En “The Hard Problem”, del dramaturgo Tom Stoppard, la realidad comienza a descomponerse a medida que sus personajes se debaten entre la conciencia individual y la predestinación. / Cultura p. 3
“Panorama desde el puente” es la obra en la que Arthur Miller retrata el drama de los inmigrantes ilegales en los años cincuenta. / Cultura p. 6
“Jane Eyre” es la historia de una heroína irresistible del siglo XIX, una mujer que luchó por su libertad. Adaptación de la novela de Charlotte Brontë. / Cultura p. 8
EL ESPECTADOR BOGOTÁ COLOMBIA FUNDADO EN 1887 MAYO- OCTUBRE DE 2016 8 PÁGINAS www.elespectador.com ISSN 01222856 EJEMPLAR DE CORTESÍA
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“Hamlet”, dirigida por Lyndsey Turner, es una de las obras del National Theatre Live que se podrán ver en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. / Foto: Johan Persson
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Tras bambalinas Cada transmisión es grabada con público en vivo, vía satélite. Las cámaras son cuidadosamente ubicadas en todo el auditorio para asegurar que los espectadores tengan “la mejor silla del teatro”.
Antes de comenzar el proyecto Live algunos ejecutivos del National Theatre eran escépticos de las transmisiones en vivo, pero luego de ver la MetOpera desde Nueva York en una sala de cine se convencieron: “Se sentía teatral”, dijo David Sabel, jefe de tecnología digital del NTL, para The Guardian.
Cul t u ra ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Tim McMullan (The Devil) e Indira Varma (Ana) en “Man and Superman”.
En National Theatre Live
Seis grandes historias llegan a las salas de cine
La temporada del teatro londinense llega a Cine Colombia el 19 de mayo. Los espectadores de Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena podrán disfrutar de “Man and Superman”, “Panorama desde el puente” y “Hamlet”, entre otras, en alta alta definición y con subtítulos en español. Después de una exitosa temporada en 2015, el National Theatre de Londres regresa a las salas de Cine Colombia más recargado que nunca. Presentada con la más alta definición y subtítulos en español, esta programación de lujo incluye las obras The Hard Problem, Man and Superman, The Audience, Panorama desde el puente, Hamlet y Jane Eyre. Una selección de lo mejor del teatro británico, conocido por sus revolucionarios montajes, maravillosos textos y poderosas actuaciones. Algunos de los actores más
aclamados internacionalmente, como la ganadora del premio de la Academia Helen Mirren (La reina), el dos veces nominado al Óscar Ralph Fiennes (El paciente inglés y La lista de Schindler), el nominado al Óscar Benedict Cumberbatch (Código Enigma), Mark Strong (Red de mentiras y Código Enigma) y la joven revelación del West End londinense Olivia Vinall (Doctor WhoyEl Rey Lear), entre muchos otros, estarán bajo la dirección de respetados nombres, como el tres veces nominado al Óscar, Stephen Dal-
dry (Billy Elliot, The Reader y The Hours). Todo con textos de emblemáticos escritores, como William Shakespeare, Charlotte Brontë, el ganador del Premio Pulitzer Arthur Miller, el premio nobel de literatura George Bernard Shaw, y Tom Stoppard. El Royal National Theatre, conocido como National Theatre, la compañía de teatro más importante del Reino Unido y una de las más prestigiosas del mundo, fue fundado en 1963, bajo la dirección artística de sir Laurence Olivier. Durante 53 años ha producido
más de 800 obras y consolidado la carrera de renombrados artistas, como Harold Pinter, Peter Shaffer, David Hare, Danny Boyle, Stephen Daldry, Sam Mendes, Judy Dench, Anthony Hopkins, Albert Finney y Vanessa Redgrave, entre otros. Una innovadora iniciativa Hoy en día el National Theatre tiene hasta 30 producciones al año y una gran variedad de propuestas, que va desde dramas griegos y Shakespeare hasta obras magistrales de dramatur-
gos contemporáneos. Las obras se presentan en gira a lo largo del Reino Unido, en los principales teatros del mundo y en transmisiones tanto en simultánea como en diferido. Hacer el mejor teatro y compartirlo con la mayor cantidad de personas posible se ha convertido en la misión de la compañía. Antes de retirarse de la dirección del National Theatre en 2015, Nicholas Hytner dirigió The Hard Problem, la más reciente obra del dramaturgo británico Tom Stoppard, pero su legado a la cabeza de una de las instituciones teatrales de mayor reputación mundial va mucho más allá. Hytner introdujo la apuesta del National Theatre Live en 2009, con la emisión internacional de la obra Fedra, protagonizada por Helen Mirren y producida por la compañía. Desde entonces, más de 20 títulos han sido transmitidos para más de 3,5 millones de espectadores en cerca de 1.100 salas de cine alrededor del mundo. Sus cuidadosas producciones incluyen a los más selectos actores británicos y estadounidenses, además del más talentoso equipo artístico y creativo del Reino Unido. Cada emisión en directo se graba con una audiencia en vivo, más de 10 cámaras se ubican estratégicamente en el auditorio para captar hasta el más mínimo detalle y garantizarle al espectador la mejor experiencia teatral, desde cualquier ubicación. Las seis obras del National Theatre se verán desde mayo hasta octubre en salas seleccionadas de Cine Colombia de Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. La boletería se encuentra disponible en www.cinecolombia.com, las líneas locales de Telecineco y las taquillas de los teatros donde se presenta. El costo varía según la ciudad, la sala y la ubicación; los precios van desde $15.000 hasta $26.000. Esta es una apuesta de Cine Colombia para que los colombianos vivan la cultura del mundo en una pantalla.
