Reporte sp Número 8 • Abril de 2015
Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso
¿Qué deseamos cuando deseamos? Eduardo Rabasa
U
na enorme variedad de teorías y formulaciones sobre el deseo, provenientes de filosofías de distintos lugares y épocas, de la poesía, música, literatura y otras manifestaciones y construcciones que se han ocupado de lo que quizá sea el rasgo central en la vida de todo ser humano, coinciden en que el deseo es ante todo fugaz y evanescente. Casi por definición, el deseo nunca puede ser satisfecho más que de manera momentánea, y de hecho uno de los principales síntomas de esa enfermedad del alma que conocemos como depresión es precisamente la falta de deseo, y en última instancia la dificultad para continuar con esa concatenación de deseos frustrados e insatisfechos que conocemos como vida. Aun así, pocos factores de nuestra existencia son tan centrales como nuestros deseos, al grado de que quizá no sea exagerado afirmar que ya sea por ceder ante ellos, o también por intentar resistirnos, dedicamos buena parte de nuestra existencia a girar como trompos sin control en torno a aquello que deseamos o que nos asusta. P. M. Hubbard fue uno de los principales escritores de suspenso británicos del siglo xx. Sus libros se inscriben en ese tipo particular de novela de suspenso donde la trama parece moverse tanto a un nivel concreto, a partir de los sucesos específicos que acontecen en las vidas de los protagonistas, como a un nivel más abstracto, donde por decirlo de alguna manera el autor estuviera trazando una radiografía del alma y de la mente de esos títeres que no advierten los hilos que los mueven: los seres humanos. Un poco en la tradición de un clásico como El halcón maltés, en La colmena de cristal el objeto de deseo primario es un objeto en apariencia simple, una tazza de cristal del siglo xvi, elaborada para la reina de Inglaterra por el artesano veneciano Giacomo Verzelini, cuya misteriosa aparición en una revista especializada de nombre Cristal Antiguo —en plena segunda mitad
del siglo xx— pone en marcha el periplo de Johnnie Slade, un eterno y desencantado cínico cuyas únicas dos aficiones parecen ser el cristal antiguo y las mujeres bellas y enigmáticas. A partir de una pista encontrada cuando el viejo Levinson —único conocedor del paradero de la tazza al interior del mundillo de los especialistas en cristal antiguo— muere repentinamente antes de recibir a Johnnie, éste se pone en marcha desde Londres hasta el pequeño poblado de Dunstreet, donde en la primera subasta a la que asiste cae flechado por otra coleccionista, la hermosa pero arisca Claudia, con quien de inmediato queda enganchado en una relación de atracción y sospecha mutuas. A través de giros que resultan de una lentitud calculada, como para permitir al lector ir descendiendo a la par de Johnnie en los abismos negros de su propia alma, el círculo se va cerrando hasta incluir a los dos amantes que al mismo tiempo se repelen, así como a la vieja, ciega y rica tía de Claudia, Elizabeth Barton, resguardada por Jock, un bull terrier maloliente de «cuerpo blanco y rosado y (que) parecía casi completamente pelado y sarnoso», y por la vieja Coster, que si bien es capaz de suplir los ojos que no le funcionan a la tía Elizabeth, parecería haber cedido a cambio la capacidad de oír, pues está completamente sorda. De ese modo, y por motivos bien distintos, Claudia y Johnnie se unen en un complot tácito para acabar con la vida de la tía Elizabeth, enfrentando por momentos la dificultad representada por diversas defensas sensoriales, pues como reflexiona Johnnie: «Siempre y cuando las fuerzas enemigas no se unificaran, yo debía ser invisible o inaudible, pero no ambas cosas a la vez». Como dije con anterioridad, P. M. Hubbard nos conduce con pericia a dos niveles distintos, en una colisión anudada hacia un desenlace tan inevitable como imprevisto. Conforme leemos La colmena
Casi por definición, el deseo nunca puede ser satisfecho más que de manera momentánea, y de hecho uno de los principales síntomas de esa enfermedad del alma que conocemos como depresión es precisamente la falta de deseo…
Reporte SP • Año 2 • Número 8 • abril de 2015 • Publicación mensual gratuita de Editorial Sexto Piso • www.sextopiso.mx Impresión: Offset Rebosán • Editores: Diana Gutiérrez, Diego Rabasa, Eduardo Rabasa, Felipe Rosete • Diseño y formación: donDani Portada: Ilustración de Luis Scafati para El castillo de Franz Kafka (Sexto Piso, 2015).
