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Roberta Lajous

Es diplomática mexicana e ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1979 jubilándose en 2021. A lo largo de su carrera, ha sido embajadora de México en Austria, Cuba, Bolivia y España, así como representante permanente de México ante la ONU en Viena y Nueva York.

También ha ocupado diversos cargos importantes en la Secretaría de Relaciones Exteriores, incluyendo la dirección general para América del Norte y para Europa.

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Ha coordinado el Instituto Matías Romero, la Comisión de Ingreso al Servicio Exterior Mexicano y la Revista Mexicana de Política Exterior.

Algunas de sus publicaciones son: el libro La historia mínima de las relaciones exteriores de México, publicado por el Colegio de México en 2012, con una edición actualizada a 2020, y en 2021 participó como autora y coordinadora del libro Embajadores de Estados Unidos en México.

Actualmente es investigadora honoraria adscrita a la Presidencia de El Colegio de México.

RS. ¿Cuándo y cómo inició su interés por el ámbito diplomático?

RL. Muy joven, a los 18 años, ingresé a estudiar la licenciatura de relaciones internacionales en el Colegio de México y pues de allí ya tenía interés en los temas internacionales y el interés fue creciendo, me fui perfilando y empecé a pensar que quería ingresar al servicio exterior mexicano, así que fue digamos una vocación temprana, pero nada fácil, y tampoco fue fácil entrar al Colegio de México, que es una institución muy competitiva, además que en esa época no era tan frecuente que una mujer ingresara a estudiar relaciones internacionales. Me acuerdo cuando estaba yo haciendo los exámenes y entrevistas me dijeron, “pero si usted se va a casar, va a dejar la carrera, y le va a quitar la oportunidad a un varón de ser embajador de México, de representar a México en las Naciones Unidas; y yo decía, pero cómo es posible que no me tomen en serio, que no crean que yo igual puedo hacer una carrera diplomática. Sin embargo, estamos hablando de hace muchos años y pues no era frecuente que una mujer tuviera una carrera de trayectoria en el servicio exterior mexicano. Yo ahora tengo una trayectoria de más de 40 años.

RS. ¿Nos podría hablar brevemente de esa trayectoria?

RL. He tenido la fortuna de tener una carrera muy diversa. En donde estuve en muchos puestos dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores, fui directora general para América del Norte, directora general para Europa, directora del Instituto Matías Romero, el último cargo que tuve fue la coordinación ejecutiva del Celac. En el extranjero tuve trabajo tanto en el ámbito bilateral como embajadora de México en Austria, en Cuba, en Bolivia y en España. Estuve 6 años com- pletos en España, y luego también en Viena mientras era embajadora en Austria.

Después estuve en Naciones Unidas, en Nueva York, en un momento muy importante, cuando México era miembro no permanente del Consejo de Seguridad. Así que ha sido una fortuna el poder tener experiencias distintas tanto en la Ciudad de México como en el extranjero, pues definitivamente creo que es muy diferente la parte europea de la latinoamericana; además que hay ciertos países tan interesantes como pueden ser Cuba y Bolivia en comparación a una Austria, por ejemplo.

RS. Cómo ha sido para una mujer como usted entrar al servicio exterior mexicano, cree que las cosas han cambiado o sigue siendo complicado para una mujer participar en el servicio exterior.

RL. Pues mire, de entrar se puede entrar porque los exámenes son neutros en materia de género, presenta un examen al servicio exterior y le califican de manera anónima. Lo que es difícil es permanecer ¿Por qué? Porque para una mujer hay exigencias distintas; en nuestra sociedad una mujer se espera que sea madre de familia, esposa, que le dé primacía al papel del marido en la pareja y a la carrera de él. En ese sentido, sí es muy difícil para una mujer tener una carrera que implica estarse moviendo de país, una carrera que no es de 9 a 5, es una carrera de todo el día, sobre todo cuando uno llega a embajador y representa a México las 24 horas del día los 7 días de la semana. Como embajador uno vive también en una residencia de México, y todos los actos que uno hace tienen repercusiones: a quién invita, a quién no, y por lo tanto es una responsabilidad que implica a toda la familia.