›› Anastasia Hille (Gertrudis ) en “Hamlet”, dirigida por Lyndsey Turner. / Foto: Johan Persson
El costo varía según la ciudad, la sala y la ubicación. Los precios van desde $15.000 hasta $26.000.
/ Foto: Johan Persson.
Las transmisiones del National Theatre, una iniciativa del Royal National Theatre en Londres, comenzaron en 2009 con la obra “Fedra”, protagonizada por Helen Mirren. Hasta hoy, más de 20 producciones han sido vistas por más de 3,5 millones de espectadores en 1.100 salas alrededor del mundo.
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Tras bambalinas The Hard Problem fue la última obra producida por Nicholas Hytner antes de retirarse de la dirección del National Theatre. Hytner será recordado, entre muchos otros logros, por introducir las transmisiones en vivo y bajar los precios de las boletas. “Nadie va a llenar mis zapatos, me los llevo conmigo”, declaró. El dramaturgo sir Tom Stoppard, guionista y productor de la obra, ha sido merecedor de más de 25
premios por su trabajo, incluyendo un Óscar. Obtuvo cuatro Premios Tony y un Laurence Olivier. En 1997 fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico. Olivia Vinall, protagonista de The Hard Problem, estableció su carrera interpretando tres de los papeles icónicos de Shakespeare: Julieta, Desdémona y Cordelia.
Cultura ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Damien Molony y Olivia Vinall. / Foto: Johan Persson
Dirigido por Nicholas Hytner
“The Hard Problem”: la ciencia de las emociones Esta obra, escrita por el dramaturgo Tom Stoppard, atraviesa la vida cotidiana y la fustiga, la aparente realidad comienza a descomponerse a medida que sus personajes se debaten entre la conciencia individual y la predestinación. SANDRO ROMERO REY
O vamos al teatro a divertirnos o a pensar, pareciera ser una dialéctica perversa a la que se someten tanto los espectadores como los que ponen los dramas en escena. Muy pocos han logrado conciliar este aparente antagonismo. Uno de ellos, aún en el siglo XXI, cuando todo parece indicar que las diferencias se acrecientan, ha sido el dramaturgo británico de origen checo Tom Stoppard quien, desde los años sesenta, tanto en las tablas como en el cine, ha sabido encontrar el delicado equilibrio entre la profundidad y el juego, entre la oscuridad y la luz, entre la abstracción y la superficie. Stoppard ha podido construir edificios para “puristas” shakesperianos tales como Rosencratz y Guildenstern han muerto y pasar a sofisticados divertimentos para la pantalla que, como Shakespeare In Love, conquistaron hasta las alfombras rojas del Hollywood más convencional. Así ha sido su labor como escritor de dramas para la representación: un baile entre el vacío (Jumpers) y la duda (Travestis), entre el pasado (La tradición inglesa) y las nostalgias recientes (Rock’N’Roll). En el 2015, el National Theatre de Londres, en un montaje de Nicholas Hytner, sorprendió a tirios y troyanos con The Hard Problem, una obra en la que, en medio de un ambiente, en apariencia realista y contenido (salas, alcobas, ofici-
nas), el mundo comienza a descomponerse, en la medida en que sus personajes se debaten entre la conciencia individual y la predestinación, entre las decisiones de Dios y los caprichos del cuerpo, entre la predestinación de la neurobiología y las rebeliones del azar. El texto de Stoppard atraviesa la vida cotidiana y la fustiga, ahonda en sus banalidades. Y una taza de café se convierte en un ejercicio metafísico, mientras que un diálogo post-coito termina asumiendo dimensiones teológicas. ¿Complicado? Por supuesto. Pero el acertijo se torna muy pronto en un ejercicio hipnótico, en una necesidad en la que todos los espectadores nos sentimos inmersos, tal como lo anotó en su momento Mario Vargas Llosa, al presenciar una de las representaciones de la obra: “The Hard Problem empieza de verdad cuando termina el espectáculo”, anotaba el nobel peruano. Es decir, en las adictivas consecuencias a las que nos lleva el acertijo de los diálogos y las situaciones, que no son los de las comedias de equivocaciones o de las infidelidades previsibles, sino los de los misterios insondables que nunca tendrán respuesta porque, de otra forma, nuestro paso por la tierra no tendría ningún sentido. El difícil problema en el que nos sumerge Tom Stoppard es, nada más ni nada menos, el de las tremendas preguntas que justifican la existencia de las grandes obras de arte: el viaje hacia lo descono-
Olivia Vinall (Hilary) en “The Hard Problem”, de Tom Stoppard. / Foto: Johan Persson
cido. De otra parte, la puesta en escena del National Theatre entiende que la fascinación de Stoppard está en sus palabras. Los actores, los efectos, las luces o los artificios están al servicio de una reflexión que trasciende la superficie. Hay, poco a poco, un tránsito entre la vida cotidiana y la luminosidad interior, los infinitos saltos neuronales parecieran “decorar” los diálogos pero, finalmente, es el Verbo el que triunfa sobre la acción. Si en una obra policiaca “el gran problema”es descubrir la identidad del asesino, en The Hard Problem el desafío es mantener la atención viva en los espectadores alrededor de un enigma que no tiene solución. En últi-
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The Hard Problem empieza de verdad cuando termina el espectáculo”. Mario Vargas Llosa, premio nobel de literatura 2010.