T Entra a sextopiso.mx U Suscríbete V Recibe un libro y el Reporte SP cada mes W Disfruta la lectura.
de cristal, una parte de nuestra mente sigue con avidez los acontecimientos de talante policiaco que desentrañan los esfuerzos de los protagonistas por alcanzar aquello que anhelan y que siempre los elude, mientras otra se trenza en el triángulo de deseos que comprende a la tazza, a Claudia, y a los intentos de dar muerte a la tía. En cierto sentido, la tragedia de Johnnie Slade es poseer una inteligencia demasiado aguda, que lo hace dudar de cada uno de sus pasos, pues aunque fantasea con un futuro idílico donde descansen a su lado tanto el inerte cristal antiguo que tanto lo obsesiona, como la ardiente mujer que lo mantiene a la distancia con una frialdad escalofriante, se da cuenta de que por más metódico que sea su propio recorrido, en realidad es una simple marioneta comandada por fuerzas que no sólo no comprende, sino que no puede ni desea intentar aminorar: (…) sin embargo, yo habría podido seguir mi vida perfectamente tranquilo sin ellas. La parte de mí que siempre elegía la seguridad se habría alegrado de regresar a esa comodidad anodina, pero no era la parte más importante. Es posible que nuestro inconsciente anhele regresar al útero, pero eso rara vez se presenta como un curso de acción factible. Ignoraba hacia dónde me empujaban, pero no estaba preparado para cuestionar a las fuerzas que me empujaban.
En última instancia, como sucede en las obras coherentes donde todo se estructura y se desmorona a partir del veleidoso deseo de los protagonistas, no existe ninguna moral ni ningún sistema ético que
premie o castigue a Johnnie Slade ni a Claudia por la mezquindad de sus deseos, sino que la colmena de cristal en la que luchan y se aman de manera intermitente termina por ser un espectador inmutable, desapegado e imparcial, que parece reír de manera impasible, a sabiendas de que esos bichos que revolotean frenéticos en su interior habrán de ser transitorios como tantos otros, pues finalmente lo único que queda es la incesante tragedia humana, con sus formas infinitas para reciclarse, siempre en patrones muy similares, donde nuestros propios deseos son a menudo tanto lo único que le confiere sentido a nuestra existencia, como la ruta más segura y directa hacia nuestra propia perdición. •
La colmena de cristal P. M. Hubbard Traducción de Ernesto Montequín La Bestia Equiátera • 2014 • 272 páginas
Instrucciones a los patrones • Por Johnny Raudo Los empleados de hoy en día a menudo se encuentran sumamente confundidos, y una de tus infinitas tareas como patrón es la de ser como una estrella polar que guía sus vidas. Nadie dijo que ser patrón fuera fácil, pero los patrones que quieran pasar a la historia deberán ser como el padre, la madre, la sobrina, el mejor amigo y el peor enemigo de sus empleados, pues sólo así lograrán inculcarles esa mezcla justa de obediencia y esfuerzo incondicional que la empresa necesita de ellos para su óptimo desarrollo. Como patrón, seguramente te has enfrentado a empleados cansados, confundidos, ojerosos, con los nervios destrozados, que encima de todo a veces albergan ideas en el sentido de que es la empresa, y por lo tanto tú como patrón, quien los tiene en semejante estado tan deplorable. Un remedio muy barato, pero no siempre tan eficaz, es tenerles siempre en la oficina té de tila y de valeriana, debidamente adulterado con una pequeña dosis de anfetaminas o de otro estimulante, para que al mismo tiempo que los atonte y les disminuya su tormento mental, les dé la energía suficiente para seguir desempeñando su trabajo como autómatas. Otra opción más costosa, que como patrón de élite en algún momento debes de poder permitirte, es organizar un retiro corporativo en el balneario masivo más cercano a tu localidad. Si bien como patrón debes estar dispuesto a todo para asegurar el bienestar de la empresa, tampoco tienes que ser tan temerario como para ir a uno de esos lugares sin haberte metido antes en un profundo baño con un líquido desinfectante, para evitar que se te contagien las enfermedades y hongos que suelen portar las familias que asisten a ese tipo de lugares. Otra cosa importante para abatir costos es que encargues a tu asistente personal que prepare unas buenas hieleras
