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7.2.2. Una posible hoja de ruta

Innovar en educación es cuidar la gestión del cambio; es implicar a todos en un cambio multilateral: de arriba abajo, de abajo arriba, y transversal (en la zona intermedia que propone Fullan). Es incorporar una cultura de escucha, de acompañamiento y de cuidado de las personas. Todos pueden aportar, en la medida de su situación y sus posibilidades.

Innovar en educación es incorporar una cultura de evaluación, a través de procesos de reflexión sobre la acción, que incorpore las novedades desde un sano escepticismo y mida el impacto de los cambios.

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Innovar en educación es incorporar un modelo robusto de seguimiento de la transformación.

Innovar en educación es pensar en grande y actuar en lo pequeño. Es mantener en cada acto educativo la utopía, el sueño de la escuela que queremos ser: una escuela transformadora de las personas y del entorno.

Ante la incertidumbre, La escuela que queremos propone volver al para qué de la institución; propone una vuelta al origen, a Ítaca:

“Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino.” (Kavafis, 1999)

Ítaca nos recuerda que la misión está en el inicio y en el final del trayecto: llegar allí es tu origen y tu destino. Lo siguiente es conectar la reflexión identitaria con las bases de la nueva pedagogía y de la neuroeducación, a partir de evidencias contrastadas.

Dichas bases están recogidas en el marco pedagógico ya descrito en estas páginas. Este marco permite mirar al alumno en su totalidad, y poner al servicio de su crecimiento armónico todos los recursos y apoyos que necesita.

Sin embargo, sería voluntarista pretender abordar la mejora de la escuela desde la totalidad de los ámbitos y dimensiones descritos. Para que el cambio tenga un impacto profundo y significativo, conviene focalizar los esfuerzos en solo algunas líneas prioritarias de acción, en solo algunos vectores

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