Hace muchos años estuve en el extranjero sola, y pues se tiene uno que multiplicar porque se tiene que hacer el trabajo de embajador y el de esposa del embajador, que tiene que ocuparse de tener preparadas las cenas, tener listos los meseros y poder atender gente, que es parte muy importante de la labor de representación de México, entonces es difícil. Ahora la sociedad ha cambiado, los hombres ya son distintos, ya están dispuestos a poner a la carrera de la mujer por delante, yo tengo muchas compañeras cuyos esposos han puesto la carrera de ellas por delante y me parece muy admirable.

RS. ¿Cuál ha sido su experiencia representando a México a nivel internacional?

RL. Pues mire, es una experiencia muy completa, o sea, uno tiene que estar preparado para poder enfrentar situaciones de emergencia, para poder enfrentar situaciones difíciles, para poder dar respuesta a cualquier pregunta; tiene uno que conocer bien los distintos aspectos de la política exterior de México, porque el que uno esté representando a México en un país quiere decir que no nada más sabe de ese país, uno debe tener la visión de conjunto, entonces, es una vida que requiere mucho estudio, mucha preparación, hay que estarse actualizando todas las mañanas porque cada noticia que aparece en el periódico cambia la ecuación de lo que uno tiene que hacer.

RS. ¿Cuáles considera que son las características esenciales de un diplomático que va a representar a nuestro país?

RL. En primer lugar, hay que tener buena salud porque es un trabajo muy exigente. Hay que tener el don de la ubicuidad. Yo me acuerdo que cuan- do estaba en Madrid había que ir a desayunos, comidas y cenas, además de estar listo para atender, de repente, a delegaciones que llegaban de imprevisto.

Hay que tener mucha energía para poder hacer todas estas actividades, pero creo que también es muy importante saber comunicar verbalmente para convencer, para promover a México, además de saber comunicar por escrito, porque toda la comunicación con la Cancillería se da a través de informes, por lo que uno tiene que ser capaz de redactar la situación política, las opciones, cómo se presentan estas, y los cursos a seguir. Inclusive también al final del día, el cómo se redacta una nota diplomática es fundamental, pues no hay cosa más importante como instrumento de comunicación, ante el Gobierno que uno está representando, que la nota diplomática. Por otra parte, en los foros multilaterales si uno va a jugar un papel relevante, hay que saber presidir grupos de redacción y saber organizar nego- ciaciones paralelas al foro, para poder avanzar en lograr consensos. Así que se requieren muchas cualidades diversas, que a veces no se dan en la misma persona, como la capacidad de ser sociable, de ir a una cena, de ser afable, de sacar información, de tener buenas relaciones y también la capacidad intelectual de encerrarse y escribir un buen documento. Realmente son capacidades muy distintas en una sola persona.

RS. En ese sentido, ¿el Instituto Matías Romero capacita para la carrera diplomática?

RL. Pues sí porque ahí está la carrera, desgraciadamente, como a veces pasa en México, cada sexenio cambia el programa. En alguna época, cuando yo dirigía el Instituto Matías Romero, teníamos un programa muy exitoso de maestría que inclusive cursaba gente que no necesariamente iba a entrar al servicio exterior, pero que se iba a desarrollar en el ámbito internacional. Los militares lo tomaban o también gente de la Secretaría de Economía o de otras secretarías, porque esta maestría tenía mucho prestigio y desgraciadamente se cerró porque se pensó que un año era demasiado, creyeron que era mejor tener cursos prácticos para aprender sobre la marcha; así que ahora, cuando un egresado sale y aprueba el examen del servicio exterior, toma cursos teóricos, pero nada más tres meses, pues se supone que ya tiene una licenciatura y muchas veces estudios de posgrado. Antes de salir al exterior, pasa por distintas áreas de la Secretaría de Relaciones Exteriores para conocerla en sus distintos aspectos.

RS. Usted fue coordinadora ejecutiva de la presidencia pro tempore de la Celac, ¿nos podría comentar cuáles son los objetivos de esta?