repletas de sándwiches de jamón y tacos de huevo, y que compres la mayor cantidad de zepelines de Coca o de Pepsi, para que con eso mantengas a los empleados con el estómago lleno y sin quejarse durante el tiempo que dure el retiro. Una vez que se encuentre todo el equipo en el balneario, deberás programar una dosis pertinente de pláticas motivacionales (destinadas a ver si de una vez por todas los empleados entienden que la empresa está enfrascada en una guerra, y que no hay sacrificio pequeño con tal de enriquecerla otro poco), con juegos y concursos que proyecten una imagen tuya de patrón relajado y buena onda. Por ejemplo, puedes organizar un concurso de traje de baño para los empleados hombres, exigiéndoles hasta a los más gordos que desfilen enfundados solamente en una tanga de leopardo, pues con ello conseguirás por un lado que las mujeres de la empresa disfruten y se diviertan, al mismo tiempo que le deshaces la autoestima a la inmensa mayoría de los empleados, con lo que literalmente matarás dos pájaros de un tiro. En cambio, a las mujeres organízales concursos de fuerza como cargar cubetas llenas de agua durante la mayor distancia posible, o golpear con un rodillo una masa hasta dejarla casi invisible, ya que con eso podrás distinguir a las más arrojadas y dispuestas a transgredir su condición de género con tal de llegar muy alto en la empresa. A los ganadores de ambos bandos obséquiales vales que puedan canjear por los productos que tengas en mayor cantidad en tu bodega, para que aprendan que incluso de lo que sobra deberán esforzarse para obtenerlo. Una vez que culmine el retiro, tus empleados y tú conformarán una familia unida por el engrudo de las diferencias irreconciliables, y a la vuelta trabajarán como engranes anónimos, esperando con ansia el siguiente retiro corporativo que inyecte un poco de emoción en sus vidas rutinarias. •
Transferencia,
ideología y la naturaleza Morris Berman de la obsesión [La transferencia] es un fenómeno universal de la mente humana… y de hecho domina la totalidad de la relación de cada persona con su entorno. Sigmund Freud, Un estudio autobiográfico (1925)
D
esde hace mucho tiempo me ha fascinado, y en ocasiones obsesionado, el tema de la obsesión. ¿Por qué los humanos insistimos en que el mundo tenga sentido, que «signifique» algo? ¿Por qué debe haber un «patrón» subyacente a todo, una unión de puntos sueltos que coloque cada cosa en su respectivo lugar? Después de todo, todos los ismos del mundo están plagados de agujeros, y es difícil defenderlos mas que para los creyentes más acérrimos. Uno pensaría que a estas alturas habríamos dejado esa búsqueda enloquecida detrás, y que simplemente permitiríamos que las cosas hablaran por sí mismas. La realidad no necesita de ninguna ideología, ¿verdad? Y sin embargo la evidencia apunta hacia que ese día se encuentra muy lejano, pues no existe un solo ismo que carezca de adherentes y devotos apasionados. Una y otra vez, los «puntos» se conectan de manera incorrecta, y el patrón resultante causa horror cuando es mapeado en el mundo; pero de alguna manera eso jamás impide que volvamos a hacerlo. Por ejemplo, todos esos libros sobre la dieta perfecta estaban equivocados, pero éste, el que acaba de salir de la imprenta, al fin contiene la fórmula mágica, hasta que aparece la nueva versión del próximo año que anuncia la misma revelación. Lo único que casi nunca hacemos es ver más allá de la compulsión humana de manufacturar «certezas», y cuando ese vislumbre se produce, dura una pequeña fracción de segundo. He aquí un ejemplo clásico. De alguna u otra forma, la siguiente historia se ha repetido miles de veces durante los últimos tres milenios, en los más diversos contextos que podamos imaginar, y es completamente representativa del fenómeno al que hago referencia. En octubre de 1945, en la euforia de la posguerra tras la liberación de París, una muchedumbre se reunió en el Club Maintenant pa-
