La Edad del Perdón

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LA

EDAD DEL

PERDÓN

NORA R. SIEBARUAQ


NORA R. SIEBARUAQ- LA EDAD DEL PERDÓN

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La edad del perdón

Entre los años de desasosiego y la generación de la redención −ese futuro que siempre parece a punto de sucedernos, justo a punto de llegar− ahora estamos, todos, todas, suspendidos en la cómoda esfera de la Edad del Perdón. Podría decirse que la guerra quedó muy lejos, aducirse que a nosotros la barbarie jamás nos tocó, o incluso que ya se ha señalado suficientemente a los culpables; pero lo cierto es que se nos ha muerto Dios: se nos murió siglos antes, pero su tumba fue, quizá, un campo de concentración. Cuando su desaparición era sólo una idea poco consistente −un anuncio susurrado, un nocturno doblar de campanas en el atardecer de la Historia− aún quedaban predicadores que trasmitían su Palabra como anuncio secular y tímido de una sociedad mejor, o como un arte comunitario que asumía las obligaciones de un tal vez solamente dormido creador; mas, entre humos de bombas y gasificaciones, su funeral, como un soplido llamado Shoah, se celebró.


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La herencia, como acostumbra, se repartió entre la totalidad de sus hijos a falta de un heredero mejor, aunque en ese alboroto frío y amurallado poco se respetaron las partes iguales. Al expolio del cadáver divino incluso la Razón llegó tarde, pues el discurso de entronización del Capital se pronunció cuando el cuerpo aún no estaba del todo tapado: reclamó para sí la Aseidad divina, el bien más deseado por una sociedad que ya sabe que no puede ser inmortal; definiéndose tal que: “existe en sí mismo, por medio de sí mismo y para sí mismo”; oro que por fin pudo ser Dios, oro que ya ni siquiera es oro. Como parecía totalmente razonable, sin que nadie se planteara arrebatarle el puesto −bastantes años por el mismo a su Padre había guerreado− la Ciencia se quedó con su faceta de “Creador” en todo posible sentido de la palabra: se erigió dueña del momento fundacional de todas las cosas −que, lejos de ser Verbo, se limitaba a ser Nombre− y se instituyó a sí misma como única semilla posible de mitos nuevos, llámense estos “inmortalidad”, “belleza” o “explicación”. Intercedió la Ciencia por su hermana Matemática para que ella proclamara el monopolio de la Infinitud, siendo la única capaz a partir de entonces de utilizar legítimamente el término, ya sea una infinitud concebida desde lo eterno del tiempo o desde lo inmenso del espacio; y, aunque pareciera que en este punto lo más importante de Dios Padre se había esfumado, la pugna siguió sin dejar tregua alguna a ese albacea malhadado 4


llamado 1944. La omnipotencia del Señor se tornó multinacional, multinacional de multinacionales, red compleja e inimitable, inasible como el apeiron, incognoscible como el noúmeno, inabarcable, imposible, incalculable. Lo Sublime abandonó la tierra para volverse aire, dejó la tormenta para convertirse en corporación, conspiración, llámese O.T.A.N, W.A.S.T.E, o Lehman Brothers; todopoderosa organización ante la cual el individuo, extasiado y dolorido, mide sus fuerzas encontrando en ello un histérico placer de ser a la vez todo y nadie. Y aunque la consigna de la Simplicidad −Uno, sólo Uno, que no conoce partes− parecía un sudario adecuado, un fetiche fúnebre del que el Todopoderoso no debería librarse, ese laberinto económico omnipotente convirtió en Simple −léase: singular mayestático− a las identidades, apelando para ello a la única cosa que sólo poseíamos una vez: la esfera, el círculo perfecto del Globo Terráqueo. Globalización llamó, ese hijo pedigüeño, a la recién adquirida cualidad, apoyado en su abusiva petición por la nueva Omnipresencia, lente, onda o partícula luminosa, en cualquier caso llamada vulgarmente “medios de comunicación.” Ese estar-en-todas-partes que antaño nos había tranquilizado a los creyentes se instaló entre el micrófono y la cámara, en el impulso eléctrico que habita todo rincón, siempre allí, siempre presente, tanto es así que es posible afirmar que, si no está en algún sitio, éste no existe realmente. Ubicua, la comunicación se hizo radio, periódico, televisión, invadió la pantalla interior de un teléfono