ma instancia, el tema que devela y desvela el drama de Stoppard es el de un libre albedrío desde la perspectiva de la ciencia o una predestinación siniestra en la que el gran arquitecto del universo ha manipulado los trillones de piezas que conforman nuestro cerebro para no dejarnos otra salida que la de un portazo en las narices. La fábula que narra uno de los personajes indica cómo los murciélagos salen a cazar en la noche, para luego darles de sus frutos sangrientos a sus congéneres minusválidos. ¿Hasta dónde puede llegar la indulgencia de la naturaleza? Imposible saberlo. Pero Stoppard resuelve las dudas con la genial certeza de su propia incertidumbre.
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La obra tiene más de 57.000 palabras, la mayoría de las cuales corresponden al protagonista.
Tras bambalinas La obra de George Bernard Shaw Man and Superman tiene cuatro actos, pero a menudo el tercer acto, Don Juan en el infierno, es omitido y presentado como una obra aparte. Shaw incluyó a manera de anexo un texto supuestamente escrito por el
protagonista, John Tanner, el Manual del revolucionario. Cuando fue publicada en 1903, muchos pensaron que era imposible llevarla al escenario. Sólo en 1915 se realizó una producción con los cuatro actos completos. Para esta versión, el di-
rector Simon Godwin decidió hacer la obra en su totalidad. Man and Superman es elogiada por los escritores y temida por los actores. La obra tiene más de 57.000 palabras, la mayoría de las cuales corresponden al protagonista.
Bernard Shaw ganó el Nobel de Literatura en 1925 y el Premio Óscar a Mejor Guion Adaptado en 1938, por la película Pigmalión. La actuación de Ralph Fiennes, nominado al Óscar, ha sido aclamada por la crítica.
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Tanner, el protagonista de la historia (eso creemos) es un rebelde que “rompe credos y derriba ídolos”.
Tim McMullan (The Devil), Indira Varma (Ana), Ralph Fiennes (Don Juan) y Nicholas le Prevost (Roebuck). / Foto: Johan Persson
Dirigida por Simon Godwin
“Man and Superman” Una comedia filosófica sobre el amor, el matrimonio, el cielo, el infierno, el bien, el mal, la moral y la modernidad. O sea, sobre lo inicial: el amor. FABIO RUBIANO ORJUELA*
Lo primero que llama la atención antes de ver la obra es que actúa el impresionante Ralph Fiennes haciendo en términos numéricos una proeza, su texto tiene más de 57.000 palabras (podríamos hacer la pregunta que los actores escuchan con frecuencia: “¿Cómo hacen para aprenderse todo eso?”). A Fiennes lo hemos visto en la
refinada Lista de Schindler encarnando el más odiado comandante nazi del cine, en El paciente inglés haciendo el controvertido conde; pero también en roles menos delicados en la saga de James Bond; y en la de Harry Potter siendo el temido Voldemort. Siempre acierta. Sí. A Ralph Fiennes hay que seguirlo para ver qué riesgo corre. En Man and Superman arranca con una actuación decididamen-
te radical, con una gestualidad y un tono al principio extraños pero a medida que la pieza avanza queda claro que el riesgo es consciente. El propio director Simon Godwin lo reafirma: esa era la medida buscada. La lista de superestrellas la encabeza el irlandés (siempre los irlandeses) George Bernard Shaw, el autor. Único en el mundo que se ha ganado el Premio Nobel de Literatura y el Premio Óscar. Socia-
lista Fabiano (Transformaciones sociales por métodos no revolucionarios ni utópicos), vegetariano (“dejé de ser canibal”) y activista animalista cuando eso era mucho más raro de lo que es hoy para algunos. Como se puede ver, sus actividades son variadas, múltiples y, por supuesto, contradictorias. Asimismo, Man and superman. Tanner (Fiennes), el protagonista de la historia (eso creemos) es un rebelde que “rompe credos y derriba ídolos”, y que a pesar de venir de una familia rica y ociosa no se ha visto impedido para es-
