Era una mujer robusta y no se iba a desmayar por el calor, pero se sintió obligado a preguntarle si no quería un vaso de agua. La mujer sonrió. —Gracias, me vendría muy bien —le dijo. Mientras cruzaba el jardín pensó que su gentileza sería más completa si le ofrecía el vaso de agua en el porche y no en la calle, bajo el sol, como a un animal sediento. Regresó sobre sus pasos y, sin llegar al portón, le dijo que pasara. La invitación, hecha a esa distancia, adquiría un carácter más bien compasivo, con la puerta abierta para que ella se retirara en seguida. La mujer cruzó la puerta y lo siguió hasta el porche. Él fue a la cocina y reapareció con el vaso de agua. —¡Que Dios se lo pague! —dijo, y se tomó el contenido de un trago. —¿Le sirvo otro? —Si no es mucha molestia —contestó desviando la vista, y él comprendió que la incomodaba mirarlo en traje de baño. Fue a la cocina a llenar el vaso de agua, regresó a dárselo y le acercó una de las sillas del porche: —Descanse un momento. La otra le dio las gracias y se sentó. Se veía agotada. Él advirtió más agudamente el contraste entre su cuerpo semidesnudo y el atuendo de ella, y se sintió cohibido.
—Tómeselo con calma —le dijo, y regresó a la tumbona, donde se echó panza abajo. Le había mostrado que era indiferente a su credo religioso, pero no a su sed ni a su cansancio, y se sintió satisfecho. Pensó que era viuda, con hijos ya casados que apenas veía, libre de entregarse en cuerpo y alma a aquel apostolado en los pueblos de medio pelo. Le ardió la espalda y cayó en la cuenta de que no se había puesto el protector solar. Se levantó y regresó al porche. Lo había dejado sobre la mesa. La mujer seguía sentada, el vaso de agua en la mano. —¡Qué bueno que puede disfrutar de un jardín como éste! —dijo ella, tomando el último sorbo de agua. —Sí —dijo él, y empezó a untarse el protector en los brazos. Manejaba noventa kilómetros para tumbarse media hora al sol, luego se duchaba con agua fría y regresaba a la ciudad. Lo hacía dos y hasta tres veces por semana. Raúl y Margarita se habían ido a Francia seis meses y le habían dejado las llaves. Conocía perfectamente esa casa, porque lo invitaban a menudo. Mientras se untaba el protector en el otro brazo volvió a asaltarlo el pudor de hallarse en traje de baño frente a esa mujer enfundada en su ropa de lana y sintió el deseo de ponerse su camisa. Pero entonces ella le preguntó si quería que le frotara el protector en la espalda. Él la miró, no del todo seguro de haber entendido, y balbuceó: —Sí, claro. La otra se puso de pie, dejando la Biblia sobre la silla, él le entregó el tubito y se dio media vuelta. Sintió el contacto de sus manos ásperas, que contrastaban con la delicadeza con que esparcía la sustancia blanca en su espalda, y agradeció que se hubiera untado el protector en la mano en lugar de aplicárselo directamente en la piel, como hacía Luisa, lo que le causaba siempre un escalofrío desagradable. Sus movimientos en extremo tímidos le revelaron que era la primera vez que untaba un protector solar y no pudo dejar de sonreír. Ella se dio cuenta y paró de golpe. —¿Le hago cosquillas? —preguntó. —No, para nada. Le untó una nueva dosis con el mismo remilgo exagerado, él ya no se aguantó la risa y ella se sonrojó y quitó las manos de su espalda, como si la hubieran sorprendido cometiendo un pecado. —Discúlpeme —dijo mortificada, y cerró el tubito del protector. —No me haga caso, me reí porque me acordé de un chiste —dijo él, pero la mujer no pareció creerle y le preguntó si podía lavarse las manos. Él la condujo al baño de la planta baja y, regresando al porche, se puso la camisa, que había dejado sobre una silla. La mujer regresó a los pocos minutos y sacó de su bolsa La Atalaya, el órgano oficial de los Testigos de Jehová, y le dijo:
Sintió el contacto de sus manos ásperas, que contrastaban con la delicadeza con que esparcía la sustancia blanca en su espalda, y agradeció que se hubiera untado el protector en la mano en lugar de aplicárselo directamente en la piel, como hacía Luisa, lo que le causaba siempre un escalofrío desagradable.