ra escuchar a Jean-Paul Sartre pronunciar una conferencia titulada «L’Existentialisme est un humanisme» [El existencialismo es un humanismo]. Fue el momento definitorio en la historia del movimiento existencialista, un llamado a que la gente rechazara los valores trascendentales, y en lugar de ello creara su propio sistema de valores humanista. Lo irónico fue que, como lo cuenta Simone de Beauvoir en su autobiografía, titulada La fuerza de las circunstancias, la atmósfera en el salón de conferencias rayaba en lo religioso; Sartre y sus asombrados acólitos en definitiva se encontraban rodeados por un aura trascendental. «Cuando Sartre pronunció su conferencia», escribió De Beauvoir, «no cabía toda la gente que quería entrar a la sala de conferencias; hubo empellones y algunas mujeres se desmayaron». Lo siguiente es la narración de De Beauvoir del mismo episodio, aparecida en su novela Los mandarines:
Lo único que casi nunca hacemos es ver más allá de la compulsión humana de manufacturar «certezas», y cuando ese vislumbre se produce, dura una pequeña fracción de segundo.
Después tocaba el turno de Robert [es decir, Sartre]. ¡Qué ovación recibió! En cuanto se levantó empezaron a aplaudir, a golpear el suelo con los pies, a gritar… ¿Qué representaba exactamente para ellos?… Cada uno lo adoraba a su manera. Continuaron aplaudiendo y el ruido crecía en mi interior, se volvía inmenso… Robert habló sin ninguna afectación en su voz, con una lógica tan aguda que casi parecía violenta. No ofrecía ninguna plataforma; más bien, nos dictaba tareas. Y eran tan urgentes que uno no podía evitar llevarlas a cabo: la victoria estaba asegurada de manera necesaria. Todo a mi alrededor, la gente sonreía, sus ojos brillaban, y cada uno reconocía su propia certeza en los rostros de sus vecinos de asiento… Tomarán el propio destino entre sus manos, asegurarán el triunfo de la paz, y conseguirán traer la libertad y la felicidad para todo el planeta… [El discurso] nos deslumbró. Cuando terminó, aplaudimos durante un largo tiempo, y era la verdad a lo que aplaudíamos… La paz estaba asegurada, el futuro garantizado, lo cercano y lo lejano eran uno mismo, algo indivisible.
Me pregunto qué pensaban los acólitos de Sartre que hacían, al escuchar una conferencia que los alentaba a rechazar lo trascendente
Te recomendamos de este autor:
y seguir el camino del sentido creado de manera individual, que era precisamente lo que no estaban haciendo. En vez de ello, entraron en un estado de trance total frente a su conferencia, y se pasaron los siguientes años o décadas sentados en cafés de Saint-Germain-des-Prés vestidos con suéteres negros de cuello de tortuga, fumando Gauloises, leyendo Les Temps Modernes (el diario de Sartre), murmurando frases existencialistas, y siendo «cool». Me viene a la mente la escena de la película de Monty Python, La vida de Brian, en la que miles de personas gritan al unísono «Todos somos individuos; pensamos de manera propia» mientras, con los ojos en blanco, corren detrás de aquél que piensan que es Jesucristo. Para ser exactos, ¿qué tipo de «libertad» es ésta? Como ya lo mencioné, esta escena se ha repetido, en lo esencial, una y otra y otra vez durante los últimos tres mil años. En ocasiones,
Ilustración de Luis Scafati para El castillo de Franz Kafka (Sexto Piso, 2015).