cribir el Manual del revolucionario, defender la posición de la mujer de su época y luchar contra las ideas obsoletas. Paradójicamente Shaw pone a este Tanner a encarnar en la mitad de la obra a Don Juan, para muchos referentes históricos del personaje que no defiende a las mujeres sino que las usa desde su patología de insatisfacción y narcisismo. Este acto ocupa gran parte de la obra, y aunque se plantea como un sueño de Tanner quedan expuestas todas las líneas editoriales de los personajes, el diablo incluido. La protagonista, Ana (Indira Varma) es tal vez la figura más interesante de la obra. Aquella que inicia como manipulada por los deseos de su padre, de su tutor Ramsden (Nicholas Le Prevost) y por el pensamiento victoriano; termina dando un vuelco y sorprendiéndonos al descubrir quién ha definido su destino. Ramsden tiene una posición tan evidentemente retrógrada que no parecería un personaje sino una figura simple para desarrollar otras más complejas; pero al ver en nuestra realidad personajes tan parecidos y con características tan similares podemos reírnos tranquilamente. O avergonzarnos. Esta es una pieza feliz, lo cual no significa simple o insustancial. La filosofía de Shaw estaba impregnada de un profundo optimismo por la raza humana. Su capacidad de ironía apuntaba al futuro. Se salía de la común presunción de que el humor negro destruye, acaba, o que debe incluir sarcasmos agresivos que inutilizan. El humor de Shaw no se queda ahí, evoluciona, avanza. Según el director Hombre y superhombre es una pieza sobre cómo amar. No seré tan torpe como para decir que quien la hizo está equivocado; pero añadiría que es una obra sobre cómo pensar sobre el amor en relación a cómo se actúa ante el amor. No siempre coinciden las dos cosas. * Dramaturgo y director.
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Tras bambalinas The Audience fue grabada en 2013 y regresa a través de la pantalla grande para celebrar el cumpleaños 90 de la reina Isabel II. La actriz Helen Mirren ha ganado más de 25 premios a la largo de su carrera y tiene más de 70 nominaciones por su trabajo en cine, televisión y teatro. Interpretar a la reina Isabel II le ha dado dos de los más im-
portantes: un Óscar por su papel en The Queen y un Tony por The Audience. El dramaturgo Peter Morgan cambia la obra constantemente. En particular las escenas del actual primer ministro, David Cameron, que se adaptan a la actualidad. Según Morgan, estos cambios no le agradan para nada a Helen Mirren.
Cultura ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Margaret Thatcher (Haydn Gwynne) y la reina Elizabeth II (Helen Mirren). / Foto: Johan Persson
LAURA GARCÍA
Con dramaturgia de Peter Morgan (guionista de Frost/Nixon, El último rey de Escocia y La reina) y dirección de Stephen Daldry (Billy Elliot, Las horas y El lector), el montaje cuenta con la rutilante e inteligentísima actriz Helen Mirren –Dame Helen Mirren– en el rol de la reina Isabel II de Gran Bretaña. Ya la habíamos visto hace diez años encarnando al mismo personaje en el largometraje La reina de Stephen Frears, con el que obtuvo su primer Óscar, amén del Bafta, el Globo de Oro y el premio del sindicato norteamericano de actores. Una de las pocas actrices que han ganado los cuatro premios principales dentro del cine comercial por una sola película. The Audience, estrenada en primera instancia en el Teatro Gielgud del West End de Londres, da cuenta de una serie de privadas y tradicionales conversaciones semanales sostenidas entre la reina y el primer ministro británico de turno, desde Churchill hasta Cameron, pasando por Eden, Thatcher, Wilson, Brown y Major (Callaghan solo unos pocos instantes). En un lapso de algo más de 60 años apreciamos a la monarca enfrentando situaciones de altísima complejidad, en lo político y lo personal, como