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—Ojalá tenga tiempo de leerla. Era evidente que tenía prisa de irse, él tomó la revista, la acompañó hasta el portón y se despidieron. Cuatro días después estaba de vuelta en casa de Raúl. Se acostó en la tumbona en traje de baño, esperando escuchar de un momento a otro los golpes en el portón. No había dejado de pensar en las manos callosas de la mujer, que le habían frotado aquel bálsamo en la espalda con inaudita morosidad. Ni siquiera Luisa, en los mejores momentos de su breve relación, lo había tocado de esa manera. Se levantó dos veces a abrir la puerta para husmear en la calle y alargó a dos horas su estancia en el jardín. Cuando entró en la regadera para ducharse dejó la ventana del baño abierta para oír si alguien tocaba. Regresó pocos días después, pero no se dio cuenta de que era martes, así que se topó con Rodolfo, el jardinero, que estaba cortando el pasto con la podadora. No iba a tomar el sol con Rodolfo trabajando en el jardín, así que le dijo que sólo había venido a recoger unos libros que necesitaba. Platicaron un rato y le preguntó si conocía a una mujer que era testigo de Jehová, una señora algo gruesa y de mediana edad que usaba un sombrero de mimbre. Rodolfo le informó que los testigos de Jehová visitaban regularmente el pueblo, sobre todo los sábados, para aprovechar la afluencia de los capitalinos a sus casas de fin de semana, y que no tenía relación con ninguno de ellos. Él recogió unos cuantos libros al azar, se despidió y subió a su auto. Regresó el sábado. El sol ya pegaba fuerte cuando se echó en la tumbona y quince minutos después oyó que tocaban. Fue a abrir. Era ella, con el mismo sombrero de la otra vez, y la acompañaba una niña. Le dijo que era su nieta. La pequeña no traía sombrero y él se lo reprochó a la mujer: —¿Cómo la trae con la cabeza descubierta con este sol? Le dijo que pasaran y le ofreció un refresco a la niña, que sólo quiso un vaso de agua, y la mujer aceptó otro. Fue a la cocina y re-
gresó con los dos vasos de agua. De pronto se arrepintió de haberlas invitado a pasar. Si la mujer hubiera venido sola, él se habría echado en la tumbona como la vez anterior, dejándola tomar su vaso de agua en el porche y después, por qué no, le habría pedido que le untara el protector solar en la espalda; pero ahora, estando la niña, era imposible. Se preguntó si ella había traído a su nieta para protegerse, porque le había gustado frotarle el protector y tenía miedo de su propio deseo. Como si hubiera adivinado su pensamiento, la mujer le dijo a la niña que se apurara en tomar el vaso de agua, porque tenían que irse. —Déjela descansar un rato —dijo él, y entró en la casa, fue a la habitación de Julito, abrió el clóset y hurgó en el último cajón, hasta dar con la gorra roja del niño. Pensó que nadie se daría cuenta de su desaparición, porque Julito nunca la usaba. Conocía esa casa mejor que sus dueños. Margarita le preguntaba a cada rato si recordaba donde habían guardado tal cosa o tal otra, desde el repelente para los moscos hasta el short de su marido, y él siempre la sacaba de apuros. Era el experto en matar los alacranes que hacían su puntual aparición en cualquier rincón de la casa. No les tenía miedo y, mientras Raúl y su familia se apostaban a prudente distancia, él los aplastaba con lo primero que tuviera a la mano. A veces se preguntaba si no era por eso que lo invitaban tan a menudo y, claro, por Julito, que lo había convertido en su eterno compañero de juegos, con evidente beneplácito de sus padres, que de este modo podían atender a sus visitas. Regresó al porche con la gorra y se la colocó a la niña. —¿Te gusta? —le preguntó. La niña asintió con la cabeza. —Te puedes quedar con ella. —Dale las gracias al señor — le dijo la mujer a su nieta. La niña murmuró un agradecimiento y, atraída por un cuervo que brincaba sobre el pasto, se zafó de la mano de la abuela y abandonó el porche para perseguir al pájaro. Los dos se quedaron mirándola.