el objeto de adoración es relativamente benigno (¡los Beatles invaden Estados Unidos!); sin embargo, la mayoría de las veces es pernicioso, como en el caso del fascismo o el estalinismo. Pero, desde el punto de vista de lo que se llama transferencia —la «catexización» de energía del pasado hacia un objeto neutral en el presente—, el patrón subyacente es siempre el mismo: una devoción trascendente que permite al individuo fusionar su conciencia con una entidad que lo trasciende. Y es que Freud estaba en lo correcto: de una manera u otra, la transferencia domina nuestras vidas. De ahí que el verdadero peligro no yazca tanto en el contenido específico, como en el mecanismo ciego, inconsciente, que sirve de guía al proceso. Lo que yace en el corazón de las necesidades y penurias humanas son problemas relacionados con la transferencia, y por lo tanto son los que se encuentran en el corazón del impulso de destrucción del ser humano. En 1968 Arthur Koestler, cuya vida consistió en perseguir una ideología tras otra, escribió que lo único que podría salvar a la raza humana sería una droga que bloqueara la «devoción», en tanto era la devoción, desde su punto de vista, lo que había causado los grandes desastres de la historia. De manera similar, Ernest Becker, uno de los menos conocidos y más brillantes académicos norteamericanos del siglo veinte, postuló que la historia era en términos generales la historia de gente «normal», que hacía pedazos el mundo para poderse ocultar de una ansiedad que no podían reconocer de manera consciente. Lo crucial del dilema humano es que la transferencia no es del todo nociva; que parte de su atractivo, de su «vigencia», se encuentra en la dirección de aquello que es «verdadero», o al menos psicológicamente entero. Después de todo, la transferencia trata sobre apegos, y una persona sin ningún apego estaría psicotizada (o sería un Buda). Por decir lo menos, la transferencia yace en el corazón del entusiasmo y, a menos que depositemos energía en una actividad, de entrada no tiene mucho sentido llevarla a cabo. De ahí que uno de los elementos cruciales que nos definen como humanos —la capacidad para tener apegos, para que nos importen las cosas— parezca desviarse irremediablemente hacia comportamientos y estados mentales que han hecho, como escribió Becker, que a menudo despedacemos el mundo. El país que produce a Beethoven finalmente produce a Hitler. La nación que libra una Guerra de Independencia contra Gran Bretaña termina por asesinar a tres millones de campesinos en Vietnam. Si no podemos vivir sin la transferencia, da la impresión de que tampoco podemos vivir con ella. Lo que necesitamos entonces es una especie de equilibrio que hasta el momento ha sido esquivo para la enorme mayoría de la raza humana. • © Morris Berman, 2014 Traducción de Eduardo Rabasa
Te invitamos a la presentación del libro Convertir la paja en oro, de Morris Berman, con el autor y Mariana H. Miércoles 22 de abril • 19:00 h. • Librería Octavio Paz del FCE.