epicentro que es de la dinastía Windsor, y como una mujer bajo una gran presión, pero sin voz ni voto. Esto obliga a cambios relámpago de aspecto (pelucas, vestuario) y de corporalidad, energía interna y voz por parte de la actriz, que se apoya en un equipo técnico cuasi ilusionista, que hace que estos cambios pasen totalmente desapercibidos ante la audiencia de La Audiencia. La obra, de lenguaje diestro, no conserva rigor cronológico, por lo que hay que estar muy atentos a los saltos hacia y desde el pasado. Comienza en 1995 con Major y termina con Cameron. Se inicia con una descripción detallada de cuál es el carácter de las llamadas Audiencias; en dónde tienen lugar (el cuarto de las Audiencias privadas de Buckingham) y cada cuánto ocurren (los martes a las 18:30). Inmediatamente viene la primera aparición de Major. Major, hijo de un trapecista –risas en el público–, e Isabel II, a su vez hija de Jorge VI, otrora empera-
La reina Elizabeth II (Helen Mirren) en “The Audience”. / Foto: Johan Persson
Bajo la dirección de Stephen Daldry
“The Audience” “La Audiencia” presenta una serie de las situaciones más complejas de la reina Isabel II durante 60 años y las conversaciones privadas que mantuvo con el primer ministro británico de turno. dor de la India y soberano de los Reinos de la Mancomunidad de Naciones, nos develan la entretela de un gobierno que, según su propio primer ministro, se desmorona y lo abruma. “Pues renuncie entonces”, le contesta crudamente la reina. Vamos a 1952 y aparece Churchill, encarnado por el actor Edward Fox (El vestidor, El día del Chacal). Es el año en que Isabel va a ser coronada (su coronación fue
la primera en ser televisada). Es su primera sesión con el pomposo personaje, quien pretende conservar el ritual con el que venía: no sentarse durante toda la audiencia; y en lo concerniente a la reina, solo puede tomar notas. Nunca preguntar. Y así, siguen desfilando los primeros ministros. Cada cual dando cuenta de su carácter –o su falta o exceso de él–, sus ideales y sus pequeñeces. Dentro de un humor 100 % bri-
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En la obra la reina Isabel II es mostrada como una mujer que tiene una gran presión, pero no tiene voz ni voto.
tánico, la sátira, la comedia, la “trivia” y el drama –salpicados aquí y allá–, al final se completa el retrato de una reina que hace confesiones. Como aquella de que no le gusta donde vive (refiriéndose al Palacio de Buckingham). De una reina que denota sensibilidad social, pero que al mismo tiempo está convencida de que la monarquía procede de la voluntad divina, y a lo que esto conlleva en beneficios para los huéspedes de palacio (“¡Cómo voy a prescindir de mi yate Britannia!”, le contesta sensibleramente a Major cuando este le pinta un panorama económico interno difícil, por lo que es imperativo reducir costos en el seno de la realeza también). Una mujer que, a pesar de que atestigua momentos políticos y familiares de gran turbulencia, no se resquebraja ante la presión de la invisibilidad necesaria para ejecutar con éxito el trabajo más visible del mundo, parafraseando al autor.
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Tras bambalinas La primera versión de A View from the Bridge contaba con un acto y fue estrenada en 1955 sin éxito. El dramaturgo Arthur Miller la reescribió para que tuviera dos actos y esa es la versión que conocemos hoy en día. Mark Strong, quien interpreta a Eddie Carbone, empezó su carrera en el teatro. Sin embargo, en la última década se ha centrado
en el cine y frecuentemente interpreta a villanos. Sobre esto dijo: “Si no estás haciendo el papel protagónico, lo mejor que sigue es el antagonista”. En 2015, Strong ganó el Premio Laurence Olivier por su interpretación de Eddie Carbone. The New York Times declaró: “su actuación fue la más poderosa del año”.