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inteligente; democratizada, pura y deseable por la seguridad y la guía moral y estética que confiere: nadie podría negar hoy en día que Internet es un buen sustituto de ese Dios vigilante y presente que si lo desea puede ser castigador. Y aunque la resurrección de la carne era algo con lo que nadie podía fantasea realmente −¿cómo iba a resucitar la carne de aquellos de los que no quedó ningún rastro?− las lentes y los registros mecánicos aún tuvieron tiempo para acoger otra más de las capacidades divinas, dándose a sí mismas la potencia de documentar, de hacer historia, ángeles que pregonan la tranquilidad de saber que muera como muera tu cuerpo al día siguiente será resucitado, consagrado a la comunidad con el almuerzo de las tres, unos segundos, o unos minutos, tal vez. Todas las graves disposiciones divinas parecía haberse entregado, quitándoles la oportunidad a individuos, intelectuales o Estado de exigir el pedazo que, como Hijos y amigos, merecían del divino legado. Estado y Cultura aceptaron, a regañadientes −¡qué remedio quedaba, en ese féretro ya destartalado!− compartir el don de administrar penitencias. El Estado se apropió la capacidad de administrarlas públicamente, la fiesta del castigo, la gloria de la sangre; justicia judicial y burocrática, cuarenta latigazos son hoy cuarenta años de cárcel; portador del orden que, a pesar de ya no ser divino, se asegura de que quien debe pagar, pague. La Cultura adoptó, por su pare, un papel más protestante, asegurándole a cada uno la capacidad de redimirse, aunque sea un poco, desde la 6


comodidad de un sillón o una butaca de cine; capaces, gracias a una canción o sketch de aliviar la carga de un mundo cruel poblado de desazón del que nos sabemos parte; Godard como nuevo Avemaría, novela contemporánea como Credo y Salve; letra, imagen o sonido que hacen de pequeño alivio, padrenuestro alcanzable, bálsamo refrescante que nos insta a seguir siendo consumidores ¡y morales! a pesar de vivir en un mundo de pecado. Aún hubo tiempo de que las familias pudientes, aquellos que siempre habían gobernado, ricos, nobles; pudieran comprar −cada uno en su medida− acciones del atributo divino de lo Inmutable, la única potencia que nuestros hermanos mayores nos habían dejado magnánimamente, dándolo por sentado para ellos mismos. Sin embargo, el cuerpo del Altísimo −que, en lo hondo de la fosa, parecía más bien bajo− generoso entre los generosos, aún le dio a sus hijos, tambaleantes y en pleno luto, un último regalo; un presente para sobrellevar la orfandad por los siglos de los siglos −que ahora, visto lo visto, quizá no serían tantos−. Y ese algo, ese algo, que todos, meros feligreses, fieles de a pie, dentro de nosotros llevamos es la capacidad de otorgar perdón. La capacidad de, con una sola palabra, perpetuamente repetida, cuan salmodia del peregrino ruso, absolver a nuestros hermanos; incesante, necesaria en la medida que la palabra, concedida o susurrada, nos acercaba al Difunto; acuciante en la medida en la que nos dejaba ser, por un momento, Dios Padre. Y así, dioses todos por ahora, descansamos como quizá


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un día en el paraíso lo hicimos; en un limbo enmoquetado, en un remanso de paz que solo la Palabra −perdonado, perdonado−, puede darnos; la palabra, la palabra, la palabra divina, el perdón que sin cesar otorgamos; nosotros, fieles y expoliados, a la fuerza desheredados que damos a nuestros hermanos mayores el Perdón, el Perdón ansiado; la capacidad mágica de que, hagan lo que hagan, puedan recomenzar de nuevo, una y otra vez, como si nada hubiera pasado, sin mácula, sin castigo, sin Pecado.

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Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Y Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. (Mateo 18:21)


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Durante la segunda guerra mundial, la marca alemana Kodak utilizó trabajadores de los campos de concentración. Otras de sus ramas europeas hicieron provechosos negocios con el gobierno nazi, y Wilhelm Keppler, uno de los consejeros económicos más importantes de Hitler tenía importantes lazos en Kodak. Cuando el nazismo comenzó, Keppler aconsejó a Kodak y a otras muchas compañías que lograrían beneficios despidiendo a todos sus empleados judíos. (Traducción de The Nation). El eslogan sobre la foto, de la propia marca, podría traducirse como “Comparte momentos, comparte vida.”

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Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial (0Mateo 6:14)


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Durante el Holocausto, una compañía alemana llamada IG Farben manufacturó el gas Zyklon B usado en las cámaras de gas nazis. Ellos además financiaron y ayudaron en los experimentos con los prisioneros de los campos de Josef Mengele. IG Farben es la compañía que obtuvo el más grande beneficio de trabajar con los Nazis. Tras la guerra, la compañía se disolvió. Bayer, una de sus divisiones, se convirtió en una compañía en derecho propio. La aspirina fue originalmente inventada por Arthur Eichengrun, pero éste era judío y la compañía no quiso admitir que un judío había creado el producto que mantenía a la compañía en el negocio, así que dió el crédito a Felix Hoffman, un hombre ario. (Fuente: Traducción de Alliance for Human Research Protection, Pharmaceutical Achievers). El eslogan de la fotografía podría traducirse como “Ciencia para un mundo mejor.”

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Y hará con aquel becerro como hizo con el becerro de la ofrenda por el pecado; lo mismo hará con él. Así el sacerdote hará expiación por ellos, y obtendrán perdón.