El Señor Cerdo
E
l Señor Cerdo es un ser definido por la experiencia, o más bien, por las infinitas experiencias maravillosas que va acumulando a lo largo de su vida privilegiada y tan única. Por eso, el Señor Cerdo no es prejuicioso y siempre tiene una open mind para recibir los flashazos de sabiduría de donde quiera que lleguen. El otro día, mientras el Señor Cerdo caminaba los veinte minutos que le marca su smart watch para estar en forma y no descuidar ese templo que es su cuerpo, el Señor Cerdo vio un anuncio que inmediatamente se convirtió en su mantra: Your Life. Your Rules. ¡Pero claro!, pensó el Señor Cerdo, los teléfonos y todos los gadgets cool que el Señor Cerdo ha ido adquiriendo a lo largo de todos estos años están a su servicio para obedecerlo, para potenciarlo, y para ayudarlo a exteriorizar su talento y su creatividad, y de ninguna manera lo contrario. No. El Señor Cerdo no está dispuesto a ser uno más de esos seres esclavizados por la última moda tecnológica, y para demostrarse a sí mismo que no lo necesita, el Señor Cerdo decidió inscribirse al templo budista más cercano a su casa, pues, ¿qué mejor manera para entrar en contacto con su inner self que aprendiendo a meditar de manera rigurosa? El Señor Cerdo ha de confesar que no le resultó fácil, pues desde siempre ha sido una naturaleza sumamente inquieta, de esas predestinadas para comerse al mundo de un bocado, así que toda esa ondita de estar en silencio y nada más respirando atentaba contra
su naturaleza de persona de acción. Pero el Señor Cerdo aún no ha conocido un reto que pudiera derrotarlo, de modo que al instante se encontraba respirando con sus característicos gruñidos guturales al lado de los demás asistentes al templo. Muy pronto comenzaron a llegar los insights destinados a convertirlo en mejor persona, pero hubo uno que rápidamente le mostró su importancia al Señor Cerdo, que tampoco es que sea una persona amargada ni malhumorada, pero sí reconoce que en ocasiones pierde con facilidad la paciencia frente a las personas de menor talento, inteligencia y visión que él, es decir, casi toda la humanidad, a excepción de ese estrato tan especial de estrellas a las que el Señor Cerdo admira, en el que está seguro que muy pronto, ya muy pronto, ingresará. El caso es que el Señor Cerdo entendió que uno de los mayores assets que puede tener una persona en la actualidad es precisamente la simpatía, pues nada como la belleza y el charm para abrirse paso en este mundo tan complicado, para poder ir alcanzando cada una de las metas en la vida, incluso cuando son tan elevadas como las que se ha trazado alguien de la estatura del Señor Cerdo. My Life. My Rules!, gritaba el inner self del Señor Cerdo mientras meditaba en silencio, pero siempre con una gran sonrisa exterior, que sea reflejo de su gran sonrisa interior, y muerte a la mala vibra y al estrés, pues a fin de cuentas son emociones negativas que predisponen a las personas a ponerle obstáculos a los designios del Señor Cerdo. •
La condena del talento • dD&Ed
Presencia de Sexto Piso en la Fiesta del Libro y la Rosa 2015 Jueves 23 de abril • Foro Fuente • ccu-unam 17:00 • Presentación del libro Uncle Bill, de Bef; con el autor y Alberto Chimal 18:00 • Lec tura de poesía con: Sophie Alexander • Marina de Tavira • Ilse Salas Leerán poemas de los tres primeros títulos de la colección Poesía Sexto Piso: Alfabeto (Inger Christensen), El color del tiempo (Clarisse Nicoïdski) y La libélula (Amelia Roselli).
El buzón de la prima Ignacia Dear señorita Ignacia,
Querida prima Ignacia,
A pesar de mis orígenes mexicanos, me esforcé mucho por salir adelante en una ciudad tan racista como Tucson, Arizona, y logré escalar posiciones hasta ser el patiño del payaso de un circo internacional. Pero lo malo fue que un día me puse bien pedote y quién sabe qué cosas indebidas les dije a los enanos y a la mujer barbuda, y lo siguiente que supe es que me habían mandado a darle de comer a los animales a la filial de México df. Como no me alcanzaba ni pa’l cuartito en el que vivo, un día me puse a hacer malabares en un semáforo, y pus me di cuenta de que sacaba más que en el circo, y además ni tenía que aguantar las pendejeadas del patrón. ¿Cree que debo de volver a los Uniteds a perseguir mis sueños o que ya mejor me debo resignar a ser payasito de semáforo aquí en mi tierra natal? Lardarius Martínez