—Quería que mi nieta conociera este jardín, por eso la traje —dijo ella. Él volteó a mirarla y dijo: —La casa no es mía, es de una pareja de amigos que están de viaje. —Lo sé, es la casa del señor Raúl. —¿Conoce al señor Raúl? —¿Quién no lo conoce? ¡Con el alboroto que ha armado en este pueblo! —¿Qué alboroto? —¿No le parece suficiente haber tumbado al presidente municipal? Se quedó aturdido unos segundos. Raúl no le había dicho nada. Creía que su amigo venía a encerrarse en su casa sin establecer la menor relación con la gente del pueblo, como hacía la mayoría de los que tenían ahí sus casas de fin de semana. —Sólo lo he visto una vez, y de lejos —añadió ella—: Una compañera tocó una vez aquí y el señor Raúl le cerró la puerta en las narices. ¡Sí que tiene su carácter! —Y se rió, como si el hecho le pareciera gracioso—. Vine a tocar porque supe que el señor estaba de viaje y le había encargado a alguien que le cuidara la casa. —No se la cuido, me la prestó —dijo él, sintiendo una súbita aversión hacia la mujer. Ella había sacado una revista de su bolsa. Era el mismo número de La Atalaya de la vez anterior. —Tenga —le dijo. —Ya me la dio usted —exclamó él secamente—, ¿no se acuerda? —Ah, qué bueno —dijo ella, sin ni siquiera preguntarle si la había leído. De pronto él comprendió: esa mujer corpulenta no sabía leer ni escribir. Tocaba de puerta en puerta, a pesar de su edad, porque ocupaba uno de los peldaños inferiores de la organización, si no es que el más bajo. Era el soldado raso de la tropa, con una fe ilimitada en la palabra del Señor. Y, sin embargo, con él no había hecho el menor intento de prédica. Le había dicho lo afortunado que era por tomar el sol en ese jardín y le había frotado el protector en la espalda. Se preguntó si no lo había hecho porque sabía que no era el dueño de la casa, sino alguien que la estaba cuidando, y le subió la sangre al rostro ante la idea de que sintiera algo de lástima por él. —Gracias por el agua —le dijo ella, y llamó a su nieta. La niña corrió de regreso al porche y él las acompañó hasta el portón. Las miró alejarse por el camino de grava, cerró la puerta y supo que la mujer ya no regresaría, porque había conseguido entrar en esa casa y mostrársela a la niña. Se quedó mirando el tabachín, el pino, la pequeña arboleda de los ficus y el rosal del fondo, y se preguntó si venir allí cada tres o cuatro días para tumbarse al sol no respondía al celo con el que había asumido el papel de cuidador que Raúl le había impuesto sutilmente. Por primera vez tuvo el presentimiento de por qué Luisa lo había dejado. Tenía que ver con esa casa, donde ella lo había visto moverse, perfectamente enterado de lo que contenía cada armario, cada cajón y cada alacena, siempre dispuesto a componer cualquier desperfecto y a jugar con Julito. De pronto había dejado de buscarlo y un día lo llamó para decirle con la mayor delicadeza que todo se había terminado entre ellos. Con esa misma delicadeza con que la mujer le había frotado el protector en la espalda. •
Los lados de la moneda • dD&Ed
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Psycho Killer • Por Carlos Velázquez Los discos del 2015 Durante ésta época todos sacamos el crítico de Pitchfork que llevamos dentro. La caballada 2015 estuvo flaca. Así lo indica que dentro de las listas de los mejores álbums se hayan colado rescates de Bruce Springsteen, Pavement, Bob Dylan, Kurt Cobain y Gloria Ann Taylor. O que hayan figurado betabeles como Don Henley. Fue año del revival. Aquí una visitada (no de los más papas fritas, ni de los peores) a los discos que oí durante el past year.
Los que se supone me encantarían y no me pasaron Don Henley Cass County (Capitol Records)
Que Rick Rubin haya resucitado a Johnny Cash al final de sus días no significa que todo momia cantante vaya a convertirse en una sensación. Nunca me gustaron The Eagles. Coreo «Hotel California» en la peda como cualquier persona. La voz de Don Henley en Cass County es más empalagosa que los sanduiches que se hacía Elvis Presley de crema de cacahuate con plátanos fritos y tocino. Tame Impala Currents (Interscope)
Mierda dance. Sí, mierda dance hecha pasar por protopsicodelia. Qué profundo ha impactado el espíritu chairo en nuestra era. Me metí toda clase de drogas (tachas, dmt, ácidos, ayahuasca) y ni así logré conectar con esta mamada. No estoy en contra de las máquinas, pero a estos muchachos ya les dio güeva tocar la guitarra, que era el sello de la banda. Qué sigue, teloneros de Bruno Mars, como los Red Hot Chili Peppers. Kamasi Washington The Epic (Brainfeeder)
El jazz está muerto. Después de Coltrane la vanguardia en el género es un embuste. Y si no basta con sacar un disco vendiéndote como el mejor saxofonista del presente, hacerlo triple ya es el colmo de la pedantería. A ver si nos entendemos, la clase intelectual ha desaparecido. Este disco está dirigido a especialistas y momias de Down Beat, pero para el público en general es una mentada de madre. No caigamos en la trampa.