(Levítico, 4:20)


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Ferdinand Porsche, el hombre tras Volkswagen y Porsche quedó con Hitler en 1934 para discutir la creación del “coche del pueblo”, la traducción literal de Volkswagen. Hitler le dijo a Porsche que creara el coche con una línea formal “como un escarabajo”, lo cual supuso la génesis del mítico Escarabajo. No sólo el diseño del mismo está ligado al contexto nacionalsocialista, sino que Hitler le otorgó el nombre. Durante la guerra, además, se cree que unos cuatro de cada cinco trabajadores de las plantas de Volkswagen eran trabajadores esclavos. Ferdinand Porsche incluso tenía una conexión directa con Heinrich Himmler, uno de los líderes de las SS para pedir mano de obra esclava directamente a Auschwitz. (Traducción de The Straight Dope). “Das Auto” significa “El Coche” en alemán.

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Pero en ti hay perd贸n, Para que seas reverenciado. (Salmos 130:4)


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Allianz fue la principal aseguradora beneficiada de esta época. De hecho podría decirse que era la aseguradora oficial del régimen (con todos los beneficios que ello implica), al grado que, durante la tristemente célebre “Noche de los cristales rotos” (Kristallnacht, la mayor ofensiva contra la población judía civil de Alemania y algunas zonas de Austria), la firma compensó al Estado nazi y no a los judíos afectados en sus propiedades por los daños causados. Más tarde, Allianz colaboró en el despojo de propiedades sufrido por los judíos retenidos en campos de concentración. (Fuente: Pijama Surf) “The power on your side” significa “el poder está de tu lado”.

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Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. (Marcos 11:25)


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Nestlé apoyó económicamente en 1939 la creación del partido nazi suizo y, a cambio de esto, recibió un contrato para ser el único proveedor de la golosina al ejército alemán. Sus fábricas, sin embargo, estaban llenas de esclavos, algunos de los cuales consiguieron en el año 2000 que Nestlé aceptara su delito y los compensara (a ellos o a sus familias) con una suma total de 14.5 millones de dólares. “Good Food, Good Life” significa “Buena Comida, Buena Vida.”

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Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonĂĄndoos unos a otros, como Dios tambiĂŠn os perdonĂł a vosotros en Cristo.

(Efesios 4:32)


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Ford, el fundador de la compañía Ford Motor Company, habitualmente conocida tan sólo como Ford, fue un pionero industrial estadounidense que comenzó a implantar las cadenas de producción y la fabricación en serie. Creó el Ford T en 1908, que tenía un coste relativamente bajo y popularizó en gran medida el automóvil. Pero Ford, el fundador, también era un antisemita convencido y esto le llevó a apoyar a Hitler. La posición contra los judíos de Ford no se limitó a una postura ideológica, sino que se puso manos a la obra para combatir a aquellos por cualquier canal a su alcance. Creó publicaciones para dar a conocer y publicitar sus ideas, llegando a puntos de propaganda pura y dura. Por ejemplo, publicó Los protocolos de los sabios de Sión y un tratado en cuatro volúmenes titulado El judío internacional, el mayor problema mundial. el nazismo recibió de Henry Ford jugosas donaciones económicas para que el partido el Hitler se hiciera con un hueco en la política alemana y poco a poco se hiciera con el poder. En 1938 Ford recibió la Gran Cruz del Águila, la mayor distinción que concedía la Alemania nazi a los extranjeros. “Go Further” nos insta a “Ir más lejos”.

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Y al que vosotros perdonĂĄis, yo tambiĂŠn; porque tambiĂŠn yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo

(2 Corintios 2:11)


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En los años treinta, Hugo Boss empezó a hacer uniformes nazis dado que el mismo Hugo Boss se había unido al partido nacionalsocialista y firmó un contrato para hacer el uniforme de las juventudes hitlerianas y de los SS. Esto supuso un gran impulso para la marca, ya que obtuvieron el contrato tras solo ocho años de la fundación de la compañía, lo cual elevó a la misma a otro nivel. Los manufactura de los uniformes fue tan bien que Hugo Boss tuvo que pedir trabajadores esclavos en Polonia y Francia para ayudar en la factoría. En 1997 Siegried Boss, hijo de Hugo Boss decaró a un medio austriaco: “Of course my father belonged to the Nazi party. But who didn’t belong back then?” (Traducción de New York Times) “Succed beyond the game” significa “Ten éxito más allá del juego.” Las marcas blancas de la fotografía corresponden a raspaduras de uñas en la cámara de gas.