RL. La Celac es el conjunto de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, es un mecanismo de concertación e integración regional que es el único al que pertenecen todos los Estados miembros de América

Latina y del Caribe sin ninguna excepción, porque, por ejemplo, Cuba no fue parte de la OEA, Nicaragua se salió, etc., entonces es el único lugar donde están todos los países de la región sin Estados Unidos ni Canadá. Apenas se fundó en 2011, no tiene una secretaría, ni una burocracia, y la presidencia es rotatoria. Yo estuve como coordinadora ejecutiva, mientras México ejerció la Presidencia de Celac de 2020 a 2022, eso ya terminó. Cuando yo salí de la Secretaría de Relaciones Exteriores y me jubilé, la presidencia pasó a Argentina y después tomó la presidencia San Vicente y las Granadinas con el primer ministro Ralph Gonsalves, así se van rotando los países. Hay que decir que fue muy importante que México tomara la Presidencia de Celac en el momento que lo hizo, porque esta estaba amenazada con desaparecer. Brasil no quiso participar en todo el tiempo que nosotros ejercimos la presidencia, porque Bolsonaro no tenía ningún interés en relacionarse con otros países latinoamericanos y fue muy penoso porque es el país más grande y faltaba, pero ahora, ya que fue electo Lula, regresó con bombo y platillo.

La Celac es más que nada un foro de concertación y durante la pandemia, que nos tocó a nosotros la presidencia, logramos hacer un foro de coordinación de políticas públicas e intercambiar experiencias sobre cómo conseguir la vacuna y cómo dar una cobertura más grande para atender la pandemia, eso es lo maravilloso de la Celac, porque finalmente el tiempo que yo estuve ahí, como no estaba Brasil, todos hablábamos español o inglés y eran solo dos idiomas para una región tan amplia, así que era mucho más fácil comunicarse y realmente se aprendió muchísimo en diversos aspectos, no nada más de salud sino también de educación, porque hubo toda una transformación de educación a distancia, así que se dieron intercambios entre los rectores de universidades, entre ministros de educación, etc., lo cual fue muy interesante para afrontar la emergencia.

RS. ¿Cuáles eran sus funciones como coordinadora ejecutiva de la Presidencia de la Celac?

RL. Organizar las reuniones, claro que todas ellas en ese momento se transfirieron a Zoom, así era mucho más fácil, muchas veces decíamos: no hubiéramos logrado el que estuvieran todos los ministros sentados en una reunión, sin la pandemia. También había qué poner la temática e incluir a otros secretarios de Estado. Al área de Agricultura la consideramos para enfrentar el problema del abastecimiento de alimentos durante la pandemia, lo cual fue algo muy serio. Entonces había que coordinarse con la Secretaría de Agricultura, con la Secretaría de Salud, con la Secretaría de Educación, con la UNAM, etc., para desarrollar programas de cooperación, fue muy satisfactorio sobre todo ver que la Celac no murió, como estaba predicho.

RS. ¿Cómo ve nuestra relación diplomática con Estados Unidos?

RL. Yo creo que la relación con Estados Unidos es una relación única en el mundo, una relación que no tiene paralelo; es una relación entre la potencia más importante del mundo y un país en desarrollo. La relación entre dos culturas es la relación también de la diáspora más grande de un país en otro, según como contemos, en Estados Unidos viven más de 10, probablemente 12 millones de mexicanos nacidos en México que emigraron a Estados Unidos, unos con papeles y otros sin papeles, pero si nos vamos hacia la diáspora más amplia de los hijos de mexicanos y vínculos afectivos con México, pues nos podemos ir a una cifra de 25, 30 y hasta 40 millones de personas, y en eso no hay paralelo, no hay ningún otro país del mundo que tenga tantos nacionales en otro país ahorita, y ya las remesas se han convertido en la fuente de ingresos más importante para México. Todas estas personas dependen y quieren que haya una buena relación entre los dos países, además de que están el comercio y el turismo, está la inversión. El turismo es importantísimo por los millones de norteamericanos -digo norteamericanos por estadounidenses- y canadienses que vienen a México todos los años, sobre todo durante el invierno, produce un conocimiento mutuo a nivel humano y personal muy importante que a veces se cuenta poco, entonces las relaciones entre México y Estados Unidos son un reto impresionante, y creo que los mexicanos hemos sido muy hábiles para manejar dicha relación.