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Los que no iba a pelar y me sedujeron Bruce Springsteen The Ties That Bind: The River Collection (Columbia)
Éste es un gran material porque The River (1980) es un excelente disco. Piedra angular de la discografía de El Jefe. Por regla general, los discos de descartes que se cuelan en las listas del año son de artistas ya fallecidos. Pero este año la crítica se ha puesto muy soft. No menosprecio a Bruce, pero vamos, es muy fácil darle 5 estrellas a una compilación como ésta. No se arriesga nada al momento de calificar. Es hasta obvio. Pero ojo, discos como éstos no necesitan su inclusión, van a figurar igual. Beach House Depression Cherry (Sub Pop)
Música para el bajón de la tacha. Sí, muy fresa. Pero efectivo. De entre todas sus virtudes sobresale también la de su disquera. Qué manera la de Sub Pop de reinventarse. Y continuar aportando a la música. Lo contemplativo alcanza un nuevo nivel en Depression Cherry. Llegué a este puerto después del bajón emocional que induce el mdma, y emocionalmente fue una revelación. Kurt Cobain Montage of Heck (UMe)
Aunque tengo en alta estima el viraje de Cobain hacia Leadbelly y su aproximación a lo acústico, para mí Nirvana era la distorsión. La faceta intimista de Cobain fue ya explotada en el Unplugged. Sin embargo, Montage of Heck ofrece esos momentos intimistas que tanto encantan a los depres. Es una colección de curiosidades, pero no para álbum del año. Tomas caseras de canciones de los Beatles. C’mon. Ya estamos rucos. Dónde quedó el apestar a sobaco de veinteañero.
Pavement The Secret History Vol. 1 (Matador)
Vean hasta dónde llega la estupidez de los críticos. Incluir en la lista de los discos del año a un álbum que sólo salió en vinil. Hello! Adoro a Pavement, no se mal entienda. Pero qué tontería. En alguna reseña leí que los tracks incluidos en este volumen ya estaban en la versión extendida de Slanted & Enchanted. Pero hice una escucha comparativa y sí abundan un buen número de tracks nuevos. Por lo que para mí sí fue todo un descubrimiento. Se re-escucha a Pavement. Atraviesan por su mejor momento y esto no se encuentra en los discos de estudio.
Los que me partieron la madre Blur The Magic Whip (Parlophone)
En su momento me bajé los calzones con éste álbum. Lo volveré a hacer. Cito: «Todavía no pare la perra y ya quieren regalar los perritos. Todavía no se comercializa y The Magic Whip ya fue saludado como el mejor disco en la carrera de Blur». «There Are Too Many of Us» se convertirá en uno de los himnos por excelencia de la banda. «Go Out» es puro y duro Blur, en la línea de festividad de «Boys and Girls». Rucos, pero no han perdido la capacidad de producir un hit. Un hit de calidad. Que perdurará en la mente de los fans. Grimes Art Angels (4AD)
La rayadota que se dio 4AD con Claire Boucher. Honestamente pensé que después de Visions iba a producir un disco medianón. Ta cabrón repetir la hazaña. Y miren, Art Angels no es mejor que su antecesor pero es un discazo. Es difícil no
sucumbir al encanto de Grimes. Produce un sonido adictivo. Si Visions no hubiera existido, con este disco Grimes estaría sacudiéndonos como lo hizo en 2012. Jim O’Rourke Simple Songs (Drag City)
Chequen nomás las credenciales de este señor: ex Sonic Youth y productor de Wilco. ¿Algo más? Sí, acaba de sacar el álbum de pop más hermoso desde Morning Phase. Pero si Beck iba hacia la guitarra de palo et al., este hombre va hacia todos lados. Sus pasajes jazz (de una sobriedad y elegancia que no está en la mamada de Kamasi Washington), el pop más melódico y el sinte de los sueños. Su portada es una inmensa declaración de principios. El autor dándole la espalda al público. Aquí importa la música. Y sí, no es blof. Wilco Star Wars (Anti)
Wilco hace lo que se le hincha. Por segunda (o tercera vez en su carrera) deja una transnacional y cuelga su disco gratis en su sitio web y se va a una disquera chirri, en este caso Anti, la misma de Tom Waits. Y para callarle la boca a todas las críticas de que últimamente la música de Wilco es repetitiva y complaciente, lanza Star Wars. Que ha recibido varias nominaciones al Grammy y es uno de los indiscutibles del año. No es un ajuste de cuentas, ni un entrecruzamientos de estilos. No es una lección de alt country. Ni la intención de llegar a un público más amplio. Es la ampliación de un sonido. Es Wilco pero suena revitalizado. El eclectisimo al servicio de la canción. No, no pensé que estaban estancados. Pero tampoco creí que cimbraran el panorama musical.