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Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo

Hechos 2:38


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La familia Quandt, propietaria en la actualidad del Grupo BMW invirtió parte del capital familiar obtenido del suministro de uniformes al ejército alemán en BMW y Daimler-Benz. En 1937, Quandt fue reconocido por el régimen de Hitler Líder de Economía del Armamento, como tantos otros actores industriales decisivos en los logros del nazismo, por la contribución de su negocio en el suministro de armas y motores. A cambio, Quandt obtenía mano de obra para trabajos forzosos procedente de los campos de concentración e, incluso, instalaciones y fábricas en los territorios ocupados. Su reconocido rol por el régimen hitleriano ayudó a Quandt a convertirse en uno de los empresarios alemanes más destacados del III Reich. Sus dos hijos, Harald y Herbert -el primero de los cuales lo había concebido con la ulterior esposa del ministro de Propaganda Joseph Goebbels-, heredaron así el imperio de los Quandt tras su muerte. “I am possible”, “Soy posible”, como el Arbeit Mach Frei de Auschwitz lo fue.

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Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo. Juan 2:2


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Coca-Cola negoció con ambos bandos durante la segunda guerra mundial: apoyaron a las tropas americana y continuaron creando refrescos para los Nazis. En 1941, la rama alemana de Coca-Cola agotó sus reservas de sirope y no pudo obtener el mismo desde america por restricciones bélicas, así que ellos inventaron una nueva bebida específicamente para consumo alemán, un refresco frutal llamado “Fanta”. (Traducción de The Daily Mail) “Más Fanta, menos seriedad” son las palabras que aparecen sobre la fotografía.

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Y si siete veces al dĂ­a pecare contra ti, y siete veces al dĂ­a volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdĂłnale. (Lucas, 17:4) (Mateo 18:21)


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Siemens utilizó trabajadores esclavos durante el Holocausto para que ayudaran a la construcción de las cámaras de gas que matarían a su familia y a ellos mismos. Además la marca tuvo el momento de insensibilidad más grande tras el Holocausto: en 2001 trataron de instaurar la palabra “Zyklon” (ciclón en alemán) como nombre de su nueva línea de trabajo, la cual incluía hornos de gas. Zyklon era el nombre del gas utilizado en las cámaras de gas durante el Holocausto. Una semana más tarde, tras varias quejas, Siemens canceló la línea aduciendo que nunca pensaron la conexión entre el Holocausto y la línea de productos Zyklon. Supongo que creían que estaban “Making Things Right” (haciendo las cosas bien).

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Perdona nuestras ofensas, Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. (Padrenuestro)


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“Cuando el Tercer Reich se embarcó en su plan de conquista y genocidio, IBM y sus subsidiarias ayudaron a crear tecnologías que posibilitaron programas de identificación y clasificación para lograr una eficiente confiscación de bienes, reclusión en ghettos, deportación, explotación laboral y, en última instancia, aniquilación. Era un trabajo de cruce de datos y un desafío de organización tan colosal que exigía una computadora. Por supuesto, en los años 30, las computadoras no existían. Pero la tecnología de las tarjetas perforadas de Hollerith sí existía. IBM no se limitó a vender las máquinas, sino que facilitó una amplia colaboración y ayuda técnica, convirtiéndose en el único proveedor de los millones de tarjetas perforadas que Hitler necesitaba. La compañía Alemana que controlaba los dispositivos fue la Dehomag, subsidiaria de IBM. Las relaciones amistosas entre IBM y la Alemania nazi se deterioraron desde junio de 1940, cuando Watson le devolvió a Hitler su medalla con la explicación de que ya no podía seguir apoyando "la política de su gobierno". Al año siguiente, Watson perdió el control de la subsidiaria alemana de IBM, la Dehomag, que pasó a manos de Heidinger, del partido nazi. (Foro: La segunda guerra) “Think” es el eslogan de la marca que decidí poner sobre los restos de cabelleras humanas, “piensa”.

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Y que nada nos impida, vuelta esta pรกgina, una vez mรกs, perdonar.


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mi (la sala negra) Mi (una vela encendida en cada mesa) Sol (la música, la música desde las teclas de un piano) Yo quisiera (incluso aquellos que no bailan se dan el permiso a sí mismos de temblar) Yo quisiera que algún día la palabra (la incomodidad de compartir el espacio con otros desapareció a los diez minutos) Yo quisiera que algún día la palabra nos hiciera

comulgar.

Que un texto de ética o filosofía, de política o sociedad, literatura o poesía; sobre valores universales, nos hiciera a