RS. ¿Nos puede hablar de su libro más reciente?

RL. Acabo de coordinar un libro con otros cuatro académicos sobre los Embajadores de Estados Unidos en México. Es un libro que se puede descargar gratuitamente del Colegio de México porque fue publicado por este y la Secretaría de Relaciones Exteriores, y da cuenta histórica de cuál ha sido la gestión de los embajadores de Estados Unidos en México en los momentos más importantes, en los momentos donde ha habido un cambio, una coyuntura. Nos dijeron, ¿por qué no incluyeron a todos? Bueno, porque no todos fueron relevantes y no es tanto lo que haya hecho la persona, sino cómo sorteó el contexto histórico que le tocó vivir.

También se acaba de publicar la segunda versión actualizada de mi libro Las relaciones exteriores de México, porque la primera edición se publicó antes de que yo me fuera a España, y pues me fui a España y me desentendí. Mientras tanto, el libro se volvió importante como libro de texto de relaciones internacionales y como libro de divulgación para los diplomáticos extranjeros que llegaban a México y querían saber más del país, además de gente común y corriente que desea conocer más de las relaciones exteriores de México, por eso me pidieron que lo actualizara y hoy en día su versión llega hasta 2020. El reconocimiento que ha tenido ha sido una fuente de satisfacciones muy grande para mí, la última edición fue presentada en el Senado de la República con miembros de los distintos partidos políticos, porque lo ven como una obra ya clásica, un punto de referencia que facilita el conocer el conjunto de la relación en un solo libro de 200 páginas, y donde, por supuesto, la mayor parte son las relaciones con Estados Unidos. A veces me han reclamado y me dicen ¿Por qué le dedica usted tanto a las relaciones con Estados Unidos? Pues porque son las más importantes. Con otros países tenemos relaciones mucho menos importantes y muchas veces como contrapeso a las relaciones con Estados Unidos.

RS. Usted ha comentado en algún momento que considera que este año inicia una nueva etapa en las relaciones internacionales a nivel mundial, ¿nos podría explicar por qué?

RL. Lo que cambia radicalmente la ecuación es la guerra de Ucrania; pensábamos que a lo mejor era un estallido y que se iba a acabar muy pronto, pero ya cumplimos un año así y la guerra sigue, no hay para cuándo termine.

La invasión de Rusia a Ucrania vino a cristalizar muchas tendencias que se veían ya en el mundo. Estados Unidos había emergido de la guerra fría como la única potencia y básicamente con una acción militar impresionante, la invasión a Irak, la invasión a Afganistán; tiene presencia en todo el mundo sin tener ningún obstáculo o resistencia, y paulatinamente, en estos últimos años, se ve la creciente influencia de China, no solamente en el ámbito económico, que se hizo porque China entró este año a la Organización Mundial de Comercio con el apoyo de Estados Unidos, el cual estaba convencido de que si China se integraba a la economía mundial era más fácil que fuera una potencia pacífica con la que pudiera lidiar. Sin embargo, en los últimos años la competencia entre China y los Estados Unidos ya no nada más es en el ámbito económico sino también en el militar, y cada vez se nota mayor peligro en las fricciones que hay entre los dos países en el Mar del Sur de China y en otras regiones.

Esta creciente rivalidad entre China y Estados Unidos se vino a conjuntar con la invasión rusa a Ucrania y se dieron estas sanciones económicas brutales que todavía no sabemos qué consecuencias vayan a tener, pues aún no las acabamos de vivir, y que hacen que el mundo se vaya dividiendo en dos otra vez como una nueva guerra fría, como la que vivimos antes de la caída del Muro de Berlín, en donde hay un mayor entendimiento entre Rusia y China, y otras potencias de lo que ahora se llama el sur global, vamos a ver qué papel juega Brasil en todo esto, los BRICS, y los países que estamos ligados a Estados Unidos por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la Unión Europea, que tiene mucha relación con América del Norte, entonces hay un reacomodo que se está dando mientras estamos usted y yo teniendo esta conversación aquí, y que no sabemos a fin de año cómo va a terminar, pero es una nueva etapa. Precisamente en mi libro La historia mínima de las relaciones exteriores de México yo hago etapas: la guerra fría, la globalización y ya ahorita pondría que la globalización termina en 2020 justamente o 2021 o 2022, con la invasión a Ucrania, y es una nueva etapa de las relaciones internacionales que tenemos que entender muy bien porque nos va a afectar de manera muy distinta.