Cultura “A View from the Bridge” dirigida por Ivo van Hove. / Foto: Jan Versweyveld.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Dirigida por Ivo van Hove
“A View from the Bridge”
Phoebe Fox (Catalina), Mark Strong (Eddie) y Nicola Walker (Beatrice). / Jan Versweyveld
“Panorama desde el Puente” es la obra en la que Arthur Miller retrata el drama de los inmigrantes ilegales en los años cincuenta y resalta la figura del delator en los suburbios portuarios de Nueva York. ALBERTO SANABRIA
“¡Quiero mi nombre! Devuélveme mi nombre y vamos juntos a la boda”. Esta frase, pronunciada al final de Panorama desde el Puente, por Eddie, su protagonista, resume el mecanismo desencadenante de la tragedia de Arthur Miller. Eddie había roto un código de honor entre los inmigrantes italianos que habitaban en su barrio. Eddie, motivado por sus celos enfermizos, se había convertido en un soplón, al denunciar ante la policía de Nueva York a Rodolpho y a su hermano Marco, dos jóvenes italianos que habían inmigrado ilegalmente, hacía unos meses, en busca de empleo. Eran los años 50 e Italia se encontraba en la más profunda miseria, después de Mussolini y la II Guerra Mundial. Rodolpho había provocado los celos de Eddie por la sobrina de su
esposa, la joven Catherine, a quien Eddie amaba en secreto. Rodolpho era un rubio de cara bonita, con virtudes como su voz de tenor con la que cantaba arias en el trabajo, en los muelles, o su facilidad para la costura y la cocina, que sumados a los comentarios burlescos de los compañeros de trabajo, hacían pensar a Eddie que el muchacho era homosexual y que su único interés al enamorar a Catherine era obtener la ciudadanía americana. Por eso Eddie había hecho cuanto pudo para desprestigiar a Rodolpho frente a Catherine, como retarlo a boxear, en lo que Rodolpho también resultó bueno. Otro día lo besó en la boca en un acto que recuerda a los guerreros que, delante de sus mujeres, sodomizaban a los hombres que quedaban al cuidado de ellas, humillación que
los anulaba sexualmente. Pero sus esfuerzos solo sirvieron para precipitar la decisión de los jóvenes de casarse. Eddie, impotente en su propósito de impedirlo, no encontró opción diferente a llamar a las autoridades buscando su expulsión del país. Desafortunadamente su denuncia arrastraría a su hermano Marco, trabajador incansable que enviaba todo lo que ganaba a su esposa y tres hijos para atender sus necesidades básicas. En el momento de la captura, Marco no dudó en señalar a Eddie: “¡Ese ha sido! ¡Él ha matado a mis hijos! ¡Ése ha robado la comida de mis hijos!”, frente a otros habitantes del barrio, incluyendo a sus mejores amigos, quienes le dieron la espalda a Eddie cuando trató de desmentir al italiano. Arthur Miller, uno de los grandes genios del siglo XX, constru-
yó así una de sus obras maestras, en plena época del macartismo, esa persecución anticomunista impulsada por el senador McCarthy, que había desencadenado una cacería de brujas con delatores famosos como Elia Kazan, el director de teatro y cine y examigo de Miller. Kazan denunció a muchos de sus colegas, incluyendo a Miller, de simpatías comunistas. Panorama desde el Puente, en la que se explora la figura del delator, y Las brujas de Salem, otra de las obras cumbres de Miller, en la que un inocente es acusado falsamente y perseguido por la justicia, son clara referencia a esa época de paranoia frente a lo diferente que, de cuando en cuando, vuelve como una ola, tal como sucede últimamente, como se ve en la popularidad que tienen los discursos antiinmigración de algunos políticos en los países ricos. Ivo van Hove, director de origen belga que ha desarrollado su carrera en Holanda, dirigió en 2014 la asombrosa puesta en escena de Panorama desde el Puen-
te, que ahora nos traen Cine Colombia y el National Theatre Live, producida por la famosa compañía londinense Young Vic, caracterizada por sus innovadoras puestas. Este montaje desde su estreno ha sido aclamado como el gran suceso, tanto que obtuvo una tripleta de premios Olivier, el más anhelado de la escena londinense, por mejor puesta, mejor director y mejor actor, en cabeza de Mark Strong. Al verla, es posible entender por qué obtuvo los codiciados Olivier. Mark Strong va sufriendo desde el comienzo una transformación que nos permite leer en fragmentos de segundo la naturaleza del ser humano. El espacio escénico es un cuadrado de piso blanco rodeado de unas barandas, como un ring. En él no hay más que los actores descalzos, sacando a flote la fuerza de la tragedia pura, limpia, sin ningún artificio, y desde el comienzo parece que nos hallamos ante una perfecta sinfonía, con momentos cumbres de emotividad y un remate que nos deja sin palabras.
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Tras bambalinas La primera transmisión de “Hamlet” del National Theatre Live, que se realizó en 2015, fue vista por más de medio millón de espectadores alrededor del mundo. La historia cuenta con varios ejemplos de mujeres que han asumido el papel del atormentado príncipe danés, incluso desde el siglo XVIII.
Elizabeth Powell fue la primera en 1796. Benedict Cumberbatch se suma a una larga lista de reconocidos actores que han interpretado a Hamlet, como Laurence Olivier, Richard Burton, entre otros. Esta nueva versión se convirtió en la producción de teatro más rápida en ventas
de la historia. En 2014, un año antes de su estreno, la temporada completa se vendió en menos de siete horas. Además de las innumerables producciones de “Hamlet” en teatro, la obra de William Shakespeare ha sido adaptada a más de 50 películas, casi desde el inicio del cine.
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Escrita por William Shakespeare
“Hamlet”
El personaje de la obra ha sido representado de forma especial por cada generación de actores. En esta ocasión Benedict Cumberbatch presenta un Hamlet racional.