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todos vibrar. Que por una vez la violencia semántica encontrara su justificación en los efectos posteriores que causan y curan las teclas de un piano, una herida que tiende a la universalidad. Pero hace mucho que olvidamos esa capacidad de la letra. La letra muerta, negro sobre blanco, eterna y radical separación, antagonismo entre lo dicho y lo callado, ruptura entre lo verdadero y lo inefable. Hace mucho que la frase del anónimo de Cannetti “Ya no hay nada que hacer, pero si de verdad fuera escritor, debería poder impedir la guerra.”i ya no resulta sólo ridícula, sino esperpéntica. ¿Qué nos puede enseñar la letra que nos enseñó que con el tiempo suficiente todo podía ser incoherente o falso? ¿Qué nos puede motivar a escribir un ensayo, término que desde su misma concepción apunta a un intento fracasado de decir Lo Verdadero, un fracaso que 34


ni siquiera hacemos cada día mejor? ¿Cómo escribir un texto sobre ética y valores cuando la historia nos ha enseñado que el Bien hace mucho que se nos escapó? (En realidad, según dicen los expertos y según parece, hace mucho que la ética ya no se preocupa del summun bonum, el fin último, la vida buena o la felicidad. Esa es una preocupación propia de la Ética Antigua, de esas grandes barbas marmóreas, y no del individuo moderno, preocupado simplemente por las relaciones con el Otro, que no son otra cosa que el Deber y la Obligación. Nadie quiere -o todo el mundo ha renunciado a- saber qué es el sentido de la vida. El ideal traje de Homero no nos cabe subidos a los altos zancos de la racionalidad técnica. La ética quizá deba limitarse a dar ciertas reglas, emocionales o racionales, que nos permitan la coexistencia en un mundo que nuestros intereses o confesiones nos hacen


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completamente inaguantable.) Rescatar la racionalidad, lo inteligente, siempre ha sido una de las bazas favoritas de la inteligencia blanquinegra. Eficacia, interés común, racionalidad, todo ello para demostrar que quizá lo más inteligente sea ser moral. Bellum omnium contra omnesii, dijo Hobbes, como consigna que nos hacía salir del arbitrio de la guerra y entrar en lo legal. “Lo más inteligente, lo más inteligente” como fundamento de la moral. (Hobbes quizá no solucionó el problema evidente de que tal vez lo más inteligente era que los demás fueran morales y no yo. Quizá el interés no sea la mejor forma de construir un Universal, especialmente viendo cómo se coloca al Estado Absolutista como antídoto del terror. El jazz sigue sonando. Cada vez, más y más, todos bailan.) 36


Sin escaparnos de la guía de la inteligencia, la necesidad de un valor universal puede presentársenos como “la única opción realmente posible”. Es esa la lógica que guía al imperativo categórico “obra de tal forma que puedas desear que la máxima de tu acción pueda ser ley universal.”iii Las personas tendemos, en una primera lectura, a interpretar la consigna kantiana desde una óptica más humana que la que realmente adoptó su autor: no se trata tanto de un “obrar como te gustaría que obraran contigo”, pues eso socavaría la fría lógica del imperativo que hace que sea un Universal y no un hijo de las elecciones personales. Lo que guía al imperativo es la posibilidad misma de realización de tu máxima. La acción de saltarse unos cuantos números en la cola del supermercado no es consistente consigo misma, pues si mi máxima “saltarme unos cuantos números de la cola del supermercado” se tornara ley universal y todos mis


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congéneres obraran del mismo modo, la cola del supermercado dejaría de existir. Esa imposibilidad lógica de sostener ambas tesis es la que nos hace ser morales, y no Dios, la bondad o el diablo. (Silencio en la sala. Agradecimientos. Nueva pieza de piano. Si bien el imperativo pudiera parecer una solución magnífica, aunque fría, al atolladero moral en el que nos encontrábamos, la ética kantiana tiene un problema similar al de un mantra o al de los Diez Mandamientos: su búsqueda de un valor universal pasa por el principio de la acción, y no por la consecuencia de la misma. Siempre es correcto seguir el mandato del deber, sean cuales sean las consecuencias, incluso a costa de los intereses comunes o propios -de hecho, pareciera que, al igual que en el victorianismo, seamos más morales cuanto más sufrimos. 38


Si un policía de la gestapo llamara a nuestra puerta y nos preguntara si hay algún judío en la planta de arriba deberíamos decir la verdad, aunque este fuera nuestro amigo, nuestro amante, nuestro hermano. La kantiana coherencia basa su propio ser en estar por encima de cualquier vida o circunstancia mundana.) En algún momento algo nos vibra a todos en el pecho, un interrogante abierto que dice “¿de verdad la moral puede ser sólo cosa de inteligentes razones y objeciones? ¿No será precisamente esa frialdad de lo calculable lo que nos impide llegar a una sociedad realmente moral? Sin embargo, ¿qué más podemos encontrar en nosotros mismos que sea universalizable? ¿Y qué fuerza puede tener nuestro discurso si no vale para todos los demás? En ese punto entran, rampantes, las teorías del sentimiento moral, que desde un empirismo más o menos sensato querían encontrar