Mi amigo Wenceslao Gómez López me sugirió que te escribiera para ver si me puedes ayudar. Resulta que el otro día en un reven ya andábamos bien burros y empecé a discutir con mi amigo el Chaparro sobre el famoso pleito entre Kurt Cobain y Axl Rose. Obvio, yo estaba del lado de Kurt, pero el Chaparro dijo que Axl había tenido razón en llamar «perra estúpida» a Courtney Love, y que Kurt Cobain no le llegaba ni a los talones al pendejo de Axl. Cuando sí me prendí fue cuando dijo que si Kurt no se hubiera suicidado no sería nadie, así que le empecé a servir unas cubas bien cargadas, hasta que quedó inconsciente en una silla, y entre yo y otros cuais lo envolvimos como momia en papel de baño. Al día siguiente lo despertó a gritos la mamá del chavo de la casa en donde era el reven, y ahora el chaparro no nos habla y se salió de nuestro equipo de pambol del Ajusco. ¿Crees que tiene razón y que Axl es más chido que Kurt Cobain? Martí Gil Bartomeu
Híjole Lardarius, la verdad es que me pones a elegir entre Guatemala y Guatepior. O sea, yo la verdad sí tengo como que mucha conciencia social, y cada vez que veo en la calle a payasitos chamagosos como tú, que la verdad muchas veces no pueden ni agarrar las pelotas por tanto resistol que han inhalado, pues les doy su limosnita y toda la cosa, pero pues sí he visto que como que la demás gente no es tan bondadosa como yo. Ora, lo malo es que la señora que me ayuda me contó que sus hijos le dijeron que el paso está cada vez más difícil, y que la última vez al más chico se le hincharon los pies tanto que pensó que le iban a reventar. Pero, ay, ¡qué suerte que soy tan lista!, se me acaba de ocurrir la mejor solución: ¿por qué no te inscribes a la próxima edición de México tiene talento, y les cuentas una historia bien triste a los jurados, y después haces tus malabares o algún truco que deje apantallada y haga chillar a la Ximena Sariñana?, y pus ya con eso tendrás tu boleto al estrellato. Ya que seas bien famosote entonces sí tramitas tu visa para ir a vengarte de los pinches gringos que te humillaron, para que entiendan que ni sus mujeres barbudas ni sus enanitos tienen ningún derecho de pisotear a nuestros compatriotas. Si necesitas algún contacto, una cuñada mía trabaja en Televisa, así que nomás avísame y listo, que no por nada estoy aquí para ayudar a todas las almitas en pena como la tuya.
Hazle una pregunta a la prima Ignacia. Si tienes la suerte de que en su infinita sabiduría la seleccione como la mejor del mes, recibirás gratis en tu domicilio el libro de tu preferencia de Sexto Piso.
Ay Martí, siendo que eres amigo de Wenceslao, la verdad no me extraña que me preguntes algo tan pendejo. O sea, ¿tú crees que alguien de mi abolengo siquiera sabe de qué me estás hablando? Bendito YouTube y esas cositas imprescindibles del mundo moderno, y pues como la chamba es la chamba, ya me metí a ver a qué te refieres y ya estoy requeteenterada. Mira, ese par de mugrositos a los que toda la vida les va a hacer falta un baño —y me da igual si el güerito que parece que está llorando en lugar de cantar ya se murió— ganaron muchos billetitos verdes engañando a adolescentes huevones como ustedes con sus dizque pleitos y amenazas públicas. O sea, pero si es el abc de lo que llaman corporate superstar entertainment catfight branding, o sea, hellooooooooooo?, ¿en serio crees que con tanta droga y cosas que se metían les quedaba siquiera un poco de cerebro para acordarse al día siguiente de a quién habían insultado el día anterior? Pero para que no digas, te la voy a poner fácil y te la voy a voltear, para que tú solito te desengañes: ¿por qué no organizas con tus amigos una pelea en plataforma contra el tal Chaparro, los dos armados con esos cotonetes gigantes como los que usan en Japón para apostar a las peleas, y lo subes a YouTube? Quien quita y es la oportunidad que estaban esperando para hacerse famosos, y con el video de su golpiza de cotonetes le hacen la competencia a la Caída de Edgar y a la ardilla diabólica y pasan a la historia como una más de esas tonterías que tienen millones y millones de visitas en YouTube. Mucha suerte y bye-bye darling. Estudié Economía en el itam, Finanzas en Harvard y Karma en la Universidad Tibetana, pero el verdadero aprendizaje lo obtengo en esa loca maravilla llamada vida. Si quieres que lo comparta contigo, no lo pienses más y consúltame en el siguiente correo electrónico: ignacia@sextopiso. com (PD: No hay censura pero por favor sean recatados y no me vayan a andar preguntando puras pendejadas).