/ Foto: Johan Persson
NICOLÁS MONTERO
A comienzos del siglo XVII un actor y escritor, que seguramente trabajaba en varias obras a la vez, y cuya principal ambición no era que sus textos fueran publicados para que generaciones futuras los leyeran, entregaba una obra para que su grupo de actores aprendiera sus textos con la misma rapidez con la que él los había escrito. Tenía que ser así, dado que lo más seguro es que ese mismo día tuvieran que actuar en algo completamente diferente. La obra era Hamlet y su creador es ahora reconocido como el dramaturgo más grande de todos los tiempos: William Shakespeare. Richard Burbage, el primer actor en interpretar Hamlet probablemente improvisaba la noche del estreno algunas de las líneas y, hasta donde se sabe, esas improvisaciones pasaban a ser parte de un texto que no era más que un libreto. Su valor estaba no en la palabra escrita, sino en la capacidad de conectarse con una audiencia exigente y acostumbrada al poder del acto vivo del teatro. Con el tiempo esos textos destinados a desaparecer se han convertido en una referencia de nuestra propia humanidad. Hamlet habita los más diversos escenarios día a día y es renovado en cada presentación. El espíritu del teatro isabelino ha llegado como una necesidad hasta nuestros días y los más grandes creadores saben que entrar en diálogo con su universo es una experiencia con la que se indaga en la condición humana, es un acto de riesgo, no de sólo representación. Hamlet sólo puede ser interpretado, no puede ser “presentado” por completo y cada época, cada director, cada actor y, sobre todo, cada espectador encuentran una relación de creación con él. Hamlet, el personaje, se ha convertido, en una prueba del poder, de la capacidad interpretativa del actor. A través de los tiempos las más grandes figuras lo han abordado y han explorado sus diferentes matices. El príncipe de Dinamarca puede ser sensitivo, inteligente, poco amable, víctima de las circunstancias, loco, melancólico, es un caleidoscopio con un enorme rango de posibilidades que puede ser amado y criticado al mismo tiempo. Cada generación de actores y espectadores ingleses tiene su Hamlet. Por eso, cuando se anunció que el Barbican, el mítico centro cultural londinense, iba a ser una producción con el actor más celebrado del momento: Benedict Cumberbatch, todas las taquillas estallaron y se convirtió en el evento teatral que más rápido se vendió en la larga historia del teatro inglés.
Benedict Cumberbatch es Hamlet.
Ante los ojos de la audiencia Cumberbatch presenta un Hamlet sorprendentemente racional, las dudas del príncipe son expuestas con una inusitada precisión haciendo que las consecuencias de sus actos no se puedan excusar completamente en la locura. Dicha interpretación pareciera presentarnos a un Hamlet más controlado y menos perturbado, para muchos no suficientemente espontáneo, pero de ninguna manera aburrido. El actor domina el escenario con energía logrando matices verdaderamente subversivos. Matices que son especialmente eficientes para la visión que su directora Lyndsey Turner ha decidido explorar en esta puesta en escena: “Este es un Hamlet para un mundo puesto al límite, una advertencia desde la historia, y un ruego de nuevas ideas de una nueva generación”, como dice Matt Treman en su reseña de Variety. Esta nueva puesta en escena de Hamlet seguramente dejará varias controversias, pero no se podrá negar que está en ese espíritu que reclamaba Brecht: “Si realmente se quiere dejar un testimonio importante, una marca imborrable se tienen que reescribir las ortodoxas, no es suficiente conformarse con recrear un texto”. La invitación, que esta vez nos extiende el National Theater Live, es la de asistir a la posibilidad de encontrar nuevos significados y tal vez nuevas respuestas de la mano de la interpretación imprescindible de Benedict Cumberbatch, de la dirección valiente de Lyndsey Turner, por supuesto, de los personajes creados por William Shakespeare.
EL ESPECTADOR / MIERCOLES 11 DE MAYO 2016 8 / ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
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Jane no juega con muñecas; sueña con volar como un ave de rapiña por los helados mares del norte.