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un sentir moral en todos y cada uno de los seres humanos. Para Schopenhauer, el mérito de la moral es lograr que se cumpla el “Neminem laede, imo omnes quantum potes, juva”iv, justificar tanto el trato justo a los demás como la caridad con los más desfavorecidos; y el sentimiento que valida su teoría ética es la compasión. La compasión, fruto del reconocimiento de una unidad esencial con el mundo y las cosas, nos empuja a crear una sociedad mejor, cultivarla es consagrarnos a una moral primaria e ineludible. (Parte del problema de la teoría moral de Schopenhauer es que la compasión es una facultad corporal, algo hasta cierto punto innato, físico, fruto de la configuración de los órganos de cualquiera. Schopenhauer admite que el compasivo es compasivo, el egoísta es egoísta y el malvado -pues El Mal tiene cabida en su teoría- es y será malvado 40


por siempre. No está solo en su afirmación: con él comulgan Nerón, Platón, Sócrates y Aristóteles. El Mal nace con la carne, y, cuando hemos visto a naciones enteras liquidar a otras en las circunstancias más deleznables... ¿deberíamos admitir que no era un fallo de educación, embrutecimiento o circunstancias sino que un pueblo entero estaba compuesto por individuos físicamente inmorales?) Existe siempre un miedo, que planea como un halcón implacable, de que el bien o la moral no existan en ninguna medida más allá de meros constructos socioculturales, costumbres particulares sobre las que poco se puede hablar: en una palabra, un relativismo moral. Quizá los juicios morales no tenga un fundamento objetivo, no sean falsos o verdaderos, sino que lo determinante en ellos es la voluntad que los funda como decía Nietzsche. Quizá no exista


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ningún “bien” o “mal” universal, quizá sólo seamos nosotros, siempre nosotros, a la sombra de una ética que nos queda grande. Quizá el imperativo categórico “o no significa nada o justifica cualquier cosa.”v Quizá cuando hablamos de compasión sólo estemos reproduciendo una ascética moral impuesta a la fuerza sobre nuestros hombros. Quizá la ética sea una buena excusa para que Unos impongan sobre Otros su forma de vida como valor universal innegable. (En cualquier caso, es digno de interés lo que hace Milan Kundera con la voluntad nietzscheana que se afirma en el instante y en el eterno retorno: asumiendo la idea de que cada instante puede repetirse, en un perfecto volver sobre sí, una y otra vez, ¿sería tan sencillo perdonar cada pequeño desastre? “Si la Revolución francesa tuviera que 42


repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre”vi, comenta. Quizá en el miedo a la repetición infinita de nuestros errores podamos encontrar nuestro fundamento moral. Quizá seríamos más exigentes con el solo de piano que ahora viene de saber que sonará sin variación hasta el fin del tiempo.) Tras la hipótesis terrorífica desatada por Nietzsche -aquella que manchaba el mármol de la escalera hacia el bien moralla ética giró sobre sí misma una y otra vez: el intuicionismo de Moore como intento de recuperar a la moral como algo cognitivamente determinable; el emotivismo de Stevenson como nueva formulación de un sentimiento moral en todos y cada uno de nosotros; la recuperación de lo tradicional como proyecto en MacIntyre, el arrojo, de nuevo, a las fauces de la elección y la falta un sentido único de la vida de los existencialistas; el giro de tuerca kantiano de la ética


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del discurso; los gritos de los post-estructuralistas que nos piden que no seamos ni etnocéntricos ni normativos ni machistas a la hora de explicitar los valores morales; el velo de la ignorancia para establecer un mundo mejor de Rawls; y todo ello mientras el mundo sigue girando, a veces sin conocer ni siquiera esas complejas teorías sobre lo moral; todo ello mientras no tenemos una guía clara para denunciar según qué conductas que todos consideramos inmorales -¿con o sin derecho?- en otras partes del globo terráqueo, o a veces justo en el piso de abajo; sin más guía que unas instituciones que no sabemos con certeza que sean “éticas”; rodeados de textos, letra negra, que nos cuentan cómo el mundo está cada vez peor, textos que nos desazonan e incluso nos explican con pelos y señales que las cosas no pueden cambiar, voces que nos señalan que, si 44


no pudieron ponerse de acuerdo los grandes como Nietzsche, Rawls o Kant, qué demonios quieres hacer tú, pobre y llano mortal. Nuestros textos nunca podrán parar la guerra: ya no hay, o tal vez nunca ha habido, escritores; y no deberíamos esperar encontrarlos en librerías o universidades. (¡Aplaudan al ritmo! ¡Solo de batería!) Es posible que estemos condenados a no tener una guía moral que nos guarde. (El público se desata: algunos incluso llegan a levantarse.) Es posible que lo “mejor”, como valor, no sea totalmente determinable. (Cada vez más fuerte, cada vez más rápido, baquetas, metal, bongos, alambre.) Es posible que, al fin y al cabo, no existan valores universales.