Cuando yo era estudiante de relaciones internacionales era algo exótico, para qué estudiar relaciones internacionales si vivíamos en una economía cerrada. El exterior era algo así como un rancho allá afuera, no nos afectaba, teníamos un proyecto nacionalista de sustitución de importaciones, en donde exportábamos e importábamos poco. Exportábamos básicamente materias primas como plata, algodón, cacao o café, pero no exportábamos manufacturas como ahora qué somos una potencia manufacturera en el mundo, entonces ahorita sí dependemos mucho más de cualquier situación o movimiento que haya en el extranjero, y del cambio de la economía mundial.

RS. Si le preguntaran quién es Roberta Lajous en lo personal y en lo profesional, ¿qué diría?

RL. En lo personal me tocó ser pionera, me tocó ser en muchas ocasiones la primera mujer que tuvo este puesto, la primera mujer que fue embajadora en España; que fue directora general para América del Norte; fui la primera mujer que hizo esto, que hizo el otro, que ocupó tales cargos. Y en ese sentido, pues era difícil porque una no sabía exactamente cómo comportarse en contextos que son más naturales para los hombres, y sobre todo donde son puros hombres, en algunos a mí me tocó ser la única mujer. Entonces había que ser muy seria para que la tomaran a una en cuenta y que no pensarán que era como una monja regañona, me tocó eso por la generación en que viví y por la profesión que escogí. También me tocó ser pionera en muchas cosas que no sabía cómo se hacían y había que improvisar. A nivel profesional, yo diría que estoy marcada por 42 años de ser diplomática y nunca voy a dejar de serlo, pero ahora yo me definiría como una diplomática que escribe libros y artículos, estoy muy contenta de poder aportar todo lo que aprendí, todo lo que viví, de poder plasmarlo y explicar a los demás temas de relaciones internacionales.

RS. Durante toda su trayectoria ha tenido muchísimos retos, pero ¿Cuál considera que ha sido el mayor que ha enfrentado y cómo lo resolvió?

RL. Yo creo que ser embajadora de México en Cuba, porque me nombraron en un momento de crisis, un mo- mento muy difícil de las relaciones entre México y Cuba, ¿se acuerda del “comes y te vas”? Fue durísimo. Primero cuando me habló el canciller Castañeda para decirme que me iba a Cuba. Estaba yo en Naciones Unidas, en Nueva York, y estaba feliz porque estaba representando a México en el Consejo de Seguridad, y estaba segura de que me iba a quedar ahí todo el periodo que México durara en dicho Consejo, e incluso un tiempo después para escribir y asimilar toda la experiencia.

Yo estaba ahí en el Consejo de Seguridad y veía como los rusos leían en cirílico sobre la crisis del “comes y te vas”, los chinos en sus ideogramas, y los ingleses, todos me preguntaban cómo es posible que les esté pasando esto, explícanos. De repente una llamada y me dicen: el presidente decidió que vayas a Cuba y bueno, pues una como miembro del Servicio Exterior tiene que obedecer, nada de que no me parece o no quiero. Me dijeron: te vas ahorita a Cuba, no mañana, ahorita, empaca y te vas. Impresionante, sobre todo porque justamente la crisis era porque le habían grabado una conversación al presidente de la República.

Cuando llegué a Cuba no iba a estar pidiendo instrucciones por teléfono, ¿verdad? Sino que ahí había que actuar ahora sí que por instrumentos, por relevancia, por lectura con base en la experiencia, las posibilidades, y oportunidades que se estaban presentando para restañar esas heridas que se habían generado en la relación entre México y Cuba. En ese sentido, yo creo que fue la etapa de mi vida en la que más sentí ser embajadora, pues no podía preguntarle a nadie, tenía yo que decidir sola esperando que salieran bien las cosas con base en la intuición y la sensi- bilidad, apoyándome en mis colaboradores de la embajada.