Madeleine Worrall y la compañía de “Jane Eyre”. / Foto: Manuel Harlan
Dirigida por Sally Cookson
“Jane Eyre” La novela gótica y romántica escrita por Charlotte Brontë habló y sigue hablando por todas las mujeres que alguna vez se han sentido atrapadas en un mundo que las asfixia. ALMA GUILLERMOPRIETO
Hace doscientos años, en una aldea del inhóspito norte de Inglaterra, nacieron —y sobrevivieron, a diferencia de sus dos hermanas mayores y su madre— las extraordinarias hermanas Brontë y su hermano Branwell. Rebeldes, brillantes, soñadores, raros, aislados de los demás por el estrecho horizonte de la pequeña burguesía aldeana de la que formaban parte, los cuatro vivieron sus experiencias más intensas en el mundo de la imaginación. Lectores voraces, los cuatro hermanos se alimentaron indiscriminadamente de la prensa diaria, los sermones de su padre, párroco de
ingresos muy modestos, y, sobre todo, de las novelas y la escandalosa vida de Lord Byron. En Inglaterra entera los atormentados héroes creados por Byron —temerarios, ingobernables, trágicos— imantaron a la página al gran público lector en un país devoto de las letras. En Haworth, West Yorkshire, hogar de la familia Brontë, incendiaron la mente, y, por lo que se lee, la libido, de Charlotte, Anne, y Emily. El año de 1847 se habría de volver histórico en los anales de la literatura. Ese año, Anne, Emily y Charlotte publicaron cada una una novela, cada una bajo seudónimo, no fuera que los lectores se desanimaran frente a un texto escrito por
una mujer. Anne, la menos conocida, publicó Agnes Grey. Emily, la extraordinaria Cumbres Borrascosas. Y Charlotte salió a la luz con Jane Eyre. Antes de cumplir treinta años las tres eran famosas —o tan escandalosas como sus libros, como se quiera ver—. Antes de cumplir treinta años, Anne y Emily ya estaban muertas. (Branwell, pintor talentoso, murió a los 31 años, en 1848.) Quedaba Charlotte, la mayor, la poco agraciada, la más tesonera, la más rebelde, desamparada y sin fortuna, la eterna sobreviviente. Jane Eyre salió de sus entrañas; un libro eterno que habló y sigue hablando por todas las mujeres que alguna vez se han sentido atrapadas en un mundo que las asfixia. (¿Habrá alguna que no?). De sus lecturas afiebradas de Lord Byron, Brontë tomó el modelo del héroe atormentado y lo vol-
teó de cabeza. Jane Eyre, la primera protagonista en la historia de la literatura que cuenta su propia historia, no es ni hermosa ni maldita como Byron. Tampoco es modosa, ni recatada, ni femenina ni casada ni mujer de su casa como toda mujer debía ser. Huérfana, traicionada y posteriormente abandonada por sus familiares más próximos, errante, paupérrima, la protagonista es tan libre y desafiante, o más, que su autora. A los diez años Jane no juega con muñecas; sueña con volar como un ave de rapiña por los helados mares del norte. Cuando sus primos la acusan injustamente de agresión, su tía la manda a vivir a una escuela para huérfanos. Reacciona, incontenible: “No soy engañosa; si lo fuera, diría que os amo. Pero declaro que no os amo: os tengo más antipatía que a cualquier otra persona en el mundo salvo a John Reed (su primo). Y este libro que habla de (los castigos que merecen) los mentirosos, podéis darselo a vuestra niña, Georgiana, porque es ella la que dice mentiras, y no yo”. En las situaciones más extremas a las que habrá que llevarla su terrible libertad, la inteligentísima niña Jane, y después la adolescente y la mujer, ponderará los textos del Antiguo y Nuevo Testamento, intentará ser justa, consecuente y cris-
tiana, y en contra de todos sus preceptos y restricciones sociales, se enredará en una pasión romántica e insensata, irresistible para ella, y para sus lectores todavía más. De la historia de una joven desafiante y sin recursos y un rico huraño y mandón —la humilde y desafiante tutora Jane y su misterioso y atormentado patrón, Edward Rochester— han nacido largas décadas de novelitas cursis y culebrones cinematográficos, y hasta series cómicas de televisión. Pero ninguna de esas heroínas, arrebatada por la pasión y el despecho, ha logrado confesar su amor con palabras tan intensas e incautas como las que pronuncia Jane ante lo que supone será la inminente boda de Rochester con una criatura de la alta sociedad. Rochester le insiste que se quede a vivir en la mansión después de la boda y Jane le confiesa su amor así: —¡Le digo que debo irme! ¿Cree acaso que puedo quedarme y convertirme en nada para usted? ¿Cree que soy... una máquina sin sentimientos? ¿Que puedo soportar que me arranquen de los labios mi migaja de pan y tiren por el suelo mi taza de agua viva? ¿Cree que porque soy pobre, oscura, sin gracia y pequeña, me falta corazón y alma? ¡Se equivoca!… No le hablo ahora por medio de la costumbre, las convenciones o ni siquiera mi cuerpo mortal; es mi espíritu el que se dirige a su espíritu, tal como si ambos hubieran pasado por la tumba y estuviéramos a los pies de Dios, iguales, ¡pues eso es lo somos! Novela gótica y romántica, Jane Eyre es también un cuento de hadas. La protagonista es al mismo tiempo el sapo que se convierte en princesa gracias al beso del verdadero amor, la cenicienta que, haciendo de su propia madrina, sube de condición y se casa con el dueño del castillo, y la heroína que vence a la loca de la buhardilla, hereda la fortuna que en justicia le corresponde, y logra casarse con el ogro al que ha convertido en reluciente caballero. Es la historia que narra este 13 de octubre el ciclo de National Theatre en Cine Colombia, con maestría de recursos escénicos y grandes actuaciones.