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(Ba ba ba dum tush tush tush dum dum ba, ba dum dum ba dum dum tush-tush ba dum ¡bam!) Y antes de salir a la estampida, llorando y gritando al encontrarnos

huérfanos

en

un

mundo

de

maldad

irrefrenable por esas palabras que nunca son suficientes, deberíamos escuchar tan sólo un minuto más las notas de este jazz. De este jazz que se sabe humano. (Pues aunque la música haya tendido a la perfección formal y al encandilamiento de las masas, en el siglo XX superó sin lágrimas y desasosiego el dejar de ser la “aritmética del alma”.) De este jazz que no pretende ser universal, ni racional, ni internacional, ni perfecto. (Pues un músico sabe que parte de su mérito esta en su sudor, su carne, su sangre. En el, a algunos oyentes, causar 46


disgusto.) Quizá Schopenhauer, Stevenson y Hobbes hubieran hablado mejor de ética y valores si hubieran situado su ojo en lo particular y lo humano. Quizá el preguntarse por el deber-ser de las cosas debería abandonar el carácter utópico que tiene vendarse los ojos ante la realidad inmanente y predicar la existencia de un principio supremo y primario que nosotros, ¡vaya por Dios!, tras muchos siglos de duda desvelamos; o un atavismo innegable en las tripas de todos los humanos, que al final sólo estaba en las entrañas de unos, curiosamente altos, educados, viriles y blancos; o un futuro al alcance de la mano, siempre un paso por delante que justificará cualquier medida moral o política perentoria para llegar a él. Tal vez deberíamos asumir nuestra condición de “bichos humanos”, dejar de mirar al cielo, mirarnos los unos a los otros, olvidar los


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universales -existan o no, parece que nunca mucho nos han ayudado-. Buscar soluciones concretas e inmediatas a problemas que sabemos que son nuestros y que no sientan precedentes divinos o celestiales, soluciones que invocan responsabilidades aquí y ahora y no quinientos kilómetros arriba, medio globo por la derecha, medio siglo atrás o adelante, responsabilidades que se basen en lo que queremos y hacemos y no en glándulas pineales o quimeras formalmente certeras. (Canten, canten, pidan un bis, bailen) Tal vez así un escritor podría parar la guerra. (La banda se levanta, la música terminó, la emoción llega tarde) Tal vez a veces no es preciso sólo expulsar a los demonios,

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sino exorcizar a algunos ángeles.

Cannetti,

E.

“La

profesión

del

escritor”,

discurso

pronunciado en Munich en Enero de 1976. Hobbes, T. Leviatán Kant, I. Crítica de la razón práctica Schopenhauer, A. Escrito concursante sobre el fundamento de la moral Hegel, G. Filosofía del derecho Kundera, M. La insoportable levedad del Ser


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Lanzar bombas es moral

Ante la pregunta, "¿cómo puede un país lanzar treinta bombas con la aprobación internacional?", lo cuál es lo mismo que preguntarse "¿por qué se ha justificado lo que ha hecho París?", sólo cabe una respuesta posible: porque la nuestra es una sociedad moral. La nuestra es una sociedad ética, pero no en el sentido naif del término: no significa que seamos más buenos o que cumplamos nuestros deberes 50


de forma más concienzuda; sino que hemos dejado de guiarnos por causas y consecuencias para ligarnos por máximas y mandamientos. En un contexto de consenso social

la

Política,

la

Política

en

mayúsculas,

ha

desaparecido para formarse en su lugar un entramado internacional

de

intereses

económicos

justificados

eternamente desde los valores occidentales. La primera prueba que tenemos de que la cualidad política de nuestra sociedad ha desaparecido es la desaparición del lenguaje específico de la misma.

La

polarización propia de la ética entre la Bondad y la Maldad ha terminado por relegar a toda otra posible diferencia a un segundo plano, pero especialmente ha borrado la oposición clásica de la política descrita por Carl Schmitt hace más o menos un siglo: los adjetivos propios de la política no son ni la bondad ni la maldad, ni la inteligencia o estupidez, ni


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el desarrollo o el retraso, sino la distinción fundamental entre quién es amigo y quién es enemigo. Cuando un grupo político armado ataca a un país, ¿se analiza acaso hablando de la enemistad que tenían como iguales? ¿Se habla de las causas de esa enemistad, de su desarrollo histórico, del desacuerdo tan profundo que debe existir para que una persona decida inmolarse con tal de hacer daño a su contrincante? El ethos, en cambio, presupone una identidad entre una manera de ser y un principio de acción. Ellos cometen terrorismo porque son malos. Ellos son pobres porque son malos. Ellos son fundamentalistas porque son tontos, ineducados y bárbaros. Francia, en cambio, posee una democracia porque es plural. Francia es rica porque es buena. Francia es laica porque es un país desarrollado. Por otra parte, la desaparición de este lenguaje 52


puramente ético se concreta en la renuncia a la petición de responsabilidades, pues ¿cómo vamos a pedirlas si ya no estamos en el reino de las mismas sino en el de las culpabilidades? En La política como vocación, Max Weber desarrolla la diferencia entre una ética de la convicción — que cree que principio de la moral es la intención y no la consecuencia— y una ética de la responsabilidad —que tiene en cuenta las consecuencias previsibles de las acciones y responsabiliza a la gente de tomar decisiones con malos resultados— . Cuando el principio de la libertad y la tolerancia guía una ofensa armada que coarta la libertad a una ciudad entera, asesina y, desde luego, no tolera a un modo de vida; sabemos que no se están buscando responsables de una ofensiva política, sino culpables, culpables en términos absolutos, universales, causantes del terror, terroristas.