Odunacam • Por Liniers
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El buzón de la prima Ignacia Amiguis Ignacia, O sea, me quiero moriiiiiiir, necesito tu ayuda inmediata por favor, te lo suplico por lo que más quieras. Necesito hablar con alguien de esta hiper mega tragedia que me está pasando, así que pliiiiiis help meeeeeee, o no sé de lo que soy capaz. O sea mira, estuve esperando todo el año los conciertos de Luismi en el Auditorio Nacional, porque aunque esa bola de envidiosos digan que está hecho un puerco y que le quedaron fatal sus injertos de cabello, a mí me sigue haciendo que se me ponga chinita la piel con sus movimientos de cadera y su voz tan sensual cuando canta grandes éxitos como el de «No culpes a la noche». Y, o sea, seguro ya te enteraste de que canceló la primera fecha como a la tercera canción, y nada más nos dijeron que era quesque por fallas en el clima o algo así. Prima, en buena onda, yo conozco a Luismi hace muchos años, y yo sé que él no nos haría eso a sus fans más que por una causa de fuerza mayor, pero ya no sé ni cómo defenderlo de toda esa gente que le gritó que si las lonjas habían apagado al sol y no sé cuántas majaderías más. ¿Me ayudarías a hacer un grupo de Facebook para demostrarle a Luismi cuántas fans habemos suyas más incondicionales que la de la canción de «La incondicional»? Di que sí di que sí di que síiiiiiii. Eréndira Machuca
Estudié Economía en el itam, Finanzas en Harvard y Karma en la Universidad Tibetana, pero el verdadero aprendizaje lo obtengo en esa loca maravilla llamada vida. Si quieres que lo comparta contigo, no lo pienses más y consúltame en el siguiente correo electrónico: ignacia@sextopiso.com (PD: No hay censura pero por favor sean recatados y no me vayan a andar preguntando puras pendejadas).
Estimada prima Ignacia: Soy un joven buena onda al que le gusta pasársela bien en compañía de gente chingona. Al mismo tiempo, soy un católico practicante, porque creo que la diversión y la religión no están peleadas, sino todo lo contrario, creo que nuestra Iglesia Católica necesita mejor prensa para que los jóvenes puedan darse cuenta de que no pecar puede ser igual de cool que sí hacerlo. Por lo mismo, estoy en un gran dilema. El otro día fui a un concierto navideño de un grupo de rock cuyo nombre quisiera olvidar, y resulta que la vocalista estaba bien sabrosa, y pues además iba vestida muy provocativa. Yo intenté concentrarme en el mensaje de las canciones, pero en la de los peces en el río ya no pude luchar contra la biología y se me formó un bulto en el pantalón que no pude ocultar. Regresé a mi casa muy avergonzado y al día siguiente le confesé al padrecito de mi iglesia lo sucedido, y ni me atrevo a contarte ni siquiera a ti lo que sucedió. Desde entonces no puedo pegar el ojo. Dime por favor prima, ¿crees que estoy condenado a las llamas del infierno? Isaac Marcos Rivera
Amiguis Eréndira, O sea, stop, you had me at hello. ¿Cómo se atreve esa chusma a gritarle esas barbaridades a Luismirrey? Yo no pude ir ese día al concierto porque los ganapanes que dizque dirigen esta mugre revista no pidieron a tiempo mi pase de prensa, y como el inútil con el que por amor e inocencia me casé siempre se atrasa con mi mísera pensión, pues no pude darme el lujito de ir por mi cuenta. Amén mi buen Isaac: Pero, ¡estuve ahí en espíritu contigo amiguis!, te lo juro por todas Úchales, la verdad es que ni para qué te miento, yo creo que en las horas que he sido acompañada por mi Rivotril, un buen tequila, y la incomparable voz de Luismi. Ya quisieran las arpías que le un sentido sí estás condenado a las llamas del infierno, pero no gritaron que siquiera Luismi les dedicara una de sus sonrisas que a por lo que tú crees. Mejor voy despacio para que nos entendamos, muchas nos han hecho