Recuerdo el día que llegué a La Habana, llegué a la residencia y en la embajada estaban formados en fila todos los funcionarios y personal de servicio de la residencia, ¿cómo acordarse de tantos nombres de jalón? De golpe y porrazo había que ser la líder de un grupo que había pasado una crisis espantosa, ¿se acuerda que tomaron la embajada? Era una situación muy frágil. Un apoyo muy grande para mí fue Andrés Ordoñez, el segundo en la Embajada, esa tarde nos fuimos a presentar la copia de las cartas credenciales, al día siguiente presentaba mis credenciales, y después para hablar vimos allá un Cristo que está en la Habana, pues para sentir que podíamos hablar, entonces Andrés me preguntó: embajadora, ¿cómo se siente? Le contesté, pues Andrés ya nos tocó esta, más vale que hagamos lo mejor posible, pero ¿está usted contenta embajadora? Le dije: mire Andrés, este es el reto más grande de mi vida, si lo saco voy a salir muy bien; si no lo saco va a ser terrible, así que ayúdeme. Y sí lo sacamos.

RS: ¿Nos podría compartir una anécdota que haya impactado su trayectoria profesional?

RL. Haber vivido en Nueva York el 11 de septiembre, que también nos dejó aislados del mundo y donde tuvimos que actuar por instrumentos. Esa fue una experiencia durísima, porque además todos y cada uno de los miembros de la Misión Permanente de México tenían problemas de que no podían llegar a su casa porque pensaban que sus cónyuges estaban en los escombros; problemas reales, problemas de verdad, a un muchacho que parecía le había dado un ataque de ántrax iba a sacarlo del hospital. Se da uno cuenta de que como diplomático tiene que estar listo para las situaciones de emergencia. Recuerdo que mi mamá me decía, “Mijita, vente a México, ya deja ese trabajo, no tienes por qué estar ahí; le dije: “no puedo, yo sé que estás muy asustada y que te preocupa mucho mi situación, pero si me voy ahorita a México, pierdo mi carrera para siempre”. Y para ella era incomprensible que yo no regresara a mi casa y que siguiera viviendo allá en Manhattan, en medio de la locura que era también lo posterior, que si el ántrax, que si otros ataques, que si la central nuclear, que si estaba yo afuera; uno piensa que fue un día, pero fueron meses, y eso no se ha acabado.

RS. ¿Cuáles considera que van a ser los desafíos más importantes que va a tener que enfrentar la política exterior de nuestro país este año?

RL. Yo creo que lo más importante es saber comprender la coyuntura tan excepcional en la que nos encontramos, con lo que se viene a llamar el nearshoring, en donde Estados Unidos quiere acercar las cadenas de producción que se habían ido a China o a Asia, y México es un país que puede beneficiarse de manera excepcional si se pone bien las pilas y aprovecha la coyuntura histórica para poder atraer todo ese capital, pero tenemos que actuar en coordinación porque no es nada más que llegue la inversión, sino que haya las carreteras, que haya la energía y las condiciones propicias para esa inversión; es un reto que se va a dar este año. Si no nos ponemos las pilas, la inversión se puede ir a otras partes. Ya están levantando la mano muchos países como Costa Rica o Colombia, ade- más de otros países de Sudamérica y el Caribe que pueden aprovechar, pero México es el único que está ligado por tierra a los Estados Unidos, que ya tiene una planta industrial y cadenas de producción compartidas que se pueden ampliar hacia la economía verde, hacia la producción de vehículos eléctricos, chips, conductores y semiconductores, y esto nos podría dar un salto cualitativo, no se puede dejar ir esta oportunidad histórica.

RS: Por nuestra parte es todo, ¿a usted qué le gustaría agregar?

RL. Que es muy importante que medios como el de ustedes tengan esa curiosidad e interés por estar siguiendo los temas internacionales para educar, para formar a la gente, para hacerla conocer las oportunidades tan increíbles que se nos presentan y los retos que significan para nuestro país.

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