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Pero, ¿qué significa ser un terrorista? ¿Qué diferencia a un francotirador terrorista que mata a cinco personas de un francotirador en misión humanitaria que acaba con la vida de seis? De nuevo, no las consecuencias de sus actos, sino el principio de su acción. ¿Cuál es el principio de acción del primero? ¿Alguien se ha parado a preguntárselo? Y, ¿cuál es el principio de acción del segundo? Si se puede definir como misión humanitaria es porque el argumento que se esgrime es la Declaración de Derechos Humanos.

Los derechos humanos en sí mismos son, por último, el tercer argumento que me gustaría invocar para demostrar cómo la nuestra ya no es una sociedad en la que las ideas puedan luchar políticamente —de hecho, democráticamente 54


— unas contra otras, sino más bien adecuarse o no a una serie de máximas éticas establecidas e inviolables. ¿Quién es el sujeto de los derechos humanos? ¿Es acaso un ciudadano de clase media? ¿Una estudiante universitaria? ¿Un adinerado director de una compañía? ¿Alguna vez alguien que pueda permitirse pagar un abogado privado ha ganado un juicio apelando a sus derechos como ser humano? De hecho, ¿alguna vez un ciudadano en pleno derecho de su sociedad ha sentido la necesidad de invocarlos en lugar de a sus derechos constitucionales?

Los derechos humanos señalan inequívocamente la organización simbólica de nuestra sociedad en la que “todo el mundo cuenta” pero en la que las condiciones materiales hacen que no todos seamos iguales. El excluido


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socialmente, el que no tiene papeles, el que no está sujeto a la legalidad de un país civilizado no tiene estatuto real: o bien hay que socorrerle con caridad —Refugees, welcome! — o bien es el Otro Absoluto de la comunidad al que hay que tratar según lo que nos dicta la Justicia —”pues sólo la justicia infinita es apropiada a la lucha contra el eje del mal”, nos decía George W. Bush—. Justicia contra el extraño que cuestiona la comunidad establecida desde la violencia, caridad con el extraño que cuestiona el modo de vida occidental que lo ha llevado a la miseria. Al primero lo eliminamos físicamente, haciendo desaparecer su cuerpo; al segundo lo tachamos de nuestra conciencia, pues ayudándolo Neminem laede, omne potestas, iuva, justicia y caridad, los dos vértices de la ética desde que el mundo es mundo. Eso se traduce en un desvanecimiento de la 56


efectividad de los derechos humanos para convertirse en una máxima ética: al no ser propios de un grupo político y social se utilizan para defender precisamente a aquellos que no pueden ejercer ningún derecho. El derecho que todas tenemos por ser humanas, junto con el “derecho absoluto de la víctima” puede hacer que parezca perentorio que esos derechos sean ejercidos por otro; no sólo en orden de salvar a la víctima sino de exorcizar todo mal que ponga en jaque las bases éticas de nuestra comunidad: que la gente muera a decenas

en

una

comunidad

europea,

los

análisis

consecuentes de la solución y el miedo de esa clase media que había aprendido a sentirse a salvo en la vieja Europa son algo más que lo que parecen, son un símbolo de que la comunidad está en jaque; pero no está en jaque por sus acciones pasadas y sus decisiones presentes, sino por el Terror, el Mal y la Barbarie, que no sólo afecta a Francia,


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¡no, no, y siete veces no!, sino a toda esa pobre gente, ciudadana del mundo, que no puede ejercer su derecho a la vida y a la vivienda, no estoy pensando en los trabajadores de Zara sino en las Víctimas del Estado Islámico, esto no se puede concebir, no es un ataque contra Francia y su política exterior sino contra la Humanidad, Humanidad que Europa y la Civilización van a salvar magnánimamente, cumbre internacional que se va a dar la mano para luchar contra el miedo y la debacle: “la guerra humanitaria deviene así la guerra sin fin contra el terror: una guerra que no es una, porque no es más que un dispositivo de protección infinita, el mismo parte integrante del trauma elevado a rango de fenómeno de civilización.”

Y así el amor puede sustituir a la marca comercial en el 58


lomo de una bomba. Así el orden establecido —razonable, inapelable— se afirma entre el fundamentalismo absurdo y la barbarie. James Bond vuelve a salvar el país. Mr Fantastico vuelve a salvar el mundo. Lanzar bombas es moral en una sociedad que ha olvidado lo que significa hacer política.


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ÍNDICE

LA EDAD

DEL

PERDÓN

33

MI

LANZAR

3

BOMBAS ES MORAL

60

51


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