desmayarnos, y además esa papada tan bien ¿sí mi vida? O sea, si lo que te preocupa es que reaccionaste como bronceadita lo hace parecer uno de esos hombres maduros que ya todo hombre al ver a la zorrita esa que no me quiero ni imaginar no se hacen los políticamente correctos y saben poner en su lugar cómo iba vestida, don’t worry about that honey. ¿Qué no ves que la a una mujer como tanto nos gusta. Y los poco hombres envidiosos Iglesia dice que con que un segundo antes de que estires la pata te que acompañaron a sus noviecitas aprovecharon tantos años de arrepientas, ya la hiciste y te vas al cielo y toda la cosa? Aquí entre resentimiento de vivir bajo la sombra del sol, para gritarle leperadas nos, ojalá que no sea cierto. ¿Te imaginas si el Hitler ese o Felipe como la que me comentas. Híjoles amiguis, creo que te salió hasta Calderón se arrepintieron antes de morir? O sea, ¡guácala encontrármelos en el cielo!, don’t you think my sweetie? Así que por ese requetebarato lo que te tocó escuchar, porque una amiga que también estuvo ahí me dijo que oyó cosas como que el problema había lado ni te me preocupes tanto, sólo trata de no morirte por sorpresa sido que no era Luismi sino una botarga que les había quedado sin poderte arrepentir, porque ahí sí que la vas a tener más dificilota demasiado bofa, y que el impostor se estaba a punto de desvanecer para la bienaventuranza eterna. por un golpe de calor, y otras calumnias que ni me atrevo a repetir Yo más bien el problema lo veo en que eres un perversote. O en este espacio. sea, yo creo que eres la primera persona en la historia de la huma ¡Claro que haremos nuestro grupo de Facebook para reivindicar nidad a la que le excitan unos peces que beben en el río por ver a a nuestro ídolo caído! ¡Cuenta con eso amiguis! Y cuando vuelva a Dios nacido. Yo creo que ni el tal Freud hubiera podido empezar a estar en la cúspide y calle a todos esos que han hecho los memes de explicar una mente con tantas cochinadas juntas al mismo tiempo. que si es el sistema solar o que ponen «No culpes a los lonches/No Así que aunque te confieses y te confieses, siempre vas a tener una culpes a las papas/No culpes a las tortas/Te ves como marrana… nueva perversión que te va a seguir pudriendo por adentro. Mejor ana», ya no van a saber ni dónde meterse. Luego pásame tus datos ya sé muy práctico y aprovecha para darle rienda suelta a todos tus para enviarle una carta personalizada impulsos mientras andas por por ti y por mí, y yo que soy famosa a aquí, para que al menos cuando Hazle una pregunta a la prima Ignacia. lo mejor nos invita a presenciar su relas llamas del infierno te tortutorno triunfal en un palco en primera ren tengas estos recuerdos para Si tienes la suerte de que en su infinita fila y toda la cosa. ¡Ánimo amiguis, no consolarte con que lo bailado ya sabiduría la seleccione como la mejor del desesperes, ya verás cómo muy pronto nadie te lo quita, ni siquiera el el sol volverá a brillar muy alto! mismísimo Satanás en persona. mes, recibirás gratis en tu domicilio el
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«Al leer cualquiera de sus poemas tiene uno la impresión de que lo leído revela a una persona con una perspectiva única del universo [...]. Si la importancia de la poesía de Cavafis reside en la singularidad de su tono de voz, nada tiene el crítico que decir, porque la crítica solo puede hacer comparaciones. Un tono de voz único no puede ser descrito; puede ser solo imitado, es decir, parodiado o citado».
«Halfon nos cautiva por la fluidez de su prosa, por las situaciones extrañas, por la magia de los ambientes y de los personajes, por el humor, por la delicadeza de un erotismo a penas insinuado y por su exigencia ética».
W. H. Auden
J. A. Masoliver Ródenas, Cultura/s, La Vanguardia