Esta temporada Reporte SP te recomienda Alabaster
Fuerzas especiales
Osamu Tezuka • Astiberri Ediciones
Diamela Eltit • Periférica
La serialización de Alabaster en la revista Weekly Shonen Champion, en 1970 y 1971, desató la controversia entre los fans de Tezuka, sorprendidos de que el creador del mundo optimista de Astroboy hubiera realizado un manga rebosante de maldad y desprovisto de héroes.
«Diamela Eltit ha resistido, con éxito, las obligaciones del mercado, haciendo de la lectura una labor crítica del lenguaje, y del libro un instrumento conspirativo contra el orden dominante. Sus libros convierten la lectura en una sediciosa labor clandestina, de vocación anarquista, radicalidad estética y despojado estilo». Julio Ortega
Ángel del Infierno.
Kokoro
Vida y andanzas de Sonny Barger y el Club de Motoristas Ángeles del Infierno
Natsume Sõseki • Impedimenta
Ralph Sonny Barger, Kent Zimmerman, Keith Zimmerman • Pepitas de Calabaza
«Natsume Sõseki es, sin duda, el máximo representante de los escritores japoneses del último siglo». Kenzaburõ Õe
«Su lectura es embriagadora… es el apasionante relato que se espera de la banda de moteros más famosa de todos los tiempos». New Times Los Ángeles
Clases de baile para mayores
La libélula
Bohumil Hrabal • Nórdica Libros
Amelia Rosselli • Sexto Piso
«Literatura en estado puro, sucesión de anécdotas hilarantes unidas por la poesía, intento logrado de sondear los límites de la novela decimonónica, Clases de baile para mayores contiene, al mismo tiempo, un tratado sobre un mundo perdido que nunca acaba de desaparecer del todo».
«Yo diría que nunca me he encontrado, en los último años, con un producto de este tipo, tan poderosamente amorfo, tan objetivamente magnífico». Pier Paolo Pasolini
Álvaro de la Rica, El Mundo
Convertir la paja en oro
Lancha rápida
Morris Berman • Sexto Piso
Renata Adler • Sexto Piso
«A diferencia de los libros anteriores [de Morris Berman], que se centran en una sociedad y una economía en declive, éste es diferente. O tal vez no. Los temas aquí son de hecho sobre la sociedad y la economía, pero desde un punto de vista muy personal».
«En algún lugar entre Joan Didion y Bret Easton Ellis, Renata Adler toma el timón. Todos a bordo y al abordaje». Rodrigo Fresán
Peter van Buren, The Huffington Post
El castillo
Franz Kafka
Ilustraciones de Luis Scafati Traducción de José Rafael Hernández Arias
Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas
Los libros en The New Yorker
Pier Paolo Pasolini • Errata Naturae «“La crítica debería ser lo primero que cultivase un niño”, sostiene Pasolini. Es la mejor manera, dirá, para comenzar a desmitificar a los ídolos desde temprano, y despertar “la pasión de crear”».
«Los libros en The New Yorker es una gozada desde la página uno a la 192. Una fiesta de sensibilidad, ironía e ingenio. Sin acidez, con inteligencia y natural bonhomía».
Albert Lladó, La Vanguardia
Fernando R. Lafuente, abc
VV. AA. • Libros del Asteroide
El castillo
Un viaje llamado vida
Franz Kafka y Luis Scafati • Sexto Piso
Banana Yoshimoto • Satori
«La obra de Kafka es como una red en la que cada fragmento de sus diarios, cada novela, cada apunte, cada aforismo, conviven en un conjunto».
«Yoshimoto reconstruye promesas, encuentros, momentos dichosos y sorpresas a partir de un aroma o un sabor. El leve efecto de la luz o el rumor de la lluvia y del viento desatan asociaciones mentales y remembranzas. Con la prosa delicada de Yoshimoto el lector transita por emociones cuya recreación es una empresa arriesgada».
Roberto Calasso
Antonio Paniagua, El Correo